Capítulo: 1
"... (Concéntrate)..."
"... (Agudiza
tus sentidos)..."
"... (Siente
todo lo que te rodea)..."
Las palabras
de mi padre resonaban en mi mente.
Me encuentro
en el bosque de los alaridos. Hay varias criaturas cerca, pero mi objetivo es
diferente, es algo que no se mueve por
sí solo, su mera presencia pasa inadvertida salvo para aquellos logran captar
su atención.
Una leve
brisa corrió por el suelo, sacudiéndolo. Mi objetivo ya está a la vista. ¡Ahora
es la oportunidad!
Me abalancé
sobre el suelo con gran agilidad como un ave rapaz y arranqué unas flores
moradas con hojas blancas que resaltaban entre los matojos y la hierba.
"Lo
tengo" Dije en voz alta para mí mismo.
Saqué una
bolsa de cuero que llevaba encima y deposité las flores dentro. No era
necesario tener delicadeza, bastaba con que conservasen su forma.
Ahora con el
objetivo principal cumplido, era el momento. Salí corriendo del bosque a gran
velocidad, con un sentimiento gozoso en mi interior. Mi misión había sido
cumplida, había conseguido las flores del bosque que rodea la montaña, todo
había salido bien, pero de poco servía la prematura alegría, ya que en mi
bajada tropecé sin darme cuenta con un oso hambriento.
Me detuve en
seco y maldije mi suerte junto a mí mismo por no haber podido percatarme antes
de tiempo. La alegría se tornó en frustración. Había llegado tan lejos y estaba
solo un paso de la salida de aquél bosque siniestro.
El oso se
veía imponente, su pelaje negro brillaba reflejando los efímeros rayos de sol que
penetraban entre las copas de los árboles. Estaba hambriento y parecía ser
agresivo, lo puedo deducir por las innumerables cicatrices que tenía.
Mirándome
fijamente, se alzó sobre sus dos patas traseras elevando su cuerpo unos metros
por encima de mi estatura. Yo me incliné ligeramente y coloque mi brazo sobre
el mango del cuchillo de caza que tenía atado en mi cintura. Se que muchos
dicen que si ves un oso tienes que tirarte el suelo y hacerte el muerto, pero
por la saliva que desprendía se notaba que estaba tan hambriento que se comería
todo lo que estuviera a su alcance.
El oso
rugió, una señal de intimidación, indicando que me iba a atacar en cualquier
momento. Vi que una de sus múltiples cicatrices le atravesaba su ojo izquierdo,
ese debía ser uno de sus puntos fuertes, lo se porque oí a uno de los guardias de
la aldea comentar algo sobre criaturas con cicatrices. En ese caso lo que tenía
que hacer si iba a atacar, lo tendría que hacer por un flanco adicional.
Desplace el
peso de mi cuerpo hacia atrás esperando su ataque. El filo de mi cuchillo no
sería suficiente para matarle si no acierto en un órgano vital.
La bestia
alzó su brazo y descargó un zarpazo. Di un brinco hacia atrás esquivando el
primer ataque, no desenvainé mi cuchillo todavía. El segundo ataque era un
mordisco. Salté hacia un lado y me situé sobre en su punto ciego, en el lateral
inferior de su campo de visión. Era tentador atacar, pero no podía confiarme en
un momento como este, mi oponente era un oso curtido en muchas batallas.
Mi instinto acertó
ya que inmediatamente el tercer ataque era con el dorso de su brazo izquierdo,
lo que indicaba que era consciente de su propia debilidad.
Ahora tenía
una ligera idea de como atacaba, aunque sus movimientos eran impredecibles,
todos ellos siguen el mismo tiempo de reacción: 6 segundos para alzar el brazo 4
segundos más cuando descargaba el golpe, 5 segundos más para volver a atacar.
En total 15 segundos son los que tarda para atacar, tiempo más que de
suficiente para predecir su lanzar mi contrataque.
Con la idea
de mi estrategia caminé hasta volver a ponerme en frente de la bestia, a unos
escasos metros. La bestia se levantó de nuevo colocándose en su posición de ataque.
El oso
volvió a atacar con su zarpa. Al contrario que antes me coloqué en frente de mi
adversario esquivando su primer ataque. Estaba a menos de un metro de él. El
oso ahora me tenía en su rango de alcance. Su segundo ataque era un mordisco,
algo que había previsto nada más ver abrir sus fauces. Me agaché esquivando el
mordisco, desenvainé mi cuchillo, me situé en su punto ciego y se lo clavé en
el cuello. El oso rugió de dolor, empezó a mover la cabeza intentando sacarse
mi cuchillo. Empujé la hoja y la arrastre rajándole el torso hasta el costado
hasta lograr sacarla del cuerpo del animal mientras dejaba tras de sí una
estela plateada.
Rodé por el
suelo hasta estar a dos metros del animal. Estaba en guardia y atento a sus
movimientos. Mi contrataque fue efectivo, pero insuficiente.
“... (Aunque
tu enemigo esté de frente no olvides prestar atención a tu alrededor)..."
Los consejos
de mi padre resonaron en mi cabeza una vez más.
El oso gimió
y fijó su mirada en mí. Podía sentir su odio, su voracidad y su rugido. Pero
sus movimientos fueron mermados por la herida.
"Esto
va mal" Susurré.
Contaba con
que mi acometida le espantase o le matase, pero solo he conseguido que entre en
estado berserker. Eso no era bueno, un animal en ese estado de locura era
completamente impredecible y peligroso.
"Si tan
solo mi cuchillo fuese más largo. Si tuviese una espada..." Eran los
pensamientos que circulaban por mi cabeza.
Mi sentido
captó una pequeña vibración en el aire, algo así como un soplo. Giré un poco mi
cabeza y vi que por detrás se estaba acercando un Wargo. Una genial forma de
empeorar la situación.
Esto iba de
mal en peor, ahora me toca luchar contra esos malditos lobos gigantes. Hablo en
plural, porque donde ves a uno de ellos, da por sentado que hay una manada rodeándote.
No se desde cuando han estado observándonos.
No puedo
enfrentarme a tantos, no con solo con un maldito cuchillo.
"Recuerda
que en cualquier situación que estés no pierdas nunca la calma ni dejes de
pensar en la mejor forma de resolverlo" De nuevo se hizo eco la voz de mi
padre en mi cabeza, sus consejos siempre aparecían en el mejor momento.
Respiré
hondo y medité la situación de una manera diferente. Mi cabeza todavía
albergaba incontables dudas.
Estoy
rodeado, la batalla no es una opción, lo mejor en estos casos es una buena
retirada, pero necesito que ellos se distraigan por un momento.
