Lord Heldengard, el noble alcalde a cargo de la ciudad estaba
en frente de una de las mansiones abandonadas en la parte más alejada del
centro de Mattel. Acompañado de su séquito, el noble señor entró al patio
avanzando hacia la entrada a paso firme.
Mostraba una severa expresión dando a entender que no estaba
precisamente alegre, sino todo lo contrario.
Con un gesto de su mano, su séquito arremetió contra la
puerta de madera, derribándola. Ambos guardias se pusieron a cada lado
permitiendo que su señor entrase dispuesto a poner orden en todo el asunto y
dejando claro quién era el que mandaba.
Ya era de día. O eso parecía pues todo se veía bastante oscuro.
Me levanté con pesadez, no había conseguido dormir bien tras los
acontecimientos de ese día, las incógnitas de los recientes sucesos que han
ocurrido sin explicación me daban un mal presentimiento. Miré por la ventana,
apartando las cortinas y vi un interesante paisaje: Niebla, una densa niebla
había conquistado la ciudad mientras dormía.
No era un fenómeno aislado, pues ocurría muy de vez en cuando
parece como una nube se cansó de estar arriba y bajó a hacernos compañía.
La niebla una molestia, la humedad hace que sea difícil saber
donde estás y los bosques se vuelven más peligrosos que por las noches ya que
no sabes con qué te vas a encontrar hasta que lo tienes en frente. Aunque en lo
personal y a mi parecer la niebla refleja perfectamente mi situación con el
resto: fría y distante.
Cerré las cortinas y salí de la habitación. Cuando bajé me
encontré con Slania, quien estaba siempre preparando el desayuno con lo que
compró en el pueblo más cercano, el que se encuentra en las faldas de la
montaña y al que es una verdadera molestia llegar porque luego hay que volver a
subir toda una montaña.
Ahora sentado delante de la mesa como casi todas las mañanas,
forcé mi garganta a trabajar. Parecía ser un día normal y corriente, como los
demás o eso me hubiese gustado decir. No se, hay algo que me da una mala
sensación quizás sea por el clima. Los días nublados suelen ser fríos pero
estaba dentro de casa ¿por qué siento que este ambiente es demasiado extraño? Inmediatamente
me percaté de algo importante.
“(Claro, eso es, Slania se ha olvidado de encender el fuego)”
Pensé mientras buscaba las piedras de Phosphorum para encender la leña.
Mientras trataba hacer caer la chispa sobre la leña pregunté: “¿Por qué no has
encendido el fuego?”
“No me di cuenta” Me contestó sin voltear.
“(¿En serio? ¿Esta mujer no siente el frio?)”
“Yahvis” Me llamó Slania “¿Te has fijado en que afuera está
todo nublado?”
“(No, que va) Si, lo vi al despertar” Contesté.
Slania soltó una pequeña carcajada.
“Parece que una nube despistada se cayó del cielo”
“Que coincidencia pensé lo mismo al verla” Contesté forzando
una sonrisa “(¿Qué es ese incomodo escalofrío?)”
Slania me miró sorprendida, pero luego sonrió de manera muy maternal.
“Sabes, corren rumores de que hay gente que desaparece
misteriosamente” Contó Slania con un tono de preocupación.
“Creo que he oído algo parecido ayer” Le contesté.
“¿En serio? Bueno, no se lo que está pasando pero no te metas
en líos” Dijo cambiando su tono a uno
más serio “A lo que me refiero es que dejes de pelearte los solados, déjales
que ellos se encarguen de este problema, sea cual sea ¿me entendiste?” Yo
asentí y Slania suavizó el gesto de su mirada para luego cruzarse de brazos.
Aparté la mirada hacia el fuego y pronuncié.
“Los defensores son unos inútiles” Mi voz se balanceaba entre
el enojo y la decepción.
“Lo se” Contestó Slania.
“Dicen que están haciendo su trabajo pero solo vagan por la
ciudad de un lado a otro aceptando los regalos de los mercaderes”
“Lo se” Repitió “Pero que ellos sean corruptos no quiere
decir que tu tengas la autoridad para hacer lo que quieras. No tomes ejemplo de
ese canalla de Conrad, ese hombre está al borde de ser expulsado de Mattel”
“Ese señor detestable, al igual que el alcalde pero intenta
cambiar la situación” Expresé.
“Lo que él está haciendo es un delito castigado con la pena
de muerte. En cualquier otro lugar lo habrían asesinado. Parece que lucha por
los demás pero solo quiere una posición para salir de aquí” Dijo Slania
enojada, parece que ese hombre no le cae precisamente bien
“¡¿En serio?!” Expresé alzando la voz mientras volteaba a
mirarla.
Slania se acercó a la mesa, agarró una jarra y vertió un
líquido dentro del vaso de cerámica, que sujetaba. Finalmente volvió a su sitio,
y se dejó caer sobre la silla.
Observé el vaso. Dentro había un brebaje compuesto de leche y
miel al que llamábamos Melkonig. Mi bebida favorita, la cual me obligan a tomar
en caliente antes de dormir y la que bebo para desayunar. Por el tacto todavía
estaba templado debido al efecto aislante de la jarra en la que lo preparamos.
“Yahvis, cariño, me
gustaría hacerte una pregunta” Dijo con un tono maternal el cual me puso los
pelos de punta “Dime ¿qué es lo que quieres hacer con tu vida?”
La pregunta me tomó por sorpresa, no sabía que responder.
“…Yo…” Balbuceé intentando hablar antes de siquiera haber
pensado lo que iba a decir, por lo que procedí a dar gran sorbo. El líquido
caliente inundaba mi boca y recorría mi garganta, llevándose mis nervios y
aclarando mis ideas.
“Siempre me comentaste que querías ser soldado” Dijo mientras
yo estaba bebiendo.
“Si” Contesté.
“Pero creo que eso es imposible para ti y por muchas razones,
principalmente porque eres demasiado rebelde, te falta disciplina, te enfadas
casi por cualquier cosa y encima de todo eres… bueno, eso es todo”
Cada palabra suya se sentía como una flecha ardiente
perforando el mismo punto.
“¿Entonces qué debería hacer?” Pregunté.
“Eso lo decides tu” Contestó Slania. Levanté mi cabeza para
verla sin llegar a entender el sentido de aquella conversación. Parecía que
ella lo tenía todo planeado “Dime, Yahvis. Tienes quince años ¿no crees que
deberías pensar en emanciparte?” Yo la miré completamente perdido “Sabes tan
bien como yo que esta ciudad no tiene futuro, esta al borde de convertirse en
un verdadero pueblo fantasma. Sé que puedes vivir en este lugar sin problemas,
pero pienso que afuera encontrarás un lugar mejor al que pertenecer”
“No entiendo nada ¿quieres que me vaya de Mattel?” Pregunté
atónito ante su discurso.
“Ya te lo dije, eso depende de ti. Puedes quedarte aquí o
salir a conocer el mundo lejos de estas montañas. No hace falta que me
respondas ahora, piénsalo con cuidado” Se levantó dando a entender que la
conversación había terminado. Pasó a mi lado sin antes detenerse para volver a
decirme algo “Por cierto, hoy no vayas a la casa del herrero” Tras esto ella
salió hacia la sala ceremonial del templo.
Me quede solo, en silencio meditando lo que Slania me acababa
de decir. Los minutos pasaron lentamente, el silencio era lo único que me
acompañaba salvo por los crujidos de la madera siendo devorada por las llamas.
Negué con mi cabeza incapaz de hallar una respuesta. Me
levanté de la silla y abandoné esa sala de estar. Necesitaba despejar mi
cabeza.
Busqué mi abrigo y mi cinturón, el cual tenía cosidas las
fundas que retenían los cuchillos largos que había tomado prestados del arsenal
de al guarnición tiempo atrás. Tras equiparme abrí la puerta y ante mí se
extendió la vasta cortina que cubría la ciudad.
Todo era blanco, como mi cabello, el cual parecía combinar
con el entorno, salvo por el brillo que
resaltaba en él. Costaba distinguir la carretera, los arboles que adornaban los
bulevares y las casas eran más sombras que estructuras.
Tras adaptar mi vista para poder saber la dirección que debía
seguir pude darme cuenta de que la niebla era demasiado densa, sin embargo los
antiguos habitantes hallaron una solución muy simple: a lo largo del camino
plantaron Omphus, un tipo de seta que brilla en ausencia de luz y aunque es de
día, la niebla es tan densa que hace brillar las setas. Siempre me ha parecido
ingenioso este método tan simple.
Siguiendo el camino de luces llegué a la plaza, donde ya
podía ver a varias personas caminando tranquilamente por la calle. Muchos
estaban armando jaleo dentro de la taberna, la cual resaltaba como si la niebla
no tuviese agallas para ocultar ese edificio.
Respiré hondo. Hoy no era un buen día, no por la niebla sino
porque el encargo que tengo hoy consiste en llevarle un botiquín a cierta
persona y ese señor es uno de los clientes que más frecuenta ese lugar, por lo
que a esta hora no hay otro lugar al que iría.
Apreté los puños mentalizándome para poder responder ante
cualquier acontecimiento. Ya había entrado en ese lugar varias veces y muchas
de ellas tuve que vérmelas con los borrachos violentos. Sin más dilación entré en
el local.
El ruido de los instrumentos cesó junto con las voces alegres
de los borrachos en cuanto la gente posó en mí su penetrante mirada. Poco me
importaba, simplemente busqué con la mirada al señor a cual debía hacer la
entrega. Se encontraba en una de las mesas del fondo, completamente borracho al
punto de caer inconsciente al igual que sus amigos con quienes compartía mesa.
Dejé caer el paquete que llevaba sobre la mesa delante él,
quien se sobresaltó como si alguien le hubiese asustado. El señor miró el
paquete con sorpresa y luego desplazó su mirada hacia mí.
“Salud, Yahvis” Dijo alzando su copa a modo de saludo “¿Haciendo
encargos para nuestra señora la curandera? Buen chico” Creo estaba tan borracho
que no sabía lo que estaba diciendo.
El señor borracho ojeó el interior del paquete, luego lo
colocó a su lado y dio un buen trago a su cerveza de hidromiel.
“Sabes, Yahvis… Conrad ha desaparecido” Dijo tras dejar la
pinta vacía sobre la mesa.
“¿En serio? (curioso pero no me incumbe)” Pregunté “Vuestro
amigo ha desaparecido ¿y lo estáis celebrando?”
El compañero de mesa del señor ebrio, el cual no estaba tan
embriagado con el sabor de alcohol se enojó con mi inocente comentario. Golpeó
la pesa con su puño cerrado y se levando a encararme. Su estatura superaba a la
mía pero no se veía intimidante, por muy enfadado que estuviese.
“¡Tu no sabes nada! ¡Estuvimos buscándole todo este tiempo y
no encontramos nada. Fue como si se lo hubiese tragado la montaña!”
En ese momento alguien que no quería que me viese se percató
de mi presencia en el local. El tabernero, quien oyó los gritos y me vio.
“¡Eh, tu!” Alzó la voz dirigiéndose a mí.
Maldije al alborotador y dirigí mi mirada fruncida hacia el
hombre detrás de la barra.
“¿Qué quieres?” Pregunté haciendo un gesto con mi cabeza sin
decir palabra alguna. Fue algo inconsciente.
“¡Te dije que no quería volver a verte por aquí!” Gritó el
tabernero.
No me gusta que me griten, a nadie le gusta que le alcen la
voz pero este hombre me enerva siempre que abre la boca.
“¡¿Tengo cara de que me importe mucho lo que tu quieras?!”
Contesté sin contenerme.
El tabernero dio un paso atrás al escuchar mi respuesta, pero
siguió manteniendo su postura desafiante.
“La última vez casi quemas mi local con tus peleas” Expresó “No
te lo voy a repetir más veces largo de aquí”
“Me iré cuando me plazca” Dije “Si tanto quieres que me vaya entonces
ven y oblígame”
Uno de los defensores que estaba en el lugar se levantó y se
acercó hacia mí.
“Tranquilízate, Yahvis ¿acaso quieres que encerremos en el
calabozo como la otra vez?” Dijo el defensor.
“(Me está amenazando) Ocúpate de tus asuntos” Contesté.
Cuando me di cuenta casi toda la gente se había levantado. La
atmosfera se tornó pesada de un momento a otro, un error y todos acometerían
contra mí, pero da igual puedo con todos.
“¡Métete tu en los tuyos!” Gritó uno de ellos.
“¡Déjanos beber en paz!” Otro grito se escuchó entre la
multitud. Seguido de otras quejas similares.
Miré con desprecio a la chusma. Apreté mis puños y dientes
tratando de localizar a los charlatanes que se hacían los valientes ocultándose
entre la multitud.
“Ya veo, así que preferís beber y festejar aun sabiendo que
cada día hay gente desapareciendo sin explicación; que las defensas que
protegen la ciudad no protegen nada y encima los vosotros, los defensores en
lugar de estar patrullando y vigilando las puertas no haces más que emborracharos
(Personalmente dais asco)” Expresé.
