Capitulo 15:
Buenas intenciones
La mañana había empezado con una
densa niebla que inundaba los valles entre las montañas, seguida por una
corriente de frío otoñal que deshojaba las últimas hojas de los árboles. Para
los lugareños aquello marcaba el final de la temporada de la cosecha y daba
inicio a la temporada gélida.
Habiéndose levantado antes de que
saliera el sol, Bard revisaba las fronteras de su granja con una antorcha de
luz prendida por su propia magia, después de haber llenado los comederos para
las pocas gallinas que le quedaban.
Su aventura para cazar al malvado
mago Morthrandir había resultado en fracaso, y nada más volver, se enteró de
que el pueblo cercano sufrió un saqueo por parte de unos bandidos mercenarios,
contratados por el noble local, quien había sido llamado a las armas por su
señor. Los bandidos se tomaron sus libertades para aprovisionarse a costa de
los alimentos que la gente recolectó y guardó en el granero.
Mataron a la milicia que lo
custodiaba y se llevaron gran parte de los víveres a su campamento.
Los pueblerinos no se tomaron bien esa
distribución de la riqueza forzada que les obligaba a pasar hambre justo en la
temporada más dura de todas, por lo que se reunieron a una asamblea y
protestaron a su señor local denunciando su situación precaria.
Por su parte, los mercenarios
amenazaron al noble con cancelar su contrato si les obligaba a devolver el
pillaje.
El noble local tomó la decisión de
castigar al pueblo por su levantamiento, ordenando a su ejército de mercenarios
quemar las casas y eliminar a los portavoces de la revuelta.
Los pueblerinos se quedaron no solo
sin comida, sino que también sin casas para resguardarse del frío.
Resentidos y decepcionados iniciaron
la reconstrucción de sus casas, otros en cambio decidieron migrar a otro lugar,
buscando refugio con los parientes.
Bard se encontraba preocupado, pues
ahora él era uno de los pocos que tenía comida suficiente para pasar el
invierno.
Esa situación era mucho más común de
lo que aparentaba. Los nobles y caballeros no se contenían al sofocar revueltas,
buscaban cabecillas en conjunto con sus socios, los juzgaban y los ejecutaban
de diferentes formas, dependía de los gustos del regente, a algunos les gustaba
empalar, a otros incinerar, colgar, ahogar, o meterlos en jaulas estrechas
donde morían de hambre entre incomodidad y sufrimiento. Los plebeyos aprendían
a no rebelarse contra sus señores, pero siempre buscan culpables entre ellos. La
ira sin aplacar se dirigía contra los vecinos causando caos en las aldeas. Una
verdadera jerarquía de castigo.
Bard montó un puesto avanzado de
comida en esas mismas aldeas afectadas y vendió su excedente a bajo precio;
ayudó reparando las casas dañadas, esperando con ello calmar el ánimo de los
pueblerinos y cortar esa ola de venganza expansiva, pero aquello solo era solo
un parche intentando cerrar una hemorragia.
Notó que su dragoncito le seguía como
un perro, parando cada cierto rato, solo para volver a seguirle.
—Últimamente te despiertas muy
temprano. Todavía no es hora de desayunar. Cuando termine de revisar la barrera
comeremos algo ¿De acuerdo?— Bard soltó un suspiro —Esta situación es
desesperante y trae recuerdos amargos. Da igual en qué mundo vivas. Los problemas
siempre serán los mismos. Quizás debería hacer algo. Puedo ir a hablar con el
señor de estas tierras, pero no va a atender a razones. No acabó bien para los
representantes de la asamblea y tampoco acabaría bien para mí, ya que la
influencia de los mercenarios es demasiada sobre él. Tiene que mantener
contentos a sus amos para mantener su posición. Sabes podría ir y acabar con
todos ellos, matar al noble, matar a los mercenarios y devolver la comida
saqueada al pueblo. Suena bien… ¿A qué sonó como un guion de una película de
Hollywood? ¿Te he hablado de Hollywood alguna vez? Me encantan sus películas. Sabes…
hubo una época en la que su corrupción casi lo hunde; la cosa tomó un giro
interesante, cuando se formó la república democrática de California y… como me
gustaría volver a ir al cine ¿Sigues aquí? No te preocupes, solo estaba divagando…
hoy estoy extrañamente nostálgico— Acarició la cabeza de su animal —Venga,
volvamos a casa, aquí todo parece estar en orden—
Los rayos de luz solar empezaron a
asomarse desde los picos nevados del horizonte. Las flores empezaron a abrirse
y el rocío empezó a evaporarse densificando la niebla nocturna. Los graznidos
de los pájaros y el cacareo del gallo empezaron a resonar por el lugar.
Bard lanzó una esfera de energía al
techo iluminando toda la sala de estar. Añadió leña a la chimenea, calentando
de paso la encimera donde colocó una sartén, una tetera con agua. Se lavó las
manos en lo que tardaban en calentarse los recipientes.
Cuando el agua de la tetera rompió a
hervir, la sacó del fuego y vertió en ella un puñado de agujas de pino y la
dejó sobre una tabla en la mesa, para que agarrara sabor.
Acercó un bol con cuatro huevos y los
empezó a romper uno tras otro; mezclándolos con algo de leche y los batió hasta
lograr una textura uniforme, luego bañó un par de sándwiches cuadrados de pan,
rellenos de queso, ajo y una salsa de mostaza y mayonesa. Lamentaba no tener
jamón york, pero la carne, ya sea de cerdo, ternero, oveja, grifos, mantícoras,
o casi cualquier animal que pueda ser criado, era alimento para la clase noble
y en menor medida, sus ejércitos y la carne de caza era exclusiva. En épocas de
guerras, la reservaban para sus campañas por lo que escaseaba, por lo que tenía
que apañárselas sin ella.
Colocó un poco de mantequilla sobre
la sartén y frio los sándwiches uno a uno, colocándolos sobre una tabla de
madera a modo de plato. No desperdició los huevos batidos, agregó a ellos
verduras cortadas y los vertió sobre la misma sartén con algo de queso, creando
una tortilla de verduras con queso.
Agarró un bocadillo, lo cortó en
diagonal, probó la mitad mientras estaba caliente y la otra la dio a su
mascota.
—¿Sabes? Hay una cosa curiosa de la
que me he dado cuenta. Los dragones sois omnívoros, pero al igual que los
humanos necesitáis comer comida cocinada, quizás por eso podáis escupir fuego,
quemáis a vuestras presas antes de comerlas. Curioso. Por cierto, esto me ha
quedado crujiente, con jamón estaría mejor—
Colocó de nuevo la tetera sobre el
fuego y cuando el agua rompió a hervir, vertió el té al interior de un vaso. La
tetera contaba con una rejilla en su interior para filtrar las impurezas.
Dio un trago a su té, asintió con la
cabeza y luego agregó una cucharada de miel, porque beber esa agua con sabor
era vomitivo. Tras otro trago, asintió de nuevo, esta vez con una sonrisa llena
de satisfacción, vació la tetera entera sobre el fregadero y decidió preparar
otra cosa para beber, para entonces alguien llamó a la puerta.
—¿Esperabas visitas?— Preguntó a su
dragón, el cual negó con la cabeza, como si le entendiera —Yo tampoco— Activó
su armadura poniéndola en modo de alerta —¡Ahora abro!—
Al otro lado de la puerta, un
aventurero fornido, casi tan alto como él, ataviado de una chaqueta de cuero que
no servía de armadura y pantalones de lana con cintos, pero sin armas; tenía
grabados tatuajes sobre cicatrices; mostraba una mirada penetrante y agresiva.
—Salud. Usted es… Bard ¿Verdad? ¿Esta
es su casa?—
—Así es—
—Soy el líder del grupo Wurmskrag, mi
nombre es: Karadoc, soy un aventurero del gremio—
En ese momento, el desconocido le estrechó
su mano derecha y continuó hablando apenas Bard correspondió al gesto.
—Me tomé la molestia de venir en
persona con una propuesta para una empresa en conjunto—
—...Wurmskrag… No he oído hablar de
una facción con ese nombre—
—Es la primera vez que hablamos en
persona. Usted no se percató de mí, quizás porque mi presencia no se destaca
tanto en el gremio del aventurero; nuestro rango tampoco es especialmente alto—
Dijo en un esfuerzo por parecer más jocoso, mientras mostraba su insignia de
rubí, en la cual venía su nombre —Pero somos un grupo, aunque pequeño, muy
profesional en nuestro trabajo. Cuento con los mejores hombres y mujeres que
pude encontrar. Por cierto, yo le he visto mucho por las cantinas del gremio,
le vi prestar apoyo a otros grupos y he venido a proponerle que se una a
nosotros—
—Si me conoces sabrás que no soy de
esos que busca formar parte de grupos—
—Me ha malentendido… no estoy
insinuando que forme parte en mi compañía, estoy hablando de una cooperación.
Estoy reclutando gente para cumplir una tarea encargada por el gremio ¿Puedo
pasar?—
—¿Vienes tu solo?—
—He venido solo y desarmado— Dijo
levantando las manos.
—Pasa— Dijo Bard apartándose de la
cornisa de la puerta, permitiendo al aventurero ingresar —Es muy temprano ¿Ha
desayunado? ¿Desea desayunar?—
—Agradezco su oferta, pero debo
abstenerme—
—Insisto, acabo de prepararlo y me
vendría muy bien tener un compañero con el cual compartir la mesa—
Sin otra alternativa, Karadoc aceptó,
sentándose a la mesa. Bard le sirvió uno de los sándwiches y dos tazas, una
para él y otra para sí mismo.
—Voy a abrir un tonel de sidra ¿Qué
quiere beber algo en concreto?—
—Un brebaje caliente de agujas de
pino—
Bard quedó paralizando un segundo,
lamentándose haberlo tirado, soltó un suave suspiro antes de hablar.
—Justo ya no me queda de ese brebaje—
—Entonces no me molestaría un poco de
sidra. Oí acerca de su última misión. Siento mucho que haya fracasado, así como
su descenso de rango—
—No todas se pueden cumplir y no
todos regresan vivos de una. Más que mi rango, mis preocupaciones son otras—
Bard se sentó a la mesa y con un
gesto apresurado con la mano, instó a su invitado a empezar con el desayuno.
Karadoc mordió el sándwich y lo masticó asintiendo la cabeza.
—Es un pan asado, pero suave en vez
de crujiente. Me gusta. El sabor del queso está muy bueno—
Bard no pudo evitar esbozar una
sonrisa y dio un mordisco a su propio bocadillo.
—Es una receta que se prepara
rápidamente, bastante apta para los viajes. Se le puede añadir alguna loncha
fina de carne, pero ahora… vivimos tiempos un tanto difíciles para conseguir carne—
—Si, después del saqueo de los
nórdicos, hay escases de todo y también se rumorea que se acerca una guerra por
la sucesión de la corona. A saber, quien se elevará quedándose con el trono.
