Isekai genérico capítulo 15


Capitulo 15:



Buenas intenciones



La mañana había empezado con una densa niebla que inundaba los valles entre las montañas, seguida por una corriente de frío otoñal que deshojaba las últimas hojas de los árboles. Para los lugareños aquello marcaba el final de la temporada de la cosecha y daba inicio a la temporada gélida.

 

Habiéndose levantado antes de que saliera el sol, Bard revisaba las fronteras de su granja con una antorcha de luz prendida por su propia magia, después de haber llenado los comederos para las pocas gallinas que le quedaban.

 

Su aventura para cazar al malvado mago Morthrandir había resultado en fracaso, y nada más volver, se enteró de que el pueblo cercano sufrió un saqueo por parte de unos bandidos mercenarios, contratados por el noble local, quien había sido llamado a las armas por su señor. Los bandidos se tomaron sus libertades para aprovisionarse a costa de los alimentos que la gente recolectó y guardó en el granero.

 

Mataron a la milicia que lo custodiaba y se llevaron gran parte de los víveres a su campamento.

 

Los pueblerinos no se tomaron bien esa distribución de la riqueza forzada que les obligaba a pasar hambre justo en la temporada más dura de todas, por lo que se reunieron a una asamblea y protestaron a su señor local denunciando su situación precaria.

 

Por su parte, los mercenarios amenazaron al noble con cancelar su contrato si les obligaba a devolver el pillaje.

 

El noble local tomó la decisión de castigar al pueblo por su levantamiento, ordenando a su ejército de mercenarios quemar las casas y eliminar a los portavoces de la revuelta.

 

Los pueblerinos se quedaron no solo sin comida, sino que también sin casas para resguardarse del frío.

 

Resentidos y decepcionados iniciaron la reconstrucción de sus casas, otros en cambio decidieron migrar a otro lugar, buscando refugio con los parientes.

 

Bard se encontraba preocupado, pues ahora él era uno de los pocos que tenía comida suficiente para pasar el invierno.

 

Esa situación era mucho más común de lo que aparentaba. Los nobles y caballeros no se contenían al sofocar revueltas, buscaban cabecillas en conjunto con sus socios, los juzgaban y los ejecutaban de diferentes formas, dependía de los gustos del regente, a algunos les gustaba empalar, a otros incinerar, colgar, ahogar, o meterlos en jaulas estrechas donde morían de hambre entre incomodidad y sufrimiento. Los plebeyos aprendían a no rebelarse contra sus señores, pero siempre buscan culpables entre ellos. La ira sin aplacar se dirigía contra los vecinos causando caos en las aldeas. Una verdadera jerarquía de castigo.

 

Bard montó un puesto avanzado de comida en esas mismas aldeas afectadas y vendió su excedente a bajo precio; ayudó reparando las casas dañadas, esperando con ello calmar el ánimo de los pueblerinos y cortar esa ola de venganza expansiva, pero aquello solo era solo un parche intentando cerrar una hemorragia.

 

Notó que su dragoncito le seguía como un perro, parando cada cierto rato, solo para volver a seguirle.

 

—Últimamente te despiertas muy temprano. Todavía no es hora de desayunar. Cuando termine de revisar la barrera comeremos algo ¿De acuerdo?— Bard soltó un suspiro —Esta situación es desesperante y trae recuerdos amargos. Da igual en qué mundo vivas. Los problemas siempre serán los mismos. Quizás debería hacer algo. Puedo ir a hablar con el señor de estas tierras, pero no va a atender a razones. No acabó bien para los representantes de la asamblea y tampoco acabaría bien para mí, ya que la influencia de los mercenarios es demasiada sobre él. Tiene que mantener contentos a sus amos para mantener su posición. Sabes podría ir y acabar con todos ellos, matar al noble, matar a los mercenarios y devolver la comida saqueada al pueblo. Suena bien… ¿A qué sonó como un guion de una película de Hollywood? ¿Te he hablado de Hollywood alguna vez? Me encantan sus películas. Sabes… hubo una época en la que su corrupción casi lo hunde; la cosa tomó un giro interesante, cuando se formó la república democrática de California y… como me gustaría volver a ir al cine ¿Sigues aquí? No te preocupes, solo estaba divagando… hoy estoy extrañamente nostálgico— Acarició la cabeza de su animal —Venga, volvamos a casa, aquí todo parece estar en orden—

 

Los rayos de luz solar empezaron a asomarse desde los picos nevados del horizonte. Las flores empezaron a abrirse y el rocío empezó a evaporarse densificando la niebla nocturna. Los graznidos de los pájaros y el cacareo del gallo empezaron a resonar por el lugar.

 

Bard lanzó una esfera de energía al techo iluminando toda la sala de estar. Añadió leña a la chimenea, calentando de paso la encimera donde colocó una sartén, una tetera con agua. Se lavó las manos en lo que tardaban en calentarse los recipientes.

 

Cuando el agua de la tetera rompió a hervir, la sacó del fuego y vertió en ella un puñado de agujas de pino y la dejó sobre una tabla en la mesa, para que agarrara sabor.

 

Acercó un bol con cuatro huevos y los empezó a romper uno tras otro; mezclándolos con algo de leche y los batió hasta lograr una textura uniforme, luego bañó un par de sándwiches cuadrados de pan, rellenos de queso, ajo y una salsa de mostaza y mayonesa. Lamentaba no tener jamón york, pero la carne, ya sea de cerdo, ternero, oveja, grifos, mantícoras, o casi cualquier animal que pueda ser criado, era alimento para la clase noble y en menor medida, sus ejércitos y la carne de caza era exclusiva. En épocas de guerras, la reservaban para sus campañas por lo que escaseaba, por lo que tenía que apañárselas sin ella.

 

Colocó un poco de mantequilla sobre la sartén y frio los sándwiches uno a uno, colocándolos sobre una tabla de madera a modo de plato. No desperdició los huevos batidos, agregó a ellos verduras cortadas y los vertió sobre la misma sartén con algo de queso, creando una tortilla de verduras con queso.

 

Agarró un bocadillo, lo cortó en diagonal, probó la mitad mientras estaba caliente y la otra la dio a su mascota.

 

—¿Sabes? Hay una cosa curiosa de la que me he dado cuenta. Los dragones sois omnívoros, pero al igual que los humanos necesitáis comer comida cocinada, quizás por eso podáis escupir fuego, quemáis a vuestras presas antes de comerlas. Curioso. Por cierto, esto me ha quedado crujiente, con jamón estaría mejor—

 

Colocó de nuevo la tetera sobre el fuego y cuando el agua rompió a hervir, vertió el té al interior de un vaso. La tetera contaba con una rejilla en su interior para filtrar las impurezas.

 

Dio un trago a su té, asintió con la cabeza y luego agregó una cucharada de miel, porque beber esa agua con sabor era vomitivo. Tras otro trago, asintió de nuevo, esta vez con una sonrisa llena de satisfacción, vació la tetera entera sobre el fregadero y decidió preparar otra cosa para beber, para entonces alguien llamó a la puerta.

 

—¿Esperabas visitas?— Preguntó a su dragón, el cual negó con la cabeza, como si le entendiera —Yo tampoco— Activó su armadura poniéndola en modo de alerta —¡Ahora abro!—

 

Al otro lado de la puerta, un aventurero fornido, casi tan alto como él, ataviado de una chaqueta de cuero que no servía de armadura y pantalones de lana con cintos, pero sin armas; tenía grabados tatuajes sobre cicatrices; mostraba una mirada penetrante y agresiva.

 

—Salud. Usted es… Bard ¿Verdad? ¿Esta es su casa?—

 

—Así es—

 

—Soy el líder del grupo Wurmskrag, mi nombre es: Karadoc, soy un aventurero del gremio—

 

En ese momento, el desconocido le estrechó su mano derecha y continuó hablando apenas Bard correspondió al gesto.

 

—Me tomé la molestia de venir en persona con una propuesta para una empresa en conjunto—

 

—...Wurmskrag… No he oído hablar de una facción con ese nombre—

 

—Es la primera vez que hablamos en persona. Usted no se percató de mí, quizás porque mi presencia no se destaca tanto en el gremio del aventurero; nuestro rango tampoco es especialmente alto— Dijo en un esfuerzo por parecer más jocoso, mientras mostraba su insignia de rubí, en la cual venía su nombre —Pero somos un grupo, aunque pequeño, muy profesional en nuestro trabajo. Cuento con los mejores hombres y mujeres que pude encontrar. Por cierto, yo le he visto mucho por las cantinas del gremio, le vi prestar apoyo a otros grupos y he venido a proponerle que se una a nosotros—

 

—Si me conoces sabrás que no soy de esos que busca formar parte de grupos—

 

—Me ha malentendido… no estoy insinuando que forme parte en mi compañía, estoy hablando de una cooperación. Estoy reclutando gente para cumplir una tarea encargada por el gremio ¿Puedo pasar?—

 

—¿Vienes tu solo?—

 

—He venido solo y desarmado— Dijo levantando las manos.

 

—Pasa— Dijo Bard apartándose de la cornisa de la puerta, permitiendo al aventurero ingresar —Es muy temprano ¿Ha desayunado? ¿Desea desayunar?—

 

—Agradezco su oferta, pero debo abstenerme—

 

—Insisto, acabo de prepararlo y me vendría muy bien tener un compañero con el cual compartir la mesa—

 

Sin otra alternativa, Karadoc aceptó, sentándose a la mesa. Bard le sirvió uno de los sándwiches y dos tazas, una para él y otra para sí mismo.

 

—Voy a abrir un tonel de sidra ¿Qué quiere beber algo en concreto?—

 

—Un brebaje caliente de agujas de pino—

 

Bard quedó paralizando un segundo, lamentándose haberlo tirado, soltó un suave suspiro antes de hablar.

 

—Justo ya no me queda de ese brebaje—

 

—Entonces no me molestaría un poco de sidra. Oí acerca de su última misión. Siento mucho que haya fracasado, así como su descenso de rango—

 

—No todas se pueden cumplir y no todos regresan vivos de una. Más que mi rango, mis preocupaciones son otras—

 

Bard se sentó a la mesa y con un gesto apresurado con la mano, instó a su invitado a empezar con el desayuno. Karadoc mordió el sándwich y lo masticó asintiendo la cabeza.

 

—Es un pan asado, pero suave en vez de crujiente. Me gusta. El sabor del queso está muy bueno—

 

Bard no pudo evitar esbozar una sonrisa y dio un mordisco a su propio bocadillo.

 

—Es una receta que se prepara rápidamente, bastante apta para los viajes. Se le puede añadir alguna loncha fina de carne, pero ahora… vivimos tiempos un tanto difíciles para conseguir carne—


—Si, después del saqueo de los nórdicos, hay escases de todo y también se rumorea que se acerca una guerra por la sucesión de la corona. A saber, quien se elevará quedándose con el trono. Hay mucha escasez de comida, pero esto está bastante bien— Dijo levantado un palmo el bocadillo —Es tal cómo dice, sirve para un viaje largo. La misión de la que hablábamos hace un momento, la abrieron al gremio, hay una buena recompensa por la cabeza de ese mago—

 

—Y supongo que viniste a mí, para que te ayude a capturarle—

 

—Emm... No. Nosotros… mi grupo no se dedica a eso. Nosotros solo aceptamos encargos de escolta. Escoltamos a los mercaderes por sendas difíciles y los protegemos en todo momento—

 

—Espero que no sea nada relacionado con el contrabando, lo que me estás proponiendo—

 

Karadoc apartó su plato y cambió a un semblante más serio.

 

—He visto que tiene una bonita parcela. De camino a su puerta, pude ver que sus campos estaban vacíos. También he oído que vendió comida, casi regalada a en ciertos pueblos grandes, pero eso ni de lejos es suficiente. Una nueva ola de hambruna está por azotar estas tierras. El gremio es consciente de la situación, por eso ha encargado una tarea de reabastecimiento—


—Suena bien, aunque sigo sin ver de dónde sacarán la comida—

 

—Del norte— Sentenció el aventurero tensando el ambiente —El gremio planea hacer una incursión en el norte y recuperar lo que robaron—

 

—Una incursión… ¿No decías que tu compañía solo se dedicaba a la escolta?—

 

—Efectivamente. Nuestro trabajo consistirá en proteger los cargamentos, para que regresen a salvo. Serán otros aventureros, más preparados. Dime ¿No te gustaría tomar partido en esta trepidante aventura?—

 

—Tiene toda la pinta de ser un suicidio—

 

Karadoc se recostó sobre el respaldo de su silla, tomando una actitud más relajada.

 

—No lo voy a negar, es posible que muramos en el asalto, o cruzando el mar del norte, o podemos quedarnos aquí y morirnos de hambre. Pero podemos intentarlo. Estamos a tiempo. Se acerca el invierno, los hombres del norte están regresando a sus hogares mientras hablamos, sus ejércitos han sido disueltos, lo último que esperarán es un ataque en su propia tierra. Ellos están ebrios, Bard. Están ebrios de victoria, y no hay nada más vulnerable que un borracho. Esta será una campaña arriesgada y busco a los mejores. Tienes fama de ayudar a los necesitados y nosotros estamos necesitados de ayuda. Necesito a los mejores guerreros, porque bien podemos saquear un par de granjas y aldeas desarmadas, pero el problema vendrá cuando debamos volver. Ellos no se quedarán mirando y vendrán a por nosotros. Ahí es donde tendremos que destacarnos— Tomó una pausa para tomar un trago de sidra —El gremio está dispuesto a recompensarnos generosamente, te devolverán tu rango y la gente de este ducado no estallará en una revuelta sangrienta que nos llevará por delante. Nosotros vamos a salvar el mundo—

 

Bard se quedó callado con el vaso en la mano a punto de beberlo.

 

—Es una visión muy bonita… me ha gustado, sobre todo la parte de salvar el mundo. De acuerdo, me has convencido. Me sumo a tu causa. Vamos a por esos norteños—

 

Karadoc sonrió ampliamente y estrechó manos en un apretón más energético a diferencia del que se dieron al principio.

 

—Nos reuniremos en la posada del escorpión encadenado, dentro de seis lunas de levante. Se encuentra en el norte, busca el gremio de un lugar llamado Neudakra, está justo al lado—

 

—Creo que sé dónde es—

 

—Estupendo, brindemos por ello—

 

Se bebieron la sidra, se rieron y luego los rayos del sol iluminaron la casa por la ventana, dando a entender que la niebla se estaba disipando.

 

—Bueno, ya me he quedado demasiado tiempo. He de partir a seguir con mi labor— Dijo Karadoc sintiendo como la borrachera empezaba a asomarse por el décimo vaso que vaciaba.

 

Bard le acompañó hasta la puerta temiendo que su invitado caiga de bruces contra el suelo, al verlo tambalearse.

 

—Por cierto, Karadoc—

 

—¿Sip?—

 

—¿Por qué acudiste a reclutarme?—

 

—El oficial del gremio te recomendó muchísimo. Dijo que para esta misión eras el aventurero ideal para esta misión. Le diré que aceptas nuestra propuesta y que tienes una sidra deliciosa y una comida muy sabrosa ¿Has pensado en montar una posada? Bueno… y-ya me lo dirás cuando regresemos con el botín, y seamos todos ricos—

 

Despidiendo a su invitado, Bard se quedó en la cornisa de la puerta, viéndole alejarse por la senda, mientras meditaba lo que acababa de aceptar. En parte el aventurero tenía razón. Este campo y su casa era todo lo que tenía, no podía empezar de cero. Recuperar los víveres podría ganar tiempo y calmar la situación, hasta que la guerra de sucesión terminara.

 

Karadoc solo vio los bancales de la parte frontal de la casa, no vio que detrás había más bancales, los cuales estaban germinando. Había: nabos, zanahorias, coles, brócoli, ajos y repollos. Estas servirían para piensos, Bard las intercambiaba por carne con los ganaderos. Si la gente saqueaba su huerto, aún tenía su huerto guerrilla.

 

Un huerto guerrilla es prácticamente un huerto ilegal, sembrado en tierras de caza, donde los aldeanos no tenían acceso. Bard, encontró una manera secreta de ingresar, sin que los guardabosques los vieran y montó un cultivo en un claro escondido. En condiciones normales, nadie lo encontraría, pero ahora que estaba por desatarse una guerra, los nobles locales se entrenaban mostrando su estatus en grandes partidas de caza. En una de ellas podrían toparse con su proyecto. Ahí plantó lechugas, acelgas, espinacas, repollos, prácticamente hortalizas de hojas y también ajo, el cual servía para proteger las plantas de las plagas. No destacaba mucho, estaba protegido contra los animales, pero podía distinguirse del resto del bosque; aunque estaba bien protegido, pues los nobles eran muy territoriales, si descubrían a alguien hurgando en sus dominios, le castigaban con severidad.

 

Bard sacó algunas herramientas de su cobertizo, azada, pala, rastrillo entre otras cosas. Revisó sus vermicompostadores y retiró compost, tanto líquido, como humus. Fue un acierto ampliarlas, pues el humus de lombriz siempre escaseaba.

 

Llenó los cubos de madera y las carretillas, para luego llevarlas a los bancales laterales de su casa. En uno de ellos había plantado una gran cantidad de legumbres, las cuales no pensaba en recoger, solo para aportar gran cantidad de nitrógeno al suelo y servir de alimento para los pájaros, los cuales fertilizarían el suelo. El bancal en el que estaba trabajando serviría para la temporada de cultivo en primavera. Rotación cuatrienal en todo su esplendor. Podía producir cosechas constantemente, pero muy limitadas.

 

Mientras trabajaba removiendo la tierra, su mente divagaba rememorando la conversación de la mañana. Paró de trabajar, tomó un respiró y miró su casa de dos pisos, rodeada de campos con bancales. Parecía poco, pero ese terreno era suyo, muchos aldeanos solo vivían en chabolas de madera, sin posesiones y sometidos a los caprichos de un jefe local. Definitivamente tenía mucho que perder.

 

—Dragoncito, voy a salir una temporada. No sé cuánto tiempo estaré fuera, pero espero volver para cuando la cosecha esté lista. Ahora solo tengo que prepararlo para que no se pudra en mi ausencia—

 

Cuando cayó el sol, Bard terminó de arar los nuevos bancales, limpiando los restos de cultivo del verano. Los cuales fueron puestos en la compostadora. Espació estiércol curado, que consiguió de un ganadero, al cual le vendió la paja sobrante y el pienso para el otoño. A cambio recibió, además del estiércol, un par de baldes de leche, y algo de carne.  

 

Combinó el estiércol curado, con humus de lombriz, añadiéndole lombrices, las cuales aportan vida al bancal. Esparció la mezcla con un rastrillo. Sin miedo, agarró la pala y retiró la tierra del borde del bancal, haciendo una zanja. Colocándose sobre el bancal clavó la pala sobre el sustrato, rellenando la zanja, mientras rompía los terrones de barro, mezclaba el compost con la tierra del bancal, dejándola suelta y retirando las raíces de malas hierbas. Cuando llegó al final del bancal, rellenó la última zanja con la tierra retirada. De nuevo con un rastrillo, allanó la tierra, dejando un largo bloque rectangular liso y preparado para cultivar. Finalmente acolchó el bancal con hojas y paja seca que recogió del suelo. Ahora el bancal ya estaba preparado para ser cultivado la próxima temporada. Continuó con el siguiente, hasta que el sol se ocultó tras las colinas del horizonte, llevándose consigo toda la luz. A pesar de todo su esfuerzo, Bard solo terminó con la mitad de los preparativos.

 

Al día siguiente completó el mantenimiento de los últimos bancales, colocó suficiente comida en los comederos; agua en los bebedizos; rellenó los barrieles de riego con agua mezclada con el líquido del humus de lombriz y pudo olvidarse del campo. En casa tras lavarse las manos, sacó harina y sal, dispuesto a hacer galletas marinadas.

 

Vertió harina en un cuenco, añadió agua y un par de cucharaditas de sal. Removió hasta crear una masa espesa que luego colocó sobre una tabla de madera, en la cual espolvoreó harina previamente.

 

Amasó la masa y la cortó por en cuatro partes. Luego aplanó el primer cuarto hasta que quedó con medio centímetro de grosor. Recortó los bordes, consiguiendo una forma cuadrada, la cual, con una intersección vertical y otra en horizontal, las dejó en el tamaño que Bard consideró ideal. Con un mondadientes perforó todas las galletas, antes de colocarlas en una plancha. Los orificios cumplían dos funciones: dejar escapar el aire para no generar burbujas, y ayudar a partir la galleta con mayor facilidad.

 

Precalentó el horno de piedra y colocó las bandejas con las galletas. A los treinta minutos, las sacó para darles la vuelta. Tras otros treinta minutos, las galletas estaban listas. Agarró una y la mordió. Sabían algo duras, pero eran crujientes, tenían un sabor a pan.

 

Estas galletas no eran una comida en sí mismas, podía comerse diez de golpe y todavía seguiría con hambre. Su principal uso era rellenar el estómago, para que el ácido estomacal no carcomiera las paredes estomacales, causando una úlcera. También podían servir como acompañamiento en una comida, pues a falta de pan, buenas son galletas.

