Isekai genérico capítulo 12

 

Capitulo 12:



Obstinación



Cuando los primeros rayos de sol devolvieron al cielo su color azul celestial, Bard ya estaba trabajando en su huerto.


Se había levantado antes para poder terminar los bancales que quedaban, instalándoles un sistema de riego usando un sistema de cañerías con troncos de árboles finos los cuales fueron taladrados con su espada de energía.


Los primeros brotes empezaban a florecer y era imperioso protegerlos de las lavas de insectos, babosas, caracoles entre otros.


Con dicho fin, construyó un hotel para insectos aliados. Dichos insectos ayudaban en la polinización y devoraban a los que comían las hojas. Entre ellos había avispas, mariquitas, mantis, entre otros. Un hotel era básicamente una pequeña estantería dentro de un marco, rellena de tubos de diferentes tipos de madera, así como otros elementos naturales donde los insectos puedan sentirse como en casa.


Sin embargo, los insectos por sí solos no bastaban para defender la huerta de todas las plagas. Por ello, Bard fabricó purín de ortiga, dejando reposar la hierba en un cuenco de agua, que removía cada cierto tiempo.


Distribuyó las plantas en orden a la iluminación que trazaba el sol durante todo el día. Colocó las plantas que necesitaban más luz en el centro, mientras que las hierbas que podían vivir a semisombra, ocuparon el lugar más cercano al muro de piedra.


Entre la entrada de su casa y la entrada del muro, colocó arcos de madera y los trenzó entre sí para que sirvieran como tutor de las plantas trepadoras, como vides, frambuesas y otras bayas comestibles. Así cuando florezcan crearán un arco de hojas, flores y frutos que servirá para hacer sombra en verano.


Preparó los bancales con una mezcla de compost y materia orgánica. Plantó en ellas repollos, cebollas, ajos, espinacas, peninos, entre otras verduras. Así mismo sembró legumbres de las semillas que encontraba en sus viajes como aventurero. Sin embargo, con el auge del comercio al despejarse los caminos, pudo conseguir más semillas expandiendo su variedad de cultivos. Pero seguía sin encontrar el tomate ni la patata.


Plantó las plantas más longevas en los bordes de los bancales más alejados y las más efímeras en los bancales más cercanos al centro. Y en los bordes que delimitaban su finca plantó diversos árboles frutales.


Con los brotes frescos llegaron los devoradores de hojas, babosas y caracoles de gran tamaño, pero afortunadamente estos insectos eran parte de la dieta del dragón, quien de manera indirecta protegía los cultivos.


Para el sistema de riego, pagó a un alfarero para que le hiciese pequeños jarrones de barro, con un diminuto agujero en base de la pared de la botella. Enteró cada botella al lado de cada planta, con la precaución de orientar el agujero en frente de la raíz. Las llenó de agua e inmediatamente las cerró con un corcho a presión. Este método permitía un sistema de riego por goteo constante y solo debía preocuparse de mantener llena la botella, lo cual lograba con un sistema de canalones que canalizaban el agua de lluvia desde un barril hasta las botellas, así podía despreocuparse del riego en los días de seguía.


Para proteger las plantas del frío invernal, fabricó con su magia una tela transparente hecha de tejido de slimes y madera. Usó esa tela para crear un invernadero, en cada bancal. Podía usar recipientes de cristales hechos de arena fundida, pero se los robaban.

 

A parte de su huerta, también tenía su granja de gallinas, las cuales devoraban los restos orgánicos y junto con la vermicompostera aportaban abono tanto e forma de humos como líquido, retroalimentando así la granja, haciéndola cada vez más sostenible.

 

Con la plantación controlada y estabilizada, Bard planteó la posibilidad de ampliar su granja, consiguiendo nuevos animales. Tenía en mente comprar algunos cerdos vivos o algunas vacas, con el dinero que obtendría al vender los excedentes de la cosecha. Perfectamente podría ir a cazar vivos un par de jabalíes, ciervos o cualquier animal mínimamente domesticable, pero los bosques de sus alrededores estaban en propiedad de los nobles terratenientes, quienes monopolizaban la actividad de la caza como deporte y prohibían cualquier caza furtiva.

 

Mientras fantaseaba en su futuro negocio, divisó en el cielo una gruesa columna negra ascendente que le hizo despertar.

 

Soltando una maldición dejó la azada y corrió directo a su casa para tomar uno de sus núcleos acorazados que dejó sobre la mesa. Tomó una poción de resistencia, que sabía a bebida energética y salió corriendo en dirección al pueblo.

 

Colocó el núcleo en su pecho y del mismo emergieron una masa gelatinosa en forma de tentáculos plateados, la cual envolvió su cuerpo para ir tomando forma de una detallada armadura medieval. Con ella aumentó su velocidad y llegó al pueblo, el cual estaba en llamas.

 

Una enorme bestia, tan grande como una casa, peluda como un oso y fiera como un dragón avanzaba por la ciudad destrozando todo a su paso con sus garras y reduciéndolo todo a cenizas con las llamaradas que emergían de las bocas de sus dos cabezas.

 

Los guardianes de la ciudad, armados con lanzas huían nada más ver a la criatura abalanzarse sobre sus filas ignorando las punzantes lanzas. Con sus garras partió a dos soldados de una sola vez. Sus cuerpos cayeron al suelo derramando los intestinos mientras formaban charcos de sangre.

 

Varios arqueros guardianes, junto algunos aventureros y cazadores se apostaron en los tejados y las atalayas cercanas, desde las cuales descargaron todas las flechas que tenían. Acompañados de honderos que flanquearon a la criatura apedreándola con toda fuerza y precisión, más bastaron un par de bolas de fuego para incinerar las casas convirtiendo su posición en una tumba de llamas. La segunda cabeza descargó una lengua de fuego sobre los honderos. Los que sobrevivieron huyeron con severas quemaduras, con el animal persiguiéndoles.

 

Bard corrió entre las casas de madera, aldeanos que corrían despavoridos en dirección contraria. Para esquivarlos saltó a una pared y de ella a un tejado. Atajando por los tejados llegó donde estaba el monstruo.

 

Saltando sobre ella, su brazo derecho tomó forma de cabeza de dragón y desde su boca emergió una hoja de luz con la que empaló la espalda de la criatura. A pesar de que la hoja atravesó el pelaje y la carne con facilidad, no bastó para darle muerte, sino ocasionándole un insoportable dolor.

 

Zarandeándose salvajemente, se libró de Bard, quien cayó rodando al suelo para repartir el impacto de la caída, hincándose sobre su rodilla mientras transformaba su brazo izquierdo en un escudo, se protegió de una llamarada que arrasó los edificios a sus lados.

 

Al cesar el fuego, Bard corrió hacia el animal. Esquivó el zarpazo, respondió con un corte que cercenó la pata, dejando escapar un chorro de sangre del miembro que machó su armadura. Sin detenerse corrió por debajo de la bestia agitando su espada infligiendo cortes en su torso, vientre y patas traseras. Los intestinos salieron y quedaron colgando, sus piernas flanquearon, pero el animal no se dejó amedrentar por el dolor, casi como s no lo sintiera.

 

Saltó a un edificio para tomar impulso y atacar a Bard por la espalda, pero este contratacó extendiendo su hoja cortando las dos cabezas de un tajo. Más sangre brotó de las heridas creando charcos rojos, mientras su cuerpo rodaba por el suelo levantando el polvo.

 

Bard se acercó al cadáver, el cual empezó a descomponerse en partículas moradas y rojas.

 

—Una invocación— Susurró.

 

A su alrededor se empezó a reunir gente. Primero llegaron los pocos soldados que sobrevivieron, luego llegaron los aventureros y finalmente llegaron los pueblerinos, quienes volvieron a sus casas intentando recuperar las escasas posesiones que aún les quedaban. Entre ellos estaba Vesta.

 

—Has sobrevivido— Dijo Bard aliviado.

 

—¿Creíste que una bestia como esa sería capaz de hacerme algo?— Preguntó Vesta colocando sus manos en sus caderas —Estaba ocupada alejando a la gente, pensaba intervenir cuando no hubiese nadie alrededor—

 

—¿Cómo pasó esto? ¿Cómo el gremio permitió que haya invocaciones de este nivel arrasando el pueblo?—

 

—El gremio fue el primero en caer. Yo lo vi todo. Estaba en vendiendo bolsitas de té que me regalaste y en ese momento el monstruo apareció de la nada y lo quemó todo, lo vi desde fuera, me alcanzó una bola de fuego y la apagué gastando una piedra de agua, pero no estaba equipada para hacerle frente. Regresé a la tienda a por mí báculo y mi ropa resistente al fuego, pero entonces la gente estaba en medio y tenía que sacarlos—

 

Mientras Vesta seguía narrando la situación, una persona se acercó a ellos.

