Hola nuevamente lectores que siguen mi novela!
Como ya sabran todos los que leyeron mi capitulo pasado, les dije que tomaria un pequeño descanzo y, efectivamente lo cumpli, fue más corto de lo que pense, sin embargo me ayudo a refrescar mi mente, y asi poder escribir tranquilamente los siguiente capitulos de mi novela.
No se preocupen en nada, yo terminare esta novela y espero me sigan leyendo hasta el final.
Disfruten del capitulo y espero les guste lo que se acerca, pongan mucha atencion en todo detalle, nada es lo que parece :D
Capitulo XII
“Divididos”
El plan ideado por
Zophiel siglos atrás estaba a punto de dar comienzo, todo estaba saliendo tal y
como ella deseaba. Las acciones de Phillips, Anthony e Ian, inclusive Dios
involucrando a los hermanos Crow. Todo fue planeado cuidadosamente, la idea del
juego maldito era parte de su plan. Durante siglos había sembrado la semilla de
la discordia entre todas sus piezas, para que de esta forma su plan fuera
perfecto. La guerra del génesis fue su idea, manipulo la mente de Lucifer para
que iniciara una revolución en el cielo, llevándose consigo cientos de ángeles;
todo esto para que pudiera fingir su muerte, y de esta manera poder eliminar
cualquier sospecha de su persona; nadie ha sido tan meticuloso como ella, la
ambición, codicia y envidia la impulsaron todos los días.
Zophiel siempre ha
deseado el trono de Dios, aunque tenía claro que la jerarquía en el cielo se lo
impediría; tras varias investigaciones había logrado descubrir el mayor secreto
de todos, había sido resguardado tan celosamente que los únicos en todo el
cielo en conocerlo son Dios y su hijo. Ella había logrado descubrir la manera
para acelerar sus pasos hacia el trono; el señor todo poderoso posee vida
eterna al igual que todos los ángeles en el cielo, más sin embargo, y a pesar
de las creencias por todos, él no es inmortal; su alma tras ser atravesado por
un arma celestial puede ser eliminada por completo. Absolutamente nadie es
inmortal, y ella lo conocía ahora, la razón por la cual Dios necesita ángeles
guardianes es obvia, su vida correría peligro si alguien atraviesa su corazón.
Monte Chimborazo,
Ecuador.
26 de diciembre del 2026, 01:20 am.
Los gritos del pobre
hombre y su animal se escuchan al fondo de la cueva, Anthony estaba curioso por
conocer el origen de aquellos sonidos, sin embargo había recibido una orden por
la encapuchada. Espera pacientemente un par de minutos hasta que aparece
nuevamente Zophiel como de costumbre, con la capucha puesta y cubriendo su
rostro e imposibilitando que alguien la reconozca o identifique.
— ¿Qué ha sido ese ruido?
—Pregunta el jugador mientras intentaba no mirarla.
El ángel no responde a su
pregunta, se acerca a la enorme máquina para inspeccionarla una última vez
antes de ponerla en marcha. Toma el maletín del piso, en su interior estaba la
sustancia traída por Anthony; aquel líquido que daría luz verde a su plan. Le
entrega el maletín al jugador inmediatamente.
— ¿Recuerdas el plan?
—Zophiel no era de muchas palabras, siempre tenía un tono de voz frio y
pedante, aunque eso imponía respeto.
—Sí, descuida todo estará
bien, tu tendrás lo que quieres y yo podre coronarme como gobernante en el
nuevo mundo.
—Eres un humano, ustedes
cometen errores, eso es lo peor de su raza. Son el experimento fallido de Dios,
se dejan llevar por sus sentimientos, son tan impredecibles; no confió en
ninguno de ustedes.
—Pero confiaste en mí.
—Dijo Anthony, mientras se asomaba una pequeña sonrisa en su rostro.
—No confió en ti, tengo
el presentimiento que fallaras, por eso tengo ideado un plan B en caso no
cumplas mis expectativas. —Zophiel dio media vuelta, dirigiéndose a la entrada
de la cueva. —Haz lo mejor que puedas, tengo fe que al menos cumplirás con la
fase uno de mi plan; no me defraudes.
Anthony trago saliva
antes de contestarle, ella era atemorizante y jamás bromeaba. Él sabía que
había sido contactado por el ángel con el único motivo de que sus investigaciones
antes de su muerte, habían llamado su atención; el demonio en su interior era
una gran arma, de la cual sacaría provecho.
—No lo haré. —Continúa
sonriéndole, intentando no parecer nervioso o intimidado.
—A partir de este momento
quedas solo, dudo que nos volvamos a ver en un buen rato, así que esto es una
despedida. —Su anillo comenzó a destellar. —Tienes siete horas hasta que el
poder del anillo demoniaco de Ian deje de hacer efecto en las personas, debes
apresurarte y ajustar los pequeños detalles de la máquina. Te veo al final del
juego. —Estas fueron sus últimas palabras antes de que su anillo la
desvaneciera del lugar.
Templo oculto de las
siete bestias.
26 de diciembre del 2026, 01:15 am.
Antes de marcharse debían
encargarse de algo, la bruja no podía dejar el cuerpo de su amado en este
lugar, necesitaba despedirse como es debido; sus runas aparecen nuevamente en
sus manos.
—Incendium. —Coloca las manos en el piso, un círculo mágico aparece
bajo ella.
Llamas ascienden de la
nada bajo el cadáver del jugador cuatro, el fuego lo cubrió por completo en
forma muy acelerada, fue cuestión de un minuto para que se convirtiera en cenizas.
Marianne se colocó de pie nuevamente, se acercó a las cenizas; las cuales
estaban dispersas y mezcladas con el polvo, entre los escombros del templo.
—Pulvis es et in pulverem.
Las cenizas de Ian se
elevaron por los aires, formando una forma circular, la cual inmediatamente
empezó a cubrirse con una capa de hielo hasta convertirse en una bola de
cristal; la cual poseía en su interior las cenizas. La bola de cristal se
dirigió hacia la bruja, deteniéndose hasta posarse en sus manos.
—Creo que ya podemos
marcharnos. —Dijo Marianne.
Beowulf hizo caso omiso a
las palabras de la bruja, estaba distraído; leía cada palabra que se encontraba
en las paredes que aún quedaban de pie. Todo era parte de una gran historia,
algunos textos estaban ilegibles, y otros estaban incompletos producto a la
batalla contra el demonio de fuego.
La historia era extensa,
una sola pared narraba incontables sucesos ocurridos durante la guerra entre
ángeles y renegados, aquellas palabras narraron la siguiente historia:
Han
pasado siglos desde ese fatídico día, donde la guerra del génesis dio inicio;
los guardianes de Dios contra aquellos ángeles cegados por la avaricia y el
poder. Ambos bandos alzaron sus armas en contra del otro.
Cientos
de ángeles fueron enviados al olvido, perdiendo sus vidas por un objetivo en
común, la supervivencia. Ese fue el día en el que descubrimos, que hasta los
ángeles pueden morir, sus existencias fueron eliminadas de nuestro plano
existencial.
