Isekai genérico capítulo 8


Capítulo 8:



Drakkar.



El día había amanecido con la humedad típica de los reinos del sur. Un grupo de aventureros abandonó la posada en la que se hospedaron temporalmente mientras viajaban hacia su destino.

 

—Listos para irnos— Preguntó un joven de cabellos castaños más como una orden que una pregunta.

 

Señaló a Briah, una chica que llevaba una túnica mágica.

 

—Yo siempre estoy lista—

 

Señaló luego a Flora, la chica que estaba a su lado, la cual llevaba ropa ligera y un arco con un carcaj lleno de flechas.

 

—Mi arco está tensado así como mis ganas de ir— Continuó una chica arquera.

 

—Pues vamos— Exclamó el joven.

 

—Esperad— Habló esta vez una chica con una túnica blanca —No veo a Ozard por ninguna parte—

 

—Debe de haberse quedado dormido— Dijo Briah.

 

—Voy a ir a buscarle. No tardo nada— Dijo el joven.

 

El joven subió hasta el segundo piso, se paró en frente de una puerta de madera y golpeó la misma con fuerza.

 

La puerta se abrió dejando ver a un hombre alto de casi dos metros, llevaba solo sus pantalones puestos revelando sus grandes músculos bien definidos. Su pelo era castaño corto pero alborotado, pero lo que más destacaba era su mostacho.

 

—¿Qué se te ofrece, gran héroe Dazel?—

 

—Corta el rollo Ozard. Estamos por irnos y tú nos estás retrasando—

 

—¿Os ibais sin mí? Que desconsideración—

 

—Ozard ¿Qué es lo que te retrasa tanto?—

 

—Acabo de despertarme, estaba aseándome cuando has llamado a la puerta. Estaré listo dentro de un rato— Volvió a dentro de la habitación, donde había un plato de madera que hacía las veces de fregadero.

 

—No tenemos tiempo ¿No puedes dejar eso para otro día?—

 

—No— Fue su respuesta tajante mientras se peinaba el bigote.

 

—¿Qué acaso no entiendes la importancia de la misión?—

 

—La entiendo—

 

—¿Y por qué no te apuras?—

 

—Dazel, te veo muy ansioso. Cálmate. Esos goblins no van a irse a ninguna parte. Atacan de noche y al atardecer. De día deberían estar durmiendo en su cueva. No hay por qué preocuparse—

 

—Pero tienen piernas y podrían irse a buscar otra cueva. Hay que darse prisa—

 

—Hacer las cosas deprisa y mal lleva a la muerte. Como dije los goblins son más activos al mediodía, tenemos tiempo de sobra. Además, la higiene es mucho más importante, deberías tenerlo en cuenta, limpieza es sinónimo de calidad. El guerrero más fuerte es el más limpio—

 

Dazel suspiró. No podía razonar con ese hombre, pero tampoco podían irse sin él. Necesitaban alguien que sirviera de escudo.

 

—Está bien, de acuerdo tomate todo el tiempo del mundo—

 

Dazel entró en la habitación y se sentó en la cama esperando a que su compañero terminada su aseo matutino.

 

—Por cierto ¿Dónde dejaste tu armadura? No la veo por ninguna parte—

 

—Mi armadura está siempre conmigo—

 

Bard se puso un jubón de manga larga, sobre esta un chaleco de piel con múltiples bolsillos. Sacó desde uno de los bolsillos un orbe del cual salió una sustancia negra que envolvió todo su cuerpo tomando forma de una armadura de placas.

 

—¿Qué te parece? Mi armadura simbiótica con forma de caballero dragón—

 

—Siempre que puedes presumes de ella, pero ¿Qué es eso de gel modificado con magia? ¿Qué tiene de bueno eso?—

 

—Todo. Digamos que ofrece más protección y mejor movilidad que llevar kilos de metal encima—

 

—¿Kilos?—

 

Agarró su mochila que estaba oculta detrás de la mesilla de noche.

 

—Nada. Vamos—

 

Al llegar junto con las demás, se sorprendieron al ver a las mismas emborrachándose amigablemente. Dazel no tenía ganas de abortar la misión por lo que las metieron en el carro tirado por un asno y se las llevaron consigo.

 

Tras dos días de caminata al fin hallaron una pista de donde estaban los goblins.

 

Flora se fue a investigar y al poco rato regresó con información.

 

—Ahí, más adelante hay una cueva, hay goblins por todas partes—

 

—Tal como dijeron los lugareños— Excalmó Dazel.

 

—¿Qué más has visto?— Preguntó Ozard —¿Algún equipo aventurero rival o soldados mercenarios?—

 

—Nada, pero los goblins tienen lobos guardianes y he visto totems—

 

—Bestias y hechiceros. Me huele a problema— Habló Briah.

 

—Bueno Dazel, tu eres el jefe ¿Qué propones?—

 

Dazel meditó la estrategia de asalto. Pensar no era lo suyo, pero Ozard le hizo entender que ser un líder de grupo conllevaba la responsabilidad de mantener al grupo a salvo. No había sido fácil hacerle entender una cosa tan simple a un joven aventurero impaciente, impulsivo y temperamental.

 

Señaló la cueva en el mapa y trazó unas líneas marcando un perímetro.

 

—Si están en una cueva, esa debe tener varias salidas. Lo primero que debemos hacer es hacer un rodeo completo. Buscaremos fosos y otras entradas, si tienen guardias las ignoraremos, pero si están vacías las sellaremos. Les haremos salir con humo y los enfrentaremos—

 

—Piénsalo mejor, si salen en desbocada no seremos suficientes para detenerles— Le dijo Ozard.

 

—¿Y qué sugieres?—

 

—Te falta montar defensas antes de iniciar el ataque—

 

—¿Y lo harás en frente de esos guardias?— Intervino Briah.

 

—¿Quién ha dicho nada de guardias? Las defensas las montaremos en el bosque y los atraeremos hacia una posición donde podamos matarles sin problema—

 

—¿Creía que el líder era yo?— Se quejó Dazel.

 

—Un buen líder escucha todos los consejos hasta el final antes de tomar una decisión— Le corrigió Ozard.

 

—Está bien. Haremos esto. Primero daremos un rodeo, investigaremos la zona, elegiremos un lugar para la emboscada, sellaremos las demás salidas y luego les haremos salir ¿Algo más?—

 

—Por ahora vas comportándote como un buen líder—

 

Sin perder el tiempo el grupo comenzó a investigar los alrededores de la cueva antes de que se oscureciera. Encontraron un total de seis entradas, la última también estaba custodiada por goblins y era la más alejada tanto de la primera cueva como del bosque, estando en frente de una estepa.

 

Al día siguiente taparon las entradas auxiliares con madera, rocas, tierra y barro, prepararon las trampas en el bosque: sencillas trincheras y empalizadas cuyo objetivo era retrasar a los goblins y decidieron el plan de ataque.

 

En la madrugada Flora y Briah eran las encargadas de matar a los goblins de la última entrada y sellar la misma con magia de tierra. Mientras Ozard y Dazel atraerían a los goblins a fuera de la cueva usando humo.

 

Flora acertó en el cráneo del goblin con el primer disparo, pero en el segundo solo penetró en el ojo de la criatura, la cual empezó a chillar y entró de nuevo a dentro de la cueva. Flora soltó una maldición y suplicó a Briah que terminara el conjuro.

 

Briah concentró toda su magia en su báculo. Golpeó el suelo abriendo una grieta que se extendió hasta la entrada hundiendo los pilares junto con el techo. Tras realizar el conjuro Briah se desmayó, lo que obligó a Flora a llevarla a cuestas hasta la base.

 

En frente de la entrada principal, Dazel y Ozard mataron a los goblins a flechazos, escondieron los cadáveres y llenaron la entrada con madera y hojas, cuidándose de que estas fuesen verdes y frescas. Al prender la hoguera las hojas verdes emitieron un humo negro que se filtró a dentro de la cueva.

 

—Recuerda siempre Dazel, nunca bajo ningún concepto entres en la cueva sabiendo que hay monstruos dentro— Habló Ozard mientras abanicaba.

 

—Porque estaremos en su terreno y podría tendernos una emboscada— Completó el aventurero.

 

Ozard agregaba lianas, matorrales a la hoguera aumentando la nube de humo negro.

 

—Exacto. Los haremos salir con humo. Las demás entradas están bien selladas y si nos hemos dejado una entrada por sellar, el humo la revelará—

 

—Sabes, al principio odiaba tus tácticas. No eran muy caballerescas que digamos, pero cuando hice esa misión, cambié mi forma de ver el mundo. Fue una suerte que haya logrado sobrevivir, si no hubiera sido por los aventureros de alto rango sería un cadáver como mis compañeros—

 

—A veces sufrir te enseña a vivir. Los cuentos y canciones idealizan el mundo y nublan la realidad—

 

—¿Ozard tu viviste muchas experiencias similares?—

 

Cuando Ozard estuvo a punto de contestar, un fuerte rugido salió de la cueva.

