CAPÍTULO IV:
EL ATAQUE A YGGDRASIL
―Ahora viene un capítulo llamado: El ataque a Yggdrasil. Seguiré contando, intenten no interrumpir ―dice el señor mientras observa a sus dos nietos. Y así, siguió narrando, con ambos niños en silencio.
Después de un largo viaje ―que pareció una eternidad― de cinco minutos. Llegamos a los pies de la montaña, cubierta por árboles muy tenues y grandes hojas verdosas que caían desde lo alto de la montaña recubiertas con blanco por la incontable cantidad de nieve del pico nevado.
Nosotros, en cambio, realmente no podíamos ver nada de esto. Porque mientras llegábamos al lugar, todo era tan oscuro como la noche. Y apenas lográbamos observar pequeños haces de luz que nos tocaban suavemente la piel a través de lo que en esencia podría describirse como un reflejo de agua que se encontraba sobre nosotros.
Después de recorrer un camino lineal, el que parecía un pasillo bañado en negro lleno de puertas blancas, llegamos por fin a ver la luz intensa del final del corredor.
―¿Estaban muertos? ―pregunta el chico mientras detiene la narración de la historia.
―No, no están muertos ―responde su abuelo―. Ahora déjame seguir.
Al llegar, pasamos por ese pequeño hueco ―la luz al final del pasillo―, e inmediatamente, aparecimos en la entrada de la montaña que anteriormente habíamos estado. Y que ahora su abertura, estaba cubierta de cortes y con muchas tablillas de madera sueltas por doquier. De ahí, comenzó la conversación.
―Uff... por fin llegamos. Pensé que se me acabaría la energía para soportar el viaje… ―dije en tono sarcástico.
―Ah… estoy mareada…―dijo Daniela caminando de lado a lado y de atrás hacia delante.
―Jaja, te acostumbrarás, no te preocupes ―respondí sonriendo―. ¿Te encuentras bien, Angélica?
―Sí, por alguna razón no siento nada ―respondió mientras revisaba su cuerpo― y tampoco me falta nada.
―Ya veo… tampoco es que te quitara algo el viaje... bueno, si te sientes mal o algo, avísame... normalmente la gente se marea como hizo Dani ―dije colocándole una mano en el hombro.
―Entiendo… te diré si pasa ―respondió mientras se apartaba un poco.
―Bueno, hora de seguir, mi poder solo sirve hasta aquí, porque el Yggdrasil me consume la energía... por eso a veces lo odio, estúpida su luz sagrada ―dije observando a mi alrededor―. Tendremos que seguir caminando más y más, hasta saber qué ha ocurrido.
―Comprendo… ―respondió Daniela aún mareada.
―Andando ―continué.
Dí la orden apuntando con mi dedo la dirección donde nos dirigíamos. La mina, pero más precisamente, la cárcel de esta. Y justo después, entramos por la puerta principal y caminamos por el pasillo principal ―el único que había―.
A unos pocos metros de haber entrado, se escuchaban ecos de gritos a través de las paredes sorprendiéndonos a los tres.
―¿Qué fue eso? ―preguntó Angélica dando un pequeño salto de miedo.
―No lo sé, pero será mejor apurarnos ―dije mientras aceleraba el paso.
Después de atravesar el pasillo centrado, llegamos a lo que era la intersección en Ye. Pero esta vez, nos dirigimos hacia el tramo izquierdo, que era por donde nos llevaría hacia las celdas. Poco tiempo después, nos encontramos con una de las puertas hacia la habitación de uno de los guardias, El Guardián del Sol. Que se encontraba a mano izquierda, marcado con un gran dibujo que hacia referencia a un gran cristal amarillo y que se encontraba dentro de un gran pasillo abierto de techo alto. La abrimos y vimos como toda su habitación estaba impecable y sin ningún tipo de desorden causado por la invasión… como si no hubiera pasado nada.
―Qué raro… Sol no está aquí. Sé que están atacando Yggdrasil, pero él nunca dejaría su puesto y menos si ya alguien de la Mansión se encuentra presente… ―dijo confuso― Bueno, sigamos. Quizás sepamos que pasó si llegamos a Yggdrasil.
Pasando la puerta de salida de la habitación ―que quedaba al frente de la que habíamos entrado―, llegamos a otro corredor lleno de celdas abiertas con barrotes de metal cortados de diferentes formas y tamaños. Incluso, algunas parecían haber sido expuestas a algún tipo de explosivo para forzar su apertura.
―¿Pero qué pasó aquí…? ―mire alrededor para ver si encontraba alguna pista que nos dijera qué hubiera pasado.
Después de inspeccionar las primeras, no encontramos más que trozos esparcidos por doquier. Y muchas otras celdas, las que se suponían tener bandidos y matones de mayor peligro o cargo, estaban abiertas y sin ningún rasguño.
―No parece que las abrieran forzando ni nada, no hay rastro de magia. No lo entiendo... ―dudé y pensé hasta que me resigné― De acuerdo, sigamos… no lograremos encontrar nada aquí al parecer ―dije para continuar.
Seguimos caminando más y más por el camino, hacia y hasta llegar al interior de la mina. Lo cual fue más tardío de lo que parecía, ya que no llegamos inmediatamente. Y mientras tanto, las chicas tenían dudas, por lo que me dediqué a respondérselas.
―He Leo, una pregunta… ¿Por qué si había alguien cuidando la mina, cuando la atacaron, no estaban las personas? ―dijo Angélica― ¿No hay guardias ni nada? ―volvió a preguntar después de una breve pausa por el correteo.
―Los Guardianes del Árbol, no se ocupan de la mina. Está fuera de su límite, por eso hay guardianes en las minas y para Yggdrasil. Los Guardianes de Yggdrasil son Luna, la Guardiana de la Luna y Sol, El Guardián del Sol… que solo representan un significado simbólico, nada más ―respondí tomando un poco de aire― Y para la mina externa, está Daniela y Demus, la persona que estaba a cargo de los bandidos que atacaron la mina.
―¡A…! con que se llamaba Demus. Al final nunca dijiste su nombre ―dijo Angélica asombrada levemente.
―Sí… vamos ―respondí caminando.
Y seguimos el camino. Después de unos segundos de trotar y correr por los pasillos de la mina, se notaba ya a lo lejos, otras pequeñas luces, que provenían de antorchas. «Ya casi llegamos a la entrada principal de la cueva» les dije mientras nos acercabamos.
Las chicas seguían detrás de mí, casi a mi paso ―el cual era rápido―. Llegando a la entrada, me detuve para revisar la zona de acceso.