 

—¿Es usted Bard, de rango plateado? Quien venció al monstruo invocado—

 

—¿Quién eres?—

 

—Trabajo para el gremio como administrador, vengo a encargarte una misión en nombre del gremio—

 

—Supongo que queréis que de caza al invocador—

 

—El gremio exige venganza— Tosió por haber elevado el tono de voz —Habrá una alta recompensa por su cabeza—

 

Entregó un papel firmado que reaccionó a la insignia de aventurero.

 

—Si eres del gremio, quizás puedas decirnos ¿Quién fue el que os atacó?—

 

—Su nombre es Morthrandir. Un hechicero que se dedicó a las artes oscuras prohibidas por la liga de magos. Obtuvo el precio por su cabeza debido a sus crueles experimentos con niños y por ello atacó al gremio. Le queremos muerto, traednos su cabeza. Se te recompensará con generosidad—

 

—Os aseguro que su castigo no quedará impune. Le cortaré la cabeza a esa serpiente— Prometió Bard.

 

—Contamos con ello— Dijo el administrador del gremio antes de retirarse.

 

—De acuerdo, ¿Quieres hacer esta misión conmigo, Vesta?—

 

—Pues claro, soy tu compañera de equipo ¿Alguna idea de por dónde empezar?—

 

—Dímelo tú, tú eres la maga—

 

—Pero tú eres el que ayer se jactaba de haber aprobado con honores la escuela de magia, y luego te quedaste inconsciente de beber tanto… Me resulta sorprendente que hayas sido capaz de matar a esa quimera tu solo—

 

—No hay señales de magia por ningún sitio, tal parece que el poder de la quimera encubrió al de su invocador, pero para ser invocada el mago tuvo que usar su propio poder, así que haremos una patrulla por los alrededores. Si no hay indicios de invocación en el pueblo, puede que haya invocado a esa quimera a distancia, y luego la teletransportó directamente al gremio. Es difícil hacer algo así, pero un mago habilidoso puede proyectar su magia con varios hechizos de soporte ¿Algo que añadir?—

 

—No, llegué a la misma conclusión. Deberíamos centrarnos en los claros elevados y las pequeñas colinas que dan vista al pueblo, si fuese yo lo haría desde ahí—

 

Salieron del pueblo, exploraron los alrededores cercanos hasta que descubrieron los restos de una pequeña fogata mal camuflada. Las brasas estaban blancas y humeantes, con algunos destellos rojizos.

 

—Estuvo aquí hace algunas horas. Hay muchas huellas, entre ellas, las de la quimera y algunas más… creo que debió haber traído a sus ayudantes consigo. Invocó aquí al monstruo y lo teletransportó, como deduje, dejándolo a su suerte mientras el grupo partía al norte— Dijo Bard.

 

—¿Cuántos crees que eran en ese grupo?—

 

Bard inspeccionó el suelo.

 

—Las huellas están muy mezcladas para dar una idea aproximada de su número, pero a juzgar por la diferencia de tamaño de las mismas, como mínimo eran cinco. Sigamos las huellas, puede que estén cerca—

 

—¿Planeas seguir peleando?— Preguntó Vesta incrédula.

 

—Me he quedado con ganas de pelear—

 

Vesta soltó un suspiro.

 

—Ay, a veces pienso que no eres un humano—

 

—Claro, soy un esminets, después de todo—


—¿El qué?—

 

—Nada, además te tengo a ti y eso me da fuerzas para seguir adelante—

 

Vesta sonrió y le dio una palpada en el hombro.

 

Ambos siguieron el rastro, pero este desaparecía a medida que se alejaba del pueblo.

 

—Creo que hasta aquí llegamos— Dijo Bard —Las huellas terminan, junto con el rastro de magia—

 

—¿Qué hacemos ahora?—

 

—Necesitamos volver a retomar su rastro, y para ello requerimos de más información sobre el enemigo al que nos enfrentamos y sé del lugar donde podemos encontrarla: La academia mágica—

 

Regresaron a sus casas para preparar su equipaje para largas misiones. Decidieron el día de partida y consiguieron un carromato.

 

Bard salió de su casa, cuando ya estaba saliendo el sol. Rellenó de agua los jarrones enterrados al lado de cada planta, recogió algunas hojas aromáticas, verduras y puso trampas para los insectos devoradores de hojas.

 

—Vaya que te gusta madrugar para jugar con la tierra—

 

La voz de Vesta atrajo su atención. Parada en el umbral de la puerta parecía estar muy animada.

 

—Buenos días, para empezar. Y sí, la agricultura es una de mis aficiones y si puedo vivir de ella, pues mejor ¿Quieres desayunar?—

 

—Me halaga que me invites, eres todo un caballero ¿Necesitas una mano femenina en la cocina?—

 

—Te lo agradezco, pero poner a mi invitada a trabajar no es de caballeros, como tú dices—

 

Entre risas, ambos entraron en la casa.

 

En la cocina, Bard rompió varias cáscaras de huevo, vaciando su contenido en el interior de un bol madera, preocupándose de separar la clara de la yema. Añadió leche y harina a las yemas. Las batió hasta dejar una masa cremosa. Por otro lado, convirtió la clara en merengue. Unió el merengue con la crema de huevo formando una masa espesa.

 

Untó la plancha con aceite de trigo y vertió la masa en grandes pegotes. Sobre ellos colocó una gran tapa de madera. Después de tres minutos la retiró y colocó otro pegote más sobre los panqueques y volvió a colocar la tapa. Solo restaba darles la vuelta cuando hayan adquirido un todo pardo claro.

 

Mientras los panqueques se cocían, al otro lado de la plancha colocó varias tiras de beicon, junto con otros huevos que rompió previamente.

 

—¡Esto huele increíblemente bien!— Exclamó Vesta.

 

—Es el desayuno de los campeones. Solo espera a probarlo—

 

Colocó en un plato de madera los huevos fritos, al lado de ellos puso las tiras de beicon fritos y al otro lado dos panqueques, sobre los cuales colocó un trozo de mantequilla y roció por encima con un jarabe de miel.

 

Colocó los platos sobre la mesa, junto con un jugo de fruta exprimida y algunas frutas cortadas.

 

—Los hice con poca sal, si quieres más añádela del bote, si quieres otro aderezo, solo dímelo—

 

—Buen provecho— Dijo Vesta juntando sus manos en un ritual de agradecimiento, antes de agarrar los cubiertos.

 

Cortó la carne, la juntó con los huevos fritos y los devoró de un bocado, acto seguido cortó los panqueques y los bañó en la salsa de jarabe antes comerlos.

 

—Oh, que esponjosos, es como comer una nube. Tienes que darme la receta de esto. Con lo bien que cocinas ¿Cómo es no has pensado en abrir una posada, o una taberna?—

 

—Créeme que lo último que quiero es tratar con clientes, porque nunca sabes con quién te vas a encontrar. Muchos arman broncas y follones, otros listillos planean comer gratis, eso, por no mencionar la logística de aprovisionamiento de víveres, la financiación del local, los empleados que necesito para cubrir las horas punta, más el gasto inicial, junto con el coste marginal de beneficios necesarios para cubrir el punto muerto del reabastecimiento del negocio, que encima sumado a la incertidumbre política, resulta en un coñazo de papeleo—

 

—Veo que al menos te lo has planteado— Dijo Vesta con una risa nerviosa.

 

—No has entendido la mitad de lo que he dicho—

 

Habiendo acertado, la cara de Vesta se tiñó de un color rojizo. No quería reconocer que Bard acertó de lleno.

 

—No, claro que lo he entendido. Pues cuesta arrancar, pero a la larga es rentable— Trató de disimular intentando seguir el flujo de la conversación.

 

—Si no llega el estado a meter sus narices haciendo disparar los precios con su impuesto incremental sobre la renta básica en veinte puntos más el impuesto por ser empresario, otro por el número de cotizaciones que tienes que hacer a hacienda y a la seguridad social, número de plantilla ah, y encima te dicen a quién tienes y a quién no tienes que contratar mediante un cupo de contratación inclusiva, es por no hablar de…—

 

—¡Suficiente!— Exclamó Vesta interrumpiéndole con la cabeza humeando después de oír tantos nombres —Mejor cambiamos de tema ¿Cómo vamos a encontrar al hechicero ese?—

 

—Vamos a la academia mágica y buscamos pistas sobre él—

 

—A parte de eso, buscaba una respuesta más concreta—

 

—Casi todos los magos se forman en una academia, ya sea real o imperial. Buscaremos registros y una persona que pueda rastrear su ubicación—

 

—¿Y si no los encontramos?—

 

—Entonces estaremos atentos a un indicio de un próximo ataque e iremos a por él ¿Se te ocurre otra idea?—

 

—Si, pero me las guardo para mí misma—

 

—Venga, no somos un equipo si no aportamos los dos—

 

—Tengo curiosidad por tu forma de hacer las cosas—

 

Al finalizar el desayuno, Bard revisó su equipaje, mientras Vesta salió a buscar al dragón mascota. Mientras paseaba entre los bancales, se distraía viendo a las gallinas y codornices picar las plantas y la tierra en búsqueda de comida. Bard salió poco después con el equipaje listo. Después de conseguir un carruaje, partieron en dirección a la academia mágica.

