El Punto Muerto. Capitulo 12


Hola nuevamente lectores que siguen mi novela! 
Como ya sabran todos los que leyeron mi capitulo pasado, les dije que tomaria un pequeño descanzo y, efectivamente lo cumpli, fue más corto de lo que pense, sin embargo me ayudo a refrescar mi mente, y asi poder escribir tranquilamente los siguiente capitulos de mi novela. 
No se preocupen en nada, yo terminare esta novela y espero me sigan leyendo hasta el final.
Disfruten del capitulo y espero les guste lo que se acerca, pongan mucha atencion en todo detalle, nada es lo que parece :D

Capitulo XII
Divididos

El plan ideado por Zophiel siglos atrás estaba a punto de dar comienzo, todo estaba saliendo tal y como ella deseaba. Las acciones de Phillips, Anthony e Ian, inclusive Dios involucrando a los hermanos Crow. Todo fue planeado cuidadosamente, la idea del juego maldito era parte de su plan. Durante siglos había sembrado la semilla de la discordia entre todas sus piezas, para que de esta forma su plan fuera perfecto. La guerra del génesis fue su idea, manipulo la mente de Lucifer para que iniciara una revolución en el cielo, llevándose consigo cientos de ángeles; todo esto para que pudiera fingir su muerte, y de esta manera poder eliminar cualquier sospecha de su persona; nadie ha sido tan meticuloso como ella, la ambición, codicia y envidia la impulsaron todos los días.

Zophiel siempre ha deseado el trono de Dios, aunque tenía claro que la jerarquía en el cielo se lo impediría; tras varias investigaciones había logrado descubrir el mayor secreto de todos, había sido resguardado tan celosamente que los únicos en todo el cielo en conocerlo son Dios y su hijo. Ella había logrado descubrir la manera para acelerar sus pasos hacia el trono; el señor todo poderoso posee vida eterna al igual que todos los ángeles en el cielo, más sin embargo, y a pesar de las creencias por todos, él no es inmortal; su alma tras ser atravesado por un arma celestial puede ser eliminada por completo. Absolutamente nadie es inmortal, y ella lo conocía ahora, la razón por la cual Dios necesita ángeles guardianes es obvia, su vida correría peligro si alguien atraviesa su corazón.


Monte Chimborazo, Ecuador.
26 de diciembre del 2026, 01:20 am.

Los gritos del pobre hombre y su animal se escuchan al fondo de la cueva, Anthony estaba curioso por conocer el origen de aquellos sonidos, sin embargo había recibido una orden por la encapuchada. Espera pacientemente un par de minutos hasta que aparece nuevamente Zophiel como de costumbre, con la capucha puesta y cubriendo su rostro e imposibilitando que alguien la reconozca o identifique.

— ¿Qué ha sido ese ruido? —Pregunta el jugador mientras intentaba no mirarla.

El ángel no responde a su pregunta, se acerca a la enorme máquina para inspeccionarla una última vez antes de ponerla en marcha. Toma el maletín del piso, en su interior estaba la sustancia traída por Anthony; aquel líquido que daría luz verde a su plan. Le entrega el maletín al jugador inmediatamente.

— ¿Recuerdas el plan? —Zophiel no era de muchas palabras, siempre tenía un tono de voz frio y pedante, aunque eso imponía respeto.

—Sí, descuida todo estará bien, tu tendrás lo que quieres y yo podre coronarme como gobernante en el nuevo mundo.

—Eres un humano, ustedes cometen errores, eso es lo peor de su raza. Son el experimento fallido de Dios, se dejan llevar por sus sentimientos, son tan impredecibles; no confió en ninguno de ustedes.

—Pero confiaste en mí. —Dijo Anthony, mientras se asomaba una pequeña sonrisa en su rostro.

—No confió en ti, tengo el presentimiento que fallaras, por eso tengo ideado un plan B en caso no cumplas mis expectativas. —Zophiel dio media vuelta, dirigiéndose a la entrada de la cueva. —Haz lo mejor que puedas, tengo fe que al menos cumplirás con la fase uno de mi plan; no me defraudes.

Anthony trago saliva antes de contestarle, ella era atemorizante y jamás bromeaba. Él sabía que había sido contactado por el ángel con el único motivo de que sus investigaciones antes de su muerte, habían llamado su atención; el demonio en su interior era una gran arma, de la cual sacaría provecho.

—No lo haré. —Continúa sonriéndole, intentando no parecer nervioso o intimidado.

—A partir de este momento quedas solo, dudo que nos volvamos a ver en un buen rato, así que esto es una despedida. —Su anillo comenzó a destellar. —Tienes siete horas hasta que el poder del anillo demoniaco de Ian deje de hacer efecto en las personas, debes apresurarte y ajustar los pequeños detalles de la máquina. Te veo al final del juego. —Estas fueron sus últimas palabras antes de que su anillo la desvaneciera del lugar.


Templo oculto de las siete bestias.
26 de diciembre del 2026, 01:15 am.

Antes de marcharse debían encargarse de algo, la bruja no podía dejar el cuerpo de su amado en este lugar, necesitaba despedirse como es debido; sus runas aparecen nuevamente en sus manos.

Incendium. —Coloca las manos en el piso, un círculo mágico aparece bajo ella.

Llamas ascienden de la nada bajo el cadáver del jugador cuatro, el fuego lo cubrió por completo en forma muy acelerada, fue cuestión de un minuto para que se convirtiera en cenizas. Marianne se colocó de pie nuevamente, se acercó a las cenizas; las cuales estaban dispersas y mezcladas con el polvo, entre los escombros del templo.

Pulvis es et in pulverem.

Las cenizas de Ian se elevaron por los aires, formando una forma circular, la cual inmediatamente empezó a cubrirse con una capa de hielo hasta convertirse en una bola de cristal; la cual poseía en su interior las cenizas. La bola de cristal se dirigió hacia la bruja, deteniéndose hasta posarse en sus manos.

—Creo que ya podemos marcharnos. —Dijo Marianne.

Beowulf hizo caso omiso a las palabras de la bruja, estaba distraído; leía cada palabra que se encontraba en las paredes que aún quedaban de pie. Todo era parte de una gran historia, algunos textos estaban ilegibles, y otros estaban incompletos producto a la batalla contra el demonio de fuego.
La historia era extensa, una sola pared narraba incontables sucesos ocurridos durante la guerra entre ángeles y renegados, aquellas palabras narraron la siguiente historia:

Han pasado siglos desde ese fatídico día, donde la guerra del génesis dio inicio; los guardianes de Dios contra aquellos ángeles cegados por la avaricia y el poder. Ambos bandos alzaron sus armas en contra del otro.

Cientos de ángeles fueron enviados al olvido, perdiendo sus vidas por un objetivo en común, la supervivencia. Ese fue el día en el que descubrimos, que hasta los ángeles pueden morir, sus existencias fueron eliminadas de nuestro plano existencial.