 

Lo siguiente fue preparar carne deshidratada para el acompañamiento.

 

Simplemente agarró unos trozos de carne, los cortó en finísimas lonchas, las marinó en un cuenco con zumo de limón y vinagre, con algunas hierbas aromáticas para darle sabor y las metió al horno.

 

Mientras la carne estaba secándose en el horno, preparó su mochila de viaje. No debía cargar con mucho peso, pero su armadura mágica de gel de slimes aliviaría su carga.

 

Una manta de lana, una esterilla de algodón serviría para dormir a la intemperie si surgiera el caso. Como iba a un territorio hostil a luchar contra norteños, no esperaba dormir en un hotel de cinco estrellas precisamente, por lo que esto era mejor que nada. Lo siguiente que necesitaba era agua.

 

Vertió en una cazuela el agua almacenada, la hirvió durante unos minutos con la tapa puesta, y luego la vertió en un par de cantimploras de dos litros y medio.

 

Cuando la carne estuvo lista, la sacó del horno. Con un mazo hizo trizas la carne y la mezcló con manteca derretida, la cual formó una especie de masa. Dicha masa la enfrió con un hechizo congelante y las cortó en barras. Esta receta aportaba una gran cantidad de calorías y carbohidratos, junto con las galletas marinadas. Podían comerse por separado o cocinarse juntas.

 

Del resto se ocupaba su armadura, podía alumbrar con su magia, cortar, golpear y hasta podía desprenderse para ser usada como una cinta adhesiva.

 

Al terminar la organización, se dio cuenta el día estaba terminando. Restó hacer la cena, un sencillo potaje de verduras y dormir un poco.

 

Con los cantos del gallo antes de la salida del sol, Bard se levantó con pesadez de su cama, casi cayéndose de la misma. Hizo la cama, se dio una ducha, desayunó una tostada de pan, untada de miel y mermelada.

 

Agarró el núcleo mágico, el cual se extendió por su cuerpo tomando forma de su armadura negra. Agarró la mochila y salió de su casa. Notó que su dragón estaba a su lado, antes de cerrar la puerta.

 

—No voy a decir que de que te quedes a cuidar de la casa. Cada vez que te dejo siempre te escapas. Te llevaré conmigo— Dijo Bard en un suspiro, agarrando a su lagarto alado y colocándolo sobre su hombro —En marcha—

 

Iniciando la marcha dejó atrás inmediatamente su alquería, pasó de largo la aldea más cercana y se encaminó rumbo al norte, donde estaba un pueblo llamado Neudakra. Tenía que caminar casi doscientos kilómetros al norte, un trayecto que se tardaba en cinco días sobre una montura, pero esta vez no tenía montura ni carro, tenía que ir a pie, lo cual le llevaría un poco más. Seis lunas no son exactamente seis días, sino fases del ciclo lunar, si había luna nueva, no se contaba dicho día. Como había varias lunas surcando el cielo, se usaba la más grande como medida.

 

Avanzó por un camino que ya transitó anteriormente, por donde veía unos pocos comerciantes con caravanas, aunque ninguno de ellos se ofreció a llevarle. La ruta le llevó por valles, asentamientos, la mayoría sin ningún tipo de fortificación, campos y ríos. Se quedó a dormir en posadas y a la intemperie, bajo algún refugio improvisado. Hasta que después de sortear una colina, en plena caía del sol de la tarde, pudo divisar Neudakra.

 

Ese pueblo carecía de amurallamiento, pues estaba ubicado en una posición muy estratégica; rodeado por un meandro del río Savu, en un desnivel bordeado por las colinas de la carpa y el cisne, sobre las cuales había un par de atalayas que servían para avisar a los lugareños de la llegada de fuerzas hostiles.

 

Entró a la ciudad siguiendo a un flujo de comerciantes y visitantes que entraban y salían de aquel pueblo. Buscó la oficina del gremio, la cual estaba cerca del centro del pueblo. En ese momento, el edificio era solo un conjunto de ruinas en proceso de reconstrucción, un claro indicio de que Morthrandir pasó por ahí. El gremio se trasladó a una tienda provisional y fue el lugar al que Bard fue primero, antes de buscar la posada, para verificar la misión.

 

Desde el suelo se abrió una trampilla, desde la trampilla emergió la cabeza de una chica, quien salió del agujero reptando por las escaleras y cerró la trampilla. Tocó el timbre con un dedo parando su sonido y vibración.

 

—Salud. Vengo a unirme a la expedición de saqueo— Dijo Bard a la recepcionista.

 

—Debe haber un error, nosotros no asignamos esa clase de misiones—

 

—¿En serio? Hace varias lunas, un aventurero llamado Karadoc, me dijo que el gremio estaba reclutando gente y se estaban reuniendo en este pueblo—

 

Al escuchar el nombre el aventurero, la recepcionista entendió.

 

—Quizás le explicó mal. La misión es una de tipo escolta de mercaderes. Por favor, dígame su nombre—

 

—Mejor tenga mi nueva insignia, aquí están mis datos—

 

La recepcionista tardó un rato bastante largo en buscar ente diversos nombres, en un libro con páginas de piel, hasta que al final lo encontró.

 

—Si, ya está usted registrado para la misión de saqueo y represalia contra el norte por ofensa al gremio. El caballero Karadoc le espera a usted y a su grupo en la posada del escorpión encadenado—

 

—No tengo grupo, vengo solo y agradezco la información—

 

—Le agradezco por su visita, soy Skaria y deseo que vuelva pronto— Dijo la recepcionista levantándose tan rápido, que se cayó al suelo —Tenga un buen viaje—

 

Al lado del edificio en ruinas, había una posada con un tablón de madera colgante con un grabado de un escorpión negro, enmarcado por las cadenas, la cuales sujetaban el cartel al poste, se envolvían alrededor de él y colgaban a su lado.

 

—Al menos esa posada sobrevivió. Anda dragoncito, a volar, aquí no se permiten mascotas, ten cuidado de que no te capturen— Dijo dejando a su mascota volar hacia el tejado, donde cazó un pájaro desprevenido —A mí también me apetece un tentempié—

 

Bard entró a la posada, siendo recibido por el posadero, quien llevaba una bandeja con platos sucios a las cocinas.

 

—Buenas días, tardes o lo que sea, querido aventurero. Aventúrate a encontrar una mesa en la cual sentarte, en lo que yo tardo en ir a atenderte—

 

Bard se encogió de hombros y entró en la sala del comedor, una vez dentro buscó con su mirada un lugar donde sentarse. Todo estaba lleno; aventureros, viajeros y locales ocupaban todas las mesas en grupos que tapaban la mesa al completo. En medio del bullicio con olor a cerveza, una voz pronunció su nombre en repetidas ocasiones.

 

Al ver a Karadoc acercarse a él, le saludó con la misma alegría.

 

—Sabía que vendrías ¿Cómo ha sido el viaje?—

 

—Largo, pero conocido. Me alegra haberte encontrado, no esperaba que este lugar estuviese tan abarrotado de aventureros—

 

Karadoc sonrió dándole una palmada en el hombro.

 

—¿Reconoces a alguno en particular?—

 

Bard dio una segunda rápida pasada con sus ojos a todas las caras que estaban presentes.

 

—Son todo caras nuevas. Supongo que son lo que decidieron formar parte de la misión—

 

—Ven a conocer mi equipo— Dijo Karadoc guiando a Bard en medio de ese laberinto de gente que se movían entrando, saliendo, levantándose y sentándose —Todos los que ves, van a ir con nosotros. Muchos son de mi grupo, especialmente en las mesas del fondo, deja que te presente—

 

En las mesas del fondo había veinte aventureros divididos en tres mesas. Lo que más llamó la atención era su diversa variedad. Había elfos, enanos, hombres bestias con rasgos de animales, hombres metamorfos; incluso los humanos presentaban diversidad: veía gente con rasgos de los pueblos bárbaros, robustos y delgados; gente con ojos rasgados, propios de las tribus del sur; piel morena de los habitantes de los archipiélagos lejanos, entre otros.

 

—Compañeros, este es Bard, un aventurero de alto rango, que va a acompañarnos. Bard este es mi grupo— Señalo los de la mesa de la derecha hasta la última mesa de la izquierda —Ahí están: Korba, Leikara, Resel, Thax, Relja, Faeldor, Narcim, Thíngamir, Grog, Argbor, Frinmur, Grudy, Brikk, Muckuntu, Thorgrarl, Coby, Kaxir, Halk, Nahakkar, Raj. Y los demás los vas a ir conociendo por tu cuenta— Señaló con su pulgar a los que estaban a su espalda.

 

—Jamás vi a un grupo tan multiétnico, desde hace… multiétnico— Susurró Bard sorprendido.

 

—Los viajes de escolta nos lleva a conocer gente, busca un sitio para sentarte en lo que tardo en ir a por más bebidas— Dijo Karadoc antes de irse.

 

Bard respiró hondo y se sentó en un asiento vacío.

 

—Salud, camaradas. Me llamo Bard, os acompañaré en esta misión y en la mesa; la próxima ronda corre a mi cuenta. Pedid lo que queráis, yo invito—

 

Los aventureros sentados a la mesa se miraron entre ellos confundidos y con desconfianza.

 

—¿Y… por qué ibas a invitarnos?— Preguntó un elfo de cabellos plateados largos y lacios, llamado Faeldor.

 

—Cada vez que me uno a un grupo, siempre invito la primera ronda— Explicó Bard alegremente, esperando contagiar su entusiasmo.

 

—¿Insinúas que no podemos pagarnos nuestra propia bebida?— Preguntó un enano pelirrojo llamado Thíngamir.

 

—Si no queréis que os invite y preferís invitarme vosotros a mí, no estoy en contra— Respondió Bard aun manteniendo su entusiasmo, el cual no daba indicios de contagio entre los aventureros que se mantuvieron serenos.

 

—Oye… Bard— Habló un enano de barba blanca, ojos negros y llevaba un capuchón escarlata, llamado Grog —Hace tiempo, me percaté de tu presencia, en diversos grupos de aventureros novatos, me preguntaba el motivo, de en vez de formar un grupo o quedarte en uno, alternes entre uno y otro—

 

—Bueno… esos aventureros de los que hablas, eran novatos en este negocio. Muchos de ellos llegaron embaucados por cuentos narrados por bardos y sus historias épicas de leyendas para dormir… y tienen una percepción muy alterada de lo que es ser un aventurero. Buscan vencer a un dragón en su primera misión, para demostrar que son tan increíbles, como los héroes de sus fantasías y muchos acababan muriendo. Por eso empecé a ayudarles, compartiendo mis conocimientos y experiencias, orientándoles y bajándoles de su nube para que se conviertan en aventureros de verdad. Profesionales y eficientes—

 

—¿Por qué lo haces?— Preguntó Faeldor —¿Qué no ves que estás creando competencia? Esos aventureros se convertirán en una molestia robando encargos ¿Qué te crees que eres para perjudicar a los demás?—

 

Bard apoyó el codo sobre la mesa y se inclinó hacia delante.

 

—Yo no lo veo de esa manera. Soy un tipo al que le gusta ayudar a los demás, como lo estoy haciendo ahora mismo. Alguien viene a pedirme ayuda, y yo sé lo ofrezco, no veo que nada de malo en ello— Se recostó sobre el respaldo de su silla —Además, no me decido a ser aventurero todo el tiempo—

 

—¿Ah sí?— Preguntó Frinmur, un hombre semibestia, con partes de lobo como orejas, cola, ojos y dientes —¿A qué te dedicas entonces?—

 

—Soy un agricultor. Tengo mi propia parcela donde cultivo cosas—

 

—Así que mientras espera que la tierra repose, buscas aventuras— Dedujo un viejo aventurero llamado Brikk que sostenía una jarra de cerveza en todo momento.

 

—Agricultor— Escupió Faeldor —Los humanos os creéis con el derecho de decidir qué debe crecer. Eso es un insulto a la tierra—

 

—Dices que es un insulto a la tierra, pero veo que estás comiendo verduras— Dijo Bard.

 

—¡¿Qué has dicho?!— Exclamó Faeldor, levantándose de su asiento, cuando una mano le tocó el hombro.

 

—Dejad espacio— Habló Karadoc, acompañado de un par de camareros, cargados con bandejas llenas de botellas de cerámica llenas de vino, cerveza y aperitivos —¿Ya os habéis conocido todos? Estupendo, ábreme paso—

 

Karadoc se sentó de espalda a la pared, con vista a todas las mesas desde su posición. Llamó la atención de todos los presentes

 

—Faltan un par de espadas por llegar, esperaremos toda la noche a que lleguen. Y si no llegan para cuando salga el sol, partiremos igualmente… Nuestra meta es llegar al norte escoltando los carros de cargamento. El convoy llegará al amanecer, los acompañaremos hasta el pueblo de pescadores llamado Sagres; está cerca de la ciudad de Portobriga. Desde ahí tomaremos barcos, que nos llevarán hasta las costas del norte—

 

—¿Iremos por mar y no por el camino de la cordillera terrestre?— Bard se aventuró a preguntar.

 

—¿Tienes algún problema con ello?— Preguntó Thíngamir visiblemente molesto.

 

—Mira, Bard, sé que eres nuevo y por eso será la única vez que te lo voy a advertir. No se discuten las decisiones— Dijo el enano Grog.

 

—No estoy discutiendo, me parece raro por eso pregunto. Lo normal para los comerciantes es usar esa ruta. Además, Portobriga está bajo el control de los norteños ¿No será peligroso embarcarse cerca de ese lugar? Ir por la cordillera no despertará sospechas—

 

Thíngamir golpeó la mesa con su vaso.

 

—¡¿Qué te acabo de decir?!—

 

Bard por su parte mantuvo la calma, manteniendo una mirada fija en el rabioso enano.

 

 —Más que decir, me acabas de demostrar cómo derramar el vino— Señaló Bard el vaso agrietado del enano, arrancando una carcajada general a los aventureros circundantes.

 

Thíngamir apretó los puños de la rabia haciendo añicos los restos del vaso de cerámica y rechinando los dientes.

 

—Ya es suficiente, cálmate— Intervino Grog mirando a Bard.

 

—Bard tiene razón— Dijo Karadoc volviendo a poner orden en la sala —Portobriga es territorio enemigo, pero nosotros no vamos a invadir, solo a escoltar. Por mar llegar al norte es más rápido y el gremio nos apremia. Disfrutad del banquete y dormid bien, porque mañana iremos al norte— Aumentó la intensidad de su discurso ganándose una ovación general.

 

Thíngamir, Faeldor, Grog, entre otros abanaron la mesa. Sin lamentar su presencia, Bard comió en abundancia, pues sabía que el viaje podría alargarse. Salió de la ruidosa posada y fue a otra más tranquila y de más confianza, en donde pasó la noche en un cuarto privado.

 

Por la mañana, salió temprano y vio como un grupo de caravanas estaban llegando a las afueras del norte del pueblo.

 

Karadoc se encontraba organizando la partida, hablando con los transportistas, organizando los grupos junto con un par de ayudantes. La organización estaba supervisada, por un funcionario del gremio.

 

La fiesta de la noche estaba pasando factura a la escolta. Mucho de ellos tenían la mirada perdida, hacían como que escuchaban, o estaban lidiando con la resaca, mientras Karadoc asignaba posiciones. Ninguno de ellos llevaba una mochila como Bard, pero sí tenían alforjas y sacos donde guardaban sus pertenencias, pero lo más llamativo era que todos llevaban capas, tanto con capuchas como sueltas y tenía sentido, pues la capa no era un accesorio para lucir, sino que era la manta que usaban para abrigarse durante la noche y también podía usarse como esterilla

 

—Bard, tu irás en el grupo de Korba, custodiaréis el carro verde—

 

—¿Quién irá conmigo?—

 

—El propio Korba; Coby, ese niño que porta una espada larga; Faeldor el elfo, tú ya le conoces de ayer; Thax el simp…cof-cof…pático y Grudy, el de las escamas— Dijo Karadoc entre tosidos —Este trabajo me está dejando sin voz—

 

Bard asintió y caminó hacia ellos. Cuando el elfo le vio, inmediatamente frunció el ceño.

 

—¿Qué haces tu aquí?— Le recriminó Faeldor.

 

—Me han asignado para proteger esta caravana— Respondió Bard sin prestarle mucha atención —Yo no tengo problema, si tú lo tienes, ve a hablar con Karadoc y pide que te cambien—

 

—¿Yo? ¡Vete tú!— Exclamó el elfo.

 

—Para tener esas orejas tan largas no se te da bien escuchar. Te lo repito: Fue Karadoc, tu jefe quien me asignó a esta caravana ¿Lo has entendido?—

 

—¿Ahora te metes con mis orejas?— Dijo Faedor indignado.

 

Grudy, un semibestia enorme, que le sacaba una cabeza al propio Bard, bajó del carro y le encaró.

 

—No… te metas… con él—

 

—Amigo, aquí no discriminamos— Habló Thax con una sonrisa, dándole una palmadita a Bard en el hombro —Podemos llevarnos bien—

 

—Explícale eso mismo a tus camaradas ¿Quieres, amigo?— Respondió Bard con una sonrisa similar, apartándole la mano del hombro.

 

—¡Listos para partir!— Gritó Karadoc ignorando las quejas de Faeldor, quien regresó a su puesto con resignación.

 

La caravana comenzó su marcha a la aldea Sagres. Bajo la tapadera de ser una caravana comercial, cargando las propias provisiones de su escolta como disfraz, avanzaron sin llamar demasiado la atención, pues con la baja seguridad de los caminos en el lado occidental del país, a comparación de los caminos del éste, donde misteriosamente los saqueos y los bandidos habían descendido hasta volver a ser transitables.

 

Mientras avanzaban por el sendero de tierra, Coby se acercó a Bard, quien caminaba por delante, al lado de las bestias de tiro. En su cara podía verse la emoción de la curiosidad, como si fuera un libro abierto.

 

—Bard, oí que habías hecho muchas aventuras ¿Me contarías cómo fueron?—

 

—Eran los encargos típicos de misiones que el gremio coloca sobre el tablón habitualmente, nada importante—

 

—Eso no es cierto, eres un aventurero de alto rango, seguro que luchaste contra monstruos y dioses—

 

Bard no pudo evitar sonreír ante la ingenuidad del chico.

 

—No niego que ayudé a someter a monstruos enormes y problemáticos, pero no es tan épico como suena. En mí caso, presté apoyo con mi magia—

 

—¿Puedes usar magia? ¿Fuiste a una escuela mágica?— Preguntó Coby con mucho asombro a lo que Bard asintió —¿Cómo es estar en una?—

 

—Bueno… es casi como estar en cualquier otro colegio monasterial. Mucho estudiar y esas cosas ¿Tú tienes aptitudes para la magia?—

 

—Si, tengo bastante poder mágico, pero quería vivir aventuras, por lo que me uní al señor Karadoc porque me dijo que podría ver mundo y conocer cosas que no se enseñan en los colegios, pero cuando quise asistir a una no me dejaron entrar porque exigían saber esas cosas de leer y escribir—

 

—¿No sabes leer? ¿Entonces cómo solicitas las misiones del gremio?— Preguntó Bard arqueando una ceja.

 

—Hay palabras que entiendo, pero creo que eso de leer y escribir está sobrevalorado. No me malentiendas, pero dudo que sea fácil ganarse la vida moviendo la mano, haciendo garabatos en una página, con una pluma manchada, y esperar que el que lee lo que escribes, entienda lo que has escrito, además, es Leikara la que se encarga de esas cosas ¿Le conoces?—

 

—No la conozco... Pero discrepo profundamente ¿Qué hacías antes de ser aventurero, Coby?—

 

—Ayudaba en la granja; ayudaba a limpiar los establos; recogía cultivos; esas cosas... Pero me cansé ¿Sabes cuándo? Cuando estaba sacando la mierda de caballo con una pala del establo, en ese momento pensé ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Hacer el mismo trabajo día sí y día también, preparando monturas para que los jinetes salgan a divertirse, mientras yo me quedo rodeado de excremento. Cuando pude me escapé de casa y me uní al gremio—

 

—Y supongo que ahí conociste a Karadoc—

 

—Eso es. Nada más llegar se acercó a mí y me convenció para ser aventurero—

 

—¿Llegaste a hacer algo más, aparte de proteger y escoltar cargamentos?—

 

Coby estaba por responder, pero Thax intervino en la conversación pasando su brazo por detrás de cuello de Bard, quedándose colgado del mismo.

 

—Hey Bard, amigo, dicen por ahí que tienes una granja ¿Puedo preguntarte qué diablos es lo que siembras allí?—

 

—¿Por qué quieres saberlo? ¿Acaso te interesan los asuntos rurales?—

 

—Me inspiran curiosidad, cierto es que no me gustan, pero como ya dije, curiosidad… además, mi hermanito, que es dos años mayor que yo, trabaja de paje en la finca de un caballero, he estado ahí, chicos, veréis… tienen los malditos arboles de vides más grandes que hayáis visto en vuestra miserable vida, con unas uvas del tamaño de mis pelotas; cubren todo el maldito patio de armas, hasta el torreón ¿Cultivas uvas tú también?—

 

—Cultivo cualquier cosa, e cada estación. En vez de vides busco una planta concreta, de fruto rojo y de sabor característico—

 

—Espera ¿Dijiste que cultivas en cada estación? ¿Eso quieres decir que cultivas en la época de las nieves?— Preguntó Thax asombrado.