Al
igual que la creación, transcurrieron siete días de guerra en el paraíso,
aquellos seres eran liderados por el ángel preferido de Dios, ese ángel que se
le prometió estar sentado toda la eternidad a lado de nuestro padre. Lucifer,
el portador de luz en el paraíso, fue quebrantado por
sus deseos y envidia, cegado por aquellos ideales, luchó en la batalla final
contra los siete ángeles guardianes.
Los
guardianes se enfrentaron valientemente, lastimosamente Lucifer estaba
corrompido por una entidad más fuerte que nosotros, aquella bestia que nació al
mismo tiempo que nuestro todo poderoso, el ser que fue destinado a vivir el
resto de sus días en esa cárcel; a la que Dios llamo infierno.
Seis de los siete ángeles perecieron en
batalla, Zophiel, el último ángel de la guardia a cargo de Dios, que aún seguía
de pie. Desterró a Lucifer con ayuda de su anillo de luz, a cambio entrego su
vida; fue enviado al infierno, a lado de Pyrón, el dueño original del
inframundo.
Esos textos fueron los
únicos que logro encontrar, para desgracia de Beowulf; las paredes hechas
escombros contenían mucho más texto sobre esa guerra de la cual nadie nunca había
hablado. Todo esto solo era una pequeña parte de la historia, Dios jamás habló
con él acerca de esto, todo esto solo hacia dudar al jugador. ¿Por qué ocultar
una guerra de esa magnitud? Textos antiguos solo mencionan la caída de Lucifer,
más sin embargo; jamás mencionan una guerra, y peor aún, nunca nadie habló
sobre el dueño original del infierno. ¿Pyrón? Ese nombre por alguna razón se le
hace familiar, está seguro que antes de morir escucho ser mencionado.
— ¿Sucede algo? —La bruja
se acercó al encapuchado, este hacia caso omiso a todas sus palabras, sabía que
algo andaba mal.
Beowulf continuaba en
silencio, tratando de recordar donde había escuchado ese nombre; tras varios
minutos en silencio, por fin lo recordó. Antes de morir a manos de Dimitri, ese
fue el día en que lo escucho; su hermano mayor hablaba consigo mismo, no, ese
día no hablaba solo, estaba tratando de convencer a su demonio de no
asesinarlo. Pyrón, el demonio sellado en el interior de su hermano, esa bestia
con la que lucharon hace unas horas, era él. El dueño original del inframundo.
—Maldición, necesito
averiguar más sobre esto. —Beowulf por fin había vuelto en sí, mira a su alrededor,
ahí estaba ella mirándolo fijamente esperando a que terminara.
— ¿Averiguar sobre qué?
El encapuchado cumpliría
su promesa de protegerla, sin embargo aún no confiaba en ella, temía que
intentase vengar a Ian; ahora es poderosa, una oponente digna de temer,
entregarle cualquier información que pudiese desequilibrar la balanza a su
favor; sería fatal para todos.
— ¿No confías en mí?
Puedo verlo en tu rostro, aun dudas de mí. —Marianne continuaba viéndolo,
esperando su respuesta; aunque obvia, necesaria.
—Tienes razón, no confió
en ti, tus sentimientos hacia Ian eran hasta cierto punto obsesivos; no importa
que hayas salvado mi vida, no puedo confiar en alguien como tú. ¿Cómo puedes
garantizarme que no intentaras atacarnos cuando tengas la oportunidad?
La bruja sostuvo
fuertemente la bola de cristal contra su pecho, deseaba tanto que todo esto
solo fuera un sueño; su amado se marchó, no fue decisión de nadie más que de él
mismo, aunque quisiera culpar a los hermanos por esto; no podía, todos fueron
víctimas de las circunstancias.
—No conozco la historia
completa, pero desde el momento en el que yo llegué para rescatarlos, he visto
como Dimitri perdió el control de su cuerpo; tú hiciste todo lo que estaba en
tus manos para detenerlo, y aunque me duela admitir, Ian se sacrificó para
salvarnos a todos; aun sabiendo como terminaría todo para él. —Inclino su
cabeza mientras observaba las cenizas de su amado en el interior de la bola de
cristal, el cabello rojizo cubrió su rostro; evitando de esta forma ver sus
lágrimas caer.
— ¿Qué intentas decirme?
—Lo que trato de decir
es. —abrazo con todas sus fuerzas la bola de cristal, era duro para ella
decirlo, porque esto significaría que aceptaría su muerte; que su amado se
marchó para siempre, y todo por salvarla. —No tengo ningún tipo de rencor con
ustedes, estoy consciente que casi atacó a Dimitri, sin embargo fue culpa del
momento, aun no había aclarado mi mente; es cierto; no confió en él, pero
confió en el hombre que defendió a Ian, aquel hombre que le fue confiado su
último deseo. Si tú me prometes que controlara su demonio, entonces te creeré.
El jugador número uno
miró por unos segundos a la bruja, su instinto hasta este momento no le ha
fallado, algo en su interior le susurraba confiar en ella; confiaría en
Marianne lo suficiente como para mantenerla de su lado, quizás podría ser de
utilidad para la investigación.
—Necesito que leas esto,
luego continuaremos la conversación. —Beowulf señalo el muro, seguido de un
suspiro.
Obedientemente, Marianne
se limpió las lágrimas e inmediatamente comenzó a leer con mucho cuidado cada
palabra inscrita en el muro, cada párrafo que leía parecía asombrarla más, esto
era como leer las paginas perdidas de la biblia; mostraba cuan parecidos somos
los humanos a los ángeles. Justo al final del último párrafo guardo silencio,
ahí estaba ese nombre.
— ¿Y? ¿Tienes alguna idea
de quien sea…? —Beowulf fue interrumpido por la bruja.
—Nuestra organización ha
investigado sobre la guerra que narra este templo, tenemos una rama
especializada en esto. Hemos viajado por todo el mundo, para descubrir sobre
esta guerra oculta para los humanos. —La sorpresa de la mujer no era por darse
cuenta sobre esto, más bien era por encontrar más texto que complete los
encontrados por la organización.
— ¿Estás diciendo que
tienen más sobre la guerra del génesis? —Beowulf se acercó a ella, asombrado
por las declaraciones.
—No solo de la guerra,
sino de mucho antes. Las dos entidades creadoras, para ser honesta, los humanos
siempre se han referido a Dios como el Alfa y el Omega; cuando en realidad esto
no se refiere a uno, sino a dos entidades totalmente distintas. —Entrelazaron
sus miradas.
— ¿Te refieres a Pyrón?
—El corazón de Beowulf latía rápidamente, estaba más que sorprendido.
—Exacto, ambos fueron las
primeras entidades en pisar nuestro plano existencial, nuestras investigaciones
por el mundo; nos llevaron a ciertos lugares ocultos muy lejos de la
civilización, donde narraban la historia acerca de esto. La primera batalla por
el control absoluto. —Tomó aire antes de continuar con su historia. —Pyrón y
Dios tenían ideales distintos sobre cómo crear la vida, mientras que uno
deseaba entregar libre albedrio, otro tenía en mente obediencia absoluta. Esto
llevo a una batalla tan intensa y feroz que casi se eliminan entre sí, por
suerte Dios salió victorioso y con las pocas fuerzas que le quedaban logró
crear el infierno, el lugar donde fue desterrado Pyrón.