 

—Ya vienen—

 

Ambos corrieron hacia las defensas, donde Flora había llegado tras dejar a Briah, en el campamento, justo a tiempo para el primer asalto. Bebió una pócima para acelerar la recuperación de magia mientras sus compañeros preparaban sus arcos y flechas.

 

Los goblins eran criaturas con una inteligencia limitada, pero seguían sus instintos y estos les obligaban a salir incluso aunque tuviesen que pasar por una pared de fuego. Salieron de la cueva quemándose en el proceso y fueron recibidos por una descarga de flechas.

 

Los cuerpos desplomados empezaron a ahogar las llamas y los goblins empezaron a salir a respirar aire fresco, pero solo recibían una muerte cuando las flechas les atravesaban el cráneo, sin embargo su número excedía de las flechas y pronto al notar a sus agresores se lanzaron contra ellos.

 

El foso y la barricada dividió el número de los goblins haciendo más fácil su eliminación a manos de los aventureros, pero un momento, las flechas empezaron a escasear, lo que les obligó a entablar un combate cuerpo a cuerpo.

 

Dazel desenvainó su espada de doble filo que contaba runas tallada, una guarda cruciforme y un mango a dos manos, forjada por enanos de una herrería conocida, fue vendida a aventurero de alto rango que tuvo la desgracia de fallecer; Flora sacó sus cuchillos gemelos, unos cuchillos cortos con mangos de ébano, ideales para la defensa de los arqueros, quienes no siempre portaban armas largas; El brazo derecho de Ozard se convirtió en la cabeza de un dragón, de cuya boca emergió una hoja blanca hecha de magia, la cual se extendió arrancándole la cabeza al enemigo más cercano.

 

La batalla parecía controlada, hasta que desde la cueva fuertes pisadas resonaron hasta llegar a los oídos de los aventureros, quienes no daban crédito al ver a las criaturas que emergieron de aquél agujero.

 

Bestias humanoides de tres metros de altura, de piel azul grisácea, brazos largos y piernas cortas. Su cuello era tan grueso como su cabeza, la cual tenía largos dientes que la boca era incapaz de contener.

 

—¿Tenían trolls de la cavernas?— Preguntó Flora retóricamente en voz alta.

 

—Eso no me lo esperaba— Dijo Ozard —Dazel, yo contendré a esos tres gigantes, vosotros seguid diezmando a los goblins—

 

—Creía que era yo el líder— Se quejó Dazel.

 

Detrás de los trolls salieron goblins más grandes y musculosos, diez en total.

 

—Y ahora trasgos. Hay que adaptarse a la situación. El enemigo nos supera, tenemos que retirarnos a la segunda línea— Ordenó Ozard.

 

Sin más remedio que obedecer, el grupo abandonó la posición y corrió por su vida no sin antes quemar la zona matando a la mayoría de goblins.

 

Llegaron a refugiarse tras una barricada de pinchos colocada entre los árboles del bosque. El interior Briah se había despertado, justo a tiempo para el segundo asalto. El grupo consiguió rearmarse de flechas y de pociones revitalizantes, pero su descanso poco duró, pues el impacto de los trolls derribó la barricada dejando pasar a los trasgos.

 

—Creía que el muro aguantaría más— Dijo Dazel desanimado. Apenas el grupo se había recuperado de su batalla contra los goblins. Sus manos temblaban recordando la misión fallida en la cual solo sobrevivió gracias a la llegada de poderosos refuerzos, pero sabiendo que nadie iría a rescatarles dio por perdida la misión —Parece que este es el fin—

 

Las chicas del grupo vieron reducida su moral y sus ganas de combatir al ver rendirse a su líder.

 

—De eso nada— Exclamó Ozard —Esto acaba de empezar, después de este segundo asalto tendremos que ir a explorar las cuevas y después hay más enemigos de vuelta a casa—

 

—Pareces convencido de poder sobrevivir a esto— Gritó Flora —¿Qué no ves el tamaño de esos trasgos ¿Y como quieres que nos enfrentemos a esos trolls?—

 

—Mirad bien, solo hay dos trolls y siete trasgos. Yo me ocuparé de los trasgos mientras matad a los trolls—

 

—¿Cómo?— Preguntó Briah —Si buscas mi magia la gasté toda en derribar la entrada—

 

—Los trolls son imponentes, pero torpes, solo mirad como andan. Son torpes, atacad a los pies y cuando caigan podréis rematarlos— El casco se cerró alrededor de su cabeza como si se la hubiera comido. La cabeza de su brazo sacó de nuevo la hoja de energía mientras que su otro brazo creó un gran escudo cometa —A por ellos—

 

Ozard le arrancó la cabeza a un trasgo de un solo movimiento. Los enemigos le rodearon y comenzaron a golpearle con sus espadas y garrotes, pero la armadura absorbía los golpes endureciéndose cuando el filo de las hojas entraba en contacto y el gel distribuía los golpes de los garrotes dispersando el impacto. Para Ozard era como luchar contra enemigos armados con almohadas. Apuñaló al siguiente trasgo en el costado, luego a otro le corto en pedazos. Embistió a un tercero y le rompió el cuello con su escudo a la vez que partía por la mitad a un cuarto enemigo.

 

Los tres trasgos que quedaban salieron corriendo y en ese momento la hoja mágica de Ozard se extendió haciéndolos pedazos. Sin embargo su actuación llamó la atención de un troll.

 

El grupo se enfrentó al troll de las cavernas. Este portaba un árbol arrancado y lo balanceaba cual garrote, aporreando  el suelo causando temblores y levantando roca, tierra y polvo. El grupo se dispersó a su alrededor.

 

Briah atacó con la poca magia que le quedaba apuntando a la cabeza, pero su magia de fuego apenas causaba quemaduras. Flora, quien gastaba las flechas disparándole al torso, al cuello y a los brazos. Muchas de sus flechas impactaban en el objetivo, pero pocas le causaban dañó. Dazel era el señuelo que esquivaba como podía los ataques del troll.

 

Flora acertó una flecha en su ojo, pere en lugar de derribar al troll, el dolor lo volvió frenético y errático en sus ataques, casi arrancando la cabeza de Dazel y hubiese aplastado a Briah de no ser por Flora, quien la embistió alejándola de la trayectoria del garrote.

El joven líder apretó los dientes ye se acercó al troll por detrás hiriéndole las piernas, pero su piel dura repelía la hoja, aun así insistió apuñalando las piernas hasta que logró atravesar la carne del troll haciéndolo caer. Se subió encima de él para rematarle pero un manotazo le lanzó de nuevo al suelo. Flora subió cuando Dazel cayó, justo cuando el troll se levantaba. Acertó una flecha en su garganta, la cual penetró una arteria causando una severa hemorragia.

 

Flora cayó del vientre de la criatura y fue a parar a los brazos de Dazel, quien la había pillado en el último momento.

 

Cuando el troll murió el grupo celebró la muerte del temible adversario el tiempo justo antes de acordarse de que había más enemigos. Divisaron al segundo troll quien por suerte para ellos se había enfocado en Ozard. El aventurero no tardó en cortarle las piernas, subir a su espalda nada más caer y rematarle penetrando su nuca. El grupo se quedó patidifuso al ver la facilidad con la que ese hombre había acabado con el enemigo que casi termina con su vida.

 

Con todos los enemigos muertos el grupo por fin pudo descansar, salvo Ozard, quien fue a explorar la cueva solo ya que sus compañeros estaban completamente agotados.  Cuando regresó, había traído consigo los cadáveres de la prole de los goblins, que no eran pocos precisamente.

 

—Bien, con esto podemos dar por cumplida la misión— Dijo Dazel terminando de hacer el recuento de cadáveres —Como esta era una misión directa del gremio, ellos nos pagarán directamente—

 

—¿A cuando tocamos cada uno?— Preguntó Flora.

 

—Buena pregunta— Respondió Dazel mirando a Briah, quien era la única que sabía contar.

 

Briah sacó un ábaco y una hoja de papel y empezó a hacer cuentas usando una roca como mesa.

 

—Según mis cálculos equitativamente salimos a setecientas monedas cada uno, dos mil ochocientas monedas en total—

 

Los ojos de sus compañeros se iluminaron.

 

—No perdamos tiempo, regresemos y luego vayamos a celebrarlo… emm ¿Dónde está Ozard?—

 

Dazel salió de nuevo en busca de su compañero mientras las chicas terminaban de empacar. Ozard estaba en el bosque arrodillado arrancando hojas de los matorrales.

 

—¿Qué estás haciendo?— Preguntó Dazel.

 

—Un boticario solicitó una hierba rara que crece por estos lares—

 

—¿Aceptaste otra misión a parte de esta?— Preguntó perplejito.

 

—Por supuesto ¿Acaso crees que vine solo a matar criaturas?—

 

—Creí que solo se podían aceptar las misiones de una en una—

 

—No, que va. Puedes tomar todas las que quieras, otra cosa es que las logres completar—

 

—¿Y qué planta buscas?—

 

—Hojas de lactuca virosa—

 

—¿La qué?—

 

Ozard señaló una planta con un largo tallo  recto, hueco, ramificado y liso, sus hojas de color morado ligeramente ornadas de púas finas en los bordes. Cuando Ozard arrancó una hoja una sustancia lechosa brotó de la herida de la planta.