Al igual que la creación, transcurrieron siete días de guerra en el paraíso, aquellos seres eran liderados por el ángel preferido de Dios, ese ángel que se le prometió estar sentado toda la eternidad a lado de nuestro padre. Lucifer, el portador de luz en el paraíso, fue quebrantado por sus deseos y envidia, cegado por aquellos ideales, luchó en la batalla final contra los siete ángeles guardianes.
Los guardianes se enfrentaron valientemente, lastimosamente Lucifer estaba corrompido por una entidad más fuerte que nosotros, aquella bestia que nació al mismo tiempo que nuestro todo poderoso, el ser que fue destinado a vivir el resto de sus días en esa cárcel; a la que Dios llamo infierno.

 Seis de los siete ángeles perecieron en batalla, Zophiel, el último ángel de la guardia a cargo de Dios, que aún seguía de pie. Desterró a Lucifer con ayuda de su anillo de luz, a cambio entrego su vida; fue enviado al infierno, a lado de Pyrón, el dueño original del inframundo.

Esos textos fueron los únicos que logro encontrar, para desgracia de Beowulf; las paredes hechas escombros contenían mucho más texto sobre esa guerra de la cual nadie nunca había hablado. Todo esto solo era una pequeña parte de la historia, Dios jamás habló con él acerca de esto, todo esto solo hacia dudar al jugador. ¿Por qué ocultar una guerra de esa magnitud? Textos antiguos solo mencionan la caída de Lucifer, más sin embargo; jamás mencionan una guerra, y peor aún, nunca nadie habló sobre el dueño original del infierno. ¿Pyrón? Ese nombre por alguna razón se le hace familiar, está seguro que antes de morir escucho ser mencionado.

— ¿Sucede algo? —La bruja se acercó al encapuchado, este hacia caso omiso a todas sus palabras, sabía que algo andaba mal.

Beowulf continuaba en silencio, tratando de recordar donde había escuchado ese nombre; tras varios minutos en silencio, por fin lo recordó. Antes de morir a manos de Dimitri, ese fue el día en que lo escucho; su hermano mayor hablaba consigo mismo, no, ese día no hablaba solo, estaba tratando de convencer a su demonio de no asesinarlo. Pyrón, el demonio sellado en el interior de su hermano, esa bestia con la que lucharon hace unas horas, era él. El dueño original del inframundo.

—Maldición, necesito averiguar más sobre esto. —Beowulf por fin había vuelto en sí, mira a su alrededor, ahí estaba ella mirándolo fijamente esperando a que terminara.

— ¿Averiguar sobre qué?

El encapuchado cumpliría su promesa de protegerla, sin embargo aún no confiaba en ella, temía que intentase vengar a Ian; ahora es poderosa, una oponente digna de temer, entregarle cualquier información que pudiese desequilibrar la balanza a su favor; sería fatal para todos.

— ¿No confías en mí? Puedo verlo en tu rostro, aun dudas de mí. —Marianne continuaba viéndolo, esperando su respuesta; aunque obvia, necesaria.

—Tienes razón, no confió en ti, tus sentimientos hacia Ian eran hasta cierto punto obsesivos; no importa que hayas salvado mi vida, no puedo confiar en alguien como tú. ¿Cómo puedes garantizarme que no intentaras atacarnos cuando tengas la oportunidad?

La bruja sostuvo fuertemente la bola de cristal contra su pecho, deseaba tanto que todo esto solo fuera un sueño; su amado se marchó, no fue decisión de nadie más que de él mismo, aunque quisiera culpar a los hermanos por esto; no podía, todos fueron víctimas de las circunstancias.

—No conozco la historia completa, pero desde el momento en el que yo llegué para rescatarlos, he visto como Dimitri perdió el control de su cuerpo; tú hiciste todo lo que estaba en tus manos para detenerlo, y aunque me duela admitir, Ian se sacrificó para salvarnos a todos; aun sabiendo como terminaría todo para él. —Inclino su cabeza mientras observaba las cenizas de su amado en el interior de la bola de cristal, el cabello rojizo cubrió su rostro; evitando de esta forma ver sus lágrimas caer.

— ¿Qué intentas decirme?

—Lo que trato de decir es. —abrazo con todas sus fuerzas la bola de cristal, era duro para ella decirlo, porque esto significaría que aceptaría su muerte; que su amado se marchó para siempre, y todo por salvarla. —No tengo ningún tipo de rencor con ustedes, estoy consciente que casi atacó a Dimitri, sin embargo fue culpa del momento, aun no había aclarado mi mente; es cierto; no confió en él, pero confió en el hombre que defendió a Ian, aquel hombre que le fue confiado su último deseo. Si tú me prometes que controlara su demonio, entonces te creeré.

El jugador número uno miró por unos segundos a la bruja, su instinto hasta este momento no le ha fallado, algo en su interior le susurraba confiar en ella; confiaría en Marianne lo suficiente como para mantenerla de su lado, quizás podría ser de utilidad para la investigación.

—Necesito que leas esto, luego continuaremos la conversación. —Beowulf señalo el muro, seguido de un suspiro.

Obedientemente, Marianne se limpió las lágrimas e inmediatamente comenzó a leer con mucho cuidado cada palabra inscrita en el muro, cada párrafo que leía parecía asombrarla más, esto era como leer las paginas perdidas de la biblia; mostraba cuan parecidos somos los humanos a los ángeles. Justo al final del último párrafo guardo silencio, ahí estaba ese nombre.

— ¿Y? ¿Tienes alguna idea de quien sea…? —Beowulf fue interrumpido por la bruja.

—Nuestra organización ha investigado sobre la guerra que narra este templo, tenemos una rama especializada en esto. Hemos viajado por todo el mundo, para descubrir sobre esta guerra oculta para los humanos. —La sorpresa de la mujer no era por darse cuenta sobre esto, más bien era por encontrar más texto que complete los encontrados por la organización.

— ¿Estás diciendo que tienen más sobre la guerra del génesis? —Beowulf se acercó a ella, asombrado por las declaraciones.

—No solo de la guerra, sino de mucho antes. Las dos entidades creadoras, para ser honesta, los humanos siempre se han referido a Dios como el Alfa y el Omega; cuando en realidad esto no se refiere a uno, sino a dos entidades totalmente distintas. —Entrelazaron sus miradas.

— ¿Te refieres a Pyrón? —El corazón de Beowulf latía rápidamente, estaba más que sorprendido.

—Exacto, ambos fueron las primeras entidades en pisar nuestro plano existencial, nuestras investigaciones por el mundo; nos llevaron a ciertos lugares ocultos muy lejos de la civilización, donde narraban la historia acerca de esto. La primera batalla por el control absoluto. —Tomó aire antes de continuar con su historia. —Pyrón y Dios tenían ideales distintos sobre cómo crear la vida, mientras que uno deseaba entregar libre albedrio, otro tenía en mente obediencia absoluta. Esto llevo a una batalla tan intensa y feroz que casi se eliminan entre sí, por suerte Dios salió victorioso y con las pocas fuerzas que le quedaban logró crear el infierno, el lugar donde fue desterrado Pyrón.