Hay mucha escasez de comida, pero esto está bastante bien— Dijo levantado un
palmo el bocadillo —Es tal cómo dice, sirve para un viaje largo. La misión de
la que hablábamos hace un momento, la abrieron al gremio, hay una buena
recompensa por la cabeza de ese mago—
—Y supongo que viniste a mí, para que
te ayude a capturarle—
—Emm... No. Nosotros… mi grupo no se
dedica a eso. Nosotros solo aceptamos encargos de escolta. Escoltamos a los
mercaderes por sendas difíciles y los protegemos en todo momento—
—Espero que no sea nada relacionado
con el contrabando, lo que me estás proponiendo—
Karadoc apartó su plato y cambió a un
semblante más serio.
—He visto que tiene una bonita
parcela. De camino a su puerta, pude ver que sus campos estaban vacíos. También
he oído que vendió comida, casi regalada a en ciertos pueblos grandes, pero eso
ni de lejos es suficiente. Una nueva ola de hambruna está por azotar estas
tierras. El gremio es consciente de la situación, por eso ha encargado una
tarea de reabastecimiento—
—Suena bien, aunque sigo sin ver de
dónde sacarán la comida—
—Del norte— Sentenció el aventurero tensando
el ambiente —El gremio planea hacer una incursión en el norte y recuperar lo
que robaron—
—Una incursión… ¿No decías que tu
compañía solo se dedicaba a la escolta?—
—Efectivamente. Nuestro trabajo
consistirá en proteger los cargamentos, para que regresen a salvo. Serán otros
aventureros, más preparados. Dime ¿No te gustaría tomar partido en esta
trepidante aventura?—
—Tiene toda la pinta de ser un
suicidio—
Karadoc se recostó sobre el respaldo
de su silla, tomando una actitud más relajada.
—No lo voy a negar, es posible que
muramos en el asalto, o cruzando el mar del norte, o podemos quedarnos aquí y
morirnos de hambre. Pero podemos intentarlo. Estamos a tiempo. Se acerca el
invierno, los hombres del norte están regresando a sus hogares mientras
hablamos, sus ejércitos han sido disueltos, lo último que esperarán es un
ataque en su propia tierra. Ellos están ebrios, Bard. Están ebrios de victoria,
y no hay nada más vulnerable que un borracho. Esta será una campaña arriesgada
y busco a los mejores. Tienes fama de ayudar a los necesitados y nosotros
estamos necesitados de ayuda. Necesito a los mejores guerreros, porque bien
podemos saquear un par de granjas y aldeas desarmadas, pero el problema vendrá
cuando debamos volver. Ellos no se quedarán mirando y vendrán a por nosotros.
Ahí es donde tendremos que destacarnos— Tomó una pausa para tomar un trago de
sidra —El gremio está dispuesto a recompensarnos generosamente, te devolverán
tu rango y la gente de este ducado no estallará en una revuelta sangrienta que
nos llevará por delante. Nosotros vamos a salvar el mundo—
Bard se quedó callado con el vaso en
la mano a punto de beberlo.
—Es una visión muy bonita… me ha
gustado, sobre todo la parte de salvar el mundo. De acuerdo, me has convencido.
Me sumo a tu causa. Vamos a por esos norteños—
Karadoc sonrió ampliamente y estrechó
manos en un apretón más energético a diferencia del que se dieron al principio.
—Nos reuniremos en la posada del escorpión
encadenado, dentro de seis lunas de levante. Se encuentra en el norte, busca el
gremio de un lugar llamado Neudakra, está justo al lado—
—Creo que sé dónde es—
—Estupendo, brindemos por ello—
Se bebieron la sidra, se rieron y
luego los rayos del sol iluminaron la casa por la ventana, dando a entender que
la niebla se estaba disipando.
—Bueno, ya me he quedado demasiado
tiempo. He de partir a seguir con mi labor— Dijo Karadoc sintiendo como la
borrachera empezaba a asomarse por el décimo vaso que vaciaba.
Bard le acompañó hasta la puerta temiendo
que su invitado caiga de bruces contra el suelo, al verlo tambalearse.
—Por cierto, Karadoc—
—¿Sip?—
—¿Por qué acudiste a reclutarme?—
—El oficial del gremio te recomendó
muchísimo. Dijo que para esta misión eras el aventurero ideal para esta misión.
Le diré que aceptas nuestra propuesta y que tienes una sidra deliciosa y una
comida muy sabrosa ¿Has pensado en montar una posada? Bueno… y-ya me lo dirás
cuando regresemos con el botín, y seamos todos ricos—
Despidiendo a su invitado, Bard se
quedó en la cornisa de la puerta, viéndole alejarse por la senda, mientras meditaba
lo que acababa de aceptar. En parte el aventurero tenía razón. Este campo y su
casa era todo lo que tenía, no podía empezar de cero. Recuperar los víveres
podría ganar tiempo y calmar la situación, hasta que la guerra de sucesión
terminara.
Karadoc solo vio los bancales de la
parte frontal de la casa, no vio que detrás había más bancales, los cuales
estaban germinando. Había: nabos, zanahorias, coles, brócoli, ajos y repollos.
Estas servirían para piensos, Bard las intercambiaba por carne con los
ganaderos. Si la gente saqueaba su huerto, aún tenía su huerto guerrilla.
Un huerto guerrilla es prácticamente
un huerto ilegal, sembrado en tierras de caza, donde los aldeanos no tenían
acceso. Bard, encontró una manera secreta de ingresar, sin que los
guardabosques los vieran y montó un cultivo en un claro escondido. En
condiciones normales, nadie lo encontraría, pero ahora que estaba por desatarse
una guerra, los nobles locales se entrenaban mostrando su estatus en grandes
partidas de caza. En una de ellas podrían toparse con su proyecto. Ahí plantó lechugas,
acelgas, espinacas, repollos, prácticamente hortalizas de hojas y también ajo,
el cual servía para proteger las plantas de las plagas. No destacaba mucho,
estaba protegido contra los animales, pero podía distinguirse del resto del bosque;
aunque estaba bien protegido, pues los nobles eran muy territoriales, si
descubrían a alguien hurgando en sus dominios, le castigaban con severidad.
Bard sacó algunas herramientas de su
cobertizo, azada, pala, rastrillo entre otras cosas. Revisó sus
vermicompostadores y retiró compost, tanto líquido, como humus. Fue un acierto
ampliarlas, pues el humus de lombriz siempre escaseaba.
Llenó los cubos de madera y las
carretillas, para luego llevarlas a los bancales laterales de su casa. En uno
de ellos había plantado una gran cantidad de legumbres, las cuales no pensaba
en recoger, solo para aportar gran cantidad de nitrógeno al suelo y servir de
alimento para los pájaros, los cuales fertilizarían el suelo. El bancal en el
que estaba trabajando serviría para la temporada de cultivo en primavera.
Rotación cuatrienal en todo su esplendor. Podía producir cosechas constantemente,
pero muy limitadas.
Mientras trabajaba removiendo la
tierra, su mente divagaba rememorando la conversación de la mañana. Paró de
trabajar, tomó un respiró y miró su casa de dos pisos, rodeada de campos con
bancales. Parecía poco, pero ese terreno era suyo, muchos aldeanos solo vivían
en chabolas de madera, sin posesiones y sometidos a los caprichos de un jefe
local. Definitivamente tenía mucho que perder.
—Dragoncito, voy a salir una
temporada. No sé cuánto tiempo estaré fuera, pero espero volver para cuando la
cosecha esté lista. Ahora solo tengo que prepararlo para que no se pudra en mi
ausencia—
Cuando cayó el sol, Bard terminó de
arar los nuevos bancales, limpiando los restos de cultivo del verano. Los
cuales fueron puestos en la compostadora. Espació estiércol curado, que
consiguió de un ganadero, al cual le vendió la paja sobrante y el pienso para
el otoño. A cambio recibió, además del estiércol, un par de baldes de leche, y
algo de carne.
Combinó el estiércol curado, con
humus de lombriz, añadiéndole lombrices, las cuales aportan vida al bancal.
Esparció la mezcla con un rastrillo. Sin miedo, agarró la pala y retiró la
tierra del borde del bancal, haciendo una zanja. Colocándose sobre el bancal
clavó la pala sobre el sustrato, rellenando la zanja, mientras rompía los terrones
de barro, mezclaba el compost con la tierra del bancal, dejándola suelta y
retirando las raíces de malas hierbas. Cuando llegó al final del bancal,
rellenó la última zanja con la tierra retirada. De nuevo con un rastrillo,
allanó la tierra, dejando un largo bloque rectangular liso y preparado para
cultivar. Finalmente acolchó el bancal con hojas y paja seca que recogió del
suelo. Ahora el bancal ya estaba preparado para ser cultivado la próxima temporada.
Continuó con el siguiente, hasta que el sol se ocultó tras las colinas del
horizonte, llevándose consigo toda la luz. A pesar de todo su esfuerzo, Bard
solo terminó con la mitad de los preparativos.
Al día siguiente completó el
mantenimiento de los últimos bancales, colocó suficiente comida en los
comederos; agua en los bebedizos; rellenó los barrieles de riego con agua
mezclada con el líquido del humus de lombriz y pudo olvidarse del campo. En
casa tras lavarse las manos, sacó harina y sal, dispuesto a hacer galletas
marinadas.
Vertió harina en un cuenco, añadió
agua y un par de cucharaditas de sal. Removió hasta crear una masa espesa que
luego colocó sobre una tabla de madera, en la cual espolvoreó harina
previamente.
Amasó la masa y la cortó por en
cuatro partes. Luego aplanó el primer cuarto hasta que quedó con medio
centímetro de grosor. Recortó los bordes, consiguiendo una forma cuadrada, la
cual, con una intersección vertical y otra en horizontal, las dejó en el tamaño
que Bard consideró ideal. Con un mondadientes perforó todas las galletas, antes
de colocarlas en una plancha. Los orificios cumplían dos funciones: dejar
escapar el aire para no generar burbujas, y ayudar a partir la galleta con
mayor facilidad.
Precalentó el horno de piedra y
colocó las bandejas con las galletas. A los treinta minutos, las sacó para
darles la vuelta. Tras otros treinta minutos, las galletas estaban listas.
Agarró una y la mordió. Sabían algo duras, pero eran crujientes, tenían un
sabor a pan.
Estas galletas no eran una comida en
sí mismas, podía comerse diez de golpe y todavía seguiría con hambre. Su
principal uso era rellenar el estómago, para que el ácido estomacal no
carcomiera las paredes estomacales, causando una úlcera. También podían servir
como acompañamiento en una comida, pues a falta de pan, buenas son galletas.
Lo siguiente fue preparar carne
deshidratada para el acompañamiento.
Simplemente agarró unos trozos de
carne, los cortó en finísimas lonchas, las marinó en un cuenco con zumo de limón
y vinagre, con algunas hierbas aromáticas para darle sabor y las metió al
horno.