 

La academia mágica del reino, también conocida como Kazhdum, se ubicaba en lo alto de las montañas Helvaticas, protegido de los bandidos y señores feudales. Su único acceso era por invitación de los magistrados, quienes usaban su magia para elevar a los invitados e iniciados. Sin embargo, necesitaba provisiones y estas las obtenía de las aldeas adyacentes en las faldas de las montañas, en las cuales se realizaba la explotación de ganadería y agricultura. Dichas provisiones eran llevadas a la ciudad amurallada de Teria, en donde se hallaba la Puerta de los Elegidos, custodiada por la orden mágica de los caballeros del basilisco, una orden de fanáticos seleccionados personalmente por el director. También actuaban como guardias de la ciudad. Se les distinguía por sus ropajes negros y morados.

 

Para ingresar a la ciudad había que pasar por un primer control en frente del rastrillo de la barbacana. Luego un segundo control en frente de la Puerta de los Elegidos, hasta que finalmente los guardias les permitieron montar en la carroza que los llevó hasta la cima de la montaña.

 

La academia mágica era en realidad un gigantesco castillo, construido hace dos mil años por un sabio mago arquitecto muy famoso cuyo nombre se perdió con el paso de los milenios, de ahí que la gente lo apodara Kazhdum, que en un idioma muerto venía a significar casa bajo el cielo estrellado.

 

El castillo central era una torre central rodeada por un gran número de torres con pico de aguja, muchos de ellos conectados por puentes en arcos. Entre las torres había jardines, patios de juegos y zonas de instrucción.

 

—Bueno, ¿qué opinas de Hogwartz?— Preguntó Bard.

 

—¿Creí el castillo se llamaba kazhdum?—

 

—…Yo siempre lo he llamado Hogwartz—

 

—¿Y qué significa Hogwartz?—

 

—Yo qué sé— Dijo Bard, a lo que Vesta le golpeó en el hombro.

 

—No te burles de mí. Me sorprende que haya tanta seguridad y eso que este lugar aparentemente cuenta con muchos encantamientos de ocultación—

 

—Pero por alguna parte tienen que recibir suministros y esas barreras crean una especie de cuello de botella, así es más fácil controlar la seguridad y…—

 

—¡Bard!—

 

Una voz se oyó a lo lejos. Era una mujer que al verle corrió directamente hacia él, dándole un fuerte abrazo.

 

—Cuanto tiempo sin verte— Dijo después de separarse. Puso sus manos en la cintura y le miró desde abajo —Si ibas a venir, pudiste haber avisado a tu querida profesora—

 

—Mis disculpas, pensaba hacer una visita al final del año, con regalos y demás, pero esta vez vine por trabajo—

 

—Ah, tú siempre tan serio— Dijo la profesora dándole palmaditas en el hombro.

 

—Profesora, deje de tratarme como a un niño— Se quejó Bard.

 

Vesta carraspeó intencionadamente para su presencia fuese tenida en cuenta.

 

—Ella es Vesta, mi compañera de equipo—

 

La profesora la miró con curiosidad, a lo que Vesta bajó disimuladamente el ala de su sombrero picudo.


—Encantada, soy Shayla, maestra de pociones y defensa mágica— Dijo haciendo una reverencia agarrando su falda.

 

—Yo soy Vesta, maga del templo del sol— Dijo imitando su saludo.

 

—¿Maga del templo del sol? ¿No fue destruida esa religión cuando quemaron el templo junto con todos sus acólitos?—

 

—Algunos sobrevivimos—

 

Shayla miró a la maga algo dubitativa, no parecía fiarse de ella, pero no hizo más preguntas, tenía más curiosidad la visita de Bard. Los llevó a ambos a su salón, en donde les ofreció dulces y bebidas.

 

—¿Entonces cuál fue el motivo de tu visita?—

 

—Un mago atacó el pueblo donde vivo. Lo arrasó todo con una bestia invocada. Naturalmente acabé con la bestia sin problemas, pero el gremio me encargó acabar con él, pero le perdí el rastro—

 

—Eso es horrible ¿Ese mago tenía algo contra ti?—

 

—No, fue por una venganza contra el gremio— Dijo Bard mientras daba un sorbo al brebaje —Me sorprende un mago llegase a tanto, como para atacar al gremio, sabiendo que hay aventureros muy poderosos—

 

—¿En serio? Pero si las grandes bandas del gremio ya fueron contratadas por los duques. No me extraña que quedasen desprotegidos— Dijo la profesora, a lo que tanto Bard, como Vesta quedaron boquiabiertos de la impresión —¡Venga ya! ¿No me digáis que no lo sabíais?, si vosotros sois aventureros—

 

Bard agachó la cabeza.


—Bueno, eso fue al principio, ahora ser aventurero se convirtió para mí en un trabajo a tiempo parcial—

 

—Tiene una alquería en las afueras— Resumió Vesta.

 

Shayla se quedó estupefacta, casi escupió el té que había tomado.


—¿Cómo que una alquería? ¿Ahora eres agricultor?—

 

Bard apartó la mirada mientras trataba de resumir los cinco años que pasaron después de su salida de Kazhdum.

 

—Si, bueno… conseguí unas tierras después de un trabajo y decidí labrarlas—

 

—¿Has descendido en la escala social por propia voluntad?— Exclamó su antigua maestra ya levantada de su asiento.

 

—No, tener tierras indica que has subido en la jerarquía— Corrigió Bard.

 

—Ejem…— Dijo Vesta para llamar la atención —Ya discutiréis sobre asuntos sociales, por ahora quiero saber la situación general del reino—

 

—Por lo que he oído, el rey reunió un ejército para hacer frente a los invasores del norte, pero murió en una heroica batalla, supongo que eso ya lo sabéis—

 

—Si, hasta ahí hemos oído y también que se han hecho con la costa occidental— Dijo Vesta.

 

—Como el rey no tenía descendencia, pero su rama familiar era muy extensa, los duques se reunieron en el palacio de Brahvenna y no llegaron a ningún acuerdo, todos querían poner a sus hijos como nuevo rey. Por lo que todos se están preparando para tomar el trono a la fuerza—

 

—Una guerra de sucesión en medio de una invasión, esto pinta cada vez mejor y supongo que los duques están vaciando sus bolsillos mientras a la vez vacían los gremios de seguridad privada de personal, ahora entiendo porque nadie fue a parar a esa quimera—

 

—Si, es una locura ¿Qué hacemos entonces?— Preguntó Vesta.

 

—Realizar la misión para que nos contrataron— Bard dirigió su mirada a su antigua maestra —Seré franco, necesitamos un mago rastreador para que podamos encontrar a un mago llamado Morthrandir—

 

—¿Dijiste Morthrandir?— El semblante de la mujer se tornó en preocupación.

 

—Si, también vinimos a obtener información sobre él y parece que tú sabes algo— Añadió Vesta.


Shayla se tomó su tiempo antes de seguir hablando.

 

—Cierto, conozco su obra y es terrorífica. Sus experimentos con los seres vivos son atroces, pero de él poco se conoce—

 

—¿Alguna idea de donde puede vivir?— Preguntó Bard, pero Shayla negó con la cabeza —Entonces seguimos necesitando a un rastreador—

 

—Pero Bard, siendo un hechicero tan habilidoso ¿No podrías haber rastreado la ubicación de ese mago?— Preguntó la profesora.

 

—Ya lo intenté, pero justo este mago es bueno borrando sus huellas ¿Conoces a alguien que pueda ayudarnos?—

 

Shayla le miró con seriedad.

 

—Bard, te seré sincera. No quiero poner en peligro a mis queridos alumnos y menos que se involucren con magos oscuros. Si no recuerdas yo estaba en contra de que fueses un aventurero en primer lugar ¿No te acuerdas? Con tus habilidades pudiste ser un buen asesor de un algo noble—

 

—Como bien has dicho, los grandes nobles están por entrar en guerra entre ellos y por consiguiente sus magos asesores también lo harán—

 

—Pero ir a por un hechicero oscuro es una cosa. Con un general estarán más seguros—

 

—¡No subestimes la guerra!— Exclamó Bard, para luego darse cuenta que alzó su voz sin querer —En ningún lugar estarán a salvo, ir a por un mago oscuro, uno, es preferible al caos de una batalla—

 

—Estoy de acuerdo— Añadió Vesta —Las guerras no son lugar para un académico—

 

Sucumbiendo a la insistencia, a Shayla no le quedó más remedio que aceptar. Les indicó el camino a la biblioteca, donde se hallaba una persona que, según ella, podía ayudarles.