— ¿Lo que dices es cierto? —El cuerpo del jugador temblaba. — ¿Dónde se encuentra ahora Pyrón? ¿Continua en el infierno?

—Lamentablemente, después de la guerra del génesis Satán y sus aliados lograron matarlo, o en este caso, eliminar su existencia.

El encapuchado suspiro hondo, todo esto era beneficioso para él, la organización de Ian no tiene idea de la existencia de Pyrón; jamás imaginarían que continua con vida, quizás no sea la esencia completa de aquella entidad, pero parte de su poder se alberga en el interior de su hermano. Ahora solo necesita descubrir como llego tal poder a manos de Anthony, ¿y cómo fue capaz de sellarlo en su hermano?

— ¿Por qué guardaste silencio de la nada? —Marianne lo miraba curiosa.

—No es nada importante. —Beowulf dio la vuelta, en dirección al portal. — ¿Nos vamos?

La mujer asintió con la cabeza, siguió al encapuchado sin decir más, se colocaron frente al portal que los llevaría fuera del lugar; hubo un intercambio de miradas antes de ponerse en marcha. Una vez salgan del lugar, iniciara una batalla contra el tiempo; estaban nerviosos al no tener idea sobre sus destinos. ¿Serán capaces de contener a Anthony hasta la llegada de Dimitri? Estaban apostando todo al jugador cero, pero ¿Qué sucedería si no logra controlar a su demonio? Quedará encerrado para siempre en ese lugar y el mundo como lo conocemos se acabaría.

Beowulf estaba pensando de más, eso no era bueno, debe confiar en su hermano y en su éxito. Respiro hondo antes de marcharse, su mente debe estar tranquila.

— ¿Tu cabello quedara rojo siempre? —Intenta romper la tensión que existía en el ambiente.

—Eso creo. —Respondió, Su mirada decía mucho. En estos momentos deseaba estar callada, de luto por su amado.

Ambos desaparecieron finalmente del lugar.


Lugar desconocido.
26 de diciembre del 2026, 6:00 am

Dimitri había estado inconsciente por varias horas desde su llegada, el frio en el ambiente lo hizo despertar, su cuerpo estaba rodeado por una fría capa de nieve; lentamente sus ojos se abrieron, dejándolo ver un panorama gélido. Arboles cubiertos con una capa de nieve, rocas congeladas; el sol comenzaba a salir entre dos gigantescas montañas blancas, los rayos del sol apenas alumbraban este bosque.

Se pone de pie inmediatamente, su ropa definitivamente no era para soportar estas temperaturas; su cuerpo estaba frio, pero no congelado, en su interior sabia el porqué. Su demonio de fuego mantenía su temperatura corporal cálida, o al menos lo suficiente como para no morir de hipotermia.

Estaba en el lugar indicado, según su hermano en este sitio encontraría la forma para controlar el poder de su demonio, así como Anthony, con total libertad. Ahora necesita movilizarse, encontrar eso que le facilite acceder al poder; no tiene idea de cómo hacerlo; sin embargo necesita hacerlo por el bien de todos, por el bien de Nathalia.

Un búho de color café, se posó sobre una de las ramas del árbol frente al joven, estaba mirándolo fijamente sin perderlo de vista; poseía una mirada extraña, sus ojos eran amarillos, su mirada demostraba curiosidad; era como si intentara decirle algo. Pasos se escucharon en lo profundo del bosque, algo se acercaba al jugador cero; eran pasos ligeros, como si se tratara de un ciervo, o un pequeño y delgado humano.

— ¿Quién anda ahí? —Dimitri se preparó para lo que fuera.

Los pasos se acallaron unos segundos, como si se hubiera detenido, algo estaba ocultándose entre los árboles, esperando el momento adecuado para atacar. Nuevamente se escucha el sonido de los pasos, pero esta vez parecía como si corriese alrededor de él, inspeccionándolo; analizando cada parte de él.

Una bestia con dientes gigantes, garras afiladas en cada pata, parecido a un puma se abalanzó contra el joven; sus ojos color plateado resplandecieron antes de llegar a su presa, era más grande que cualquier animal que haya visto, quizás fue obra de su imaginación; pero logró observar como su pelaje blanco se endureció como si fueran cientos de púas en todo su cuerpo.

Dimitri logró esquivar su envestida con dificultad, sus movimientos eran lentos y torpes gracias a la nieve, estaba en una clara desventaja contra la bestia. El cuerpo de la criatura se giró hacia él inmediatamente, lanzando zarpazos de un lado a otro, intentando cortarlo; milagrosamente, el búho que observaba al joven voló a su rescate; se transformó en una ave gigantesca, ojos saltones, venas rojas en su cuerpo, el pico lleno de afilados dientes, y dos cuernos que sobresalían sobre su cabeza. El ave dejo salir un chillido que hizo retroceder a la extraña bestia que atacaba al jugador; rugió una vez más antes de correr al interior del bosque.

— ¿Te encuentras bien, Dimitri? —La voz de una mujer se escuchó a espaldas del joven.

El búho regreso a la normalidad, voló en dirección contraria a la bestia para posarse en el hombro de la mujer que observaba a Dimitri; con una mirada cálida, pero a la vez llena de preocupación.

— ¿Quién eres tú? —Preguntó el joven, mientras observaba detenidamente a la mujer.

Ahí estaba frente a él una mujer de tez morena, cabellera negra, con la cual cubría su ojo derecho con un fleco de lado, el ojo descubierto era de color café claro; a pesar de no tener rasgos únicos o diferentes al resto, se podría decir que su belleza radicaba en esa luz en su rostro, cálido y completamente ameno. Usaba un vestido negro con blanco, tan largo que arrastraba en la nieve, mangas largas que cubrían hasta un poco más de la mitad de su manos, las partes blancas del vestido estaban adornadas con dibujos de rosas negras; dicho atuendo traía una capucha negra por el exterior y blanca en el interior. En su cuello se observaba un collar de tela negra con tres pequeñas cruces doradas colgando.

La extraña mujer dio tres pasos hacia delante, miró fijamente al joven mientras le arrojaba una pulsera de plata, la cual tenía grabado “Memento mori”.

A Dimitri le parecía familiar esa extraña mujer, más sin embargo no recordaba haberla visto, hasta que vio aquella pulsera entre la nieve; había recordado su viaje a Japón, y el encuentro con ella. Se culpaba de lo olvidadizo que ha sido, gran parte de la culpa fue gracias a los sucesos ocurridos en dicho país, que dejaron en segundo plano todo esto.

— ¿Cómo encontraste la pulsera? Pensé que se había destruido en mi pelea en Japón. —Estaba asombrado, cada segundo que pasaba, su cabeza se llenaba de más y más preguntas, con respecto a ella.