Mientras la carne estaba secándose en
el horno, preparó su mochila de viaje. No debía cargar con mucho peso, pero su
armadura mágica de gel de slimes aliviaría su carga.
Una manta de lana, una esterilla de
algodón serviría para dormir a la intemperie si surgiera el caso. Como iba a un
territorio hostil a luchar contra norteños, no esperaba dormir en un hotel de
cinco estrellas precisamente, por lo que esto era mejor que nada. Lo siguiente
que necesitaba era agua.
Vertió en una cazuela el agua
almacenada, la hirvió durante unos minutos con la tapa puesta, y luego la
vertió en un par de cantimploras de dos litros y medio.
Cuando la carne estuvo lista, la sacó
del horno. Con un mazo hizo trizas la carne y la mezcló con manteca derretida,
la cual formó una especie de masa. Dicha masa la enfrió con un hechizo
congelante y las cortó en barras. Esta receta aportaba una gran cantidad de
calorías y carbohidratos, junto con las galletas marinadas. Podían comerse por
separado o cocinarse juntas.
Del resto se ocupaba su armadura,
podía alumbrar con su magia, cortar, golpear y hasta podía desprenderse para
ser usada como una cinta adhesiva.
Al terminar la organización, se dio
cuenta el día estaba terminando. Restó hacer la cena, un sencillo potaje de
verduras y dormir un poco.
Con los cantos del gallo antes de la
salida del sol, Bard se levantó con pesadez de su cama, casi cayéndose de la
misma. Hizo la cama, se dio una ducha, desayunó una tostada de pan, untada de
miel y mermelada.
Agarró el núcleo mágico, el cual se
extendió por su cuerpo tomando forma de su armadura negra. Agarró la mochila y
salió de su casa. Notó que su dragón estaba a su lado, antes de cerrar la
puerta.
—No voy a decir que de que te quedes
a cuidar de la casa. Cada vez que te dejo siempre te escapas. Te llevaré
conmigo— Dijo Bard en un suspiro, agarrando a su lagarto alado y colocándolo
sobre su hombro —En marcha—
Iniciando la marcha dejó atrás
inmediatamente su alquería, pasó de largo la aldea más cercana y se encaminó
rumbo al norte, donde estaba un pueblo llamado Neudakra. Tenía que caminar casi
doscientos kilómetros al norte, un trayecto que se tardaba en cinco días sobre
una montura, pero esta vez no tenía montura ni carro, tenía que ir a pie, lo
cual le llevaría un poco más. Seis lunas no son exactamente seis días, sino
fases del ciclo lunar, si había luna nueva, no se contaba dicho día. Como había
varias lunas surcando el cielo, se usaba la más grande como medida.
Avanzó por un camino que ya transitó
anteriormente, por donde veía unos pocos comerciantes con caravanas, aunque
ninguno de ellos se ofreció a llevarle. La ruta le llevó por valles, asentamientos,
la mayoría sin ningún tipo de fortificación, campos y ríos. Se quedó a dormir
en posadas y a la intemperie, bajo algún refugio improvisado. Hasta que después
de sortear una colina, en plena caía del sol de la tarde, pudo divisar
Neudakra.
Ese pueblo carecía de amurallamiento,
pues estaba ubicado en una posición muy estratégica; rodeado por un meandro del
río Savu, en un desnivel bordeado por las colinas de la carpa y el cisne, sobre
las cuales había un par de atalayas que servían para avisar a los lugareños de
la llegada de fuerzas hostiles.
Entró a la ciudad siguiendo a un
flujo de comerciantes y visitantes que entraban y salían de aquel pueblo. Buscó
la oficina del gremio, la cual estaba cerca del centro del pueblo. En ese
momento, el edificio era solo un conjunto de ruinas en proceso de reconstrucción,
un claro indicio de que Morthrandir pasó por ahí. El gremio se trasladó a una
tienda provisional y fue el lugar al que Bard fue primero, antes de buscar la
posada, para verificar la misión.
Desde el suelo se abrió una
trampilla, desde la trampilla emergió la cabeza de una chica, quien salió del
agujero reptando por las escaleras y cerró la trampilla. Tocó el timbre con un
dedo parando su sonido y vibración.
—Salud. Vengo a unirme a la
expedición de saqueo— Dijo Bard a la recepcionista.
—Debe haber un error, nosotros no
asignamos esa clase de misiones—
—¿En serio? Hace varias lunas, un
aventurero llamado Karadoc, me dijo que el gremio estaba reclutando gente y se
estaban reuniendo en este pueblo—
Al escuchar el nombre el aventurero,
la recepcionista entendió.
—Quizás le explicó mal. La misión es
una de tipo escolta de mercaderes. Por favor, dígame su nombre—
—Mejor tenga mi nueva insignia, aquí
están mis datos—
La recepcionista tardó un rato
bastante largo en buscar ente diversos nombres, en un libro con páginas de piel,
hasta que al final lo encontró.
—Si, ya está usted registrado para la
misión de saqueo y represalia contra el norte por ofensa al gremio. El
caballero Karadoc le espera a usted y a su grupo en la posada del escorpión
encadenado—
—No tengo grupo, vengo solo y
agradezco la información—
—Le agradezco por su visita, soy
Skaria y deseo que vuelva pronto— Dijo la recepcionista levantándose tan
rápido, que se cayó al suelo —Tenga un buen viaje—
Al lado del edificio en ruinas, había
una posada con un tablón de madera colgante con un grabado de un escorpión
negro, enmarcado por las cadenas, la cuales sujetaban el cartel al poste, se
envolvían alrededor de él y colgaban a su lado.
—Al menos esa posada sobrevivió. Anda
dragoncito, a volar, aquí no se permiten mascotas, ten cuidado de que no te
capturen— Dijo dejando a su mascota volar hacia el tejado, donde cazó un pájaro
desprevenido —A mí también me apetece un tentempié—
Bard entró a la posada, siendo
recibido por el posadero, quien llevaba una bandeja con platos sucios a las
cocinas.
—Buenas días, tardes o lo que sea,
querido aventurero. Aventúrate a encontrar una mesa en la cual sentarte, en lo
que yo tardo en ir a atenderte—
Bard se encogió de hombros y entró en
la sala del comedor, una vez dentro buscó con su mirada un lugar donde
sentarse. Todo estaba lleno; aventureros, viajeros y locales ocupaban todas las
mesas en grupos que tapaban la mesa al completo. En medio del bullicio con olor
a cerveza, una voz pronunció su nombre en repetidas ocasiones.
Al ver a Karadoc acercarse a él, le
saludó con la misma alegría.
—Sabía que vendrías ¿Cómo ha sido el
viaje?—
—Largo, pero conocido. Me alegra
haberte encontrado, no esperaba que este lugar estuviese tan abarrotado de
aventureros—
Karadoc sonrió dándole una palmada en
el hombro.
—¿Reconoces a alguno en particular?—
Bard dio una segunda rápida pasada
con sus ojos a todas las caras que estaban presentes.
—Son todo caras nuevas. Supongo que
son lo que decidieron formar parte de la misión—
—Ven a conocer mi equipo— Dijo
Karadoc guiando a Bard en medio de ese laberinto de gente que se movían
entrando, saliendo, levantándose y sentándose —Todos los que ves, van a ir con
nosotros. Muchos son de mi grupo, especialmente en las mesas del fondo, deja
que te presente—
En las mesas del fondo había veinte
aventureros divididos en tres mesas. Lo que más llamó la atención era su diversa
variedad. Había elfos, enanos, hombres bestias con rasgos de animales, hombres
metamorfos; incluso los humanos presentaban diversidad: veía gente con rasgos
de los pueblos bárbaros, robustos y delgados; gente con ojos rasgados, propios
de las tribus del sur; piel morena de los habitantes de los archipiélagos
lejanos, entre otros.
—Compañeros, este es Bard, un
aventurero de alto rango, que va a acompañarnos. Bard este es mi grupo— Señalo
los de la mesa de la derecha hasta la última mesa de la izquierda —Ahí están: Korba,
Leikara, Resel, Thax, Relja, Faeldor, Narcim, Thíngamir,
Grog, Argbor, Frinmur, Grudy, Brikk, Muckuntu, Thorgrarl, Coby, Kaxir, Halk, Nahakkar,
Raj. Y los demás los vas a ir conociendo por tu cuenta— Señaló con su pulgar a
los que estaban a su espalda.
—Jamás vi a un grupo tan multiétnico,
desde hace… multiétnico— Susurró Bard sorprendido.
—Los viajes de escolta nos lleva a
conocer gente, busca un sitio para sentarte en lo que tardo en ir a por más bebidas—
Dijo Karadoc antes de irse.
Bard respiró hondo y se sentó en un
asiento vacío.
—Salud, camaradas. Me llamo Bard, os
acompañaré en esta misión y en la mesa; la próxima ronda corre a mi cuenta.
Pedid lo que queráis, yo invito—
Los aventureros sentados a la mesa se
miraron entre ellos confundidos y con desconfianza.
—¿Y… por qué ibas a invitarnos?—
Preguntó un elfo de cabellos plateados largos y lacios, llamado Faeldor.
—Cada vez que me uno a un grupo,
siempre invito la primera ronda— Explicó Bard alegremente, esperando contagiar
su entusiasmo.
—¿Insinúas que no podemos pagarnos nuestra
propia bebida?— Preguntó un enano pelirrojo llamado Thíngamir.
—Si no queréis que os invite y
preferís invitarme vosotros a mí, no estoy en contra— Respondió Bard aun
manteniendo su entusiasmo, el cual no daba indicios de contagio entre los
aventureros que se mantuvieron serenos.
—Oye… Bard— Habló un enano de barba blanca,
ojos negros y llevaba un capuchón escarlata, llamado Grog —Hace tiempo, me
percaté de tu presencia, en diversos grupos de aventureros novatos, me
preguntaba el motivo, de en vez de formar un grupo o quedarte en uno, alternes
entre uno y otro—
—Bueno… esos aventureros de los que
hablas, eran novatos en este negocio. Muchos de ellos llegaron embaucados por
cuentos narrados por bardos y sus historias épicas de leyendas para dormir… y
tienen una percepción muy alterada de lo que es ser un aventurero. Buscan
vencer a un dragón en su primera misión, para demostrar que son tan increíbles,
como los héroes de sus fantasías y muchos acababan muriendo. Por eso empecé a
ayudarles, compartiendo mis conocimientos y experiencias, orientándoles y
bajándoles de su nube para que se conviertan en aventureros de verdad.
Profesionales y eficientes—
—¿Por qué lo haces?— Preguntó Faeldor
—¿Qué no ves que estás creando competencia? Esos aventureros se convertirán en
una molestia robando encargos ¿Qué te crees que eres para perjudicar a los
demás?—
Bard apoyó el codo sobre la mesa y se
inclinó hacia delante.
—Yo no lo veo de esa manera. Soy un
tipo al que le gusta ayudar a los demás, como lo estoy haciendo ahora mismo.