 

Recorrieron anchos pasillos, llenos de cuadros y velas flotantes debajo de un techo teñido con una magia que simulaba el cielo y las nubes. La biblioteca se ubicaba tras un gran arco con una puerta de madera abierta de par en par, a cuyos lados había dos armaduras con una alabarda. Su forma era circular, con estanterías que llegaban hasta el techo, había largas mesas en el centro de la sala y sofás de cómoda apariencia en sus alrededores.

 

Entre las muchas personas que había en aquel lugar, al fondo de la sala, tumbada sobre una de las butacas, se hallaba una maga inmersa en su lectura hasta que sintió una presencia familiar. Guiándose por ese sentimiento encontró a Bard, nada más verle, inmediatamente abrazó.

 

—Eh, ¿Fay, eres tú?— Preguntó Bard, algo confuso, a lo que la chica asintió mirando hacia arriba sin separarse de él. Bard miró a la profesora —¿Es ella a quien te referías?—

 

—Si ¿No te acuerdas? Fayneria tiene una gran capacidad para sentir la magia— Contestó la profesora —Realmente no quería que te la llevaras—

 

Fayneria le miró confundida con sus grandes ojos celestes que recordaban al mar.

 

—Verás Sil, estoy tras un hechicero peligroso, pero le perdí el rastro necesito que me ayudes a rastrearlo. Yo podría rastrearle, pero ese hombre camufló bien su maná residual y borró sus huellas. No borró del todo los restos de su magia, el problema es que es un rastro tan pequeño que no soy capaz de sentir ¿Me ayudarás?—

 

La chica asintió con la cabeza sin pensárselo.

 

—¿Estás segura? Es una misión peligrosa, el mago al que nos enfrentamos es mago con habilidades al nivel de un profesor— Insistió Bard.

 

La chica asintió con la cabeza sin pensárselo.

 

—Además de que hay otros peligros con los que podemos toparnos en el camino ¿Segura que quieres acompañarnos?—

 

La chica asintió con la cabeza sin pensárselo.

 

—Bard, algo me dice que estas intentando asustarla, en vez de reclutarla— Dijo Vesta —¿Seguro que esta niña tiene talento? ¿No hay otra persona que nos pueda ayudar?— Le lanzó esa pregunta a Shayla.

 

Fayneria clavó su mirada sobre Vesta. A pesar de su mirada entrecerrada aparentemente somnolienta, se podían sentir el choque de miradas, como si de una violenta tormenta eléctrica se tratase. Algo que pasó inadvertido para Bard.

 

—Vesta, Fayneria tiene talento, lo sé porque estudié con ella. Pocos son los que han sido bendecidos con el don de la magia, pero también sé que no tienes un cuerpo atlético para este tipo de misión. Te casarás de inmediato y el viaje será largo y duro—

 

La chica le miró inflando las mejillas en un adorable puchero.

 

—Mitty ha estado practicando muchas artes de magia, de seguro que podrá arreglárselas por su cuenta— Dijo Shayla.

 

—Lo dudo, la magia no lo es todo ahí fuera— Replicó Vesta —Si no tiene la resistencia para acompañarnos, ni posee alguna arte marcial solo será una carga—

 

—Curiosas palabras viniendo de una bruja ¿Qué no te especializas en las ares mágicas?— Preguntó Shayla.

 

Vesta carraspeó y desvió la mirada mientras bajaba el ala de su sombrero.

 

—De todos modos necesitamos un rastreador, no creo que haya otro que me inspire más confianza, si no puedes pelear yo me esforzaré por protegerte— Dijo Bard haciendo que la cara de la chica se enrojeciera —Y sé que te alegras de verme, pero ya puedes separarte de mí—

 

Fayneria se negó con la cabeza, lo que obligó a la profesora a intervenir. Mediante cosquillas consiguió separarlos, pero ella intentó volver a acercarse a Bard, en ello Vesta intervino agarrando a la chica por la parte trasera del cuello de su túnica y la levantó del suelo con un brazo sin esfuerzo.

 

—Ya tenemos a nuestra rastreadora— Dijo Vesta mientras la sostenía como a un cachorro —¿Y ahora qué hacemos? La magia residual de ese hombre hace tiempo ya se han desvanecido—

 

—Ya pensé en eso. Hechicero tiene un gran rencor contra el gremio, así que, seguro que está atacando algún puesto del gremio, estará confiado por capacidad de sigilo, pero esta vez podremos rastrearle— Bard desplegó un mapa —No hay muchas ciudades que cuenten con un gremio de aventureros, una de ellas fue tomada por los elfos, la de nuestro pueblo fue arrasada. Sabiendo que toma tiempo acumular poder mágico para realizar una invocación y por las condiciones de terreno, diría que Katra es la próxima en ser atacada ¿Estáis de acuerdo?—

 

—Parece lo más probable— Dijo Vesta —Las demás ciudades están demasiado alejadas y Teria está bien defendida, a no ser que esté tan loco como para asaltar esta ciudad—

 

—Ya te digo que no— Intervino Shayla —Contamos con los mejores magos del reino, y eso él lo sabe bien—

 

—También contáis con la orden del basilisco— Dijo Bard.

 

—Si, ellos hacen lo que pueden— Respondió la profesora con desinterés, como si no los tuviese en cuenta.

 

—Ah, por cierto, vi en el patio de entrenamiento muchos estaban practicando hechizos eléctricos ¿Es una nueva moda o algo así?— Preguntó Vesta.

 

—Eso… Resulta que corren rumores que un dios del trueno descendió desde el cielo y arrasó la iglesia fortificada de una religión minoritaria con una gigantesca explosión que llegó hasta los cielos. Tal como me he enterado, al parecer ese día se celebraba algo importante para el culto, pero que al dios le ofendió y decidió destruirlos a todos— Contó Shayla.

 

—¿Se sabe el nombre de ese supuesto dios?—

 

—Cada uno lo llama a su manera, porque creen que es el dios que los representa, pero uno de mis alumnos que estuvo ahí me contó algo curioso, resulta que antes de hacer estallar el templo por los aires, mató a muchos de los monjes de una manera peculiar, muchos de ellos tenían un orificio en el cuerpo ¿Te suena eso de algo?— Preguntó Shayla señalando a Vesta.


—Si, es una marca distintiva de la parca errante… ¿Crees que trabaja con el dios del trueno? ¿O quizás son la misma persona?— Divagó Vesta, para luego soltar un suspiro —¿Por qué las divinidades decidieron intervenir en esta época en concreto?—

 

—Justo esa pregunta me he cansado de oírla— Respondió Shayla —Está en boca de todos últimamente, hasta Fayneria está interesada en el tema— Señaló el libro que la chica estaba leyendo, a lo que Fayneria lo escondió detrás de ella avergonzada.

 

—Yo solo espero que no trabajen con Morthandir— Dijo Bard —No tengo intención de enfrentarme a leyendas—

 

—¿Tienes miedo?— Preguntó Vesta coquetamente mientras le daba toquecitos con el codo.

 

—Para nada. Pero temo que a vosotras os hagan algo— Confesó Bard en un suspiro.

 

Sus palabras causaron un leve sonrojo en las chicas, que trataron de ocultarlo cada una a su manera.

 

—Es increíble que con lo galán que eres, todavía permanezcas soltero— Observó Shayla con decepción llevándose una mano a la cara —Y yo que pensaba que te casarías con todas las chicas que te rodeaban durante tus días en la academia. Se veían todas tan enamoradas de ti—

 

Vesta giró la cabeza lentamente, fijando los ojos en los de su compañero de aventuras.

 

—¿Cuántas chicas eran?— Preguntó con un tono celoso.

 

Bard desvió la mirada y trató de cambiar de tema.

 

—Creo que ya es hora de que nos vayamos a Katra. Nos vemos profesora—

 

Como si escapara de ellas, Bard salió de aquel lugar junto con sus dos nuevas acompañantes. Al día siguiente, se despidieron formalmente de su maestra y partieron a la ciudad de Katra.

 

El viaje fue medianamente agitado. A menudo se encontraban con caravanas de refugiados y migrantes que se desobedecían la orden de sus dirigentes de quedarse en su lugar de nacimiento, y se marchaban abandonando sus territorios. Muchos de ellos rogaban por comida, otros por ayuda y algunos buscaban hacerse con las pertenencias del grupo por la fuerza, forzando al grupo a entablar combate con ellos.