 

—Bien, tengo lo necesario— Se volvió hacia Dazel —¿Para qué me buscabas?—

 

—Ah, sí. Tenemos que irnos—

 

—¿Ya? Nos vamos sin antes almorzar—

 

—Es que nos pagarán setecientas monedas a cada uno por la misión—

 

—Así que todo lo que matamos sale a dos mil ochocientos— Pensó Ozard en voz alta.

 

—¿Tu sabes contar?— Preguntó Dazel.

 

—Algo. En fin, ya comeremos en una posada—

 

Ozard guardó las hojas en un frasco y caminó hacia el campamento, seguido por Dazel, quien insistía en saber desde cuando él sabía contar.

 

Tras un largo viaje que duró cuatro días llegaron a la ciudad donde estaba el gremio de aventureros junto con los malolientes cadáveres que traían en la carretaa. Los cuerpos de los goblins se podían apilar pero los de los trasgos y los trolls tuvieron que traer solo las cabezas.

 

El gremio de aventureros concedía identificaciones que se clasificaban por rangos dependiendo del color. Los aventureros recibían las misiones de dos formas. La primera era de forma directa del gremio y la segunda de manos de los comerciantes, artesanos, palacios, etc. El gremio servía como intermediario entre los comerciantes y los aventureros cuando el pago no era acordado.

 

Cuando el grupo recibió el dinero fueron a una cantina a celebrar su triunfo. En la cantina se reunían muchos aventureros, así como contratistas de mercenarios, buscadores de fortunas y bandidos.

 

Bebieron hasta hartarse dejándose buena parte de las ganancias en aquél antro.

 

—Bueno, gente. Ya casi es de madrugada. He de irme— Habló Ozard apenas pudiendo levantarse sin tambalearse.

 

—¿Ya te vas? ¿No te tomas la última?— Preguntó Briah con una voz melosa y alegre que contrastaba con su forma habitual fría y serena.

 

—Ya he bebido suficiente y a vuestra edad haríais bien en no tomar demasiado—

 

—Este Ozard. Actuando como un padre, ni que fuésemos sus hijos— Se quejó Dazel en voz alta antes de caer dormido.

 

Flora agarró el brazo de Dazel y lo pasó por encima de su cuello.

 

—No te preocupes por él, nosotras le llevaremos a casa—

 

Salieron de la cantina y se despidieron tomando rumbos distintos. Briah se fue a la residencia otorgada por la escuela de magia, Flora y Dazel a la casa de este último y Ozard regresó a la suya. Su partida dejó una mesa libre, pero las demás estaban llenas.

 

Sentado a una de las mesas había un hombre llamado Marcus. De alta estatura, y largo cabello se encontraba encorvado mirado con preocupación la jarra de cerveza que abrazaba con ambas manos.

 

Por la puerta entró un hombre con un sombrero de ala ancha con un una pluma roja clavada sobre la misma. Su capa azul oscura estaba envuelta a su alrededor. Saludó a Marcus levantando su mano cubierta por un guante de cuero marrón. Se sentó en frente de él, se quitó su sombrero, sus gantes y llamó a la camarera, al cual le atendió como a todos los demás, con una sonrisa encantadora. El hombre pidió una jarra de cerveza caliente y un plato de brochetas de salchichas con sauerkraut.

 

—¡Salud, amigo mío! A que viene esa cara tan larga. No es propio de ti y menos aun en estos maravillosos tiempos—

 

—Salud, Giltarion— La voz de Marcus sonaba como si le hubieran arrebatado el alma.

 

La comida llegó y Giltarion no tardó en degustar la salchicha envuelta en col agria.

 

—Vas a decirme de una vez qué te pasa ¿No te salen los planes?—

 

—Ya han pasado cuatro semanas. Un mes entero sin que mi hermano Deren haya dado señales de vida— En un arranque de ira golpeó la mesa con su puño.

 

—Tranquilo hombre, vas a llamar la atención. El bueno de Deren debe de estar por ahí haciendo de las suyas. No hay por qué preocuparse—

 

—Gil, ojalá compartiera tu optimismo. Mi hermano me escribe cada cierto tiempo, pero nunca más de diez días ¿Por los dioses donde está?— Vació la jarra de un trago —Estamos en tiempos de guerra. Se está librando una guerra en el norte y pinta ser de las grandes, de seguro muchos ducados se unirán a ella. Con los soldados lejos de casa y las guarniciones reducidas es el mejor momento para nuestro negocio ¿Dónde está?—

 

—Quizás se lo montó por su cuenta. Él no es de los que desaprovechan una oportunidad para dar un golpe—

 

—¿Un golpe, con solo la mitad de la banda?— Preguntó Marcus con sarcasmo —El pillaje de carreteras no dura ni una hoja cayendo al suelo, pero asaltar un pueblo lleva su tiempo y necesitas hombres... Creo que le ha pasado algo—

 

—Es posible que solo tenga un contratiempo, tal vez se cruzó con un destacamento de camino al norte. O se le enfermaron los caballos, o quizás un cortejo difícil, las mujeres siempre le han distraído ¿Qué fue lo último que te escribió?—

 

—Dijo que estaba preparando algo, algo gordo, tanto que nos enriqueceríamos más que el propio rey. Se notaba su entusiasmo. Me dijo que se encontraría conmigo en nuestro escondite, al parecer estaba construyendo uno nuevo en la avanzada, veinte días después de que enviara la carta dijo que se reuniría conmigo. Bien, pues he estado todo este tiempo esperándole y no apareció. Es más ni un mensajero vino. Le di dos semanas más por si acaso pero hasta hoy no ha dado señales de vida—

 

—No dar señales de vida en un mes entero suena problemático. Iré a investigar—

 

—Ya he mandado a varios, e incluso pagué a los ojeadores de carreteras por si oían algo—

 

—Bueno, una ayudita de más nunca sobra— Terminó de comer y se levantó abrigándose de nuevo con su capa —Te contactaré cuando averigüe algo.—

 

A la mañana siguiente Ozard despertó por los rayos del sol que se colaban entre sus contraventanas. Se encontraba acostado sobre su colchón relleno de lana y plumas y cubierto por una sábana de lino. Su cama era una caja de madera ubicada en el saliente de madera construido sobre la puerta de entrada y al cual se accedía por las escaleras pegadas a la puerta.

 

Cuando se levantó se dio cuenta de que estaba tan borracho que había dormido con la ropa puesta, incluso llevaba su armadura comprimida en una esfera en su bolsillo.

 

Como cada día Ozard empezó abriendo las contraventanas dejando que la luz y el aire fresco inundaran la casa. Fue al cuarto de baño, una habitación pequeña cuyo suelo tenía rejillas hechas de madera. Con su magia de fuego y de agua creó un chorro de agua caliente que cayó cual lluvia torrencial. El agua pasaba por las rejillas y se esparcía hacia fuera en una zanja.

 

Al terminar de bañarse se vistió con ropa nueva la cual guardaba en un baúl y dejó la vieja en una cesta.

 

Fue a la cocina, la cual consistía en una losa hecha de cerámica sobre la chimenea donde cocinaba. Junto a la misma había un refrigerador. Este tenía forma de armario con dos compartimentos: la nevera, en donde residía una piedra mágica de hielo que consiguió como pago por una misión en el gélido norte y la cual usaba para congelar el compartimento superior y cuyo frío descendía hacia abajo manteniendo los alimentos colocados en estantes a una baja temperatura.

 

Sacó huevos, queso, tocino, mantequilla, leche y pan. Así mismo sacó una sartén de hierro, una cafetera de bronce, un bol de madera y utensilios. Sacó también un plato de madera y una taza.

 

Cuando verificó que la losa estaba caliente, colocó la sartén encima y agregó un trozo de mantequilla.

 

Llenó la cafetera con leche, y la colocó sobre el fuego.

 

Rompió los huevos y los vertió a dentro del bol, le añadió encima una cucharada de leche y una pizca de sal. Batió con una espátula hasta dejar una mezcla homogénea.

 

Mientras cocinaba tarareaba una canción.

 

Cuando toda la mantequilla fue derretida, le agregó la mezcla de huevos y empezó a removerlos y los colocó sobre el plato. Volvió a colocar la sartén sobre el fuego, cortó las lonchas de tocino en tozos finos y los colocó sobre la sartén. Cuando estuvieron dorados y crujientes los colocó junto a los huevos revueltos. Sobre la misma sartén colocó dos rebanadas de pan y las doró por ambas caras antes de colocarlas en el plato junto a los huevos y el tocino.  

 

A dentro del vaso vertió dos cucharadas de semillas de Galium molidas las cuales servían como sucedáneo de café. Le agregó azúcar junto con un chorrito de magia acuática y batió hasta que tomaron un color más claro. Agregó poco a poco la leche removiéndolo el líquido en el proceso.

 

Colocó el plato y la taza sobre la mesa que se encontraba en mitad de la habitación. Se sentó a la mesa sobre una silla de madera con un cojín cosido a su base y devoró el desayuno.