Alguien viene a pedirme ayuda, y yo sé lo ofrezco, no veo que nada de malo en
ello— Se recostó sobre el respaldo de su silla —Además, no me decido a ser
aventurero todo el tiempo—
—¿Ah sí?— Preguntó Frinmur, un hombre
semibestia, con partes de lobo como orejas, cola, ojos y dientes —¿A qué te
dedicas entonces?—
—Soy un agricultor. Tengo mi propia
parcela donde cultivo cosas—
—Así que mientras espera que la
tierra repose, buscas aventuras— Dedujo un viejo aventurero llamado Brikk que
sostenía una jarra de cerveza en todo momento.
—Agricultor— Escupió Faeldor —Los
humanos os creéis con el derecho de decidir qué debe crecer. Eso es un insulto
a la tierra—
—Dices que es un insulto a la tierra,
pero veo que estás comiendo verduras— Dijo Bard.
—¡¿Qué has dicho?!— Exclamó Faeldor,
levantándose de su asiento, cuando una mano le tocó el hombro.
—Dejad espacio— Habló Karadoc,
acompañado de un par de camareros, cargados con bandejas llenas de botellas de
cerámica llenas de vino, cerveza y aperitivos —¿Ya os habéis conocido todos?
Estupendo, ábreme paso—
Karadoc se sentó de espalda a la
pared, con vista a todas las mesas desde su posición. Llamó la atención de
todos los presentes
—Faltan un par de espadas por llegar,
esperaremos toda la noche a que lleguen. Y si no llegan para cuando salga el
sol, partiremos igualmente… Nuestra meta es llegar al norte escoltando los
carros de cargamento. El convoy llegará al amanecer, los acompañaremos hasta el
pueblo de pescadores llamado Sagres; está cerca de la ciudad de Portobriga.
Desde ahí tomaremos barcos, que nos llevarán hasta las costas del norte—
—¿Iremos por mar y no por el camino
de la cordillera terrestre?— Bard se aventuró a preguntar.
—¿Tienes algún problema con ello?—
Preguntó Thíngamir visiblemente molesto.
—Mira, Bard, sé que eres nuevo y por eso
será la única vez que te lo voy a advertir. No se discuten las decisiones— Dijo
el enano Grog.
—No estoy discutiendo, me parece raro
por eso pregunto. Lo normal para los comerciantes es usar esa ruta. Además,
Portobriga está bajo el control de los norteños ¿No será peligroso embarcarse
cerca de ese lugar? Ir por la cordillera no despertará sospechas—
Thíngamir golpeó la mesa con su vaso.
—¡¿Qué te acabo de decir?!—
Bard por su parte mantuvo la calma, manteniendo
una mirada fija en el rabioso enano.
—Más que decir, me acabas de demostrar cómo
derramar el vino— Señaló Bard el vaso agrietado del enano, arrancando una
carcajada general a los aventureros circundantes.
Thíngamir apretó los puños de la
rabia haciendo añicos los restos del vaso de cerámica y rechinando los dientes.
—Ya es suficiente, cálmate— Intervino
Grog mirando a Bard.
—Bard tiene razón— Dijo Karadoc
volviendo a poner orden en la sala —Portobriga es territorio enemigo, pero
nosotros no vamos a invadir, solo a escoltar. Por mar llegar al norte es más
rápido y el gremio nos apremia. Disfrutad del banquete y dormid bien, porque
mañana iremos al norte— Aumentó la intensidad de su discurso ganándose una
ovación general.
Thíngamir, Faeldor, Grog, entre otros
abanaron la mesa. Sin lamentar su presencia, Bard comió en abundancia, pues
sabía que el viaje podría alargarse. Salió de la ruidosa posada y fue a otra
más tranquila y de más confianza, en donde pasó la noche en un cuarto privado.
Por la mañana, salió temprano y vio
como un grupo de caravanas estaban llegando a las afueras del norte del pueblo.
Karadoc se encontraba organizando la
partida, hablando con los transportistas, organizando los grupos junto con un
par de ayudantes. La organización estaba supervisada, por un funcionario del
gremio.
La fiesta de la noche estaba pasando
factura a la escolta. Mucho de ellos tenían la mirada perdida, hacían como que
escuchaban, o estaban lidiando con la resaca, mientras Karadoc asignaba
posiciones. Ninguno de ellos llevaba una mochila como Bard, pero sí tenían
alforjas y sacos donde guardaban sus pertenencias, pero lo más llamativo era
que todos llevaban capas, tanto con capuchas como sueltas y tenía sentido, pues
la capa no era un accesorio para lucir, sino que era la manta que usaban para
abrigarse durante la noche y también podía usarse como esterilla
—Bard, tu irás en el grupo de Korba,
custodiaréis el carro verde—
—¿Quién irá conmigo?—
—El propio Korba; Coby, ese niño que
porta una espada larga; Faeldor el elfo, tú ya le conoces de ayer; Thax el simp…cof-cof…pático
y Grudy, el de las escamas— Dijo Karadoc entre tosidos —Este trabajo me está
dejando sin voz—
Bard asintió y caminó hacia ellos.
Cuando el elfo le vio, inmediatamente frunció el ceño.
—¿Qué haces tu aquí?— Le recriminó
Faeldor.
—Me han asignado para proteger esta
caravana— Respondió Bard sin prestarle mucha atención —Yo no tengo problema, si
tú lo tienes, ve a hablar con Karadoc y pide que te cambien—
—¿Yo? ¡Vete tú!— Exclamó el elfo.
—Para tener esas orejas tan largas no
se te da bien escuchar. Te lo repito: Fue Karadoc, tu jefe quien me asignó a
esta caravana ¿Lo has entendido?—
—¿Ahora te metes con mis orejas?—
Dijo Faedor indignado.
Grudy, un semibestia enorme, que le
sacaba una cabeza al propio Bard, bajó del carro y le encaró.
—No… te metas… con él—
—Amigo, aquí no discriminamos— Habló
Thax con una sonrisa, dándole una palmadita a Bard en el hombro —Podemos
llevarnos bien—
—Explícale eso mismo a tus camaradas
¿Quieres, amigo?— Respondió Bard con una sonrisa similar, apartándole la mano
del hombro.
—¡Listos para partir!— Gritó Karadoc
ignorando las quejas de Faeldor, quien regresó a su puesto con resignación.
La caravana comenzó su marcha a la
aldea Sagres. Bajo la tapadera de ser una caravana comercial, cargando las
propias provisiones de su escolta como disfraz, avanzaron sin llamar demasiado
la atención, pues con la baja seguridad de los caminos en el lado occidental
del país, a comparación de los caminos del éste, donde misteriosamente los
saqueos y los bandidos habían descendido hasta volver a ser transitables.
Mientras avanzaban por el sendero de
tierra, Coby se acercó a Bard, quien caminaba por delante, al lado de las
bestias de tiro. En su cara podía verse la emoción de la curiosidad, como si
fuera un libro abierto.
—Bard, oí que habías hecho muchas
aventuras ¿Me contarías cómo fueron?—
—Eran los encargos típicos de
misiones que el gremio coloca sobre el tablón habitualmente, nada importante—
—Eso no es cierto, eres un aventurero
de alto rango, seguro que luchaste contra monstruos y dioses—
Bard no pudo evitar sonreír ante la
ingenuidad del chico.
—No niego que ayudé a someter a monstruos
enormes y problemáticos, pero no es tan épico como suena. En mí caso, presté
apoyo con mi magia—
—¿Puedes usar magia? ¿Fuiste a una
escuela mágica?— Preguntó Coby con mucho asombro a lo que Bard asintió —¿Cómo
es estar en una?—
—Bueno… es casi como estar en
cualquier otro colegio monasterial. Mucho estudiar y esas cosas ¿Tú tienes
aptitudes para la magia?—
—Si, tengo bastante poder mágico,
pero quería vivir aventuras, por lo que me uní al señor Karadoc porque me dijo
que podría ver mundo y conocer cosas que no se enseñan en los colegios, pero
cuando quise asistir a una no me dejaron entrar porque exigían saber esas cosas
de leer y escribir—
—¿No sabes leer? ¿Entonces cómo solicitas
las misiones del gremio?— Preguntó Bard arqueando una ceja.
—Hay palabras que entiendo, pero creo
que eso de leer y escribir está sobrevalorado. No me malentiendas, pero dudo
que sea fácil ganarse la vida moviendo la mano, haciendo garabatos en una
página, con una pluma manchada, y esperar que el que lee lo que escribes,
entienda lo que has escrito, además, es Leikara la que se encarga de esas cosas
¿Le conoces?—
—No la conozco... Pero discrepo
profundamente ¿Qué hacías antes de ser aventurero, Coby?—
—Ayudaba en la granja; ayudaba a
limpiar los establos; recogía cultivos; esas cosas... Pero me cansé ¿Sabes
cuándo? Cuando estaba sacando la mierda de caballo con una pala del establo, en
ese momento pensé ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Hacer el mismo trabajo día
sí y día también, preparando monturas para que los jinetes salgan a divertirse,
mientras yo me quedo rodeado de excremento. Cuando pude me escapé de casa y me
uní al gremio—
—Y supongo que ahí conociste a
Karadoc—
—Eso es. Nada más llegar se acercó a
mí y me convenció para ser aventurero—
—¿Llegaste a hacer algo más, aparte
de proteger y escoltar cargamentos?—
Coby estaba por responder, pero Thax
intervino en la conversación pasando su brazo por detrás de cuello de Bard,
quedándose colgado del mismo.
—Hey Bard, amigo, dicen por ahí que
tienes una granja ¿Puedo preguntarte qué diablos es lo que siembras allí?—
—¿Por qué quieres saberlo? ¿Acaso te
interesan los asuntos rurales?—
—Me inspiran curiosidad, cierto es
que no me gustan, pero como ya dije, curiosidad… además, mi hermanito, que es
dos años mayor que yo, trabaja de paje en la finca de un caballero, he estado
ahí, chicos, veréis… tienen los malditos arboles de vides más grandes que
hayáis visto en vuestra miserable vida, con unas uvas del tamaño de mis pelotas;
cubren todo el maldito patio de armas, hasta el torreón ¿Cultivas uvas tú
también?—
—Cultivo cualquier cosa, e cada
estación. En vez de vides busco una planta concreta, de fruto rojo y de sabor
característico—
—Espera ¿Dijiste que cultivas en cada
estación? ¿Eso quieres decir que cultivas en la época de las nieves?— Preguntó
Thax asombrado.
—Si, en cada una de las estaciones.
No veo por qué no debería aprovechar la tierra—
—¿Y cómo te aguanta la tierra?—
Preguntó el cochero agregándose a la conversación —No es por decir a un
agricultor cómo hacer su trabajo, pero se deja respirar al suelo para que
cuando llegue el tiempo de los brotes, florezca la cosecha. Porque nada más que
una brizna de hierba ondea al viento, llega el momento, en que la diosa de la
cosecha bendice nuestro alimento—
—¡Estamos por llegar!— Interrumpió
Korba bajando del techo del carruaje —Manteneos en formación cuando entremos en
la ciudad. No habléis con nadie, ni arméis follón. Mantened la boca cerrada
hasta que subamos al barco ¿Me habéis entendido?—
—Si— Respondieron al unísono.