El defensor formuló una sonrisa que no me agradó nada y dijo:
“Entiendo ¿Eso es por lo que estás molesto? ¿No te parece
demasiada arrogancia venir aquí a decirnos lo que debemos hacer? ¿Quién te has
creído que eres? Te lo diré de manera que puedas entenderme: deja de meterte en
nuestros asuntos. O mejor aun ¿Por qué no vas con tu querida bruja a recoger
flores?”
Mi enojo sobrepasó el límite de mi control. Agarré la silla
más cercana, jalé con fuerza haciendo que su ocupante cayese al suelo y luego
la destrocé sobre la cabeza del soldado con toda mi fuerza. El defensor cayó al
suelo, inconsciente.
Miré a la chusma, impactada y entonces algo golpeó la parte
occipital de mi cabeza.
“Maldito crío me has hecho derramar la cerveza” Dijo la voz
de la persona que estaba a mi espalda.
Con mi brazo cubrí mi cabeza y vi de reojo al borracho al que
le quité la silla, el cual me había golpeado con la jarra de metal que aun
sujetaba en su mano. De inmediato estampé mi puño cerrado en su rostro,
haciendo que este cayese al suelo no sin antes golpearse en el borde de la mesa
volcándola.
Al instante todos en la taberna se lanzaron a por mí montando
un caos. Cara que veía, puño que la alejaba, a golpes y patadas no dejaba que
nadie se me acercase. Era toda una batalla campal.
“No, otra vez no” Sollozó el tabernero al ver semejante
espectáculo.
En ese momento el estruendoso sonido de la puerta viéndose
abajo, junto con una portentosa voz proveniente del sujeto parado en la repisa
detuvo la lucha.
“¡Deteneos!” Gritó el hombre de gran altura y presencia
imponente.
Aldamir, el capitán a cargo de la ciudad había hecho acto de
presencia en el local para establecer el orden. Nada más verme frunció su ceño.
“¡¿Qué demonios está ocurriendo aquí?!” Preguntó, o más bien
eso daba a entender “No, no hace falta que me respondáis, no estoy ciego
¿Yahvis otra vez causando problemas a mis hombres?”
Chasqué mi lengua al verle.
“(Apareció otra molestia)” Pensé
mientras soltaba el cuello de uno de los alborotadores para poder encarar mejor
a los refuerzos que irrumpieron el la taberna.
En un rápido movimiento corrí hacia
la ventana más cercana. Arrojando una silla con cierta fuerza destrocé el
cristal y de un salto estaba en el exterior. Ese movimiento pilló desprevenidos
a los defensores, sobre todo a su capitán, quien estaba convencido de que iría
contra ellos al igual que las últimas veces, pero se equivocaban yo no me
tropiezo seis veces con la misma piedra.
“¡Tras él!” Ordenó Aldamir señalando
con su brazo extendido la dirección por la que estaba huyendo.
El resto de los defensores corrieron
tras de mi. Sin embargo no llegaron muy lejos, puesto que la niebla los hizo
perder mi rastro cuando atajé por los callejones de entre las casas. Era la
primera vez que agradecía que hubiese niebla.
Seguí caminando sin tener claro por
donde iba, hasta que llegué a un lugar bastante elevado donde una reja de
sólidos barrotes metálicos me bloqueaba el paso. Tras los gruesos barrotes pude
ver cúmulos de piedras agrupados en conjunto y entonces lo entendí: había
llegado al cementerio.
El cementerio estaba a las afueras de
la ciudad, de alguna manera salí de Mattel sin darme cuenta, pero si atajaba
por el campo santo llegaría al bosque del este y de ahí podría encontrar el
camino hacia la entrada de la muralla.
Asentí con la cabeza y di un salto
traspasando la verja. El lugar se sentía silencioso y ausente de vida, cosa
lógica por otra parte. Aun así costaba encontrar la salida del lugar, los
cúmulos eran todos iguales y en medio de la niebla esto parecía un laberinto
interminable.
“Buena tarde acá en estos lares”
Al oír aquella voz me sorprendí
demasiado tanto que mi cuerpo dio un salto repentino hacia atrás. De inmediato
giré mi cabeza hacia el propietario de aquella voz.
Ante mi se hallaba un hombre de
avanzada edad cuya barba y sombrero ocultaba sus rasgos faciales. Llevaba ropas
desgastadas que resaltaban el barro y la suciedad que había acumulado durante
su trabajo. Sentado encima de una lápida con una pala echada al hombro se
hallaba el guardián del cementerio: Grale el enterrador.
“No pretendía asustarte” Dijo con su
voz ronca mientras se levantaba clavando su pala en el suelo. Olisqueó el aire
con fuerza mientras se acercaba hacia mí “Dime, sangrevil, que inusual verte
por aquí”
“Me llamo Yahvis, deja de llamarme de
esa manera” Le reproché.
“¿Eso es relevante?” Preguntó
mientras soltaba una risa ante mi enojo “Como sea, supongo que habrás venido
para que te cave una tumba, no cavo gratis”
“(No, si en esta ciudad nadie hace
nada gratis salvo yo ¿será que soy idiota?) Ni hablar, no tengo intención de
ser enterrado vivo” Dije.
“Qué lastima” Se quejó el enterrador
mientras volvía a su puesto para seguir cavando “¿Y bien qué te trae por aquí,
Yahvis” Preguntó poniendo un énfasis innecesario al pronunciar mi nombre, todo
ello mientras trabajaba.
“¿De verdad quieres saberlo?” Le
pregunté desconfiado.
“Nunca viene mal tener un poco de
conversación de vez en cuando, aligera el trabajo” Me contestó.
“Estaba huyendo de unos soldados”
Resumí.
“Entiendo ¿entonces quieres que los
entierre vivos?” Preguntó alegremente.
“(No, en serio ¿por qué todo tiene
que girar en torno a tu trabajo?) Pues no (Pero pensándolo bien y detenidamente
no suena tan mal)” Mientras estaba enfocado en mis pensamientos no me di cuenta
de que ese hombre estaba tomando medidas de mi cuerpo con una regla desplegable
que usaba para medir los cadáveres “Puedes parar cuando quieras”
“Ummm… 1,60 x 69 no está mal”
Continuó tomando datos como si nada.
“¡Para de una vez!” Grité alejándome
unos metros de él.
Grale plegó su regla de madera y la
guardó en el interior de su chaqueta, luego recogió su pala del suelo y volvió
a meterse dentro del agujero para seguir cavando. Ciertamente no puedo
descuidarme estando a su lado, peor ahora entiendo por qué la gente siempre le
evita.
Suspiré y decidí alejarme de él y
seguir mi camino sin embargo las palabras del enterrador me detuvieron en seco.
“¿Has oído los rumores que corren
últimamente? Dicen que le gente desaparece sin dejar rastro” Dejó de cavar un
momento y se rio sin razón aparente “Ese loco… Conrad, si, creo que así se
llamaba vino el otro día y me preguntó si quería formar parte de algún
movimiento… no le entendí muy bien, pero le dije lo mismo que les digo a todos:
Este es mi trabajo, no necesito otro”
Observé como el hombre volvía a
reírse mientras seguía cavando.
“¿A dónde se fue Conrad después de
hablar contigo?” Pregunté interesado en la información que tenía ese hombre.
“No recuerdo muy bien… no entendí
muchas de sus palabras pero dijo algo acerca de un herrero” Balbuceó.
“Ya veo (Así que se fue a ver a
Morritz. Si mal no recuerdo su casa también está cerca del cementerio) Gracias
por la información ¿Por cierto para quién es esta tumba?”
Grale extendió su mano en dirección
norte. Una brisa recorrió el lugar llevándose parte de la niebla, dejando ver
una lápida cuyo nombre causó un fuerte impacto en mi interior.
De inmediato eché a correr. Tenía que
salir de ese lugar lo antes posible. La risa del enterrador resonaba cual eco
por todo el lugar.
Al fin, se podía ver la reja metálica
que indicaba el límite del cementerio. Salté sobre un cúmulo cercano como apoyo
para poder traspasar las rejas de un salto. Tras ello seguí corriendo sin
parar. No tenía muy claro hacia donde iba pues la niebla era demasiado espesa
como para ver nada. Sin embargo pude divisar una casa en la lejanía. Había
llegado a la herrería de Morritz.
Paré un segundo para recuperar el
aire y miré el edificio que tenía en frente de mis ojos. Recuerdo que Slania me
advirtió esta mañana de que no me acercase a este lugar ¿por qué será?
Caminé hacia la puerta principal
pasando al lado de la entrada de la herrería. Todo estaba cerrado. Intenté
llamar a la puerta pero nada más tocarla se abrió por si sola. Miré dentro de
la casa. El silencio y la tenue luz que entraba por las ventanas me recibieron
en lugar del herrero. Al ver como la puerta se abría por si sola y no había
nadie en la casa sentí como un sentimiento incómodo recorría mi cuerpo.
“(A lo mejor Morritz habrá salido)”
Pensé “(¿Pero si ha salido por qué dejó la puerta abierta? … Si la puerta
estaba abierta entonces debería andar cerca de aquí, pero ¿quién saldría con
esta niebla?)” Sin lograr poner en orden las preguntas que asaltaban mi mente
esperé fuera de la casa por si el señor decidía aparecer. Era de mala educación
entrar en las casas ajenas y tampoco estaba de humor para que alguien me
regañase, ya perdí los estribos una vez no quiero volver a causar problemas
porque al final tendría que vérmelas con Slania y eso no es divertido.
Los minutos pasaron lentamente, casi
parecían horas. Era verdad de que si no ocupabas tu tiempo este se ralentizaba.
No se si era por el clima o por su extraña ausencia, pero por alguna razón la
casa se veía más lúgubre de lo normal.
Respiré hondo y dejé salir un
suspiro. En el proceso mi nariz captó un olor singular. Volví a olfatear y de
nuevo ese olor ¿De donde me sonaba? ¿Dónde había olido algo similar?
Como si un rayo iluminase las oscuras
nubes en una noche de tormenta, mi mente brilló con el recuerdo del lugar donde
había olido ese desagradable aroma: La casa que Samvel y yo exploramos el día
en que los Wargos asaltaron la ciudad.
Tuve un mal presentimiento. Que la
casa oliese a podrido no era precisamente una buena noticia.
Entré dentro con la esperanza de
encontrar vivo al herrero ya que a nadie le es útil un herrero muerto, sobre
todo cuando él muy tacaño ni siquiera quiere hacerme una buena arma en
condiciones. Avancé desde la entrada en dirección al salón.
Un escalofriante silencio invadía el
lugar. Demasiado silencio, algo raro ya que nos encontramos en medio de las
montañas que están al lado de un siniestro bosque donde se escuchan aullidos y
gruñidos. Pero hoy todo estaba misteriosamente en calma.
El olor putrefacto inundaba toda la
casa. Era como hacer una excursión a los intestinos de una bestia. Tuve que
ponerme la bufanda sobre la nariz, como lo hice la otra vez para reducir su
intensidad. Mientras buscaba el origen, me di cuenta de que estaba acercándome
a la parte más alejada de la casa. Siguiendo mi sentido del olfato entendí que
el olor provenía directamente de una puerta que vinculaba con el sótano.
Nunca he entrado en el sótano,
Morritz es bastante bueno evadiendo la atención sobre sus secretos.
Por un momento dudé en abrir la
puerta. Mi mano no se atrevía a tocar el picaporte. No sabía qué era lo que iba
a encontrar dentro y eso me ralentizaba, pero aun así “Si hay algo que hay que
hacer debe hacerse” Las palabras de mi padre volvieron a mi mente una vez más.
Con determinación giré el picaporte y abrí la puerta.
El intenso hedor se liberó sobre mí
como un hambriento fantasma que salía de la oscuridad más azabache.
Debía entrar pero la oscuridad era
demasiado profunda como para ver las escaleras. Así que busqué con la mirada
una lámpara de aceite o alguna antorcha que me ayudase a ingresar, pero para mi
mala suerte Morritz esconde tan bien sus herramientas como sus secretos.
Sin más opción recurrí a mi última
alternativa: Usar mi magia.
A diferencia de la de Slania, quien
puede controlar los elementos a su voluntad yo solo puedo hacer acopio de una
energía brillante que emana de mi cuerpo y brilla con intensidad si la
concentro.
Extendí mi mano y concentré mucha
energía focalizándome en la palma. A los pocos segundos esta empezó a brillar
con un flujo de luz cálida que rápidamente iluminó el pasillo que conectaba con
el sótano.
Tras bajar las escaleras expresé mi
sorpresa ante el vasto sótano que ante mí se extendía. Podía afirmar que su
tamaño era casi tan extenso como la propia casa. Un lugar tan espacioso como
nauseabundo pues el olor era realmente intenso.
Concentré mi magia creando un haz de
luz que me ayudó a investigar mejor el lugar. Cuando al fin pude alumbrar bien
el lugar quedé estupefacto con la bizarra imagen que se manifestaba ante mis
ojos: Marionetas, muñecos, de todos los
tamaños y formas, el lugar parecía ser un taller de artesanía en lugar de una
herrería. Por donde quiera que posase la mirada veía mesas de madera con
miembros a medio construir, cabezas y caras cuyos ojos miraban el vacío sin una
pizca de expresión salvo la cual mi mente formaba al verlos. Era escalofriante.
