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Prologo: De la vida a la muerte solo hay un paso
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Está totalmente oscuro, mi cuerpo se siente pesado, hay un dolor punzante en mi pecho y cerca de mi estómago.
¿Qué sucedió? ¿Estoy muriendo?
Eso explicaría lo que estoy viendo ahora, todos mis recuerdos.
Una larga vida llena de decepciones.
Mi madre me cuido lo mejor que pudo hasta que murió cuando yo tenía seis, nunca conocí a mi padre aunque no tuve el interés tampoco.
Ser adoptado por la hermana de mi madre y ser arrojado a un lado, ella nunca se encontraba en casa.
Aun así no sentía algo como odio es más pensé en no ser una carga así que me esforcé para no traerle problemas.
Estudie y estudie, me esforcé, no quería ser una carga o causarle problemas ¿Por qué lo hacía? Tal vez porque su rostro era parecido al de mi madre.
Los años pasaron y cuando tenía diez ella se casó con un hombre que tenía una hija de cinco años.
No dije nada al respecto ya que sentí que no era de mi incumbencia pero con el paso de los años me distancie de esas personas.
Algunas veces sentí unas extrañas miradas por parte de ellos que no podía soportar.
En mi primer año de escuela secundaria empecé a sufrir de acoso escolar, la razón era que no hablaba con nadie y tenía buenas notas por lo que los matones me tomaron como presa fácil, todo ese año sufrí incontables humillaciones,
Día tras día hasta que finalmente me harté.
Durante las vacaciones de verano del segundo año entrene mi cuerpo, no quería que me vieran para abajo, no permitiría que ellas me trataran como basura.
Al regresar esos matones se sorprendieron por mi cambio pero eso no evitó que aun trataran de intimidarme.
El resultado final fue que los golpee hasta dejarlo sangrando, como consecuencia fui expulsado, cuando me preguntaron porque lo hice simplemente respondí “para defenderme”.
Aun así fui expulsado de la escuela.
Mi tía por ese incidente término transfiriéndome a un internado lejos de ellas.
Al final me quede solo hasta terminar la secundaria y el instituto.
La universidad no fui la excepción, empecé a estudiar todo lo relacionado con ciencias y tecnología, mi interés empezó en el instituto cuando tenía el constante deseo de saber cómo funcionaban las máquinas y todo lo que me rodeaba.
La tecnología había avanzado mucho las últimas décadas lo que hiso que aumentara mi interés.
Finalmente empecé a recordar que fue lo que paso.
Ese día estaba haciendo frio, era de noche, me había quedado hasta tarde en el campus, había recibido una llamada de mi tía desesperada por la repentina desaparición de mi hermana por lo que me apresure a salir.
¿Por qué decidí ir a ayudar sin dudarlo?
Eso era sencillo, mi madre me enseño a ser agradecido con aquellos que me ayudan.
Mi tía no era mi persona favorita, aun así ella me cuido y pago mis estudios.
Aunque tal vez solo fue porque ella decidió tomar la responsabilidad hasta el final, aun así me sentía agradecido.
Me dirigía a mi departamento, un modesto departamento de cuatro metros cuadrados.
Pero en el camino algo sucedió.
Una señora grito por que le robaron su bolso y alcance a ver a un sujeto corriendo con el bolso en su mano.
Aunque no tenía tiempo que perder lo detuve de un golpe y recupere el bolso, pero rápidamente se recuperó y salió corriendo.
Parecía extraño pero alcance a ver algo como una sonrisa en el rostro del sujeto.
Fui a donde la señorita para devolverle el bolso.
Parecía estar en sus treinta años, piel blanca, cabello rojo hasta la cintura, tenía un vestido negro y encima un suéter para el frio, su rostro no lo pude ver claramente.
Pero si alcance a escuchar su voz.
“Gracias”
Fue lo que dijo.
Una voz que sonaba delicada y dulce.
Pero por alguna razón me estremecí.
Sin decir nada solo me di la vuelta para poder continuar con mi camino.
En ese momento algo me atravesó a un costado.
“Ahora muere”
Volvió a decir la chica con su voz.
Me di cuenta.
Un cuchillo.
Había un cuchillo enterrado a un costado cerca de mi estómago.
Un fuerte dolor empezó a esparcirse por todo mi cuerpo.
Al darme cuenta de nuevo el cuchillo había sido sacado de su lugar dejando salir mucha sangre.
“Muere”
Volvió a repetir preparándose para un segundo golpe.
Apenas lo alcance a esquivar.