Con mucho
cuidado empecé a dirigirme hacia unos matorrales. Lenta y tranquilamente, hay
que andar con pies de plomo. Los Wargos me estaban siguiendo con la mirada,
Mientras que el oso se estaba preparando para abalanzarse sobre mí. Si todo
salía bien escaparía de una pieza y si no me llevaría a tantos como pudiese.
Ya estaba a
unos pocos metros de los matorrales, si conseguía llegar a ellos escapar sería
más fácil, sin querer pisé una rama seca. El crujido dio la señal de salida al
oso, quien a pesar de sus heridas corrió hacia mí con la suficiente agilidad.
No era el hambre lo que le impulsaba esta vez, sino un instinto de venganza.
Permanecí inmóvil,
no por el miedo, sino porque antes de que el animal me alcanzase, los Wargos se
abalanzaron sobre él. Inmediatamente me introduje entre los arbustos.
Mi plan
había funcionado a la perfección. Los Wargos atacan siempre cuando la presa se
pone en movimiento, nunca se atreven a abalanzarse si están a cierta distancia.
No se si yo era su objetivo o era el oso, pero logré escapar.
Éste
incidente era bastante habitual para mí, ya había estado en situaciones
parecidas.
Salí del
bosque hacia un camino. Suspiré aliviado, pero sabía que si los Wargos querían
podrían salir del bosque. Pero ahora deben de estar ocupados comiéndose al oso,
sus aullidos los delataban porque los Wargos aúllan para llamar a sus
compañeros dispersados.
Busqué en
una pequeña cartera que llevaba atada a la cintura y saqué las flores. Estaban
hechas trizas por los bruscos movimientos que había realizado en mi lucha.
Antes de
continuar observé de nuevo los alrededores. Estaba en la senda que se dirigía
hacia la herrería, la cual se encontraba en una de las colinas de la montaña.
Mirando hacia el sur se podía contemplar parcialmente la ciudad cercana:
Mattel.
¿Por qué un
herrero querría situarse tan dentro de la montaña? No tiene ningún sentido.
Incluso la gente se quejó de ello, pero a él no parece importarle.
Nada más oír
los portentosos martillazos que resonaban con el eco entre la montaña, sabía
que estaba cerca.
Llegué a una
casa bastante rústica, con un tejado plano, algo bastante poco común, porque
casi todas las casas de Mattel tienen tejados en forma de picos para no
desplomarse cuando nieva. Las demás tienen un tejado en forma de cono. Como
nieve la casa del viejo será su tumba, algo bastante práctico, mueres donde
vives y descansas por toda la eternidad en la propia casa que te asesinó. Pero
supongo que tendrá un método para evitar que la nieve se acumule.
Al llegar,
abrí la puerta y me encontré con un herrero llamado Morritz forjando lo que
parecía ser un caldero en su taller. Era un enano, según él, por que en lo que
a mí respecta no había visto uno en mi vida, ¿de verdad se puede llamar enano
un hombre de apenas dos metros? Bueno, tal vez sea un enano gigante, o como él
quisiera llamarse. Era calvo, todo su negro cabello fue a parar a su barba.
Tenía unos músculos muy desarrollados, muy propios de alguien que trabaja con metales
de la noche a la mañana.
Nada más
verme, detuvo sus golpes e introdujo el caldero en un barril lleno de agua. Al
instante un fuerte vapor comenzó a salir. Cuando sacó el caldero del agua y
éste había quedado reluciente. No se notaban para nada los golpes que recibió
el metal al darle forma. Realmente era un trabajo de artesanía fina.
"El
caldero de Revarack. Llegó después de que te marchases, y me pidió forjar un
caldero para su tienda" Dijo colocando el utensilio de metal en una mesa
"Bien, que tal Yahvis ¿me has traído lo que te pedí?"
"Si"
Deposité el pañuelo con las flores destrozadas sobre las manos de Morritz
"¿Puedo saber para qué las necesitabas?"
"Para
hacer un buen té aromático" Su respuesta dejó perplejo.
“(No
fastidies ¿acabo de arriesgar mi vida solo para que tú puedas beber té?)” Pensé
apretando mis puños para que no volasen a su cara.
"¿A qué
viene esa cara? Venga pasa a dentro"
Morritz
tiene su casa al lado de la herrería, solo separada por una puerta. Algo
práctico porque cuando se te incendie la herrería arderá también tu casa, y con
suerte contigo dentro.
"Con
permiso" Dije entrando en el hogar del maldito herrero.
La casa era
simple, como cabía esperar de un explotador como tú. No había muebles lujosos,
pero tenía muchas herramientas desconocidas. Incluso en la cocina estaban esas
brillantes piezas metálicas que sueles fabricar. Curiosamente no había cuadros
ni siquiera imágenes de él o de su familia. Solo herramientas.
El herrero
sacó dos tazas de madera y puso hervir agua en una olla con tapa, algo raro
porque no solía ver ese tipo de utensilios. Luego metió las hierbas dentro de
la olla después de haberlas lavado con agua de otro barril.
"Tardará
un rato. Las tazas de madera son las mejores para saborear el té, un consejo,
evita beber de tazas de metal y no hagas caso de los locos que dicen lo
contrario"
No se si
quiero oír eso de un loco que por unas hierbas esté dispuesto a sacrificar mi
vida ¿en serio te costaba tanto pedirme que te las comprara en la ciudad?
El herrero
me miró como si acabase de leer mis pensamientos.
"¿Quieres
algo?"
"Bueno,
la verdad es he visto que haces unos impresionantes trabajos con el metal y me
preguntaba si podrías hacerme una espada"
"Podría
hacerlo ¿pero tú podrías pagármela?" Preguntó mientras llenaba las tazas y
las servía.
Esto era de
locos, ¿acaso los servicios que te preste estos meses no eran suficientes?
Tanto trabajo buscando metales, leña, materias elementales y demás por la
montaña para nada. Habría sacado más acompañando a los cazadores.
"Si"
"Mis
precios son muy caros"
"Te lo
pagaría a plazos"
"La
gente que dice eso acaba endeudada"
"..."
Morritz dio
un sorbo a la taza.
"¿Para
qué quieres una espada?"
"Para
defenderme de los bichos del bosque"
"El
cuchillo te sobra para ello, ya he visto como te desenvuelves con las
bestias" Tras un rato de silencio el herrero volvió a hablar “Yahvis,
confiesa, ocultarlo no te ayudará”
"Vale,
la quiero para entrenarme" Desvié la mirada. Era vergonzoso que pudiese
ver a través de mí como si fuera mi madre.
Su mirada
brilló por un instante.
"¿Quieres
entrar al ejército?"
"Quiero
ser un Caballero sagrado" Contesté con orgullo
Su cara
cambió tras oírme, se notaba a leguas que estaba riéndose de mí a carcajadas en
su interior.