―Las trampas están desactivadas… y no es fácil hacerlo… ―seguía cada vez más sorprendido― sigamos… ―continué, mientras abría la gran puerta de madera de roble al final del pasillo.
Al abrir la puerta, destellos de luces de todo tipo de colores invadían nuestra visión, como si no quisieran dejarnos ver lo que había dentro. Y, mientras más la abría, más amplia se hacia la zona de nuestras pupilas que cubrían los haces brillantes cegadores.
―Demasiada luz… ―comentó Angélica.
―Jaja, en unos momentos pasará ―dije mientras parpadeaba lentamente para que no se reflejara tanto la luz en mis ojos.
―Sí… ya casi pasa ―respondió mientras repetía mi acción.
―Esta es la famosa Cueva de los Espíritus ―dije mientras movía mi dedo por los alrededores, para enseñar apenas lo que podía diferenciar.
Señalé los alrededores; una cueva llena de neblina, en la cual apenas se podía observar su altura... la cual era de unos trescientos metros de alto y más de ancho, era extremadamente difícil saberlo, pero era ―según los criterios de muchas personas que han estado allí― muy fácil perderse en ella, aún guiándote por el centro de esta. La cueva estaba cubierta de cristales y piedras preciosas de diversos colores y formas, las cuales se ubicaban en las paredes rocosas y en el techo lejano. Y a su vez, estaba completamente llena de estalactitas y estalagmitas por doquier. Muchas luces brillaban alrededor de un árbol gigantesco, o lo que parecía, solo su tronco, el cual cubría y hacía, el centro de la inmensa cueva.
―Que grande… nunca había entrado aquí, aunque tuviera permiso… siempre pasaba algo y no entraba… era como si me dijera que era un lugar muy peligroso o algo por el estilo… ―dijo Daniela temblando levemente.
―Esto es solo la cueva principal… la parte superior de la montaña, es mucho más misteriosa y maravillosa. Lo malo... es que no mucha gente logra subir más de cuarenta kilómetros sobre el nivel del mar ―cinco veces el Everest, por eso lo difícil de subirla―. Pero la gente que lo logra… se queda días, semanas, o incluso meses contemplando su inimaginable e indescriptible belleza aún con la falta de aire junto con fuertes vientos―expliqué mientras caminaba lentamente―. Bueno, ya basta de hablar, hay que resolver un caso peligroso. Andando.
Y con esas últimas palabras, comenzamos nuevamente a caminar un gran tramo neblinoso. Y poco más tarde, las chicas comenzaron a desesperarse, por lo que decidieron hablar de cualquier cosa. Y más que todo, preguntar por la situación.
―¿Y dónde están todos…? ¿No estaban atacando la cueva? no veo explosiones, ni más susurros de lamentos... ni nada ―Angélica, asombrada, hacía más y más preguntas parecidas. Pero yo solo me limité a contestar las primeras y las únicas importantes.
―Esta cueva limita tus sentidos, no lograras ver bien, si no hasta cierta distancia, la cual es de pocos metros. No escucharás a varios metros y a veces sentirás que te comienza a picar el cuerpo sin razón alguna… y esto se debe a la energía que emiten los espíritus de Yggdrasil ―contesté las preguntas básicas y tomé una pequeña pausa―. Así que no los escucharas hasta que avancemos, y… por los demás... según la carta que me enviaron, estarán más adelante. Así que movámonos… ―dije ya cansándome de tantas preguntas y respuestas.
Y nuevamente se quedó callada y comenzamos el tramo faltante. a unos ya cincuenta metros de lo que parecía ser una especie de laguna pequeña, la cual tenía por nombre; la Fuente de los Ángeles, logramos ver a varias personas, de diferentes tonos de piel, contexturas y rasgos, vestidas con harapos sucios, las cuales estaban extendidas en el suelo y otras, peleando entre sí, como si se hubieran vuelto locas, en la cual se encontraban las personas que buscábamos desde el principio.
―Ahí está Oryü, veamos a ver cómo está la situación ―dije mientras veía cuántas personas habían caído en combate― ¡Oryü! ―grité mientras nos acercabamos.
―Señor… me alegro de ver que llegó bien de su viaje y lamento tener que llamarlo tan de repente… Sé que quería descansar y todo eso ―respondió una voz gruesa intimidante, la cual provenía de un sujeto lleno de vendajes apenas visibles y que cargaba puesto una gabardina negra de invierno con una gran capucha recubierta de pieles grises ―aunque era lógico, había mucho frío―.
―Está bien, no te preocupes... además, es también mi deber atender a todos los casos de peligro que le ocurran a Yggdrasil y se que no puedes luchar contra ellos de esta forma ―respondí mientras seguía observando los alrededores.
―Comprendo… bueno, supongo que ya analizó la situación completamente ¿no? ―preguntó el hombre no aún presentado.
―Sí y no… Aún no logro descubrir cómo es que todas estas personas entraron a Yggdrasil. Por eso no tengo todos los detalles claros.
―El jefe Sol desapareció, no lo he visto desde que llegué.
―¿Ya pueden dejar de hablar tanto? ―dijo una persona desconocida frente a nosotros.
―¿Y tú quién eres? ―pregunté observándolo.
―No tienes nada que saber sobre mí, todo lo que tienes que saber es que nuestro Jefe ya tiene control total de Yggdrasil ―respondió un hombre negro y de cabello seco negro ―parecido a todos los demás que yacían tirados en el suelo―, que vestía una túnica larga marrón y con un tatuaje con forma de planeta en la frente.
―¿Que la tiene...? bueno, eso lo sabré luego de ver quién es tu supuesto “jefe”... ―dije disimulando unas comillas― ¿Y que se supone que piensa hacer tu “jefe” con Yggdrasil? los humanos normales no pueden acercarse a la vida de Yggdrasil.
―¿Quien dijo que yo era un simple humano? ―dijo un hombre de voz ronca con ropa negra que apenas se distinguía.
―Oh… pero si es Andrew... pensaba que estabas muerto, ya que no te veía desde la Segunda Guerra Estelar ―dije reconociendo su voz inmediatamente, aunque esta estuviera distorsionada por estar afónico.
De entre los restantes, apareció un hombre de ojos y cabellera plateada, de alta estatura y con una cicatriz en el ojo izquierdo, junto con un parche en el derecho. Este, llevaba un traje de Capitán de Navío Pirata color negro, incluyendo el sombrero puntiagudo y la pata de palo en la izquierda. Cargaba como armas, dos espadas largas y anchas llamadas Claymore, la cual una se encontraba en su mano derecha, desenfundada, como si no le costara llevarla. Y la otra en su espalda posicionada con la punta hacia abajo para ser retirada con facilidad desde la empuñadura por su otra mano. Todo, incluyendo a sí mismo, era totalmente opuesto a sus subordinados, pero sí que tenía, el mismo tatuaje de un planeta, el cual se encontraba cerca de su garganta, donde, disimuladamente, cubría una redonda cicatriz de buen tamaño.