— ¿Lo que dices es
cierto? —El cuerpo del jugador temblaba. — ¿Dónde se encuentra ahora Pyrón?
¿Continua en el infierno?
—Lamentablemente, después
de la guerra del génesis Satán y sus aliados lograron matarlo, o en este caso,
eliminar su existencia.
El encapuchado suspiro
hondo, todo esto era beneficioso para él, la organización de Ian no tiene idea
de la existencia de Pyrón; jamás imaginarían que continua con vida, quizás no
sea la esencia completa de aquella entidad, pero parte de su poder se alberga
en el interior de su hermano. Ahora solo necesita descubrir como llego tal
poder a manos de Anthony, ¿y cómo fue capaz de sellarlo en su hermano?
— ¿Por qué guardaste
silencio de la nada? —Marianne lo miraba curiosa.
—No es nada importante.
—Beowulf dio la vuelta, en dirección al portal. — ¿Nos vamos?
La mujer asintió con la
cabeza, siguió al encapuchado sin decir más, se colocaron frente al portal que
los llevaría fuera del lugar; hubo un intercambio de miradas antes de ponerse
en marcha. Una vez salgan del lugar, iniciara una batalla contra el tiempo;
estaban nerviosos al no tener idea sobre sus destinos. ¿Serán capaces de
contener a Anthony hasta la llegada de Dimitri? Estaban apostando todo al
jugador cero, pero ¿Qué sucedería si no logra controlar a su demonio? Quedará
encerrado para siempre en ese lugar y el mundo como lo conocemos se acabaría.
Beowulf estaba pensando
de más, eso no era bueno, debe confiar en su hermano y en su éxito. Respiro
hondo antes de marcharse, su mente debe estar tranquila.
— ¿Tu cabello quedara
rojo siempre? —Intenta romper la tensión que existía en el ambiente.
—Eso creo. —Respondió, Su
mirada decía mucho. En estos momentos deseaba estar callada, de luto por su
amado.
Ambos desaparecieron
finalmente del lugar.
Lugar desconocido.
26
de diciembre del 2026, 6:00 am
Dimitri había estado
inconsciente por varias horas desde su llegada, el frio en el ambiente lo hizo
despertar, su cuerpo estaba rodeado por una fría capa de nieve; lentamente sus
ojos se abrieron, dejándolo ver un panorama gélido. Arboles cubiertos con una capa
de nieve, rocas congeladas; el sol comenzaba a salir entre dos gigantescas
montañas blancas, los rayos del sol apenas alumbraban este bosque.
Se pone de pie
inmediatamente, su ropa definitivamente no era para soportar estas
temperaturas; su cuerpo estaba frio, pero no congelado, en su interior sabia el
porqué. Su demonio de fuego mantenía su temperatura corporal cálida, o al menos
lo suficiente como para no morir de hipotermia.
Estaba en el lugar
indicado, según su hermano en este sitio encontraría la forma para controlar el
poder de su demonio, así como Anthony, con total libertad. Ahora necesita
movilizarse, encontrar eso que le facilite acceder al poder; no tiene idea de
cómo hacerlo; sin embargo necesita hacerlo por el bien de todos, por el bien de
Nathalia.
Un búho de color café, se
posó sobre una de las ramas del árbol frente al joven, estaba mirándolo
fijamente sin perderlo de vista; poseía una mirada extraña, sus ojos eran
amarillos, su mirada demostraba curiosidad; era como si intentara decirle algo.
Pasos se escucharon en lo profundo del bosque, algo se acercaba al jugador
cero; eran pasos ligeros, como si se tratara de un ciervo, o un pequeño y
delgado humano.
— ¿Quién anda ahí?
—Dimitri se preparó para lo que fuera.
Los pasos se acallaron
unos segundos, como si se hubiera detenido, algo estaba ocultándose entre los
árboles, esperando el momento adecuado para atacar. Nuevamente se escucha el
sonido de los pasos, pero esta vez parecía como si corriese alrededor de él,
inspeccionándolo; analizando cada parte de él.
Una bestia con dientes
gigantes, garras afiladas en cada pata, parecido a un puma se abalanzó contra
el joven; sus ojos color plateado resplandecieron antes de llegar a su presa,
era más grande que cualquier animal que haya visto, quizás fue obra de su
imaginación; pero logró observar como su pelaje blanco se endureció como si
fueran cientos de púas en todo su cuerpo.
Dimitri logró esquivar su
envestida con dificultad, sus movimientos eran lentos y torpes gracias a la
nieve, estaba en una clara desventaja contra la bestia. El cuerpo de la
criatura se giró hacia él inmediatamente, lanzando zarpazos de un lado a otro,
intentando cortarlo; milagrosamente, el búho que observaba al joven voló a su
rescate; se transformó en una ave gigantesca, ojos saltones, venas rojas en su
cuerpo, el pico lleno de afilados dientes, y dos cuernos que sobresalían sobre
su cabeza. El ave dejo salir un chillido que hizo retroceder a la extraña
bestia que atacaba al jugador; rugió una vez más antes de correr al interior
del bosque.
— ¿Te encuentras bien,
Dimitri? —La voz de una mujer se escuchó a espaldas del joven.
El búho regreso a la
normalidad, voló en dirección contraria a la bestia para posarse en el hombro
de la mujer que observaba a Dimitri; con una mirada cálida, pero a la vez llena
de preocupación.
— ¿Quién eres tú?
—Preguntó el joven, mientras observaba detenidamente a la mujer.
Ahí estaba frente a él
una mujer de tez morena, cabellera negra, con la cual cubría su ojo derecho con
un fleco de lado, el ojo descubierto era de color café claro; a pesar de no
tener rasgos únicos o diferentes al resto, se podría decir que su belleza
radicaba en esa luz en su rostro, cálido y completamente ameno. Usaba un
vestido negro con blanco, tan largo que arrastraba en la nieve, mangas largas
que cubrían hasta un poco más de la mitad de su manos, las partes blancas del
vestido estaban adornadas con dibujos de rosas negras; dicho atuendo traía una
capucha negra por el exterior y blanca en el interior. En su cuello se
observaba un collar de tela negra con tres pequeñas cruces doradas colgando.
La extraña mujer dio tres
pasos hacia delante, miró fijamente al joven mientras le arrojaba una pulsera
de plata, la cual tenía grabado “Memento
mori”.
A Dimitri le parecía
familiar esa extraña mujer, más sin embargo no recordaba haberla visto, hasta
que vio aquella pulsera entre la nieve; había recordado su viaje a Japón, y el
encuentro con ella. Se culpaba de lo olvidadizo que ha sido, gran parte de la
culpa fue gracias a los sucesos ocurridos en dicho país, que dejaron en segundo
plano todo esto.
— ¿Cómo encontraste la
pulsera? Pensé que se había destruido en mi pelea en Japón. —Estaba asombrado,
cada segundo que pasaba, su cabeza se llenaba de más y más preguntas, con
respecto a ella.