Avancé en silencio, sin hacer casi
nada de ruido, incluso bajé la intensidad con la cual alumbraba la sala. Me
sentía extraño con todos esos ojos que parecían estar observándome.
“(¿Que ese señor no era herrero?)” Me
pregunté, observando con cuidado los cuerpos colgados sobre unos ganchos
pegados al techo. Me detuve en lo que parecía ser el centro del sótano “(Nada,
solo hay marionetas esto parece más un macabro taller de artesanía que una
forja ¡¿Pero de donde viene este olor?!)”
Yendo en contra de mis instintos bajé
el trozo de tela que cubría la mitad inferior de mi cara y olisqueé de nuevo el
desagradable aroma que flotaba en liberta, Inmediatamente volví a cubrir mi
nariz con la esperanza de aminorar el hedor que me rodeaba. Fui incapaz de
localizar el foco emisor porque me encontraba en el centro del mismo y eso era
lo que me desconcertaba.
“(¿Acaso son las marionetas las que
huelen de esa manera?)”
Eso era difícil de creer, puesto que
era madera todo lo que me rodeaba. Palpé con mis manos el brazo que se
encontraba alojado en mitad en el borde de una mesa. Madera, o algo similar. El
olor era igual que los miembros en descomposición, bastante diferente al de los
animales muertos que de vez en cuando me encontraba en el bosque y mucho más
cercano al de aquella familia despedazada que no pude salvar de las garras de
los Wargos.
Mientras meditaba mi mirada se posó
sobre la cabeza de una muñeca, la cual se encontraba descansando sobre una
especie de torso. Apenas tenía pelo, si mirada era inquietante y esa sonrisa no
inspiraba tranquilidad, en absoluto. Pero de algún modo me resultaba familiar
esa cara, al igual que esa otra pero no conseguía recordar bien a quién
pertenecía.
Mientras observaba la cabeza de la
muñeca, sus ojos giraron por sí mismos conectando nuestras miradas. Di un saltó
hacia atrás por culpa del susto y choqué con el cuerpo de alguna marioneta
colgada, la cual posó su brazo sobre mi hombro. Presa del pánico agarré ese
brazo y con un fuerte tirón lo arranqué lanzándolo a la otra punta de la
habitación y me alejé de ella lentamente mientras trataba de controlar mis
nervios.
De pronto todas las marionetas
empezaron a temblar “Clac, Clac, Clac” era el sonido que hacían todas al mismo
tiempo. Era como si hubiesen cobrado vida de golpe, despertándose de un sueño y
entrando en la pesadilla.
Entonces se oyeron unos golpes
provenientes del techo. Enseguida caí en la cuenta de que alguien había entrado
en la casa. Los pasos siguieron produciéndose en dirección donde se encontraba
el desván.
Maldije mi mala suerte. Si Morritz
había vuelto me espera una buena bronca, no quería más líos ya me he metido en
bastantes al iniciar la pelea en la taberna horas atrás.
Cesé el flujo de energía dejando que
la oscuridad inundase de nuevo el sótano. Me pegué a la pared que daba acceso a
la entrada del pasillo de salida, donde escuché la puerta abrirse mientras
vigilaba expectante cual ladrón en su allanamiento.
Los paso se oían con más fuerza, lo
que significa que se estaba acercando, sin embargo la frecuencia entre paso y
paso no cambiaba por lo que no tenía prisa en llegar y obviamente su lugar de
destino era el sótano.
La puerta que dejé semiabierta
chirrió cuando se doblaron sus bisagras. Ya esta aquí. La luz del exterior
iluminó el pasillo, las escaleras completamente mientras que la sala solo fue
alumbrada parcialmente con la tenue luz que entraba por la puerta.
Los pasos volvieron a sonar
confirmando que el susodicho estaba bajando las escaleras.
Para mi sorpresa el hombre que entró
al sótano no fue Morritz, sino una persona diferente y a mi gusto extraña, más
bien su ropa era extraña, pues consistía en unos pantalones rojos con parches
negros en forma de rombos y un abrigo de color negro con adornos rojos en forma
de rombos ¿en serio qué tiene ese hombre con los rombos? Pero lo que en
realidad captaba mi atención a parte de su máscara de madera en forma de pico
de pájaro era ese extraño sombrero el cual estaba bifurcado en dos colas una de
color negro y otra de color rojo. Nada más llegar al sótano respiró fuerte y
sonoro.
“Ummm que aroma tan embriagador”
Dijo el misterioso desconocido con un
tono de voz grave pero a la vez distorsionado, como si tuviese varias voces
desincronizadas “¿Morritz no estás aquí?” Preguntó alegremente mientras paseaba
por la habitación observando las marionetas con gestos casi forzados “Morritz”
Silbó repetidas veces “Sal Morritz ¿Dónde estás?” volvió a silbar como si
llamase a un perro.
¿He dicho que su ropa era extraña?
Más bien quise decir que todo su ser era extraño. Jamás vi a una persona tan
extravagante.
Estaba llamando a Morritz por lo que
tal vez fuese un conocido suyo pero si llegó hasta aquí ¿Cómo es que no le vi
antes? No se puede llegar a la casa del herrero sin pasar por Mattel ya que era
la forma más rápida de llegar a la casa, por supuesto que se puede a través del
bosque pero eso es un suicidio.
“Venga sal de ahí, no tengas miedo
solo estoy yo…” Sin razón aparente empezó a reírse a carcajadas. Estaba
completamente loco, casi me recordaba al enterrador “¡¿Estás ahí?!” En ese
momento cesó su risa y volteó en dirección donde me encontraba, pero yo ya
había salido del de la casa a pasos silenciosos y aligerados.
Había logrado escapar de la casa sin
que ese loco me viese. Parecía peligroso y no me imaginaba como iba a terminar si
mi hubiese descubierto. Ciertamente muchas cosas extrañas estaban sucediendo
últimamente y no lograba entender nada.
En ese momento me di cuenta de una
cosa: la niebla estaba aminorando, ya se podía ver más allá de los árboles y
los arbustos. Aprovechando que el tiempo estaba mejorando me adentré en el
bosque para poder llegar más rápido a casa ya que la entrada del camino del
norte era la que estaba más cerca del templo.
Tras un rato caminando, me extrañe de
no ver a ningún animal correteando por el bosque. Naturalmente veía algún
Elaphur o algún Janahord salvaje, no fue sino hasta que oí los aullidos de los
Wargos en las lejanías cuando sentí el alivio de ver que el bosque seguía
siendo tan peligroso como siempre.
Ya quedaba poco para llegar a la
puerta del norte, pero entonces mi nariz volvió a captar el repugnante olor similar
al que había en la casa del herrero.
“(Espero que ese hedor no se haya
pegado a mi ropa)”
Pasé mi nariz sobre la manga de mi
abrigo y sentí el fuerte aroma a lavanda. Entonces me di cuenta de que ese olor
no provenía de mí.
Temiendo volver a encontrarme algo
extraño y fuera de lo común dudé si seguir de nuevo ese rastro tan familiar.
“(El olor proviene de un lugar
cercano a la puerta norte… ¿no fue donde los guardias desaparecieron dejando
que la manada de Wargos entrase en la ciudad libremente?)”
Antes de darme cuenta ya estaba
rastreando en busca de la nueva fuente del asqueroso olor.
No me alejé mucho de la entrada del
norte, pero si que me di cuenta de que la zona tenía demasiado follaje. Había
arboles frondosos de ramas bajas que se te clavaban en los ojos y arbustos
densos como la niebla de la mañana.
Aparté la vegetación con ayuda de un
cuchillo y me encontré con una pieza metálica tirada en el suelo. Era un casco
de metal con adornos amarillos, el mismo que llevaban los solados de la ciudad.
Fruncí mi ceño y seguí adentrándome entre la maleza hasta encontrar dos
cadáveres tirados en el suelo, uno cerca del otro. Estaban desfigurados pero
estaban enteros, lo que me extrañaba ya que ningún cuerpo sobrevive a las
bestias hambrientas que merodean por el bosque.
Me acerqué cautelosamente a los
cuerpos buscando alguna pista que indicara la forma en la que murieron pero
entonces una repentina voz habló a mi espalda.
“¡Con las manos en la masa!”
Por segunda vez en este día mi
corazón siente ganas de explorar el mundo lejos de mi cuerpo.
“¡Te equivocas, encontré estos cuerpos
por casualidad!” Grité sin pensar.
“Bueno, bueno no hace falta que te
pongas así era una broma después de todo”
“¿Eh? ¿De verdad? ¿No los mataste tu
con tus lindas expresiones?”
Alcé mi cabeza encontrándome con la
sonriente cara de Samvel. En ese momento lo entendí ese cazador estaba
burlándose de mí. Fruncí el ceño lleno de enojo y frustración, sobre todo
conmigo mismo, el como no me di cuenta de a quién pertenecía esa voz con lo
familiar que era.
“No te enfades” Dijo pasando a mi
lado mientras yo le seguía con la mirada. Samvel observó los cuerpos de los
guardias “Así que aquí es donde estaban. Llevo varios días buscándoles pero no
los encontraba, los cadáveres en las montañas tardan mucho tiempo en
descomponerse…”
“¿Qué haces aquí Samvel? ¿Cómo has
llegado hasta aquí?”
“Pues de la misma manera que tu…
siguiendo el rastro” Contestó sin dejar de analizar los cadáveres con la mirada
“En realidad te estaba buscando”
“¿A mí?”
El cazador levantó su mirada hacia
donde estaba y luego sonrió como hacía siempre.
“Yahvis ¿vamos de caza?”
Su pregunta me dejó atónito, solo él
sería capaz de decir algo como eso en esta situación.
“¿Lo dices en serio, acaso no te has
dado cuenta en la situación en la que estamos?” Pregunté algo alterado.
“Claro que si, envié un mensajero
alado a la guarnición para que recojan a sus camaradas. Pero creo que esto nos
viene grande, somos cazadores de todo los asuntos políticos y militares no
tienen nada que ver con nosotros, nuestra atención debe estar en la presa y lo
que nos rodea”
Permanecía en silencio por un rato,
si bien era cierto era ayudante de un cazador además de recadero, no era un
soldado ni nadie importante, no se en qué momento llegué a ver más allá de mis
expectativas.
“De acuerdo, vamos a cazar algo”
“Muy bien dicho, Yahvis” Expresó
alegremente mientras me acariciaba mi cabello con una fuerza ligeramente
excesiva.
Aparté su brazo de mi cabeza y le
pregunté:
“¿Y a dónde vamos?”
“Umm, buena pregunta” Asintió
meditativo “Por aquí” Eligió un trayecto al azar y avanzó como si fuese el
camino correcto.
Di una última mirada a los cadáveres, pero luego sacudí mi cabeza
alejando toda idea y deseo que me forzaban a continuar desentrañando los
secretos de Mattel.
Avanzamos por el bosque con cautela,
sin hacer ruidos innecesarios que delatasen nuestra ubicación, como era
habitual en nuestras partidas de caza. Aunque mucha gente tema la oscuridad del
bosque por los peligros que conlleva, Samvel es uno de esos cazadores que se
adentran sin dudar.
Mientras seguía a Samvel en su camino
improvisado trataba de no pensar en los guardias muertos y concentrarme en
encontrar un rastro cual seguir, hasta que Samvel preguntó:
“¿De qué crees que murieron esos
hombres, Yahvis?”
“(¿Eh? ¡¿Qué no acordamos en no
seguir hablando del tema?!) …”
“Oh, vamos, solo te lo pregunto
porque sé que no puedes dejar de pensar en ello”
Apreté los dientes tratando de no
gritarle mis pensamientos.
“Creo que fueron los Wargos los que
los mataron, los atrajeron al bosque, los acorralaron y luego lanzaron su
ataque por sorpresa” Expliqué.
“Entiendo, si fue tal como dices
entonces… ¿como me explicas que sus cuerpos sigan enteros? Los wargos son
inteligente al planear emboscadas grupales y demás, pero de ahí a que asesinen
y escondan a sus presas solo para abandonarlas…” Tenía razón mi teoría sonaba
poco realista “Además, esos cortes eran demasiado limpios como para que un
animal con sus garras pudiese hacerlas”
Susurró esto último para sí mismo.
“Entonces estás afirmando que los
ataques los cometió una persona” Dije “¿Pero con qué fin atraerían a los
Wargos?”
“Buena pregunta” Dijo Samvel. En ese
momento el cazador colocó repentinamente su mano sobre me cabeza y la empujó
hacia abajo obligándome a agacharme, acto seguido él también se agachó “Mira”
Apartó la maleza del arbusto que se hallaba en frente nuestra.
En un pequeño claro en medio de la
montaña había una extraña bestia poco común pastando la hierba. Una bestia
cuadrúpeda de color gris con cuatro largos cuernos torcidos. Entre su
voluptuoso pelaje se apreciaban sus cuatro alas plegabas.