—¡¿Qué no acabo de decir que mantengáis
la boca cerrada?! Válgame mis pecados, santo del muerto, perdona a estos que
van a ser decapitados— Susurró antes de tocar el pecho dos veces y la frente
una vez con dos dedos.
El pueblo de Sagres, solo era un
conjunto de chabolas de madera y adobe, construidas sobre una elevación para
resguardarse de la subida del nivel del mar en ciertas estaciones. No había
defensa alguna, como en otros pueblos, ni tampoco una organización urbanística,
la gente levantaba su casa donde quería, con los materiales que había.
Entraron sin ser recibidos por nadie,
se acercaron a la costa, en donde un barco cuya forma recordaba a un trirreme
griego, con algunos cambios, como dos mástiles con tres velas, un casco más
ancho y una torre de asedio modificada en proa. Fondeaba cerca de una especie
de puerto de madera improvisado.
A ese barco subieron diez carros
junto con los aventureros que los custodiaban y Karadoc con su guardia. El
resto se quedaron en tierra esperando un segundo barco, el cual llegó al
atardecer.
El segundo barco tenía una forma parecida a un drakar vikingo. Su casco tenía
tres pisos, desde los cuales salían hileras de remos; un castillo de proa que
serviría como camarotes de la tripulación y un castillo de popa transformado en
establo. Bard al verlo mostró una irónica sonrisa.
Nada más atracar en el muelle, los
marineros montaron una ancha pasarela que conectaba con el puerto.
Llevando el carro hasta la pasarela
de embargue, un ancho tablón con peldaños, intentaron embarcar a la nave, pero
el animal que tiraba del carro, se puso nervioso al ver el agua debajo de él y
empezó a armar escándalo, obligando a la tripulación a unirse en la tarea de
tranquilizarle.
Cuando la bestia se quedó sin
fuerzas, la llevaron a la fuerza a los establos interiores del barco, en donde
le dieron forraje y agua. El carro fue remolcado por la empinada tabla, con la
ayuda de la tripulación y los aventureros de la escolta.
—Tardaremos siete lunas y ocho soles
en llegar a la otra orilla, eso si los dioses del mar son benévolos con nosotros
y no nos maldicen con una tormenta— Dijo el capitán —Los aventureros nos
protegeréis de los asaltos de los corsarios al servicio del reino, los que se
porten mal, irán a la planta baja para remar con los esclavos. Espero haber
quedado claro—
—¿Esto es un barco pirata?— Pensó
Bard frunciendo el ceño —¿Desde cuándo el gremio empezó a confabular con la
misma gente, que antes pagaban por eliminar?—
Desenvainando su espada de punta
cortada, que tenía una calavera como guarda, el capitán cual señaló a las velas
una vez que fueron extendidas, entonces, una corriente de aire llegó desde su
espalda y empujó el barco. Partiendo el agua, el barco navegó a toda velocidad
en dirección al norte, con ayuda del viento mágico.
El gélido viento llegaba hasta las
frías costas escarpadas del norte, cuyas playas llenas de guijarros y espuma
terminaban en frondosos matorrales, a menudo con flores aterciopeladas y frutos
silvestres venenosos. Aquella tierra en donde el nuevo rey aprovechaba su
victoria sobre los estados invasores del sur para legitimar su posición y
reformar el reino.
La llegada de las estaciones gélidas,
otoño e invierno, marcaba el final de muchas actividades, entre ellas la guerra;
los guerreros deponían las armas, agarraba la pala y se preparaban para invernar;
salvo los hombres de armas, quienes eran los encargados de proteger a las
figuras de renombre, entre ellas, las valquirias; por ende, la vida militar
ocupaba toda su vida, casi como una dedicación religiosa.
Cabalgando sobre los vientos, a lomos
de bestias aladas, una escuadra de tres jinetes aéreos de avanzada, volaban en
dirección a un castillo construido sobre la cima de un cerro escarpado.
Liderados por un jinete
portaestandarte, cuya montura alada, y su propio cabalgador, cargaban con
ornamentos llamativos, que buscaban realzar su majestuosidad en un claro
intento de proyección de poder, bajo el símbolo del estatus de la bandera de la
casa que representaba. Detrás de ellos, otros tres jinetes cubrían la
retaguardia, con otro portaestandarte detrás de ellos y en medio, un dragón wyverniforme,
montado por una valquiria de cabellos escarlatas, que ondeaban debajo de su
casco, como un estandarte propio, destacaba entre ellos.
Estando a una distancia razonable, el
líder del grupo hizo sonar un cuerno con todas sus fuerzas, desatando un sonido
estridente que alertó a los guardias.
Los centinelas, apostados en la
muralla exterior del castillo, divisaron la llegada del grupo.
Nada más ver la bandera, comunicaron
a su superior, quién al confirmar la identidad del grupo, ordenó desplegar el
puente levadizo. Ese puente era una estructura que no conectaba nada, pero
servía de base para que las monturas pudiesen aterrizar.
Una delegación de la guardia real de
la valquiria regente, salió del castillo para recibir al grupo hospedante.
Con la debida cortesía, guiaron a los
visitantes al interior de la muralla, pasando por la gran puerta del cielo,
mientras que los pajes guiaban las monturas hacia los establos alados.
Los establos alados, eran un lugar
parecido a una jaula, en donde las bestias aladas podían descansar y comer. El
establo para los dragones, estaba separado de las bestias aladas, debido a la
naturaleza carnívora los primeros, se ubicaba cerca de cada puerta para que el
jinete pudiese salir inmediatamente, o para dejar a las bestias estirar sus
alas. Solo la valquiria podía cabalgar sobre un dragón, y ese establo debía
estar preparado para albergar a un dragón.
Avanzando por un ascendente camino,
pavimentado con pizarras y argamasa, entraron en el patio de armas, en cuyo
centro había un pozo desde el cual, los esclavos y criados extraían agua, ya sea:
para beber; lavar platos, prendas, suelos o baños.
A mano derecha estaban los
dormitorios de la guardia, un edificio de una sola planta, construido con rocas
y madera, con un techo de cuatro aguas, muy pronunciado, para evitar que el
peso de la nieve lo venga abajo. A su lado tenían sus propias cocinas, las
cuales servían para abastecer a los centinelas de su lado de la muralla.
Cerca de la casa de guardia había un
taller de herrería que soltaba abundante humo desde su alta chimenea. Cerca del
taller estaba la curtiduría, donde se encargaban de fabricar y reparar las
sillas de montar para las bestias aladas.
A mano derecha estaban las cantinas. Un
edificio con dos plantas, y la superior conectaba a la torre del homenaje,
mediante un puente de piedra sostenido por arcos. Detrás de los mismos, estaba
el almacén de leña. Al lado de la cantina había un silo donde se almacenaba el
grano, el cual se molía en el interior de una torre con un molino que se alzaba
por encima de la muralla.
Llegaron hasta las escaleras
laterales de la parte frontal de la torre del homenaje, las cuales terminaban
en un puente de madera que daba acceso a la entrada principal, una puerta de
madera roja reforzada con parches de metal negro.
La torre del homenaje no era un
rascacielos. Estaba construida sobre la base rocosa de un saliente,
aprovechando la verticalidad para sostener su estructura.
En el gran salón, tras las debidas
presentaciones de cortesía, Sveta, la valquiria de cabellos azabaches y ojos
amatistas, se acercó para recibir a la advenediza valquiria personalmente.
—Cuando me dijeron que estabas de
camino a aquí, no podía creérmelo… ¿Cómo estás Varya?— Dijo Sveta dándole un
fuerte abrazo a su amiga.
—Ha pasado algo de tiempo desde la
última vez que nos vimos— Respondió Varya correspondiendo su abrazo.
—¿Solo algo? Desapareciste por, quién sabe
cuánto tiempo, ya te estábamos echando de menos—
—Me siento honrada por tan amables
palabras. Te he traído un presente. De mi parte y de mi casa—
Varya hizo un ademán con las manos,
para que dos soldados de su séquito se acercaran. Hincando la rodilla en el
suelo, presentaron cada uno una caja de madera oscura, decorada con adornos de
oro y plata; sosteniéndola con sus brazos extendidos, mientras su comandante
los abría.
En el interior de la primera caja
había un par de pulseras de plata decoradas; la segunda contenía un juego de té
desmontable, hecho de bronce ornamentado.
—De manos de los mejores artesanos de
nuestra región. Lo escogimos para ti, como parte de nuestra voluntad de amistad—
—Es todo un detalle, Varya— Dijo
Sveta escudriñando sus regalos con una sonrisa —Aprecio la gratitud de tu
familia. Ven, puedes dejar a aquí a tu escolta. Tienen mi beneplácito para
comer y beber todo lo que quieran—
Un par de sirvientes recogieron los
regalos. Los guardias agradecieron la hospitalidad de la valquiria con un
gesto, antes de marcharse, dejando a su protegida a cargo de su anfitriona.
—Ya es la hora de comer, acompáñame,
deseo presentarte a alguien— Con su mano indicó a un niño que estaba detrás de
ella que podía acercarse —¿Le reconoces?—
Varya abrió los ojos de par en par, y
se inclinó para estar a la altura del niño, quien parecía estar algo nervioso
de tenerla cerca.
—Pero si es Sumrak cuanto has
crecido. Estás muy grandote, a ver esos músculos— El niño flexionó su bracito
con orgullo —Que portentoso, ya eres lo suficientemente fuerte para proteger a
tu hermana. Mira, te he traído un regalo a ti también—
Varya se sacó de una de sus dos alforjas
que llevaba atadas a cada lado de la cadera mediante un cinturón, un amuleto
tallado en madera quemada, con surcos pintados en color azul celeste, y se lo
dio al niño, quien lo agarró sin saber qué era, ni para qué servía.
—Hala, mira qué bonito regalo te han
hecho ¿Qué se dice?— Preguntó Sveta.
—Gracias— Dijo el niño tímidamente.
—Ay que adorable… Este medallón
augura que serás un gran guerrero, cuídalo bien ¿Me lo prometes?—
El niño asintió ganándose un pellizco
en sus mejillas por parte de Varya.
—Varya ¿Qué es lo que deseas comer?—
Preguntó Sveta.
—¿Qué pregunta es esa? Soy tu
invitada, con el dagmal típico me apaño—
—Precisamente porque eres mi invitada
y representante de tu casa, no te voy a dar las sobras de la cena de anoche—
Replicó Sveta.
—Entonces dejo la elección en tu
sabiduría—
Sveta soltó un suspiro que liberó la
frustración acumulada.
—Olvidaba como eras…— Giró su cabeza
hacia su hermano —¿Y tú qué quieres comer?—
El niño apartó su mirada del talismán
y miró al techo con los ojos perdidos.