 

—Ves Fay, esto es la guerra, no una consecuencia, ni un daño colateral, sino todo esto. Gente huyendo de sus casas mientras otra gente busca destruirlas, los combates, las tácticas y demás temas militares solo son un aspecto superficial— Explicó Bard —No Fay, a la sociedad de alta clase no les interesa solucionar esas migraciones, le afectaría a la baja nobleza, y entre ellos solo a los que pierden población y los que ganan. Para solucionar eso implantan controles militares en los feudos y convierten esos territorios en prisiones a gran escala. Sin embargo, la guerra destruye esas prisiones y la gente empieza a trasladarse creando crisis migratorias—

 

—Bard, deja de comer esas setas que cosechas, te están haciendo daño al cerebro— Dijo Vesta —¿Cómo dices que los feudos son prisiones? Qué tontería es esa. Los feudos son un acuerdo entre el rey y sus siervos, una forma de organización jerárquica que garantiza la estabilidad de un reino—

 

Fayneria apoyó la respuesta de Vesta.

 

—Os recuerdo que acabamos de pasar un control de aduanas ¿Para qué montas algo así, si los enemigos vienen en dirección contraria, me lo puedes explicar?— Replicó Bard.

 

Mientras Vesta y Bard discutían, Fayneria señaló que ya habían llegado a su destino, la ciudad de Katra y justo esa ciudad estaba en llamas, una imagen similar al pueblo donde residía Bard. El fuerte rugido de la bestia invocada delató la presencia de Morthandir en aquel lugar.

 

La bestia invocada era diferente a la que usó la última vez. Ahora tenía una forma más monstruosa; ahora solo tenía una cabeza y esta era como la de un pescado, con dientes en forma de picos repartidos en hileras separadas por una piel roja que resaltaba de su color de piel; su pelaje fue sustituido por protuberancias que actuaban como una armadura.

 

Avanzaba disparando bolas de fuego que se expandían y salpicaban, cubriendo las calles y las casas de una capa de fuego. Poco podían hacer los soldados contra ese tipo de ataques; tiraban sus escudos en llamas y al quedar expuestos corrían a ocultarse detrás de un obstáculo; mientras que los magos fueron forzados a mantenerse a la defensiva creando escudos de energía, o gastar su poder en apagar las llamas para salvar a los que tenían quemaduras leves.

 

El hechicero Mithrandir lanzó un ataque sorpresa, primero sobre los barracones de la guarnición y una vez que estos fueron destruidos, teletransportó al monstruo sobre la oficina del gremio de aventureros.

 

Viendo el caos reinante y la gran masa de gente que buscaba escapar, Bard y sus acompañantes dejaron el carro en un lugar protegido y accedieron a la ciudad rompiendo el muro que la aislaba.

 

—Fay, deja de conjurar hechizos. Te quedas de guardia con Vesta— Ordenó Bard, a lo que la chica se quejó —Hoy no. Sé eres una buena maga, pero yo me basto para acabar con esta bestia— La chica no cesó con sus quejas a lo que Bard la abrazó por el cuello acercando su boca a la oreja de la chica —Fayneria, no puedo pelear mientras estoy preocupado por ti, quédate con Vesta—

 

La chica hizo un puchero inflando sus mejillas, pero Bard ignoró sus quejas.

 

—¿Seguro que puedes hacerle frente a esa bestia? Es el doble de grande que la otra— Pregunto Vesta.

 

—Me he enfrentado a cosas peores. Morthrandir ya debe de estar lejos, pero la bestia que invocó nos ayudará a llegar hasta él. Escucha Fay, acabaré rápido con ese monstruo, cuando empiece a desvanecerse aprovecha y toma una muestra de su huella mágica ¿Puedes hacerlo?—

 

Fayneria asintió decidida.

 

La armadura de Bard envolvió su cuerpo por completo. Lanzó una cadena desde su brazo contra la pared un edificio, jaló su brazo impulsándose hacia la cima de la pared, se balanceó hacia un edifico más cercano y desde ahí, de un balanceo saltó sobre le hocico de la bestia, tomándola por sorpresa le asestó un fuerte ataque que le partió la mandíbula.

 

La bestia zarandeó su cabeza logrando lanzar a Bard hacia una de las torres de la muralla.

 

Bard emergió del polvo y los escombros.


—¿Está usted bien, señor?— Preguntó uno de los centinelas de la torre con un tono preocupado.

 

—Estoy joya ¿Tú estás bien?— Preguntó Bard de vuelta, a lo que el centinela asintió —Entonces todos estamos bien. Por cierto, te tomo prestada la ballesta—

 

Agarró la ballesta de grandes dimensiones, ahora orientada hacia la bestia. Se subió encima y jaló de la palanca. Salió disparado contra el morro de la bestia levantándola con el impacto. Saltó desde el morro para tomar atura. El monstruo levantó su zarpa, peor Bard la desvió en el aire y bajó rodando por su brazo mientras infligía cortes en el mismo, cuando estuvo a la altura de la cabeza de la bestia la enganchó con su cadena y penetró en su cerebro con una estocada.

 

La bestia invocada cayó al suelo y comenzó a desvanecerse, mientras Bard aterrizó sobre el techo de un edificio cercano, para luego descender al suelo. Mientras la bestia se desintegraba, Fayneria se acercó a ella y atrapó algunas partículas con su mano, pronunció un hechizo que transformó las partículas en un pedazo de pelaje, que luego guardó en su alforja.

 

—Os dije que terminaría rápido— Dijo Bard.

 

—Bard ¿De verdad eres humano?— Preguntó Vesta con una voz temblorosa cargada de estupefacción.

 

—No digas tonterías, ya dije que un monstruo de ese nivel no era nada. Ahora, vamos a cazar a ese hechicero—

 

Antes de que pudiesen partir en busca del mago, el grito de aviso de un centinela resonó por la ciudad. Instantes después una bola de fuego cayó del cielo e impactó sobre la atalaya haciendo que estallara en pedazos envueltos en llamas que cayeron sobre el tejado de una casa con un techo cubierto de paja que prendió inmediatamente, el fuego se expandió casa por casa uniéndose a las llamas de las casas derruidas por la bestia invocada, sumiendo el lugar en un caos.

 

La gente chillaba mientras buscaban escapar, el humo envolvía las calles en una densa niebla grisácea y asfixiante. En medio de esa vorágine, Vesta perdió su sombrero al esquivar un pilar ardiente, al intentar recuperarlo fue atrapada por Bard, quien la salvó del derrumbe.

 

Bard agarró a Fayneria y regresaron por el agujero que previamente hizo, pero ahí se encontraron con unos extraños soldados ataviados con armaduras de cuero y pelaje de animales, sobre ropa de colores chillones.

 

—Guerreros del norte— Dijo Bard —Pasemos de largo, no quiero pelear contra ellos—

 

—Estoy de acuerdo— Respondió Vesta —Tratemos de pasar de largo y que no se fijen en nosotros—

 

El grupo se alejó de los soldados rápidamente, pero a pesar de los esfuerzos de Vesta por pasar desapercibida, su apariencia llamó la atención de los soldados, sin embargo, estos no se acercaron a ellos, sino que se retiraron, hecho que llamó la atención de Bard, mas hizo la vista gorda, pues su objetivo no andaba lejos. Cuando estuvieron en un lugar seguro, procedieron a buscar al hechicero.

 

—Fay, Guíanos hasta Morhtrandir—

 

Fayneria asintió. Desde su alforja sacó un péndulo de cristal atado a un hilo de mithril. Colocó el péndulo sobre la piel y lo imbuyó con poder mágico, el péndulo reaccionó y se elevó señalando una dirección en concreto.

 

—Un poder interesante— Insinuó Vesta con una mirada cargada de curiosidad —Así que eso es lo que llamas Brújula radiestésica—

 

Siguiendo a Fayneria, se alejaron de la ciudad y llegaron a un pueblo abandonado a las afueras de la misma.

 

En el pueblo estaba formado por diversas casas típicas del reino, hechas de madera con techos de paja y grandes hojas secas entrelazadas. Eran edificios rectangulares, algunos tenían una ampliación y otros tenían una valla a su alrededor. Estaban distribuidos de manera desigual, cada uno donde le convenía y las calles eran simples y conectaban las casas entre sí sin orden. Sobre una colina se hallaba la casa del alcalde, la diferencia entre esa casa y las demás radicaba solo en su tamaño. Ese era el lugar donde apuntaba el péndulo.

 

Rodeando la casa del alcalde, había un grupo de criaturas montando guardia. No eran humanos ni orcos, sino una especie humanoide de piel oscura, morada, con rasgos monstruosos. Grendelinos.

 

Nada más descubrir al grupo dieron la voz de alarma. Desde la casa salió una horda de monstruos. Iban pobremente armados, apenas con un escudo y una espada.

 

El grupo de preparó para hacerles frente. Lanzaron conjuros de luz, fuego y cristal, acabando con la primera línea de asalto. Fayneria se escondió tras Vesta, quien conjuró una barrera de fuego. Bard por su parte permaneció en la vanguardia, enfrentándose a ellos.