“Flyrgeit, el carnero volador”
Susurró Samvel con una mirada brillante “Estamos de suerte Yahvis hay que
hacernos con esa cabra”
Esa bestia era un ser bastante
extraño, solo habitaba en las cumbres más altas de las montañas del ocaso y
rara vez baja a esta altura, según los relatos de los viejos cazadores trae
mala suerte y buena fortuna. Lo de buena fortuna es porque está deliciosa, su
carne es de alta calidad, su leche es altamente nutritiva y también recupera
toda la energía perdida al instante, con su lana se puede hacer ropa muy suave
y caliente para soportar las heladas del invierno, con las plumas de sus alas
se fabrican cómodas almohadas y edredones, si hasta sus cuernos son un perfecto
adorno para la chimenea. Sin embargo no entiendo a lo que se refieren con mala
suerte.
“Muy bien, Samvel ¿Cómo la cazamos?”
Pregunté listo para hacer cualquier cosa.
Samvel me miró con una sonrisa muy
complacida a la vez que alegre.
“El plan es el siguiente… Vamos con
todo” Dijo sacando un par de flechas de su carcaj “A mi señal…”
Esperamos acechantes a que la bestia
saliese del claro y entrase al interior del bosque para conseguir mejor pasto.
No parecía haber otros animales cerca lo cual era una buena noticia. La cabra
cumplió nuestras expectativas mientras buscaba despistada su pasto. Una vez
dentro nos separamos.
Samvel apuntó a la bestia desde un
lugar estratégico mientras yo esperaba en el lado opuesto, si todo salía bien
conseguiríamos atrapar al Flyrgeit. Su primera flecha voló a través de las
hojas silbando en dirección hacia el cuello de la bestia, pero no llegó a
impactar ya que de alguna manera la cabra sabía de donde vendría el ataque y lo
bloqueó con su cuerno.
Al verse en situación de peligro,
desplegó sus alas lista para iniciar el vuelo. Empezó a correr al tiempo que
batía las alas intentando coger impulso, pero su ubicación era mala, los
arbustos y las ramas de los árboles impedían que las alas se abriesen del todo
y la cabra buscaba salir del lugar.
Salí de mi escondite corriendo detrás
de ella a toda velocidad. A su vez, Samvel abandonó su posición y se camufló
entre la maleza mientras daba un rodeo preparando algo.
El Flyrgeit vislumbró de nuevo la
salida al claro, donde podía tomar impulso y despegar.
“(¡No se lo permitiré!)”
Cogí una piedra que estaba en el
suelo y la lancé golpeando sus patas, haciendo que la cabra perdiese el
equilibro y cayese al suelo. Solo la pude ralentizar, al instante se puso de
nuevo en pie y volvió a tomar ventaja antes de que pudiese llegar hasta ella.
Flyrgeit intentó desesperadamente alzar el vuelo antes de poder salir de
bosque.
En ese momento Samvel apareció
corriendo en una dirección paralela mientras jalaba una cuerda que levantó una
extensa red e cuerdas que cortó la salida al claro. Como un pez la cabra quedó
atrapada, más no tardó en intentar zafarse.
Aproveché la oportunidad, mientras
ella estaba inmovilizada corrí hasta un árbol cercano y salté sobre su tronco
con el fin de tomar impulso y llegar hasta la rama de otro árbol que estaba a
la altura de la trampa, la cual en parte desatada por culpa de los dientes de
la cabra.
“¡Yahavis!” Gritó Samvel desesperado desde
el suelo mientras tiraba de la cuerda para mantener la trampa con todas sus
fuerzas.
Salté hacia la cabra desenvainando
dos cuchillos en el aire. Caí sobre su espalda descargando dos cortes limpios sobre
las alas.
Los filos de las hojas cortaron el
viento junto con la carne que mantenía unidas las alas al cuerpo, que cayeron
al suelo junto con nosotros.
Ya en el suelo la cabra moría
lentamente perdiendo grandes litros de sangre que teñían la vegetación de rojo.
A Diferencia de las cabras normales, las Flyrgeit no podían escapar corriendo
si perdían sus alas, sus heridas no se cerraban y la hemorragia era imparable.
Sus gritos de agonía fueron silenciados cuando Samvel llegó y le dio el golpe
de gracia con su propio cuchillo de cazador. Su expresión de alegría era contagiosa, como no estar contento si
acabábamos de obtener una buena pieza.
Y antes de que me diese cuenta cayó
la noche de un momento a otro, el sol que alumbraba las marañas del bosque se
ocultó tras una de las lunas satelitales, un eclipse que traía la noche antes
de que acabase el día. Ahora estábamos los dos sentados alrededor de una
hoguera asando a la cabra, una barbacoa en medio de la oscuridad del bosque.
“¡Espera un momento Samvel ¿por qué
nos estamos comiendo al Flyrgeit?!” Exclamé alarmado.
Samvel me miró mientras todavía daba
vueltas a una de las piezas de carne que puso al fuego.
“¿No podemos?” Preguntó el cazador
con un tono cargado de confusión mientras daba un mordisco a la pata, arrancando
un buen pedazo de carne antes de volver a ponerla cerca del fuego.
“Por supuesto que no, en el momento
en el que la cazamos debimos ir al pueblo y venderla al carnicero o a la casa
del cobertizo” Me quejé viendo como todas las oportunidades de conseguir dinero
se desvanecían entre bocado y bocado.
“Entiendo tu preocupación, esta
bestia es muy valiosa pero te estás apresurando mucho. En primer lugar ya es de
noche acampar cerca de una fogata es mejor que andar entre las sombras y además
no somos los únicos interesados en su carne” Señaló con su mirada hacia el
oscuro follaje que nos rodeaba, invitándome a darme cuenta de que estábamos
rodeados por hambrientos ojos de bestias nocturnas. Solo la luz y el calor del
fuego los mantenía alejados.
“Esto todavía va a tardar un rato,
así que ¿por qué no me cuentas qué fue lo que pasó en la taberna”
“(Maldición, me había olvidado de
eso) N… nada” Dije con un tono dubitativo.
“Deberías controlar más tus
emociones, está bien enfadarse de vez en cuando pero siempre hay un límite”
Dijo Samvel en un tono severo pero tranquilo.
“No me gusta nada que se metan con
Slania” Contesté.
“Si, a nadie le gusta que se metan
con su madre pero creo que romper una silla en la cabeza del idiota que dijo
eso no era la mejor manera de hacerle entender que estaba equivocado”
“Se lo merecía”
“No lo pongo en duda, pero me intriga
como es que escapaste del capitán Aldamir” Dijo Samvel con una expresión de
curiosidad infinita.
“Me escapé por la ventana” Resumí.
Samvel al oír mi versión de los
hechos comenzó a reírse a carcajadas durante un buen rato, hasta creo que las
bestias del bosque que acechaban nuestro campamento improvisado se habían ido a
sus casas para no tener que aguantar las risas de este cazador. Cuando terminó
de reírse tomó aire con mucha fuerza para compensar tanto esfuerzo.
“Bueno… a esto le falta un poco” Ojeó
la carne clavada en la estaca de madera,
le dio otro mordisco y la volvió a poner encima del fuego “¿Y qué pasó
luego?” Preguntó interesado en mis aventuras, cuando yo estaba más interesado
en saber por qué no se come ya toda la carne de esa brocheta.
“Pues llegué al cementerio y luego a
la casa de Morritz donde…” Las palabras cesaron de salir de mi boca, mi
silencio cambió la expresión de Samvel, quien ahora me miraba con un enfoque
ligeramente serio “Oye, Samvel ¿Sabías que Morritz tiene un sótano lleno de
muñecos y marionetas?” Samvel no pronunció una palabra por lo que seguí
hablando “Creía que solo se dedicaba a darle forma a los metales, pero parece
que también tiene mano de artesano, esos muñecos estaban muy bien hechos, pero
lo que no entiendo es por qué ese sótano olía a podrido”
“… Ya veo…” Dijo el cazador “No te
habrá pillado ¿verdad? Morritz parece simpático pero le he visto enfadado, a
veces parece otra persona completamente diferente”
“¡Ah! ¡Es verdad!” Exclamé
sobresaltado “Sabes sí que había otra persona, casi me descubre pero…”
“¿Qué pasa?” Preguntó mientras tomaba
definitivamente la brocheta asada para terminar de devorar lo que quedaba de la
carne empalada en ella, mientras me pasó una que estaba a su lado, yo la agarré
mientras trataba de encontrar las palabras correctas para poder explicárselo.
“Cuando estaba en el sótano apareció
una persona extraña, vestía de negro y rojo con estampados en forma de rombos”
Expliqué.
“¿Y qué tiene de extraño una persona
que viste estampados de rombos?” Preguntó Samvel arrancando con sus dientes un
trozo carne asada.
“Pues todo… se comportaba de una
manera como si estuviese loco, llamaba a Morritz silbando, como si fuese su
perro o algo así… además ¿Cómo una persona que viste de una manera tan
llamativa no la haya visto antes?”
Samvel se quedó un rato callado
mientras masticaba tranquilamente, pero su silencio me era demasiado incómodo,
deseaba que dijese algo inmediatamente, pero él se mantuvo a su ritmo, quizás a
sabiendas que me molestaba.
“Si te soy sincero… no he entendido
nada de lo que me has contado” Dijo entre risas casi forzadas colocando una
mano en su nuca.
Casi me caigo al suelo dé la
impresión. Intenté explicárselo de diferentes maneras, hasta que al fin el
cazador cayó en la cuenta.
“Ah, ahora entiendo… si tienes razón no
es educado entrar en casa de alguien sin permiso”
Su respuesta me hizo aparecer una
vena latente en mi frente.
“¡Que no te estaba explicando eso!”
Grité levantándome.
“Era broma, no te enfades” Dijo con
un tono tranquilo y sonriente mientras levantaba las manos y las balanceaba
ligeramente de arriba hacia abajo “Quizás era un amigo del herrero, o su
pariente que ha escapado de algún hospital… ¿Y si era alguien del pueblo? ¿Le
has visto la cara?”
“No, llevaba una máscara con forma de
pico” Dije sentándome de nuevo.
“Pues no se, también pude ser alguien
gastándole una broma” Dedujo Samvel entre bocado y bocado.
Estaba a punto de comer cuando Samvel
me lanzó una pregunta.
“Dime Yahvis… esos cuchillos que usaste
para matar al Flyrgeit…” Un sudor frío comenzó a inundar mi frente a la vez que
un extraño sentimiento crecía en el pecho y la espalda “¿Son del arsenal de la
guarnición, verdad?” Tragué saliva.
“Y que si lo son” Dije tratando de
aparentar estar lo más despreocupado posible.
“Que a los Defensores no les sentará
muy bien saber que sus armas fueron robadas por el crio que tanto odian” Dijo
entre risas.
No se por qué pero esto me está
sonando a un chantaje o una amenaza.
“(Ese desgraciado) Me estás
amenazando, Samvel” Musité.
El cazador formó una misteriosa
expresión mientras seguía desnudando al brocheta con sus dientes poco a poco,
mientras yo estaba tenso esperando su respuesta. Algo dentro de mí, con todas
mis fuerzas me decía que se estaba burlando otra vez de mí, pero ahora mi mente
estaba bloqueada. El ambiente se sentía demasiado tenso.
“Deberías comer, se va a enfriar”
Dijo Samvel tan súbitamente que me sobresaltó.
“¡Oh! ¡Es cierto!” Dije sin pensar
dando cuatro grandes bocados que dejaron el palo de la brocheta sin carne.
“Esta bien, come tranquilo” Dijo con
suavidad mientras se reía internamente.
“(¡Esto es todo culpa tuya!)” Pensé
mientras le miraba ferozmente “Samvel ¿algún día dejarás de burlarte de mí?”
“No, me encanta ver tus reacciones”
Dijo con sinceridad, haciendo que mi enojo aumentase “Por cierto, voy a ir al
pueblo de la colina y me gustaría que me acompañases”
“¿Y qué se me ha perdido en ese
lugar? (No quiero ir)”
“Verás, en el río que cruza el pueblo
una roca cayó de las montañas y tapó parte del mismo, por lo visto no son
suficientes como para moverla y nos han pedido ayuda. Tu fuerza vendría de
perlas” Explicó.
“(Ya dije que no quiero ir) De seguro
que podréis sacarla sin mi ayuda”
“Cierto, pero también quiero que veas
algo que encontré seguro que te gustará ¿qué me dices?”
“Estás bien, iré” Esta persona no
entiende el significado de la partícula de negación cuando sale de mi boca y es
capaz de insistir hasta el amanecer.
Tras terminar de comer, la sabrosa
carne de Flyrgeit vi como Samvel sacaba una cantimplora hecha madera y metal. Desenroscó
la parte de madera, el cual resultó ser un vaso y puso la cantimplora sobre las
brasas. Al cabo de un rato sirvió el líquido dentro de su vaso y dio un buen
sorbo, luego extendió el vaso hacia mí y preguntó:
“¿Quieres?”