 

—El mejor desayuno del mundo, el de mi tierra natal— Terminó de comer y puso orden en la casa.

 

A fuera todavía se podía sentir el frío de la brisa matutina y el olor de la granja gallinera que tenía al lado de su casa.

 

La granja era una caseta con una rejilla de madera como puerta. En su interior se encontraban gallinas salvajes que Ozard atrapaba y las almacenaba. La caseta medía dos metros, construida con madera de pino. A dentro había estantes en donde las aves escalaban y en el suelo había cajas ponedoras, en las que formaban sus nidos y ponían los huevos. En la parte trasera de la caseta había un almacén donde se guardaba el trigo y otras semillas.

 

Cada mañana después de desayunar, Ozard iba al almacén y vertía las semillas en un conducto que llevaba hasta el comedero de las gallinas. El ruido que se escuchaba al otro lado de la pared de madera indicaba que las gallinas iban a comer. Mientras comían Ozard fue a recoger algunos huevos y rellenarles el agua en sus bebederos. Había estado varios días fuera, por lo que el nivel del agua disminuyó considerablemente.

 

La casa la había comprado a un granjero con el dinero que ahorró en sus trabajos. Llevaba algunos años en el negocio de los aventureros y había escalado un par de rangos, los cuales le trajeron descuentos en tanto en armas como en herramientas.

 

En frente de su casa pasó un chico de rubios cabellos ondulados y ojos verdes.

 

—Salud Ozard—

 

—Salud Dybbol ¿Vas a la serrería?—

 

—Si, mi tío dijo que ya tiene listas las cajas que pediste, esas que se encajan unas encima de otras—

 

—Pues vamos a recogerlas, aquí tengo listos unos ricos huevos recién puestos—

 

Dybbol señaló la granja de gallinas con su mentón.

 

—Parece que te va bien con la granja—

 

—Oh, sí. No veas como os agradezco que me ayudarais a montarla. Yo solo habría tardado toda una vida en cortar la madera—

 

—Si, nos ha salido una pequeña granja con su jardincito y todo ¿Pero no es demasiado pequeña? Quiero decir, los otros ganaderos las dejan corretear libres por el campo—

 

—Las gallinas se ven felices, si necesitan más espacio ya haremos una ampliación. A veces es mejor que falte a que sobre—

 

—¿Y para qué vas a usar las nuevas cajas?— Preguntó el chico.

 

—Quiero dedicarme a la agricultura, plantar plantas y demás—

 

Dybbol le miró confundido.

 

—Pero esta tierra el dueño anterior la dejó estéril abusando de la siembra de trigo sin rotación trienal. La tierra está muerta, no se puede plantar nada, ni malas hierbas crecen en ese lugar—

 

Ozard le dio una palmada en la espalda.

 

—No te preocupes chico, con tus cajas voy a revitalizar la tierra—

 

—¿Cómo?— Preguntó incrédulo.

 

—Solo espera y verás—

 

—¿Vas a usar magia?—

 

—No todo se resuelve con magia, la gran mayoría de cosas sí, pero no todo—

 

Llegaron a la serrería, donde se oía el constante picoteo de los martillos y las sierras trabajando. En aquél lugar se encontraba el padre de Dybbol, Dyson, el cual era la viva imagen del chico solo que en su versión adulta con grandes músculos fruto del arduo trabajo.

 

Intercambiaron las cajas por la docena de huevos frescos. Ozard inspeccionó las cajas. Consistían en tres cajas rectangulares, las dos cajas más grandes tenían su base agujereada, mientras la tercera, que era la más pequeña tenía un único agujero en el marco lateral que servía como desagüe con un tapón de corcho. Dyson comentaba el desarrollo del trabajo mientras Ozard inspeccionaba. Cuando el aventurero estuvo conforme con el trabajo ambos bromearon, se rieron y Dyson instó a su hijo a que le ayudara a cargas las cajas hasta su casa.

 

—De seguro habrás oído de que el norte nos está invadiendo— Empezó Dybbol.

 

—Si, algo he oído—

 

—Pero no se están reclutando soldados, siquiera nos encargaron hacer arcos y flechas—

 

—Es que vivimos en un ducado cuyo duque se niega a ir a la guerra. Prefiere encargarse de los suministros a combatir—

 

—Si, es una vergüenza. Todos los demás se están preparando para guerrear y nosotros sentados de brazos cruzados—

 

—Que dices niño— Replicó Ozard indignado —Como se nota que no sabes nada de guerra. Lo importante no son los soldados, sino la ruta de suministros—

 

—Que dices, son los guerreros quienes ganas las guerras— Replicó el niño.

 

—Un soldado pelea una vez, pero de camino y durante las paradas tiene que comer y dormir. Incluso entre batalla y batalla el ejército tiene que comer. Si los matas de hambre de camino a la batalla pierdes la guerra ¿Lo entiendes?—

 

—Lo entiendo, pero no me gusta—

 

—Es lo que hay. Pero todo es guerrear—

 

Llegaron a la casa en donde colocaron las cajas cerca de la granja y Dybbol se despidió y regresó a la serrería.

 

—Bien, mi vermicompostera está lista ahora toca buscar las lombrices—

 

Antes de irse con el grupo de Dazel a cazar goblins, Ozard acumuló desechos de pieles de frutas y demás residuos orgánicos y los acumuló cerca de un árbol junto a un río. Tapó los residuos con hoja secas y delimitó con palos el perímetro para que ningún extraño invasor entrada a su basurero. Sin embargo no tomó en cuenta a las aves, quienes se reunían en el árbol esperando a que las lombrices llegaran.

 

Ozard espantó a los molestos pájaros y cavó el suelo en busca de lombrices de tierra y para su fortuna había unas pocas.

 

Una vez en su casa colocó en la primera caja una pequeña cama de tierra en donde vivirán las lombrices a un lado y en el otro los desechos orgánicos que tenía acumulados.

 

—En un par de días se habituarán a su nueva casa y empezarán a producir humus para mí y además me servirá como basurero— Miró hacia un árbol y señaló a la criatura alada que se encontraba sentada mirándole —¡Ni se te ocurra comerte los gusanos oíste!—

 

El dragón alado que Ozard encontró en una de sus aventuras en el norte echó a volar. Tal vez del súbito incremento del volumen de la voz de Ozard, o por su repentino movimiento señalándole, pero no fue muy lejos, dejó la rama para posarse en la cornisa del tejado.

 

—Bueno, a lo que íbamos. Ahora tengo una fuente de abono, ahora necesito crear bancales y para ello necesito piedras—

 

Ozard se pasó el día recogiendo piedra tras piedra, de diferentes tamaños, los reunía en su jardín amontonándolos unos sobre otros.

 

Al medio día dejó de trabajar y se dispuso a preparar el almuerzo.

 

Sacó desde la estantería un saco de harina y desde la nevera cinco huevos. Limpió una tabla de madera lisa y la dejó sobre la mesa al lado de los ingredientes.

 

Vertió la harina en un cuenco de madera, rompió los huevos dejando que la clara y la yema cayesen en el centro. Con un tenedor empezó a remover hasta conseguir una masa, al cabo de un rato dejó el tenedor para amasar la masa con sus manos.

 

El dragón se sentó en la cornisa de la ventana.

 

—Vaya, me has pillado con las manos en la masa— Bromeó Ozard —Estoy haciendo espagueti con carne y queso, no se si a los dragones les gustará, pero estará buenísima— Dejó la masa sobre la tabla y la cubrió con un paño.

 

Mientras la masa reposaba, Ozard sacó un trozo de carne directamente del congelador y de la nevera queso y cebolla.

 

En la mesa picó la carne con dos cuchillos hasta que tuvo el grosor deseado. La metió en otro cuenco. Descansó un poco. Peló la cebolla, sacó su sartén y una olla de bronce que compró a un joven mercader por casi nada.

 

Volvió con la masa. El trozo lo cortó en cuatro partes, los amasó, con un rodillo de madera los estiró. Enrolló la masa y la cortó en trozos finos, los desenrolló y los dejó reposar.

 

Llenó la olla con agua y la puso sobre la losa. Dejó que el agua hirviera mientras cortaba la cebolla en trocitos. Agregó un chorrito de aceite de oliva y una pizca de sal. Recogió la pasta y la echó dentro.

 

Agarró la sartén y la puso sobre la losa al lado de la olla, echó un chorrito de aceite, introdujo la cebolla. Tras un rato dorando la cebolla y removiendo la pasta introdujo la carne en la sartén y una pizca de sal por encima.

 

Cuando la pasta estuvo lista la escurrió, la lavó con agua fría y la volvió a depositar dentro de la olla junto con la carne ya hecha.

 

Tras unos minutos sirvió la pasta en un plato hondo de barro, ralló el queso por encima y llenó el vaso de zumo de naranja.