 

Desenvainando su espada de energía, acabó con los grendelinos de uno en uno. Vesta por su parte extendía el muro de llamas avanzando detrás de Bard. Fayneria usaba hechizos de aire y tierra para inmovilizar a los grendelinos y acabar con ellos si se presentaba la oportunidad.

 

Siguiendo esa estrategia, el grupo avanzaba a paso lento pero firme hasta la casa. Y en ese momento salió Morthrandir. El siniestro hechicero, hizo acto de presencia. Con un golpe de su bastón disipó las llamas de Vesta permitiendo que sus esbirros monstruosos las rodearan, pero inmediatamente fueron destrozados por la espada de energía de Bard, quien en un solo movimiento los partió a la mitad.

 

Morthandir al ver caer a sus secuaces se enfadó y decidió unirse a la batalla.

 

—A tres pasos del abismo, un cuarto camino emerge del suelo— Recitó un hechizo que hizo partir el suelo y emerger picos de piedra desde el mismo.

 

El hechizo logró separar a Bard de las chicas. Los grendelinos aprovecharon para ocupar el espacio y rodear al grupo.

 

El grupo de aventureros contratacó, Fayneria y Vesta respondieron con conjuros que inmovilizaron a los grendelinos y los quemaron vivos. Bard por su parte intensificó sus ataques cortando a enemigos como quien cortaba lonchas de carne.

 

Morthrandir respondió con su propia magia. Primero recubrió a sus huestes con un velo que les protegía de la magia rival y segundo conjuró una lluvia de proyectiles.

 

Fayneria respondió levantando una barrera de magia que detuvo los impactos, mientras que la armadura de Bard repelió los proyectiles.

 

A pesar de su resistencia, la distancia entre Bard y las chicas aumentaba, pero poco a poco iban controlando la situación, incluso iban acercándose al hechicero, quien veía como sus lacayos y sus hechizos solo lograban ralentizar a sus enemigos.

 

Justo cuando estaban por enfrentarse Bard y Morthrandir, un cuerno sonó en la lejanía. Entre los derruidos edificios del lugar formaciones de guerreros ataviados con cotas de malla y gambesones de piel, intervinieron en el combate causando el caos en campo de batalla.

 

Aprovechando el caos, Morthrandir, junto con su guarida de élite escaparon de aquel lugar frente a las narices de Bard, en cuyo camino no paraban de interponerse guerreros, hasta lograr rodearle.

 

Dando por perdido a su objetivo, volvió la mirada buscando a sus compañeras, pero la masa de gente imposibilitaba encontrarlas.

 

Lleno de ira maldijo a los guerreros del norte. Formó una esfera de magia y la estrelló en el suelo creando una densa nube de humo gris. Y colándose entre las filas enemigas atacó a los guerreros por la espalda, buscando los puntos débiles de sus panoplias para que el golpe fuese letal a la vez que certero; cuello, estómago, entrepierna, muslos y cabeza. Uno tras otro con fluidez los iba eliminando.

 

Con el viento, se disipó la nube de humo, revelando a Bard parado sobre una alfombra de cadáveres.

 

Los demás soldados quedaron paralizados al ver semejante masacre, lo que permitió a Bard abalanzarse sobre ellos con furia. La defensa era inútil ante sus ataques, pues estos venían de puntos fuera del foco de los ojos de guerreros nórdicos.

 

Cuando su número se redujo a un mínimo de personas, estos se retiraron. Sin embargo, Bard no iba a dejarles escapar tan fácilmente. Rápidamente disparó una red que los atrapó uno a uno, a todos los que se quedaron atrás, dejándolos clavados en el suelo. Una vez reunidos a todos, se preparó para interrogarles acerca del paradero de las chicas.

 

Lejos de aquella aldea, el grupo de guerreros avanzaban hacia un campamento localizado cerca de un pueblo agrícola. Entre ellos estaban Vesta y Fayneria. Ambas llevaban grilletes, pero solo Fayneria tenía la boca tapada, evitando que pueda recitar su magia.

 

El campamento era un emplazamiento simple, con una empalizada de madera que rodeaba un río, con un foso lleno de estacas que hacían más altos los muros de madera. Puentes hechos de tierra abrían paso al campamento y a cada lado del ellos había dos atalayas de madera con vigías.

 

Los soldados cruzaron uno de los puentes tras informar al centinela, quien mandó a un emisario a la tienda del general.

 

Dentro del recinto había tiendas de tela de diferentes colores, con estandartes por doquier, y aunque estas parecían estar desperdigadas, lo cierto era que tenían un cierto orden: Las tiendas que tenían una cerca llena de animales de corral, estaban cerca de los fogones, unas cacerolas colgadas sobre un largo lecho de brasas y a su vez eran las más cercanas al río; Las monturas, ya sean caballos, grifos terrestres e incluso bestias aladas, se mantenían también en establos cerca del río, pero custodiadas por pajes y escuderos, quienes poseían sus tiendas a su alrededor; Las tiendas de los mayordomos de bajo rango, estaban cerca de los fogones y las letrinas, mientras que los mayordomos de alto rango vivían cerca de sus amos; Las tiendas de los mercenarios y otros nobles guerreros estaban en los extremos del campamento, separadas las unas de otras; Las tiendas de los norteños se diferenciaban de las demás por sus contornos hechos de madera, en vez de una tela extendida sobre un pilar, y esas estaban en el centro del campamento, rodeando una gran tienda, al tienda del general; En frente de la misma había una zona de prácticas, la plaza de armas, donde se hacían ejercicios militares, tiros con arco y ballesta, combates y de vez en cuando justas de jinetes.

 

Las chicas fueron entregadas a un nuevo grupo compuesto por los guardaespaldas del comandante, guerreros nobles ataviados con una panoplia pesada pero llena de adornos que reflejaba su estatus. Estos guerreros condujeron a las chicas hacia la tienda del comandante, donde fueron recibidas por la valquiria comandante de ese ejército.

 

Parada en frente a ellas se encontraba una de las grandes valquirias del norte. Ataviada con una armadura emplumada, que era una cota de malla, cuyos anillos se enlazaban con placas de metal superpuestas a modo de escamas y con capa de piel sobre sus hombros. Su sola presencia se imponía sobre las chicas, a quienes se acercó a paso firme. Su severa mirada se posó sobre Vesta, quien se veía más nerviosa de lo habitual.

 

—Hola, hermana— Pronunció la valquiria —Casi ni te reconocí por esos trapos que llevas— Le agarró unos de sus mechones con delicadeza —Incluso te oscureciste el pelo— Apretó el mechón y lo jaló hacia sí —¿Es que acaso intentabas pasar desapercibida? ¿Creías que podías escapar de los ojos del norte? ¿Escapar de la familia?—

 

Vesta alejó de un manotazo la mano que sujetaba su pelo.

 

—Claro que no— Respondió Vesta —¿Quién te has creído que soy?—

 

—Entonces estás dispuesta a pagar por tus crímenes— Dijo la valquiria con cierto asombro —Sabiendo lo orgullosa que eras, no me lo esperaba. Pero está bien, celebraremos tu juicio tan pronto como se pueda, tu ejecución limpiará el nombre de la familia y servirá como lección para todos los demás que elijan el camino equivocado—

 

—No te apresures hermana, yo no he dicho que estoy de acuerdo con un juicio corriente. Tengo derecho a un juicio por combate—

 

—¿Estás segura?— En el fondo sabía que su hermana propondría algo semejante —¿Y quién peleará por una traidora como tú?— Miró a Fayneria —¿Esta niña de aquí? Qué por cierto ¿Quién es esta?—

 

Ahora ambas miradas se posaron sobre la chica, la cual yacía inmóvil, como un animalito indefenso, mirado a ambas mujeres con ojos llorosos. Vesta la arropó con un solo brazo, como si quisiera protegerla de su hermana.

 

—Ella es mi moneda de cambio— Aclaró Vesta —A cambio te pido el favor de que me liberes—

 

Fayneria miró a su compañera sintiéndose traicionada, mientras que la valquiria arqueó la ceja ante la absurda proposición. Pero Vesta siguió insistiendo.

 

—Si temes que me escape, no iré a ninguna parte, pero permíteme ir a buscar a mi campeón para el juicio por combate—

 

La valquiria meditó seriamente, con los brazos cruzados y no lograba entender por qué su hermana se mostraba tan confiada.

 

—Supongamos que te libero hasta el próximo amanecer. Sabiendo que huiste miserablemente antes, en vísperas de tu juicio ¿Qué me garantiza que regresarás?—

 

—Ella. Esta niña tiene la habilidad de encontrar a cualquier persona que se lo proponga, por lo que, puedes usarla para encontrarme en caso de que no vuelva, pero te aseguro que regresaré, porque soy una valquiria y tengo mi honor— Decía Vesta mientras agarraba los hombros de Fayneria.