Extendí mi mano y acepté el
recipiente.
“¿Qué es... hidromiel?” Pregunté en
broma.
“No, es te con miel y limón” Contestó
secamente, al parecer ya se cansó de tomarme el pelo.
Soplé un poco para alejar el vapor emanante del vaso y bebí unas gotas. Estaba en lo cierto, era un te de hojas de
Camelia mezcladas con miel y limón, delicioso salvo por lo caliente que está.
Soplé de nuevo y volví a beber con más frenesí.
“No apures mucho todavía queda una
cantimplora completa”
“Samvel, quiero preguntarte algo…
¿Por qué no bebes bebidas alcohólicas como el resto de adultos?”
El cazador me miró fijamente mientras
pensaba en que responderme.
“Bueno, eso… no es nada recomendable
emborracharse en un bosque tan peligroso como este” Como vio que su respuesta
supuestamente divertida no me convencía decidió continuar alargando su
respuesta “… Nunca me ha gustado mucho el alcohol, te vuelve más idiota con cada
trago, o será que revela lo idiota que eres a medida que bebes, no lo se pero
de lo que estoy seguro es que prefiero beber cosas dulces, pues ellas te hacen
caminar hacia delante en lugar de ahogar tus penas desconectando tu cerebro”
Quedé impresionado con la profundidad
de su argumento.
“Vaya, parece que le has dedicado un
tiempo a tu reflexión” Expresé devolviéndole su vaso.
“En noches como estas te da más pensar
que dormir” Dijo Samvel.
Dormir en medio de un bosque como
este no es sensato, aunque la hoguera esté encendida no garantiza seguridad,
solo aleja a la mayoría de los monstruos, pues muchos son los que se sienten
más atraídos por la luz que por su brillo intimidante. Si nos quedamos dormidos
y el fuego se apaga podemos darnos por muertos. Siempre debe haber alguien
vigilando, sin embargo hoy era tal y como decía Samvel: ninguno de los dos
tenía ganas de dormir. La idea de ser las siguientes víctimas del bosque no era
agradable.
El tiempo pasaba lentamente con mi
mirada perdiéndose en hipnótico baile de las llamas a medida que consumían la
madera. Mi cabeza no paraba de darle vueltas a los sucesos que habían ocurrido
estos días, resoplé buscando el vacío que aliviase mis dudas. Dentro de lo que
cabe hoy era una noche muy tranquila, quizás demasiado. Alcé mi mirada, cansado
de ver las llamas y vi pequeñas luces pertenecientes a las hadas, los antiguos
espíritus del bosque conformados por las almas de los animales muertos, las
cuales vagaban sin rumbo iluminado las cortezas de los árboles, haciéndolos
parecer mucho más densos e intimidantes. Por un momento mi corazón se
sobrecogió al sentirme como en una jaula invisible, siendo observado por
penetrantes ojos de animales tanto indefensos como letales. Seguí con mi mirada
esas luces, las cuales cambiaban de color pasando de rojo a morado seguido de
azul y luego simplemente desaparecían.
Vi que al lado de Samvel, estaba
sentado un pequeño Takhymal, un animal que se asemejaba a un erizo pero con las
garras de un topo. Esa bestia era de las pocas inofensivas criaturas que
poblaban el bosque, actuaban como carroñeros que vivían bajo tierra y devoraban
las raíces de los cultivos que tiempo ha los habitantes de Mattel intentaron
plantar. Al parecer ese animal quería probar también la carne asada, pero
Samvel no se vía con ganas de satisfacerle y seguía comiendo mientras evitaba
la mirada brillante de ese roedor.
“¿Has oído eso?” De pronto Samvel me
lanzó esa pregunta. Le miré y noté que estaba alerta.
Despejé mi cabeza y me concentré en
oír lo que sucedía a mí alrededor. El sonido del viento agitando las hojas de
los árboles, las gotas de agua de la niebla acumuladas en el follaje deslizándose hacia el suelo, los
pequeños gemidos de los animales siendo devorados vivos, las ramas secas y el
pasto siento pisoteadas una y otra vez.
“¿Será alguna manada?” Pregunté.
“Umm… no se… demasiado coordinado
diría yo. Las manadas de bestias no se mueven de manera tan ordenada” Respondió
Samvel.
Asentimos con la cabeza el uno al
otro decididos a investigar ese extraño fenómeno que ocurría a varios metros de
nuestra ubicación.
Nada más guardar el equipo en la gran
mochila del cazador, apagamos el fuego e iniciamos la exploración.
Con cautela, paso a paso, siguiendo
las pistas que Samvel encontraba nos
acercábamos hacia nuestro destino.
En frente de nosotros, desfilando en
dos filas indias los soldados de la guarnición atravesaban el bosque dirigidos
por nada más ni nada menos que el alcalde, quien a su vez estaba acompañado por
un extraño grupo de personas que iban por delante suya. Al verlos no pude sino
sentirme extrañado pero a la vez asombrado con la vestimenta que llevaban, la
cual era elegante y parecía cómoda, como todos vestían de la misma manera
supongo que es un uniforme, no era tan pomposa como el vestido del alcalde, ni
tampoco es como esas armaduras semi-ligeras que traían los defensores pero
tenía unos colores muy llamativos. Todos ellos llevaban puesta una capucha que
incorporaba su gabardina y sus caras estaban tapadas por un trozo de tela de
color negro, a excepción de uno.
Enseguida me di cuenta de que eran
extranjeros, pero la pregunta que me rondaba por la cabeza era: ¿Qué hace el
alcalde acompañado por extranjeros en el bosque a estas horas de la noche?
“Desde luego no parece que vayan a
ser ejecutados” Dijo Samvel, quien pensó
lo mismo que yo “De ser así, le alcalde lo haría en frente de su casa tras
habernos reunido a todos”
“Samvel ¿por qué siempre que vienen
extranjeros hablas de ejecución?” Le pregunté susurrante.
“Sigámosles, quizás entendamos algo
cuando lleguen a su destino” Me contestó ignorándome a la vez que avanzaba a
paso sigiloso a la par que ellos.
Me sentí frustrado cuando me ignoró y
proseguí a seguirle realizando los mismos movimientos para no ser descubierto,
todo con el ceño fruncido.
El alcalde, junto con su escolta atravesó
el bosque montaña arriba, siendo guiados por el misterioso grupo, quienes
usaban un extraño artefacto que guiaba su camino.
“Esperamos que no nos engañéis con
vuestras extrañas artes” Reprochó el alcalde haciendo que el grupo misterioso
se detuviese en seco parando la marcha.
Uno de ellos, el único cuya cara no
esta cubierta, un hombre de complexión alta pero poco musculosa se acercó hacia
el alcalde mostrando un aire de superioridad con cada paso que daba.
“Señor Heldengard…” Habló “Da la
sensación de que no confiáis en nosotros y es una lástima, porque todo lo
hacemos por su bien ¿acaso no quiere que el rey conceda un mayor prestigio a su
familia?” Sus elegantes palabras acariciaban los oídos del noble, quien suavizó
un poco su expresión malhumorada.
“Nos prometisteis el tesoro de estas
montañas ¿A dónde nos estáis conduciendo?” Preguntó el noble.
“El tesoro está escondido en un
rincón recóndito de estas montañas y solo puede ser recogido por una persona de
sangre noble. Ya que nosotros no tenemos dicha sangre no podemos tocarlo” Contó
el extraño sujeto.
“Nos somos nobles” Dijo el alcalde.
“Efectivamente y por eso necesito que
confíes en mi” Su voz sonaba tan seria y sincera que rebosaba de confiablidad.
“¡Muy bien entonces, en marcha!”
Exclamó el alcalde con decisión.
Habiendo convencido al alcalde, el
grupo entero se puso de nuevo en marcha. Nosotros dos le seguimos desde la
distancia, pero en un momento Samvel detuvo su avance agarrando mi hombro con
su mano mientras la jalaba.
“¿Qué estás haciendo?” Pregunté por
lo bajo.
“Dime, Yahvis ¿a donde crees que se
dirigen?” Preguntó Samvel.
Miré en la dirección la cual Samvel
señalaba y me tomé un momento para recordar los posibles destinos de la
montaña.
“Creo que es la dirección hacia las
minas de Mithril” Samvel asintió “No lo entiendo, las minas están abandonadas
desde hace décadas, si hubiese un tesoro ya lo habrían encontrado”
“Cierto, suena muy sospechoso y el
alcalde precisamente no es un lumbreras y menos cuando lo adulan de esa manera.
Pero aun así creo que les puedo otorgar el beneficio de la duda, ya que esas
montañas son… como decirlo… ¿místicas?, ni siquiera los mineros lograron
averiguar todos sus secretos, pues esa montaña tenía mucho más que Mithril”
Explicó Samvel.
“Entonces están pensando adentrarse
en las minas… ¡Si se adentran dentro de la tierra los perderemos!” Exclamé
levantando de golpe para alcanzar su rastro, pero la mano de Samvel agarró mi
hombro deteniéndome.
“Espera” Dijo ejerciendo fuerza para
detenerme.
“¡No me vengas con eso, a pesar de lo
que me has dicho antes de ignorar los cuerpos de los soldados muertos, esto
está pasando en frente de nuestras narices. Ellos podrían ser los causantes de
las desgracias que han ocurrido las últimas semanas!” Grité intentando zafarme,
pero Samvel insistía en detenerme.
“¡No te estoy diciendo eso!
¡Escúchame Yahvis!” Sus gritos lograron
que detuviese momentáneamente mis forcejeos. Cuando me detuve Samvel continuó
“¡Lo que estoy diciendo es que demos un rodeo!”
“¡¿Eh?!” Su comentario me paró en
seco, tal vez por la impresión.
Pasando un rato perdimos por completo
al grupo, la última vez que los vi al entrar en la entrada de la mina, nosotros
tomamos un supuesto atajo, según Samvel y ahora estamos haciendo escalada para
llegar a otra supuesta entrada que se encuentra en otra parte. Es en ese
momento cuando me estaba preguntando por qué escuchaba a ese hombre y a sus
irracionales propuestas.
Dando varios saltos entre rocas y
salientes llegué hasta una superficie plana donde vi unos raíles hechos de
metal que conducían a la entrada de una mina.
“Tenía razón” Musité “El muy… cazador
estaba en lo correcto, pero ¿quién construiría otra entrada en las alturas?”
Tras hacerme esa pregunta sin respuesta dirigí mi mirada hacia los raíles. Si
ellos entraban en la mina, tal vez acabasen en un camino cercano.
En ese momento se oyó la voz del
cazador gritándome desde abajo, pidiéndome que le ayudase a subir. Saqué una
cuerda y la arrojé hacia abajo sujetando yo el otro extremo. Por suerte la
cuerda era lo suficientemente larga como para llegar hasta el suelo. Samvel la
agarró y se la enrolló alrededor, como si de un experto montaraz se tratase,
luego empecé jalar la cuerda con todas
mis fuerzas hasta conseguir subir al cazador en tan solo unos segundos. Una vez
arriba Samvel sonrió con alegría al ver la entrada de la mina.
“Vaya, si hubiese sabido que subir
esta montaña contigo sería tan fácil y rápido, te habría llevado conmigo mucho
antes, pero quizás a Slania eso no le hubiese agradado. Por cierto tenía razón
y tu que te quejabas tanto” Dijo contento mientras enrollaba la cuerda.
“(Pero si no he abierto la boca)”
Pensé.
Ante nosotros se extendía el oscuro
túnel que conducía a las entrañas de la montaña. Lejos había quedado la entrada
de la mina junto con su escasa iluminación, solo usando la luz que emanaba de
mi magia podíamos atravesar aquella profunda oscuridad.
“Ni hacen falta antorchas” Dijo
Samvel “Esa magia que tienes es realmente muy práctica”
“Tienes razón. Creo que tuve mucha
suerte de haber nacido con este poder, si al menos no consumiese tanta energía
sería perfecto”
“Siempre te quejas de que tu poder
consume toda tu fuerza, pero no pareces cansado” Dijo Samvel mostrando un tono
confundido, lo que hizo formar una mueca similar a una sonrisa en mi cara.
“Si me dejase vencer tan fácilmente
por el cansancio nunca sería un hombre” Contesté con orgullo.
Samvel rodeó mi cuello con su brazo
mientras colocaba su mano sobre mi cabeza para despeinarme con fuerza mientras
reía a carcajadas.
“Eres un buen chico, Yahvis” Dijo
cesando su abrazo y alejándose unos pocos pasos.
Pasamos un buen rato caminando por
aquel oscuro lugar, mi poder alumbraba los railes que usaba como guía para
evitar chocarme contra las paredes de la mina, la cuales aun llenas de diversos
minerales incrustados que reflejaban mi luz añadiéndole un color característico
del mineral.
Habíamos descendido bastante, lo
intuía porque costaba respirar. Había oído que cuando más profundo cavaban los
mineros más les costaba respirar ya que el aire era limitado, pero aun habiendo
estado conectado por varios túneles alternativos, todavía se siente que
respirar es difícil.