―Sí, bueno… no morí ¿sabes...?, después de que me arrojaras hacia uno de los planetas más fríos de la galaxia, logré sobrevivir gracias a una especie evolucionada casi extinta de animales con pieles súper desarrolladas. Tuve que matar algunos… ―dijo levantando los hombros como si no le importara― pero logré protegerme del gélido ambiente... aunque tampoco es que su carne supiera del todo mal, incluso casi congelada.
―Que mal entonces… ¿Y? ¿qué haces aquí? ―pregunté con indiferencia, aunque ya sabía lo que hacía allí.
―Vengo a obtener el poder supremo de Yggdrasil, para crear una nueva guerra espacial y esta vez, acabar contigo ―respondió señalandome con la punta de su espada mientras se acercaba hacia atrás a la Fuente de los Ángeles.
―Ya… ¿y crees que te dejaré llevarte ese poder tan fácilmente? ―respondí a su estúpida demanda mientras caminaba hacia él.
―Bueno, intentar ahora costará más que mi vida, si sabes a lo que me refiero, así que lo haré, siempre he sido así ―comentó mientras se lanzaba hacia atrás a la fuente, la cual brilló con intensidad y salpicó su líquido ―el cual parecía agua― por todas partes.
Yo me quedé pensando por unos segundos, con los brazos cruzados y la cabeza en alto y los ojos bien cerrados. Luego, volví a mi posición regular y fijé mi vista en Oryü, lo cual fue por poco tiempo, antes de contarle mi plan.
―Oryü, prepara todo. Vamos a entrar... no podemos dejar que agarre más vidas de las que posee ―contándole así mi plan ―el cual no le dije absolutamente nada, e igual entendió a la perfección― y encargándome del subordinado que faltaba, que tenía mucho tiempo ya dudando qué hacer. Luego saqué mis armas y me acerqué a la fuente para repetir lo mismo que hizo el hombre― Bueno chicas... ¿están listas? ―pregunté y esperé a que se acercaran a mí.
―¡Sí! ―respondieron Angélica y Daniela, mientras Oryü solo se quedó observando.
―Entremos ―dije lanzándome hacia la fuente.
Ambas se lanzaron detrás de mí… mientras llegábamos al destino, el espacio que nos conducía al lugar, nos mostraba diversos momentos de la historia humana, demoníaca, angelical, entre otros momentos en los que intentaron conquistar el poder de la fuente y otras muchas guerras que tuvieron parte en el planeta. Una de ellas fue la gran guerra de los gemelos. Una guerra que, según la historia, tenía milenios de antigüedad y que tuvieron partido únicamente dos bandos formados por dos gemelos que querían conquistar una gran parte del territorio central ―zona donde se encontraba la ciudad donde conocimos a Luna y Estrella― los cuales luchaban entre sí, por mandato hacia uno de estos gemelos, de un hombre que, según las imágenes mostradas, estaba casi al borde de su vida.
Unos segundos después de terminar de ver las imágenes de la intensa batalla, llegamos al lugar predestinado. Un gran espacio blanco, que se iba creando lentamente a través de nuestros ojos y que lentamente formaba un terreno escalando en grises con pilares de luz a lo lejos como guías el cual también estaba lleno de lápidas cubiertas de flores blancas y azules brillantes a nuestro alrededor… parecía un gran cementerio al medio de un paisaje nublado.
―¿Dónde estamos? ―preguntó Angélica después de tanta información confusa.
―Esta es la Segunda Dimensión ―respondí observando el lugar.
―¿Y eso es…? ―preguntó nuevamente.
―Es la división del reino de los vivos y de los muertos, una composición de energía que ayuda a mantener el equilibrio de las almas que van y vienen entre los diversos mundos y lo que otros llaman, el infierno ―respondió Daniela a la pregunta.
―Ya veo… ―Angélica perdida, solo se limitó aceptar la información.
―Jaja… al parecer prestaste atención a la clase espiritual ―comenté mientras reía.
―Sí, aunque fui la peor de la clase ―contestó.
―Bueno... ¿A dónde habrá ido la persona que estamos buscando? ―preguntó Angélica inmediatamente.
―No debe de estar muy lejos, eso es seguro. Pero... será mejor que comencemos a caminar, ya que aquí no hacemos nada ―dije haciendo seña con la cabeza para seguir.
―¿Y el tal Oryü? ¿no viene? ―preguntó Daniela observando hacia atrás.
―Él… siempre se pierde... no te preocupes, nos encontrará de un momento a otro, vamos ―contesté sin mirar atrás mientras continuaba caminando.
―¿Al menos sabes hacia dónde vamos? ―dijo Angélica observando el gran cementerio.
―No, pero él tampoco, así que solo habría que caminar, ya que este lugar es un laberinto de muertos para los vivos... todo lo que llega aquí no sale ―comenté para darle suspenso a la situación―. A menos que puedas encontrar una Zona de Energía, que eso sí sé dónde está ―comenté señalando un gran pilar de luz blanca que subía, o que parecía hacerlo.
―¿Qué es una zona de energía? ―preguntó Daniela ahora más perdida.
―Clase Espiritual numero Tres, jaja ―respondí sin decirle nada más.
―Erm… no recuerdo, lo siento ―dijo haciendo una mueca extraña en forma de desilución.
―Jaja no importa, cuando lleguemos, lo recordarás.
―Leo, alguien se está acercando… ―dijo Angélica observando algo que ni yo mismo podía ver.
A los pocos segundos, sí logré ver a la dichosa persona, la cual corría hacia nosotros muy rápidamente.
―Oh, ya le llegó el mensaje… ―dije mientras movía mi mano en el aire haciendo señal para que supiera donde estábamos.
Corriendo más rápido aún, se acercaba una mujer blanca y de cabello corto blanco y con mechas plateadas brillantes que se movían de arriba hacia abajo por el correteo. De baja estatura ―un poco más baja que Angélica, lo cual no era mucho más baja que yo―, con anteojos blancos, curvos y pequeños, los cuales tenían el aumento solo para poder visualizar mejor de cerca, y, vestía una ropa de empresaria gris claro ―incluyendo la corbata plana―, junto con una bata blanca de laboratorio pequeña, pero alargada y hecha a su medida. Cualquiera diría que tenía dos profesiones.
―Tiempo sin vernos Alma… ―comenté alzando la voz cuando ya la chica se encontraba a unos treinta metros.