 

—Si, en cada una de las estaciones. No veo por qué no debería aprovechar la tierra—

 

—¿Y cómo te aguanta la tierra?— Preguntó el cochero agregándose a la conversación —No es por decir a un agricultor cómo hacer su trabajo, pero se deja respirar al suelo para que cuando llegue el tiempo de los brotes, florezca la cosecha. Porque nada más que una brizna de hierba ondea al viento, llega el momento, en que la diosa de la cosecha bendice nuestro alimento—

 

—¡Estamos por llegar!— Interrumpió Korba bajando del techo del carruaje —Manteneos en formación cuando entremos en la ciudad. No habléis con nadie, ni arméis follón. Mantened la boca cerrada hasta que subamos al barco ¿Me habéis entendido?—

 

—Si— Respondieron al unísono.

 

—¡¿Qué no acabo de decir que mantengáis la boca cerrada?! Válgame mis pecados, santo del muerto, perdona a estos que van a ser decapitados— Susurró antes de tocar el pecho dos veces y la frente una vez con dos dedos.

 

El pueblo de Sagres, solo era un conjunto de chabolas de madera y adobe, construidas sobre una elevación para resguardarse de la subida del nivel del mar en ciertas estaciones. No había defensa alguna, como en otros pueblos, ni tampoco una organización urbanística, la gente levantaba su casa donde quería, con los materiales que había.

 

Entraron sin ser recibidos por nadie, se acercaron a la costa, en donde un barco cuya forma recordaba a un trirreme griego, con algunos cambios, como dos mástiles con tres velas, un casco más ancho y una torre de asedio modificada en proa. Fondeaba cerca de una especie de puerto de madera improvisado.

 

A ese barco subieron diez carros junto con los aventureros que los custodiaban y Karadoc con su guardia. El resto se quedaron en tierra esperando un segundo barco, el cual llegó al atardecer.


El segundo barco tenía una forma parecida a un drakar vikingo. Su casco tenía tres pisos, desde los cuales salían hileras de remos; un castillo de proa que serviría como camarotes de la tripulación y un castillo de popa transformado en establo. Bard al verlo mostró una irónica sonrisa.

 

Nada más atracar en el muelle, los marineros montaron una ancha pasarela que conectaba con el puerto.

 

Llevando el carro hasta la pasarela de embargue, un ancho tablón con peldaños, intentaron embarcar a la nave, pero el animal que tiraba del carro, se puso nervioso al ver el agua debajo de él y empezó a armar escándalo, obligando a la tripulación a unirse en la tarea de tranquilizarle.

 

Cuando la bestia se quedó sin fuerzas, la llevaron a la fuerza a los establos interiores del barco, en donde le dieron forraje y agua. El carro fue remolcado por la empinada tabla, con la ayuda de la tripulación y los aventureros de la escolta.

 

—Tardaremos siete lunas y ocho soles en llegar a la otra orilla, eso si los dioses del mar son benévolos con nosotros y no nos maldicen con una tormenta— Dijo el capitán —Los aventureros nos protegeréis de los asaltos de los corsarios al servicio del reino, los que se porten mal, irán a la planta baja para remar con los esclavos. Espero haber quedado claro—

 

—¿Esto es un barco pirata?— Pensó Bard frunciendo el ceño —¿Desde cuándo el gremio empezó a confabular con la misma gente, que antes pagaban por eliminar?—

 

Desenvainando su espada de punta cortada, que tenía una calavera como guarda, el capitán cual señaló a las velas una vez que fueron extendidas, entonces, una corriente de aire llegó desde su espalda y empujó el barco. Partiendo el agua, el barco navegó a toda velocidad en dirección al norte, con ayuda del viento mágico.

 

El gélido viento llegaba hasta las frías costas escarpadas del norte, cuyas playas llenas de guijarros y espuma terminaban en frondosos matorrales, a menudo con flores aterciopeladas y frutos silvestres venenosos. Aquella tierra en donde el nuevo rey aprovechaba su victoria sobre los estados invasores del sur para legitimar su posición y reformar el reino.

 

La llegada de las estaciones gélidas, otoño e invierno, marcaba el final de muchas actividades, entre ellas la guerra; los guerreros deponían las armas, agarraba la pala y se preparaban para invernar; salvo los hombres de armas, quienes eran los encargados de proteger a las figuras de renombre, entre ellas, las valquirias; por ende, la vida militar ocupaba toda su vida, casi como una dedicación religiosa.

 

Cabalgando sobre los vientos, a lomos de bestias aladas, una escuadra de tres jinetes aéreos de avanzada, volaban en dirección a un castillo construido sobre la cima de un cerro escarpado.

 

Liderados por un jinete portaestandarte, cuya montura alada, y su propio cabalgador, cargaban con ornamentos llamativos, que buscaban realzar su majestuosidad en un claro intento de proyección de poder, bajo el símbolo del estatus de la bandera de la casa que representaba. Detrás de ellos, otros tres jinetes cubrían la retaguardia, con otro portaestandarte detrás de ellos y en medio, un dragón wyverniforme, montado por una valquiria de cabellos escarlatas, que ondeaban debajo de su casco, como un estandarte propio, destacaba entre ellos.

 

Estando a una distancia razonable, el líder del grupo hizo sonar un cuerno con todas sus fuerzas, desatando un sonido estridente que alertó a los guardias.

 

Los centinelas, apostados en la muralla exterior del castillo, divisaron la llegada del grupo.

 

Nada más ver la bandera, comunicaron a su superior, quién al confirmar la identidad del grupo, ordenó desplegar el puente levadizo. Ese puente era una estructura que no conectaba nada, pero servía de base para que las monturas pudiesen aterrizar.

 

Una delegación de la guardia real de la valquiria regente, salió del castillo para recibir al grupo hospedante.

 

Con la debida cortesía, guiaron a los visitantes al interior de la muralla, pasando por la gran puerta del cielo, mientras que los pajes guiaban las monturas hacia los establos alados.

 

Los establos alados, eran un lugar parecido a una jaula, en donde las bestias aladas podían descansar y comer. El establo para los dragones, estaba separado de las bestias aladas, debido a la naturaleza carnívora los primeros, se ubicaba cerca de cada puerta para que el jinete pudiese salir inmediatamente, o para dejar a las bestias estirar sus alas. Solo la valquiria podía cabalgar sobre un dragón, y ese establo debía estar preparado para albergar a un dragón.

 

Avanzando por un ascendente camino, pavimentado con pizarras y argamasa, entraron en el patio de armas, en cuyo centro había un pozo desde el cual, los esclavos y criados extraían agua, ya sea: para beber; lavar platos, prendas, suelos o baños.

 

A mano derecha estaban los dormitorios de la guardia, un edificio de una sola planta, construido con rocas y madera, con un techo de cuatro aguas, muy pronunciado, para evitar que el peso de la nieve lo venga abajo. A su lado tenían sus propias cocinas, las cuales servían para abastecer a los centinelas de su lado de la muralla.

 

Cerca de la casa de guardia había un taller de herrería que soltaba abundante humo desde su alta chimenea. Cerca del taller estaba la curtiduría, donde se encargaban de fabricar y reparar las sillas de montar para las bestias aladas.

 

A mano derecha estaban las cantinas. Un edificio con dos plantas, y la superior conectaba a la torre del homenaje, mediante un puente de piedra sostenido por arcos. Detrás de los mismos, estaba el almacén de leña. Al lado de la cantina había un silo donde se almacenaba el grano, el cual se molía en el interior de una torre con un molino que se alzaba por encima de la muralla.

 

Llegaron hasta las escaleras laterales de la parte frontal de la torre del homenaje, las cuales terminaban en un puente de madera que daba acceso a la entrada principal, una puerta de madera roja reforzada con parches de metal negro.

 

La torre del homenaje no era un rascacielos. Estaba construida sobre la base rocosa de un saliente, aprovechando la verticalidad para sostener su estructura.

 

En el gran salón, tras las debidas presentaciones de cortesía, Sveta, la valquiria de cabellos azabaches y ojos amatistas, se acercó para recibir a la advenediza valquiria personalmente.

 

—Cuando me dijeron que estabas de camino a aquí, no podía creérmelo… ¿Cómo estás Varya?— Dijo Sveta dándole un fuerte abrazo a su amiga.

 

—Ha pasado algo de tiempo desde la última vez que nos vimos— Respondió Varya correspondiendo su abrazo.

 

 —¿Solo algo? Desapareciste por, quién sabe cuánto tiempo, ya te estábamos echando de menos—

 

—Me siento honrada por tan amables palabras. Te he traído un presente. De mi parte y de mi casa—

 

Varya hizo un ademán con las manos, para que dos soldados de su séquito se acercaran. Hincando la rodilla en el suelo, presentaron cada uno una caja de madera oscura, decorada con adornos de oro y plata; sosteniéndola con sus brazos extendidos, mientras su comandante los abría.

 

En el interior de la primera caja había un par de pulseras de plata decoradas; la segunda contenía un juego de té desmontable, hecho de bronce ornamentado.

 

—De manos de los mejores artesanos de nuestra región. Lo escogimos para ti, como parte de nuestra voluntad de amistad—

 

—Es todo un detalle, Varya— Dijo Sveta escudriñando sus regalos con una sonrisa —Aprecio la gratitud de tu familia. Ven, puedes dejar a aquí a tu escolta. Tienen mi beneplácito para comer y beber todo lo que quieran—

 

Un par de sirvientes recogieron los regalos. Los guardias agradecieron la hospitalidad de la valquiria con un gesto, antes de marcharse, dejando a su protegida a cargo de su anfitriona.

 

—Ya es la hora de comer, acompáñame, deseo presentarte a alguien— Con su mano indicó a un niño que estaba detrás de ella que podía acercarse —¿Le reconoces?—

 

Varya abrió los ojos de par en par, y se inclinó para estar a la altura del niño, quien parecía estar algo nervioso de tenerla cerca.

 

—Pero si es Sumrak cuanto has crecido. Estás muy grandote, a ver esos músculos— El niño flexionó su bracito con orgullo —Que portentoso, ya eres lo suficientemente fuerte para proteger a tu hermana. Mira, te he traído un regalo a ti también—

 

Varya se sacó de una de sus dos alforjas que llevaba atadas a cada lado de la cadera mediante un cinturón, un amuleto tallado en madera quemada, con surcos pintados en color azul celeste, y se lo dio al niño, quien lo agarró sin saber qué era, ni para qué servía.

 

—Hala, mira qué bonito regalo te han hecho ¿Qué se dice?— Preguntó Sveta.

 

—Gracias— Dijo el niño tímidamente.

 

—Ay que adorable… Este medallón augura que serás un gran guerrero, cuídalo bien ¿Me lo prometes?—

 

El niño asintió ganándose un pellizco en sus mejillas por parte de Varya.

 

—Varya ¿Qué es lo que deseas comer?— Preguntó Sveta.

 

—¿Qué pregunta es esa? Soy tu invitada, con el dagmal típico me apaño—

 

—Precisamente porque eres mi invitada y representante de tu casa, no te voy a dar las sobras de la cena de anoche— Replicó Sveta.

 

—Entonces dejo la elección en tu sabiduría—

 

Sveta soltó un suspiro que liberó la frustración acumulada.

 

—Olvidaba como eras…— Giró su cabeza hacia su hermano —¿Y tú qué quieres comer?—

 

El niño apartó su mirada del talismán y miró al techo con los ojos perdidos.

 

—Albóndigas envueltas en masa— Dijo desbordando ilusión por sus ojos.

 

—Vaya que te gusta la comida campechana— Dijo Sveta antes de volver a dirigir su atención hacia Varya —Me apetece comer asado relleno de frutas ¿Te animas?—

 

—Por supuesto, y más si tiene mantequilla untada por encima—

 

Con una sonrisa y dándole una palmada a la espalda de la valquiria pelirroja, Sveta la guio hasta la mesa principal del gran salón, en donde los sirvientes trajeron aperitivos, mientras preparaban las órdenes.

 

—Dime Varya ¿Cómo lograste recuperar tu posición? Supe que te encontraste con tu hermana durante la campaña—

 

—Oh, eso. Mediante un juicio por combate, en el propio campamento—

 

—Espera ¿En serio? ¿Encontraste a alguien que quisiera luchar por ti e incluso logró acabar con el campeón de tu hermana?— Varya asintió, dejando a la valquiria de ojos amatistas sorprendida —Recuerdo que ese hombre se destacó por ganar un par de torneos durante el mandato del antiguo rey. No recuerdo su nombre, pero sí que sé que era muy fuerte ¿Cómo fue su derrota?—

 

—No sé si deberíamos hablar de esto delante del niño—

 

—Sumrak está bajo mi tutela y quiero que su corazón se endurezca. No quiero que se noten trazas de una mano femenina durante su educación—

 

—Pues, te cuento. La batalla fue sobre todo sorprendentemente muy rápida. Mi campeón le puso de rodillas y le arrancó la cabeza con sus manos y la tiró a los pies de mi hermana—

 

—¿En serio, con sus manos?... ¿Fue un combate a mano desnuda?—

 

—Claro que no, levaban armas y armaduras pesadas, pero Bard dijo que no le hacía falta usar armas y que con sus manos era suficiente para acabar con él. Con decisión fue a por él y todo pasó muy rápido. Cuando me di cuenta le había clavado sus dedos en las cuencas de los ojos y jaló la cabeza sacándole parte da columna. Fue brutal—

 

—Así que se llama Bard tu campeón. Que salvaje ¿De qué abismo del averno encontraste semejante bestia?—

 

—Tiene una granja en el sur. Se encuentra en un sitio recóndito, pero es bastante bonita; la hizo él con sus propias manos ¿Te lo puedes creer? Prefiere realizar labores típicas de plebeyo a pesar de tener tierras y lo más sorprendente es que lo hace con orgullo—

 

—¿Cómo, por ejemplo, labrar la tierra?—

 

—Si, también sabe albañilería, carpintería y coser… Sveta, le he visto coser; no estoy de broma. No tiene sirvientes y dice que esas manualidades le relajan— dijo Varya con una sonrisa.

 

—¿Se cree doncella o qué le pasa?—

 

—Es de locos. Pero lo más increíble ¿Sabes qué es?—

 

—No, dime—

 

—Sus aperitivos; el loco sabe cocinar. He comido platos que no sabía que existían y tenían un sabor… que no sabría describir—

 

—¿Estaban malos?—

 

—No, estaban buenísimos—

 

Sveta mordió un trozo de pan untado en queso con una loncha de carne por encima, mientras intentaba imaginar lo que su amiga de la infancia había experimentado.

 

—… No consigo hacerme una imagen de ese hombre, es decir… ¿Sabe hacer trabajos delicados, pero luego arranca cabezas como un salvaje?—

 

—En general es un sureño muy amable y hospitalario. Siempre invita a alguien algo ya sea a su casa, en la taberna. Si le pides una jarra de agua te trae un tonel. Siempre parece que puedes hablar con él de cualquier cosa, escucha más que habla, pero a veces cuando habla no entiendo nada de lo que dice—

 

—¿Es porque habla en otra lengua?—

 

—Sveta, los sureños también hablan un dialecto parecido al nuestro, les entendemos perfectamente, ya deberías saberlo—

 

—No he hablado con muchos ordinarios, la mayoría de la nobleza con la que me he encontrado han tratado de hablar en nuestra lengua, así que no sé qué decir—

 

—Me refiero es que a veces, cuando hablábamos, él solía divagar metiendo terminología extraña, pero con mucha convicción y luego esperaba que le siguiera el rollo, pero cuando le respondía algo que para él no concordaba con lo que estaba diciendo, se quedaba mirándome, como si hubiese dicho alguna tontería y luego cambiaba de tema—

 

—¿Cómo por ejemplo?—

 

—No sabría decirte algo que en su momento no entendí, ni tampoco me esforcé en recordar— Varya se recostó sobre el respaldo de su silla intentando recordar alguna conversación —… Una vez hablamos de música—

 

—¿De música? ¿No me digas que su talento llega hasta ese arte?—

 

—Creo que nunca le he visto tocar ningún instrumento, aunque sí le he oído cantar alguna vez, en un idioma desconocido. Se callaba inmediatamente cuando me veía y hacía como qué no pasaba nada; pero yo me refería a cómo lo hablaba—

 

—¿Y cómo lo hablaba?—

 

—… Era pues… Cuando hablaba de música, hacía mención a ella de diferentes modos, uno de ellos era: Música comercial—

 

Sveta casi escupe el vino al oír el término.

 

—¿Cómo es eso de comercial?— Preguntó entre risas —¿Cómo vendes la música? ¿La metes en un botijo y luego la distribuyes en un mercado?—

 

—Ni idea, pero se le veía muy convencido— Respondió Varya contagiándose de la risa, a la vez, haciendo que su amiga se riera con más fuerza.

 

—¿Varya? Preguntó Sumrak, quien estuvo atento durante toda la conversación, llamando la atención de la pelirroja —¿Estás enamorada ese hombre?—

 

—¿Qué te hace pensar eso?— Preguntó Varya secándose las lágrimas.

 

—Por como lo cuentas, parece un tipo muy genial—

 

Varya se volvió hacia su amiga.

 

—Se están notando mucho las trazas de mano femenina—

 

Sveta se rio de nuevo seguida de Varya. Entre risas y bromas, poco a poco los sirvientes traían anchos platos repletos de comida desde las cocinas.

 

—Dime Varya ¿Cómo te fue en las tierras del sur? Dicen por ahí que te volviste aventurera— Preguntó Sveta, mientras cortaba la carne con un ancho cuchillo.

 

—Fue una etapa interesante de mi vida, me permitió redescubrirme y entenderme a mí misma, mientras conocía gente y viajaba por el mundo, hasta monté mi propia tienda—

 

—Solo que entendí que llorabas todas las noches por haber sido desterrada y dabas tumbos sin saber qué hacer con tu vida, hasta que conociste al hombre que te permitió volver a ascender—

 

—¿Por qué lo dices tan brusco? Fue una vida diferente, una más sencilla, pero no exenta de dificultades—

 

—¿Usaste las habilidades que te dieron el apodo de la valquiria del rayo?—

 

—Viví como una hechicera que usaba artes ígneas ¿A dónde quieres llegar con eso?—

 

—En el sur me pasó de todo, desde grandes victorias, hasta traiciones inesperadas, pero vinieron muchos rumores del este, que siempre hablaban de un monstruoso dios vengativo que aparecer con las tormentas, me preguntaba si eras tú—

 

—Eh, no… Agradezco que me consideres una diosa, pero no soy ese dios y casualmente yo también escuché de esos rumores, pero llegaban de boca de comerciantes y bardos de la otra parte del reino. Por cierto, me enteré de que arrasaste a un ejército descomunal con tus tropas. Nada más, ni nada menos que las tropas del propio rey enemigo, hasta lograste acabar con él ¿Cómo lo hiciste?—

 

Sveta sonrió sintiéndose elogiada.

 

—Cuando el general enemigo es un incompetente, solo hay que aprovechar la oportunidad. No quiero presumir, pero aquello fue de cuentos de hadas. Primero me conseguí un gran botín, aunque la mitad tuve que dárselo a nuestro rey, como tributo, pero entre ellos están grandes toneles de vino, que el rey cargaba consigo. Es un vino de alta calidad, nunca bebí un sabor tan intenso, tienes que probarlo— Sveta ordenó llenar la taza de su amiga con el vino rojo escarlata, que Varya llevó a los labios.

 

—Esta divino. Esto es, como diría Bard: la descripción gráfica de botín de guerra— Dijo Varya agitando la taza de metal.

 

—¿Qué significa eso de: descripción gráfica? ¿Es una de esas terminologías raras de las que hablabas antes?—

 

—No tengo ni idea de lo que significa, pero él siempre lo decía para destacar algo, supongo que me quedó la copla—

 

Sveta se quedó pensativa, pues algo en esas palabas la descolocaba.

 

—Como te contaba, mis victorias militares y la posterior toma de una ciudad portuaria muy estratégica, llamada Portobriga, me valieron el favor de nuestro rey. Ahora las costas del norte y del sur están en mis manos, sé que esa ruta me va a traer riqueza y prosperidad, pero hay algo que me inquieta... Mira, esto te lo cuento solo a ti— Dijo aumentando la atención de su amiga —Cuando acabé con el ejército del rey, fui a someter la ciudad. Pero ahí me topé con un niño que lideraba la defensa de la ciudad; es de locos ¿verdad? Tiempo después me enteré que se hizo pasar por noble de alta cuna y fortificó la ciudad, por un mandato del rey que él mismo; falsificó ¿Te lo puedes creer?—

 

—Sí que hay gente prodigiosa—

 

—Creo que es más que eso. Tienes que tener en cuenta que yo venía acompañada de un ejército inmenso, había puesto sitio a la ciudad, tenía la cabeza del rey, con su corona, estandarte y todo, pero él; se presentó ante mí con aires de tener todo bajo control, no sé si me explico. Se llamaba Valian. Negoció conmigo la rendición de la ciudad y la liberación de sus habitantes; al final algunos se fueron con él y otros se quedaron para defenderla, no sé qué pasó ahí. Lo importante ocurrió durante la negociación. Casi hace que mi ejército se subleve—

 

—¿Qué me dices?— Preguntó Varya estupefacta, con la comida cayendo de su tenedor.