 

—¿Quieres un poco?— Le preguntó al dragón, el cual se fue volando —¿No? Tú te lo pierdes, porque está buenísimo, ni mi madre y/o abuela serían capaz de recrear este nivel d exquisitez. Delicioso, aunque estaría mejor con salsa de tomate. Cuando termine los bancales empezaré a buscar de nuevo la planta de tomate y de paso la de cacao. En fin toca lavar los platos… Creo que tengo que casarme—

 

Continuó recogiendo piedras tras terminar de comer. Cuando tuvo una cantidad más que decente, en tres cestas recogió arcilla y caliza y en la última arena. Calcinó la caliza y la arcilla metiéndolas en una hoguera con su magia de fuego y luego mojándolas con agua haciendo que se convierta en una pasta conocida como cemento, ese lo mezcló con la arena y consiguió mortero, con el que empezó a construir los bancales.

 

Trazó líneas que iban desde su casa hasta la verja de madera y regresaban formando un rectángulo, colocó las rocas en orden y con mortero las iba fijando a medida que avanzaba. Cuando terminó el perímetro empezó a encajar las rocas unas encima de otras y fijándolas con mortero hasta tener tres capas.

 

Mientras construía los bancales Dybbol llegó a su casa.

 

—Salud ¿Qué es eso?—

 

—Bancales— Respondió Ozard.

 

—¿El qué?— Preguntó el chico confundido.

 

—Bancales ¿No sabes lo que son? Mira aquí voy a cultivar—

 

—¿Dentro de eso?—

 

—Efectivamente—

—No se tú, pero los agricultores del sur suelen plantar directamente sobre la tierra—

 

—Ellos tienen su método yo el mío ¿me ayudas?—

 

—No, vengo a contarte algo que podría interesarte— El chico despertó la curiosidad de Ozard —Verás acabo de estar en el pueblo y he visto que hay un montón de gente reunida en frente del gremio de aventureros. Total que fui a ver que estaban haciendo y resulta que ha aparecido un monstruo en no se donde y están reclutando ya sabes gente o algo así. Y pensé en que tal vez te interesa, como te gusta ese rollo de las aventuras y tal—

 

Ozard se tomó un tiempo para procesar la información recibida. Le molestaba que las noticias que le contaba fuesen tan ambiguas y poco detalladas.

 

—Gracias por contármelo. En cuando tenga mis primeras verduras os las regalaré—

 

—Guárdatelas, prefiero la carne, está más rica. Las verduras a la mierda. En fin solo vine a decirte eso. Me voy que mamá está apurando la comida—

 

Ozard se despidió del chico alzando la mano. Dejó su trabajo con dos de sus cinco bancales completos. Fue a su casa, se aseó, recogió el orbe que se transformaba en armadura y cerró con llave al salir.

 

Llegó al pueblo donde estaba la muchedumbre reunida. Veía muchas caras conocidas, aventureros de distinto rango, muchos con los que en el pasado había trabajado. Todos ellos estaban reunidos esperando su turno para inscribirse en la misión. Entre ellos estaba Dazel y su grupo.

 

La misión consistía en derrotar a un monstruo que había tomado posesión de una ruta comercial estratégica que iba desde el puerto hasta los pueblos. La ruta era de un solo camino, pues el terreno accidentado no permitía caminos alternativos. Era una misión directamente dada por el duque, quien a causa de la guerra no podía enviar tropas a solucionar el problema.

 

La recompensa era de mil monedas de oro y plata por cada equipo. Quinientos de oro y plata por participación individual. Ozard meditó acerca de si unirse a un equipo, pero al final decidió aceptar la misión individual a pesar de las quejas de sus compañeros.

 

Se inscribió dejando que los miembros del gremio registraran con magia en un papel usando su insignia de bronce como sello.

 

Tras la inscripción de todo el mundo. El grupo de aventureros de primer nivel, conocidos como la horda de la tormenta, tomó las riendas del liderazgo, algo a lo que nadie se opuso pues tal era su respeto por ellos. Su capitán era Gelimer, un hombre conocido como el grifo rojo por el dibujo del animal en su escudo, había logrado proezas contra las hordas de monstruos del sur y varias campañas militares actuando como soldados auxiliares para las batallas entre nobles. Su mente táctica y su ferocidad en batalla le hacían un líder digno de tener una leyenda.


A su lado estaban los cinco mejores espadachines de todo el gremio, Alder el valeroso; Basil el implacable; Jesse el poseído; Sienna la doncella amarga y Zorna la espadachina del mar profundo. Detrás estaban los guerreros audaces tales como Pard el oso de Miscena; Dorth la fortaleza ándate; Asborg el martillo de fuego entre otros de los cuales los bardos cantaban sus leyendas.

 

Ellos organizaron los grupos y acordaron reunirse todos en una villa cercana al puerto dentro de tres días. Así como también dividieron a los grupos según como aceptaron la misión.

 

Ozard regresó a su casa. A dentro de una habitación de piedra con candado en la puerta se encontraba su laboratorio secreto ubicado en lo que era una bodega para almacenar comida y vinos. En ese lugar experimentaba sobre todo con limos y slimes quitándoles su núcleo y manipulándolo con su magia. En sus viajes cazaba monstruos y recogía materiales para mejorar sus armaduras.

 

Poseía diferentes armaduras; unas que se centraban en ataque cuerpo a cuerpo; otras centradas en su poder mágico; armaduras de choque; a distancia y las híbridas que combinaban tanto ataque cercano como a distancia, pero no llegaban a igualar a sus homónimas.

 

No sabía a qué monstruo iba a enfrentarse, por lo que decidió llevar a la batalla una armadura híbrida, pero mejorada. Para mejorar las armaduras combinaba con su magia los núcleos de los slimes y los modificaba agregándole o quitándole características. Lo que hacía era considerado herejía, debido a la religión cuyo dogma prohibía manipular seres vivos.

 

Tras terminar de montar su equipo se fue a preparar la cena. En este mundo la cena para mucho era la parte más importante del día, sobre todo para los soldados y los mercenarios, quienes gastaban su tiempo en juegos y entrenamiento, sin embargo para Ozard el desayuno era mucho más importante.

 

Para la cena decidió preparar una ensalada con las pocas verduras que tenía y acompañarla con brochetas de pollo. Lamentaba no tener tomates, patatas, maíz, chocolate entre otros. Uno de sus motivos para explorar el mundo y construir bancales era encontrar dichos alimentos y reproducirlos.

 

Como acompañante en la cena le gustaba beber una jarra helada de sima, pero en ese momento se dio cuenta de que era la última. Sin muchas ganas agarró una cazuela de barro y la puso sobre un fuego potente. Vertió agua, azúcar blanco y amarillo, la peladura de dos limones. La puso a hervir y luego la retiró. Mientras se enfriaba lavó los platos y preparó la ropa para la misión.

 

Cuando la mezcla se enfrió separó un poco en un vaso y disolvió dentro un poco de levadura para luego agregar la mezcla a la olla junto con un chorrito de zumo de limón.

 

Dejaría la cazuela y se iría a dormir. Antes de sumirse en el sueño pensó en todo lo que vivió ese día. Rezó para todo saliese bien y se sumió lentamente en un sueño agradable.

 

A la mañana siguiente siguió su rutina diaria. Desayunó de manera abundante un bocadillo de carne de pollo que sobró de anoche y unas tortitas de maíz con queso y miel.

 

Partiría al día siguiente, por lo que se apresuró en terminar los bancales que pudo, dio un paseo por el pueblo, compró alimentos que usaría esa misma noche y regresó a su casa donde secó carne en su horno y preparó unos víveres para la misión.

 

Comprobó la sima abriendo la tapa y notó que ya olía a alcohol. Coló la bebida eliminando toda impureza, la cual iría a parar a la compostera, en donde las lombrices ya se habían acomodado un poco.

 

Limpió con agua hirviendo todas sus botellas de cerámica y cristal para esterilizarlas antes de añadirles una cucharada de azúcar y verter la sima en cada una de ellas. Las colocó en un estate para que siguieran fermentando.

 

Al día siguiente recogió todo su equipo y fue hacia la entrada del pueblo, donde había un convoy de aventureros con sus caravanas esperando empezar la marcha.

 

Tras varios días de marcha llegaron al pueblo de las colinas azules, en donde se establecieron en las afueras  montando un campamento. El líder de los mercenarios, Gelimer dividió las fuerzas en dos grupos, los exploradores y los cazadores.


Los exploradores consistían en todas aquellas personas que se registraron en la misión individualmente y fueron enviados a localizar el escondite de la bestia, mientras que los cazadores, aquellos que se registraron en grupo permanecieron en el campamento preparando sus armas para el combate.

 

Ozard se unió a la búsqueda que duró dos días. Al tercer día encontraron a la bestia. Un terrorífico monstruo de cuatro metros de alto y seis de largo que caminaba a cuatro patas. Su pelaje negro como la noche brillaba con los rayos del sol. Afiladas garras retractiles, largos colmillos que afloraban por las comisuras del pelaje de su boca. Sus ojos eran verdes amarillentos de pupila rasgada y su cola larga como la de un cocodrilo. Era un huargo invicto, una criatura que solo los mejore héroes podían hacerle frente. Pero lo más siniestro era que se había convertido en el líder de una manada de reptiles emplumados, seres parientes de los dragones, pero del tamaño de un avestruz, conocidos por su ferocidad y sus plumas, las cuales eran muy cotizadas entre los arqueros.