―¡Leo! ―gritó eufórica mientras se acercaba rápidamente.
―Auch… aún no se te olvida… ―dije mientras daba un paso hacia atrás.
―¡¿Olvidarme?! ―bramó muy enojada ya a menos de diez metros.
―¡Tranquila…! no vengo para eso otra vez… ¡lo juro! ―dije mientras estiraba mis brazos para detenerla.
―¿Ahora que hizo maestro? ―preguntó Daniela mirándome con los ojos entrecerrados.
―¿Yo? nada… nada… ―respondí evadiendo la pregunta.
―¡Claro! ¿¡destruir media Ciudadela de Almas e irte sin más es nada para ti?! ―exclamó gritándome a la cara.
―¡¿Qué hizo qué?! ―gritó Daniela asombrada aún sin conocer los detalles de la situación, lo que regularmente pasa― ¿que es la ciudadela de almas? ―preguntó después del repentino shock.
―Es… o era… un lugar donde se reunían incontables cantidades de espíritus, el cual actuaba como un lugar donde descansar antes de pasar a nueva vida. Algo así como la pintura antigua de Da Vinci sobre La Última Cena ―comenté haciendo referencia a un punto conocido―. Y... em… sí... eso… ―dije paulatinamente― ¡fue por una buena causa! ―repliqué mientras miraba a un lado.
―¿Buena causa? solo querías buscar el Cáliz Sagrado y que bien te dije que no se encontraba allí ―dijo la chica pinchándome con un dedo la frente.
―¿Qué es ese tal cáliz sagrado? ―preguntó Angélica no reteniendo sus preguntas ante la situación.
―Es uno de los siete objetos sagrados que poseen los Guardianes Elementales, o mejor dicho, los siete Reyes Elementales, para mejorar el límite de magia que sus cuerpos pueden retener ―respondió observándola―. Espera… ¿a tí no te conozco? ―preguntó mirándola detalladamente.
―No… ―contestó Angélica colocándose de brazos cruzados.
―Lamento lo que hice Alma, además, te lo recompensé después de eso.
Y, haciendo que continuara conmigo, para que no atosigara a Angélica con preguntas innecesarias, seguí comentando.
―Es cierto, pero igual no va al caso… por esta vez te lo perdonaré, si me haces saber... ¿qué haces aquí esta vez? ―preguntó olvidando a Angélica.
―Buscamos a una persona que se coló a esta dimensión a través de Yggdrasil... ¿la has visto?
―A decir verdad vi una sombra caminando por el cementerio sur, pero no sé si es a quien buscan ―comentó insegura― sabes que siempre hay uno que otro fantasma que deambula por los alrededores.
―¿Nos puedes llevar hasta allí? ya no recuerdo este lugar de tanto que ha cambiado.
―Solo si prometes no destruir el cementerio ―dijo mirándome a los ojos fijamente.
Dudando pocos segundos y luego mirándola, decidí responder.
―Erm… de acuerdo… intentaré no destruirlo «esta vez no vengo por eso...» ―pensé al mismo tiempo que decía mis palabras.
―De acuerdo… te creo, síganme entonces… ―dijo mientras daba media vuelta y caminaba por un camino antiguo lleno de piedras, el cual se había creado repentinamente.
Alma nos guió a través de la neblina, hacia el cementerio principal, donde quedaba su casa, pasando por un campo de flores azules brillantes, que desprendían y recogían pequeñas esferas blancas.
―Leo... ¿Qué son esas flores? son muy raras y hermosas ―preguntó Angélica contemplando los brillos de estas.
―Son flores de Esencia... flores que solo nacen y crecen en este lugar, para resguardar la energia de las personas o seres que mueren en diferentes dimensiones.
―Oh… ¿todas estas fueron personas? ―preguntó interesada.
―Sí y no. Cada una de ellas es diferente… pero a otras razas, no se les hace llamar por personas… ―respondí intentando no darle tanta vuelta al asunto de las razas del o los universos.
―Entonces... ¿Cómo llegan aquí las Almas? ―volvió a preguntar.
―Pero si te acabo de decir que son esencia… ―dije observándola confuso.
―¿No es lo mismo?
―Bueno… sí… ―dije mientras levantaba mis hombros levemente para hacer gesto de poca importancia―Llegan a través de esos pilares de luz ―señalé un pilar gigantesco cubierto de blanco que se podía observar levemente en el horizonte.
Al señalar, las chicas vieron el pilar, junto a muchas esencias, las cuales eran puntos blancos con una cola alargada, alrededor, moviéndose de arriba a abajo, como si danzaran una melodía alegre.
―Esa es la verdadera fuente de energía de Yggdrasil ―comenté― y que, seguramente, ahí debe de ir Andrew.
―Impresionante… es... tan... hermoso… ―dijo Angélica mientras le brillan los ojos y era hipnotizada por la luz― ¿Y cómo llegan las almas a las flores? ―preguntó después de sacudir su cabeza para volver en sí.
―Las almas... vienen desde allá a través del suelo, o desde el aire y luego crecen solas hasta madurar… ya que las almas… ―sí, le siguió el juego― nuevas, no tienen la capacidad para ir a un cuerpo nuevo inmediatamente, ya se descontrolarían haciendo que el cuerpo sufriera trastornos físicos o mentales, cosa que pasaba a menudo en la Tierra ―contestó Alma a la difícil pregunta que yo no sabría responder.
―Ya veo… eso era todo, creo ―respondió intrigada.
―Llegamos... ―comentó seguido de la respuesta de Angélica― Esta es la entrada al cementerio sur. Si caminamos un poco más adelante quizás lo encontremos, es la única manera de llegar hacia la Crisálida, pero sería recomendable dividirnos, para así buscar más rápido.
Y justamente, al mostrarnos la entrada, observamos un gran laberinto hecho a base de piedra, tallada con símbolos extraños que incluso yo desconocía.
―Sí, es buena idea, nos dividiremos y buscaremos por separado. Yo iré con Angélica… Alma y Daniela… ustedes irán por el lado izquierdo, nosotros por el derecho, si encuentran algo, envienme un mensaje.
―De acuerdo, buscaré lo más rápido posible ―respondió Daniela inmediatamente.
―Si pasa cualquier cosa la ayudaré ―comentó Alma.
―Ya que estamos listos... ¡A buscar! ―grité para comenzar la búsqueda.
Nos separamos y comenzamos a buscar las salidas por los alrededores… mientras buscábamos, pasamos por un lugar lleno de muchas lápidas con nombres de personas de todo el mundo, algunos famosos, otros no tanto... y muchas, con nombres ya gastados o borrosos, aunque otras rotas de vejez, e incluso, muchas más que no tenían nombres y que estaban recientemente abiertas.