—Veo que aún no me recuerdas. —Extendió su brazo para que el ave se posara entre sus dedos.  —Pensé que me recordarías, después de todo, tenemos un pasado.

El joven de cabello blanco estaba confundido, aunque intentara recordarla, todo intento era inútil; ella era parte de su pasado, de aquel pasado que aún no logra recordar, cuando los días parecían no importar.

—Ya veo, aun no recuperas todas tus memorias. —La mujer acariciaba al búho, había desviado su mirada del joven.

—Lo lamento, tu cara no me es familiar. La primera vez que nos encontramos fue en Japón, otros encuentros, no lo recuerdo. —Tomó la pulsera de entre la nieve, e inmediatamente se puso de pie.

—A pesar de los años, supongo que continuare cuidando de ti. —Una sonrisa se dibujó en el rostro.

— ¿Qué significa eso?

El jugador cero estaba frustrado, pensó que no sería importante recordar más allá de los días, cuando obtuvo sus poderes; para él era más que suficiente recordar el día en que conoció a Nathalia y de cómo su vida se vino abajo gracias a Phillips y Anthony. Sin embargo esto cambiaba un poco las cosas, en su interior rebosaba de curiosidad por conocer la identidad de la mujer, y de cómo se conocieron.

—Lo que trato de decir es que conozco por qué estás en este lugar, también conozco tu situación actual, tu amnesia y tú objetivo para detener el plan de Anthony. —El búho alzo el vuelo por encima de ambos y desapareció entre los arboles del bosque nevado.

— ¿Cómo? Es decir… ¿Quién eres tú? —Dimitri la miraba detenidamente, de arriba hacia abajo, toda ella era un gran misterio.

—No tenemos mucho tiempo, para desperdiciarlo en charlar, es mejor que hagamos esto rápido. —Aquella mujer se paró a centímetros del jugador, estaba tan cerca que ambos podían sentir la respiración del otro.

— ¿Qué haces? —Intento retroceder unos pasos, sin embargo fue inútil, cada paso que daba, ella lo seguía.

—Coloca la pulsera en tu muñeca, no preguntes nada. —Ambos entrelazaron miradas, la mujer no parecía estar bromeando.

Hizo caso a la orden sin decir replicar, esta vez sentía diferente la pulsera, era como si estuviera apretando su muñeca, estaba ardiendo como el mismo infierno; Dimitri intento quitársela de inmediato, sin embargo todo intento fue inútil; ahora la pulsera se ha unido a él como si fuera parte de su cuerpo. Las palabras inscritas en dicho objeto mostraron una luz similar a la observada cuando se forja en fuego las espadas.

— ¿Qué sucede? —Dimitri trataba de ahogar sus gritos de dolor, intentaba quitarse la pulsera desesperadamente.

—Es inútil, todo esfuerzo por separarte de ella, pero no te preocupes por eso; esto es lo que has estado buscando. —Continuaba mirándolo fijamente a los ojos, acto seguido, dirigió su mano derecha a una de las cruces doradas que colgaban de su collar, para después arrancarla. —Cierra los ojos, olvida todo problema por unos instantes y concéntrate en recordar lo sucedido después de obtener tus poderes. —Le entrego en su mano izquierda la cruz dorada, que de inmediato reaccionó en un destello que hizo resonancia con su anillo demoniaco.

—Todo esto es tan repentino, en realidad no tengo tiempo para esto. —El jugador se negaba a cooperar.

La mujer acerco su rostro lo suficientemente cerca, para susurrarle al oído; las palabras eran inentendibles para al joven, pero de igual manera surgieron efectos al escucharlas. Estaba inmóvil, sus ojos quedaron en blanco, quizás su cuerpo seguía en el lugar, pero su mente se había separado de él; era como ver un capullo vacío.


Isla Poveglia, Italia.
26 de diciembre del 2026. 2:30 am

Las olas generadas por los fuertes vientos helados de la madrugada golpeaban violentamente contra las orillas de la isla, todo estaba oscuro, con dificultad se podía observar más allá de sus propias narices. Beowulf y Marianne habían sido transportados a este lugar gracias al portal.

— ¿Dónde estamos? —Pregunto la mujer.

Se podían escuchar pequeños animales corriendo de un lugar a otro, los murciélagos volaban libremente sin preocupación alguna. Toda la isla estaba bañada por la oscuridad de la noche, dándole un aire misterioso; pero sobre todo, aterrador.

—Isla Poveglia, hice que nos transportara a este lugar. —El encapuchado aparece su tesoro divino en su mano derecha, a continuación genera un brillo dorado, el cual ilumina su alrededor en un radio de cinco metros.

— ¿Por qué? —Estaba confusa, lo miraba curiosa, esperando una respuesta que despeje sus dudas.

El jugador se dirigió al centro de la isla, alejándose lo más que pueda del mar. —Necesito que me ayudes con algo, sígueme —Continuo su recorrido sin decir más, no miro a la mujer, con la esperanza de que lo siguiera sin decir más; todo sería explicado en su momento.

— ¿Si te sigo, recibiré respuestas? —Permaneció inmóvil por un momento, mientras observaba como se alejaba de ella; estaba decidida a no seguir con alguien en quien no confiase.

—Recibirías más que eso, si me sigues podrás quitarte la venda de tus ojos. —Se había alejado demasiado de la bruja, la luz estaba desapareciendo entre los árboles.

Ciertamente las palabras de Beowulf habían plantado duda, no entendía a que se refería, pero ahora deseaba conocer donde se dirigía. Corrió hacia el encapuchado alcanzándolo de inmediato, el resplandor emitido por su espada la guio en su dirección.

Han caminado por más de diez minutos, las vestimentas de ambos estaban en muy mal estado por la pelea en el templo, sus cuerpos está helándose; los fuertes vientos traídos del mar juegan en su contra. Marianne se preguntaba cuando llegarían a su destino, empezaba a impacientarse.

La luz emitida por la espada irradiaba el lugar, gracias a esto la bruja observo frente a ellos un edificio en mal estado, viejo, descuidado; a simple vista se podía observar cómo los años habían hecho destrozos. En la entrada del lugar se observaba un letrero el cual ponía: Hospital Psiquiátrico.

— ¿Qué hacemos en un lugar como este? —La mujer estaba asustada, el edificio, no, toda la isla emitida una aura tenebrosa.

—No temas, necesito que entres conmigo, he ocultado algo en este lugar. —El rostro de Beowulf demostraba tranquilidad.

—Esto es mala idea, el espíritu en mi interior me advierte. No es sensato entrar. —Retrocedió algunos pasos, su cuerpo temblaba.

—Estas junto a mí, no hay nada de qué preocuparse, Abbadon está con nosotros. —El jugador extendió su mano en dirección a la mujer, para mostrarle el anillo. La gema roja brillo, haciéndose notar la presencia del demonio.