—Veo que aún no me
recuerdas. —Extendió su brazo para que el ave se posara entre sus dedos. —Pensé que me recordarías, después de todo,
tenemos un pasado.
El joven de cabello
blanco estaba confundido, aunque intentara recordarla, todo intento era inútil;
ella era parte de su pasado, de aquel pasado que aún no logra recordar, cuando
los días parecían no importar.
—Ya veo, aun no recuperas
todas tus memorias. —La mujer acariciaba al búho, había desviado su mirada del
joven.
—Lo lamento, tu cara no
me es familiar. La primera vez que nos encontramos fue en Japón, otros
encuentros, no lo recuerdo. —Tomó la pulsera de entre la nieve, e
inmediatamente se puso de pie.
—A pesar de los años,
supongo que continuare cuidando de ti. —Una sonrisa se dibujó en el rostro.
— ¿Qué significa eso?
El jugador cero estaba
frustrado, pensó que no sería importante recordar más allá de los días, cuando
obtuvo sus poderes; para él era más que suficiente recordar el día en que
conoció a Nathalia y de cómo su vida se vino abajo gracias a Phillips y
Anthony. Sin embargo esto cambiaba un poco las cosas, en su interior rebosaba
de curiosidad por conocer la identidad de la mujer, y de cómo se conocieron.
—Lo que trato de decir es
que conozco por qué estás en este lugar, también conozco tu situación actual,
tu amnesia y tú objetivo para detener el plan de Anthony. —El búho alzo el
vuelo por encima de ambos y desapareció entre los arboles del bosque nevado.
— ¿Cómo? Es decir… ¿Quién
eres tú? —Dimitri la miraba detenidamente, de arriba hacia abajo, toda ella era
un gran misterio.
—No tenemos mucho tiempo,
para desperdiciarlo en charlar, es mejor que hagamos esto rápido. —Aquella
mujer se paró a centímetros del jugador, estaba tan cerca que ambos podían sentir
la respiración del otro.
— ¿Qué haces? —Intento
retroceder unos pasos, sin embargo fue inútil, cada paso que daba, ella lo
seguía.
—Coloca la pulsera en tu
muñeca, no preguntes nada. —Ambos entrelazaron miradas, la mujer no parecía
estar bromeando.
Hizo caso a la orden sin
decir replicar, esta vez sentía diferente la pulsera, era como si estuviera
apretando su muñeca, estaba ardiendo como el mismo infierno; Dimitri intento
quitársela de inmediato, sin embargo todo intento fue inútil; ahora la pulsera
se ha unido a él como si fuera parte de su cuerpo. Las palabras inscritas en
dicho objeto mostraron una luz similar a la observada cuando se forja en fuego
las espadas.
— ¿Qué sucede? —Dimitri
trataba de ahogar sus gritos de dolor, intentaba quitarse la pulsera
desesperadamente.
—Es inútil, todo esfuerzo
por separarte de ella, pero no te preocupes por eso; esto es lo que has estado
buscando. —Continuaba mirándolo fijamente a los ojos, acto seguido, dirigió su
mano derecha a una de las cruces doradas que colgaban de su collar, para
después arrancarla. —Cierra los ojos, olvida todo problema por unos instantes y
concéntrate en recordar lo sucedido después de obtener tus poderes. —Le entrego
en su mano izquierda la cruz dorada, que de inmediato reaccionó en un destello
que hizo resonancia con su anillo demoniaco.
—Todo esto es tan
repentino, en realidad no tengo tiempo para esto. —El jugador se negaba a
cooperar.
La mujer acerco su rostro
lo suficientemente cerca, para susurrarle al oído; las palabras eran inentendibles
para al joven, pero de igual manera surgieron efectos al escucharlas. Estaba
inmóvil, sus ojos quedaron en blanco, quizás su cuerpo seguía en el lugar, pero
su mente se había separado de él; era como ver un capullo vacío.
Isla Poveglia, Italia.
26
de diciembre del 2026. 2:30 am
Las olas generadas por
los fuertes vientos helados de la madrugada golpeaban violentamente contra las
orillas de la isla, todo estaba oscuro, con dificultad se podía observar más
allá de sus propias narices. Beowulf y Marianne habían sido transportados a
este lugar gracias al portal.
— ¿Dónde estamos?
—Pregunto la mujer.
Se podían escuchar
pequeños animales corriendo de un lugar a otro, los murciélagos volaban
libremente sin preocupación alguna. Toda la isla estaba bañada por la oscuridad
de la noche, dándole un aire misterioso; pero sobre todo, aterrador.
—Isla Poveglia, hice que
nos transportara a este lugar. —El encapuchado aparece su tesoro divino en su
mano derecha, a continuación genera un brillo dorado, el cual ilumina su
alrededor en un radio de cinco metros.
— ¿Por qué? —Estaba
confusa, lo miraba curiosa, esperando una respuesta que despeje sus dudas.
El jugador se dirigió al
centro de la isla, alejándose lo más que pueda del mar. —Necesito que me ayudes
con algo, sígueme —Continuo su recorrido sin decir más, no miro a la mujer, con
la esperanza de que lo siguiera sin decir más; todo sería explicado en su
momento.
— ¿Si te sigo, recibiré
respuestas? —Permaneció inmóvil por un momento, mientras observaba como se
alejaba de ella; estaba decidida a no seguir con alguien en quien no confiase.
—Recibirías más que eso,
si me sigues podrás quitarte la venda de tus ojos. —Se había alejado demasiado
de la bruja, la luz estaba desapareciendo entre los árboles.
Ciertamente las palabras
de Beowulf habían plantado duda, no entendía a que se refería, pero ahora deseaba
conocer donde se dirigía. Corrió hacia el encapuchado alcanzándolo de
inmediato, el resplandor emitido por su espada la guio en su dirección.
Han caminado por más de
diez minutos, las vestimentas de ambos estaban en muy mal estado por la pelea
en el templo, sus cuerpos está helándose; los fuertes vientos traídos del mar
juegan en su contra. Marianne se preguntaba cuando llegarían a su destino,
empezaba a impacientarse.
La luz emitida por la
espada irradiaba el lugar, gracias a esto la bruja observo frente a ellos un
edificio en mal estado, viejo, descuidado; a simple vista se podía observar
cómo los años habían hecho destrozos. En la entrada del lugar se observaba un
letrero el cual ponía: Hospital
Psiquiátrico.
— ¿Qué hacemos en un
lugar como este? —La mujer estaba asustada, el edificio, no, toda la isla
emitida una aura tenebrosa.
—No temas, necesito que
entres conmigo, he ocultado algo en este lugar. —El rostro de Beowulf
demostraba tranquilidad.
—Esto es mala idea, el
espíritu en mi interior me advierte. No es sensato entrar. —Retrocedió algunos
pasos, su cuerpo temblaba.
—Estas junto a mí, no hay
nada de qué preocuparse, Abbadon está con nosotros. —El jugador extendió su
mano en dirección a la mujer, para mostrarle el anillo. La gema roja brillo, haciéndose
notar la presencia del demonio.