Al caminar, notamos algo entre la neblina… una luz brillante yendo en círculos.
―¿Qué es eso? ―preguntó Angélica con miedo mientras miraba hacia todos lados.
―Parece un Espíritu.
―¿Cómo los fantasmas y todo eso? ―preguntó luego temblando.
―Sí, aunque los fantasmas no pueden hablar y casi no se ven tan claramente, por eso los humanos, la mayoría de nosotros, no podemos verlos ni sentirlos. En cambio los espíritus pueden hablar telepáticamente con los individuos de los alrededores, animal o persona y también piensan, si no, no pudieran hablar ¿no crees? ―dije comenzando con la lección básica―. Se pueden mover libremente, aunque muchos se dedican a ayudar a la gente que se pierde por este laberinto, si es que alguna vez llega algo o alguien... o simplemente se quedan viendo a dicha persona todo el rato sin hacer nada. Aunque también habitan el plano mortal, pero no se ven muy frecuentemente, ya que estos suelen ser espíritus malignos que solo se dedican a provocar caos.
―Wa… espero este sea bueno… ―dijo mientras caminaba lentamente.
―Esperemos lo mejor ―respondí ignorando lo que podría hacer.
Nos acercamos al espíritu, el cual seguía dando vueltas de un lado a otro sobre una tumba vieja y cubierta de hiedra muerta.
―Ey… ¿Qué haces…? ¿por qué das tantas vueltas? ―pregunté para saber qué le ocurría, porque no era normal que esto pasara― «Sí, lo se, hablar con un espíritu tampoco es normal en muchos casos, ¿pero que se le puede hacer?» me dije mentalmente.
―Es...toy…per-…perdido…no… sé qué… ha-...hacer… ―respondió tartamudeando y muy lentamente el espíritu, mientras daba vueltas temblando y de vez en cuando haciendo tics nerviosos con la cabeza al hablar.
―¿Estás perdido dices? pues claro, ya no tienes donde ir, ya que estás muerto… ―le respondí para hacerle saber la verdad.
―No… es…eso… ―se quedó callado por unos instantes― ¡Esta no es mi tumba! ―y seguido al silencio anterior, gritó, tan fuerte, que hizo eco en la blanca espesura.
―¡Ah! ―Angélica gritó de miedo detrás de mí agarrándome con fuerza.
―Es… la tu-tumba… de… un… compañero… ―volvió a quedarse callado― ¡La mía no está! ―y volvió a gritar.
Mientras el fantasma hablaba y gritaba, Angélica no paraba de temblar detrás de mí cada vez agarrándome más y más fuerte.
―Ya veo… te ayudaré a buscarla, pero ya cálmate… estás asustando a mi compañera… ahora dime tu nombre y quizás logremos encontrarla.
―Royal… Royal Hawking ―dijo ahora calmado, como si el sentimiento hubiera desaparecido del todo y como si nada hubiera pasado..
―De acuerdo… volveremos a lo que hayamos encontrado tu tumba, así que quedate tranquilo ―dije mientras ignoraba si lograríamos encontrarla o no… solo me importaba sacar a angélica de allí, ya que se estaba seguro que se desmayaría en cualquier momento.
―Gra-gracias… ―respondió y se volvió más traslúcido, casi hasta no poder verse del todo.
―Vamos ―dije mientras jalaba a Angélica de un brazo..
―¡Es―espera! ―respondió Angélica asustada mientras era jalada de repente.
Seguimos nuestro camino mientras buscamos en las lápidas, el nombre del espíritu. Y, de repente, se activó mi comunicador.
―He, aquí alma... Leo, hemos encontrado algo que parece la persona que buscas... y según Dani, deberías de llegar cuanto antes.
La voz de alma se escuchaba entrecortada... había demasiada interferencia y los espíritus comenzaban a moverse más rápido cada vez… sí, algo estaba pasando. Y no era nada bueno.
―¿Dónde está? ―pregunté de inmediato.
―Te envió la posición con un mapa.
Inmediatamente, abrí el mapa ―el cual era gris― enviado a mi dispositivo y se mostraron tres puntos; uno blanco ―que marcaba la crisálida, uno marrón, que marcaba donde se encontraban ellas y otro rojo muy cerca del blanco, que marcaba a Andrew seguramente.
―De acuerdo, ya vi donde están, vamos para allá ―dije cerrando el mapa y caminando rápidamente hasta la salida.
―Lo seguiremos de lo más cerca posible para no perderlo, cambio y corto ―terminó de comentar Alma por el comunicador.
―Movámonos ―dije apresurando a Angélica.
―Ahora… todo lo que les diré, serán solo lo que poco tiempo después, Alma me contó que sucedió. Yo no estuve presente, por lo que no se si realmente ocurrieron tales cosas, pero, e aprendido a vivir confiando plenamente en mis camaradas y amigos ante todo ―dice el señor mientras lee el libro, como si no hablara con los chicos.
Y como estos no entienden del todo bien, solo siguen callados, prestándole atención a la narración de su abuelo.
―¿Qué hacemos señorita Alma? ―comenzó preguntando Daniela
―No nos queda de otra más que vigilar, pero habrá que hacerlo sin que se dé cuenta de nuestra presencia.
―De acuerdo, pero mejor que usted sepa cómo esconderse.
―Tú solo sígueme, estaremos bien.
Ambas presionaron un botón en sus dispositivos y se envolvieron en una neblina que les hacía relativamente invisibles ―el botón marcaba una de las funciones del cambio de “ropa” del dispositivo―. Caminaron hacia el objetivo mientras informaban su posición por medio del radar automático. Se acercaban a la sombra y ya se les hacía difícil proseguir sin ser descubiertas, por lo que se colocaron detrás de un muro caído de piedra pulida.
―Bueno, hasta ahora no sabe que estamos aquí, esperemos a Leo y él verá qué hacer ―comentó Alma ante la situación.
―Veamos donde está… ―le dijo Dani mientras miraba con el dispositivo.
―¿Dónde está quién? ―pregunté detrás de las chicas.
―Ya en este punto, volví a tomar el curso de la historia, contando lo que realmente pasaba ―comenta el abuelo mientras sigue leyendo sin despegar sus ojos de las páginas del libro.
―¡Maestro! ―dijo Daniela saltando del susto.
―Shiii, silencio ―hice una expresión con el dedo en mi boca para que bajara el volumen de su voz.
―Oh, cierto, lo siento ―se disculpó bajando su cabeza levemente.
―Bueno... ¿y cómo está el objetivo? ―pregunté de inmediato.