 

—Lo que te digo, no me lo esperaba, pero entendí a tiempo lo que intentaba hacer y le mostré la cabeza decapitada de su rey. Pero se lo tomó como quien se toma una copa de vino por la tarde. Daba la impresión, que disponía de algo que podría cambiar la situación en la que se encontraba; por un momento juraría que estaba por hacer algo—

 

—¿Qué estaba por hacer?— Preguntó su hermano cautivado por la historia.

 

—Nada… No hizo nada. Creo que se lo replanteó y rindió la ciudad, cómo… como quien se toma una copa de vino por la tarde—

 

—Deja ya la comparación con el vino— Dijo Varya dando un trago de vino para aclararse la garganta —¿Qué tiene de especial ese niño?—

 

—Mucho. Me llamó suficiente la atención, e introduje un par de espías en el grupo que salió con él de la ciudad ¿Y sabes qué me contaron? Que transformó a esos miserables exiliados hambrientos y andrajosos, en soldados, que derrotaron en batalla campal a un ejército diez veces superior en número, pero no se quedó ahí. Persiguió al general enemigo hasta su ciudad y la tomó—

 

—Imposible, esto ya son cuentos de fantasía—

 

—Yo tampoco daba crédito a las cartas que recibía, pero entonces llegó una nueva importante que alteró a todo el reino del sur: Un grupo de rebeldes habían tomado una ciudad amurallada, ejecutaron a la familia dirigente y formaron un gobierno independiente. La caravana de exiliados de Valian fue en dirección al sur. Todo encaja—

 

Varya no supo que responder, no podía argumentar nada ante esa lógica. Sumrak escuchaba todo con atención, fantaseando con hacer algo parecido algún día para conseguir reconocimiento, como su hermana.

 

Al terminar el almuerzo, Svelta mostró la habitación donde Varya se iba a hospedar, cuando un mensajero llegó alertándole que algunas aldeas acababan de sufrir ataques y saqueos.

 

De camino al continente, los barcos sureños avanzaban surcando las olas. Pasaron varios días desde que partieron del puerto. Cada varios días, un nuevo barco se acercaba a dicho puerto. Los aventureros sabían que un ataque

 

Bard se encontraba apoyado sobre la cubierta, mientras miraba al horizonte. A su lado estaban la elfa Leikara y Resel otro elfo, quien trataba desesperadamente de conseguir una noche a solas con ella. En el castillo de proa, Halk y Kaxir discutiendo si era mejor ser un metamorfo, por parte de Halk, o ser un semihumano con partes de animales como Kaxir. A Bard le daban igual esas personas, solo quería estar tranquilo vigilando el horizonte por si un barco enemigo aparecía.

 

Coby llegó llamando su atención, pidiendo que le enseñe algún ataque con magia.

 

—Recuérdame Coby— Dijo Bard apoyándose sobre la barandilla —¿Cuántos años decías que llevabas en la empresa de Karadoc?—

 

—Un año y poco más—

 

—Bien Coby, en ese año ¿Cuántas veces entraste en combate?—

 

—No entiendo—

 

—Has estado un año protegiendo a comerciantes y sus cargamentos, seguro que en algún momento tuviste que enfrentar a bandidos que intentaron robaros ¿Me entiendes ahora?—

 

—…Si; me he luchado contra muchos bandidos—

 

Bard, sin estar convencido por la actitud nerviosa del chico, creó con su magia un monigote muy simple del tamaño de un adulto. En el proceso atrajo las miradas de los aventureros y marineros que estaban cerca de él.

 

—Entonces supongo que no te importaría hacerme una demostración. Desenvaina esa espada tuya y parte en dos a este monigote en el menor tiempo posible. Está hecho de agua marina gelificada, pero tiene la consistencia de un cuerpo humano. A ver cómo te desenvuelves—

 

Coby vio como Bard se hacía a un lado, esperando pacientemente su actuación. Desenvainando su espada con decisión, sujetándola a dos manos. Corrió hacia el muñeco, conectó su espada entre el cuello y el hombro, para luego realizar un frenético movimiento de vaivén.

 

Al ver tal lamentable espectáculo, Bard entendió el verdadero nivel de sus nuevos camaradas, mientras empezaba a preguntarse si fue buena idea aceptar ese trabajo. Para su sorpresa la gente de su alrededor empezó a aplaudir y elogiar al niño por su desempeño, cuando terminó de cortar el muñeco. Lo que llevó a Bard preguntarse: ¿Cómo es que ellos lograron sobrevivir en sus aventuras? El chico volvió hacia él, insuflado en orgullo y exaltación, mientras jadeaba recuperando las fuerzas que gastó en esa tarea; poniendo a Bard en un dilema: decirle la dura verdad que destrozaría su ánimo ganándose su enemistad o hacer la vista gorda y que el joven viva feliz hasta que se tope con alguien que en verdad sepa pelear y muera en el proceso.

 

Bard metió la mano en su mochila e hizo como que buscaba algo, cuando en verdad, usó parte de su armadura para crear un silbato.

 

—Ten esto, un obsequio de mi parte—

 

—¿Qué es esto?— Preguntó Coby sosteniendo el obsequito.

 

—Un silbato. Si estamos en problemas, sopla y yo acudiré en tu ayuda—

 

—¿Tu ayuda?— Preguntó el enano con desaprobación escupiendo en el suelo —¿Quién necesita tu ayuda? El niño es capaz de manejarse él solo, ya lo has visto. Guárdate tus ayudas para quien lo necesite: Nadie— Intervino Thíngamir.

 

Bard se volvió y encaró al enano.

 

—Parece que tú de lucha sabes bastante—

 

—Por supuesto. Soy Thíngamir martillo de hierro. Azote de los desafortunados— Respondió desbordando orgullo.

 

—¿Martillo? Usas un hacha de doble filo ¿Y lo llamas martillo? ¿Sabes acaso lo que es un martillo?—

 

—Mequetrefe insensato ¡Yo soy el martillo!—

 

—Eres un martillo que pelea usando un hacha y una daga… Supongo que la lógica no es de uso común entre los enanos—

 

—Cuidado joven— Advirtió el enano sacando su daga con su funda de cuero decorada por surcos relleno de polvos de colores —Esta es Ragsmog, la degolladora suprema. Bendecida con runas mágicas heredadas de la sabiduría de los dioses. Nada más desenvainar, podría cortar en dos este mundo si se ella misma se lo propusiese. Solo se debe desenfundarse en situaciones de extrema índole y tú me estás forzando a hacerlo—

 

—Cortar el mundo en dos este mundo— Dijo Bard con seriedad —¿Igual que cortabas el salchichón curado en la taberna con ella?— Detrás de Bard se oyeron unas risas de los marineros que trabajaban en la cubierta —¿Tan extrema era esa situación que no podías pedir un simple cuchillo al tabernero?— Las risas se intensificaron enrojeciendo de rabia la cara del enano —Que yo recuerde el mundo no se partió en dos. El salchichón sí, pero dejó impregnado su olor en el arma; olor que llega hasta mi nariz ¿Recordaste limpiarla adecuadamente o esas runas lo van a hacer en tu lugar?— Más risas se oyeron en el barco y el enano se marchó indignado, pero con el pecho bien erguido, ocultando su humillación reflejada en sus ojos bajo el visor de su casco, mientras maldecía al humano en su lengua.

 

—¿Te parece bonito humillar a la raza de los enanos?— Preguntó un enano llamado Argbor apretando su puño, conteniendo su rabia.

 

—Yo no lo llamaría humillar— Respondió Bard tranquilamente.

 

—¿Y cómo llamarías a la atrocidad que acabas de hacer?—

 

—Destacar lo obvio; es la definición perfecta. Tu amigo se humilló el solo—

 

—Aventurero Bard, usted no sabe comportarse. Tu ofensa será castigada como no te lo puedes llegar a imaginar. Los enanos no olvidan, ni nuestros dioses tampoco—

 

—¿Me estás amenazando?— Preguntó Bard perdiendo la paciencia —Eso sí que no lo voy a tolerar— Su brazo derecho tomó forma de cabeza de un dragón —No me tomaría ni un maldito segundo rebanarte la cabeza, como sigas tentando mi paciencia—

 

El enano retrocedió instintivamente, pero siguió encarándole.

 

—Usa ese segundo para pensar en lo que has hecho y pide perdón por tus actos—

 

Antes de que la cosa escalara a mayores, Korba intervino para tranquilizar la situación.

 

—¡Aventureros! Estamos a un solo día de llegar a las costas del norte. Sé que estar en un barco sin hacer nada es agobiante, pero reservad vuestro enojo para enfrentar a los norteños—

 

Su discurso subió la moral de los presentes, distrayéndoles del conflicto, momento que Argbor aprovechó para escapar.

 

Bard deshizo la cabeza de dragón devolviendo su mano a su forma original.

 

—Oye Bard, eso ha sido llamativo— Habló Thax —¿Es mágica tu armadura? No parece metal, el material que la conforma ¿Qué es?—

 

—No estoy de humor ahora, hablamos más tarde—

 

—Venga, dilo ¿Qué te cuesta?—

 

—¡Es de slime! ¿Contento?— Dijo Bard en voz alta, llegando hasta oídos de Korba, quién estaba tumbado sobre el techo del castillo de proa.

 

—¿De slime? ¿De esos bichos gelatinosos? ¿Lo dijes en serio? Vaya mierda que llevas puesto, siento preguntar. Te tomé por aventurero profesional, no por un artista de teatro ambulante— Soltó Thax entre risas antes de irse, en su lugar Coby se acercó a Bard.

 

—¿Era necesario iniciar una pelea? Argbor es un buen tipo, no buscaba pelea—

 

—Coby… te he regalado tu juguete, ve a jugar con él un rato ¿De acuerdo?— Respondió Bard, pero viendo que el niño no entendía estiró la mano al castillo de proa —Por favor—

 

Entendiendo ahora la indirecta, el chico se alejó del aventurero y fue a otra parte del barco, mientras soplaba el silbato, probando qué tan fuerte podía sonar, cosa que molestó a algunos tripulantes.

 

—Coby— Le llamó Faeldor —¿Cómo estás chico?—

 

—Estupendamente. Mira lo que me han regalado— Dijo el chico soplando el silbato con fuerza, haciendo que el elfo casi se desmaye debido al golpe sónico captado por sus sensibles orejas.

 

—Ya… respecto a eso, tengo que advertirte que no te acerques mucho a ese hombre—

 

—¿Por qué? Hablar con él es interesante, y me ha regalado esto— Protestó el niño molesto.

 

—Tranquilo, chico. Yo te lo digo porque estoy preocupado por ti. Dime ¿Alguna vez te he mentido?—

 

—No, nunca. Los elfos son una de las razas más nobles del mundo, aquellos que han visto alzarse las primeras lunas—

 

—Eso es, nosotros nunca mentimos y como nunca mentimos, siempre decimos la verdad, y la verdad es que ese sujeto de la raza de los hombres llamado Bard, es un odiarazas—

 

—Eso no es verdad…—

 

—¿Por qué se lleva bien contigo?— Interrumpió Faeldor acallando la protesta del chico —¿Por qué se lleva bien contigo es una buena persona, es lo ibas a decir?... Dime ¿Qué tenéis ambos él y tú en común? Ambos sois de la misma raza ¿Verdad?— El niño asintió —Y… ¿Le has visto llevarse bien con alguien que no sea de su raza? ¿Se lleva bien con los enanos? No ¿Verdad? Bueno, con ellos no se lleva bien casi nadie… pero ¿Qué me dices de Grudy? ¿Has visto que se porte tan bien con él como contigo? ¿Qué me dices de Kaxir, Frinmur, Halk, Resel? Se llevó tan bien con alguno de ellos. No; ¿Pero con quién se llevó bien? Thax, y él es humano, se hicieron amigos nada más verse—

 

—¿Estás diciéndome que Thax es también un odiarazas?—

 

—No. Él puede ser muchas cosas, pero no es un odirazas. Pero Bard se lleva bien con él y con Korba, Raj, Brikk. Todos humanos, no es coincidencia—

 

—También se lleva bien con Karadoc—

 

—Karadoc se lleva bien con todo el mundo, ese hombre es un amor y un ejemplo perfecto de cómo debería ser raza de los hombres—

 

—Yo quiero ser como Karadoc—

 

—Porque eres un buen niño, no como esos intolerantes que nos discriminan por ser diferentes—

 

—¿Y qué se supone que tengo que hacer?—

 

—Primero deshacerte de ese regalo, segundo no te acerques a él. Puede que sus intenciones hacia ti no sean puras—

 

Coby se estremeció dejando caer el silbato al suelo, pero cuando el elfo se fue, recogió de nuevo el silbato.

 

Tras un tranquilo día y durante la noche, el barco llegó a las costas del norte. Recibido por las gélidas aguas otoñales, el murmullo del oleaje y la oscilación de los árboles, el barco fondeó encallando en la pedregosa costa.

 

Los marineros prendieron antorchas de aceite, iluminando el camino para que los aventureros comenzaran a descargar los carros junto con los animales de tiro. Cuando todos ya estaban en reunidos en suelo firme, surgió la incertidumbre, mientras veían como los barcos eran empujados de nuevo al agua.

 

—Ya hemos llegado hasta aquí ¿Y ahora qué?— Preguntó Bard a Korba.

 

—Debemos ir hasta un enclave llamado Fallgruve que está…— Miró el mapa ayudado de una vela, cuyo portavelas sostenía una pieza redonda de metal pulido que reflejaba el brillo hacia un punto concreto —Por este rumbo— Dijo no muy convencido.

 

En plena oscuridad, bajo las tenues luces de las lunas en conjunto con las antorchas; cansados y somnolientos, el grupo avanzó siguiendo a su líder.

 

Durante la marcha, Bard aprovechó la baja visibilidad, para sacar a su dragón de su bolsa y dejarlo volar en dirección a los bosques, confiando en que su habilidad de esconderse entre los árboles le mantengan vivo.

 

Pronto se vislumbró la luz naranja de las antorchas en un asentamiento. Allá donde convergían pequeños grupos de aventureros que desembarcaron antes.

 

En la plaza de la aldea, los grupos eran recibidos por el propio Karadoc, quien administraba la llegada de su grupo. Paralelamente a la llegada del grupo Wurmskrag, pequeños grupos de aventureros fueron arribando a las costas del norte a escondidas. Esos primeros grupos de asalto se dispersaron por todos los ducados que pudieron. Sus ataques se centraron en aldeas, pueblos y casas señoriales y fortalezas desprotegidas, en ataques dilatados en el tiempo. Ocultaban el botín, pero sin sacarlo del continente, esperaban la llegada de los transportistas, quienes bajo el nombre de comerciantes podrían sacar el pillaje en barcos desde un puerto en condiciones.

 

La nobleza local no se quedó quieta frente al saqueo y buscaron la ayuda de sus superiores, pero al ser ataques tan esporádicos, los Jarls respondían enviándoles pequeños grupos de milicias para reforzar la seguridad, esperando vanamente el regreso de los asaltantes, pero estos nunca atacaban dos veces el mismo sitio.

 

Cuando llegó se acercaba el día de la llegada del convoy, los aventureros, cegados por la avaricia y confiados de la indiferencia que los había mantenido impunes, lanzaron un ataque simultáneo en todas las aldeas indefensas. Aquello llamó la atención de la valquiria Sveta, quien tuvo la desgracia de ser el ducado donde se realizaron más ataques.

 

Ella no se quedó quieta, movilizó a gran parte de su reserva a todos los enclaves afectados. Con ayuda de su escriba y consejero de los rumores empezó a sospechar que los ataques estaban siendo coordinados, pero fue cuando sus espías le confirmaron la llegada de barcos que fondearon en las costas sin llegar a ningún puerto, fue cuando entendió lo que intentaban hacer los aventureros.

 

Movilizó a toda su tropa de su castillo, llevándose también a su amiga y a su hermano, junto con las guarniciones de los castros comunales en su dominio, y les ordenó agruparse en un pueblo escogido estratégicamente, en cuyos alrededores montaron un campamento.

 

Mientras tanto, la caravana de aventureros logró reunirse con los aventureros de asalto. El botín estaba resguardado en un lugar seguro, por lo que el grupo tuvo que volver a dividirse para ir a buscarlo.

 

Los aventureros los llevaron hasta unas casas y cuevas abandonadas, en donde guardaban todo el botín incautado. Mirando el género, Bard observó un detalle insignificante, pero importante y era que no había comida alguna, con excepción de toneles de alcohol. El resto eran baratijas, metales preciosos, reliquias de templos entre otros artículos.

 

—¿Qué diablos es esto?— Preguntó Bard a uno de los aventureros —¿Dónde está la comida?—

 

—Comida… esa parte os corresponde a vosotros— Dijo el aventurero confundido.

 

—¿Cómo que a nosotros? Explícate, no entiendo nada— Reclamó Bard enfadado.

 

—Hemos venido a saquear y hemos conseguido todo esto— Dijo señalando el carro que tenía a su espalda —Nos costó mucho, no solo conseguirlo, sino guardarlo hasta vuestra llegada. Ahora es vuestro turno de sacarnos de aquí, ese era el trato ¿Ahora decís que no tenéis comida? ¿Qué tomadura de pelo es esta?—

 

—Eso mismo quiero saber yo. A mí me han dicho que solo tenía que proteger un carromato y su cargamento, pero ahora dices tu que tenemos que sacaros nosotros a vosotros ¿Eso quiere decir que si entramos en combate no nos ayudaréis?—

 

—Por supuesto que ¡No! Mi grupo y yo vinimos aquí para saquear y arrasar aldeas norteñas, acabamos de destruir un poblado y la pelea contra su guarnición nos dejó exhaustos, ahora ¡Tenéis! Que sacarnos de aquí—

 

—¿Pasa algo?— Preguntó Korba, interviniendo en una discusión cada vez más intensa.

 

—Dice que no hay comida para nosotros— Se quejó el aventurero señalando a Bard.

 

—¿Qué? Claro que tenemos víveres. De aquí hasta nuestro reino, e incluso sobran. No hagas caso a este hombre, solo busca conflicto—

 

Aclarado el malentendido el ánimo de los asaltantes se relajó, pero el de Bard solo empeoró.

 

—¿Podemos hablar un momento? Korba—

 

—Ahora no, Bard—

 

Bard agarró a Korba por su jubón y lo arrastró a la fuerza a unos escasos metros del grupo, ante su atónita mirada; Estampándolo contra la pared, con su antebrazo presionándole el cuello con la suficiente fuerza como para no ahogarlo, pero sí para hacerse sentir incómodo, le encaró con furia.

 

—Ahora sí vamos a hablar. Desenvaina tu espada y estalla tu cabeza… ¿En qué mierda me habéis metido?—

 

—No sé qué hablas— Dijo Korba mientras intentaba apartar el brazo para poder respirar.

 

—Esto no es lo que acordé con Karadoc. Me habéis mentido desde el principio. Aquí no hay víveres, solo baratijas y saqueo—

 

—Lo… que hablaste con Karadoc, puedes discutirlo con él. Nos vamos a encontrar todos en Fallgruve ¿Recuerdas?—

 

—Lo único que recuerdo es que el malnacido cobarde de tu jefe me colocó a las órdenes de un pardillo patético como tú, por si en algún momento me enterase de la verdad. Esto no es ninguna misión de escolta. Aquí no hay nada que escoltar. Esto es una misión de extracción— Apretó el agarre cortándole la respiración al aventurero.

 

—Por favor… suéltame— Suplicó Korba.

 

—¡Suéltalo!— Gritó Grudy enloquecido nada más ver a Bard atacar a su amigo. Corrió como un desquiciado hacia ellos con su porra alzada.

 

Bard tiró a Korba al suelo y agarró la mano del semibestia antes que pudiese golpearle y de un puñetazo lo tumbó en el suelo a un metro de distancia, saltándole un par de escamas de su cara y un diente de su boca. Aquello incitó al grupo a alzarse en armas, mientras los aventureros de asalto miraban confundidos, sin saber qué estaba pasando.

 

—¡Parad todos!— Gritó Korba con voz ronca, levantándose se inmediato colocándose entre el grupo y Bard, a toda prisa —¡No es el momento de pelearnos entre nosotros!— Tomó aire y continuó —Estamos en territorio enemigo ¿Lo recordáis? ¿Es que queréis morir todos?— El grupo bajó sus armas a regañadientes, para tranquilidad de Korba.

 

—Esto no ha terminado. En cuanto regresemos pienso haceros pagar este engaño— Dijo Bard a Korba adelantándole para acercarse al carro.

 

—¿Qué tu nos vas hacernos pagar? Nosotros sí que vamos a ajustar cuentas contigo. Karadoc se enterará de esto— Amenazó Faeldor, pero inmediatamente siendo interceptado por Korba.