"Caballero
sagrado. Los Caballeros sagrados son la legión personal del rey, unos elegidos
que conforman la élite de entre los mejores soldados de la Guardia real y ellos
son la élite del ejército. No creo que puedas llegar a ser algo tan importante,
como mucho serias capitán de la guardia de alguna entrada a la ciudad"
Bromeo.
"¿Tan malo
es querer aspirar a lo alto?"
"No,
pero los Caballero sagrados se eligen por proezas militares y por sucesión
genética cercana a la familia del rey. Seamos sinceros, son los hijos de los
nobles con recomendación de la familia real. Aunque también hay excepciones"
Dijo esto último en un susurro.
"Mi
padre era un Caballero sagrado"
"No,
que va, él era un soldado normal y corriente" Dio otro sorbo "Una
división diferente y menor, es como comparar a un alcalde con un funcionario”
“(Solo
porque tú lo dices. Por cierto tus ejemplos son horribles)” Pensé "¿Acaso
lo conociste?"
"Bueno,
podría decirse que nuestros caminos se cruzaron en alguna que otra ocasión"
Morritz no
habló más del tema. Cuando pude ver que estaba atardeciendo me bebí el líquido
de un trago, estaba templado y amargo, luego me levanté de la mesa. El día de hoy
había sido una verdadera pérdida de tiempo.
"¿Qué
tal el té?"
"Delicioso
(Asqueroso, mejor sigue dedicándote a jugar tus metales)"
Salí de
aquella casa y me dirigí hacia Mattel. Estaba decepcionado, cansado y
frustrado. No había conseguido nada.
Llegar a la
ciudad no fue un problema, solamente seguí el camino que conectaba con la
herrería.
Ya estaba
bastante tarde, el sol cruzaba por el horizonte dejando un cielo dividido en
diversos colores, desde los más cálidos como el naranja y el rojo que
acompañaban al sol, hasta los más fríos como el azul y el negro. Las nubes se
veían negras y grises, las lunas se alzaban acompañadas de las estrellas a
medida que se escondía el sol.
La ciudad
Mattel no estaba muy iluminada. Los pilares de luz flotantes alumbraban solo
una parte de la ciudad, la otra estaba abandonada. No había mucha gente, salvo
los Defensores que vigilaban cada una de las entradas de la ciudad y la mayoría
de ellos estaban en alguna taberna ruidosa.
Mientras
caminaba vi a una mujer haciendo compras en una de las tiendas. Era una mujer
de cabello cenizo, vestía como un Mago blanco llevando una túnica blanca con un
pañuelo rojo atado a la cintura y botas marrones de piel. Me fijé que estaba
cargando una cantidad de bolsas en sus brazos.
Nada más
verme se acercó casi corriendo hacia mí.
"¡Yahvis!
Es tan tarde ¿que has estado haciendo?"
Su voz es
firme y su mirada directa. Se llama Slania y ella es… podemos considerarla algo
así como una madre. Vivo con ella después de que mi padre muriese. No tengo
otros parientes.
"Pues,
yo estaba... haciendo recados para el herrero" Dije intentando ocultar mi
frustración por haber sido utilizado descaradamente.
"¿Para
Morritz? Ya me contarás en casa, ahora..." Depositó todas sus bolsas sobre
mis brazos sin siquiera preguntarme "En marcha"
Mientras
caminaba podía ver como las casas prendían luces dentro de sus habitaciones. Lo
malo de Mattel son los múltiples niveles sobre las que estaba edificada. Era
agotador subirlas, sobre todo si estas cargando tantas bolsas. Como dije, lo
característico de esta ciudad son sus tejados puntiagudos, en ningún lugar los hay
unos tan filosos. Los que tenían tejados cónicos pertenecían a la clase alta,
pero ahora esas mansiones están derruidas y en desuso.
"Ah
Mattel” Exclamó Slania “Cuanto cambia la ciudad por la noche. Hace tiempo era
una próspera ciudad comercial que vendía Mitril, pero ahora solo es una ciudad
de cazadores"
No sé que
decir, sé que la ciudad dejó de prosperar cuando se acabó el Mitril y los demás
recursos que extraían de las montañas,
de eso hace ya más de una década. Ahora ya no tiene futuro y por esa razón me
pregunto por qué el herrero Morritz decidió instalarse en este sitio hará unos
años. Pero tengo la sensación de que cuanto menos sepa de él y sus negocios,
mejor.
El lugar
donde vivo es un antiguo templo dedicado a una diosa de la montaña. Tiene dos
plantas, en la primera hay una sala extensa con un agujero en el centro donde
se hallaban las brasas sobre las que colgaba una cacerola con cadenas desde el
techo y en la segunda estaban los dormitorios. Detrás hay una capilla donde la gente
viene a rezar o para que Slania cure sus heridas.
Cuando
entramos dentro Slania chasqueó los dedos y las barras de luz iluminaron por
completo la casa. Dejé las bolsas en la mesa de la cocina y al volverme hacia
Slania, vi como ella se asombraba.
"¡Estás
lleno de heridas!" Gritó "¿Cómo no pude verlo antes? tengo que
curarte. Ponte allí y quítate la camisa"
Me desvestí
la parte superior de mi atuendo con
pesadez. Estaba cansado tras las aventuras que sucedieron en este día, sobre todo
la parte de las hierbas de te. Eso sí que fue agotador, saber que he arriesgado
mi vida para conseguir algo que crece cerca de la ciudad ¿qué tan poco vale mi
vida?
Slania se
acercó a mí y extendió su mano sobre mis heridas. Una luz blanca comenzó a emerger
de la palma de su mano. Una sensación de alivió recorrió mi cuerpo. Mis heridas
se estaban cicatrizando y desapareciendo.
“¿Por qué no
te has curado a ti mismo?” Preguntó con un tono de preocupación “Te enseñé
magia de sanación para este tipo de situaciones”
“Solo son
rasguños no hacía falta curarme (Porque me agota mucho y luego no puedo ni respirar)”
Contesté, pero ella no pareció muy convencida de escuchar mi respuesta.
Cuando ella
terminó de curarme me dio una palmada en la espalda.
“Listo.
Ahora pon la mesa” Ordenó con una sonrisa.
“(No soy tu
criado) Enseguida voy” Contesté mientras me volvía a poner mi camisa.
Aquél día
terminó sin más complicaciones.
Desperté de
improviso cuando sentí un fuerte destello sobre mis ojos. Los abrí con pesadez dejando
que se adaptasen a la luz. Lo primero que vi fue el techo de madera, cuando
dejó de verse borroso rodé mis ojos hacia una pared también hecha de madera
donde había una ventana por la cual entraba una ingente cantidad de luz que
teñía las pares de todo tipo de colores.
"(Tenía
que haber cerrado las cortinas)"
Odiaba la
luz así como odiaba la oscuridad, no me sentía cómodo con ninguno de ellos.