―Ha estado cerca de la fuente de luz todo el rato, pero sin ningún movimiento extraño… aunque supongo que absorbió algunas almas y está esperando para conseguir más ―dijo Alma preocupada.
―Bueno, no hagamos que espere más, ya que no tendrá más ―dije mientras me estiraba, y, con esto, sonaba mis huesos dormidos.
―¿Y cómo hacemos que se detenga? ―preguntó Angélica, que apenas y recobraba el aliento por la carrera de antes.
―Alma sabe cómo… pero primero hay que llegar allá ―dije mientras caminaba hacia la crisálida, la cual ahora sí se distinguía…
Estaba al medio de un gran pilar de luz, era una gran esfera blanca... extremadamente blanca a decir verdad... incluso más que el mismo pilar lleno de una luz infinita y que rendía a la crisálida como si su luz no se pudiera extinguir nunca y esta le sirviera como fuente de calor... la crisálida palpitaba de vez en cuando y cualquier cantidad de pequeñas almas entraban y otras más grandes aún salían de ella, como si fuera una especie de incubadora. Por ello el nombre de Crisálida.
Justo después, las chicas me siguieron. Y llegamos rápidamente a donde Andrew se encontraba.
―Uh… no salen almas tan rápido… ¡Quiero más, mucho más! ―gritó Andrew lo suficientemente alto como para que lo escucháramos.
―Lo siento pero no tendrás más ―dije interrumpiendo su monólogo.
―¿Quién anda ahí? ―preguntó Andrew volteando.
―Noc noc… sabes bien quien es… ―dije guiñandole el ojo.
―¡Ah…! pero si es el León… bueno, te tardaste más de lo que pensé... ¿se te dañó el relojito ese que siempre traes? deberías darme uno alguna vez ―y colocándose el dedo en la nariz, comentó haciendo un acto despreciable.
―Pues no, aquí no sirven los radares, ya que es una dimensión diferente a la nuestra, pero si sirven los mapas y los informantes.
―Ya, por eso no me encontrabas… pero igual es demasiado tarde... ¡ya no puedes detenerme...! ―dijo sacándose el dedo de la nariz― ¡Ni tú ni nadie!.
―Bueno, eso está por verse... Alma… ―le dije observándola mientras sonreía levemente― ¿Puedo usar “eso” ya? ―pregunté con una pícara sonrisa.
―De acuerdo… pe―pero solo por esta vez… e intenta no excederte demasiado, sabes bien que mi mente no está del todo preparada… y mi cuerpo, si no lo estimulas, podría romperse... ―dijo mientras cubría su cuerpo con los brazos.
―Erm… intentaré… pero no prometo nada… ―dije mientras me acercaba a ella y le hacía mirar hacia otro lado.
Al estar frente a ella, abrí con mis mano izquierda un círculo mágico y mientras, colocaba mi derecha en su pecho. Luego, impulsé el círculo hacia su pecho y saqué entre muchos destellos de luces, un guante de color blanco ya colocado en mi mano, con un círculo mágico con las mismas figuras que había creado, un Sol y una Luna superpuesta de color negro, junto con varios símbolos alrededor, que formaban el círculo mágico ―que antes no se podía ver― completo.
―¡Maestro! ¡¿Cómo puede hacerle eso a la señorita Alma?! ―dijo Daniela tapándose los ojos. Y lo mismo ocurrió con Angélica.
―Está bien… es solo por esta vez… ―respondió Alma jadeando y cubriéndose el hueco resplandeciente que le había quedado.
―Tenía que hacerlo, es lo único que puede quitar las almas de su cuerpo… ―dije en voz muy baja mientras miraba hacia otro lugar ―el cual no era precisamente donde Andrew se encontraba―.
―¡Pero…! ―replicó Daniela bajando la cabeza.
―Está bien… no te preocupes por mí… ―le contestó Alma sonriendo.
―¡¿Que tanto hablan?! ¡vamos! ¡comienza de una vez! ¡Ja, ja, ja! ―dijo Andrew riendo sin saber lo que hablábamos.
―Bueno, es hora actuar…¿Estás listo? ―pregunté rápidamente.
―¡Como si pudieras competir conmigo! ¡ja, ja, ja! ―echó a reír esta vez con confianza.
Al instante, me desplacé rápidamente cerca de él, e incrusté mi mano en su pecho, sacando una de las cinco almas que tenía su cuerpo.
―¿Eh? ―se preguntó a sí mismo confuso― ¿como llegaste...? ―preguntó Andrew desconcertado mientras veía mi mano dentro de su cuerpo― ¿que crees que haces? ―siguió preguntando sin parar, e intentando alejarme de él.
―Solo… sacándote una de las pocas almas que tienes… ―E inmediatamente saqué mi mano de entre su cuerpo.
Un poder que yo nunca he sentido, explotó el poder del alma que poseía Andrew en su pecho, creando ondas de color blanco desde el suelo. Y junto con el impulso de la penultima onda, logré alejarme para prevenir el segundo golpe de la explosión que vino después ―el cual fue muy fuerte― para no resultar herido.
―¡Sí, lo lograste! ―dijo Angélica contenta.
―¡Ah…! ¡Duele…! ―gritó Andrew por el inmenso dolor que le producía ahora la disección artificial de su poder.
―Y seguirá doliendo más y más, porque aun te faltan cuatro almas… ja ―dije burlándome mientras me preparaba para volver a atacar.
―¡Maldito…! ¡me las pagarás! ―gritó con fuerza por el dolor.
―¡Maestro! ¡déjeme ayudar! ―exclamó Daniela mientras sacaba sus armas.
―Muy bien, solo distráelo.
―¡Sí! ―dijo mientras desaparecia.
―¡¿Crees que te dejaré?! ―bramó Andrew mientras se preparaba para atacar.
Daniela se acercó rápidamente y saltó sobre él para pegarle por la detrás.
―Já… ―Andrew hizo una pequeña sonrisa mientras esquivaba a Daniela dando un paso hacia delante.
Yo, mientras, me acerqué rápidamente mientras él esquivaba a Daniela y le saqué las alma incrustadas en sus piernas.
―¿He…? ¿como…? ¡Ha…! ―volvió a gritar del dolor y ocurrió lo pasado― ¡Malditos!
―Oye, oye, eso es algo fuerte… no insultes, nadie te dijo que podías entrar y profanar un lugar sagrado... y menos robar la fuente vital de este lugar ―dije mientras acomodaba el guante en de mano ya que por la fuerza aplicada se había soltado un poco y eso me podía causar un momento difícil.
―Si quieren pelea… les daré pelea… ―contestó mientras cambiaba su posición.