 

—No es el momento. Estate quieto ¡Vamos a regresar todos! ¡Poneos en marcha!— Ordenó Korba gritando mientras intentaba dejar clara su autoridad.

 

La carava se puso en marcha de una forma en que los aventureros de asalto marcharían rodeando los carromatos, mientras que los del grupo Wurmskrag cubrían el perímetro.  Esa era la formación estándar que el grupo aplicaba, más al cabo de un rato todo se descontroló. Los aventureros se subían al carromato ralentizándolo, algunos quedaban rezagados hablando entre ellos, divirtiéndose y olvidando que seguían en territorio enemigo. Por su parte, el grupo de Karadoc no era muy diferente, poco después de partir ya habían roto su formación, y se hubieran unido a la celebración, de no ser por Korba, quien supervisaba de vez en cuando. Por su parte Bard rezaba por que el enemigo no les encontrase, pero debido al jaleo que montaban, era solo cuestión de tiempo que les encontraran.

 

Coby, alejándose de su puesto en la retaguardia, se acercó a Bard, quien caminaba a la vanguardia, debatiéndose si debía escapar a la menor señal de ataque, o si debía cumplir su misión para con el gremio, para luego informar a los superiores, delegando en ellos el escarmiento.

 

—¿No deberías estar en tu puesto custodiando ahí atrás?— Preguntó Bard.

 

—Es solo un rato. Quería saber qué pasó entre tú y Korba—

 

—Asuntos personales. Nada que deba preocuparte—

 

—Me preocupo, estás muy raro desde que salimos. Miras a todas partes sin parar ¿Te has vuelto loco?—

 

—Coby… no sé si te habrás dado cuenta, pero seguimos en territorio enemigo en una misión peligrosa para la cual no estáis preparados. Miro a todos lados, porque no conozco esta zona, pero el enemigo sí, y por eso busco indicios de una emboscada—

 

Coby se echó a reír.

 

—Bard, no te preocupes. Si hubiese enemigos cerca lo sabríamos. Los elfos tienen buen oído y los semibestias pueden sentir un humano a mucha distancia, además ¿Has visto la cantidad de guerreros que nos acompañan? No creo que el enemigo del que hablas sea tan tonto como para atacar—

 

—Tus elfos están distraídos divirtiéndose. La mayoría de los guerreros han soltado las armas y ahora son más turistas que otra cosa; y los semibestias están más pendientes de mí que por los alrededores. Sobre todo, ese amigo tuyo, que tiene pinta de querer vengarse—

 

—Eso ¿Por qué pegaste a Grudy? Aunque fue increíble lo lejos que lo lanzaste. Tienes buen brazo ¿Eh?—

 

—Coby vuelve a tu puesto— Ordenó Bard de forma muy autoritaria. 

 

Resignado, el niño se alejó de él, pero solo para ir a hablar con sus amigos.

 

—¿Por qué tan serio Bard?— Preguntó Thax —El niño no pretendía molestarte—

 

—¿Es que soy el único que entiende la gravedad de la situación? ¿Qué pasará si los guerreros del norte nos atacan? ¿Les harás frente tú o lo será el enano con su daga de cocina?—

 

Thíngamir apretó los dientes y alzó la voz.

 

—¡Cierra tu maldita boca! Soy un guerrero enano ¡La ferocidad de los norteños no se compara con la de los enanos!—

 

—Uff Bard, otra vez metiéndote con otras razas. Eso no está bien— Dijo Thax negando con la cabeza mientras chasqueaba la lengua —Eres un caso perdido—

 

—Ya me dijeron que eras un hombre conflictivo ¿Pero no puedes estarte tranquilo un momento?— Preguntó Narcim, un humano de piel morena que estaba en su grupo —Como sigas así, al final vamos a llamar a los chicos y lo vas a pasar mal. Solo te digo eso—

 

Bard respiró hondo mientras intentaba controlar sus emociones.

 

—Amenázame todo lo que quieras, pero como me pongas una mano encima te aseguro que el lo va a pasar mal serás tu y todos tus amigos—

 

—Haz lo que quieras— Respondió Narcim como si con él no fuese la cosa.

 

—Eres tú el único que está amenazando, Bard. Nosotros solo estamos intentando terminar esta misión. Pero si no quieres seguir con esto vete— Ordenó Argbor señalando al bosque con autoridad.

 

—Yo no seré el primero en irme, eso tenlo por seguro, enano— Respondió Bard.

 

—Tranquilízate Bard— Intervino Grog —Tengamos la aventura en paz—

 

—Si queréis que me tranquilice, cerrad la boca— Respondió dándose la vuelta.

 

—¿Ves? Es un odiarazas— Le dijo Faeldor a Coby —Esa gente es de lo peor, lo llevan en su esencia—

 

El niño asintió.

 

—No puedo creer que exista gente así— Dijo Coby con lástima mientras fruncía el ceño.

 

—No te preocupes quédate a nuestro lado. Nosotros te protegeremos y te apoyaremos, no te juntes con esa clase de escoria—

 

—Gracias Faeldor, eres un muy buen amigo—

 

El elfo sonrió acariciando los cabellos revueltos del joven.

 

Aun con el retraso, la caravana logró alcanzar al convoy que iba en cabeza, uniéndose a la fila. Preguntando a los aventureros, se enteró que Karadoc estaba liderando la primera caravana a lomos de un caballo. Bard se dispuso a abandonar su posición para ir a hablar con él, pero entonces, vio por casualidad una sobra moviéndose entre la espesura; seguido, otros arbustos se mecieron sospechosamente, aun sin haber viento. Los animales salvajes, por instinto, se alejaban siempre de los nutridos grupos, por lo que eso solo podía significar una cosa.

 

En un vano intento buscó alertar al grupo, pero una explosión le tomó desprevenido. Aquella procedía de la vanguardia, en donde un desprendimiento de rocas y tierra bloqueó el camino de la avanzada, donde lideraba Karadoc.

 

Una lluvia de flechas y jabalinas, como un chaparrón de verano apareció súbitamente, tomando por sorpresa a muchos de los aventureros; y en un sincronizado movimiento, guerreros ataviados con armaduras de cuero, piel y cota de mallas emergieron de entre las sombras y corrieron ladera abajo mientras gritos de guerra y sonidos de corneta orquestaban su carga.

 

—¡Manteneos juntos!— Exclamó Bard convirtiendo su mano en una cabeza de dragón, desde cuya boca emergió una espada de luz; más su orden fue ignorada completamente.

 

Los aventureros desenvainaron sus armas y se lanzaron desordenadamente contra la carga sin tener en cuenta que la primera oleada se componía de jabalineros, quienes se detuvieron en seco y a la orden de su superior mediante su corneta, lanzaron sus jabalinas deteniendo la contracarga, llevándose la vida de algunos aventureros en el acto. Uno de ellos fue Grudy, quien cargó como un loco contra Bard y fue ensartado en el costado y en el cuello. Aun en sus últimos momentos intentó alcanzar a Bard con su mano, pero se quedó sin fuerzas.

 

Detrás de los jabalineros, los guerreros espadachines pasaron por los huecos dejados en la línea de formación y arrollaron a los aventureros con la furia característica de los norteños.

 

La batalla se volvió sangrienta. Los aventureros resistían como podían, ya no intentando proteger los carromatos, ahora luchaban por su vida. Caían de uno en uno, pero de algún modo lograron resistir creando un frente, hasta que la cosa se puso peor. Otro grupo de guerreros cargó contra ellos por la espalda desatando un caos completo.

 

Leikara cortó la pierna a un guerrero, que cayó al suelo y fue rematado por su espada curvada. Desvió el ataque de un hachero y su espada cortó su armadura. Otro guerrero la agarró por detrás de la cabeza y le cortó el cuello, mientras el hachero le abría el pecho con su arma.

 

Resel, al ver caer a su amada, enloqueció y corrió hacia sus asesinos gritando espada en mano, ignorando todo a su alrededor, recibiendo un golpe de un martillo en el pecho que lo dejó en el suelo, apenas pudiendo respirar. De otro golpe su cabeza estalló en pedazos manchando con sus sesos el suelo.

 

Bard se lanzó al ataque descargando un corte que partió en dos a su enemigo. En aquel golpe descargó toda su furia acumulada. Formó un escudo con su otra mano deteniendo el golpe de otro guerrero, mientras su cabeza se enfriaba. Bajó el escudo partiendo el pie del guerrero, el cual se cayó al suelo gritando de dolo; volteándose para matar al enemigo que se acercaba por la espalda, la espada de un tercer enemigo cortó el aire golpeándole en el hombro.

 

Relja acudió en socorro de Karadoc, quien se defendía a sablazos a lomos de su caballo. Muchos guerreros se interponían en su camino. Sus armaduras aguantaban sus embates y la distancia entre él y su líder aumentaba.

 

Los aventureros de asalto, barajaron dos opciones: soltar las armas y huir, o agarrar las armas y suicidarse. Una dura decisión que fragmentó sus grupos. Apenas un par de ellos decidieron morir luchando. Corrieron a hacer frente al muro de espadas, pasado al lado de Faeldor, quien al principio del ataque retrocedió colocándose detrás de Coby, paralizado por el miedo y cuando vio caer a los aventureros que debía proteger, se escondió debajo del carromato.

 

Narcim perdió un brazo y una espada le atravesó por la espalda. Cerca de él, Thíngamir soltó su hacha impoluta, desenvainó su daga y con un desgarrador grito se abrió el estómago, cayendo al suelo entre gritos de dolor.

 

Grog y Argbor fueron lanzados al suelo con la fuerza de la carga. Al ver como Argbor era decapitado y su sangre chorreaba, decidió ocultarse debajo de unos cadáveres aprovechando el caos de la batalla.

 

Nahakkar agitó su sable curvo, en una danza defensiva que laceraba a los enemigos omnidireccionalmente, manteniéndolos a raya.

 

Algunos aventureros intentaron usar los carromatos como una improvisada defensa, logrando ganar tiempo. No era el caso para lo semibestias, quienes, inundados por sus instintos, se movían frenéticamente atacando hasta el aire. Pronto empezaron a quedarse sin fuerzas, tal fue el caso de Frinmur, que aulló de dolor mientras las espadas enemigas agujereaban su cuerpo.

 

Kaxir saltó a un árbol y desde ahí atacó en picada a los jabalineros, quienes usaban sus armas como si fuesen lanzas. Sus espadas cortas curvas rebanaron cuellos, brazos y piernas, mientras atacaba a todo aquel que se ponía por delante.

 

Karadoc partió la cabeza de un guerrero sin yelmo y ensartó su espada en la parte desprotegida de otro guerrero acorazado. Sus escoltas caían uno a uno desangrados y aullando entre agonía.

 

Bard empezó a acostumbrarse a la situación. Logró usar un carro volcado como pared para dirigir los ataques enemigos hacia un punto, donde podía defenderse con mayor facilidad. Dese ahí tomó impulso y avanzó lateralmente, acabando con todo norteño que se entrometía a su paso intentando llegar a la retaguardia, donde estaba Coby. Sabía que ese niño era carne de espada, pero aguardaba la esperanza de salvarle. En el camino se cruzó con Thorgrarl, un enano muy ocupado perdiendo la vida, parando jabalinas en el pecho y sin posibilidad de caer al suelo debido a que estas actuaron como punto de apoyo, lo cual causaba confusión entre los enemigos, quienes le soltaban alguna descarga con el hacha o le disparaban una flecha, para asegurarse de que estaba muerto.

 

Cuando los primeros aventureros cayeron en la emboscada, Coby empeñado en demostrar su destreza, se lanzó a la carga atacando a la espada del primer enemigo que se cruzó en su camino y como resultado del choque fue arrojado al suelo, cayendo sobre un charco. Totalmente indefenso, e incapaz de entender como había llegado a esa situación, vio expectante, como el arma del enemigo se acercaba peligrosamente hacia él, mas el ataque de Bard llegó para evitar su muerte.

 

 —¡Levántate!— Gritó Bard con autoridad, a lo que el niño finalmente obedeció.

 

—Bard… Faeldor…—

 

—¡Cállate, tenemos que salir de aquí! Abriré una brecha, tu sígueme ¿Queda claro?— Rebanó el torso de un enemigo sin problemas —¡¿Te he preguntado si queda claro?!— A lo que Coby asintió repetidamente —¡Vamos!—

 

Aumentó la intensidad de la espada de energía haciendo que sus golpes derritiesen las armaduras como un cuchillo caliente. La sangre no brotaba de dichas heridas, pues estas quedaban calcinadas. A golpe de espada y escudo avanzó entre los soldados, los aventureros, pisando los cadáveres seguido del chico quien sacudía la espada cortando el aire, como intentando alejar o disuadir a los enemigos. Cerca de ellos, Faeldor, al ver el camino despejado que Bard dejó, no dudó en correr para escapar del lugar.

 

Kaxir fue alcanzado por una jabalina corta en medio de un salto. Cayó justo sobre otra jabalina, la cual le perforó hasta que su cuerpo tocó el suelo partiendo el palo de madera en el proceso. El norteño recuperó su arma ensangrentada y con el filo de la misma, agujereó el cuerpo del semibestia repetidas veces.

 

Halk se transformó en una bestia completa, un ser que recordaba a un lobo bípedo por su pelaje y la forma de su cara. Avanzó desgarrando todo lo que se cruzaba en su camino, pero al mismo tiempo recibiendo ataques por la espalda en forma de cortes de espada, hacha, puñaladas o lanzadas de jabalina. Cedió desangrado y un einherjar le partió la cabeza, alzándola en señal de triunfo, junto con un grito de guerra que elevó la moral de los atacantes.

 

De tantas vueltas, Nahakkar se mareó y perdió las fuerzas, empujó a un norteño al suelo y cuando estaba por atravesarlo con su espada, una mano le agarró la espalda y lo tumbó bocarriba, perdiendo su espada en el proceso. Con un pie sobre su pecho empujándolo contra el suelo, el aventurero intentó apartar al norteño con sus manos moviéndolas de manera frenética en un ataque de histeria, que fue calmado con un hachazo directamente en el cuello.

 

Rodeándole por completo, tras acabar con su última escolta, el caballo de Karadoc fue apuñalado hasta que cayó muerto al suelo. Su jinete fue desmontado a la fuerza, por los mismos norteños que le desarmaron partiéndole un brazo, mientras él forcejeaba intentaba escapar hasta que perdió las fuerzas y desistió aceptando la realidad.

 

La caída de la tarde se cernió sobre aquella espesura, alfombrada por los cuerpos de aventureros y norteños bañados en la sangre, orina y heces mezcladas.

 

Observando el panorama desde lejos, como los norteños victoriosos se hacían con todos los carromatos, Bard y Cobi esperaron hasta que las cosas se tranquilizaran, para poder acercarse. A menudo que se acercaban, se encontraban con supervivientes. Los primeros con los que se encontraron, fueron Muckuntu y seguido de él vino Brikk.

 

—¿Cómo habéis sobrevivido?— Preguntó Coby.

 

—Peleando— Dijo Muckuntu —Me abrí pasó y cuando se acabó la batalla me di cuenta de que estaba lejos del combate—

 

—Tu espada está demasiado limpia, para haber estado luchando— Señaló Bard.

 

—La limpié con la ropa de los enemigos caídos—

 

—¿Y de dónde sacaste el agua o el aceite para limpiarla? ¿La dejaron caer también los enemigos al morir?—

 

—Podría decir lo mismo. Tu armadura está demasiado limpia para haber estado peleando— Reclamó Muckuntu.

 

Bard, molesto sacó un pañuelo blanco y lo pasó por el peto manchando el pañuelo con la sangre a medio secar.

 

—Yo me abrí paso y salvé al niño de paso. Como ves es difícil limpiar la sangre— Dijo guardando su pañuelo, para luego mirar a Brikk.

 

—Salí vivo gracias a mis amigos— Dijo Brikk —Ellos murieron y yo sobreviví. Es todo—

 

Llegando al borde del campo de muertos, se encontrar con Faeldor, Grog y Thax.

 

—Coby, estas vivo— Dijo Faeldor alegremente.

 

—¿Dónde te habías metido?— Preguntó el chico.

 

—La batalla fue intensa, y la lucha me alejó de ti. Me alegro que estés bien ¿Cómo has sobrevivido?—

 

—Me salvó Bard— Señaló al aventurero para desagrado del elfo, quien esperaba que él muriese en batalla.

 

—¿Cómo has sobrevivido, enano?— Preguntó Brikk.

 

Grog negó con la cabeza.

 

—Ha sido un momento intenso. Peleé por mi vida y vi morir a mis hermanos de raza—

 

Bard caminó por la línea de cadáveres. Sabía que, al día siguiente, lo guerreros del norte regresarían para saquear, clasificar y enterrar a sus paisanos, por lo que se apresuró en recorrer la zona mientras buscaba entre los cadáveres.

 

—¿Se puede saber qué buscas?— Una voz familiar le llamó la atención.

 

—Korba, has sobrevivido— Dijo Bard.

 

—No fui el único— Señaló a Raj, quien estaba a su lado.

 

—Suerte supongo, el grupo que sobrevivió está detrás— Señaló Bard con su pulgar.

 

—No le has respondido a su pregunta— Dijo Raj —¿Qué estás buscando?—

 

—A Karadoc. Espero que no esté muerto—

 

—Él estaba en la vanguardia— Dijo Korba —Te ayudaremos a buscar—

 

Los chicos llamaron al grupo y entre todos empezaron a buscar más supervivientes, donde antes fue la vanguardia del convoy. Brikk se percató de que unos cadáveres se estaban zarandeando, por lo que avisó a los chicos para desenterrar a Relja, quien estaba atrapado entre varios cuerpos.

 

—Ocultándote entre cadáveres para salir vivo, que acto más cobarde— Dijo Grog enfurecido —¿Has tomado una buena siesta? La mayoría de los nuestros murieron peleando. Discúlpate con los muertos—

 

—Estaba intentando rescatar a Karadoc— Respondió Relja sacando su espada ensangrentada de la tierra. Pasó un trozo de tela intentando remover la sangre pegada —Se me amontonaron encima de mí y quedé atrapado—

 

—Ya…— Bufó el enano sin créele.

 

—¿Karadoc está vivo?— Preguntó Korba sorprendido.

 

—Se lo llevaron— Respondió Relja.

 

En ese momento un guerrero del norte solitario se lanzó contra ellos mientras gritaba, hasta que un hacha voladora le partió la cabeza.

 

—Tened cuidado, aun quedan algunos rezagados por aquí— Dijo Thax acercándose al grupo —¿Me he perdido algo?—

 

—Vamos a rescatar a Karadoc— Dijo Bard, casi como si fuese una orden.

 

—Ah, está vivo. Es un bastardo con suerte— Dijo Thax —Pero amigo, no sé si te habrás dado cuenta de que no estamos en la mejor de las condiciones. Mira a tu alrededor—

 

—Ellos tampoco. Una batalla como esta pasa factura— Respondió Bard —Ahora mismo deben estar contentos con la victoria. Se han llevado los carromatos y al líder. Lo último que esperarán es un ataque. Nosotros somos diez. Podemos infiltrarnos por la noche sin que nos vean—

 

—Vives en tu mundo de fantasía— Dijo Grog —Entiende en la situación en la que estamos. No podemos hacer nada. Yo quiero salvar a Karadoc, como todos, pero sería un suicidio—

 

—Entramos y nos llevamos a Karadoc. Repito que ellos no se esperan un ataque esta noche. Será rápido. Solo tenemos que ser cautelosos y podremos rescatarle—

 

—Vaya Bard, que sorpresa, conoces muy bien a los norteños— Dijo Thax en un tono sarcástico.

 

—¿Quién te ha nombrado líder?— Preguntó Faeldor molesto —Si vamos a hacer algo, lo decidiremos nosotros—

 

—Es probable que funcione— Dijo Relja.

 

—¿Te Has vuelto loco?— Preguntó Brikk.

 

—He dicho que es probable que funcione— Repitió Relja —Se lo llevaron, así que no lo mataron. Somos pocos y ellos están distraídos, si no… ¿Qué vais a hacer, regresar a los barcos y volver no solo con las manos vacías, sino que encima sin el jefe? El gremio nos expulsará por este fracaso, Wurmskrag será disuelto y todos tendremos que volver a buscarnos la vida malviviendo bajo la sombra de los demás ¿Eso es lo que queréis?—

 

—Si, tienes razón, vamos a rescatarle. Yo estoy contigo— Dijo Raj —Si volvemos, que sea con Karadoc, él siempre se las ingenia para sacarnos de los apuros. Yo no quiero seguir siendo un paria con la cabeza agachada—

 

—Yo tampoco— Dijo el enano, así como el viejo Brikk, el elfo y el niño.

 

Con la moral renovada fueron tras el rastro que dejaron los norteños, hacia su campamento. Esquivando las patrullas que fueron dejadas para buscar y cazar a los supervivientes.

 

El campamento de la valquiria era un emplazamiento provisional. No tenía foso, apenas una empalizada, la cual siquiera contaba con adarve, pues había sido levantada apresuradamente cortando troncos y atándolos, dejando cuatro puertas de acceso, con un par de guardias como vigilantes. No había atalayas, ni puentes y los guardias miraban el horizonte desinteresadamente.