Ya estaban en este lugar, y hace unos momentos había hablado sobre la confianza entre ellos, seria hipócrita el no confiar en el encapuchado; Marianne tomo aire, a continuación vacío sus pulmones en un solo suspiro, debía dejar de estar aterrada; había luchado contra un demonio mucho más poderoso, más sin embargo esto no era consolación. Después de todo actuó sin pensar en el templo, peleo para salvar a Ian; esa fue la única excusa que necesitó para no temer a su adversario. Sin embargo en esta ocasión no tenía por quien ser valiente. Su mente estaba acatando a su razonamiento, y claramente continuar en esta isla era una mala idea.

—La isla de los horrores, es otra forma de llamar a este lugar. —Continuó hablando Beowulf mientras intercambio miradas con Marianne. —Es un buen lugar donde ocultar algo, nadie se atreve a poner un pie sobre la isla. —Extendió su mano hacia la mujer, esperando que ella accediera a seguir con él.

—Si acepto continuar adelante, ¿me prometes confiar en mí? No habrá más secretos entre nosotros, desde ahora en adelante seremos compañeros hasta que Anthony caiga.

—Lo prometo.

Marianne colocó su mano sobre la del jugador y, aunque sabía que esto era una mala idea, continuó adelante, se adentró en el edificio abandonado. Quizás en estos momentos desconfían entre ellos, pero algo era claro, si desean sobrevivir a lo que está por venir; deberán pelear juntos, confiar en las habilidades y decisiones del otro. Será difícil, más no imposible.

Por fin entraron al edificio, la luz de la espada emanaba destellos dorados, en los pasillos por los que caminaban; los espíritus que rondaban por el lugar no se hicieron esperar, puertas cerrarse con fuerza, objetos rompiéndose, sonidos guturales, llantos de niños, gritos de auxilio. Todo reunido en un solo lugar, esto no era acto para personas comunes; las personas que no tuviesen contacto con alguna fuerza sobrenatural serian fácilmente poseídas u orientadas al suicidio.

La mujer sostenía fuertemente la mano de Beowulf, a pesar de que ahora poseía magia, aún conservaba la parte humana dentro de sí; todo esto la aterraba, cada paso que daban se podía sentir como se acercaban más a ellos, e inclusive sentía como respiraban a sus espaldas. A medida se acercaban al final del pasillo en la segunda planta, se escuchaban los espíritus maldiciéndolos y, en ocasiones llamándola por su nombre o degradándola verbalmente

Estaban frente una puerta de madera, pomo dorado, adornada con dibujos; que parecían hechos por niños. Al lado de la puerta, en la esquina de la pared se lee un pequeño letrero el cual ponía: Sala de Robert Thompson, entrar con precaución.

El jugador se apresuró a tomar el pomo de la puerta, antes que pudiera girarlo; un grito hace estruendo dentro de la habitación. — ¡Largo! —Se escuchaban golpes, cosas siendo arrojadas contra la pared, las ventanas abriéndose y cerrando.

—Haz lo honores Abbadon. —Beowulf colocó la mano donde poseía el anillo demoniaco, sobre la puerta.

El anillo emitió un resplandor dorado, los espíritus que estaban rodeando a los humanos se alejaron de inmediato, y aquellos que no se habían marchado, tomaron forma física e inmediatamente se inclinaron ante el anillo.

—Mi nombre es Abbadon uno de los demonios más poderosos a servicio de nuestro señor Satanás. —La voz del demonio acompañante del encapuchado hizo eco en todo el hospital, todos; incluyendo Marianne, pudo escuchar su voz. —Abre la puerta de inmediato, es una orden.

La puerta se abrió de inmediato, los gritos y todo aquello que se escuchaba desde el momento que entraron al lugar había cesado, todos los fantasmas guardaban respeto al demonio. Ninguno se atrevió a levantarse de su lugar, continuaban inclinados esperando órdenes.

—Lamento lo sucedido, pero usted me dio la orden de cuidar los cráneos de cualquiera que deseara entrar. —La voz en la habitación jamás tomó forma, estaba tan asustada del anillo de Beowulf que prefirió permanecer de esta manera.

—Haz hecho un buen trabajo, informare a mi señor sobre ti. —Abbadon intentaba no reír.

Todos los fantasmas en esta isla son fáciles de manipular para un demonio como él. Quizás el mundo no conozca la verdad, pero todos aquellos espíritus que están atrapados en la tierra jamás pueden irse al cielo, y mucho menos al infierno. Su momento de ser juzgados se pierde, y al no decidir donde serán mandados, quedan en un limbo entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. No importa si liberan sus almas, y los obligan a descansar en paz; su destino será, el purgatorio.

— ¿Dónde están los cráneos? —Beowulf interrumpió a su demonio.

—En el mismo lugar que fue guardado la última vez. —Respondió el fantasma con un tono indiferente.

La bruja continuaba en silencio, estaba asombrada al ver cuánto respeto imponía el demonio en el anillo, todos los espíritus se inclinaron o huyeron con solo escucharlo; debía poner atención a todo de aquí en adelante, quizás conocer un poco más del anillo demoniaco le sea de gran ayuda en un futuro. Su amo jamás hablo sobre su demonio acompañante, era muy reservado sobre ese tema, todos en la organización saben casi nada acerca de esos artefactos.

Beowulf se acercó a la ventana de la habitación, acto seguido se colocó de rodillas para mover una madera del piso que estaba semi destruida. Ahí estaba lo que había venido a buscar, entre medio de polvo, cubiertas con una sábana blanca dentro de un maletín.

—Te agradezco por cuidarlas, Robert. —Dijo el jugador, mientras tomaba el maletín.

No recibió respuesta del fantasma, solo respondía a su demonio acompañante. Colocó el maletín en el piso y, con mucho cuidado saco los siete cráneos de cristal que estaban cubiertos por una manta.

— ¿Qué intentas hacer con esto? —La bruja observaba detenidamente los cráneos.

—Necesito tu ayuda, si mi intuición fue acertada, creo que tenemos algo bueno.

—Esos cráneos son falsos, Ian decidió pasar del tema, nuestra gente se infiltro en el lugar donde era resguardados; fueron robados y analizados en su defecto. Todas las pruebas apuntaban a que eran falsos, no había nada impresionante o real en esto.

La luz de luna que entraba por la ventana hasta alumbrar el rostro de Beowulf, ayudo para mostrar la sonrisa que se había dibujado en él. Parecía estar emocionado al escuchar aquellas palabras.

—Quizás las pruebas científicas no son lo que se necesita para averiguar su autenticidad. —El jugador tomó uno de los cráneos del piso, a continuación se lo entregó a la mujer con mucho cuidado.

—No entiendo. ¿Para qué me entregas esto? —La luz de luna reflejaba en el cráneo de cristal, se veía como todo un tesoro.

—Quiero que uses tu magia para ver a quienes les pertenecían estos cráneos.