Andrew se movió rápidamente hacia nosotros ―incluso sin los poderes de las almas― y lanzó un fuerte golpe de forma horizontal con su espada, la cual seguía desenfundada desde que llegó a la dimensión.
Logramos esquivarlo por poco, lo cual hizo que nos cortase un poco los nanotrajes... atacamos nuevamente intentando quitarle la cuarta y quinta pieza en sus brazos.
―Esta vez no funcionará ―dijo mientras movía sus espadas de un lado a otro para alejarnos.
―Creo que no está funcionando… ―comentó Angélica a lo lejos.
―Tch… ―balbuceó rápidamente Daniela y seguido continuó sus intentos de ataque. Al volver ella por su intento fallido, me coloqué a su lado.
―Daniela, ataca por un costado ―dije susurrando.
Después de oírme, se movió alrededor del bandido rodeándolo, e intentó pegarle por su lado derecho.
«¡Que no va a servir!» dijo Andrew mientras se defendía del ataque con su espada seguido de fijarse en mí al llegar por su lado izquierdo. Se alejó agachándose y rodando hacia atrás, para dejar caer a Daniela sobre mi.
―Bueno, al parecer no servirá de mucho eso… tendré que pensar en otra cosa ―dije mientras pensaba qué hacer y levantándola.
―No dejaré que me quiten mis últimas almas y aún ahora más que tengo que esperar las siguiente… ―comentó luego Andrew, colocándose cerca de la crisálida.
―Como si te fuera a dejar ―le respondí.
―Bueno, puedes intentar detenerme, eso es verdad, pero igual la agarraré y será más fuerte, ya que la próxima, irá directo a mi cerebro… ¡Ja... ja… ja! ―bramó burlándose.
―Ya veo… al parecer ese era tu plan, aunque lo dejaste de último recurso… creo que es hora de terminar… ya falta poco para que venga la próxima alma hacia la crisálida… así que habrá que terminar rápido… ―dije mientras miraba a Daniela― Ya casi está aquí la ayuda, así que haremos lo siguiente… ―dije luego aún susurrando.
Me detuve a pensar un poco, algo bueno y malo al mismo tiempo… «Ataca desde arriba e intentaré quitarle las almas desde atrás mientras se cubre… comienzas cuando mueva mis dedos detrás de mí mientras corro para despistarlo» dije mientras me movía caminando lentamente hacia Andrew.
―De acuerdo, haré todo lo que esté a mi alcance ―respondió.
―¿Qué tanto murmuran ustedes dos? no me gusta que me ignoren… aunque eso signifique más tiempo para mí. Pero lo dejaré pasar, ya que esta es una buena oportunidad para que el alma llegue sin problemas, así que no tengo que preocuparme por el tiempo que decidan parlotear ―dijo Andrew colocándose en guardia para recibir los próximos ataques.
Mientras Andrew hablaba, veía sus movimientos esperando una abertura y cuando detuvo sus palabras, miró hacia un lado por una pequeña explosión que cause mientras caminaba con un holograma de mi dispositivo ―otra de las funciones de este―. Ahí fue donde comencé a correr colocando mis brazos detrás y moviendo mis dedos para darle la señal a Daniela.
Ambos desaparecimos y atacamos por arriba y por detrás de Andrew. Pero se defendió de ambos ataques; el de Daniela con su espada derecha y esquivó mi golpe girando su cuerpo dando media vuelta y luego sacando su otra espada, intentó atacarme desde arriba hacia mi espalda, pero no falló del todo.
―¡Maestro! ―gritó Daniela de preocupación al lado opuesto de Andrew en el que me encontraba.
―¡No me darán! ―dijo este con ganas.
―¡Sigue!... ¡no te preocupes por mí estoy bien! ―le grité a Daniela para que continuara su ataque, aunque yo sentia un poco el dolor del golpe, aunque no era tanto por diversas razones.
Seguimos atacando, esta vez desde diferentes ángulos, pero sin signos de poder darle el o los golpes finales.
―Eventualmente se cansarán ―dijo Andrew bloqueando y atacando al mismo tiempo.
―Es cierto, pero de momento seguiremos intentándolo ―dije mientras me acercaba a él para seguir con nuestra táctica..
Ataqué con todas mis fuerzas para no dejar que descubra que la ayuda venía a lo lejos. Intentando atacar desde arriba junto con Daniela, me concentré en su cabeza para que mirase arriba y no voltease hacia otro lugar. Pero esta vez, nos detiene usando sus manos, sus puras manos, dejando caer sus espadas y apretándonos con la misma fuerza con que las sostenía.
―No dejaré que me pongas las manos encima otra vez, ya que quedan pocos segundos para la próxima alma y lamento decirte que es muy tarde para que me detengas ―dijo confiado de su fuerza física, aunque esta se debiera a las almas de sus brazos.
―¿Y quien dijo que yo te iba a detener? ―le dije haciendo una expresión facial de confusión.
―¿Cómo? ―preguntó Andrew desconcertado.
Detrás de él, apareció una sombra y lo apuñaló en el corazón, del dolor, un dolor irreal, nos soltó a ambos e intentó quitárselo de la espalda, pero Daniela detuvo su cuerpo, agarrándolo por la cintura.
―¡Ah…! ¡¿cuando apareciste?! ¡¿quien eres?! ―preguntaba a gritos de dolor, el mismo dolor irreal.
Oryü, se quedó unos segundos en silencio y respondió «Eso no importa… es hora de terminar este trabajo, el cual me ha costado bastante arreglar».
―¿Eh? ―dijo mientras miraba nuevamente al frente al sentirme.
Me encontraba delante de él, con las últimas almas de su cuerpo, y, liberándolas, solo añadí: «Adiós» como comentario final. Y, sucesivamente, lancé las almas al aire, para hacerlas volver al capullo.
―¡Ah…….! ―Andrew hizo un grito largo, mientras brilla más y más cada segundo que pasaba― ¡¿Qué me has hecho?! ―preguntó mientras observaba su cuerpo comenzar a liberar energía por todas partes.
―Tu poder está siendo suprimido por falta de almas, lo cual hace que tu cuerpo no resista la energía que entra a tu cuerpo, ni mucho menos la que sale… ―dije muy rápidamente― y ya que no hay almas, la energía que entra, no puede ser canalizada y hará que queme hasta el último lugar de tu cuerpo para intentar llenarlo de energía, haciendo luego que desaparezcas mediante… ―volví a continuar hablando rápidamente― una pequeña explosión… pero tranquilo… dolerá bastante, de eso estoy seguro ―le dí una buena charla, antes de mandarlo a su muerte.