Ya estaban en este lugar,
y hace unos momentos había hablado sobre la confianza entre ellos, seria
hipócrita el no confiar en el encapuchado; Marianne tomo aire, a continuación
vacío sus pulmones en un solo suspiro, debía dejar de estar aterrada; había
luchado contra un demonio mucho más poderoso, más sin embargo esto no era
consolación. Después de todo actuó sin pensar en el templo, peleo para salvar a
Ian; esa fue la única excusa que necesitó para no temer a su adversario. Sin
embargo en esta ocasión no tenía por quien ser valiente. Su mente estaba
acatando a su razonamiento, y claramente continuar en esta isla era una mala
idea.
—La isla de los horrores,
es otra forma de llamar a este lugar. —Continuó hablando Beowulf mientras
intercambio miradas con Marianne. —Es un buen lugar donde ocultar algo, nadie
se atreve a poner un pie sobre la isla. —Extendió su mano hacia la mujer,
esperando que ella accediera a seguir con él.
—Si acepto continuar
adelante, ¿me prometes confiar en mí? No habrá más secretos entre nosotros,
desde ahora en adelante seremos compañeros hasta que Anthony caiga.
—Lo prometo.
Marianne colocó su mano
sobre la del jugador y, aunque sabía que esto era una mala idea, continuó
adelante, se adentró en el edificio abandonado. Quizás en estos momentos
desconfían entre ellos, pero algo era claro, si desean sobrevivir a lo que está
por venir; deberán pelear juntos, confiar en las habilidades y decisiones del
otro. Será difícil, más no imposible.
Por fin entraron al
edificio, la luz de la espada emanaba destellos dorados, en los pasillos por
los que caminaban; los espíritus que rondaban por el lugar no se hicieron
esperar, puertas cerrarse con fuerza, objetos rompiéndose, sonidos guturales,
llantos de niños, gritos de auxilio. Todo reunido en un solo lugar, esto no era
acto para personas comunes; las personas que no tuviesen contacto con alguna
fuerza sobrenatural serian fácilmente poseídas u orientadas al suicidio.
La mujer sostenía
fuertemente la mano de Beowulf, a pesar de que ahora poseía magia, aún conservaba
la parte humana dentro de sí; todo esto la aterraba, cada paso que daban se
podía sentir como se acercaban más a ellos, e inclusive sentía como respiraban
a sus espaldas. A medida se acercaban al final del pasillo en la segunda
planta, se escuchaban los espíritus maldiciéndolos y, en ocasiones llamándola
por su nombre o degradándola verbalmente
Estaban frente una
puerta de madera, pomo dorado, adornada con dibujos; que parecían hechos por
niños. Al lado de la puerta, en la esquina de la pared se lee un pequeño
letrero el cual ponía: Sala de Robert
Thompson, entrar con precaución.
El jugador se
apresuró a tomar el pomo de la puerta, antes que pudiera girarlo; un grito hace
estruendo dentro de la habitación. — ¡Largo!
—Se escuchaban golpes, cosas siendo arrojadas contra la pared, las ventanas
abriéndose y cerrando.
—Haz lo honores
Abbadon. —Beowulf colocó la mano donde poseía el anillo demoniaco, sobre la
puerta.
El anillo emitió
un resplandor dorado, los espíritus que estaban rodeando a los humanos se
alejaron de inmediato, y aquellos que no se habían marchado, tomaron forma
física e inmediatamente se inclinaron ante el anillo.
—Mi nombre es
Abbadon uno de los demonios más poderosos a servicio de nuestro señor Satanás.
—La voz del demonio acompañante del encapuchado hizo eco en todo el hospital,
todos; incluyendo Marianne, pudo escuchar su voz. —Abre la puerta de inmediato,
es una orden.
La puerta se abrió
de inmediato, los gritos y todo aquello que se escuchaba desde el momento que
entraron al lugar había cesado, todos los fantasmas guardaban respeto al
demonio. Ninguno se atrevió a levantarse de su lugar, continuaban inclinados
esperando órdenes.
—Lamento lo
sucedido, pero usted me dio la orden de cuidar los cráneos de cualquiera que
deseara entrar. —La voz en la habitación jamás tomó forma, estaba tan asustada
del anillo de Beowulf que prefirió permanecer de esta manera.
—Haz hecho un buen
trabajo, informare a mi señor sobre ti. —Abbadon intentaba no reír.
Todos los
fantasmas en esta isla son fáciles de manipular para un demonio como él. Quizás
el mundo no conozca la verdad, pero todos aquellos espíritus que están
atrapados en la tierra jamás pueden irse al cielo, y mucho menos al infierno.
Su momento de ser juzgados se pierde, y al no decidir donde serán mandados,
quedan en un limbo entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. No
importa si liberan sus almas, y los obligan a descansar en paz; su destino
será, el purgatorio.
— ¿Dónde están los
cráneos? —Beowulf interrumpió a su demonio.
—En el mismo lugar
que fue guardado la última vez. —Respondió el fantasma con un tono indiferente.
La bruja
continuaba en silencio, estaba asombrada al ver cuánto respeto imponía el
demonio en el anillo, todos los espíritus se inclinaron o huyeron con solo
escucharlo; debía poner atención a todo de aquí en adelante, quizás conocer un
poco más del anillo demoniaco le sea de gran ayuda en un futuro. Su amo jamás
hablo sobre su demonio acompañante, era muy reservado sobre ese tema, todos en
la organización saben casi nada acerca de esos artefactos.
Beowulf se acercó
a la ventana de la habitación, acto seguido se colocó de rodillas para mover
una madera del piso que estaba semi destruida. Ahí estaba lo que había venido a
buscar, entre medio de polvo, cubiertas con una sábana blanca dentro de un
maletín.
—Te agradezco por
cuidarlas, Robert. —Dijo el jugador, mientras tomaba el maletín.
No recibió
respuesta del fantasma, solo respondía a su demonio acompañante. Colocó el
maletín en el piso y, con mucho cuidado saco los siete cráneos de cristal que
estaban cubiertos por una manta.
— ¿Qué intentas
hacer con esto? —La bruja observaba detenidamente los cráneos.
—Necesito tu
ayuda, si mi intuición fue acertada, creo que tenemos algo bueno.
—Esos cráneos son
falsos, Ian decidió pasar del tema, nuestra gente se infiltro en el lugar donde
era resguardados; fueron robados y analizados en su defecto. Todas las pruebas
apuntaban a que eran falsos, no había nada impresionante o real en esto.
La luz de luna que
entraba por la ventana hasta alumbrar el rostro de Beowulf, ayudo para mostrar
la sonrisa que se había dibujado en él. Parecía estar emocionado al escuchar
aquellas palabras.
—Quizás las
pruebas científicas no son lo que se necesita para averiguar su autenticidad.
—El jugador tomó uno de los cráneos del piso, a continuación se lo entregó a la
mujer con mucho cuidado.
—No entiendo.
¿Para qué me entregas esto? —La luz de luna reflejaba en el cráneo de cristal,
se veía como todo un tesoro.
—Quiero que uses
tu magia para ver a quienes les pertenecían estos cráneos.
Se colocó de
rodillas sobre el piso, dejó a un lado la bola de cristal, la cual tenía en su
interior las cenizas de su amado. Observaba con detenidamente el cráneo, estaba
escéptica ante las palabras de Beowulf, anteriormente habían hecho las pruebas
necesarias; sin embargo esta vez poseía algo que no tenía en aquel entonces,
magia.