 

Dentro se celebraba todo un festival. Creyendo que todo el grupo de aventureros había sido destruido, con su líder capturado y el saqueo recuperado, los guerreros festejaban su triunfo.

 

Encadenaron a Karadoc a una piedra de altar, en donde le apalizaron hasta hacerle sangrar. Cuando Sveta se presentó en persona, las agresiones cesaron. Los ojos de Karadoc tornaron hacia arriba para encarar a la valquiria, mientras mantenía una mirada estoica.

 

—Así que tú eres el jefe de los bandidos que han estado saqueando mis dominios— Escupió Sveta con desgrado.

 

—¿Dónde están mis hombres?—

 

—Están ahora mismo con vuestros dioses—

 

Karadoc mostró una mueca de lástima, apretando los dientes y frunciendo el ceño, más luego dicha expresión se tornó en una sonrisa.

 

—Una valquiria se dignó a bajar hasta nuestro nivel. Eso demuestra que hicimos un gran trabajo atrayendo la atención de los más grandes de esta tierra. Mis hombres pueden contar en el más allá, que murieron con honor y de paso se llevaron a algunos de los tuyos—

 

Sveta respondió con un puñetazo que le partió de nuevo el labio, a la vez que le aflojó sus molares.

 

—Cuida tu lengua, bandido. Estás en presencia de una valquiria. Aquellos quienes te contrataron para sembrar el caos en mis tierras sentirán mi ira, acabarán como tus hombres. Les mandarás un mensaje de mi parte, que reza lo siguiente: Su fin está próximo—

 

Karadoc escupió un coágulo de sangre que se formó en su garganta al suelo.

 

—Tu ira no nos asusta, y o no temo a la muerte, soy un aventurero. Otros grupos llegarán para saquear y arrasar tus tierras y las de tu malnacido rey, recuerda mis palabras—

 

—Puede que no le temas a la muerte, o a ese dios del trueno del que tanto habláis en el sur, pero temerás el dolor que te vamos a infligir, escupirás todo acerca de esos futuros saqueadores, como la sangre que acabas de escupir al suelo. Recuerda mis palabras— Sveta se dirigió a sus guardias —Cien azotes. Bañad sus heridas con cítrico cuando la sangre coagule. No tengáis prisa— Ordenó.

 

Sveta se marchó dejando a su hermano a cargo de un einherjar, mientras ella junto con Varya salían con sus respectivas escoltas a hacer una patrulla por los alrededores.

 

Sus guerreros obedecieron levantando al apaleado aventurero. Clavaron un gancho en la palma de sus manos y lo elevaron hasta que quedó de puntillas. Con un látigo de cuero bañado en agua lanzaron el primer azote, el cual arrancó un chasquido que resonó en todo el campamento, seguido del grito de dolor de Karadoc.

 

El castigo continuó hasta la noche, en donde hubo que hacer relevos cada cierto número de azotes, para no perder fuerza por el cansancio.

 

En las afueras del campamento, el grupo de supervivientes se acercaba lentamente, escondidos entre los matorrales. Encontraron el campamento ubicado en el meandro de un río y esperaron al cobijo de la oscuridad para acercarse, aprovechando que gran parte del ejercito estaba dispersado buscando supervivientes y que sus comandantes habían alzado el vuelo dejando el lugar sin un líder.

 

Cuando pasó una patrulla enemiga de dos guerreros, Thax salió de su escondite para apuñalar al primero por la espalda, mientras el segundo vigilante cayó al suelo por una flecha clavada en cuello desde el arco de Faeldor. Con los vigilantes muertos, el grupo se reunió cerca de las puertas desprotegidas.

 

—Este campamento es muy grande. Mantengámonos juntos, si por algún casual se da la voz de alarma, podremos sobrevivir si estamos juntos, unidos— Sugirió Bard.

 

—Separémonos, así encontraremos a Karadoc más fácilmente— Ordenó Relja, a lo que sus camaradas estuvieron de acuerdo con su idea y se dividieron por grupos.

 

Bard maldijo en silencio a los sujetos que le tocaron como compañeros y sujetó al chico antes de que se fuera con el grupo del elfo.

 

—Estate quieto, tendrás más probabilidades de sobrevivir conmigo que con ellos— Le dijo al chico y cuando este intentó replicarle, Bard le abofeteó —No me cuestiones y menos ahora, ve delante y no dejes que te vean— a lo que el chico obedeció resignado.

 

El grupo se dispersó inmediatamente tras atravesar la empalizada.

 

Relja, Korba y Raj descubrieron la roca del sacrificio, en donde estaba Karadoc atado. Dicha roca estaba custodiada por tres guardias, dos de los cuales estaban bebiendo tranquilamente mientras el tercero estaba echando una cabezada.

 

Entre los tres decidieron como les atacarían sin que dieran la voz de alarma. Puesto que sabían que ellos todavía no habían sido descubiertos, Korba actuaría se acercaría de señuelo, pero solo cuando Raj se acercara lo suficiente al soldado dormido, mientras Relja se colocaba de modo estratégico para salir y atacar cuando Korba logre asestar el primer golpe.

 

Mientras se posicionaban para lanzar su ataque, Thax se acercó a una tienda desde la cual salió un einherjar para refrescarse limpiándose la cara en un barril de agua que había al lado de la entrada de la tienda. Cuando levantó la cabeza se encontró con la espada de Thax decapitándole sobre el barril.

 

Entrando en aquella tienda se encontró con un niño, quien le miró confundido por no ser el einherjar que salió hace un segundo. Cuando se dio cuenta de que ese hombre no era un amigo intentó escapar, pero Thax le atrapó tapándole la boca. Dedujo que, por la clase de guardián, el tamaño de la tienda y la ostentosa y llamativa ropa del niño, estaba ante alguien importante. Sin perder el tiempo salió de la tienda arrastrando al chico consigo.

 

Muchuntu acuchilló múltiples veces a un guardia tapándole la boca. Brikk hizo un movimiento similar, pero noqueando al enemigo con un cabezazo después de la puñalada.

 

Grog intentó cortar la pierna de un paje con su hacha, dicho paje era un chico de cabellos castaños oscuros que llevaba una garrafa de agua hacia la tienda de su caballero. El chico le lanzó la garrafa de cerámica sobre su cabeza, rompiendo el recibiendo en el proceso, pero mandando al enano al suelo. Agarró el hacha y cuando estaba por rematarle, una flecha de Faeldor le atravesó la nuca. Grog se levantó con el labio roto, agarró el hacha y partió la cabeza del cadáver con furia.

 

Bard y Coby recorrieron con sigilo el campamento buscando a Karadoc. La oscuridad en conjunto con la escasa iluminación de las antorchas y el impedimento de usar magia para iluminar el lugar sin delatarse, dificultaban la búsqueda. Sin embargo, el mayor problema fue no darse cuenta de la impulsividad del chico, quien nada más ver a un norteño salir de una tienda, se abalanzó contra él con su espada en mano y le apuñaló en el estómago cuando el guerrero se volteó al oír sus pisadas.

 

El ataque sorpresa no resultó letal, pero fue sorpresivo tanto para Bard, como para el guerrero, quien de inmediato gritó al oír el grito de ataque del chico. Atrapó la hoja con sus manos desnudas evitando que penetrase más en su cuerpo. Coby intentó apresurarse en matarle, siendo lanzando al suelo de un puñetazo soltando su espada, dejándolo a Bard la tarea de rematar al guerrero, pero ya era tarde. Los gritos del chico, junto con la voz de alarma del guerrero antes de morir alertaron a los vigilantes, quienes esparcieron la señal de alarma, la cual corrió como aceite ardiendo por todo el campamento.

 

La voz de alarma alertó a los guardias que custodiaban a Karadoc, obligando a los aventureros a ajustar sus planes: El guardia dormido se despertó obligando a Raj a adelantarse para abrir su cuello con su espada. Sus gritos llamaron la atención de sus compañeros dificultando el trabajo a Korba, quien quedó en las mismas condiciones que sus objetivos, desenvainando sus espadas al mismo tiempo.

 

Korba se lanzó a acuchillar al guerrero de cabello dorado enfrascándose en un combate a muerte con espadas, el compañero del rubio fue emboscado por Relja, pero bloqueó su ataque con su escudo, siendo asesinado por Raj, quien le cortó el cuello por la espalda. Cuando el rubio guerrero vio que sus compañeros estaban muertos, intentó escapar inútilmente, pues Korba le cortó la pierna para finalmente siendo rematado por Raj, con una estocada en el cuello.

 

Con los vigilantes muertos y a contrarreloj, se acercaron rápidamente a su jefe, quien yacía medio inconsciente en el suelo. Korba despertó a su jefe, Raj y Relja introdujeron una lanza en el anillo clavado en la roca y ejercieron presión entre ambos.

 

—Karadoc, hemos venido a salvarte— Dijo Korba.

 

—… ¿Y el resto del grupo?— Preguntó Karadoc hablando con dificultad.

 

—Solo quedamos nosotros— Respondió Korba —Pero le sacaremos de aquí— Korba sacó su cuchillo y lo introdujo en lo que parecía ser la cerradura de los grilletes y lo movió como intentando forzarlos.

 

Ante la voz de alarma, Grog y Faeldor empezaron a ver con temor, como la actividad el campamento aumentaba. El enano cortó la estaca sobre la cual suspendía una antorcha y la lanzó sobre una de las tiendas.

 

—¿Qué haces?— Preguntó Faeldor.

 

—Causar caos para poder escapar ¿A ti que te parece?—

 

—¿Pero y Karadoc?—

 

—¡Cállate y quema otra tienda, orejas picudas!—

 

Las llamas al contacto con la paja y los matojos secos que cubrían las tiendas para aislarlas del frío de la noche, prendieron rápidamente esparciendo las llamas por todas partes. La hoguera empezó a ganar brillo e intensidad, la cual se pudo ver desde cierta distancia, lo cual alertó a las patrullas, incluida la de Sveta, quien se rezagó en su ronda por un inconveniente.

 

—¡Empuja más fuerte Relja, no tenemos tiempo!— Gritó Raj.

 

La lanza se partió haciendo caer a ambos aventureros al suelo y cuando estuvieron en el suelo, fue cuando vieron una gran sombra alada surcar los cielos.

 

—¡La valquiria ha vuelto, tenemos que irnos!— Gritó Relja incorporándose.

 

—¡Dame un segundo!... ¡Trae un hacha!— Respondió Korba rompiendo la punta de su daga.

 

—¡Idos!— Gritó Karadoc —Yo ya estoy acabado. Me han roto las piernas—

 

—¡No te dejaremos!— Gritó Korba.

 

—Lo que queda de Wurmskrag está bajo tu mano… Relja! Ahora largaos—

 

—Se acabó, tenemos que irnos— Dijo Raj empujando a Korba.

 

Con el caos creado en el campamento, los aventureros se dispersaron como pudieron, escapando del campamento en direcciones diferentes.

 

Bard, junto con Coby agarrado bajo su brazo, escaparon hacia la espesura, ocultándose de las patrullas de jinetes y siguieron avanzando hasta quedar lejos del campamento.

 

—¿A dónde vamos? Tenemos que regresar a rescatar a Karadoc— Preguntó Coby molesto.

 

—Karadoc está muerto— Sentenció Bard —Esto estaba destinado al fracaso desde el principio, debimos huir en vez de arriesgarnos—

 

—No, me niego a creer eso, yo voy a volver— Dijo Coby.

 

—¿Perdiste por completo la cabeza?— Preguntó Bard enfadado —No te vas a acercar siquiera a la empalizada, hay más grupos buscándonos y tu ni siquiera sabes luchar. Entiende en la situación en la que te encuentras—

 

—Yo sé luchar— Replicó el chico.

 

—Ahora vas a decir que tus enemigos no te dejan demostrar tus habilidades ¿No? Siquiera has podido apuñalar a un hombre desarmado y fuiste reducido. Niño despierta no vales para esto— Dijo Bard haciendo énfasis en la palabra desarmado —Y para colmo perdiste tu espada ¿Con qué se supone que vas a luchar?—

 

Coby le miró con el ceño fruncido. Era la primera vez que alguien le soltaba verdades en la cara y no sabía cómo reaccionar ante ello. Empezaba a entender la actitud de sus camaradas hacia ese aventurero.

 

 —Karadoc aún está vivo— Insistió el niño, a lo que Bard se negó a seguir discutiendo y marchó siguiendo su camino —¡¿A dónde vas?!—

 

—A casa, la misión ha fracasado—

 

Viendo a su protector alejarse, Coby le maldijo y siguió sus pasos hasta volver a alcanzarle.

 

Sveta llegó al campamento, nada más desmontar corrió hacia su tienda, en donde había cierta cantidad de guerreros reunidos moviendo un cadáver decapitado. Temiéndose lo peor entró en la tienda y buscó por todas partes, pero la encontró vacía.

 

—¡¿Dónde está?!— Le gritó al grupo —¡¿Alguien ha visto a mi hermano?!—

 

El grupo lo negó, cosa que acrecentó su preocupación. Miró por todas partes. El fuego estaba siendo controlado, hasta Varya estaba prestando su magia para apagarlo. El movimiento frenético se estaba calmando y los responsables lograban proyectar su influencia trayendo orden poco a poco. En ese momento cuando la valquiria se tranquilizó pensando que tal vez su hermano seguía en el campamento. Tomó las riendas y movilizó a todo aquel noble y caballero que se presentaba ante ella.

 

La organización duró hasta que la noche empezaba a desaparecer y hasta ese momento, no hubo rastro de su hermano. Apilaron los cadáveres en una parte alejada del campamento para no despertar epidemias y su cuerpo tampoco se encontraba entre ellos.

 

Desarrollando una imagen mental acerca de lo ocurrido por la noche, basándose en los hechos y las versiones de los vigilantes, Sveta no tardó en darse cuenta de que un grupo de supervivientes fue el que causó ese desmadre. Lo que reconoció, fue haber pasado por algo su osadía para desafiarla en su propio campamento, justo después de la batalla, y había una razón, solo una por las que se arriesgaron tanto.

 

Sveta caminó hasta la roca de sacrificio, en donde encontró a Karadoc muerto. Su cadáver se encontraba con los ojos abiertos y enrojecidos, desde su boca, un líquido, ahora seco mancha su ropa y llegaba hasta el suelo. Su pelo estaba parcialmente cubierto por la ceniza. Su ropa estaba quemada, al igual que su piel, pero superficialmente, pues alguien vertió agua encima apagándolo.

 

—Murió asfixiado por el humo— Dijo Varya mirando al cadáver de cuclillas.

 

—Eso parece— Respondió Sveta dubitativa —Intentaron rescatarle, solo tenían que deshacer el conjuro de la roca y romper los grilletes, pero en vez de eso prendieron fuego al campamento. Esto no tiene sentido y para colmo han secuestrado a mi hermano. Seguramente para hacer un intercambio... Vieron que no lo podían liberar, así raptaron a mi hermano cuando estaba en su tienda, prendieron fuego al campamento y escaparon—

 

—Sabes, esto no tiene ningún sentido— Dijo Varya levantándose.

 

—Nada lo tiene, pero de una cosa estoy segura: No andan lejos— Se dirigió a su maestro del campamento —Manda a todo el mundo en grupos a rastrear los alrededores. Llegad hasta la costa si es necesario, pero encontrad a mi hermano— Agarró un hacha y separó la cabeza de Karadoc de su cuerpo.

 

—A sus órdenes— Dijo el einherjar encargado del campamento movilizando a todo el campamento con sus directrices.

 

Bard y Coby avanzaron por la espesura con cuidado, manteniéndose atentos de las patrullas y de los imprevistos, algo que al chico le disgustaba, pues sentía que se estaban ralentizando. Sin embargo, Bard notó que ahora que estaba desarmado, parecía más obediente.

 

—¿A dónde vamos? Creo que la costa queda en otra dirección—

 

—Estamos dando un rodeo. Los caminos estarán vigilados. Si vamos en dirección opuesta y luego damos un giro iremos más tranquilos— Respondió Bard.

 

—¿Es necesario ir de esta manera? Podríamos ir en línea recta y llegar antes, además nadie nos persigue—

 

—Eso es buena señal, mantengamos de esa manera… Atento—

 

El aventurero alzó la mano e hizo un ademán para que el chico se agachara. Manteniéndose de cuclillas pegados a un árbol oyeron como algo avanzaba en su dirección.

 

Cuando la sombra pasó por delante de ellos sin notar su presencia, Bard se abalanzó por la espalda atrapando el cuello, jalándolo mientras pateaba la pierna del sujeto para facilitar su caída, seguido de la transformación de su armadura para rematarle limpiamente, pero en el último minuto se detuvo.

 

—¿Brikk?— Preguntó Bard al ver mejor al sujeto que había reducido.

 

—Bard…— Dijo el viejo aventurero tomando consciencia mientras Bard le ayudaba a incorporarse —¿Eres tú?... Maldito seas, ¿Qué pretendías hacer, matarme?—

 

—Esa era la idea ¿Estás tu solo?—

 

—Estaba con Muckuntu. Matamos a algunos mientras buscábamos a Karadoc, hasta que nos vimos envueltos en llamas antes de que nos dimos cuenta. Logramos escapar, pero luego nos encontramos con Thax y me separé de Muckuntu y me topé con vosotros ¿Fuisteis quienes incendiasteis el campamento?—

 

—No— Respondió Bard —También nos vimos envueltos y tuvimos que escapar—

 

—Al menos veo que has sobrevivido— Le dijo Brikk a Coby.

 

—Pero perdí mi espada— Se lamentó el chico —Fue un regalo de Karadoc—

 

—Mejor la espada que la vida ¿A dónde estabais yendo?—

 

—A la costa, pero estábamos dando un rodeo— Dijo Coby —¿Nos acompañas?—

 

—Claro. Por cierto, vi a Grog y al elfo escapar de una patrulla— Dijo Brikk.

 

—Vamos tras ellos— Dijo Bard.

 

Corriendo a lo largo del cauce de un ancho riachuelo, Raj, Korba y Relja escapaban desesperadamente. Llevaban escapando desde que salieron del campamento. Se habían desecho de sus armaduras porque el peso les estaba ralentizando, pero sus fuerzas desaparecían a cada paso que daban. Un aleteo sonó por encima de sus cabezas. Descendiendo en picada sobre ellos, la garra del dragón de Varya estampó a Relja contra el suelo.

 

Ral al ver a su camarada en apuros, desenvainó su espada y se lanzó a atacar a la criatura. El dragón le atrapó con su boca y le zarandeó salvajemente de un lado a otro, como si fuese un trozo de lechuga.

 

Intentando mantener la cabeza fuera del agua para no ahogarse, Relja gritó a Korba para que escapara.

 

Korba apretó los dientes y se lanzó a correr hacia los bosques, pero una flecha, proveniente de la ballesta de un einherjar alado de la escolta de Varya, le alcanzó en una pierna, haciéndole caerse al agua.

 

Varya desmontó, mientras el resto de su unidad formaba un perímetro para evitar ataques inesperados. Se acercó con calma al aventurero herido, quien se arrastraba en el agua, incapaz de levantase debido al cansancio y al dolor. Pisándole la herida con su pierna, la valquiria le detuvo.

 

—¿Ibas a alguna parte? Ah, cierto, estabais escapando después de haber secuestrado a un niño y prendido fuego a nuestro campamento— Varya apretó la presión sobre la herida hasta que oyó un crujido —Ay perdona, que torpe soy, te partí la pierna—

 

Korba soltó un gritó de dolor mientras se movía como una anguila intentando zafarse del pisotón. Varya por su parte le agarró la camisa, levantando un poco el torso del aventurero para encararle, mientras mantenía la presión sobre su pierna.

 

—Hablad ¿Dónde habéis escondido al niño? Decídmelo y me mostraré indulgente. Tal vez hasta te ayude a salir de esta con vida—

 

—No sé de cuál niño me habláis, mi señora— Suplicó Korba —Nosotros tres solamente tratábamos de rescatar a Karadoc. Él fue nos sorprendió tanto a nosotros como a vos—

 

—No te creo—

 

—Os digo la verdad… Sobrevivimos a la batalla nueve compañeros… cinco eran de mi raza, había también… un enano, un elfo y… sí, había un niño, pero ese no es el niño que buscáis—

 

—Háblame de ese niño—

 

—Se llama Coby. Hizo misiones con nosotros desde hace… tiempo, no sé contar… es rubio, ojos verdes, tiene pecas en la cara y… no sé qué más—

 

—Está claro que no es a quién busco. Háblame de esos amigos tuyos— Dijo Varya moviendo el pie de la herida.