Se colocó de rodillas sobre el piso, dejó a un lado la bola de cristal, la cual tenía en su interior las cenizas de su amado. Observaba con detenidamente el cráneo, estaba escéptica ante las palabras de Beowulf, anteriormente habían hecho las pruebas necesarias; sin embargo esta vez poseía algo que no tenía en aquel entonces, magia.

—Lo haré, tengo curiosidad. —Intercambio miradas con el encapuchado. — ¿Y si resulta que tienes razón? ¿Crees que te gusta la respuesta?

—Antes de encontrar las inscripciones en el templo, encontré un texto grabado en rocas, que me hizo pensar. —Continuaba viéndola directo a los ojos. —Sé que Dios intenta ocultarle al mundo algo, pero no sabía que, hasta hace poco. —Se acercó a ella. —Quiero saber acerca de la guerra entre los ángeles, y la verdad sobre la otra entidad creadora.

La bruja vio a través de los ojos de Beowulf, estaba siendo sincero con ella, por alguna razón se veía desesperado por saber la verdad sobre la guerra; quizás esto no era importante para ella o para la organización, pero su nuevo compañero necesitaba su ayuda y; aunque no tenga ningún tipo de obligación, desea ayudarle.

—Desde ahora no hay secretos, ¿lo recuerdas? —Sonrió ligeramente a Beowulf.

—Cuando termines te contare todo.

Las runas aparecieron nuevamente en sus manos, colocó el cráneo junto con los otros en el piso, de inmediato colocó sus manos en el aire por encima de los siete objetos de cristal. Sus ojos quedaron en blanco, las marcas en sus manos brillaron; mientras se observa como estaba entrando en trance. El encapuchado guardo distancia, esperando no estorbar.

Memoria Praeteritorum —Los cráneos y sus runas brillaron al unísono, iluminando la habitación unos breves momentos.


Castillo Aldridge.
26 de diciembre del 2026, 9:00 am

Han pasado dos días desde la llegada de Nathalia al castillo, había estado al borde de la muerte, si no hubiera sido auxiliada a tiempo hubiera sido el final. No abrió los ojos durante todo este tiempo, parecía que jamás lo haría; su piel había vuelto a tomar un poco de color, sus mejillas estaban coloradas nuevamente, lo peor ya pasó.

Nathalia finalmente abre los ojos, se encuentra reposando en una cama gigantesca, con sábanas blancas del mismo color que las paredes de la habitación; en una esquina se observa una ventana abierta, los rayos del sol entraban por ella. Toda aquella nieve que casi acaba con su vida estaba derritiéndose, apenas había rastros de la tormenta nevada que hubo la noche pasada.

La joven estaba confundida, no recuerda haber sido rescatada por alguien, sus últimos recuerdos fueron los de ella muriendo lentamente; rodeada de nieve, con su cuerpo tan helado como un bloque de hielo. Se levanta de la cama, observa la vestimenta que traía puesto, era un camisón blanco, casi transparente; era como ver a una princesa.

— ¿Dónde estoy? —Habló para ella misma en un susurro.

Se acercó lentamente hacia un mueble de madera, el cual poseía un espejo; sus pasos eran lentos, aun no estaba del todo despierta. Asoma su rostro al espejo, no observa nada fuera de lo normal, es más, parecía que mientras dormía alguien se había hecho cargo de ella; estaba impecable, como si no se hubiera acabado de levantar.

—Me alegra verla despierta, señorita Williams.

Una joven de apariencia no mayor a ella, ha entrado por la puerta sin hacer ruido alguno; su cabello era rubio, casi anaranjado, tenía una pequeña trenza de lado izquierdo, sus labios eran pequeños, rosados. Traía puesto un vestido largo hasta los pies, que ocultaba muy bien su cuerpo, más sin embargo resaltaba más su figura. Su vestimenta de color café hacia una perfecta combinación con su tez blanca, casi pálida, sus ojos de color marrón, y una mirada perdida, haciendo contraste con esa sonrisa obviamente falsa, como si la obligasen a ser feliz.

— ¿Quién eres? —Retrocedió unos pasos.

La joven rubia se acercó sin miedo alguno a Nathalia, al parecer estaba frente a la que cuido todo este tiempo de ella. Abrió un cajón del mueble; ahí estaba, el collar con el cual había despertado en el hospital antes de su encuentro con Dios.

—Eso es mío, devuélvemelo. —Sin pensarlo se abalanza contra la joven rubia, toma de inmediato su collar.

—Lo lamento, ha estado dormida todo este tiempo, que no ha estado al tanto de las cosas. Mi nombre es Joyce, fui designada por la señorita Aldridge para su cuidado, no intento robarle nada, simplemente me han ordenado vestirla adecuadamente y guiarla a la capilla. —Hizo una reverencia.

— ¿Quién es la señorita Aldridge? —Nathalia comienza a tranquilizarse.

—Si me permite vestirla y prepararla, la guiare hacia ella. —continuaba con la reverencia, esperando a que aceptara la ayuda que le brindaba.

La dueña del anillo de luz por fin había despertado por completo, se colocó el collar nuevamente alrededor del cuello, miró detenidamente a Joyce; estaba analizándola de arriba, abajo. Después de unos segundos, acepto la propuesta.

—Está bien, iré contigo. —Se acercó a la joven, que continuaba inmóvil en posición de reverencia. —Pero puedo vestirme sola, no necesito tu ayuda.

La joven miró sorprendida a Nathalia y, haciendo nuevamente la reverencia se opuso de la forma más educada que le fue posible.

—Temo negarme de esta forma a sus deseos, señorita Williams, pero mi señora me ha dado una orden, yo seré la encargada de vestirla y peinarla. —Miro de reojo a Nathalia que estaba callada, sin decir nada.

Nathalia siempre tuvo sirvientes y niñeras que la vestían cuando era pequeña, aunque jamás estuvo de acuerdo en ello. Para acabar con esta conversación que no llegaba a ningún lado, hace un ademan con la cabeza, indicándole de esta forma que acepta su ayuda.

Antes que pudieran empezar, son interrumpidos por un sonido un poco peculiar, ambas dirigieron sus miradas a la ventana. Un búho estaba inmóvil, observándolas con esos enormes ojos amarillos; Joyce corrió a la ventana para alejar al animal, que de inmediato se hecho a volar.

—Lamento la interrupción, ahora si es tan amable, ¿podría tomar asiento? —La joven le sonrió mientras se acercó nuevamente a ella.

Nathalia obedeció a su petición de inmediato, tomó asiento frente al espejo, en una silla de madera acolchonada y decorada con finos diamantes en los costados de la misma. La joven sirvienta cogió el cepillo que estaba frente a ellas, acto seguido comenzó a deslizarlo suavemente por el cabello de la invitada.

Un viento frio entro por la habitación haciendo temblar a Nathalia, que aún no se acostumbra a este clima. Estaba esperando a que terminara con su cabello, esto le dio tiempo de sobra para estudiar su situación, en estos momentos necesita averiguar en qué lugar se encuentra; pero antes debe hablar con la señorita Aldridge, después de todo ella fue tan amable de hospedarla en su castillo; es lo menos que puede hacer.