—Lo haré, tengo
curiosidad. —Intercambio miradas con el encapuchado. — ¿Y si resulta que tienes
razón? ¿Crees que te gusta la respuesta?
—Antes de
encontrar las inscripciones en el templo, encontré un texto grabado en rocas,
que me hizo pensar. —Continuaba viéndola directo a los ojos. —Sé que Dios
intenta ocultarle al mundo algo, pero no sabía que, hasta hace poco. —Se acercó
a ella. —Quiero saber acerca de la guerra entre los ángeles, y la verdad sobre
la otra entidad creadora.
La bruja vio a
través de los ojos de Beowulf, estaba siendo sincero con ella, por alguna razón
se veía desesperado por saber la verdad sobre la guerra; quizás esto no era
importante para ella o para la organización, pero su nuevo compañero necesitaba
su ayuda y; aunque no tenga ningún tipo de obligación, desea ayudarle.
—Desde ahora no
hay secretos, ¿lo recuerdas? —Sonrió ligeramente a Beowulf.
—Cuando termines
te contare todo.
Las runas
aparecieron nuevamente en sus manos, colocó el cráneo junto con los otros en el
piso, de inmediato colocó sus manos en el aire por encima de los siete objetos
de cristal. Sus ojos quedaron en blanco, las marcas en sus manos brillaron;
mientras se observa como estaba entrando en trance. El encapuchado guardo
distancia, esperando no estorbar.
—Memoria Praeteritorum —Los cráneos y sus
runas brillaron al unísono, iluminando la habitación unos breves momentos.
Castillo Aldridge.
26 de diciembre del 2026, 9:00 am
Han pasado dos
días desde la llegada de Nathalia al castillo, había estado al borde de la
muerte, si no hubiera sido auxiliada a tiempo hubiera sido el final. No abrió
los ojos durante todo este tiempo, parecía que jamás lo haría; su piel había
vuelto a tomar un poco de color, sus mejillas estaban coloradas nuevamente, lo
peor ya pasó.
Nathalia
finalmente abre los ojos, se encuentra reposando en una cama gigantesca, con
sábanas blancas del mismo color que las paredes de la habitación; en una
esquina se observa una ventana abierta, los rayos del sol entraban por ella.
Toda aquella nieve que casi acaba con su vida estaba derritiéndose, apenas
había rastros de la tormenta nevada que hubo la noche pasada.
La joven estaba
confundida, no recuerda haber sido rescatada por alguien, sus últimos recuerdos
fueron los de ella muriendo lentamente; rodeada de nieve, con su cuerpo tan
helado como un bloque de hielo. Se levanta de la cama, observa la vestimenta
que traía puesto, era un camisón blanco, casi transparente; era como ver a una
princesa.
— ¿Dónde estoy?
—Habló para ella misma en un susurro.
Se acercó
lentamente hacia un mueble de madera, el cual poseía un espejo; sus pasos eran
lentos, aun no estaba del todo despierta. Asoma su rostro al espejo, no observa
nada fuera de lo normal, es más, parecía que mientras dormía alguien se había
hecho cargo de ella; estaba impecable, como si no se hubiera acabado de
levantar.
—Me alegra verla despierta,
señorita Williams.
Una joven de
apariencia no mayor a ella, ha entrado por la puerta sin hacer ruido alguno; su
cabello era rubio, casi anaranjado, tenía una pequeña trenza de lado izquierdo,
sus labios eran pequeños, rosados. Traía puesto un vestido largo hasta los
pies, que ocultaba muy bien su cuerpo, más sin embargo resaltaba más su figura.
Su vestimenta de color café hacia una perfecta combinación con su tez blanca,
casi pálida, sus ojos de color marrón, y una mirada perdida, haciendo contraste
con esa sonrisa obviamente falsa, como si la obligasen a ser feliz.
— ¿Quién eres?
—Retrocedió unos pasos.
La joven rubia se
acercó sin miedo alguno a Nathalia, al parecer estaba frente a la que cuido
todo este tiempo de ella. Abrió un cajón del mueble; ahí estaba, el collar con
el cual había despertado en el hospital antes de su encuentro con Dios.
—Eso es mío,
devuélvemelo. —Sin pensarlo se abalanza contra la joven rubia, toma de
inmediato su collar.
—Lo lamento, ha
estado dormida todo este tiempo, que no ha estado al tanto de las cosas. Mi
nombre es Joyce, fui designada por la señorita Aldridge para su cuidado, no
intento robarle nada, simplemente me han ordenado vestirla adecuadamente y
guiarla a la capilla. —Hizo una reverencia.
— ¿Quién es la señorita
Aldridge? —Nathalia comienza a tranquilizarse.
—Si me permite
vestirla y prepararla, la guiare hacia ella. —continuaba con la reverencia,
esperando a que aceptara la ayuda que le brindaba.
La dueña del
anillo de luz por fin había despertado por completo, se colocó el collar nuevamente
alrededor del cuello, miró detenidamente a Joyce; estaba analizándola de
arriba, abajo. Después de unos segundos, acepto la propuesta.
—Está bien, iré
contigo. —Se acercó a la joven, que continuaba inmóvil en posición de
reverencia. —Pero puedo vestirme sola, no necesito tu ayuda.
La joven miró
sorprendida a Nathalia y, haciendo nuevamente la reverencia se opuso de la
forma más educada que le fue posible.
—Temo negarme de
esta forma a sus deseos, señorita Williams, pero mi señora me ha dado una
orden, yo seré la encargada de vestirla y peinarla. —Miro de reojo a Nathalia
que estaba callada, sin decir nada.
Nathalia siempre
tuvo sirvientes y niñeras que la vestían cuando era pequeña, aunque jamás
estuvo de acuerdo en ello. Para acabar con esta conversación que no llegaba a
ningún lado, hace un ademan con la cabeza, indicándole de esta forma que acepta
su ayuda.
Antes que pudieran
empezar, son interrumpidos por un sonido un poco peculiar, ambas dirigieron sus
miradas a la ventana. Un búho estaba inmóvil, observándolas con esos enormes
ojos amarillos; Joyce corrió a la ventana para alejar al animal, que de
inmediato se hecho a volar.
—Lamento la
interrupción, ahora si es tan amable, ¿podría tomar asiento? —La joven le
sonrió mientras se acercó nuevamente a ella.
Nathalia obedeció
a su petición de inmediato, tomó asiento frente al espejo, en una silla de
madera acolchonada y decorada con finos diamantes en los costados de la misma.
La joven sirvienta cogió el cepillo que estaba frente a ellas, acto seguido
comenzó a deslizarlo suavemente por el cabello de la invitada.
Un viento frio
entro por la habitación haciendo temblar a Nathalia, que aún no se acostumbra a
este clima. Estaba esperando a que terminara con su cabello, esto le dio tiempo
de sobra para estudiar su situación, en estos momentos necesita averiguar en
qué lugar se encuentra; pero antes debe hablar con la señorita Aldridge,
después de todo ella fue tan amable de hospedarla en su castillo; es lo menos
que puede hacer.