 

—A dos de ellos los acabas de matar. Otro se llama Thax, un tipo de pelo negro, rizado, tiene una marca de castigo marcada con hierro en el cuello, se lo tapa con un pañuelo amarillo. Otro es Brikk, un anciano, no sé qué hacía yendo de aventuras. Muckuntu, es negro, corre muy deprisa, el elfo Faeldor es rubio, tiene orejas puntiagudas, lleva un arco y el enano es un enano, se llama Grog y es un enano y ya…—

 

—Un grupito muy variopinto, he de reconocer ¿Qué más?—

 

—Nada más… bueno sí, había otro hombre, pero no era de los nuestros. Era un aventurero arrogante que se había unido a nosotros para sacar tajada de la misión. Creo que fue él quien secuestró al niño que buscáis y tal vez fue él quien incendió el campamento—

 

—Seguid hablando, quiero saberlo todo acerca de él. No te guardes nada—

 

—Desde que le conocimos, es un aventurero que siempre estaba discutiendo, entorpeciendo nuestros planes, faltándole el respeto a mis camaradas, un asco de persona. Se llama Bard—

 

Aquel nombre resonó en el cerebro de Varya como una chispa, forzándola a esbozar una sonrisa maliciosa involuntariamente.

 

—…Bard… ¿Hombre alto, musculoso, llevaba puesta una armadura extravagante hecha de slimes?—

 

—Así es. Tal como lo describís, acertasteis hasta en la armadura— Dijo Korba desconcertado —¿Le conocéis? Perdonad mi audacia—

 

—Digamos que… no es asunto vuestro— Dijo Varya soltando al aventurero, quien se sentó en el agua agarrándose la pierna herida, sacándose el virote roto, cuya punta mantuvo disimuladamente oculta en su mano.

 

—Es un malparido, es el culpable de todo. A él es a quién buscáis—

 

—Lo dudo— Dijo Varya rascándose la cabeza —El Bard que yo conozco, no coincide para nada con vuestra descripción. Pero dado que sois una rata tan rastrera que acaba de vender a los pocos amigos, sellando su destino, gratuitamente, no me extrañaría nada que tengáis una opinión negativa de él—

 

—Pero me prometisteis que me dejaríais vivir—

 

—Ahora que me di cuenta de la clase de basura que sois en realidad. Perdonarte la vida, sería igual a darte un arma, voltearme y esperar que no me apuñaléis por la espalda— Varya desenvainando su bracamarte para de dos tajos separar la cabeza de Korba, del resto de su cuerpo —Uff, estoy perdiendo facultades. He de entrenar más ¿No estáis de acuerdo, chicos?—

 

—¿Qué vamos a hacer ahora? Mi señora— Preguntó un einherjar.

 

—Habrá que continuar con la cacería… Dijo que eran nuevo, nosotros hemos acabado con tres de ellos, eso significa que hay otros seis más. No deben estar muy lejos, pero si Bard y es el mismo Bard de quién hablamos, entonces la cosa cambia un poco para peor—

 

—¿Cree que ese Bard fue el que secuestró al señor Sumrak e incendió el campamento? Tal como dijo ese aventurero, que en el abismo descanse—

 

—No, en absoluto... Él no necesitaría recurrir a semejantes trucos; si le hubiese placido habría arrasado él solo el campamento, pero no lo hizo… Quizás sea por ese niño que está con ellos... Él es más de proteger, que de atacar ¿Me entendéis?... Conociéndole, supongo que en no irá al sur, sino que dará un rodeo por el norte esquivando las patrullas que Sveta envió para cortar la huida… Supongo que buscará ir a algún tramo de una costa alejada, donde pueda tomar un barco… ¿Has tomado nota? Informa de todo esto a Sveta—

 

—¿Tan poderoso es ese aventurero?—

 

—Acabó con un einherjar con sus manos desnudas en un combate justo—

 

—Eso he oído, pero si es tan bueno como vos decís ¿Por qué participa en esta contienda? ¿Por qué ayuda a los saqueadores?—

 

—Él también es un aventurero, al fin y al cabo, cumple misiones del gremio, pero de ser así ¿Por qué no actuó durante los saqueos? Lo voy a averiguar de todos modos, personalmente creo que le están engañando… Entonces, si no hay nada más que hablar. Ve con Sveta e infórmale de todo, nosotros iremos en busca de ese grupo— Dijo Varya acercándose a su montura, la cual terminó de despedazar a Raj y ahora estaba olisqueando a Relja, quien murió ahogado —¡A la obra!—

 

En los campos, Muckuntu se encontró con Thax, después de separarse de Brikk. Cuando se enteró del secuestro, estuvo conforme con intercambiar al niño secuestrado por Karadoc y una cantidad exagerada de oro, pero mientras discutían se dieron cuenta de que estaban siendo rodeados por una manada de feroces lobos huargos. Sabiendo que no podían sobrevivir, salieron corriendo, seguidos de cerca por los animales.

 

Muckuntu con su velocidad dejó rápidamente atrás a Thax, quien cargando con Sumrak se estaba ralentizando mucho. En un momento una de sus fuerzas perdió fuerza y ambos cayeron al suelo.

 

—¡Muckuntu, ayuda!— Gritó Thax desesperadamente, a lo que su camarada regresó inmediatamente.

 

—Dame al niño, lo llevaré yo y así podremos escapar juntos— Mintió Muckuntu, pues pensaba usar a Thax como carnada y aprovechar su velocidad superior para escapar.

 

—En seguida— Dijo Thax sacando un cuchillo y cortándole el tendón de la pierna de su compañero.

 

Muchkuntu soltó un grito de dolor mientras caía al suelo, maldijo a su compañero mientras se retorcía.

 

—No te lo tomes personal, amigo, pero mientras te devoran, nosotros podemos escapar. Hasta luego— Dijo Thax levantándose como si nada con el niño en sus brazos y lanzándose a correr con mayor velocidad que antes.

 

Muchkuntu miró desesperadamente como su compañero le traicionaba. Su visión fue cubierta con el pelaje de los caninos que aprovecharon su momento de debilidad para acercarse a él. A pesar de sus gritos, nadie acudió en su ayuda, más un par de buitres y cuervos, quienes actuaron como espectadores. Los animales cenaron a gusto esa noche.

 

El grupo de Bard de encontró Grog y Faeldor, quienes vagaban perdidos, escapando de un par de guerreros del norte, siendo conducidos a un risco en cuyo fondo surcaba un río.

 

Sin perder tiempo Brikk fue a ayudarles seguido de Bard.

 

Emboscaron a la patrulla, siendo Brikk quien cortó la pierna de uno de los guerreros en un ataque sorpresa saliendo detrás de un árbol, mientras Bard partía al otro explorador por la mitad con facilidad. Coby agarró una piedra grande y comenzó a golpear varias veces la cabeza del guerrero caído, pero el casco del explorador amortiguó los golpes y se sacó de encima al chico, solo para perder su cabeza por un hachazo de Brikk.

 

—Golpea más fuerte, chico— Aconsejó Brikk —O agarra una piedra más grande ¿Te encuentras bien?—

 

—Si, no me ha hecho nada— Dijo el chico levantándose del suelo con ayuda del anciano.

 

—Sois vosotros… habéis sobrevivido que alegría ¿Alguna noticia de los demás?— Preguntó Faeldor.

 

—Desde que me separé de Muchkuntu, nada— Dijo Brikk —Luego me encontré con estos dos y aquí estamos… ¿Habéis visto a Relja, Raj o a Korba?—

 

—No. Perdimos de vista a esos tres después de entrar el campamento enemigo, luego alguien provocó un incendio y tuvimos que escapar— Contó Faeldor.

 

 —¿Fuisteis vosotros quienes causasteis el incendio?— Preguntó Bard.

 

—¡¿Qué?! ¡No! ¿Cómo osas inculparnos de semejante obra?— Se quejó el elfo —Es indignante—

 

—Esa es una acusación muy seria, Bard ¿Tienes alguna prueba de ello?— Preguntó Grog.

 

—Solo preguntaba, no había necesidad de comportarse como histéricas— Respondió Bard encogiéndose de hombros.

 

—No hay tiempo para peleas tontas— Dijo Brikk —Hay más patrullas cerca, debemos irnos—

 

—Tienes razón, marchemos al sur directamente, los barcos aún deben rondar la costa— Dijo Faeldor.

 

—Si vais al sur ahora os atraparán, es mejor tomar un desvío— Aconsejó Bard.

 

—Tu opinión no es necesaria, nadie te la ha pedido— Respondió el elfo.

 

—Entonces, ve y muérete, yo voy a dar un rodeo en dirección norte. Vamos Coby—

 

—No… No pienso ir contigo ¡Estoy harto!—

 

—Coby, no es momento para berrinches. Estoy intentando sacarte de aquí con vida—

 

—Bard, deja de forzar al niño, si él quiere venir con nosotros es su decisión y debes respetarla. Vamos, Coby— Dijo el enano.

 

—Entonces será tu fin, si vas con ellos, yo no podré volver a ayudarte ¿Me oyes?—

 

El chico se detuvo y encaró al aventurero con una mirada agresiva.

 

—Sabes qué, Faeldor tenía razón. Eres un odiarazas y un tirano. Desde que hemos desembarcado has estado obligándome a ir contigo y así terminamos. Siempre estás discutiendo, todo debe salir como tú quieres y si no, el resto es el malo y tu eres el bueno. Estoy harto, no quiero saber nada de ti… ¡Arghh!— Gritó el chico de repente, sorprendiendo a sus compañeros.

 

Volteándose lentamente como si fuese un robot, reveló un par de virotes clavados en su espalda.

 

—¡Coby!— Gritó Bard, cuando cayó en consciencia de la situación, pero ya era tarde, el niño al voltearse en dirección a sus atacantes, recibió un hacha en la cara, que partió su cabeza en dos. Su cuerpo se precipitó por el risco estampándose en las rocas del suelo, las cuales comenzaron a teñirse de rojo —Mierda… ¡Corred!— Exclamó Bard golpeando el suelo, levantando una barrera de polvo.

 

—Tenemos que deslizarnos por el risco— Aconsejó Brikk.

 

—¿Te has vuelto loco? Moriremos— Dijo Faeldor.

 

—No hay otra—

 

Brikk empujó al elfo y estuvo dispuesto a hacer lo mismo con el enano, pero este extendió su mano deteniéndole.

 

—Nadie empuja a un enano— Dijo Grog antes de lanzarse por el risco por su cuenta.

 

Brikk estuvo a punto de saltar, pero un virote de ballesta le alcanzó la pierna, lo que le hizo tambalearse, en ello llegó Bard, quien tomó de su brazo y se deslizó por el barranco, mientras virotes volaban por encima de su cabeza.

 

El río se perdía en una espesura en la cual el grupo de aventuró para escapar de la partida de caza de la valquiria. Escondiéndose entre los árboles y matorrales, veían como el dragón de Sveta y su escolta alada, sobrevolaban los bosques, mientras que la infantería peinaba cada tramo estableciendo un perímetro. Así pasaron lentamente las horas.

 

—¿Por qué demonios nos persiguen con tanta insistencia?— Preguntó Brikk mientras Bard le extraía el virote y le vendaba la pierna—¿Si es por quemar su campamento? Ellos masacraron a nuestros amigos, una mínima represalia en respuesta tendría que recibir ¿No?— Bard solo se limitó a proporcionarle primeros auxilios con su magia.

 

—Tienes toda la maldita razón. Nos persiguen porque somos diferentes— Se quejó Faeldor.

 

—Como sea, siento lo de Coby. Era un buen chico— Dijo Brikk.

 

Bard terminó de tratar su pierna.

 

—Si, pero no tenía talento y ahora está muerto. Ahora intenta caminar por tu cuenta—

 

—Si, ya no me duele. Pero me duele oír como hablas de tus compañeros caídos, ese niño llegó a admirarte—

 

—Está muerto, eso es todo. Los humanos normales no reviven… Atentos—

 

Una sombra se movió en bosque, meciendo las hojas a su paso y cuyo ruido alertó al grupo.

 

Posicionándose de manera estratégica para emboscar la amenaza, el ataque fue interrumpido por el elfo, quien decidido gritar un nombre en ese momento.

 

—¡¿Thax eres tú?!—

 

Un segundo de silencio se hizo eterno hasta que la respuesta se hizo presente desde la otra parte.

 

—Soy yo ¿Quién es?—

 

—Faeldor— Respondió el elfo.

 

Desde las sombras de la espesura, la figura de Thax, con un niño en brazos se acercó al grupo. Nada más verlos, el aventurero mostró su característica sonrisa de oreja a oreja.

 

—Hey, estáis vivos, habéis sobrevivido—

 

—Thax ¿Qué llevas encima?— Preguntó Bard.

 

—Yo también me alegro de verte, amigo—

 

—Pues yo no y después de todo lo que pasó no me alegro de nada ¿Quién ese ese niño?—

 

—¿Esto?— Dijo alzando al niño —Es la llave a nuestra prosperidad ¿Nos ponemos cómodos y os lo cuento todo? Tengo un poco de hambre, correr con un niñato en brazos es agotador y no he comido nada desde anoche—

 

—Nos están persiguiendo, por si no te has dado cuenta. No es momento para comer, simplifica tu historia— Dijo Brikk.

 

—Si, ¿A qué te refieres con eso de prosperidad?— Preguntó Faeldor.

 

—Veréis, en el campamento, no logré dar con Karadoc, pero me topé con una tienda lujosa y vi a este niño. Lleva un blasón en su ropa. Es alguien importante, o mejor, pariente de alguien importante. El incendio me sorprendió y tuve que escapar, pero aproveché y lo secuestré por una razón muy clara. Recuperar a Karadocy de paso una regalía en pago por lo de antes—

 

—Así que esa es la razón por la que nos están cazando ¿Te das cuenta de lo has hecho?— Dijo Bard.

 

—¿Propones intercambiar al niño por Karadoc?— Preguntó Brikk interrumpiendo a Bard —Me gusta la idea. Puede ser la solución a nuestros problemas—

 

—¿Se te fue la cabeza, por completo, anciano?— Preguntó Bard asombrado —No vamos a salir vivos de esta—

 

—Cierra la boca Bard— Respondió Brikk —Es nuestra única salida—

 

—No, ese es el problema—

 

—¡¿Y qué propones? ¿Devolver al niño? ¿Y qué se pudra Karadoc?!—

 

—Karadoc está muerto— Soltó Bard provocando una ola de insultos y negación contra su persona.

 

La discusión fue interrumpida cuando Faeldor oyó un aleteo cercano. Pensado que era el dragón de Sveta, sacó una flecha y disparó en dicha dirección, pero no ese no era el dragón de la valquiria, sino el dragoncito de Bard, quien se había posado sobre una de las ramas, cerca del grupo.

 

Cuando Bard se dio cuenta de ello, lanzó un instantáneo conjunto de viento que partió la flecha, haciendo que el dragón saliese volado asustado.

 

—¡¿Qué estás haciendo?!— Le reclamó Faeldor.

 

—Eso te pregunto yo ¿Por qué intentas matar a mi mascota?—

 

—¿Tienes un dragón de mascota?— Preguntó Thax extrañado.

 

—Si, lo llevo conmigo a todas partes ¿Algún problema?—

 

—¿Tienes un dragón de mascota? Un dragón… como las monturas que usan las valquirias— Observó Brikk.

 

—No compares. No tengo nada que ver con las valquirias ni con la gente del norte—

 

—¡Claro, ahora todo tiene sentido!— Dijo Faeldor llamando la atención de los presentes —¿Cómo no me di cuenta antes? Todo salió mal, fue por tu culpa, Bard—

 

—¿De qué estás hablando?— Preguntó Brikk.

 

—Cuando desembarcamos, vi como sacabas algo de tu macuto y lo soltabas en medio de la noche— Contó Faeldor —No vi claramente que era, pero ahora sé que era el dragón. Lo soltaste nada más llegar y después caímos en una emboscada, secuestraron a Karadoc y cuando estábamos por liberarle, alguien causó un incendio que alertó al campamento. Demasiadas coincidencias que entorpecían nuestra misión constantemente ¿No os parece? ¿Y si has usado a ese animal como un animal mensajero?—

 

—Es la mayor estupidez que he oído desde que te conozco y vaya que solo sueltas paridas— Dijo Bard —Creía que los elfos eran una raza inteligente, pero me estás demostrando todo lo contrario—

 

—Ahora insultas a mi raza. Maldito traidor— Dijo Faeldor —Pagarás por tus crímenes—

 

—Escúchame maldito elfo. He luchado a vuestro lado todo este tiempo. Durante la emboscada, en el campamento y hasta ahora mismo— Señaló al aventurero anciano —Brikk, acabo de curarte la pierna y te protegí mientras nos disparaban ¿Acaso un traidor haría algo así?—

 

—Bard cálmate— Dijo Grog.

 

—Cierra tu maldita boca enano ¿Qué tienes tu contra mí? ¿Por qué no mandas tranquilizar a tu amigo elfo? Lleva histérico desde que le conozco—

 

—Porque él no insulta a las demás razas— Respondió Grog —Y sabes más de honor y lealtad que tú—

 

—Tiene razón, Bard. Aquí no discriminamos a nadie, amigo— Dijo Thax —Tranquilízate—

 

—¡Eh!— Gritó Brikk —He avistado enemigos—

 

—Por culpa de los gritos de Bard nos han encontrado— Dijo Faeldor.

 

—Cállate elfo—

 

—¡Ya discutiremos luego! ¡Corred!— Grito Thax.

 

El grupo entero salió corriendo en dirección contraria por donde se estaban acercando los soldados, pero por cada lado aparecían guerreros de la nada obligándolos a cambiar de rumbo hasta que salieron de la espesura a una planicie, un campo de hierbas verdes y amarillas.

 

Desde los grises cielos nublados, un dragón descendió cortándoles el paso. Su jinete, de rojiza cabellera, vestida con un atuendo de pieles, resultó tremendamente familiar para Bard.

 

Detrás de ellos, la escolta aterrizó bloqueándoles cualquier escape, mientras la infantería salía poco a pocos de los bosques a su espalda.

 

—Vaya, vaya. Mira a quién tenemos aquí. Cuanto tiempo sin verte, Bard ¿Me echabas de menos?—

 

—Vesta…—

 

—Llámame Varya— Dijo la valquiria guiñándole el ojo.

 

—Bard… No me digas que conoces a una valquiria— Expresó Brikk expectante mientras sentía como un sudor frio le recorría la calva.

 

—Os lo dije ¡Ves, os lo dije! ¡Conoce a una valquiria! ¡Él es el traidor!— Exclamó Faeldor extasiado —¡Lo supe desde el principio! ¡Tenía razón!—

 

—Maldito seas— Escupió Grog.

 

Bard ya ni se esforzó en responder nada, ahora solo pensaba en como escapar de dicha situación, pero las cosas solo se complicaron, cuando una nueva valquiria desconocida para él aterrizó al lado de su excompañera.

 

Thax se mantuvo calmado todo el tiempo. Dejó al niño de pie sobre el suelo y desenvainó su espada colocándola debajo de la barbilla del chico, mientras que agarraba su cabeza presionándola sobre su estómago.

 

—Tranquilos chico. Nadie nos va a hacer nada. Tenemos al niño—

 

Sveta fulminó al aventurero con la mirada y estaba por dar una orden, pero Varya se adelantó y comenzó a hablar.

 

—Valientes aventureros del sur. Vuestra tenacidad de supervivencia y audacia han logrado captar la atención de dos valquirias. Os felicito por dicha hazaña; lograsteis secuestras a alguien importante para nosotras, pero nosotras también tenemos a alguien importante para vosotros. Os proponemos un intercambio: El niño, por la vida de vuestro general—

 

—¡No es suficiente!— Exclamó Thax —Ustedes recuperaron la mercancía que saqueamos. Este niño vale su peso en oro y mucho más que nuestro general—

 

—¡Queremos ver a Karadoc!— Gritó el elfo.

 

—¡Y un salvoconducto para salir de estas tierras!— Se unió Brikk.

 

—Si preguntáis por vuestro general, lo hemos traído con nosotros, está con la infantería viniendo de camino— Señaló a los guerreros que se acercaban, con un hombre que cojeaba sostenido por dos guerreros, pero desde la distancia se hacía difícil distinguirle y continuó hablando —Además, estamos dispuestas a ofreceros una bolsa de oro en peso de vuestro equipo, para cada uno de ustedes. Una bolsa como esta— La pelirroja sacó de su alforja un saco y lo mostró al grupo —Pero puedo mejorar mi oferta. Si reducís y me entregáis a Bard atado, estoy despuesta a triplicar dicha recompensa. Tendréis un salvoconducto que os permitirá llegar con seguridad hasta nuestras costas, donde uno de vuestros barcos está atracado ¿Qué decís?—

 

Sveta miró a su compañera como si ella hubiese perdido la cabeza, mientras los aventureros veían un rayo de esperanza en dicha oferta como caída del cielo igual que la propia valquiria. Por su parte Bard no daba crédito a lo que estaba oyendo y la rabia acumulada estaba por estallar en su interior.

 

—Es demasiado bueno para ser verdad— Dijo Thax —¿A qué se debe tanta generosidad?—

 

—Como vos bien decís, el niño vale su peso en oro. La palabra de una valquiria equivale a la ley y ante los presentes habéis escuchado mi oferta. No tenéis nada que perder y mucho que ganar ¿Qué decís?—

 

Thax sonrió alejando su espada del infante, para apuntar a Bard con ella. Dando una palmada a la espalda del niño, le dio la señal de ir hacia su hermana.