Como siempre seguía las indicaciones
de mi compañero cazador, yendo por donde señalaba, pisando donde lo indicaba y
alumbrando donde fuese necesario. Era frustrante.
“Admítelo, los hemos perdido” Dije
viendo a Samvel en frente de varios túneles decidiendo por donde seguir.
“Puede ser” El ceño del cazador se
frunció y dubitativo caminó de una entrada a otra.
Mientras él meditaba yo solté toda mi
frustración en un fuerte pero silencioso suspiro y al hacer eso me di cuenta de
algo. El suelo, más concretamente sobre el mismo habían unos guijarros de colores llamativos. A simple vista parecía
que pertenecían a la mina, pero estos guijarros brillaban en la oscuridad
reflejando la luz de mi magia. Alcé mi cabeza y vi otro a unos metros del primero y otro en la misma
distancia y entonces lo entendí: Samvel había dejado un rastro de guijarros
disimuladamente, tal vez para salir de este agobiante lugar. Cualquiera diría
que podríamos salir siguiendo los raíles, pero no es cierto ya que en cada
entrada estos se bifurcaban y esto lejos de ser una simple mina parecía un
laberinto.
“(Ese hombre ¿Cuándo lo hizo?)”
“Por aquí” Las palabras de Samvel
captaron mi atención. El cazador ahora estaba señalando una de las entradas con
su mano “Alumbra por aquí” Al algo en ese camino Exclamó “¡Sigamos todo recto!”
“¡Exactamente a donde me estás
llevando!” Le grité, pero él solo sonrió.
“Están por allí, hazme caso” Ese tono
de confianza que usaba era muy molesto.
“¿En qué te basas para decirlo?”
Pregunté seriamente. En serio quiero saber como lo hace.
Samvel se quedó callado por un
momento pensando en que decirme o quizás como engañarme, ya no se lo que le
pasa por la mente quizás sea esa actitud suya que hace que la gente del pueblo
permanezca desconfiado de él.
“Experiencia de viejo cazador”
Concluyó.
Su respuesta me dejó descolocado,
tanto que se me quitaron las ganas de saber sobre el asunto así que decidí y me
dije a mi mismo “(¡Ahora!)” entonces cogí y cerré la boca para seguir caminando
al frente.
A medida que caminaba me estaba dando
cuenta de algo, mejor dicho de varias cosas: los raíles habían desaparecido no
su cuando, antes de darme cuenta ya no caminaba sobre ellos, las paredes cuyas
rocas resaltaban toscamente al ser excavadas se habían vuelto losas lisas y
uniforme encajadas las unas con las otras de tal manera que no se veían las
juntas, o al menos la luz de mi poder no las alumbraba, también los soportes de
madera desaparecieron y estoy preguntándome qué es lo que está sosteniendo el
techo para que no caiga sobre nosotros y por último oía voces, a lo lejos,
voces familiares que llegaban hasta nosotros retumbando por el eco. Esto ya no
me parecían minas excavadas, me pregunto donde estamos, miro a Samvel y este no
le da importancia al asunto, como si ya lo supiese de antemano lo cual me
extraña pero decido no preguntar nada y avanzo en silencio, en dirección hacia
las voces.
“Apaga la luz” Ordenó Samvel
colocando su mano sobre mi brazo extendido, forzándome a bajarlo.
A lo lejos se vislumbraba un poco de
luz, una tenue iluminación que no alcanzaba a iluminar nada más que nuestros
ojos.
Al salir de aquella cueva observé con
asombro el lugar donde me encontraba junto con Samvel.
Ante mi se extendía un amplio lugar,
excavado en el corazón de la montaña una enrome sala, si se puede llamar de esa
forma cuyas paredes eran losas de piedras lisa que resaltaban figuras confusas
que me parecían personas. Dirigí la mirada hacia el techo preguntándome desde
donde salía tanta luz y al ver aquellos cristales clavados en el techo, los
cuales reflejaban la luz de las antorchas colocadas en grandes pedestales a
modo de columnas que simulaban pasillos. No parecía ser una mina, de hecho me
preguntaba como es que nadie cantó acerca de este lugar, que ni en los libros
de historia de la ciudad ni de la mina figuraba.
Estábamos en la parte superior de
aquella sala, donde la entrada a la sala terminaba en un saliente, el cual creo
que estaba conectado con el saliente de la otra punta del lugar mediante un
puente ahora destruido, los pilares de apoyo de piedra al borde del saliente
eran los mismo que te los de los puentes que cruzan el río de la montaña.
Samvel me tocó el hombro, al mirarle
me hizo el gesto de cautela y señaló hacia un punto concreto de aquel lugar,
luego se agachó obligándome a hacer lo mismo.
En el lugar señalado, la entrada
principal del piso inferior se encontraba el grupo conformado por el alcalde y
su séquito acompañados de los misteriosos forasteros que actuaban a modo de
guías. Estaban atravesando la sala en dirección
a un pequeño altar ubicado en la otra punta de la habitación.
El alcalde, maravillado por el lugar
adelantó al grupo mientras observaba el lugar emocionado.
“¡Es cierto, este lugar existe!” Gritó el alcalde lleno de
alegría “¡Teníais razón! ¡El rey y sus consejeros abandonaron la búsqueda de
este lugar, pero ahora cuando nos le traigamos el tesoro obtendremos el
prestigio que nos fue arrebatado!”
“Me conmueve verle tan feliz, señor”
Dijo el líder del grupo de forasteros. El alcalde se volvió hacia él.
“Joven, tenéis nuestro eterno
agradecimiento y el de nuestra familia” Sonrió el alcalde mientras alzaba sus
brazos en una pose pletórica. Luego los bajó y su sonrisa alegre pasó a ser una
siniestra “O eso debería decir” Al chasquear sus dedos adornados con anillos de
oro con grandes piedras brillantes, los soldados de su séquito rodearon al
grupo apuntándoles con sus lanzas, listos para acabar con ellos a la espera de
la orden, y es que nuestro alcalde también pecaba de conspirador, sin embargo
el grupo no parecía alterado ante la traición ya que se mantenían tranquilos
“Os aseguro buena gente que nuestro agradecimiento es sincero, pero vos sois
sangrevil y no hay razón para compartir riquezas con monstruos como vosotros”
Habló el alcalde escupiendo cada palabra.
El líder del grupo avanzó unos pasos
aumentando la tensión de los guardias que parecían ansiosos por abalanzarse.
Llegó hasta estar frente a frente con el alcalde y habló con una voz calmada.
“Te hemos traído hasta aquí pero
todavía no te hemos dicho donde está el tesoro que tanto quieres regalarle a tu
rey y si nos matas ahora el tesoro se perderá y da igual cuantas veces vengas a
este santuario no aparecerá”
El alcalde dudó por un momento, las
palabras rebosantes de confianza del líder de los forasteros podrían estar en
lo cierto.
“Aunque nos has traído hasta aquí…”
“Relájese Lord Heldengard, sé que el
reino no aprueba nuestra existencia, pero os aseguro que somos tan humanos como
usted y como buena fe permítame mostrarle el tesoro, seguro que logrará
recapacitar cuando lo vea”
“Parece muy seguro de ello” Expresó
el alcalde cruzándose de brazos.
“No lo lamentará” Aseguró el hombre.
“Hágase pues” Cedió el alcalde apartándose
del camino del forastero mientras que con un gesto indicaba: adelante.
Mientras que ellos continuaban
mantenían su conversación, Samvel y yo seguíamos observándolos desde el segundo
piso sin ser descubiertos.
“Parece que abajo se está armando una
gorda” Dijo Samvel “El alcalde intenta traicionar a los que le han ayudado ¿por
qué no me sorprende?”
“¿Qué hacemos ahora?” Pregunté.
“Bueno, una opción interesante es volver
por donde hemos venido y dar el pésame a su familia”
“(¡Ya estás dándole por muerto!)
Quiero escuchar la otra opción” Pedí sin saber qué hacer en momentos como este.
“Al otra opción es fingir que no
hemos estado aquí y nada de esto ha ocurrido”
“Si, la segunda opción suena bien (Ya
he dado suficientes disgustos a Slania por hoy)”
Con la decisión tomada pusimos rumbo hacia
la cueva antes de que nadie nos viese, o eso pensaba pues en ese momento atiné
a ver la sombra de una persona cayendo sobre nosotros desde un lugar superior emboscándonos.
“¡Samvel cuidado!” Grité jalando con
toda mi fuerza a mi compañero, alejándole todo lo que pude, dándome cuenta
tarde que mi acción nos precipitó al primer piso.
Nuestro atacante era uno del grupo
forastero y como todos llevaba su capucha cubriéndole la cabeza y la mitad
inferior de su cara por un trozo de tela. En sus manos sostenía dos cuchillos
largos curvados.
Al caer atrajimos la atención de los
guardias, los cuales dejaron de prestar atención a sus rehenes y en un abrir y
cerrar de ojos, el grupo de dividió acabando con los Defensores, quienes
intentaron defenderse pero la sorpresiva fuerza de los forasteros los tomó por
sorpresa y pudo subyugarlos.
“¡Qué está pasando!” Gritó el noble
alcalde escandalizado “¡Guardias!” Volvió a gritar con la esperanza de que su
voz reanimase a su séquito.
Me levanté lo más rápido que pude y
busqué a Samvel con la mirada, estaba a mi lado a unos pasos intentando
levantarse, al parecer se llevó la peor parte de la caída. Vi como el sujeto
que nos atacó caía en picado hacia nosotros, con una agilidad tal que permitía
saltar ente las paredes del muro con el objetivo de rematar al cazador.
Corrí con todas mis fuerzas
desenvainando los cuchillos con los cuales logré bloquear su ataque antes de
que llegase a tocar a Samvel al posicionarme entre él y el atacante, quien al
ver que su ataque fracasó puso distancia entre nosotros de un salto
inmediatamente.
Samvel consiguió levantarse y retrocedimos
unos pasos quedándonos cerca el uno del otro. Yo iba delante cubriendo al
cazador de cualquier ataque frontal.
“¿Cómo te encuentras?” Pregunté sin
desviar la vista del objetivo.
“He estado mejor, pero… puedo hacerlo,
contigo aquí podremos salir con vida” Dijo liberándose de todo el peso que
cargaba dejando solo su arco, el cual agarraba con fuerza, su carcaj que llevaba incontables
flechas y un par de cuchillos cortos en el cinto que rodeaba su cintura.
Vimos como nuestro asaltante caminaba
hacia nosotros amenazantemente con sus armas listas para atacar.
“Esta gente no parece normal Samvel, concéntrate
o acabarás muerto” Le dije mientras tomaba una pose defensiva esperando su
ataque.
“Hablas con un veterano en combate,
no caeré tan fácilmente”
Antes de que Samvel terminase de
hablar el brazo que sostenía el arco de madera salió volando en dirección
contraria como si una fuerza invisible lo arrancase. Cuando el hombre se dio
cuenta de ello gritó de dolor, en ese momento uno de los del grupo apareció
detrás de él agarrándole por la única mano que le quedaba, de un movimiento de
llave derribó al cazador, quien todavía sufría de dolor por su miembro
amputado.
Sus gritos me tomaron por sorpresa,
cuando volteé vi como era derribado
fácilmente.
“(No puede ser) ¡Bastardo!” Grité
abalanzándome contra él, pero por ello descuidé al enemigo que tenía en frente,
el cual aprovechó para acercarse a mi lado sin que me diese cuentas y trazando
un arco con su arma en dirección a mi garganta. Instintivamente bloqueé de
nuevo su acometida, cosa que no le agradó pues el agresor soltó un quejido lleno
de frustración y conectó una patada en mi abdomen lanzándome hasta la pared del
fondo de la habitación.
Observé como mi atacante descargaba
el golpe de sus espadas cortas, buscando cortar mi cabeza en dos. Por instinto
me moví sin darme cuenta esquivando el sablazo que cortó la piedra tallada como
a una rebanada de pan. Acto seguido lancé mi contraataque trazando un arco
buscando su costado pero el extranjero encapuchado se movió grácilmente evitando
el filo de la hoja.
Respondió a mi contraataque con su
estocada, la cual desvié con mi cuchillo mientras asestaba una estocada en su
abdomen, pero de nuevo mi ataque fue esquivado cuando el enemigo rodó sobre sí
mismo lanzando un nuevo sablazo sobre mi cabeza, pero me agaché y retrocedí
unos pasos tomando una nueva postura defensiva.
El encapuchado ladeó su cabeza, miró
sus armas y luego a mí, sus ojos brillaban con la sed de sangre. En un instante
apareció a mi lado a una velocidad que no pude percibir y lanzó su ataque con
una estocada que difícilmente pude esquivar y la cual cortó mi mejilla haciendo
que la sangre brotase. Tras ello lanzó una sucesión de ataques combinados con
movimientos veloces a un ritmo mucho mayor que apenas podía igualar.
Recibí un corte en el brazo, otro en
la pierna, uno en el costado derecho y otro en el antebrazo.