— ¿Llevas mucho
tiempo trabajando en este lugar? —Intentaba conversar con la sirvienta, tratar
de averiguar un poco sobre este lugar.
—No, solo dos
meses. —La joven agacho la mirada, de repente su rostro cambio de expresión,
estaba nerviosa.
— ¿Sucede algo?
—Intento disculparse mientras continuaba viendo el rostro de la joven a través
del espejo. —Lamento si dije algo que no debía.
—No se preocupe,
estoy bien. —Sonrió forzadamente.
Ambas guardaron
silencio, algo andaba mal, Nathalia pensó que era mejor no decir más. La joven
sirvienta había acabado de cepillar su cabello, de inmediato se dirigió rumbo
al armario de madera, abrió ambas puertas y tomó un hermoso vestido blanco
decorado con un listón rojo en el área de la cintura.
—Por favor
colóquese de pie. —Joyce dejo cuidadosamente el vestido sobre la cama mientras
desviste a Nathalia.
El rostro de la sirvienta
había causado muchas dudas en ella, tenía claro que no debía inmiscuirse en
problemas ajenos, pero es parte de su naturaleza tratar de ayudar a las
personas. Estaba completamente segura que no diría nada si se lo preguntase
directamente, así que intentara sacar información sin que ella este consiente
de lo que hace.
— ¿Es duro
trabajar en el castillo? —Estaba en ropa interior, esperando a ser vestida; su
cuerpo estaba temblando por el frio.
Ambas jóvenes se
miraron directo a los ojos, Nathalia mostraba una mirada curiosa, como si
quisiera obtener todas las respuestas con solo verla; por el otro lado, Joyce
mostraba temor, tristeza.
—Las mujeres no
suelen durar mucho, cada cierto tiempo buscan nuevas mujeres para que trabajen
en el castillo. —No dijo más, su rostro demostraba como se mordía la lengua,
intentando no decir más.
— ¿Estas en contra
de tu volun…?
—Por favor alce
los brazos, le colocare el vestido. —La joven interrumpió a Nathalia, era obvio
que la conversación había acabado. Es lo más que podría obtener de ella.
Por fin había
terminado de vestir a la invitada. El vestido lucia espectacular en ella, era
tan largo hasta tocar el piso, blanco como un copo de nieve; resaltaba las
caderas y su busto, además dejaba al descubierto sus hombros. Era como si
hubiese sido creado a la medida, una obra de arte hecha de seda.
—Es un hermoso
vestido. ¿Segura que puedo usarlo? —Se miró al espejo, estaba asombrada.
—La señorita
Aldridge le regalo uno de sus vestidos, me alegra que le quedara a la medida,
estaba un poco nerviosa al desconocer si seria de su talla. —Joyce tenía su
mirada agachada.
Nathalia no paraba
de mirarse, hacía mucho tiempo que no experimentaba este sentimiento, no
recuerda la última vez que le gusto lo que veía a través del espejo; últimamente
evitaba mirarse en cualquier objeto reflejante, porque siempre era lo mismo,
solo miraba dolor, tristeza y extintas ganas de vivir.
Nathalia había
dormido por dos días, por fin recuerda a los hermanos Crow, su razón para
seguir adelante. Como si un rayo impactara contra ella, lo recordó, estaba
perdiendo el tiempo en este castillo; tiene una misión que cumplir, debe
encontrar la manera para regresar a ese lugar donde vio a Dios y a su ángel.
—Disculpa que sea
maleducada, pero ¿me podrías llevar con la señorita Aldridge? —Intentaba darse
prisa, solo llegaría con ella, daría sus apropiados agradecimientos y se
marcharía de inmediato.
Joyce asintió con
su cabeza e inmediato se dirigió a abrir la puerta. —Por favor, sígame. —Ambas
salieron de la habitación lo más rápido que les fue posible.
El castillo estaba
cálido, los pasillos estaban iluminados con candelabros en las paredes, el piso
estaba alfombrado de color rojo. Al final se observa una puerta de madera con
un símbolo de cruz victoriana, al otro lado de ella se escuchan las risas de
personas, parecían pasársela bien.
La puerta es
abierta por la sirviente e inmediatamente se deja ver un gran salón blanco con
alfombra roja, sofás de color blanco situados en diferentes partes del salón,
sobre ellos se encuentran hombres vestidos de traje, muy elegantes como era de
imaginarse; para cada hombre habían dos mujeres, las cuales estaban a su lado;
todas vestían únicamente corsets, ropa interior y sobre sus rostros un antifaz
negro con tonos dorados. Todas complacían los pedidos de sus invitados designados,
muchas los hacían sentir satisfechos besándolos y dejándose tocar, o algunas se
besaban entre sí para espectáculo y, de esta forma alimentar el morbo.
En medio del salón
se encontraba una mesa redonda, cubierta por un mantel blanco, sobre ella
docenas de botellas de vino y copas de cristal; una mujer de tez blanca, rubia
e igualmente vestida solamente con un corsets era la encargada de abastecer las
copas de sus invitados.
—Por favor sigamos
adelante, no tomé importancia a su alrededor. —La joven sirvienta intento no
mostrar su rostro a Nathalia, continuo caminando.
Ambas jóvenes
dieron un paso adelante, entraron al salón e inmediatamente y, por una extraña
razón todas las mujeres detuvieron sus acciones; sin importar que estuvieran
haciendo e hicieron una reverencia a Nathalia como símbolo de respeto; no
despegaban su vista de ella, estaban en silencio, observando cada paso que
daba.
— ¿Qué sucede?
—Nathalia empezaba a comprender porque Joyce se comportaba de esa forma, estaba
muy segura de que ha sido obligada a ser una más de esas mujeres con antifaz.
Ahora, esta situación estaba incomodándola, aceleró su paso lo más que pudo;
quería evitar a toda costa que continuaran observándola tan furtivamente. —
¿Joyce, porque me miran?
La joven hizo caso
omiso, continuo caminando con la mirada baja; abrió una de las dos puertas que
se encontraban en el salón y, espero a que su invitada saliera junto con ella
para volver a cerrar.
Estaban nuevamente
en otro pasillo iluminado con candelabros en las paredes. A medida continuaban
su recorrido, el ambiente comenzaba a tornarse frio. El vestido de Nathalia era
hermoso sin duda alguno, sin embargo no era el adecuado para este clima.
Caminaron durante
varios minutos, pasaron de largo docenas de puertas por su recorrido, este
lugar poseía muchas habitaciones, en algunas no se escuchaba sonido y, en otros
casos se escuchaban mujeres gimiendo de placer. Definitivamente no era lugar
para Nathalia, sentía cierto repelús con tan solo estar ahí; ahora más que nada
necesitaba largarse del lugar y, si fuera posible, se llevaría consigo a Joyce.
Llegaron a su
destino, la sirvienta se detuvo frente a una enorme puerta doble, el arco de la
puerta era circular, un diseño muy extravagante, las orillas estaban decoradas
con pequeñas piezas de oro y entremedio de ambas puertas; una cruz victoriana
como decoración.