Me levanté
de la cama mientras frotaba mis ojos como si fuese un gato sin muchas
energías comencé a vestirme. Al acabar
salí de mi habitación.
Al salir me
encontré con Slania, quién nada más verme me regaló una de esas sonrisas maternales
suyas que cautivarían a cualquier huérfano.
"Oh que
sorpresa te has despertado bastante temprano"
Asentí con
la cabeza en silencio. Nada más despertarme no me apetecía hablar ni expresar
nada.
"Entonces
ayúdame a poner la mesa, enseguida te preparo el desayuno"
"No
tengo hambre"
Ella me miró
como si hubiese la cosa más rara del mundo.
"Da
igual que no tengas hambre. El desayuno es obligatorio" Su voz era tan
seria y firme desde tan temprano.
"(No me
apetece para nada) De acuerdo comeré algo”
Su expresión
se suavizó un poco.
Sentándome en
frente de la mesa miré con una mueca el supuesto desayuno que me habían
preparado: carne de Elaphur junto con hierbas comestibles que se encuentran en
las faldas de las montañas del este. Había también miel, pan y una cesta de
diversas frutas. Empecé a zamparme lo poco que me permitía mi estomago. Slania
se encontraba sentada en frente de mí. Estaba pelando una manzana, por alguna
razón ella solo desayunaba frutas, pero a mi me daba tanta comida que esto
parecía el almuerzo en sí.
"Yahvis"
Me llamó.
Alcé mi
cabeza al tiempo en que rotaban mis ojos con pesadez.
"¿Que
vas a hacer hoy?"
"Pues...
(Deja que repase: Soy un niño de 14 años y vivo en una ciudad semiabandonada,
ubicada en lo alto de una montaña inaccesible. Mucho que hacer no tengo)"
Mientras mi
mente trabajaba intentando elaborar el itinerario para el día de hoy, Slania continuó
sin importar mi respuesta.
"Mira
por donde, aquí tengo unos recados"
“¿Vas a ir a
repartirlos por todo Mattel?”
“No, eso lo
harás tú. Yo tengo que ir a visitar a una familia que vive cerca cuyo hijo ha
vuelto a comer malas hierbas del suelo y ha enfermado, a sí que confío en ti
para que me ayudes esta vez”
Su cara
sonriente hacía cualquier negación imposible. Con resignación asentí. El recado
que me encargó fue llevar unas cuantas bolsas cargadas de medicamentos hacia
unas casas. A primera vista parece algo fácil, pero a juzgar por las
direcciones, las casas a las que debería ir quedan lejos unas de otras y por lo
visto Slania no podía encargarse de ello porque tenía que revisar los
medicamentos que guardaba en una habitación especial de la casa-templo. Era uno
de sus trabajos, no solo se dedicaba a curar a la gente, sino que también
investigaba y creaba sus propios medicamentos.
Salí a la
calle tras abrigarme y respiré profundamente el fresco aire matutino de la
montaña. Miré al cielo, era de un color azul marino con algunas nubes de color
gris. El sol estaba alzándose de entre los picos de las lejanas montañas que
conformaban la cordillera, pero la luna junto con los tres planetas satelitales
cercanos todavía eran visibles con claridad, de hecho de podían ver incluso
cuando llegaba el mediodía y tomaban más protagonismo al atardecer. Los tres
planetas duplicaban, triplicaban y cuadruplicaban el tamaño de la luna
consecutivamente y aun así no llegaban a cubrir el cielo.
Sin perder
más tiempo comencé a caminar. La ciudad de Mattel se ubica en las montañas de
la cordillera y la mayoría de sus casas se encuentran esparcidas entre colinas
ascendentes y descendentes, lo que dificulta mucho llegar de un extremo a otro.
Sin embargo,
esto ya no era problema para mí porque me había acostumbrado a los duros
caminos de las montañas.
Ya iba por
el penúltimo paquete, cuando mi nariz captó un aroma inusual, como metálico y
suave. El aroma provenía en la dirección a la que iba. Sintiendo un mal
presentimiento corrí tan rápido como pude.
A mitad de
camino hacia mi destino, divisé un objeto en el suelo, de ahí provenía ese
olor. Era un brazo humano amputado sobre un charco de su propia sangre. Mirando
con más detalle, en vez de amputado parecía desgarrado, pues no tenía cortes
limpios y tanto la piel como los tejidos presentaban formas irregulares.
Continué mi
camino hasta llegar a una casa. Era una casa normal y corriente, salvo por un
pequeño detalle y este se conformaba por cuerpos inertes que yacían en el
recibidor de la puerta.
La puerta
estaba abierta, o mejor dicho, estaba destrozada y en su interior había más
cadáveres junto a otra forma de vida. Wargos. Una manada de Wargos habían
entrado en la ciudad y estaban devorando la carne de aquellas personas.
Nada más
verme, uno de ellos dejó de mordisquear la cara de la niña y cargó contra mí.
Tire la
bolsa a un lado y desenvainé un cuchillo largo que tomé prestado de la
guarnición de los defensores hará tiempo atrás.
Esquivé las
afiladas fauces del animal de un salto rodando. Blandí el cuchillo y unas gotas
de sangre fresca se precipitaron contra el suelo. El Wargo avanzó unos pasos
agonizantes y cayó al suelo.
Observé mi
cuchillo. El filo estaba recubierto por una capa de luz aural, producto de mi
magia, que ampliaba su filo y longitud unos centímetros hasta ser equipara con
una espada corta. Esta técnica la desarrollé por mi cuenta a espaldas de Slania
y me permitió derrotar al Wargo antes de que pudiese tocarme.
Los demás Wargo
tornaron su cabeza en mi dirección al oír como su compañero se desplomaba en el
suelo, aparentemente sin vida.
Un aullido
se oyó desde el tejado y un Wargo negro apareció sobre el tejado y saltó hacia
mí.
Esquivé su
acometida lanzándome a un lado rodando por el suelo. Quedé frente la bestia que
me miraba con ferocidad.
Un Wargo
negro es dos veces más grande que uno convencional y son los machos alfa de la
manada. Su peligrosidad es directamente proporcional a su tamaño. Pueden romper
una espada de acero de un mordisco y rebanar un escudo pesado con sus garras.
Hay que ser muy valiente o muy loco para enfrentarse a uno, sobre todo porque
ellos no atacan solos, ya que a menudo actúan como señuelos para que los demás
Wargos te acorralen.