 

Algunos aventureros entre lo que Ozard se incluyó regresaron al campamento para informar a los demás, otros huyeron al ver la amenaza a la que se enfrentaban y el resto decidieron abordar las cosas por su cuenta.

 

Cuando los aventureros recibieron las noticias los líderes de los grupos convocaron un consejo, pero solo de grupo de cazadores, nadie se atrevió a quejarse por miedo a enfrentarse a los mercenarios de Gelimer.

 

La situación era mucho más difícil. Ahora no solo tenían que hacer frente a una bestia descomunal, sino a un ejército de monstruos, estando en inferioridad numérica, más aun de que varios grupos se retiraron.

 

Tras un acalorado debate, los mejores estrategas idearon un plan de ataque. Aprovechando el terreno atraerían al monstruo y a los reptiles a una trampa separándolos para luego reducirlos.

 

Los siguientes días los aventureros se dedicaron a preparar las trampas. Una para separar a la presa y otras dos para cada bestia. Fue un trabajo arduo en el que magos y guerreros trabajaron por igual terminando el trabajo en un solo día.

 

Sin embargo los monstruos empezaron a moverse a la mañana siguiente. Los aventureros se movilizaron desordenadamente, pues unos cegados por su avaricia deseaban reclamar la presa antes de que lo hicieran los mercenarios, sin embargo estos ya estaban de camino.

 

Ozard partió después de terminar de ajustar su armadura para la batalla.

 

A causa de los fallidos intentos de los aventureros por intentar cazar a la manada durante la noche, estos se alertaron y tomaron otra ruta haciendo inefectivas las trampas que tanto costó construir.

 

Los aventureros restantes elaboraron a toda prisa un nuevo plan: emboscar a las bestias.

 

Se situaron en las colinas y en los bosques a cada lado de donde iba a pasar la manada de reptiles. Al divisar los primeros los grupos se lanzaron sobre ellos de forma desordenada buscando cazar la mayor cantidad posible.

 

Los aventureros se lanzaron sobre los reptiles acuchillando y degollando a todo lo que encontraban en su camino. Las bestias retrocedieron dándoles la victoria a los cazadores, pero fue una victoria momentánea pues los reptiles no tardaron en regresar a devolverles el ataque seguido por una horda que superaba a los guerreros en proporción de cinco a uno.

 

Ante la creciente amenaza, los aventureros fueron forzados a trabajar juntos. Los escuderos y guerreros pesados trazaron una línea con sus escudos parando la acometida de las bestias hambrientas. Los piqueros y lanceros ensartaban monstruo tras monstruo detrás de la línea enemiga. Los espadachines se encargaban de aquellos que flanqueaban las defensas y los magos junto con los arqueros disparaban flecha tras hechizo buscando reducir el número que crecía a cada oleada que venía de refuerzo.

 

Cuando empezaron a hacerle frente a la manada, logrando que muchos de los reptiles huyeran, en ese momento llegó la bestia. El huargo invicto soltó un rugido que asustó a los reptiles quienes abrieron camino para que la bestia lanzase un zarpazo que mandó a volar al primer grupo de aventureros que encontró, cuyos restos cayeron al suelo siendo objetivo de los reptiles.

 

Al ver semejante amenaza, los aventureros de la tormenta, los cuales se habían dispersado para ayudar a los demás se volvieron a reunir.

 

Los mejores guerreros rodearon a la bestia y atacaron sus patas mientras que los arqueros disparaban sus flechas impregnadas en magia, pero pocas eran las que atravesaban la dura piel de la criatura. Requirieron la participación de los magos.

 

Varios hechizos de fuego, tierra y relámpago fueron lanzados consecutivamente, pero la bestia los evitó, en ese momento cayó en una zona que empezó a hundirse. Por orden del grifo rojo unos magos especialistas en control de tierra crearon una zona de lodo que atrapó al huargo. Los espadachines aprovecharon el momento para infligir heridas en las sus patas, mientras una maga reunía una gran cantidad de magia para dar un golpe final. La bestia se percató de ella. Salió del barro, se sacudió su pelaje. El oscilante movimiento de sus cabellos repelió cualquier ataque tanto de flechas como de espadas. Saltó sobre la maga antes de que esta terminara de conjurar su hechizo.

 

En ese momento Ozard intervino rebanando los dedos de la bestia con su espada hecha de energía. La bestia aulló de dolor, pero dio tiempo a la maga de lanzar su ataque que estalló justo en su mandíbula inferior.

 

La fuerte explosión ahuyentó a todos los reptiles que se dispersaron desapareciendo entre la maleza.

 

Desde la nube de polvo la bestia emergió furiosa y malherida, con un ojo perdido y la mandíbula desencajada.

 

—Quédate detrás de mí— Le dijo Ozard a la maga.

 

Ozard formó un escudo sobre el guantelete, un escudo rectangular con picos en la parte inferior, los cuales se clavaron en la tierra para ayudar a detener la embestida del huargo.

 

En ese momento, el grifo rojo recogió uno de las grandes garras que Ozard cortó. Dio un gran salto con ayuda de Dorth y calvó la garra justo en la cabeza de la bestia. Su propia garra atravesó su cráneo y perforó su cerebro dándole muerte a la monstruosa criatura.

 

La batalla terminó con un fuerte grito por parte de todos los aventureros, uno tal que llegó hasta el pueblo donde celebraron la victoria en la taberna emborrachándose como si no hubiera un mañana.

 

Aunque la recompensa era desmesurada, celebraron los funerales de los compañeros caídos llorando su pérdida antes de volver al gremio para comunicarles su triunfo.

 

Varios días pasaron desde aquella batalla. Ozard logró retornar a su casa con un gran botín entre sus manos. No solo de oro y plata, sino también de plantas que encontró en su camino, plantas que quería añadir a su huerta.

 

Continuó sus días terminando de construir sus bancales. Buscó tierra fértil con los que rellenarlos y la abonó con el humus que extrajo de su compostera, la cual estaba hasta arriba de lombrices. Plantó zanahorias, cebollas, ajos, pepinos, espinacas, lechugas, meta, diversas flores que servían tanto para atraer insectos polinizadores como para agregar nutrientes a la tierra, entre los cuales había consueldas del norte, tanacetos,  y diversas plantas para conseguir especias.

 

Entre los dos bancales colocados a cada lado del camino desde la entrada de su casa hasta la salida de la finca colocó una malla de madera en ambos bancales y los conectó con otra malla formando un arco. En ambos plantó moras, frambuesas, fresas y vides para cuando crezcan cubran las mayas con sus hojas formando un largo arco de hojas.

 

Para el regadío compró largas láminas de madera doblada. Estas estaban colocadas escalonadamente unas sobre otras yendo de un depósito que recogía agua de lluvia hasta los bancales en donde se distribuía el agua a través de pequeños agujeros.

 

Mientras Ozard cumplía su sueño de tener su propio jardín, lejos de su casa, tras espesos bosques y laberínticas colinas, en una mina abandonada el líder de los ladrones Marcus se halló en frente de los restos humanos de su hermano Deren. Nada más ver su cabeza, gritó de rabia y dolor. Envolvió la cabeza de su hermano entre sus brazos y la presionó sobre el pecho.

 

Cuando se tranquilizó enterró los restos en una tumba junto a la de su familia. A su lado estaba Giltarion parado como un guardián.

 

—Su cabeza fue todo lo que pudimos recuperar. Lo encontramos colgado en la empalizada un pueblo, junto a varios de los nuestros. Cuando fuimos a rescatarlos los guardias nos descubrieron y escapamos como pudimos—

 

—Sabía que había muerto— Habló Marcus por primera vez —Me lo dijeron incluso antes de que me trajeras su cabeza. Pero me negué a creerlo y ahora está junto con mi familia. Era un hombre temerario y muy confiado, pero era un gran guerrero, nunca pude vencerle en combate o en estrategia ¿Cómo ha podido morir? ¿Qué clase de persona pudo matarle?—

 

—He investigado sobre eso. Al parecer le mató alguien que se llama Manis.

 

—Si, ese fue el nombre que me dieron mis hombres, pero ¿Quién es? ¿Alguna clase de loco justiciero? ¿Un bandido que intenta robarnos nuestro territorio?—

 

—Sinceramente no lo sé— Marcus miró a su amigo —Nadie sabe quién es. Tuve que preguntar hasta a las milicias, usé mis mejores nombres y contactos. Pero no sería yo si no descubriera quién es—

 

—¿Y lo has descubierto?—

 

—No. Pero sí que he obtenido información interesante. Al parecer no somos los únicos que le andamos buscando. Verás, todo salteador de rutas que se cruza en su camino acaba muerto. Todos. No deja supervivientes. Pero solo mata a los que se cruzan con él, no persigue a las bandas, por lo que se ha ganado muchos enemigos, algunos incluso bastante poderosos—

 

—¿Cuántos le persiguen?— Preguntó Marcus caminando con él hacia una taberna.