―¡No…! ¡ayúdame! ¡no quiero morir…! ¡AHHHhhhhh! ―del dolor, hizo un grito de desesperación, mientras que su cuerpo absorbía la energía, e intentaba retenerla... pero esta no lo lograba y solo se dedicaba a llenar más y más su cuerpo, hasta que no pudo llenarse más.
Su cuerpo se llenó de tanta energía, que no pudo seguir aguantándola por más tiempo… y con una gran fuerza, explotó, formando una esfera de luz, que se creaba desde su interior, hasta expandirse totalmente, para luego, comprimirse hasta desaparecer.
―Bueno, eso fue todo… espero no tener que volverlo a hacer nunca más… ―comenté sin más.
―¿Y ahora qué? ya vencimos al malo… y todos felices... y… ¿donde fue Oryü? te ayudó pero ya no lo veo ―preguntó Angélica mirando a todos lados.
―Él casi nunca se muestra en público, a menos que se lo ordene… pero no pasa muy a menudo… y ahora… ¡ah, sí!, Alma… ¿No has visto la tumba de un tal Royal Hawking…? no la encontré en toda la salida del laberinto.
―¿Se volvió a perder? no puede ser… ―dijo suspirando fuertemente.
―¿Se volvió a perder…? ¿pasa muy a menudo? ―preguntó Angélica.
―¡Sí…! señores… que molesto se puede volver… bueno, no te preocupes, yo me encargo de él… ¿Dónde está esta vez? seguro se perdió en alguna otra tumba rara de alguien que ni conoce.
―Justo antes de donde me enviaste la señal de encuentro, un poco más a la parte del jardín oculto dentro del laberinto ―respondí.
―De acuerdo, lo tengo… a veces se vuelve loco cuando no está en su tumba… pero lo bueno es que no pasa con frecuencia, pero pasa más de lo que debería… ―dijo negando con la cabeza.
―¡Casi me mata de un susto! ―dijo Angélica enojada.
―O dos… Ja, ja ―comenté en burla.
―Bueno señorita Angélica, no se preocupe, yo me encargo de él. Ahora solo les queda retirarse lo antes posible, seguro los esperan. Aunque no creo que haya pasado mucho tiempo.
―¡Gracias… y espero se calme esta vez! ―respondió Angélica con gusto.
―Bueno, hora de irnos… hay que regresar a la mansión y preparar todo para el viaje a la isla ―comenté ya para retirarnos.
―¡¿Isla… qué isla?! ―preguntó a gritos Daniela confusa y ahora comentando ―algo no usual en ella―.
―A una isla que iremos en un par de días, Ja, ja… camina ―dije mientras caminaba lentamente hacia atrás― Bueno, nos veremos luego Alma… ―dije mientras seguía caminando hacia atrás guiñandole un ojo― ¡Ah! y revisa tu correo de vez en cuando, te enviaré algo pronto y espero te llegue ―le grité ya a lo lejos.
―¡De acuerdo! ―respondió― ¡y cuídense de camino a casa! ¡espero volver a verlos! ―decía a gritos mientras movía su brazo en alto de lado a lado despidiéndose.
Caminando, seguimos rodeando la crisálida, que se encontraba ahora estable. Continuamos caminando por más caminos de piedra y llegamos a un cristal transparente ―parecido a un diamante― extremadamente grande.
―Esto es de lo que hablaba, esto es una zona de energía… con esto podremos volver a las raíces de Yggdrasil e irnos a casa ―dije mientras caminaba para entrar en él.
―¡Qué hermoso! esto no se vería nunca en nuestro mundo ―dijo Angélica asombrada y con los ojos bien abiertos de la impresión―. Por cierto Leo... una pregunta… ―dijo ahora confusa.
―¿Si...? sueltala ―respondí para salir de ella.
―¿No pudiste simplemente atacar con tus armas también a Andrew? nunca vi que usaras tu izquierda, con la cual también tenías uno de los guantes de lucha.
―Los ataques físicos no sirven en este mundo... le ordené a Dani que atacara porque quería distraerlo y al parecer no se daban cuenta de que no servían... por eso pensé que era buena idea hacerlo… ―respondí mientras caminaba más y más a la luz del cristal― ¿Algo más?.
―No, creo que eso es todo… pero entonces, el dolor que sentían... ¿de que era? ―volvió a preguntar, aunque había dicho que era todo… mujeres, quien las entiende.
―Mental… todo está en la mente… y no dura mucho tiempo ―me dediqué sólo a responder con esa frase― bueno... hora de irnos. ¿Están listas? ―dije mientras me colocaba al frente del cristal.
―¡Si! ¡vamos de vuelta! ―dijo Daniela alzando su brazo derecho con entusiasmo.
―De acuerdo, colóquense alrededor del cristal ―dije mientras extendía mis brazos hacia el frente.
Ambas se colocaron frente al cristal y literalmente, una a cada uno de mis lados… Luego, apareció otro círculo mágico lleno de símbolos antiguos alrededor de nosotros, e iba cambiando de color y volviéndose más rápido mientras que entraba luz hacia el centro del cristal.
El cristal se fue haciendo más y más grande hasta absorbernos dentro de él... Y luego, por lo que pudimos observar desde dentro, que era poco, ya que estaba todo blanco, se encogió rápidamente hasta hacernos llegar a dimensión por la que llegamos, mostrándonos así, más sucesos antiguos que no conocíamos.
―De ahí, solo nos dedicamos a volver a la mansión, celebrar y pasar un rato con los inquilinos del lugar… les mostramos las habitaciones y otras cosas de la mansión a las chicas y solo tuvimos que esperar a que una nueva aventura nos llegase… Fin ―dice el abuelo mientras cierra el libro para dejar de leer.
―¡Genial! ―grita el chico de emoción.
―¿No puedes seguir contándonos lo que pasó después? ―pregunta la niña abrazando su almohada.
―No, lo siento, ya es hora de dormir… ya saben lo que tienen que hacer... ―dice el señor graduando la luz del cuarto, para seguido, caminar hacia la lámpara que usaba para la lectura, para apagarla.
―Sí… ―dicen ambos niños al mismo tiempo, y, luego, salen de sus camas, hacia el lavado, para cepillarse los dientes.
Al terminar, ambos vuelven a sus camas y comienza la hora de dormir. Ahora, con su abuelo de vigía, intentan quedarse dormidos, lo que no les cuesta mucho, ya que era algo tarde ya.
Y nuevamente, el abuelo entrecierra la puerta. Al ver que no necesitan de más cuidado decide irse también a dormir, pero sin olvidar antes hacer sus necesidades.
~Continuará~
Siguiente Capítulo:
Sombras Festivas.
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