 

—No es nada personal, Bard. Pero… tú, te lo has ganado amigo, reconócelo, no le caes bien a nadie. Así que… de rodillas—

 

En ese momento, cuando el niño estaba a mitad de camino, la tierra tembló, y un tentáculo gelatinoso emergió del suelo atrapándole, a la vez que le elevaba en el aire.

 

Su repentina aparición captó la atención de todos los presentes, en un descuido de Thax, que permitió a Bard agarrarle de la muñeca que empuñaba su espada; con otra mano, golpeó el antebrazo del Thax obligándole a flexionar su brazo para ensartarle el estómago con su propia espada. Cuando el aventurero se dio cuenta de la herida, una bocanada de sangre chorreó de su boca cuando intentó gritar. Bard empujó la espada hacia arriba, partiendo el cuerpo de Thax en dos verticalmente.

 

El desplome del cadáver, llamó la atención de Varya, mientras el tenáculo lanzó al niño por los aires.

 

Bard, sin moverse de su sitio, tan solo girando su cintura, transformó su brazo en la cabeza de un águila, cuyo pico, salió disparado con una cadena, y atravesó el pecho de Faeldor de lado a lado, rompiéndole su tórax y su columna, expandiéndose en un gancho al final. Cuando la cadena se contrajo arrastró su cuerpo hacia Bard, quien se volvió hacia el grupo transformando su mano en la cabeza de un dragón.

 

Lo último que vio Faeldor en su estupefacción fueron los dientes del dragón ensartándose en su cara, mientras su cabeza era arrancada de su cuerpo junto con la mitad de la columna cercenada.

 

Bard lanzó el cuerpo decapitado del elfo sobre el cadáver de Thax, formando un charco de sangre; elevó su mano atrapando al niño, mientras encaraba a sus compañeros.

 

—¿Qué diablos has hecho Bard?— Preguntó Brikk alarmado.

 

—Lo que debí haber hecho cuando entré a la taberna— Una espada de luz emergió de la cabeza de dragón, vaporizando los restos del elfo —¿Quién mierdas os habéis creído que sois para intentar venderme? Malditos desgraciados—

 

—Monstruo asesino— Dijo Brikk con repulsión, mientras apuntaba hacia él su espada, confiando en que los guerreros del norte ahora acudirían en su ayuda.

 

—Asesino ¿Eh? Si… Soy el treceavo esminets, asesino inmisericordemente a toda la escoria que hay a mi paso—

 

En un rápido movimiento casi imperceptible al ojo humano, apareció al lado de Grog cercenándole las manos y las rodillas, para luego caer sobre Brikk desintegrándole lentamente, primero quemó su piel, luego su carne y cuando finalmente quedaron sus huesos, estos se volvieron polvo. Todo, con el poder de su espada de luz.

 

El enano miró con temor los muñones que tenía como manos y luego miró a su agresor, quien terminaba de rematar al último amigo que le quedaba.

 

—Espera Bard, no lo entiendes… si te entregas, mi dinero…—

 

Sin prestar atención a sus palabras, pisó y aplastó como una prensa la cabeza del enano, partiéndole hasta el casco y desperdigando sus sesos por la hierba, en un acto tan grotesco que hasta Sveta apartó la mirada.

 

Una vez muertos todos sus compañeros, Bard dirigió su mirada tanto a las valquirias, como a los soldados que le rodeaban. Pudo oír aplausos provenientes de Varya, quien parecía disfrutar del espectáculo.

 

—¿Y ahora qué he de hacer?— Preguntó Bard mirando a su excompañera —¿Devuelvo a al niño? O mejor os mato a todos aquí y ahora ¿Qué decís?—


—¿Tu qué quieres hacer?— Preguntó Varya antes de que su amiga hiciese algo.

 

—¿Personalmente?... Quiero mataros a todos, arrasar con todo este maldito ducado y regresar a mi finca— Palabras que molestaron profundamente a Sveta.

 

—¿Acaso crees que podrías tu solo enfrentarte a todo mi reino? ¿Tan descarada es tu altanería? Tengo bajo mi mando criaturas y guerreros, que por muy talentoso seas con tus artes, acabarán contigo—

 

—Para tu información, no es la primera vez que me enfrento al mundo ¿Acaso crees que tengo miedo a la muerte? Para mí, la muerte no es el final de nada. Pero el caso de que esta se produzca, ten por seguro que aniquilaría tu reino entero—

 

Sveta quedó desconcertada. Era la primera vez que alguien la amenazaba con su propia muerte. No entendía a qué se estaba refiriendo, pues a sus ojos él no era una figura importante que inspiraría a otros a buscar venganza, tampoco le respaldaba nadie, solo era un aventurero de una banda de maleantes. Pero por un momento esa situación le recordó a lo sucedido en el asedio de Portobriga, y eso le escamaba. Miró de reojo a su amiga, la cual se veía demasiado tranquila y hasta alegre, lo que llevó a la valquiria a sospechar del grado de implicación de su amiga en todo esto.

 

—Bard, me hago una idea de lo que debiste haber pasado. Pero date cuenta, nosotros no somos tus enemigos. Tus enemigos yacen muertos y tú mismo los has erradicado, así que ¿Por qué no nos devuelves al niño y arreglamos las cosas de manera más civilizada?— Sugirió Varya extendiendo su mano.

 

—¿Bromeas? Este niño ahora es mi seguro de vida. En cuando lo suelte ordenarás a tus lacayos que me atrapen. Pero te digo esto: será vuestro final. No pienso trabajar para ti—

 

La sonrisa de Varya se deshizo, tomando una expresión más seria.

 

—Entonces especifica tus demandas. Podemos llegar a un acuerdo—

 

Bard miró a su alrededor, las caras de los guerreros; la angustia, impaciencia, furia, preocupación expresada por sus ojos. El miedo del niño que cargaba en brazos, atado con su tentáculo de gel ¿Merecían morir esas personas, quienes solo defendían su hogar, por un saqueo orquestado por su propia gente? La culpa y la ira entremezcladas influían le dividían como bien y el mal. Tal como decía la valquiria, los aventureros que causaron esa situación ya estaban muertos.

 

—Dijiste que había un barco esperando ir al continente sur. Desmontad de esas bestias y mostradme el camino. Este niño será mi salvoconducto, hasta que lleguemos a la playa. Esas son mis exigencias—

 

Varya miró a su amiga.

 

—Tú tienes la última palabra—

 

Sveta arqueó una ceja con incredulidad y luego volvió su atención al aventurero.

 

—¿Cómo sé que serás fiel a tu palabra y me devolverás a mi hermano cuando te hayamos mostrado el camino a la playa?—

 

—No. Tú me conducirás a la playa a pie y ahí yo te entregaré a tu hermano, tomaré un barco y regresaré a mi casa, y durante el transcurso del viaje tu escolta no osará atacarme a traición, ni se acercará a mí. Si cumplís esas condiciones, yo cumpliré las vuestras— Corrigió Bard para desagrado de la valquiria, la cual desmontó a regañadientes en un gesto de confianza, seguida de Varya y luego todo su séquito empezando por el portaestandarte.

 

Después de que Sveta organizara a la escolta encargada de la custodia de sus monturas y después de enviar a la infantería al campamento, el portaestandarte inició la marcha seguido por Bard y las valquirias detrás de él y el resto de la escolta marcando un perímetro a su alrededor.

 

Caía el mediodía, cuando el grupo avanzaba a paso lento por los senderos entre los bosques.

 

—Dime ¿Aun sigues con esa granja tuya?— Preguntó Varya despreocupadamente, a lo que Bard asintió —¿Y qué has plantado últimamente? Porque recuerdo que me contaste, que sembrabas también en la época gélida—

 

—Verduras de hojas, lechugas, espinacas y cosas así—

 

—¿Trajiste a tu dragoncito a esta aventura?—

 

—Si, nunca se separa de mí. Ahora estará por ahí volando, quizás te reconozca; por cierto… Varya. Tienes una bonita cara, después de la última vez que te vi—

 

—Ah, te gusta mi cara— Dijo la pelirroja esbozando una sonrisa picarona —No sería una buena valquiria guerrera, si no pudiese atajar algunos golpes. Pero nada que perdonar, agua pasada, ya me entiendes…—

 

—¿Creéis que es momento de poneros a coquetear?— Intervino Sveta molesta.

 

 —No estamos coqueteando— Dijo Varya desviando la mirada —Si te preocupas por tu hermano, él ahora mismo está más seguro en las manos de Bard, él nunca le haría daño ¿Verdad?—

 

—Eso depende de cómo se comporte— Dijo Bard mirando a Sveta —He estado pensando: ¿Cómo llegamos a esto? ¿Por qué el gremio solicitó una misión como esta? El saqueo de ruinas es una cosa, pero hay algo que se me escapa—

 

—El gremio de aventureros es una organización corrupta. Solo sirve para crear bandidos y forajidos— Contó Sveta —Por ello, nuestro rey la ilegalizó, expropió sus riquezas y ejecutó a los que negaron a abandonar esa vida. Supongo que ellos, bajo la premisa de que era una venganza por nuestra campaña, decidieron tomar represalias ¿Qué te prometieron que encontrarías aquí, oro, mujeres, riquezas varias?—

 

—No, me dijeron algo completamente diferente. Y yo me lo creí… Supongo que por muy precavido que seas, al final te la terminarán colando—

 

—Por cierto, antes de acabar con esos aventureros, dijiste algo que no llegué a entender ¿Cómo era esa palabra?— Preguntó Sveta.

 

—¿Cual?— Preguntó Varya.

 

—Esa… esm… ¿Cómo lo has dicho?—

 

—¿Esminets? Es una palabra que Bard suele decir de vez en cuando. Ya te lo dije, él a veces se inventa palabras raras. No significa nada— Dijo Varya con molestia —No le prestes mucha atención a esas cosas—

 

—Pero no es la primera vez que he oído esa palabra… esminets ¿Así, lo he pronunciado bien? Cuat… cuart esminets—

 

Bard se detuvo de golpe.

 

—¿Cuarto esminets? ¿Manis?— Preguntó con seriedad, pero ocultando su sorpresa —¿Dónde has oído ese nombre?—

 

—Bueno, hay leyendas continuas de él. Aunque no recuerdo haber dicho el nombre de ese dios del trueno ¿Acaso tienes algo que ver con él?—

 

Bard guardó silencio al darse cuenta de que se había delatado el solo. Muchas cosas empezaron a pasar por su cabeza sin que pudiese tener control sobre su cerebro y ante la insistencia de la valquiria, habló:

 

—Yo dije treceavo esminets, no cuarto esminets. Son conceptos diferentes, no tengo nada que ver con Manis. Pero de todas maneras olvídalo, es algo que para ti no significa nada. Y no tienes nada de lo que preocuparte—

 

—Perdona, vas a decirme a mí qué es lo que debe o no preocuparme— Reclamó Sveta.

 

—Si, porque te estas metiendo en algo nada que ver contigo—

 

—Pero sí tienes que ver contigo ¿Cuál es tu relación con el dios del trueno?—

 

—Ahora mismo no tengo relación alguna con él—

 

—¿Y en el pasado qué?—

 

—Lo que pasó en el pasado es cosa mía y se quedó en el pasado. Yo no sabía de Manis, hasta que lo mencionaste—

 

—Te estas contradiciendo— Observó Varya.

 

—Mira, vamos a dejar de hablar de este tema ¿Vale? ¿Falta mucho para llegar al mar?—

 

—No señor, estamos a dos campos de cebada de llegar, de hecho, ya se puede vislumbrar agua en el horizonte— Comunicó el portaestandarte.

 

Siguiendo su orientación Barch echó su mirada al horizonte, colocándose su casco, el cual contenía restos de slimes transparentes que funcionaban como telescopio y con ello vislumbrando la orilla del mar.

 

—Otra cosa ¿Qué pasó con Karadoc? ¿Sigue vivo?—

 

—Ese aventurero siempre estuvo con nosotros— Dijo Varya alzando la bolsa que llevó en sus manos todo el tiempo.

 

Bard, cumplió su promesa, entregando al niño con una sola mano a su hermana, mientras con la otra, agarraba la bolsa con la cabeza de Karadoc. Tras revisarla para asegurarse, se despidió cordialmente de las valquirias y partió hacia la costa, para desagrado de su excompañera, quien insistió en que se quedara, hasta que Sveta se la llevó consigo.

 

Tras separarse de las valquirias, estas se fueron por su cuenta cuando Bard llegó a un pueblo pesquero, en donde había un barco atracado cerca del mismo. Recogió a su dragón y lo metió de nuevo en su mochila.

 

Cuando se encontró con los marineros, les mostró su insignia de aventurero y con ello embarcó en el navío. Ahí se encontró con el capitán, quien estaba supervisando la administración de provisiones que estaban recibiendo por medio de botes. Era un hombre que a primera vista no se distinguía de cualquier marinero, a excepción de un pañuelo verde atado a su brazo y al verle, se acercó para hablar con él.

 

—Al fin un aventurero. Hemos estado aquí durante cinco días, pero ningún otro aventurero ha llegado y en dos lunas vamos a partir— Dijo el capitán —¿Podrías contarme qué fue lo que pasó?—

 

—Los norteños controlan las costas, yo logré venir, pero el resto de mis compañeros no tuvieron la misma suerte—

 

—Misión fallida entonces—

 

—Si, misión fallida—

 

El capitán se dirigió a su tripulación a quienes narró sus nuevas órdenes.

 

—Los norteños ahora están peinando las costas. Eso es un problema, por lo que partimos enseguida. Si nos han descubierto, rezad a los dioses del océano para que las valquirias no nos devoren vivos—

 

Los últimos botes de provisiones fueron llevados al barco y metidos en la despensa; los botes subidos al caso del barco y al levar el ancla, desplegar las dos velas y sacar los remos, el barco empezó su marcha hacia el sur.

 

Al iniciar el viaje, una tormenta eléctrica les alcanzó. Bajo el cielo oscuro de la noche, los relámpagos iluminaban el paisaje desde las nubes. Los marineros de la cubierta, o se escondían en las casetas del castillo de popa, o bajo los propios botes. A gritos del oficial a bordo, recogían las velas que desplegaron horas atrás, mientras los esclavos continuaron remando, marcando el rumbo del barco.

 

Por su parte Bard mordisqueaba sus raciones sentado en cubierta. Su mente divagaba por muchas, después de la discusión que tuvo con las valquirias y apenas estaba prestando atención al clima, lo que a los ojos de algunos marineros parecía que se había vuelto loco, mientras otros admiraban su valentía, cosa que motivó a que el capitán se acercara.

 

—Un poco peligroso estar sentado aquí bajo esta tormenta—

 

—Mientras no tengas nada metálico, los rayos no te alcanzarán— Respondió Bard.

 

Al ver que el aventurero hablaba en serio, capitán se sacó rápidamente sus collares de metal y su espada las tiró bajo el techo del casco de popa, y luego se sentó a su lado.

 

—No hay lluvia, pero hay rayos. A veces los dioses nos muestran espectáculos como estos, para que los meros mortales no nos olvidemos de su increíble poder, y conozcamos el lugar al que pertenecemos—

 

—Ya—

 

—Los rayos se agitan con furia ¿Crees que el dios del trueno está peleando contra alguien?—

 

—¿Por qué lo llaman dios del trueno?—

 

—Porque solo ataca cuando hay tormenta, y cuando ataca, sus golpes se oyen como el trueno mismo. Todo aquel que se enfrenta a él conoce la muerte y aquí lo tenemos, en frente de nosotros luciéndose—

 

Bard sabía que esa tormenta no era Manis, solo se limitó a asentir, pues no se sentía con fuerza para iniciar una discusión.

 

 —He visto que los remeros siguen con su trabajo ¿Cómo mantenéis el rumbo?— Preguntó Bard buscando distraerse.

 

—Hemos recorrido estas aguas en infinidad de ocasiones. Navegar es muy sencillo, si viras a un lado, vira al contrario para ir recto, y aunque las olas nos intenten volcar, bastará con evitarlas—

 

Bajo el mando del capitán, el barco salió de la tormenta, justo a tiempo para ver el amanecer de un nuevo día. Bard aprovechó la calma para dormir un poco y cuando los marineros le despertaron, el barco ya había llegado a una aldea pesquera. No era la que estaba al lado de Portobriga, sino una que este, pues Sveta puso en alerta a la marina de su ciudad para que interceptara todo barco pirata que intentara atracar por los alrededores. Con esa táctica, consiguió recuperar el botín que los aventureros lograron enviar al sur a costa de sus vidas.

 

Bard agradeció el viaje y desembarcó, liberando a su dragón, nada más llegar a la orilla.

 

Su primera parada era la oficina del gremio de aventureros, en donde el director de la misma lo había recibido. Era el mismo sujeto quien le asignó cazar a Morthrandir.

 

—Repítemelo ¿Cómo fue la aventura en el norte?— Preguntó preocupado, mientras se servía una taza de vino.

 

—Un completo y absoluto fracaso—

 

—¿Y volviste tu solo? ¿Qué pasó con el destacamento de los aventureros de asalto?—

 

En respuesta Bard colocó la bolsa sobre la mesa redonda. Cuando el director miró el interior mostró un gesto de indiferencia y luego formó una sonrisa.

 

—Así que están muertos… La facción Wurmskrag fue una organización putamente terrible y me alegro que estén todos muertos. Esa asquerosa aglomeración multiétnica de fracasados solo provocaban conflictos allá donde iban. Y encima, por algún motivo se creían superiores e intocables. Todos recordamos como varios de sus miembros, robaron un tonel de vino de una de nuestras bodegas, durante una celebración. Que se pudran y su carne corrompa las tierras del norte, y que desaten una plaga sobre su asqueroso rey— Tomó un largo trago para aclararse la garganta.

 

—Si sabía que eran tan terribles ¿Por qué me recomendó a Karadoc?—

 

—Pensaba que lograrías enderezar a esos idiotas. Después de todo tu fama de educar buenos equipos te precede. En caso contrario, acabarías con todos ellos y unos idiotas menos. Después de todo eran insoportables—

 

—Si querías que educara a esos desgraciados ¿Por qué me engañaste?— El director le miró sin entender —Karadoc me dijo que buscaba mis habilidades para recuperar la comida, pero solo era una venganza porque cerraron una de vuestras sucursales ¿Qué fue lo que le sugeriste a Karadoc cuando le hablaste de mí?—

 

—Recuperar comida… ¿Acaso tú, quien cultiva en una granja no entendiste el engaño? La comida no se puede transportar en largos viajes—

 

Bard se sintió como un estúpido. En su mundo anterior se podía perfectamente llevar comida al otro lado del mundo y esta estaría en perfecto estado. Pero en este nuevo mundo, carente de esas técnicas de conservación, era obvio que el aventurero se estaba riéndose en su cara cuando fue a su casa. Mirándolo en retrospectiva la cosa se ponía peor y ahora deseaba que el aventurero estuviese vivo para poder matarlo él mismo con sus manos y luego flagelarse por ser tan idiota.

 

—Mira, sabes qué… No voy a criticar el saqueo, ni que el gremio hace tratos con gente a la que después manda cazar, porque la otra parte también son culpables de lo mismo. Pero yo ya he tenido suficiente de esto. He fracasado en esta misión y supongo que me bajarás de rango de nuevo. Ten— Se sacó la insignia y la colocó junto a la bolsa sobre la mesa —Os habéis reído demasiado de mí. Dejo esto—

 

—Espera, Bard— Le llamó el director soltando su jarra, pero Bard salió por la puerta de su despacho, el cual también era su dormitorio y luego, al salir del gremio, se fue directamente a casa.

 

Cuando llegó a su granja, fue recibido alegremente por algunos de los aldeanos, entre los cuales había ganaderos y molineros, gente que subsistía de él. Y por primera vez en semanas esbozó una sonrisa de alegría.

 

Al día siguiente, mientras trabajaba retirando las malas hierbas y los insectos devoradores de plantas, que cayeron en sus trampas y alimentaba a su mascota con ellos, oyó un trueno. Alzando la vista, vio nubarrones grises que amenazaban con llover y recordó a cierta persona.

 

—Así que Manis también vino a este mundo— Le dijo a su dragoncito el cual devoraba los insectos calcinados, pero sin apartar la mirada de él —Debería sorprenderme, pero en realidad no me extraña, ese proyecto del doctor Anneryth funcionó, pero no del modo que él esperaba y tampoco me extraña que haya más esminets rondando por ahí ¿Pero por qué consideran a Manis dios del trueno? Cierto que él era un maestro artes marciales y de vez en cuando hacía exposición de sus habilidades, a pesar de su avanzada edad. Recuerdo que tenía algo que llamaba… puño sónico, o ultrapuño un nombre cursi de esos, pero podía romper la barrera del sonido. Tiene su truco, pero sacrificas la mano en el proceso. Es eso, o logró crear armas modernas. Aunque lo dudo, porque el nivel de metalurgia de este mundo es un chiste en comparación… En todo caso, no quiero verle. Si tal como se oyen los rumores, está metido en algo peligroso y si me encuentro con él, me salpicarán los problemas y lo último que quiero, son problemas. Además, él ahora está en el este, mejor para mí. Algún día te hablaré acerca ellos, pero será en otro momento, ahora hay alguien llamando a mi puerta—


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