Sin más tiempo que
perder, Joyce abrió ambas puertas dividiendo por la mitad aquella cruz dorada;
un leve viento frio entro al lugar, frente a ellas se encontraba un hermoso
paisaje. Habían llegado a uno de los jardines dentro del castillo, rosas de
todos los colores jamás imaginados, había flores que no tenían idea que
existían.
—Que hermoso.
—Nathalia se acercó a las rosas violetas, se colocó de rodillas e intento oler
el perfume que desprendían. —No tenía idea que fuesen a existir rosas tan
hermosas. —Le regalo una sonrisa a la joven sirvienta. —Es muy extraño, están
tan radiantes como si estuviéramos en primavera.
—Ya casi llegamos.
—Estaba cortante, no parece tener interés en mantener conversación con ella.
—Por aquí.
Se puso de pie
nuevamente, sin decir más la siguió a donde fuese que la llevase; a medida
caminaba por el jardín observó una pequeña capilla de roble, una puerta doble
de madera que tenían grabado en ambos lados palabras en latín; arriba, en el
techo de la capilla se observaba una cruz.
—Hemos llegado.
—Joyce se detuvo frente a la puerta, miró de reojo a Nathalia.
La puerta se
abrió, en el interior de la capilla todo era normal como cualquier otra,
asientos comunales hechos de madera, velas frente a pinturas de santos, una
alfombra que recorría el pasillo del medio hasta llegar a un pedestal hecho
igualmente de roble, el cual era cubierto con un mantel blanco con el dibujo de
una cruz alada; al fondo de la capilla, elevado sobre la altura de la cabeza
estaba una estatua de Jesús crucificado.
Ahí estaba ella,
de espaldas, arrodillada frente a la estatua, rezando con un crucifijo entre
las manos. Cabello ondulado, color castaño claro, un vestido idéntico al usado
por Nathalia con la única diferencia de que este era negro.
—Gracias por guiar
a nuestra invitada, puedes retirarte. —No volteó, continuaba de rodillas.
—Con su permiso
señorita. —Sus palabras eran ley, Joyce estaba a punto de retirarse cuando la
escucho nuevamente.
—Hoy necesito de
tu presencia en mi habitación, no tardes. —La voz de la señorita Aldridge era
tan cálida y despreocupada a la vez.
El rostro de Joyce
cambio drásticamente, le fue imposible ocultar sus lágrimas, en su mirada se
veía lo destrozada que estaba por dentro, se tardó unos segundos en contestar,
tenía un nudo en la garganta.
—Si… si señorita
Aldridge… con… —gimoteo un poco antes de continuar. —con su permiso.
Las puertas de la
capilla se cerraron, estaban a solas, la misteriosa e intimidante dueña del
castillo estaba frente a Nathalia; su cuerpo estaba temblando, una parte de
ella gritaba por ayuda, mientras la otra parte le sugería correr; de cualquier
modo, debía salir de ahí.
—Tú debes ser
Nathalia, me alegra por fin conocernos. —Se puso de pie. —Mi nombre es Kathleen
Aldridge. —Giró su cuerpo para mostrarle una gentil sonrisa.
Nathalia estaba
inmutada, inmóvil, no podía creer lo que estaba viendo; tenía diferentes sentimientos
y sensaciones combinadas. Estaba confundida, no tenía claro como proseguir. Era
como verse a un espejo, era idéntica, los ojos, la nariz, los labios; toda ella
era una copia exacta.
Estados unidos,
Manhattan.
23 de abril del 2019, 6:00 pm
Han pasado dos
años desde la última vez que ha visto a las dos personas que más ama en este
mundo; en este tiempo ha viajado por todo el país intentando alejarse lo más
que puede de ellos, por su seguridad. No es más que un vagabundo, su única
manera de sobrevivir un día más es robando comida en las tiendas o
supermercados; mendigaba para mantenerse en constante movimiento, necesitaba
reunir el dinero suficiente para un pasaje de autobús.
Estos años no han
sido en absoluto fácil para él, pero entiende que lo hace para no involucrar a
nadie en esto que fue obligado a cargar, este maldito poder que hubiera querido
jamás obtener. No tiene en quien confiar en estos momentos, su mayor deseo es
morir, si tan solo tuviera el valor, no, coraje tiene de sobra; su verdadera
razón para no optar por acabar con su vida reside en la esperanza. La esperanza
lo mantiene luchando cada momento del día, porque en algún momento, aunque no
sea pronto, él está seguro que los volverá a ver; no importa cuánto tarde en
reunirse con ellos, está convencido que los mirara sonreír una vez más, como si
todo esto jamás hubiera ocurrido.
El mundo estaba
comenzando a tomarle cada vez menos importancia a lo ocurrido en Los ángeles,
aquella destrucción causada por Dimitri y Anthony se convertía en historia,
habían muchos más problemas en estos momentos como para tomar importancia a los
caídos esa noche. Guerras, enfermedades y la escases de agua empezaba a ser la
principal preocupación del mundo; nadie estaba seguro como terminaría todo,
aunque la mayoría ya hablaba de revelarse contra el gobierno, muchos países
harían golpe de estado, derrocarían el mandato e intentarían tomar el mando por
su cuenta.
Empezaba a
oscurecer la mayoría de las personas regresaban a sus hogares, mientras que
otros apenas empezaban con su jornada laboral, las calles estaban repletas de
personas caminando con sus celulares en la mano, distraídos del mundo; había
embotellamiento de parte de los automóviles, nada fuera de lo común, siempre es
así un día normal Manhattan. Dimitri estaba en busca de un callejón donde
quedarse dormido, estaba esperando a que la luz que indicaba el pase de
peatones diera la señal, todos a su alrededor guardaban cierta distancia; nadie
deseaba ni siquiera rozar a un vagabundo, a pesar de que siempre encontraba la
manera de ducharse, su aspecto no mostraba estar en las mejores condiciones.
La luz indico el
pase, las personas de ambos lados de la calle cruzaron al mismo tiempo, Dimitri
aceleró el paso, aunque en su exterior demostrara dureza, por dentro estaba
destrozado; estaba seguro que aunque muriera en estos momentos frente a todas
esas personas, nadie se detendría para ayudarle, para ellos no era más que un
desecho que no debería existir.
Nuevamente se ha
dejado llevar por sus pensamientos, estaba parado en el medio de la calle; la
luz estaba a segundos de cambiar, las personas aceleraron sus pasos e
intentaron esquivar al vagabundo que no hacía más que estorbar su paso. En ese
momento fue despertado de sus pensamientos, hasta el momento no había vuelto a
sentir la presencia del demonio en su interior, todo parecía normal, deseaba
tanto que no volviera a sentir aquel calor que lo inundó esa noche. Sin embargo
todas aquellas oraciones realizadas cada noche antes de dormir no surgieron
efecto, en ese momento una ráfaga de calor inundo su cuerpo, era un dolor
punzante. Miró a su alrededor asegurándose que nadie se diera cuenta de lo que
sucedía; en ese momento la vio por primera vez, observó a una joven de tez
morena, con lágrimas en los ojos; quizás en ese momento no lo sabía, pero ella
se convertiría en parte importante de su vida.
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