—Albóndigas envueltas en masa— Dijo
desbordando ilusión por sus ojos.
—Vaya que te gusta la comida
campechana— Dijo Sveta antes de volver a dirigir su atención hacia Varya —Me
apetece comer asado relleno de frutas ¿Te animas?—
—Por supuesto, y más si tiene
mantequilla untada por encima—
Con una sonrisa y dándole una palmada
a la espalda de la valquiria pelirroja, Sveta la guio hasta la mesa principal
del gran salón, en donde los sirvientes trajeron aperitivos, mientras
preparaban las órdenes.
—Dime Varya ¿Cómo lograste recuperar
tu posición? Supe que te encontraste con tu hermana durante la campaña—
—Oh, eso. Mediante un juicio por
combate, en el propio campamento—
—Espera ¿En serio? ¿Encontraste a
alguien que quisiera luchar por ti e incluso logró acabar con el campeón de tu
hermana?— Varya asintió, dejando a la valquiria de ojos amatistas sorprendida —Recuerdo
que ese hombre se destacó por ganar un par de torneos durante el mandato del
antiguo rey. No recuerdo su nombre, pero sí que sé que era muy fuerte ¿Cómo fue
su derrota?—
—No sé si deberíamos hablar de esto
delante del niño—
—Sumrak está bajo mi tutela y quiero
que su corazón se endurezca. No quiero que se noten trazas de una mano femenina
durante su educación—
—Pues, te cuento. La batalla fue
sobre todo sorprendentemente muy rápida. Mi campeón le puso de rodillas y le
arrancó la cabeza con sus manos y la tiró a los pies de mi hermana—
—¿En serio, con sus manos?... ¿Fue un
combate a mano desnuda?—
—Claro que no, levaban armas y
armaduras pesadas, pero Bard dijo que no le hacía falta usar armas y que con
sus manos era suficiente para acabar con él. Con decisión fue a por él y todo
pasó muy rápido. Cuando me di cuenta le había clavado sus dedos en las cuencas
de los ojos y jaló la cabeza sacándole parte da columna. Fue brutal—
—Así que se llama Bard tu campeón.
Que salvaje ¿De qué abismo del averno encontraste semejante bestia?—
—Tiene una granja en el sur. Se
encuentra en un sitio recóndito, pero es bastante bonita; la hizo él con sus
propias manos ¿Te lo puedes creer? Prefiere realizar labores típicas de plebeyo
a pesar de tener tierras y lo más sorprendente es que lo hace con orgullo—
—¿Cómo, por ejemplo, labrar la
tierra?—
—Si, también sabe albañilería,
carpintería y coser… Sveta, le he visto coser; no estoy de broma. No tiene
sirvientes y dice que esas manualidades le relajan— dijo Varya con una sonrisa.
—¿Se cree doncella o qué le pasa?—
—Es de locos. Pero lo más increíble
¿Sabes qué es?—
—No, dime—
—Sus aperitivos; el loco sabe
cocinar. He comido platos que no sabía que existían y tenían un sabor… que no
sabría describir—
—¿Estaban malos?—
—No, estaban buenísimos—
Sveta mordió un trozo de pan untado
en queso con una loncha de carne por encima, mientras intentaba imaginar lo que
su amiga de la infancia había experimentado.
—… No consigo hacerme una imagen de
ese hombre, es decir… ¿Sabe hacer trabajos delicados, pero luego arranca
cabezas como un salvaje?—
—En general es un sureño muy amable y
hospitalario. Siempre invita a alguien algo ya sea a su casa, en la taberna. Si
le pides una jarra de agua te trae un tonel. Siempre parece que puedes hablar
con él de cualquier cosa, escucha más que habla, pero a veces cuando habla no
entiendo nada de lo que dice—
—¿Es porque habla en otra lengua?—
—Sveta, los sureños también hablan un
dialecto parecido al nuestro, les entendemos perfectamente, ya deberías saberlo—
—No he hablado con muchos ordinarios,
la mayoría de la nobleza con la que me he encontrado han tratado de hablar en
nuestra lengua, así que no sé qué decir—
—Me refiero es que a veces, cuando
hablábamos, él solía divagar metiendo terminología extraña, pero con mucha
convicción y luego esperaba que le siguiera el rollo, pero cuando le respondía
algo que para él no concordaba con lo que estaba diciendo, se quedaba
mirándome, como si hubiese dicho alguna tontería y luego cambiaba de tema—
—¿Cómo por ejemplo?—
—No sabría decirte algo que en su
momento no entendí, ni tampoco me esforcé en recordar— Varya se recostó sobre
el respaldo de su silla intentando recordar alguna conversación —… Una vez
hablamos de música—
—¿De música? ¿No me digas que su
talento llega hasta ese arte?—
—Creo que nunca le he visto tocar
ningún instrumento, aunque sí le he oído cantar alguna vez, en un idioma
desconocido. Se callaba inmediatamente cuando me veía y hacía como qué no pasaba
nada; pero yo me refería a cómo lo hablaba—
—¿Y cómo lo hablaba?—
—… Era pues… Cuando hablaba de
música, hacía mención a ella de diferentes modos, uno de ellos era: Música
comercial—
Sveta casi escupe el vino al oír el
término.
—¿Cómo es eso de comercial?— Preguntó
entre risas —¿Cómo vendes la música? ¿La metes en un botijo y luego la
distribuyes en un mercado?—
—Ni idea, pero se le veía muy
convencido— Respondió Varya contagiándose de la risa, a la vez, haciendo que su
amiga se riera con más fuerza.
—¿Varya? Preguntó Sumrak, quien
estuvo atento durante toda la conversación, llamando la atención de la pelirroja
—¿Estás enamorada ese hombre?—
—¿Qué te hace pensar eso?— Preguntó
Varya secándose las lágrimas.
—Por como lo cuentas, parece un tipo
muy genial—
Varya se volvió hacia su amiga.
—Se están notando mucho las trazas de
mano femenina—
Sveta se rio de nuevo seguida de
Varya. Entre risas y bromas, poco a poco los sirvientes traían anchos platos repletos
de comida desde las cocinas.
—Dime Varya ¿Cómo te fue en las
tierras del sur? Dicen por ahí que te volviste aventurera— Preguntó Sveta,
mientras cortaba la carne con un ancho cuchillo.
—Fue una etapa interesante de mi vida,
me permitió redescubrirme y entenderme a mí misma, mientras conocía gente y
viajaba por el mundo, hasta monté mi propia tienda—
—Solo que entendí que llorabas todas
las noches por haber sido desterrada y dabas tumbos sin saber qué hacer con tu
vida, hasta que conociste al hombre que te permitió volver a ascender—
—¿Por qué lo dices tan brusco? Fue
una vida diferente, una más sencilla, pero no exenta de dificultades—
—¿Usaste las habilidades que te
dieron el apodo de la valquiria del rayo?—
—Viví como una hechicera que usaba
artes ígneas ¿A dónde quieres llegar con eso?—
—En el sur me pasó de todo, desde
grandes victorias, hasta traiciones inesperadas, pero vinieron muchos rumores
del este, que siempre hablaban de un monstruoso dios vengativo que aparecer con
las tormentas, me preguntaba si eras tú—
—Eh, no… Agradezco que me consideres
una diosa, pero no soy ese dios y casualmente yo también escuché de esos
rumores, pero llegaban de boca de comerciantes y bardos de la otra parte del
reino. Por cierto, me enteré de que arrasaste a un ejército descomunal con tus
tropas. Nada más, ni nada menos que las tropas del propio rey enemigo, hasta
lograste acabar con él ¿Cómo lo hiciste?—
Sveta sonrió sintiéndose elogiada.
—Cuando el general enemigo es un
incompetente, solo hay que aprovechar la oportunidad. No quiero presumir, pero
aquello fue de cuentos de hadas. Primero me conseguí un gran botín, aunque la
mitad tuve que dárselo a nuestro rey, como tributo, pero entre ellos están
grandes toneles de vino, que el rey cargaba consigo. Es un vino de alta
calidad, nunca bebí un sabor tan intenso, tienes que probarlo— Sveta ordenó
llenar la taza de su amiga con el vino rojo escarlata, que Varya llevó a los
labios.
—Esta divino. Esto es, como diría
Bard: la descripción gráfica de botín de guerra— Dijo Varya agitando la taza de
metal.
—¿Qué significa eso de: descripción
gráfica? ¿Es una de esas terminologías raras de las que hablabas antes?—
—No tengo ni idea de lo que significa,
pero él siempre lo decía para destacar algo, supongo que me quedó la copla—
Sveta se quedó pensativa, pues algo
en esas palabas la descolocaba.
—Como te contaba, mis victorias
militares y la posterior toma de una ciudad portuaria muy estratégica, llamada
Portobriga, me valieron el favor de nuestro rey. Ahora las costas del norte y
del sur están en mis manos, sé que esa ruta me va a traer riqueza y
prosperidad, pero hay algo que me inquieta... Mira, esto te lo cuento solo a ti—
Dijo aumentando la atención de su amiga —Cuando acabé con el ejército del rey,
fui a someter la ciudad. Pero ahí me topé con un niño que lideraba la defensa
de la ciudad; es de locos ¿verdad? Tiempo después me enteré que se hizo pasar
por noble de alta cuna y fortificó la ciudad, por un mandato del rey que él
mismo; falsificó ¿Te lo puedes creer?—
—Sí que hay gente prodigiosa—
—Creo que es más que eso. Tienes que
tener en cuenta que yo venía acompañada de un ejército inmenso, había puesto
sitio a la ciudad, tenía la cabeza del rey, con su corona, estandarte y todo,
pero él; se presentó ante mí con aires de tener todo bajo control, no sé si me
explico. Se llamaba Valian. Negoció conmigo la rendición de la ciudad y la
liberación de sus habitantes; al final algunos se fueron con él y otros se
quedaron para defenderla, no sé qué pasó ahí. Lo importante ocurrió durante la
negociación. Casi hace que mi ejército se subleve—
—¿Qué me dices?— Preguntó Varya
estupefacta, con la comida cayendo de su tenedor.
—Lo que te digo, no me lo esperaba,
pero entendí a tiempo lo que intentaba hacer y le mostré la cabeza decapitada
de su rey. Pero se lo tomó como quien se toma una copa de vino por la tarde.
Daba la impresión, que disponía de algo que podría cambiar la situación en la
que se encontraba; por un momento juraría que estaba por hacer algo—
—¿Qué estaba por hacer?— Preguntó su
hermano cautivado por la historia.