— ¿Llevas mucho tiempo trabajando en este lugar? —Intentaba conversar con la sirvienta, tratar de averiguar un poco sobre este lugar.

—No, solo dos meses. —La joven agacho la mirada, de repente su rostro cambio de expresión, estaba nerviosa.

— ¿Sucede algo? —Intento disculparse mientras continuaba viendo el rostro de la joven a través del espejo. —Lamento si dije algo que no debía.

—No se preocupe, estoy bien. —Sonrió forzadamente.

Ambas guardaron silencio, algo andaba mal, Nathalia pensó que era mejor no decir más. La joven sirvienta había acabado de cepillar su cabello, de inmediato se dirigió rumbo al armario de madera, abrió ambas puertas y tomó un hermoso vestido blanco decorado con un listón rojo en el área de la cintura.

—Por favor colóquese de pie. —Joyce dejo cuidadosamente el vestido sobre la cama mientras desviste a Nathalia.

El rostro de la sirvienta había causado muchas dudas en ella, tenía claro que no debía inmiscuirse en problemas ajenos, pero es parte de su naturaleza tratar de ayudar a las personas. Estaba completamente segura que no diría nada si se lo preguntase directamente, así que intentara sacar información sin que ella este consiente de lo que hace.

— ¿Es duro trabajar en el castillo? —Estaba en ropa interior, esperando a ser vestida; su cuerpo estaba temblando por el frio.

Ambas jóvenes se miraron directo a los ojos, Nathalia mostraba una mirada curiosa, como si quisiera obtener todas las respuestas con solo verla; por el otro lado, Joyce mostraba temor, tristeza.

—Las mujeres no suelen durar mucho, cada cierto tiempo buscan nuevas mujeres para que trabajen en el castillo. —No dijo más, su rostro demostraba como se mordía la lengua, intentando no decir más.

— ¿Estas en contra de tu volun…?

—Por favor alce los brazos, le colocare el vestido. —La joven interrumpió a Nathalia, era obvio que la conversación había acabado. Es lo más que podría obtener de ella.

Por fin había terminado de vestir a la invitada. El vestido lucia espectacular en ella, era tan largo hasta tocar el piso, blanco como un copo de nieve; resaltaba las caderas y su busto, además dejaba al descubierto sus hombros. Era como si hubiese sido creado a la medida, una obra de arte hecha de seda.

—Es un hermoso vestido. ¿Segura que puedo usarlo? —Se miró al espejo, estaba asombrada.

—La señorita Aldridge le regalo uno de sus vestidos, me alegra que le quedara a la medida, estaba un poco nerviosa al desconocer si seria de su talla. —Joyce tenía su mirada agachada.

Nathalia no paraba de mirarse, hacía mucho tiempo que no experimentaba este sentimiento, no recuerda la última vez que le gusto lo que veía a través del espejo; últimamente evitaba mirarse en cualquier objeto reflejante, porque siempre era lo mismo, solo miraba dolor, tristeza y extintas ganas de vivir.

Nathalia había dormido por dos días, por fin recuerda a los hermanos Crow, su razón para seguir adelante. Como si un rayo impactara contra ella, lo recordó, estaba perdiendo el tiempo en este castillo; tiene una misión que cumplir, debe encontrar la manera para regresar a ese lugar donde vio a Dios y a su ángel.

—Disculpa que sea maleducada, pero ¿me podrías llevar con la señorita Aldridge? —Intentaba darse prisa, solo llegaría con ella, daría sus apropiados agradecimientos y se marcharía de inmediato.

Joyce asintió con su cabeza e inmediato se dirigió a abrir la puerta. —Por favor, sígame. —Ambas salieron de la habitación lo más rápido que les fue posible.

El castillo estaba cálido, los pasillos estaban iluminados con candelabros en las paredes, el piso estaba alfombrado de color rojo. Al final se observa una puerta de madera con un símbolo de cruz victoriana, al otro lado de ella se escuchan las risas de personas, parecían pasársela bien.

La puerta es abierta por la sirviente e inmediatamente se deja ver un gran salón blanco con alfombra roja, sofás de color blanco situados en diferentes partes del salón, sobre ellos se encuentran hombres vestidos de traje, muy elegantes como era de imaginarse; para cada hombre habían dos mujeres, las cuales estaban a su lado; todas vestían únicamente corsets, ropa interior y sobre sus rostros un antifaz negro con tonos dorados. Todas complacían los pedidos de sus invitados designados, muchas los hacían sentir satisfechos besándolos y dejándose tocar, o algunas se besaban entre sí para espectáculo y, de esta forma alimentar el morbo.

En medio del salón se encontraba una mesa redonda, cubierta por un mantel blanco, sobre ella docenas de botellas de vino y copas de cristal; una mujer de tez blanca, rubia e igualmente vestida solamente con un corsets era la encargada de abastecer las copas de sus invitados. 

—Por favor sigamos adelante, no tomé importancia a su alrededor. —La joven sirvienta intento no mostrar su rostro a Nathalia, continuo caminando.

Ambas jóvenes dieron un paso adelante, entraron al salón e inmediatamente y, por una extraña razón todas las mujeres detuvieron sus acciones; sin importar que estuvieran haciendo e hicieron una reverencia a Nathalia como símbolo de respeto; no despegaban su vista de ella, estaban en silencio, observando cada paso que daba.

— ¿Qué sucede? —Nathalia empezaba a comprender porque Joyce se comportaba de esa forma, estaba muy segura de que ha sido obligada a ser una más de esas mujeres con antifaz. Ahora, esta situación estaba incomodándola, aceleró su paso lo más que pudo; quería evitar a toda costa que continuaran observándola tan furtivamente. — ¿Joyce, porque me miran?

La joven hizo caso omiso, continuo caminando con la mirada baja; abrió una de las dos puertas que se encontraban en el salón y, espero a que su invitada saliera junto con ella para volver a cerrar.

Estaban nuevamente en otro pasillo iluminado con candelabros en las paredes. A medida continuaban su recorrido, el ambiente comenzaba a tornarse frio. El vestido de Nathalia era hermoso sin duda alguno, sin embargo no era el adecuado para este clima.

Caminaron durante varios minutos, pasaron de largo docenas de puertas por su recorrido, este lugar poseía muchas habitaciones, en algunas no se escuchaba sonido y, en otros casos se escuchaban mujeres gimiendo de placer. Definitivamente no era lugar para Nathalia, sentía cierto repelús con tan solo estar ahí; ahora más que nada necesitaba largarse del lugar y, si fuera posible, se llevaría consigo a Joyce.

Llegaron a su destino, la sirvienta se detuvo frente a una enorme puerta doble, el arco de la puerta era circular, un diseño muy extravagante, las orillas estaban decoradas con pequeñas piezas de oro y entremedio de ambas puertas; una cruz victoriana como decoración.