Un mordisco
seguido de un zarpazo. Sus ataques eran rápidos, costaba esquivar sin recibir alguna
herida. No paraba de moverme intentando buscar un hueco para contratacar, pero
por alguna razón el Wargo se anticipaba. Poco a poco sentía como las demás
bestias intentaban acorralarme. Podría intentar escapar como la última vez,
pero la situación era completamente diferente. La última vez el objetivo de los
Wargos era el oso que había conseguido debilitar, pero ahora yo era el
objetivo. Si por mí fuese podría ganar tiempo hasta que llegasen los refuerzos,
pero esos Wargos han estado invadiendo el pueblo por un buen rato. Por mi mente
no paraba hacerse la mima pregunta una y otra vez “¡¿Dónde están esos malditos
defensores?!”
El Wargo
negro dio un salto y se precipitó sobre mí con sus fauces abiertas esperando a
recibir mi carne. Estaba a punto de esquivarle de nuevo, pero antes de darme
cuenta dos Wargos comunes situados a ambos lados arremetieron contra mí en un
movimiento de pinza por tres flancos. En ese momento me di cuenta de que era
imposible salir ileso de aquél ataque, porque si esquivaba al negro cualquiera
de los otros dos me tendría al alcance. La situación era completamente
desfavorable, pero de podía salir de ella.
“Si logras
entender la mentalidad del enemigo, la batalla estará a tu favor” Resonaron en
mi mente aquellas palabras llenas de sabiduría.
La guardia
del enemigo desaparece completamente cuando ataca. Los lobos gigantes estaban
convencidos de que iba a volver a esquivar, por ello, sin que lo esperasen,
lancé mi propia ofensiva en lugar de replegarme.
Di un salto
y pateé el hocico del Wargo negro desestabilizando su acometida. Flexioné mi
pierna y di un pequeño salto mientras giraba sobre mi mismo en el aire.
Aterricé en medio de las dos fieras y giré en sentido de las agujas del reloj
hiriendo a ambas bestias en el cuello. Su sangre se derramó como una fuente
sobre el suelo y sus cuerpos levantaron el polvo cuando se desplomaron en el
suelo.
Solo
quedábamos el jefe de la manada y yo, o eso pensaba. De pronto una sombra
cubrió mi cuerpo, rodé mis ojos y vi un
cuarto Wargo atacándome por la espalda. No pude prever aquello. Mi cuerpo se
paralizó, mi corazón latía sin cesar y mis ojos no se apartaban de aquella
figura que caía sobre mí. Todo se detuvo a mi alrededor, era consciente de que
debía hacer algo, pero ya era tarde.
En ese
momento, una flecha, una oportuna flecha se clavó sobre la cabeza de la bestia
acabando con su vida. Esa misma flecha me despertó de mi trance y volví a la
realidad.
Esquivé el
cuerpo del Wargo rodando hacia un lado. Me fijé que le jefe de acercaba
corriendo hacía mí a una gran velocidad en una desesperada acometida aérea.
El Wargo
tomaba 4 segundos para saltar, 3 segundos para caer, 2 para volver a atacar con
su mordisco y otros 3 segundos para reaccionar. 12 segundos, tiempo más que
suficiente para acabarlo.
Salté hacia
delante por debajo del cuerpo de la bestia, este intentó morderme pero su
cuello no se flexionó lo suficiente. Con mi cuchillo cercené sus patas traseras
con facilidad gracias al refuerzo de magia imbuido sobre el filo. El Wargo negro
cayó al suelo rodando, volteó su cabeza para buscarme, pero lo único que
encontró fue mi cuchillo clavándose en su cuello.
Quedamos
cara a cara, el tiempo se detuvo por un instante. En un último esfuerzo,
intentó atraparme con sus fauces, pero no podía moverse a causa de la hoja
incrustada en su cuello.
Sentí su
último aliento acariciar mis mejillas. Saqué el cuchillo y dejando que el
cadáver se desplomase sobre el suelo.
Ya no había
más Wargos por la zona, todo parecía haber acabado. Me levanté tranquilamente y
busqué con la mirada a la persona que me había ayudado en este combate. A lo
lejos, una figura se acercaba deprisa hacia mí.
“¿Estás
bien, Yahvis?” Preguntó desde la lejanía.
En su hombro
colgaba el arco de madera con el lanzó la flecha y abatió al Wargo. Era un
hombre bastante alto y delgado de apariencia sencilla. Llevaba el atuendo
típico de un cazador; ropa del mismo color del bosque y piezas de cuero, las
cuales servían tanto para mantener el calor en las frías madrugadas como para
resistir el viento y el agua.
El cazador
se detuvo a escasos metros y me observó de arriba abajo con una mirada
analítica. Mis rasguños se curaron al terminar la pelea por efecto de mi magia
que se activó inconscientemente, solo mi ropa estaba algo dañada. Al comprobar
que estaba bien dejó salir un suspiro de alivio.
“Gracias por
ayudarme, Samvel” Agradecí no muy sinceramente.
El cazador
colocó su mano en mi hombro y sonrió. Luego dirigió su mirada hacia los
cadáveres de los lobos.
“Dime Yahvis”
Dijo “¿Por qué hay Wargos dentro de la ciudad?”
“Eso es lo
que me gustaría saber” Contesté “¿Dónde están los defensores, como pudieron
permitir que los Wargos entrasen de esa manera?”
“Cálmate,
Yahvis” Dijo alzando sus manos “Todavía es pronto para juzgar a los defensores,
quizás hayan abierto un boquete la muralla”
Le lancé una
mirada cargada de molestia.
“Puede ser (Tu
teoría no me convence)”
El cazador
volvió a colocar su mano sobre mi hombro.
“En todo caso
me gustaría saber una cosa” Su expresión cambió a una más seria “Yahvis ¿qué
hacías tu enfrentándote a los Wargos?
“Encargos”
Contesté.
“¿Ahora
Slania te manda a que te enfrentes con lobos gigantes?” Preguntó
sarcásticamente.
“No” Expresé
rápidamente “Slania me encargó que llevase medicina a varias casas y cuando
llegué los Wargos me atacaron. Fue en defensa propia”
El cazador
me observó en silencio viéndome con esa mirada penetrante que intentaba ver a
través de mí. Como odio eso.
“Bueno, lo
importante es que estás bien” Dijo soltando mis hombros y dándose la vuelta
para volver a mirar a los alrededores.
“Samvel”
“¿Hmm?”
Murmuró el cazador.
“¿Qué
hacemos ahora?”
Samvel se
quedó pensativo.
“Lo primero
es buscar algún superviviente” Dijo con un tono convencido “Si encontramos a
alguno lo enviaremos directamente con la curandera”
“¿Y si no
los hay?” Pregunté.
“Entonces… mejor
luego te lo diré” Me lanzó una mirada fugaz “Seamos optimistas, quizás
encontremos a alguien entero”
Ambos nos
adentramos dentro de la casa. No había que tocar la puerta puesto que ya no
había alguna, tampoco daba la sensación de que a los residentes les importase mucho
que entrásemos sin su permiso. Pero de lo que si estaba seguro era del hedor
que emanaban sus cuerpos. Ese olor metálico de la sangre mezclado con los jugos
gástricos que cubrían el suelo junto con los órganos destrozados me daba ganas
de vomitar.