—Nada… No hizo nada. Creo que se lo
replanteó y rindió la ciudad, cómo… como quien se toma una copa de vino por la
tarde—
—Deja ya la comparación con el vino—
Dijo Varya dando un trago de vino para aclararse la garganta —¿Qué tiene de
especial ese niño?—
—Mucho. Me llamó suficiente la
atención, e introduje un par de espías en el grupo que salió con él de la
ciudad ¿Y sabes qué me contaron? Que transformó a esos miserables exiliados
hambrientos y andrajosos, en soldados, que derrotaron en batalla campal a un
ejército diez veces superior en número, pero no se quedó ahí. Persiguió al
general enemigo hasta su ciudad y la tomó—
—Imposible, esto ya son cuentos de
fantasía—
—Yo tampoco daba crédito a las cartas
que recibía, pero entonces llegó una nueva importante que alteró a todo el
reino del sur: Un grupo de rebeldes habían tomado una ciudad amurallada, ejecutaron
a la familia dirigente y formaron un gobierno independiente. La caravana de
exiliados de Valian fue en dirección al sur. Todo encaja—
Varya no supo que responder, no podía
argumentar nada ante esa lógica. Sumrak escuchaba todo con atención,
fantaseando con hacer algo parecido algún día para conseguir reconocimiento,
como su hermana.
Al terminar el almuerzo, Svelta
mostró la habitación donde Varya se iba a hospedar, cuando un mensajero llegó
alertándole que algunas aldeas acababan de sufrir ataques y saqueos.
De camino al continente, los barcos
sureños avanzaban surcando las olas. Pasaron varios días desde que partieron
del puerto. Cada varios días, un nuevo barco se acercaba a dicho puerto. Los
aventureros sabían que un ataque
Bard se encontraba apoyado sobre la
cubierta, mientras miraba al horizonte. A su lado estaban la elfa Leikara y
Resel otro elfo, quien trataba desesperadamente de conseguir una noche a solas
con ella. En el castillo de proa, Halk y Kaxir discutiendo si era mejor ser un
metamorfo, por parte de Halk, o ser un semihumano con partes de animales como
Kaxir. A Bard le daban igual esas personas, solo quería estar tranquilo
vigilando el horizonte por si un barco enemigo aparecía.
Coby llegó llamando su atención,
pidiendo que le enseñe algún ataque con magia.
—Recuérdame Coby— Dijo Bard apoyándose
sobre la barandilla —¿Cuántos años decías que llevabas en la empresa de Karadoc?—
—Un año y poco más—
—Bien Coby, en ese año ¿Cuántas veces
entraste en combate?—
—No entiendo—
—Has estado un año protegiendo a
comerciantes y sus cargamentos, seguro que en algún momento tuviste que
enfrentar a bandidos que intentaron robaros ¿Me entiendes ahora?—
—…Si; me he luchado contra muchos
bandidos—
Bard, sin estar convencido por la
actitud nerviosa del chico, creó con su magia un monigote muy simple del tamaño
de un adulto. En el proceso atrajo las miradas de los aventureros y marineros
que estaban cerca de él.
—Entonces supongo que no te importaría
hacerme una demostración. Desenvaina esa espada tuya y parte en dos a este
monigote en el menor tiempo posible. Está hecho de agua marina gelificada, pero
tiene la consistencia de un cuerpo humano. A ver cómo te desenvuelves—
Coby vio como Bard se hacía a un
lado, esperando pacientemente su actuación. Desenvainando su espada con
decisión, sujetándola a dos manos. Corrió hacia el muñeco, conectó su espada
entre el cuello y el hombro, para luego realizar un frenético movimiento de
vaivén.
Al ver tal lamentable espectáculo,
Bard entendió el verdadero nivel de sus nuevos camaradas, mientras empezaba a
preguntarse si fue buena idea aceptar ese trabajo. Para su sorpresa la gente de
su alrededor empezó a aplaudir y elogiar al niño por su desempeño, cuando
terminó de cortar el muñeco. Lo que llevó a Bard preguntarse: ¿Cómo es que
ellos lograron sobrevivir en sus aventuras? El chico volvió hacia él, insuflado
en orgullo y exaltación, mientras jadeaba recuperando las fuerzas que gastó en
esa tarea; poniendo a Bard en un dilema: decirle la dura verdad que destrozaría
su ánimo ganándose su enemistad o hacer la vista gorda y que el joven viva
feliz hasta que se tope con alguien que en verdad sepa pelear y muera en el
proceso.
Bard metió la mano en su mochila e
hizo como que buscaba algo, cuando en verdad, usó parte de su armadura para
crear un silbato.
—Ten esto, un obsequio de mi parte—
—¿Qué es esto?— Preguntó Coby
sosteniendo el obsequito.
—Un silbato. Si estamos en problemas,
sopla y yo acudiré en tu ayuda—
—¿Tu ayuda?— Preguntó el enano con
desaprobación escupiendo en el suelo —¿Quién necesita tu ayuda? El niño es
capaz de manejarse él solo, ya lo has visto. Guárdate tus ayudas para quien lo
necesite: Nadie— Intervino Thíngamir.
Bard se volvió y encaró al enano.
—Parece que tú de lucha sabes
bastante—
—Por supuesto. Soy Thíngamir martillo
de hierro. Azote de los desafortunados— Respondió desbordando orgullo.
—¿Martillo? Usas un hacha de doble
filo ¿Y lo llamas martillo? ¿Sabes acaso lo que es un martillo?—
—Mequetrefe insensato ¡Yo soy el
martillo!—
—Eres un martillo que pelea usando un
hacha y una daga… Supongo que la lógica no es de uso común entre los enanos—
—Cuidado joven— Advirtió el enano
sacando su daga con su funda de cuero decorada por surcos relleno de polvos de
colores —Esta es Ragsmog, la degolladora suprema. Bendecida con runas mágicas
heredadas de la sabiduría de los dioses. Nada más desenvainar, podría cortar en
dos este mundo si se ella misma se lo propusiese. Solo se debe desenfundarse en
situaciones de extrema índole y tú me estás forzando a hacerlo—
—Cortar el mundo en dos este mundo—
Dijo Bard con seriedad —¿Igual que cortabas el salchichón curado en la taberna
con ella?— Detrás de Bard se oyeron unas risas de los marineros que trabajaban
en la cubierta —¿Tan extrema era esa situación que no podías pedir un simple
cuchillo al tabernero?— Las risas se intensificaron enrojeciendo de rabia la
cara del enano —Que yo recuerde el mundo no se partió en dos. El salchichón sí,
pero dejó impregnado su olor en el arma; olor que llega hasta mi nariz ¿Recordaste
limpiarla adecuadamente o esas runas lo van a hacer en tu lugar?— Más risas se
oyeron en el barco y el enano se marchó indignado, pero con el pecho bien
erguido, ocultando su humillación reflejada en sus ojos bajo el visor de su
casco, mientras maldecía al humano en su lengua.
—¿Te parece bonito humillar a la raza
de los enanos?— Preguntó un enano llamado Argbor apretando su puño, conteniendo
su rabia.
—Yo no lo llamaría humillar—
Respondió Bard tranquilamente.
—¿Y cómo llamarías a la atrocidad que
acabas de hacer?—
—Destacar lo obvio; es la definición
perfecta. Tu amigo se humilló el solo—
—Aventurero Bard, usted no sabe
comportarse. Tu ofensa será castigada como no te lo puedes llegar a imaginar.
Los enanos no olvidan, ni nuestros dioses tampoco—
—¿Me estás amenazando?— Preguntó Bard
perdiendo la paciencia —Eso sí que no lo voy a tolerar— Su brazo derecho tomó
forma de cabeza de un dragón —No me tomaría ni un maldito segundo rebanarte la
cabeza, como sigas tentando mi paciencia—
El enano retrocedió instintivamente,
pero siguió encarándole.
—Usa ese segundo para pensar en lo
que has hecho y pide perdón por tus actos—
Antes de que la cosa escalara a
mayores, Korba intervino para tranquilizar la situación.
—¡Aventureros! Estamos a un solo día
de llegar a las costas del norte. Sé que estar en un barco sin hacer nada es
agobiante, pero reservad vuestro enojo para enfrentar a los norteños—
Su discurso subió la moral de los presentes,
distrayéndoles del conflicto, momento que Argbor aprovechó para escapar.
Bard deshizo la cabeza de dragón devolviendo
su mano a su forma original.
—Oye Bard, eso ha sido llamativo—
Habló Thax —¿Es mágica tu armadura? No parece metal, el material que la
conforma ¿Qué es?—
—No estoy de humor ahora, hablamos
más tarde—
—Venga, dilo ¿Qué te cuesta?—
—¡Es de slime! ¿Contento?— Dijo Bard
en voz alta, llegando hasta oídos de Korba, quién estaba tumbado sobre el techo
del castillo de proa.
—¿De slime? ¿De esos bichos
gelatinosos? ¿Lo dijes en serio? Vaya mierda que llevas puesto, siento
preguntar. Te tomé por aventurero profesional, no por un artista de teatro
ambulante— Soltó Thax entre risas antes de irse, en su lugar Coby se acercó a
Bard.
—¿Era necesario iniciar una pelea?
Argbor es un buen tipo, no buscaba pelea—
—Coby… te he regalado tu juguete, ve
a jugar con él un rato ¿De acuerdo?— Respondió Bard, pero viendo que el niño no
entendía estiró la mano al castillo de proa —Por favor—
Entendiendo ahora la indirecta, el
chico se alejó del aventurero y fue a otra parte del barco, mientras soplaba el
silbato, probando qué tan fuerte podía sonar, cosa que molestó a algunos
tripulantes.
—Coby— Le llamó Faeldor —¿Cómo estás
chico?—
—Estupendamente. Mira lo que me han
regalado— Dijo el chico soplando el silbato con fuerza, haciendo que el elfo
casi se desmaye debido al golpe sónico captado por sus sensibles orejas.
—Ya… respecto a eso, tengo que
advertirte que no te acerques mucho a ese hombre—
—¿Por qué? Hablar con él es interesante,
y me ha regalado esto— Protestó el niño molesto.
—Tranquilo, chico. Yo te lo digo
porque estoy preocupado por ti. Dime ¿Alguna vez te he mentido?—
—No, nunca. Los elfos son una de las
razas más nobles del mundo, aquellos que han visto alzarse las primeras lunas—
—Eso es, nosotros nunca mentimos y
como nunca mentimos, siempre decimos la verdad, y la verdad es que ese sujeto
de la raza de los hombres llamado Bard, es un odiarazas—
—Eso no es verdad…—
—¿Por qué se lleva bien contigo?—
Interrumpió Faeldor acallando la protesta del chico —¿Por qué se lleva bien
contigo es una buena persona, es lo ibas a decir?... Dime ¿Qué tenéis ambos él
y tú en común? Ambos sois de la misma raza ¿Verdad?— El niño asintió —Y… ¿Le
has visto llevarse bien con alguien que no sea de su raza? ¿Se lleva bien con
los enanos? No ¿Verdad? Bueno, con ellos no se lleva bien casi nadie… pero ¿Qué
me dices de Grudy? ¿Has visto que se porte tan bien con él como contigo? ¿Qué
me dices de Kaxir, Frinmur, Halk, Resel? Se llevó tan bien con alguno de ellos.