 

—Por lo visto casi todos los bandidos del continente, incluso hay quienes han puesto precio a su cabeza, pero como no saben como luce todavía no hay carteles. Solo rumores de un encapuchado errante—

 

—Gil ¿Qué opinas tu de él?—

 

—He oído toda clase de cosas, toda clase de rumores. Dicen que vaga por los bosques encantados donde viven brujas que transforman a gente en ovejas y sale ileso. Animales y monstruos huyen de él, todos aquellos que lo intentan cazar desaparecen…  pero hay algo en que todos concuerdan… en que solo es uno, no un grupo, uno solo. Alguien muy peligroso—

 

—Te ves un poco asustado ¿Los cuentos de miedo te hacen mojar la cama a tu edad?—

 

—Solo estoy inquieto. Tener a un loco suelto asesinando a todo quien se cruza en su camino, me hace sentir preocupado ¿A ti no?—

 

—Sabes, Deren siempre decía donde ves una crisis siempre hay una oportunidad. Tal vez podamos sacar partido a esto. Difundiré este mensaje: Se organizará una partida de caza. El justiciero conocerá la justicia. La venganza de los caídos llevará a las aguas del estanque de hojas rojas—

 

—¿Vas a reunirlos a todos en nuestro escondite?— Preguntó Giltarion atónito.

 

—Eso es. Asegúrate de usar tu encanto para que no duden de mi oferta—

 

—Pero si hay algunos que quieren matarnos—

 

—Querían matar a Deren y él está muerto, por lo que esta guerra territorial ya no tiene sentido. Hablaré con los líderes, les convenceré para que dejemos de lado nuestras diferencias y nos unamos para enfrentar esta amenaza—

 

—¿Y crees que vendrán?—

 

—Si ese bastardo sigue haciendo su trabajo, lo harán. Si alguien lo mata, entonces todo continuará como está, pero si logro unir a todos los ladrones, podría crear una red de comercio que nos enriquecería sin límite—

 

—Marcus. Ni siguiera sabemos si eso es humano—

 

—Gil. Tranquilízate. Solo es un hombre y uno que va a morir pronto. Confía en mí ¿no quieres vengar a Deren?—

 

—Si, por supuesto que quiero vengarle—

 

—Entonces convénceles de que se unan. Y si no es humano y es un fantasma vengativo, pues llevaremos a unos cuantos hechiceros y clérigos para que le exorcicen—

 

Marcus se despidió de Gil quien se marchó angustiado, pero dispuesto a cumplir con el encargo.

 

Varios días después de la cacería, una mujer se acercó a la casa de Ozard.

 

Era una mujer alta, de figura curvilínea, de cabello rojo y ojos azules, vestía con una túnica oscura ceñida a su cuerpo y un sobrero puntiagudo de ala ancha. Sujetaba un largo bastón con una empuñadura recubierta con piel.

 

—Buenos días— Habló la mujer llamando la atención de Ozard, quien estaba tapando los bancales con paja —¿Te acuerdas de mí?—

 

—Si, coincidimos en la cacería de ese huargo invicto—

 

La maga esbozó una sonrisa de alegría cuando Ozard la reconoció.

 

—He estado preguntando por ti… Te he estado buscando para agradecerte que me hayas salvado en aquella ocasión—

 

—Faltaría más, no podía dejar que murieras así como así—

 

—Gracias— La mujer respiró hondo antes de seguir hablando —Esto… me preguntaba si estarías libre para hacer una misión… conmigo—

 

—¿Qué clase de misión?—

 

—Una de recolección. Recoger plantas, hierbas ya sabes—

 

Ozard se lo pensó. Las misiones de recolección eran frecuentemente ignoradas por los aventureros, algunos como él las aceptaban como una misión secundaria, pero volvían a dejarla en el tablón cuando no encontraban lo solicitado o se les olvidaba. Sin embargo para Ozard era muy conveniente, ahora que estaba sembrando el jardín, sin embargo no se fiaba de la maga.

 

—Podemos discutirlo en una taberna ¿no te parece?—

 

La maga accedió con una amplia sonrisa llena de satisfacción. Ya en la taberna ambos se sentaron en una mesa alejada del centro, donde los más eufóricos clientes llenaban el local con gritos y canciones desafinadas.

 

—Antes de hablar de la cuestión quiero preguntarte algo ¿Cómo te llamas?— Preguntó Ozard.

 

—Me llamo Vesta de las aguas rojas—

 

—Yo soy… Ozard. Encantado Vesta— Agarró el papel y lo puso sobre la mesa —Según esto el cliente pide recoger una flor de Lis—

 

La flor de Lis era una planta que crecía en zonas de clima húmedo en el sur. Su flor es conocida también como la flor de las estrellas por las manchas blancas que se forman en los pétalos morados.

 

—Si, eso parece—

 

—La recompensa es aceptable, la podemos dividir entre los dos y el lugar no está muy lejos. Si pillamos un carro a un día estaremos ahí, pero aun tengo la curiosidad ¿Por qué quieres que sea yo quien te acompañé?—

 

La maga se tapó disimuladamente los ojos con el ala de su sombrero.

 

—Porque… pareces confiable. Lograste hacerle frente al huargo—

 

—Pero no fui yo quien le venció. Allá afuera hay aventureros más dedicados que alguien como yo que solo lo hace como un pasatiempo ¿Aun así quieres que sea yo quien te acompañe?—

 

La maga negó con la cabeza.

 

—No es una misión con una gran recompensa y el camino es peligroso para ir sola. A los grupos no les agrada compartir y los demás están ocupados. Si tiempo libre me gustaría que me acompañaras—

 

Ozard tomó un sorbo de la pinta que pidió. Se aclaró la garganta y respondió.

 

—No digo que no voy a ir, solo era curiosidad. Justamente estaba pensado en ir en una aventura en busca de plantas—

 

La maga le miró con curiosidad por lo que Ozard tuvo que explicarle acerca de su proyecto casero con los bancales. Ambos acordaron la hora en donde se reunirían. Al día siguiente tomaron un carro prestado y partieron en busca de la flor de Lis.

 

—Dime Ozard— Habló la maga —Esa armadura tuya no está hecha de metal ¿verdad?—

 

—Está hecha de gel—

 

—¿Gel?—

 

—Gel es una sustancia cuya densidad similar a un líquido pero actúa como los sólidos— Cuando notó que su compañera trataba de entenderlo —¿Has comido gelatina alguna vez en la vida?—

 

—No, no sé que es la gelatina—

 

—¿Y la mermelada?—

 

—Si, he comido un poco de mermelada esta mañana—

 

—Bueno, pues la gelatina es como la mermelada pero mucho más viscosa—

 

—¿Eso quiere decir que tu armadura se puede comer?—

 

Ozard soltó una carcajada, como si esperaba que Vesta hiciera esa pregunta.

 

—No, por supuesto que no. Solo quiero decir que tiene una forma viscosa y ligera—

 

—Y supongo que la controlas usando magia—

 

—Eso es. Está hecha para reducir los impactos al mínimo, vamos lo que haría cualquier armadura de metal—

 

—Y funciona aunque no tengas mucha magia—

 

Ozard asintió.


—Solo necesito una cantidad mínima para hacerla funcionar—

 

—¿Y donde aprendiste a usar magia?—

 

—Mis padres me enviaron a una academia de magia cuando vieron que tenía mana suficiente—

 

—Ah, entonces fue ahí donde aprendiste a manipular la armadura con magia—

 

—No, no me enseñaron mucho más que un par de hechizos y a controlar mi magia, pero la forma en la que yo veía como funcionaba la magia discernía de lo que me enseñaban y… bueno el caso es que esto…— Se tocó peto —Lo descubrí por mi cuenta ¿Y tu qué, también fuiste a una escuela de magia—

 

 —En realidad yo me eduqué en el templo del sol, supongo que eso explicaría lo radiante que es mi magia— Dijo con una sonrisa a lo que Ozard le contestó con la suya.

 

Continuaron su viaje en absoluta tranquilidad. Llegaron a un campo donde yacían las ruinas de un antiguo asentamiento. En dicho lugar encontrar una gran variedad de especies vegetales, pero no la flor de Lis.

 

Pararon para descansar mientras a lo lejos una criatura fue atraída por su presencia.

 

—Por cierto Ozard— Susurró Vesta —Ese dragoncito nos ha estado siguiendo todo este tiempo desde que salimos—

 

Ozard extendió su mano y lo llamó.

 

—Es mi mascota—


—¿Has logrado domesticar a un dragón?— Preguntó sorprendida.

 

—Nunca lo domestiqué. Lo salvé hace mucho tiempo y me ha estado siguiendo todo este tiempo. Como no quería irse le hice una casita en mi tejado—

 

—Si lo cuidas, cuando se haga más grande podrás convertirte en un jinete alado, como las valquirias del norte—

 

Ozard negó con la cabeza.

 

—No tengo la intención de serlo—

 

Tras descansar siguieron explorando las ruinas en busca de la flor y demás tesoros ocultos. Mientras exploraban, llegaron a un descampado rodeado de lo que una vez fueron las paredes de un edificio. En una esquina de la pared se encontraba la flor por la que ambos iniciaron su viaje. Al verla, Vesta, emocionada corrió a cogerla, pero nada más la agarró, una sombra se cernió sobre ella, pero en ese momento Ozard se lanzó gran velocidad alejándola del peligro.