Imitando a
Samvel, cubrí mi boca y mi nariz empleando la tela de la bufanda que envolvía
mi cuello.
“¡Hola ¿hay
alguien?!” Gritó Samvel mirando por todas partes “Yahvis, separémonos y
busquemos por toda la casa, quizás quede algún superviviente. Por cierto, si
encuentras más cadáveres no toques nada”
Asentí y nos
separamos. Samvel exploró el primer piso y el sótano, mientras que yo me
encargaba del segundo piso y las habitaciones.
El olor
nauseabundo inundaba toda la casa. Era casi imposible avanzar, por lo que abrí
una ventana esperando que el hedor se disipase. Al hacerlo pude ver a lo lejos
la torre de la guarnición. No estaban
muy lejos la guarnición de la casa, lo cual me llevó a preguntarme acerca de la
ausencia de los Defensores.
Investigué
el piso de arriba, pero desgraciadamente no encontré a nadie, por lo que bajé
las escaleras y me encontré con Samvel en la sala de estar.
“¿Has
encontrado a alguien?” Preguntó y yo negué con la cabeza “Bien, entonces vamos
a informar al alcade… ¿qué? Vamos, no pongas esa cara hay que hacerlo”
A pesar de
mi negativa, la insistencia de Samvel prevaleció y no tuve otra alternativa que
seguirle hasta el ayuntamiento.
Aunque
Mattel es una pequeña ciudad en vías de desaparición, todavía forma parte del
reino y por lo tanto su gobierno está en manos de los nobles que el rey designa
para dirigirlas. El noble que tenemos es un ser bastante arrogante y corrupto,
no me agrada especialmente porque parece odiar esta ciudad ya que siempre se le
ve enfadado y quejándose de todo.
De camino,
la duda que tuve en aquella casa me carcomía la cabeza como un pájaro
carpintero agujereaba el tronco de un árbol, así que decidí preguntar.
“Esto,
Samvel…“ El cazador me miró de reojo “He
visto que la guarnición no queda muy lejos ¿por qué no apareció ningún defensor
para luchar contra los Wargos?”
Samvel dio
un suspiro y luego comenzó a hablar:
“Yahvis, no
todo el mundo puede enfrentarse a las bestias del bosque y salir de una pieza”
“Lo se, pero
(ese no es motivo para no acudir)” Intenté interrumpirlo pero él continuó.
“Además...”
En ese momento Samvel se quedó callado, como si hubiese tenido una poderosa
revelación.
“¿Qué
ocurre?” Pregunté sin darme cuenta de qué tan profunda era su revelación.
“Es curioso”
Se rio nerviosamente “Hablando de los defensores, acabo de volver de la cacería
y no vi a los guardias defensores custodiando la entrada”
“¿Por qué
entrada viniste?”
“Por la
Oeste”
“Si, es
extraño esa entrada nunca está desprotegida, ni siquiera durante los cambios de
guardia” Pensé en voz alta “Y esa misma dirección donde se encontraba la casa
de… ¡No puede ser!” En ese momento el poder de la revelación afloró en mi
cabeza de.
Miré a
Samvel, quien se veía tan preocupado como yo.
La entrada
Oeste es una entrada que vincula con el bosque directamente por lo que nunca
debe quedar desprotegida. También es demasiada coincidencia que justo cuando no
hay guardias los Wargos aprovechan para entrar ¿qué estará pasando?
“Con más
razón tenemos que ir a ver al alcalde, hay que averiguar qué está pasando” Dijo
el cazador aligerando el paso.
Poco
tardamos en llegar. La casa del alcalde, el ayuntamiento era el edificio más
grande de toda la ciudad y su ubicación residía en el centro de la misma.
Realmente era un edificio imponente, ya que al igual que la guarnición estaba
construido como una fortaleza. Si la guarnición de los defensores tiene una
torre, el ayuntamiento tiene cuatro. Nada tiene que envidiarle a un castillo.
Cuando
llegamos vimos a unas personas en frente de la entrada, aparentemente
manteniendo una discusión con los guardias que custodiaban la puerta principal.
Nos
acercamos a la muchedumbre, que eran solo diez personas. Los conocía a todos,
estaban: el artesano, dos cazadores, un erudito, algunos pueblerinos y el
autoproclamado caudillo de Mattel, Conrad, del cual sospecho que es el
responsable de convocar esta revuelta.
“¡Exigimos
que salga el alcalde!” Gritó Conrad.
“¡Lord Heldengard
está ocupado y no quiere perder el tiempo contigo. Lárgate!” Exclamó uno de los
defensores que hacía tanto de guarda de la mansión, como séquito personal del
alcalde.
Naturalmente
esa respuesta no agradó a Conrad.
“¡Desgraciado,
fuera de mi camino!” Gritó intentando entrar a la fuerza.
“¡Atrás!” El
guardia usó su escudo para alejar bruscamente a Conrad, quien cayó al suelo a
varios metros de la puerta.
Conrad se
incorporó mientras maldecía al guardia entre susurros dispuesto a volver a
acometer contra el guardia, sin embargo Samvel se puso en su camino obligándole
a detenerse.
“¡Fuera de
mi camino!” Rugió el hombre.
“Oye, oye,
tranquilízate” Dijo Samvel alzando ligeramente los brazos mientras mostraba una
sonrisa nerviosa y forzada que lejos de apaciguar fomentaba la ira “Hablando se
resuelven las cosas ¿me vas a contar qué estás haciendo aquí?” Decía mientras
trataba de detener al furioso señor.
Finalmente
Conrad calmó sus ánimos y resopló fuertemente. Cuando se relajó, todos nosotros
nos sentimos aliviados, sobre todo los guardias.
“Tu
presencia no cambia nada, Samvel. Todavía quiero ver al alcalde” Expresó
Conrad.
“Lo
entiendo, nosotros también hemos venido a verle, imagino que nuestros motivos
son similares”
Conrad me
lanzó una fugaz mirada. No éramos nada cercanos, de hecho parecía que mi mera
presencia no le agradaba en absoluto, pues ni se molestó en siquiera saludarme
y tornó su atención de nuevo sobre Samvel y el guardia.
“¿Motivos
similares?” Preguntó Conrad “Si te refieres a la invasión de los Wargos, eso es
lo de menos. Los Defensores se están encargando de ellos”
Su respuesta
solo generó más dudas, en serio ¿qué podría ser más importante que tener lobos
enormes, hambrientos y agresivos paseando tranquilamente en frente de tu casa?
“¿A qué te
refieres?” Preguntó Samvel.