“Parece que aún tiene algo de fuerza pero eso no te va ayudar”
En ese momento me levante y empecé a correr.
Quería alejarme de esa chica loca lo más rápido posible.
No me había dado cuenta.
No había una sola persona a mí alrededor.
Las calles vacías.
Ni un solo auto.
¿Qué está pasando?
No tenía tiempo para ponerme a analizar.
La chica se acercaba rápidamente a mí con el cuchillo entre sus manos.
Corrí, Corrí, y seguí corriendo hasta que finalmente empecé a perder las fuerzas.
Había llegado a un parque.
Aun tenia esperanza.
Del otro lado del parque había un hospital.
Si lograba llegar a un tenia esperanza.
Puse la poca fuerza que me quedaba en un intento desesperado por llegar.
Faltaba poco.
Un poco más.
Creí que lo lograría.
Pero no fue así.
Me tropecé con mis propios pies.
Por esa estúpida razón mi última esperanza había desaparecido.
La chica me alanzo casi instantáneamente.
Se abalanzó contra mí.
En un esfuerzo inútil me di la vuelta para tratar de detenerla.
Lo sentí.
El cuchillo fue clavado directamente en mi pecho.
“Muere”
Lo saco y lo volvió a clavar.
“Muere, Muere, Muere, Muere, Muere ¡Muere!”
Continúo haciendo lo mismo.
Repitió lo mismo una y otra vez mientras sacaba y enterraba el cuchillo.
“¿Por qué?”
Con mi último hilo de voz le pregunte.
“No necesitas saberlo, solo muere”
Eso fue lo que paso.
Kazami Rentaro, veintitrés años, Muerto.
…
…
…
“¿Alguien me extrañara?”
Me empecé a preguntar mientras me dolía el pecho y me encontraba rodeado por la oscuridad.
Nunca tuve a alguien que considerar como un amigo.
Mucho menos una amante.
Simplemente estaba solo.
Qué triste existencia la mía.
“Ja, jaja, jajaja”
Me empecé a reír de mí mismo por auto compadecerme.
Al final yo decidí vivir de esa manera.
Fue toda mi culpa.
¿Pero porque morir así?
¿Una broma cruel del destino?
¿Un acto de dios?
Eso ya no me importa.
La luz está cada vez más cerca.
El dolor de mi pecho empieza a calmarse.
Mi único arrepentimiento es no poder agradecerle a mi tía.
La única persona que me extendió la mano para cuidarme hasta el final.
Cerré mis ojos mientras tenía una pequeña sonrisa en el rostro.
“Te veré pronto madre”
…
…
…
“(Eh?)”
Después de un rato nada paso así que abrí mis ojos.
Allí se encontraba una chica de pelo negro, aparentemente de veinte años.
“(¿Lo logre? ¿Estoy vivo?)”
Por un momento pensé que lo logre, estaba vivo.
“… … …”
La chica empezó a hablar pero no entendía nada.
Su acento no se parecía a ninguno que había estudiado.
Luego vi a un hombre grande.
Su rostro parecía joven también, unos veinte años, alto, un poco musculoso, cabello blanco… y entre su cabello se asomaban dos oreja puntiagudas como de perro.
Estoy seguro de haber escuchado de eso alguna vez.
Orejas nekomimi.
¿Pero porque dejarían entrar a alguien con eso a un hospital?
Miro a mí alrededor.
Esto no era un hospital.
Parecía un cuarto simple de unos cuatro metros cuadrados con unas ventanas que daban hacia lo que parecía ser un bosque.
Al ver el reflejo de una de las ventanas me di cuenta.
La chica sostenía a un bebe.
Y ese bebe era yo.
“(Eh? ¿Qué demonios?)”
Mire al hombre de nuevo.
Al hacerlo vi que algo se asomaba detrás de él.
Una cola.
Una larga y esponjada cola blanca.
No parecía ser falsa.
Lo note.
Yo también tenía una cola.
Pero era rayada.
Blanco y negro.
“(Cálmate, seguro es un sueño, si un sueño, pronto me despertare e iré al campus como de costumbre)”
Agarre mi cola y la mordí en un esfuerzo por despertarme.
Sentí un dolor punzante que venía desde ella.
Sin embargo no desperté.
El dolor era real.
“(Esto no es un sueño, ja, jaja, jajaja)”
En ese momento me reí involuntariamente.
Al hacerlo la mujer y el hombre pusieron una cara feliz.
Unos momentos después mi cara se tornó azul y me desmalle.
Kazami Rentaro, Veintitrés años,
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