Sin más tiempo que perder, Joyce abrió ambas puertas dividiendo por la mitad aquella cruz dorada; un leve viento frio entro al lugar, frente a ellas se encontraba un hermoso paisaje. Habían llegado a uno de los jardines dentro del castillo, rosas de todos los colores jamás imaginados, había flores que no tenían idea que existían.

—Que hermoso. —Nathalia se acercó a las rosas violetas, se colocó de rodillas e intento oler el perfume que desprendían. —No tenía idea que fuesen a existir rosas tan hermosas. —Le regalo una sonrisa a la joven sirvienta. —Es muy extraño, están tan radiantes como si estuviéramos en primavera.

—Ya casi llegamos. —Estaba cortante, no parece tener interés en mantener conversación con ella. —Por aquí.

Se puso de pie nuevamente, sin decir más la siguió a donde fuese que la llevase; a medida caminaba por el jardín observó una pequeña capilla de roble, una puerta doble de madera que tenían grabado en ambos lados palabras en latín; arriba, en el techo de la capilla se observaba una cruz.

—Hemos llegado. —Joyce se detuvo frente a la puerta, miró de reojo a Nathalia.

La puerta se abrió, en el interior de la capilla todo era normal como cualquier otra, asientos comunales hechos de madera, velas frente a pinturas de santos, una alfombra que recorría el pasillo del medio hasta llegar a un pedestal hecho igualmente de roble, el cual era cubierto con un mantel blanco con el dibujo de una cruz alada; al fondo de la capilla, elevado sobre la altura de la cabeza estaba una estatua de Jesús crucificado.

Ahí estaba ella, de espaldas, arrodillada frente a la estatua, rezando con un crucifijo entre las manos. Cabello ondulado, color castaño claro, un vestido idéntico al usado por Nathalia con la única diferencia de que este era negro.

—Gracias por guiar a nuestra invitada, puedes retirarte. —No volteó, continuaba de rodillas.

—Con su permiso señorita. —Sus palabras eran ley, Joyce estaba a punto de retirarse cuando la escucho nuevamente.

—Hoy necesito de tu presencia en mi habitación, no tardes. —La voz de la señorita Aldridge era tan cálida y despreocupada a la vez.

El rostro de Joyce cambio drásticamente, le fue imposible ocultar sus lágrimas, en su mirada se veía lo destrozada que estaba por dentro, se tardó unos segundos en contestar, tenía un nudo en la garganta.

—Si… si señorita Aldridge… con… —gimoteo un poco antes de continuar. —con su permiso.

Las puertas de la capilla se cerraron, estaban a solas, la misteriosa e intimidante dueña del castillo estaba frente a Nathalia; su cuerpo estaba temblando, una parte de ella gritaba por ayuda, mientras la otra parte le sugería correr; de cualquier modo, debía salir de ahí.

—Tú debes ser Nathalia, me alegra por fin conocernos. —Se puso de pie. —Mi nombre es Kathleen Aldridge. —Giró su cuerpo para mostrarle una gentil sonrisa.

Nathalia estaba inmutada, inmóvil, no podía creer lo que estaba viendo; tenía diferentes sentimientos y sensaciones combinadas. Estaba confundida, no tenía claro como proseguir. Era como verse a un espejo, era idéntica, los ojos, la nariz, los labios; toda ella era una copia exacta.


Estados unidos, Manhattan.
23 de abril del 2019, 6:00 pm

Han pasado dos años desde la última vez que ha visto a las dos personas que más ama en este mundo; en este tiempo ha viajado por todo el país intentando alejarse lo más que puede de ellos, por su seguridad. No es más que un vagabundo, su única manera de sobrevivir un día más es robando comida en las tiendas o supermercados; mendigaba para mantenerse en constante movimiento, necesitaba reunir el dinero suficiente para un pasaje de autobús.

Estos años no han sido en absoluto fácil para él, pero entiende que lo hace para no involucrar a nadie en esto que fue obligado a cargar, este maldito poder que hubiera querido jamás obtener. No tiene en quien confiar en estos momentos, su mayor deseo es morir, si tan solo tuviera el valor, no, coraje tiene de sobra; su verdadera razón para no optar por acabar con su vida reside en la esperanza. La esperanza lo mantiene luchando cada momento del día, porque en algún momento, aunque no sea pronto, él está seguro que los volverá a ver; no importa cuánto tarde en reunirse con ellos, está convencido que los mirara sonreír una vez más, como si todo esto jamás hubiera ocurrido.

El mundo estaba comenzando a tomarle cada vez menos importancia a lo ocurrido en Los ángeles, aquella destrucción causada por Dimitri y Anthony se convertía en historia, habían muchos más problemas en estos momentos como para tomar importancia a los caídos esa noche. Guerras, enfermedades y la escases de agua empezaba a ser la principal preocupación del mundo; nadie estaba seguro como terminaría todo, aunque la mayoría ya hablaba de revelarse contra el gobierno, muchos países harían golpe de estado, derrocarían el mandato e intentarían tomar el mando por su cuenta.

Empezaba a oscurecer la mayoría de las personas regresaban a sus hogares, mientras que otros apenas empezaban con su jornada laboral, las calles estaban repletas de personas caminando con sus celulares en la mano, distraídos del mundo; había embotellamiento de parte de los automóviles, nada fuera de lo común, siempre es así un día normal Manhattan. Dimitri estaba en busca de un callejón donde quedarse dormido, estaba esperando a que la luz que indicaba el pase de peatones diera la señal, todos a su alrededor guardaban cierta distancia; nadie deseaba ni siquiera rozar a un vagabundo, a pesar de que siempre encontraba la manera de ducharse, su aspecto no mostraba estar en las mejores condiciones.

La luz indico el pase, las personas de ambos lados de la calle cruzaron al mismo tiempo, Dimitri aceleró el paso, aunque en su exterior demostrara dureza, por dentro estaba destrozado; estaba seguro que aunque muriera en estos momentos frente a todas esas personas, nadie se detendría para ayudarle, para ellos no era más que un desecho que no debería existir.

Nuevamente se ha dejado llevar por sus pensamientos, estaba parado en el medio de la calle; la luz estaba a segundos de cambiar, las personas aceleraron sus pasos e intentaron esquivar al vagabundo que no hacía más que estorbar su paso. En ese momento fue despertado de sus pensamientos, hasta el momento no había vuelto a sentir la presencia del demonio en su interior, todo parecía normal, deseaba tanto que no volviera a sentir aquel calor que lo inundó esa noche. Sin embargo todas aquellas oraciones realizadas cada noche antes de dormir no surgieron efecto, en ese momento una ráfaga de calor inundo su cuerpo, era un dolor punzante. Miró a su alrededor asegurándose que nadie se diera cuenta de lo que sucedía; en ese momento la vio por primera vez, observó a una joven de tez morena, con lágrimas en los ojos; quizás en ese momento no lo sabía, pero ella se convertiría en parte importante de su vida.



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