“Cada día
esta desapareciendo gente” Expresó seriamente “Primero fue Loz, luego su
familia desaparecieron de la noche a la mañana, sin dejar rastro de mudanza. También
los Gralyers se esfumaron sin dejar rastro, seguidos de los Tammer y… Halrad
desapareció ayer. No sé que diablos está pasando en este lugar maldito, pero
debemos tomar medidas”
Ahora que lo
dice, es verdad, hace ya cosa de un mes que no había vuelto a oír esos nombres.
Si han desaparecido, no me he dado cuenta puesto que casi nunca suelo
socializar con los vecinos puesto que el templo queda bastante lejos del
centro.
“Me resulta
difícil creer que hayan desaparecido así, sin más. Sobre todo tu hermano Halrad”
Dijo Samvel.
“No me
importa lo que creas. Los cazadores despreocupados como tu y el hijo de esa
bruja vivís en vuestro mundo y hacéis lo que os place por eso… ugh…” El hombre
no llegó a terminar su frase puesto que mi puño se había incrustado rápidamente
en su abdomen y lo había lanzado hacia sus amigos.
No me gusta
que me insulten, aunque me importa bastante poco. A nadie le gusta ser
insultado, pero cuando ese alguien insulta tanto a mí como a Slania no puedo
simplemente quedarme parado y dejarlo pasar por alto.
“Yahvis”
Susurró Samvel con un tono lleno de decepción mientras colocaba la palma de su
mano sobre su frente.
Conrad se
incorporó con la ayuda de sus amigos, sin embargo le costaba recuperar tanto la
estabilidad como la respiración. En ese momento me di cuenta de que me había
excedido un poco. Una de las cosas malas que tiene este hombre es que no mide
sus palabras.
En ese
momento, antes de que ese hombre pudiese reprocharme nada, las puertas del
ayuntamiento se abrieron de golpe. Todos volteamos al mismo tiempo centrando
nuestra mirada en aquella persona que estaba parada en medio de la puerta.
Los guardias
se pusieron firmes, con el escudo recto y la lanza en alto cuando el alcalde
bajó las escaleras.
Lleno de
orgullo y mirada de pocos amigos, el hombre se nos acercó. Observé que vestía
sus pomposas ropas de lino y seda de llamativos colores como muestra de su
nobleza, le encantaba la diferencia de clases y siempre resaltaba ese pequeño
detalle.
“¡¿Qué está
pasando aquí?!” Preguntó en un tono alto y nada alegre de vernos “Nos exijo una
explicación”
“Señor hay
Wargos dentro de la ciudad” Apresuró a decir Samvel.
“¿Wargos en
la ciudad, acabáis de decir?” Preguntó el alcalde estupefacto “Eso no es
posible, donde están los soldados, como tal calamidad puedo haberse ocasionado”
“Eso es lo
que me pregunto yo” Dije, pero mi comentario fue ignorado.
Conrad
presenció como Samvel se adelantó en hablarle al alcalde sobre el incidente de
esta mañana, desviando la atención del regente a otro tema que Conrad mismo
consideraba de poca prioridad. Lleno de furia se acercó al noble dirigente de
la ciudad.
“¡Alcalde!
hay una calamidad peor que el incidente de los Wargos, en Mattel están…”
“¡Silencio!”
Interrumpió el alcalde “Si vos queréis una audiencia con nos, entonces debéis
aprender a esperar vuestro turno” Volvió su mirada hacia Samvel “El asunto que
vos nos informasteis es serio. Bestias salvajes en mis dominios, eso nos no
vamos a permitir, me ocuparé este asunto personalmente, podéis retiraros,
cazador” Tras darle nos a todos la espalda, el arrogante alcalde se acercó
hacia sus guardias “Llevadnos a la guarnición”
“¡A sus
ordenes señor!” Dijeron los guardias en voz alta al mismo tiempo.
Los guardias
se fueron junto con el alcalde por la dirección que Samvel y yo hemos venido.
De lejos veía como ese noble arrogante iba acompañado con un soldado a cada
lado, por mucho que él insistiese en que se trata de una escolta a mí siempre
me daba la impresión de estar presenciando una detención.
En ese
momento, un grito me sacó de mis pensamientos.
“¡Samvel,
bastardo!” Gritó Conrad agarrando al cazador por el cuello de su camisa.
Estaba a
punto de intervenir, pero Samvel levantó su mano disimuladamente como señal de
que no lo haga. Sintiendo curiosidad por como iba a afrontar la situación, me
quedé mirando.
“Espera, Conrad…” Logró decir mientras se
resistía “¿No quieres oír la fantástica explicación?”
“¡Callate!”
Escupió el hombre mientras lo zarandeaba
“Es en
serio, hay una razón” Insistió Samvel.
Ante su
molesta insistencia Conrad apartó sus manos del cuello de la camisa y dejó que
Samvel se alejara un paso atrás.
“Habla. Y
más te vale que no sea una de tus bromas porque si no te arrepentirás” Amenazó.
Samvel
aclaró su garganta, cosa que molestó a su agresor.
“Dime Conrad
¿de verdad crees que alguien como el alcalde creería tu cuento acerca de las
misteriosas desapariciones?”
“¡Estás
diciendo que todo lo que te he dicho es solo un cuento ¿acaso estás mal de la
cabeza?!” Gritó con toda su fuerza.
Sus gritos
inconscientemente llamaron la atención de los sirvientes que se hallaban dentro
la mansión, a los cuales el alcalde los denominaba esclavos suyos por derecho.
“No, claro
que no. Sé que no ganarías nada inventando una historia como esa. A lo que me
refiero es... piensa un momento acerca de la actitud del alcalde ¿alguien que
no conoce, o mejor dicho no quiere conocer a la mitad de los que vivimos en
Mattel le daría importancia a unas supuestas desapariciones que no tienen nada
que ver con él?”
“Pero, sí
que le dio importancia a la invasión de los Wargos” Reclamó el erudito
cazadores que acompañaba a la muchedumbre.
“Eso fue más
por orgullo” Explicó Samvel “Ese hombre considera que Mattel es su territorio
por eso está dispuesto a actuar si hay una invasión, pero dudo mucho que tome
las mismas medidas en el caso de Conrad”
“Entiendo tu
punto, pero ¿qué quieres que hagamos ahora?” Preguntó un aldeano “Nosotros
vinimos contando con la ayuda del alcalde para que inicie una investigación”
“La respuesta
es simple: hacedlo vosotros mismos” Concluyó Samvel.
Un abrupto
silencio se apoderó de la plaza. La gente comenzó a murmurar y a mirarse entre
ellos. La sugerencia de Samvel les había pillado a todos por sorpresa.
Conrad dio
un paso al frente mirando a la multitud.