 

—¿Me hablas tu de honor?— Gritó la valquiria indignada —Traicionaste al rey y a nuestra familia ¿Y encima te atreves a hablar de honor? ¿Dónde quedó ese honor cuando saqueaste las aldeas de Kelheim?—

 

—El reino merecía un cambio, su decadencia estaba llevando nuestras tierras a la indigencia, si no invadía Kelheim, otros lo hubieran hecho— Se excusó Vesta.

 

—Pues gracias a eso hemos perdido nuestro territorio occidental, los llanos fértiles y las minas de hierro, en represalia por tus invasiones— Respondió su hermana.

 

—Pero todavía controlamos los valles brumosos que dan acceso al mar Borehavet— Argumentó Vesta.

 

—Mar que se congela con los vientos gélidos de los días oscuros y valles con piedras de escaso valor. Arruinaste nuestra casa, ¿Sabes acaso, lo que padre y yo tuvimos que trabajar para volver a ganarnos un lugar en la mesa de las espadas?—

 

—Al menos nunca fui la mascota de nadie, no me debía a nadie y tomaba mis propias decisiones— Explotó Vesta.

 

—No, porque a ti te lo dieron todo desde el principio— Le gritó la valquiria.

 

—Ah, ese es tu problema ¿Verdad?, tú nunca tuviste mi talento y siempre estabas celosa de ello, pero sé que desarrollaste otros en camas ajenas— Respondió Vesta.

 

Aquello fue la gota que colmó el vaso.

 

—Sabes perfectamente que puedo hacer que te decapiten aquí y ahora— Amenazó la valquiria.

 

—No, no puedes. Mi título me ampara, yo sigo siendo una valquiria, tengo derecho a escoger mi destino, por ley divina— Gritó Vesta.

 

—Perdiste todos tus derechos cuando escapaste— Gritó su hermana.

 

—Una valquiria pierde su estatus cuando muere, deberías saberlo a estas alturas, si te dedicaras más a estudiar leyes que a darle a la lengua. Tengo derecho a un juicio por combate y por los dioses debe celebrarse—

 

Los gritos histéricos atrajeron la atención de los guardias y algunos transeúntes que pasaban en frente de la tienda, mientras Fayneria esta en una esquina conteniendo las lágrimas mientras rezaba silenciosamente para que esa pelea no la salpicase.

 

Ambas mujeres se tranquilizaron al poco rato.

 

—Si quieres tanto quieres un juicio por combate, lo tendrás, presentaré a mi mejor campeón y maldigo por no poder luchar yo misma. Tienes hasta el próximo amanecer para volver, si no vuelves aquí antes de eso, te aseguro que llegará el día en que tu título no podrá protegerte—

 

—¿Ah si y cuándo será? Avísame cuando todos seamos iguales y el reino de los dioses haya comenzado—

 

—Largo— Ordenó la valquiria comandante.

 

Las últimas horas del día terminaron con la caída del sol. Acampado en una de las casas de aquella aldea abandonada, Mientras preparaba la comida en una hoguera meditó al tiempo en que removía las verduras sobre la sartén.

 

Ese día había sido un desastre, no había logrado nada, gastó mucha magia en combates que no llegaron a nada y para colmo había perdido a sus compañeros, su desánimo inundaba su alma, más la rabia le impedía descansar.

 

Al día siguiente, se despertó con las caricias raspantes de su mini dragón mascota, quien le había seguido a pesar de todo.

 

Inicialmente agradecido de su presencia, pronto le regañó por eso mismo, prometiéndole disciplinarle en casa.

 

Se preparó para ir al campamento nórdico, el cual no estaba en la ciudad de Katra, donde se encontraron con los guerreros norteños, esos eran una avanzada, su campamento debía estar más al norte. Consultó en el mapa las posibles ubicaciones.

 

—Si tienes que acampar a aun ejército, que en realidad son miles de personas más animales que servirán como montura y comida, lo suyo sería alejarse a de las zonas densamente pobladas, de las zonas escarpadas y al norte, lo suficientemente cerca de una fuente de agua para mantener a los animales… si he de apostar, será cerca de la orilla del río Kelph— Le comentó al dragón, el cual quería más que nada comerse el mapa.

 

Bard guardó el mapa y dejó a su mascota jugar por ahí, sabiendo que estaría en los alrededores, pero que no se inmiscuiría, pues a pesar de ser una criatura considerada mitológica en otro mundo, seguía siendo un animal, cuyo instinto le obligaba a escapar al mínimo peligro.

 

—Esta pequeña parte de mi vida se llama venganza— Dijo cargando a su espalda un saco que se veía pesado, y marchó en busca del campamento.

 

Tras una marcha, divisó el río Kelph a lo lejos, con un campamento estacionado en uno de sus meandros. Pero antes de por siquiera llegar a río se topó con la última persona que esperaba encontrar: Vesta, quien a su vez estaba estupefacta, pues no esperaba haberle encontrado tan pronto.

 

—Bard, como me alegra de verte— Dijo Vesta.

 

—Podría decir lo mismo Vesta ¿O debería llamarte Varya?—

 

La cara de la mujer pasó alegría desapareció tan pronto como oyó su verdadero nombre, con su corazón latiendo a toda prisa, pero logró controlar sus nervios.

 

—¿Como lo has sabido?—

 

Bard abrió la bolsa y sacó de ella las cabezas humanas de aquellos que fueron capturados, sujetándolas por el pelo al mismo tiempo.

 

—De estos valientes guerreros el norte—

 

Lanzó las cabezas a los pies de la ahora valquiria, quien sintió un escalofrío paralizante. No se esperaba presenciar tal barbarie, pero no perdió la compostura.

 

—Tienes razón, de nada sirve que siga ocultándolo. Mi nombre es Varya, una de las grandes valquirias…—

 

—¿Dónde está Fayneria?— Interrumpió Bard

 

Varya meditó antes de responder.

 

—La retienen como su rehén en el campamento. Solo la liberarán si accedes a realizar un juicio por combate—

 

—¿La retienen a ella y te dejaron salir sin más, a pesar de que era a ti a quien buscaban?—

 

Bard sospechó que aquello parecía una trampa. Desplegó una magia en forma de onda de aire que actuaba como un sonar y permitía detectar enemigos ocultos, pero no había nadie más salvo ella.

 

—¿Qué estás tramando, mujer?— Preguntó Bard.

 

—Calmémonos, por favor. No quiero pelear contigo— Respondió Varya.

 

—¿Qué me calme? Me has estado mintiendo desde que nos conocimos, me has arrastrado a un conflicto en el cual no quería participar y encima una amiga ha sido raptada por tu culpa. Tengo motivos de sobra para matarte a ti y a todos esos nórdicos—

 

Conjuró su espada de luz y apuntó a la mujer.

 

—Si me matas, Fayneria morirá ¿Eso es lo que quieres?— Preguntó Varya con firmeza —Yo te propongo ir a salvarla, juntos—

 

Estaba totalmente claro que le estaba atrayendo a una trampa, tal vez una emboscada que bloquee su magia y le deje vulnerable, pero él contaba con un as capaz de revertir la situación, aunque esperaba no utilizarlo nunca. Volvió la mirada hacia la mujer, había muchas cosas que no encajaban y no era capaz de ver más allá de aquella situación, pues, aunque podía usar magia, no podía ver el futuro.

 

Respiró hondo y sacudió la cabeza. Él no era el tipo de persona que planificaba todo al detalle y de antemano, como otros, él iba de frente, improvisaba y después de recopilar experiencia empezaba a hacer planes.

 

A pesar de su negativa inicial, al final desistió. Desactivando no solo su hechizo, sino también su armadura, aparentando la máxima debilidad posible, algo que extrañó a la ex valquiria.

 

—¿Qué quieres que haga exactamente?— Preguntó Bard.

 

—Solo tienes que ganar al campeón de mi hermana y todo terminará— Resumió Varya.

 

—¿Tu hermana?—

 

—Si, da la casualidad que ella es la dirige ese ejército— Contó Varya.

 

Las cosas empezaban a esclarecer para Bard.

 

—¿Cómo te convertiste en una fugitiva?—


—¿Te interesa?— Preguntó Varya con un tono coqueto.

 

—No puedo de quitármelo de la cabeza, ocupa la totalidad de mis pensamientos—

 

Varya sonrió con soberbia.

 

—Yo era una gran valquiria, que pertenecía a una noble familia. Tenía talento tanto para la magia como para el combate, y mis habilidades estratégicas me permitieron ascender al rango de valquiria y conseguí cinco mil espadas en mi condado…—

 

Bard la interrumpió agarrándole de la cabeza.

 

—Ve al punto— Ordenó.