 

La sombra cayó levantando una nube de polvo, desde la cual salieron disparados dardos que fueron bloqueados por el escudo de Ozard. Cuando la nube de polvo se disipó reveló una enorme mantícora escarlata, la cual había hecho de las ruinas su hogar.

 

—Una mantícora. Vesta, prepara un hechizo. Cuando veas una abertura destrúyela— Dijo Ozard cuando su armadura envolvió su cabeza formando un casco.

 

—Espera ¿Y qué va a hacer tú?—

 

 —¿No es obvio? Voy a crearte una abertura—

 

Ozard se lanzó corriendo en zigzag esquivando las púas que la mantícora lanzaba desde su cola. Cuando se acercó lo suficiente a la mantícora, esta sacó un aguijón desde su cola y atacó a Ozard, pero este esquivó con facilidad el ataque, sacó su espada de energía y rebanó la cola.

 

La mantícora chilló desplegando sus alas intentando poner distancia con su enemigo. Ozard disolvió su escudo y la masa tomó forma de una segunda cabeza de dragón desde cuya boca salió disparada una cadena que atrapó a la mantícora. En ese momento un hechizo de relámpago ígneo golpeó a la bestia electrocutándola.

 

La mantícora cayó al suelo aparentemente muerta.

 

Vesta se acercó a Ozard.

 

—¿Está muerta?— Preguntó dudosa.

 

Ozard se acercó con cautela haciendo gestos con su mano para que su compañera permaneciera alejada. Apuñaló a la bestia en el cuello para asegurarse. Al notar que no se movía, se volvió hacia Vesta, pero en ese momento la mantícora se levantó y saltó hacia Ozard, quien de inmediato le cercenó la cabeza separándola del cuerpo dándole muerte a la bestia.

 

—Ozard ¿Estás bien?— Vesta se acercó corriendo.

 

—Si, eso me tomó desprevenido. Pero ya se acabó todo—

 

—¿Qué demonios hacía una mantícora en este lugar?— Preguntó Vesta mientras ojeaba el cadáver.

 

—Supongo que hizo de estas ruinas su hogar—

 

Señaló una entrada escondida entre la hierba, la cual daba acceso a una bodega abandonada. Entraron en el lugar con antorchas y luz que emanaba de cristales de hielo pero no encontraron nada dentro.

 

—Está vacío— Suspiró la maga —Yo que esperaba encontrar un baúl con un báculo dentro—

 

—Que se puede hacer— La consoló Ozard dándole palmaditas en la espalda —Las mantícoras no son conocidas por custodiar tesoros, eso son solo los dragones, las mantícoras son conocidas por devorar hombres. Por cierto ¿Aun tienes la flor de Lis que encontraste antes?—

 

La maga cayó en la cuenta, rebuscó en la bolsa que llevaba colgada, en su kit de aventurera, incluso entre sus pechos y su cara formó una expresión de tristeza.

 

—La he perdido—

 

—Bueno, no pasa nada ya iremos otro día a buscarla—

 

La cara de la maga se iluminó y asintió felizmente, aunque a la vez decepcionada por perder su flor.

 

Regresaron al carro, colocaron al animal encima cubriéndolo con una tela y partieron de regreso a casa.

 

—Es una lástima lo de la flor, pero la mantícora es ya un premio en sí—

 

—Así es, pagan bien por su pellejo y su veneno sirve para hacer antídotos ¿Qué te parece si dividimos la recompensa?—

 

—Me parece bien ¿Puedo preguntarte qué ibas a hacer con la flor?—

 

—Iba a hacer una poción—

 

—¿Una poción?—

 

—Si, dirijo una tienda de artículos mágicos y necesitaba ingredientes pera terminar una receta que vendería a buen precio—

 

—Y por eso pusiste el anuncio en el gremio—

 

—Exacto… espera un momento ¿Lo sabías?— Preguntó alarmada.

 

—Desde el principio— Dijo Ozard dejándola atónita —Sabía que trabajabas en esa tienda te vi desde hace tiempo, pero lo que no entiendo es por qué pagaste de más para solicitar un encargo al gremio por una recompensa que tu misma ibas a buscar—

 

La maga se tapó la cara con el ala del sombrero y susurró.

 

—Es un secreto—

 

Ambos continuaron su viaje con relativa tranquilidad. Sin embargo Ozard no parecía estar tranquilo, cosa que la maga notó.

 

—Hay algo raro en este día— Habló el aventurero.

 

—¿Qué hay de raro? todo está en calma— Comentó la maga.

 

—A eso me refiero, a que está todo demasiado tranquilo. Estas sendas son frecuentemente asaltas por bandidos y hasta ahora no hemos visto ni siguiera señales de asalto y eso que nos hemos cruzado con un par de caravanas de mercaderes—

 

—Ahora que lo dices… últimamente hay menos asaltos. De hecho el otro día un amigo que me trae ingredientes exóticos me lo comentó, las sendas de un día a otro se volvieron seguras—

 

—Seguras en tiempos de guerra, cuando la milicia y los soldados están ocupados. Sospechoso ¿No te parece?—

 

—Bueno, tal vez hay alguien quién se está encargando de los bandidos—

 

—Es posible. Pero si es así, hay una cosa que está clara, ese alguien está en problemas—

 

—¿A qué te refieres?— La voz de la maga denotaba preocupación.

 

—A que si te metes con la mafia no esperes salir vivo y de una pieza—

 

—¿Mafia?—

 

—Bandidos, vándalos, bandoleros, organizaciones criminales y demás escoria— Aclaró Ozard —Muchos de ellos tienen patrocinadores, gente que les paga para prosigan con sus delitos y a esa gente no le interesa que ciertos negocios proliferen, por eso buscarán encargarse del que está limpiando los caminos—

 

—¿Cómo sabes todo eso?—

 

—Porque luché contra muchos bandidos, interrogándoles sacas mucha información. Dejé de hacerlo cuando vi que los problemas se me acumulaban. Ahora solo me enfrento a ellos si ellos me atacan antes. A la larga aprenden a no meterse conmigo—

 

Mientras tanto, en un lugar alejado muchos bandidos se reunieron en frente de un estanque rodeado por árboles cuyas hojas eran rojas como el fuego, pero que en esta estación se encontraban secos.

 

Había toda clase de bandidos, desde asaltadores de caminos, matones, saqueadores, merodeadores y jefes de clanes poderosos. Marcus se reunió con estos últimos en un lugar preparado para su encuentro. Debatieron acerca de sus rencillas del pasado, su situación actual. Acordaron repartirse las carreteras y los territorios junto a futuras alianzas y finalmente hablaron del asesino de bandidos. Marcus logró ganarse el favor de los caudillos ofreciéndoles sobornos para terminar con sus conflictos y acuerdos económicos, a cambio les pidió que se unieran a él en su cacería con el pretexto de vengar a su hermano. Sin embargo no todo salió como quería puesto que eran pocos los que se unieron a él.

 

—Escuchad, hablaré claro— Empezó Marcus levantándose de la silla —La amenaza que nos oprime es real. Nos está matando. Ese justiciero se cobra nuestras cabezas, las cabezas de nuestros hermanos, de nuestros familiares, de nuestros amigos, los está exterminando. Los despedaza y los vende a cambio de unas monedas. Nos trata como animales— Esperó un segundo para asegurarse de que su mensaje calara en su público antes de continuar —Sé que muchos odiabais a mi hermano y mi hermano ha sido asesinado. Verlo colgado de los muros fue doloroso y por eso entiendo a todos los que habéis perdido a un ser querido a manos de ese loco. Voy a ir a vengarme. Me vengaré. Vengaré no solo a mi hermano sino que también a mis camaradas. Si triunfo será una victoria para todos nosotros y si fracaso será nuestro fin, porque él no se detendrá hasta acabar con todos. Si fracaso irá a por vosotros, sé que muchos habéis enviado a asesinos ¿Pero cuantos de ellos han vuelto? ¿Cuántos siquiera os han respondido? Ninguno— Se oyeron murmullos entre todos los líderes —Os enfrentasteis solos a él y perdisteis. Yo os propongo que vayamos juntos, dejemos de lado nuestras diferencias, esas pueden esperar porque cuando estemos muertos dará igual quién le debe qué a quién o quién se ha acostado con el otro. Si fracaso ya no habrá nadie para salvaros. Sé donde se encuentra. Os digo la verdad. Le pillaremos desprevenido y acabaremos de una vez por todas—

 

El discurso llegó hasta los corazones de los caudillos. Se mantuvo un minuto de silencio hasta que uno de ellos se levantó desenvainando su espada plateada y colocándola encima de la mesa.

 

—Yo iré. Por mi familia, por mi gente—

 

Otro caudillo hizo lo mismo. A su gesto le acompañó el que estaba a su lado y otro y otro hasta que todos colocaron sus armas sobre la mesa aceptando que Marcus los guie a la victoria.

 

Esa noche más de doscientos bandidos se unieron para hacer frente a un enemigo común.



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