No podía contraatacar, apenas podía
defenderme. Puse terreno de por medio retrocediendo, avanzando y esquivando
mientras buscaba la oportunidad de atacar aguando el dolor punzante y ardiente
que transmitía mi cuerpo.
Nuestra lucha llamó la atención de
uno de los del grupo, en concreto la del líder, quien detuvo su tranquila
marcha hacia el altar y avisó a su compañero, uno bastante alto pero no muy
fornido, el cual al vernos pelear mano a mano frunció su ceño debajo de la
capucha y tornó hacia el alcalde, quien en ese momento se encontraba paralizado
sin saber muy bien que hacer en esa situación.
“Está peleando a su mismo nivel” Dijo
el líder.
El hombre fornido se acercó hacia el
alcalde agarrándole por las grandes solapas del cuello de su traje mientras que
con su ronca voz exigió respuestas.
“¡¿Quién demonios es ese niño?!” Exclamó
“¡¿Qué nos has estado ocultando?!”
“¡No oses ponernos tus sucias manos
encima, escoria! ¡Nos niego a responder ante tal insolencia!” Escupió el
alcalde mientras hablaba con arrogancia en alto.
Las palabras del noble no agradaron a
aquel fornido extranjero. Apretó su agarre, empujó al alcalde hacia una columna
cercana y lo elevó en el aire aun sujetándole por las solapas ejerciendo
presión sobre él contra la columna con sus brazos.
“¡Me dan igual tus putas costumbres!”
Gritó “¡Estoy harto de tu jodida arrogancia, capullo medieval, ya estás diciendo
todo lo que sabes o te mataré aquí mismo!”
“¡Pagarás cara tu osadía por ponerle
la mano encima a un noble como nos!” Amenazó el alcalde con su cara roja que
resaltaba las venas hinchadas tanto por su enfado como por su
estrangulamiento!”
“¡Contéstame!” Exclamó con toda su furia.
En sus ojos el alcalde pudo apreciar
un desbordante odio e instinto asesino que acabaron rápidamente con su determinación
y resistencia.
“Es… un sangrevil como vosotros”
Finalmente confesó.
“No tenía ni idea de que hubiesen
superhumanos en este lugar tan alejado” Dijo el líder en un tono dubitativo
mientras cruzaba sus brazos sujetando su mentón.
“Si me permite la sugerencia” Dijo
otro de los encapuchados con un tono agudo y suave que parecía pertenecer a una
mujer “Las habilidades de ese niño son las de un novato sin experiencia en
batalla real no será capaz de por mucho tiempo”
“Tienes razón, Niray además no hay
tiempo que perder” Dijo el líder reanudando su camino hacia el altar “Vosotros
encargaos de los guardias y del noble, mantenedlos a buen recaudo”
“¡Entendido!” Dijeron ambos al unísono.
Con el último choque de nuestras
armas di un salto hacia atrás buscando un mejor posicionamiento, pero al
hacerlo perdí de vista al enemigo por un instante, un pequeño lapso de tiempo
que le permitió acercarse a mí. Una oleada de cuchilladas hicieron innumerables
cortes en mi cuerpo, la sangre ni siquiera empezó a emanar cuando clavó la hoja
de su espada en mi estómago con tanta fuerza que me lanzó por los aires. Cuando
choqué contra la pared de fondo toda la sangre de mis heridas salió al mismo
tiempo manchando mi ropa y salpicando al suelo.
Mi respiración entrecortada observé
ligeramente mareado como el líder de los forasteros llegaba al fondo de la
habitación. Apenas podía mover mi cuerpo, solo el dolor punzante de la carne
expuesta ocupaba mis pensamientos, había llegado a mi límite y tardaría un
largo rato en curarme usando mi magia pero no creo que ellos sean tan amables
de permitírmelo.
“(No quiero perder, no quiero morir
¿por qué no puedo moverme? Samvel ayúdame)” Giré mi mirada hacia Samvel quien
se encontraba tirado en el suelo, casi inconsciente e inmovilizado. Luego miré
como ese hombre se acercaba cada vez más al fondo de la sala mientras oíamos
los gritos del alcalde.
“¡Traidores!” Gritó el alcalde.
“Usted nos ha traicionado primero”
Contestó el líder del grupo tranquilamente y sin voltearse.
“¡Desde el principio no había tal
tesoro, nos envenenaste con tus mentiras para tus oscuros propósitos. El
tribunal de la inquisición te haría quemar por tal herejía¡”
Sus palabras acabaron cansando a
aquél hombre que estaba a un paso del extraño altar.
“Sabe, señor Heldengard” Dijo con un
tono que denotaba cansancio “Vive en su propio mundo medieval y se niega
reconocer tanto usted como reino que su época ya pasó. Además de que usa una
forma de hablar un tanto cómica, a su vez tiene un vocabulario más bien pobre y
no conoce palabras como: Sutileza, o paciencia, o suspicacia, ropas normales,
cerrar la puta boca… creo que esa fue la causa de que vuestro rey se cansase de
usted y le mandase a esta alejada tierra”
“¡Callaos!” Gritó el alcalde “¡Dejad
de burlaros de nos, impertinente bellaco! ¡No creáis que vos saldréis impune de
esto!” Siguió amenazando a pesar de que a nadie le importaban sus amenazas.
El líder del grupo se quitó la
capucha revelando su largo cabello castaño rojizo ligeramente ondulado que le
llegaba hasta el cuello. Sacó desde sus ropajes una especie de copa bastante
grande la cual estaba llena de extraños adornos y la colocó sobre el pedestal
que sobre salía del altar, tras colocarla retrocedió unos pasos.
La copa empezó a brillar liberando
desde su interior un humo negro del cual salpicaban partículas de luz
brillantes. Observé como de los cuerpos de los guardias y del alcalde salía una
corriente de energía plateada, la cual reconocí al instante en que la vi. Era
su alma, la cual estaba siendo forzada a salir del cuerpo para ser absorbida
por la copa. Inmediatamente rodé mis ojos hacia Samvel y al ver como su alma
era extraída a la fuerza llenó mi interior con un fuerte sentimiento de rabia,
frustración pero sobre todo impotencia.
Las almas recogidas en la copa se
proyectaron como un haz de luz hacia la pared que estaba detrás del altar, la
cual tenía un arco compuesto de pilastras a modo de puerta. El haz tocó el
centro de la pared y se extendió hasta los bordes creando un portal luminoso.
“En marcha” Dijo el grupo sacando la
copa del pedestal y atravesando el portal. Su equipo le siguió abandonando la
sala dejándonos solo al que nos había atacado y a mí.
Mi asaltante me observó con
curiosidad, supongo que le sorprendió que quedase con vida. Intentando acabar
su trabajo lo más rápido posible para ir con los demás alzó su espada y
descargó un portentoso sablazo el cual detuve agarrando su muñeca, lo cual le
pilló por sorpresa. Aprovechándome de eso inmediatamente me incliné hacia
delante mientras trazaba un arco con mi cuchillo intentando rebanarle las
piernas, pero mi ataque fue predecible y el asaltante esquivó la hoja dando un
salto hacia atrás evitando el corte, o eso creía pues para su segunda sorpresa
una herida superficial apareció en sus muslos cortando tanto sus pantalones como
su piel ya que no se esperaba para nada que yo haya lanzando un contraataque con
mis armas imbuidas con magia. Si estaba usando mi magia para poder moverme,
para poder atacar, para poder sobrevivir y vengarme. Sabía de antemano que esto
era totalmente contraproducente, pero que más da, ese bastardo iba a matarme de
todas maneras, yo no iba a caer sin luchar.
Lancé una serie de ataques y
puñaladas con toda mi furia buscando cortar lo que sea, mi enemigo bloqueó los
golpes con gran destreza y a pesar de la herida en sus piernas su velocidad
solo disminuyó un poco, pero lo suficiente como para que yo pudiese estar a su
altura y aun así logró contraatacar haciéndome nuevas heridas sin que pudiese
alcanzarle, aun así no iba a defender puesto que estaba atacando e iba a saco
con todo lo que tenía sin importarme el dolor, ni las heridas.
Aun con su velocidad reducida la
pelea estaba demasiado pareja, en ese momento me percaté de que sus movimientos
aunque rápidos al punto de que no verlos, seguían un patrón, por lo que estando
consciente de eso disminuí todo lo que pude la distancia que nos separaba y
empecé a atacar de otra manera, lanzando pequeñas patas, puñetazos, golpes con
el codo y la cabeza, todo lo que hiciese falta para desestabilizar al oponente.
En un momento lo conseguí esquivé su contraataque rondando hacia delante
trazando un tajo cruzado con ambos cuchillos cortando su estómago, del cual
comenzó a brotar sangre. Inmediatamente solté mi cuchillo, puse la mano en el
suelo y apoyándome sobre la misma rodé mi cuerpo conectando una patada justo en
el centro de la herida mandando a mi enemigo por los aires, justo hacia donde
se encontraba el portal. Sin pensármelo tan siquiera una sola vez di un salto
entrando también en el portal.
Tras entrar el portal, el grupo de
sorprendió ante el vasto paisaje que se extendía ante ellos, difícilmente
parecía que eso era una sala, más bien parecía ser una galería subterránea.
Se hallaban sobre un suelo escabroso
hecho de cristales oscuros conformando una plataforma que flotaba fija en lo
que parecía ser un lago de estrellas sobre el cual se erguían numerosas
plataformas hechas también de cristales. Desde el techo, afiladas estalactitas
apuntaban al lago mientras brillaban con luz propia alumbrando el lugar.
Acercándose al borde de la plataforma
el líder del grupo sonrió con satisfacción.
“Por fin hemos llegado a la sala
arcana” Dijo Niray “Tanto esfuerzo por fin cobró sus frutos”
“Tienes razón, pero esto es verdadero
inicio, a partir de aquí nuestro plan empezará a tomar forma, ahora solo
debemos…” Antes de que el líder del grupo terminase de hablar el portal emitió
un sonido vibratorio que le interrumpió.
Los presentes se volvieron hacia el
portal al unísono y vieron como su compañero entró en la sala, pero para su
asombro no de la manera que ellos esperaban, pues salió disparado desde el
portal y cayó al suelo rodando hacia ellos. Al instante de su llegada aparecí
yo y vi como mi oponente se levantaba dispuesto a continuar con el combate.
Ambos nos lanzamos el uno contra el otro, pero de pronto alguien gritó.
“¡¡Deteneos!!”
Su ronca voz retumbó por la sala y un
extraño humo plateado nos envolvió a ambos paralizándonos.
“¡Vuestro combate ha terminado!”
Ordenó el extraño encapuchado.
Por supuesto yo no iba a quedarme con
los brazos cruzados y dejar que unos malditos forasteros se creyesen que
tienen posesión sobre mi vida.
“Desgraciado, no creas que pienso
obedecerte” Contesté mientras intentaba zafarme de ese agarre invisible.
El encapuchado intentó hacer algo,
tal vez matarme pero su jefe le detuvo colocándole la mano en su hombro, luego
me miró y se acercó un poco, lo suficiente como para agarrar a mi asaltante por
el cuello de su gabardina y jalarle hacia atrás lanzándola hacia sus compañeros
quienes le recogieron como si en vez de un humano fuese una pelota.
Ahora tenía en frente al líder del
grupo, cara a cara, separados por tan solo unos pasos, tan cerca pero tan
lejos. El líder me sonrió de la misma manera en la que sonrió al alcalde, una
sonrisa falsa llena calidez que invitaba a la confianza.
“Hola. Soy Lythmus, jefe de escuadra
afiliada a Restructer” Saludó presentándose con un tono tan tranquilo, como si
no hubiese matado a nadie ni hubiese hecho nada malo, lo que me hizo fruncir
más mi ceño, pero eso a él no le dio importancia “Dime ¿acaso sabes donde te
encuentras?”
“Eso no me importa” Contesté “(¿Cómo
puedes hablar conmigo de esa manera, acaso no ves que quiero matarte?)”
“Ya veo, parece que tu amigo tuvo la mala
suerte de ser parte de nuestro ritual, mis más cordiales disculpas” Se inclinó
un poco a modo de reverencia “Pero llegados a este punto no tengo más opción
que pedir tu ayuda”
“¡¿Eh?!” No podía creerlo, mata a
Samvel, sus amigos casi me matan y encima tiene las agallas de exigirme que los
ayude “¡Que te jodan!” Contesté.
Mi respuesta no parecía agradarle
pero aun así no pareció hacer mella en su semblante.
“Oh, perdón, me expresé mal cuando
dije que necesitaba tu ayuda en realidad te estaba ofreciendo un trato” Sacó
esa copa se nuevo y me la mostró. Mi mirada palideció al pensar que absorbería
mi alma como lo hizo con los demás “Esta es la copa del alma, tiene el poder de
absorber la energía vital de las personas. Si nos ayudas te devolveremos el
alma de tu amigo ¿no te parece una buena oferta?”
La idea de resucitar a Samvel era fantástica,
pero la duda de creer en la palabra de unos forasteros misteriosos me hacía
desconfiar.