“Detesto
admitirlo, pero tiene razón. Esa parodia de alcalde no va a hacer nada y la
gente seguirá desapareciendo, debemos tomar el asunto e investigarlo por
nosotros mismos” Pronunció como si la idea fuese suya. “Liber, Hegrieve debatiremos
los detalles en la taberna, los demás volved a vuestros hogares y si ocurre
algo sospechoso avisadnos”
La gente
vitoreó al autoproclamado caudillo y más tarde la muchedumbre se disolvió
dejando el lugar vacío, salvo por los criados que aún cuidaban de la mansión en
ausencia del alcalde.
Observé como
Samvel se acercaba. Por alguna razón se veía demasiado feliz, como si todo
saliese según sus planes.
“Que
sencilla es la gente, solo diles lo que quieren oír y ya está” Dijo el cazador.
“¿Y yo que
se supone que hay que hacer ahora?” Pregunté con expectación, ya que sentía que
me había visto envuelto en todo esto y esperaba ser de alguna utilidad.
El cazador
me miró “Regresa a casa y cuida de Slania”
Su respuesta
me dejó descolocado, puesto que después de todas las aventuras que habíamos
vivido el día de hoy eso era lo que último que esperaba escuchar, de hecho, una
parte de mi interior se negaba con fuerza.
“¡¿Qué?!”
Exclamé “¿Pero tu te has dado cuenta de lo que está ocurriendo, como me pides
que me vaya?”
“Yahvis,
todavía eres un niño, no deberías inmiscuirte en estos asuntos. Déjaselo a los
adultos”
Lleno de
frustración y enfado, me di la vuelta alejándome de ese cazador desagradecido y
esa horrible mansión.
“Ah, Yahvis”
Me volvió a llamar, pero este vez no hice caso y seguí caminando, sin embargo
Samvel no paró de hablar “Cuando dije que volvieras a cuidar de Slania me
refería a que fueras a ayudarla. Ya sabes, como hay Wargos libres por la ciudad
y eso, quizás ella… bueno, imagínatelo”
Me detuve y
volteé ligeramente mi cabeza para verle de reojo. Al mirarle entendí lo que
quería decirme. De inmediato salí corriendo del lugar en dirección al templo sentía
como el cansancio de subir y bajar colinas menguaba rápidamente mis fuerzas,
pero todavía tenía ganas de reventar al primer transeúnte que se cruzase en mi
camino ¿en serio era tan difícil nivelar un poco el terreno antes de construir
una ciudad?
Mientras avanzaba,
mis pensamientos fluían como una de las cascadas que hay a las afueras a de la
ciudad imaginando todo tipo de situaciones, mi mirada pasaba observando los
edificios uno tras hasta que algo captó completamente mi atención.
A lo lejos,
cerca de unas casas se hallaba otro grupo de gente. Estaban bastante lejos pero
se apreciaban que la mitad de ellos eran Defensores, se puede distinguirlos
debido a sus enormes escudos y sus alabardas. A medida que me iba acercándome a
ellos, veía que estaban juntando los cuerpos de las personas que fueron
devoradas por los Wargos. En ese momento
recordé que Slania se fue esta mañana en esa misma dirección. Mientras me
acercaba y veía los cadáveres amontonados, una sensación de ansiedad sacudió mi
corazón. El sudor frío que recorría mi cuerpo lo empeoraba todo. Al llegar
busqué entre la gente y los cadáveres tan rápido como me lo permitían mis ojos.
“Yahvis”
Aquella voz
tan familiar estremeció mi cuerpo. Rápidamente fijé mi mirada en la dirección
de donde procedía. Ahí estaba, Slania, aquella mujer que me hizo preocuparme
estaba de una pieza, sin un rasguño tanto en su piel como en su ropa. Encargándose
de los heridos con su magia y medicinas no parecía que nada malo le hubiese
pasado.
“Menos mal”
Susurré soltando un fuerte suspiro de alivio a la vez que de cansancio por
haber recorrido media ciudad.
Cuando Slania
me vio, terminó de tratar al aldeano se acercó a mí rápidamente, en lo que yo estaba
tratando de recuperar el aliento y antes de que me diese cuenta los delicados
pero fuertes brazos rodearon mi cabeza abrazándola contra su pecho. Era un
abrazo cálido y agradable, pero me costaba respirar por no decir que era
vergonzoso ser mimado de esa manera frente a todo el mundo.
“Slania,
suéltame”
“Yahvis.
Estaba muy preocupada” Dijo Slania apretando más el abrazo “Cuando me enteré de
que había Wargos dentro de la ciudad me temí que fueras a pelear con ellos” En
ese momento el sudor frío volvió a recorrer mi cuerpo. Tragué saliva sin saber
que contestarle exactamente. De algún modo ella pareció sentirlo “¿Qué ocurre?”
En ese
momento un soldado llegó corriendo por la misma dirección que llegué yo.
“Señor.
Informe. Ha habido un avistamiento de cadáveres de Wargos en dirección noreste
entre ellos el de un Wargo negro”
“Que
extraño, no hubo destacamento en aquella zona” Dijo uno de los soldados con
mayor rango.
Mientras los
defensores se debatían el asunto, yo estaba completamente paralizado. Sentía
como la presencia de Slania se hacía cada vez más siniestra, ni siquiera me
atrevía a levantar la mirada, pero eso ella lo solucionó colocando sus manos a
cada lado de mis mejillas obligándome a enfrentarla cara a cara.
“Así que
Wargos negros ¿Eh?” Su cara apacible lucía una bella sonrisa y ojos
entrecerrados, pero lejos quedaba tal tranquilidad puesto que denotaba con
esmero un aura viva como las llamas esperando consumirme “Ya hablaremos de esto
tranquilamente en casa” Sus delicadas manos soltaron mis mejillas y me alejé de
ella unos pasos todavía temblando ligeramente “Primero ayúdame, todavía hay
heridos. Por cierto ¿has entregado todos los paquetes que te di esta mañana?”
“No. El
último no puede entregarlo por… eso mismo”
“¿Lo llevas
contigo?” Asentí con la cabeza, saqué la bolsa y se la entregué “Bien, estas
hierbas de Granaceas serán muy útiles para tratar la infección”
Tras un buen
rato curando las heridas, terminamos el trabajo y tanto los defensores como los
civiles agradecieron nuestros esfuerzos. Y antes de que me diese cuenta, el
tiempo pasó volando, ya era casi de noche y estaba caminando de regreso a casa.
El sol ya se
había ocultado tras las montañas, pero seguía alumbrando el cielo otorgándole
una infinidad de colores oscuros. La luna brilla en un tono plateado y los
planetas satelitales la acompañaban vagando juntos en ese vasto cielo brillando
de color verde, azul y rojo sucesivamente. Suspiré sin olvidar lo que me
esperaba en casa.
Y así otro
día que se acababa en esta solitaria ciudad perdida entre las montañas, conocida
como Mattel.
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