 

—El caso es que me uní al ejército rebelde y al perder la guerra, hubo una persecución contra las valquirias rebeldes. Perdí mi posición, mi casa y mis sirvientes propios sirvientes se volvieron contra mí, me vi obligada a huir—

 

—¿Y como entro yo en tus planes?—

 

—Buscándome la vida te conocí y tras ver tu fuerza, me vino una idea para recuperar mi vida—

 

—¿Cuál?—

 

—La alta nobleza guerrera tiene derecho a resolver sus problemas por medio de la guerra, pero eso fue reducido a una batalla entre dos campeones. Esos combates deciden el destino de los asuntos más importantes—

 

—A ver si lo he entendido. Supongamos que gano el combate contra el campeón de tu hermana, ¿Tus crímenes quedaran perdonados, así porque sí?—

 

—Eso es— Dijo Varya convencida.

 

Bard se mordió la lengua, para no dejar salir lo que pensaba de ese sistema judicial.

 

Llegaron al campamento, en donde fueron recibidos por los centinelas, que luego los entregaron a la guardia de élite, y estos, a su vez, los llevaron a la plaza de armas, en donde se habían reunido un número de guerreros en torno a cuatro pilares de piedra con antorchas de hierro. Entre los guerreros había nobles testigos y

 

En frente de ellos estaba la valquiria comandante, parada en el centro del ruedo, detrás de ella estaba su campeón, un hombre que le sacaba dos cabezas, ataviado con una armadura pesada hecha de varias capas de cotas de anillos, un escudo redondo y una espada larga.

 

—Esa es mi hermana, la valquiria comandante, Ragnilda— Susurró Varya a Bard —Y ese es su campeón, sospecho que es un einherjar, es decir, guerreros de elite que pertenecen a su guardia personal—.

 

Ragnilda, quien esperaba que su hermana huyera, se sorprendió con cierto alivio de que aun guardase algo de honor y haya aceptado su destino, pero tenía confianza absoluta en su campeón, quien fue escogido de su guardia personal.

 

Bard se acercó a la valquiria.


—¿Dónde está Fayneria?— Le preguntó directamente.

 

Varya se llevó la mano a la cara y luego se acercó a su campeón.

 

—Bard, no puedes simplemente dirigirte así a una valquiria— Le regañó.

 

—Me da igual ¿Dónde está Fayneria? La niña que secuestrasteis junto con ella— Señaló a Varya.

 

El einherjar campeón, se colocó delante de su valquiria, como queriendo protegerla, mientras ella se mantuvo callada. Bard estuvo a punto de enfrentarse a él ante de tiempo, pero Varya le sujetó obligándole a retroceder.

 

Un escudero dejó a los pies de Bard tres escudos y le entregó una espada larga de una sola mano.

 

—Como dictan los dioses, cada campeón tiene derecho a tres escudos que salvaguardan su vida— Habló la valquiria —De romperse el último de ellos, cae la ejecución sobre el vencido—

 

Duelo comenzó cuando el campeón tocó dos veces el borde del escudo con la empuñadura de su espada.

 

—Suerte— Dijo Varya.

 

—¿Crees que necesito armas para matar?— Preguntó Bard.

 

—¿Eh?—

 

Bard soltó el escudo y clavó la espada en el suelo con furia y luego caminó lentamente hacia el Einherjar, quien por un instante miró a su valquiria, la cual asintió, como dándole permiso para ejecutarle.

 

El Einherjar avanzó hacia Bard, levantó su espada y descargó el golpe con toda su fuerza. Por su parte, Bard se movió a un lado mientras seguía adelante, logrando sujetar la mano del campeón y obligándole a clavar la espada en el suelo, para luego patearle detrás de las rodillas con fuerza, obligándole a perder el equilibrio. Debió a que su ataque le obligó encorvar la espalda, este sintió caerse y apoyó el escudo en el suelo para mantenerse semi erguido, pero ese movimiento le inutilizó ambas manos y Bard aprovechó para agarrar su cabeza y doblarla, rompiéndole el cuello con crujido que resonó en el ruedo.

 

El cuerpo del guerrero se desplomó sobre el suelo, acabando con el duelo tan rápido como había empezado. Nadie podía creer lo que estaba viendo.

 

—Siguiente— Gritó Bard mientras miraba a la muchedumbre silenciosa —¿Quién de vosotros es el siguiente? De un paso al frente, no tengo todo el día—

 

—… Em… Ya está, Bard, has ganado…— Dijo Vesta siendo la primera en salir del asombro —Has ganado, has ganado. He ganado hermana, he ganado— Gritó Varya eufórica —¿Habéis visto eso? Triunfó mi campeón—

 

—No puede ser— Susurró Ragnilda desalentada.

 

Bard todavía no estaba satisfecho con la situación.

 

—Tu, valquiria ¿Dónde está Fayneria?— Volvió a preguntar, sacando a la mujer de sus pensamientos.

 

—Está retenida en prisión—

 

—Traedla aquí de inmediato. Voy a llevarla a su casa— Ordenó Bard, cosa que mosqueó a la comandante.

 

—No estoy obligada a cumplir tus órdenes. Este combate nada tuvo que ver con ella— Respondió Ragnilda.

 

Bard no se tomó nada bien aquella insubordinación. Su armadura de gel recubrió su brazo. Agarró la cabeza del einherjar; sus manos aplastaron su yelmo, mientras sus dedos se calvaban en sus ojos en un agarre que le arrancó hasta parte de la columna.

 

Tiró la cabeza a los pies de la valquiria comandante.

 

—Entonces esto no ha terminado. Siguiente— Gritó Bard.

 

—¿Qué clase de barbarie es esta? ¿Cómo osas profanar el cuerpo de un caído?— Gritaron desde el público, totalmente indignados.

 

—No voy a irme de aquí sin ella— Respondió Bard con el mismo tono —Os mataré a todos si hace falta. Que venga el siguiente—


Ragnhilda mando a dos guardaespaldas a buscarla y al rato la trajeron.


Al verla Bard pareció tranquilizarse. Al comprobar que ella estaba bien, se marchó con ella de aquel campamento, no sin antes al pasar al lado de Varya y darle un fuerte puñetazo en su cara, cosa que en cierta manera alegró a Ragnilda.


Ya lejos del campamento Bard se disculpó con Fayneria por ponerla en peligro.


—Nada salió como queríamos, no solo hemos perdido el rastro del mago, sino que nos vimos envueltos en una guerra y te hice pasar una experiencia terrible— Lamentó Bard —En fin, la misión fracasó, si Morthrandir regresa ya me encargaré de él por mi cuenta. Te devolveré a la academia—


Faryneria se negó enérgicamente.


—¿Dices que quieres quedarte conmigo?— Bard sonrió —Lo lamento, pero no tengo en mente ir a más aventuras y tú debes terminar tus estudios, Shayla me dejó reclutarte, pero a cambio esperaba que regresaras ¿Es que quieres hacer llorar a tu profesora?—


Fayneria hizo un puchero, pero a pesar de sus quejas, fue llevada de vuelta a la academia mágica, en donde Shayla se mostró aliviada a ver a su alumna y la retuvo mientras ella intentaba escapar para ir tras Bard.


Tras un largo viaje, Bard regresó a su casa. Para su sorpresa, la sucursal del gremio había cerrado y los escombros del edificio fueron usados en la restauración de las viviendas civiles. Con el auge de una guerra civil, los aventureros fueron contratados como mercenarios. Para ganarse el apoyo de sus respectivos pueblos, la alta nobleza impulsó organizaciones de guardabosques afiliados a su estandarte, los cuales sustituyeron a los aventureros misiones de control de plagas y eliminación de animales peligrosos. El gremio de aventureros cayó en crisis por falta de personal y trabajo. Las sucursales destruidas fueron otro duro golpe que los empujó al fondo y aquella organización privada que en su momento garantizaba la seguridad de las aldeas lejanas a los castillos señoriales, esta al borde de la desaparición.

 

Bard empezó a pensar, que tal vez los repentinos ataques de Morthrandir no fueron una casualidad, el mago sabía lo que estaba haciendo al atacar las sucursales de una organización moribunda, así los responsables tendrían que elegir entre reconstruir sus edificios o contratar a más personal y sin edificios no había personal. Si hubiese acabado con el mago, quizás su recompensa fuese solo un ascenso de rango en vez de una bolsa de monedas.

 

Sin embargo, con la caída de la organización y con la guarnición de la ciudad en mínimos, los bandidos vieron un pueblo desprotegido que saquearon, mataron y violaron sin mucha resistencia, pero afortunadamente su casa y su huerto no sufrieron daños gracias al hechizo que colocó antes de su partida.

 

De vuelta en su casa, planeó seriamente en hacer una huerta guerrilla, pues los hambrientos aldeanos acudirían a él nada más enterarse de que su cosecha estaba por dar frutos. Las siguientes aventuras tendrían que esperar.


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