“Engañaste al alcalde y lo usaste
para tus propios planes ¿qué garantía tengo de que no me mates y cumplas tu
promesa?” Pregunté seriamente.
“Entiendo perfectamente que te cueste
confiar en mí, pero con esa actitud tan cerrada y precavida no lograrás
resucitar a tu amigo” Me contestó de forma que no pude idear objeciones a su
trato y a regañadientes accedí.
“Está bien ¿qué quieres de mí?”
“Mira a tu alrededor” Dijo
extendiendo sus manos dramáticamente “Esta es la sala arcana, el vestigio
perdido de una civilización que se extinguió antes de que apareciesen los
humanos” Señaló hacia lo que parecían ser unos pedestales en varias partes de
la sala “¿Ves esas estatuas? Bien, pues ellas portan algo que necesito y si
eres tan amable de ir a recogerlas…”
“¿Por qué yo? ¿Por qué no va
cualquiera de tu grupo o tu mismo? No parece tan difícil” Dije sin muchas ganas
de obedecer.
“Porque solo el elegido puede
tocarlas” Me contestó seriamente colocándome sus manos sobre mis hombros.
“¿Qué no dijiste algo similar al
alcalde antes de matarle?” Respondí apartando sus manos con algo de brusquedad.
“Preguntas mucho para alguien que no
cumple su parte del trato”
“Sabes que eso se puede interpretar
de muchas maneras”
“Que vas a recogerlas ¿o no quieres
tener de vuelta a tu amigo?”
Ahora sí que estaba amenazándome de
verdad.
“Solo tengo que recoger eso que
sostienen esas estatuas ¿cierto?” El hombre llamado Lythmus asintió, para luego
entregarme una extraña bolsa plateada “¿Qué es esto?”
“Es una bolsa especial, mete dentro
lo que encuentres allá” Fue lo único que me dijo antes de apartarse a un lado.
El grupo entero se apartó de mi
camino, unos a un lado y otros al otro, de reojo podía ver como le estaban
sanando las heridas a mi asaltante, lo que me hizo pensar que mi magia ya había
sanado las mías, lo que daba a entender de que no quedaba mucho hasta que los
efectos secundarios apareciesen.
Al acercarme al borde de la
plataforma y miré el vacío. Por un momento me pareció estar viendo un cielo
estrellado, pero las suaves olas indicaban que era una especie de agua
“(¿Un cielo estrellado dentro de un
charco de agua?)” Por acto reflejo miré hacia arriba creyendo que era el techo
que se reflejaba sobre la superficie del agua, pero arriba solo había cristales
luminosos “(Qué clase de sitio es este… creo que no me apetece saber que pasará
si me caigo)” Observé que había unas cuantas plataformas, superficies de tierra
emergentes del agua, había unas muy grandes y otras muy pequeñas, pero ninguna
parecía ser estable, daba la impresión de que se desmoronarían si saltaba sobre
ellas “(Elegido, mis cojones. Creo que empiezo a entender por qué ese desgraciado
me está obligando a hacer esto)”
Lamentaba haber aceptado hacer esto,
pero no tenía opción y me única preocupación además de que esas plataformas
aguantasen mi peso, era tener la suficiente fuerza como para poder ir saltado.
En condiciones normales podría hacer esto hasta con los ojos cerrados, pero
ahora lo que movía mi cuerpo era mi magia y mi fuerza de voluntad que
precisamente escaseaba.
Busqué la plataforma más cercana y
salté sobre ella, sus cimientos crujieron y por un momento me temí lo peor,
pero pronto la plataforma se estabilizó y un sudor frío recorrió mi columna.
Con cuidado seguí avanzando hacia la
estatua más cercana, todo bajo la atenta mirada del grupo que permanecía parado
tranquilamente cerca del portal por donde entramos.
Al llegar a una gran plataforma en
cuyo centro contemplé una gran estatua de piedra con forma de mujer con tres
alas a cada lado emergiendo de su espalda. En sus manos sujetaba lo que parecía
un orbe en forma de estrella de diez puntas.
Extendí mi mano y agarré la gema con
cuidado. Estaba encajada bastante bien y parecía requerir mucha más fuerza
obtenerla pero por otro lado temía romper la gema, aun así me arriesgué y
arranqué la gema de sus frías manos. Tras obtenerla la analicé con la mirada
minuciosamente no solo para asegurarme de que no habría sufrido daño, también
me interesaba ver que clase de objeto era este, pues nunca antes había visto ni
oído acerca de una gema que resplandecía con luz propia como si tuviese un sol
rojo en su interior.
En ese momento, el suelo sobre el
cual estaba parado empezó a temblar, inmediatamente corrí hacia la primera
plataforma que vi. La estatua y toda su plataforma se desmoronó en pedazos
hundiéndose en esa extraña agua ante mis ojos.
Tragué saliva y miré al grupo que
observaba mis movimientos desde un lugar seguro instándome a seguir.
No todas las plataformas eran
individuales, varias de ellas estaban unidas como si fuese un camino, lo que me
hacía pensar que tal vez antes en este lugar había un suelo que se desmoronó y
solo quedaron los pilares que lo sostenían.
Llegué hasta la segunda gran
plataforma guiado por una luz amarilla, localicé la gema en el mismo lugar que
encontré la anterior: en las manos de una estatua de una mujer con alas. Saqué
la gema con cuidado preparado para salir corriendo en cuanto pudiese. El suelo
de la plataforma empezó a temblar, pero cuando empezó y ya estaba lejos de la
plataforma, colocado sobre el pilar contiguo, sin embargo algo inesperado
sucedió, una onda expansiva golpeó los pilares que había a su alrededor
incluyendo sobre el cual me apoyaba.
Salté antes que todo se viniese abajo
alejándome todo lo posible. Cuando estaba ya en un lugar medianamente seguro
pude respirar tranquilo, pero en ese momento oí un fuerte latido, mi cuerpo
empezó a temblar y mi cabeza daba vueltas. Temía perder el equilibrio y caer
había usado mucho más poder del que mi cuerpo y mi mente estaban acostumbrados
a soportar, estaba próximo a mi límite y lo peor era que todavía faltaban dos gemas
más por recoger.
Avancé mucho con más lentitud y más
seguridad hacia la tercera plataforma donde estaba la tercera gema, esta vez de
color azul oscuro y brillante.
“(Otra estatua de mujer con alas ¿en
serio, por qué tiene que ser una mujer con alas? ¿Acaso su escultor tiene un
fetiche por esa clase de mujeres? Las alas no parecen cómodas, porque primero
no tienen el tamaño para poder volar con ellas y la cantidad es exagerada y lo
más importante ¿Cómo iba a dormir con ellas?... Espera qué estoy pensando)”
Coloqué mi mano sobre mi frente, estaba perdiendo la cabeza pensando en
tonterías.
Me acerqué a la estatua y saqué la gema
con brusquedad y sin cuidado, no podía pensar con claridad y me daba igual
todo, hasta hundirme en esa agua. La plataforma empezó a temblar, pero esta vez
el suelo no estaba desmoronándose, sino que la propia agua alzó en forma de
unos enormes tentáculos que envolvieron la plataforma al completo. No podía
escapar o más bien no quería hasta que sentí como algo agarraba el cuelo de mi
abrigo por detrás y me jalaba con la suficiente fuerza como para alejarme de
ese lugar tan peligroso.
“¿Me permites aliviarte la carga de
esas gemas?” Oí una voz detrás de mí, unas manos apretaban fuertemente mis
hombros evitando que me cayese. Rodé mis ojos encontrándome detrás de mí a una
mujer, la misma que estaba junto al ese tal Lythmus.
“¿Quién eres tu?” Pregunté alejándome
de ella con algo de brusquedad.
“¡Ella es Niray, entrégale las gemas
a ella!” Contestó el líder del grupo antes incuso de que ella pudiese decir
algo.
Le entregué la bolsa llena de gemas y
retrocedí un paso.
“Muy bien, espero que ahora cumpláis
vuestra parte del trato”
La mujer zarandeó un poco la bolsa y
luego la guardó.
“Me temo que tendré que disculparme
de antemano” Dijo la mujer llamada Niray “Todavía te falta traernos más gemas”
“¡Espera, prometisteis resucitar a mi
amigo a cambio de entregaros las gemas!” Grité sintiéndome estafado.
“Te equivocas. En nuestro trato
acordamos que me traerías todas las gemas y por supuesto te falta traerme una
más” Contestó el líder desde la otra punta de la sala.
“Es una lástimas que malinterpretaras
las condiciones de Lythmus” Dijo Niray antes de retirarse “Date prisa y
tráenosla”
Apreté los dientes, preguntándome si
de verdad se puede confiar en esa gente y avancé hacia la siguiente plataforma,
donde me esperaba otra estatua de mujer con alas, para variar. Por el camino saqué
de mi abrigo un pequeño paquete lleno de hierbas moradas, las cuales al
masticarlas liberan una sustancia que aumentaba la resistencia por un corto
período de tiempo, un truco de cazador que aprendí de Samvel. Dirigí la mirada
hacia sus manos y lo que salió de mi boca fue in descriptible.
“¿Pero qué…?” Me pregunté al ver el
receptáculo vacío.
Esta situación me dejó descolocado,
se supone que debería haber una gema igual que en las demás estatuas, pero esta
no tenía nada. El sentimiento de ansiedad abarcaba rápidamente mi pecho, busqué
por todos los rincones de la plataforma pero no encontré nada y para colmo el
grupo se estaba impacientando.
“¿Qué ocurre, chico?” Preguntó el
líder “Estás tardando demasiado”
Le miré de reojo sin saber bien que
hacer o decir, pero antes de que alguien más pudiese decir algo la sala entera
empezó a retumbar.
Un fuerte terremoto sacudió las
plataformas de tal manera que estas empezaron a derrumbarse. No se cuando me di
cuenta de que el agua había desaparecido y ahora solo había tierra agrietada por
la cual salía lava.
La temperatura subió de golpe, las
estalactitas empezaron a caer como flechas desde el techo para fundirse en la
lava que emergió sin aviso e iba subiendo poco a poco. Una por una las
plataformas se estaban desmoronando, algo que no era reconfortante de ver
puesto que yo estaba subido a una de ellas.
“Jefe, tenemos que irnos”
“No, todavía nos queda un núcleo, no
podemos irnos sin él”
“Si nos quedamos aquí moriremos”
El líder del grupo se quedó callado intentando
meditar todas las soluciones posibles para lidiar con esta situación.
“Seguro que hay otra manera de
completarlo, ellos no dejan nada al azar tu fuiste quien nos enseñó eso” Dijo
Niray intentando convencer a su jefe.
“De acuerdo, retirada” Ordenó el
líder “El último núcleo, es una pena que lo abandonemos”
El grupo entero atravesó el portal de
uno en uno hasta que salieron de este lugar abandonándome.
“E… esperad” Apenas murmuré mientras
veía impotente, aislado en ese sitio “¿Es una broma verdad?” Apreté los dientes
y grité liberando mi frustración. Cuando me tranquilicé y respiré hondo me di
cuenta que me olvidé en la situación en la cual me encontraba.
De inmediato salté hacia la
estructura de una plataforma que se derrumbaba y corrí hasta llegar a un punto
donde la plataforma colisionó la una con la otra, permitiéndome saltar a una
que parecía estable, luego de ello seguí avanzando en la dirección más corta
hacia el portal. Para mi mayor temor, la plataforma del portal se hizo añicos,
pero el portal seguía activo, de momento a no ser que sea tapado por la lava.
Mientras avanzaba con desesperación tomé un mal paso y la estructura bajo mis
pies se desmoronó, saqué mi cuchillo y lo imbuí con la poca magia que me
quedaba para clavarlo en la pared con el fin de mantener mi estabilidad. Cuando
la hoja encalló supe que era el momento por lo que tomé impulso de la pared,
solté mi cuchillo y salté hacia la estructura de una plataforma cercana dando
un segundo salto para luego precipitarme hacia el portal.
Caí rodando en aquél templo escondido
en el corazón de las montañas donde todo comenzó, los cadáveres, las columnas rotas,
todo seguía tal cual el grupo lo había dejado. El portal detrás de mí dejó que
la lava se filtrase disolviendo la copa que mantenía el portal en
funcionamiento, la cual fue abandonada por ese extraño grupo por alguna razón
que desconocía, acto seguido el portal se cerró.
Me alejé de la lava gateando en
dirección a Samvel, apenas tenía fuerzas pata poder moverme pero aun así estaba
decidido a sacarle antes de que la lava se lo llevase, al igual que hizo con el
alcalde y algunos guardias.
Cuando me acerqué a su cuerpo, la
lava cesó su avance debido a la desaparición del portal, en ese entonces sentí
un segundo latido que recorrió mi cuerpo. El precio por usar mi magia de manera
tan irresponsable me estaba pasando factura haciendo fuerzas me abandonasen por
completo, la cabeza me daba vueltas, tenía un nudo en la garganta, agarré la
ropa del cazador en un desesperado intento inútil de continuar, pero ahí estaba
mi límite. Lo último que vi antes de perder fue la borrosa figura que estaba
parada en frente a mí.
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