No; ¿Pero con quién se llevó bien? Thax, y él es humano, se hicieron amigos
nada más verse—
—¿Estás diciéndome que Thax es
también un odiarazas?—
—No. Él puede ser muchas cosas, pero
no es un odirazas. Pero Bard se lleva bien con él y con Korba, Raj, Brikk.
Todos humanos, no es coincidencia—
—También se lleva bien con Karadoc—
—Karadoc se lleva bien con todo el
mundo, ese hombre es un amor y un ejemplo perfecto de cómo debería ser raza de
los hombres—
—Yo quiero ser como Karadoc—
—Porque eres un buen niño, no como
esos intolerantes que nos discriminan por ser diferentes—
—¿Y qué se supone que tengo que
hacer?—
—Primero deshacerte de ese regalo,
segundo no te acerques a él. Puede que sus intenciones hacia ti no sean puras—
Coby se estremeció dejando caer el
silbato al suelo, pero cuando el elfo se fue, recogió de nuevo el silbato.
Tras un tranquilo día y durante la
noche, el barco llegó a las costas del norte. Recibido por las gélidas aguas
otoñales, el murmullo del oleaje y la oscilación de los árboles, el barco
fondeó encallando en la pedregosa costa.
Los marineros prendieron antorchas de
aceite, iluminando el camino para que los aventureros comenzaran a descargar
los carros junto con los animales de tiro. Cuando todos ya estaban en reunidos
en suelo firme, surgió la incertidumbre, mientras veían como los barcos eran
empujados de nuevo al agua.
—Ya hemos llegado hasta aquí ¿Y ahora
qué?— Preguntó Bard a Korba.
—Debemos ir hasta un enclave llamado
Fallgruve que está…— Miró el mapa ayudado de una vela, cuyo portavelas sostenía
una pieza redonda de metal pulido que reflejaba el brillo hacia un punto
concreto —Por este rumbo— Dijo no muy convencido.
En plena oscuridad, bajo las tenues
luces de las lunas en conjunto con las antorchas; cansados y somnolientos, el
grupo avanzó siguiendo a su líder.
Durante la marcha, Bard aprovechó la baja
visibilidad, para sacar a su dragón de su bolsa y dejarlo volar en dirección a
los bosques, confiando en que su habilidad de esconderse entre los árboles le
mantengan vivo.
Pronto se vislumbró la luz naranja de
las antorchas en un asentamiento. Allá donde convergían pequeños grupos de
aventureros que desembarcaron antes.
En la plaza de la aldea, los grupos
eran recibidos por el propio Karadoc, quien administraba la llegada de su grupo.
Paralelamente a la llegada del grupo Wurmskrag, pequeños grupos de aventureros
fueron arribando a las costas del norte a escondidas. Esos primeros grupos de
asalto se dispersaron por todos los ducados que pudieron. Sus ataques se
centraron en aldeas, pueblos y casas señoriales y fortalezas desprotegidas, en
ataques dilatados en el tiempo. Ocultaban el botín, pero sin sacarlo del
continente, esperaban la llegada de los transportistas, quienes bajo el nombre
de comerciantes podrían sacar el pillaje en barcos desde un puerto en
condiciones.
La nobleza local no se quedó quieta
frente al saqueo y buscaron la ayuda de sus superiores, pero al ser ataques tan
esporádicos, los Jarls respondían enviándoles pequeños grupos de milicias para
reforzar la seguridad, esperando vanamente el regreso de los asaltantes, pero
estos nunca atacaban dos veces el mismo sitio.
Cuando llegó se acercaba el día de la
llegada del convoy, los aventureros, cegados por la avaricia y confiados de la
indiferencia que los había mantenido impunes, lanzaron un ataque simultáneo en
todas las aldeas indefensas. Aquello llamó la atención de la valquiria Sveta,
quien tuvo la desgracia de ser el ducado donde se realizaron más ataques.
Ella no se quedó quieta, movilizó a
gran parte de su reserva a todos los enclaves afectados. Con ayuda de su
escriba y consejero de los rumores empezó a sospechar que los ataques estaban
siendo coordinados, pero fue cuando sus espías le confirmaron la llegada de
barcos que fondearon en las costas sin llegar a ningún puerto, fue cuando
entendió lo que intentaban hacer los aventureros.
Movilizó a toda su tropa de su
castillo, llevándose también a su amiga y a su hermano, junto con las
guarniciones de los castros comunales en su dominio, y les ordenó agruparse en
un pueblo escogido estratégicamente, en cuyos alrededores montaron un
campamento.
Mientras tanto, la caravana de
aventureros logró reunirse con los aventureros de asalto. El botín estaba
resguardado en un lugar seguro, por lo que el grupo tuvo que volver a dividirse
para ir a buscarlo.
Los aventureros los llevaron hasta
unas casas y cuevas abandonadas, en donde guardaban todo el botín incautado. Mirando
el género, Bard observó un detalle insignificante, pero importante y era que no
había comida alguna, con excepción de toneles de alcohol. El resto eran
baratijas, metales preciosos, reliquias de templos entre otros artículos.
—¿Qué diablos es esto?— Preguntó Bard
a uno de los aventureros —¿Dónde está la comida?—
—Comida… esa parte os corresponde a
vosotros— Dijo el aventurero confundido.
—¿Cómo que a nosotros? Explícate, no
entiendo nada— Reclamó Bard enfadado.
—Hemos venido a saquear y hemos
conseguido todo esto— Dijo señalando el carro que tenía a su espalda —Nos costó
mucho, no solo conseguirlo, sino guardarlo hasta vuestra llegada. Ahora es
vuestro turno de sacarnos de aquí, ese era el trato ¿Ahora decís que no tenéis
comida? ¿Qué tomadura de pelo es esta?—
—Eso mismo quiero saber yo. A mí me
han dicho que solo tenía que proteger un carromato y su cargamento, pero ahora
dices tu que tenemos que sacaros nosotros a vosotros ¿Eso quiere decir que si
entramos en combate no nos ayudaréis?—
—Por supuesto que ¡No! Mi grupo y yo vinimos
aquí para saquear y arrasar aldeas norteñas, acabamos de destruir un poblado y
la pelea contra su guarnición nos dejó exhaustos, ahora ¡Tenéis! Que sacarnos
de aquí—
—¿Pasa algo?— Preguntó Korba,
interviniendo en una discusión cada vez más intensa.
—Dice que no hay comida para nosotros—
Se quejó el aventurero señalando a Bard.
—¿Qué? Claro que tenemos víveres. De
aquí hasta nuestro reino, e incluso sobran. No hagas caso a este hombre, solo
busca conflicto—
Aclarado el malentendido el ánimo de
los asaltantes se relajó, pero el de Bard solo empeoró.
—¿Podemos hablar un momento? Korba—
—Ahora no, Bard—
Bard agarró a Korba por su jubón y lo
arrastró a la fuerza a unos escasos metros del grupo, ante su atónita mirada; Estampándolo
contra la pared, con su antebrazo presionándole el cuello con la suficiente
fuerza como para no ahogarlo, pero sí para hacerse sentir incómodo, le encaró
con furia.
—Ahora sí vamos a hablar. Desenvaina
tu espada y estalla tu cabeza… ¿En qué mierda me habéis metido?—
—No sé qué hablas— Dijo Korba
mientras intentaba apartar el brazo para poder respirar.
—Esto no es lo que acordé con
Karadoc. Me habéis mentido desde el principio. Aquí no hay víveres, solo
baratijas y saqueo—
—Lo… que hablaste con Karadoc, puedes
discutirlo con él. Nos vamos a encontrar todos en Fallgruve ¿Recuerdas?—
—Lo único que recuerdo es que el
malnacido cobarde de tu jefe me colocó a las órdenes de un pardillo patético
como tú, por si en algún momento me enterase de la verdad. Esto no es ninguna
misión de escolta. Aquí no hay nada que escoltar. Esto es una misión de
extracción— Apretó el agarre cortándole la respiración al aventurero.
—Por favor… suéltame— Suplicó Korba.
—¡Suéltalo!— Gritó Grudy enloquecido nada
más ver a Bard atacar a su amigo. Corrió como un desquiciado hacia ellos con su
porra alzada.
Bard tiró a Korba al suelo y agarró
la mano del semibestia antes que pudiese golpearle y de un puñetazo lo tumbó en
el suelo a un metro de distancia, saltándole un par de escamas de su cara y un
diente de su boca. Aquello incitó al grupo a alzarse en armas, mientras los aventureros
de asalto miraban confundidos, sin saber qué estaba pasando.
—¡Parad todos!— Gritó Korba con voz
ronca, levantándose se inmediato colocándose entre el grupo y Bard, a toda
prisa —¡No es el momento de pelearnos entre nosotros!— Tomó aire y continuó —Estamos
en territorio enemigo ¿Lo recordáis? ¿Es que queréis morir todos?— El grupo
bajó sus armas a regañadientes, para tranquilidad de Korba.
—Esto no ha terminado. En cuanto
regresemos pienso haceros pagar este engaño— Dijo Bard a Korba adelantándole
para acercarse al carro.
—¿Qué tu nos vas hacernos pagar?
Nosotros sí que vamos a ajustar cuentas contigo. Karadoc se enterará de esto—
Amenazó Faeldor, pero inmediatamente siendo interceptado por Korba.
—No es el momento. Estate quieto
¡Vamos a regresar todos! ¡Poneos en marcha!— Ordenó Korba gritando mientras
intentaba dejar clara su autoridad.
La carava se puso en marcha de una
forma en que los aventureros de asalto marcharían rodeando los carromatos,
mientras que los del grupo Wurmskrag cubrían el perímetro. Esa era la formación estándar que el grupo
aplicaba, más al cabo de un rato todo se descontroló. Los aventureros se subían
al carromato ralentizándolo, algunos quedaban rezagados hablando entre ellos,
divirtiéndose y olvidando que seguían en territorio enemigo. Por su parte, el
grupo de Karadoc no era muy diferente, poco después de partir ya habían roto su
formación, y se hubieran unido a la celebración, de no ser por Korba, quien
supervisaba de vez en cuando. Por su parte Bard rezaba por que el enemigo no
les encontrase, pero debido al jaleo que montaban, era solo cuestión de tiempo
que les encontraran.
Coby, alejándose de su puesto en la
retaguardia, se acercó a Bard, quien caminaba a la vanguardia, debatiéndose si
debía escapar a la menor señal de ataque, o si debía cumplir su misión para con
el gremio, para luego informar a los superiores, delegando en ellos el
escarmiento.
—¿No deberías estar en tu puesto
custodiando ahí atrás?— Preguntó Bard.
—Es solo un rato. Quería saber qué
pasó entre tú y Korba—
—Asuntos personales. Nada que deba
preocuparte—
—Me preocupo, estás muy raro desde que
salimos. Miras a todas partes sin parar ¿Te has vuelto loco?—
—Coby… no sé si te habrás dado
cuenta, pero seguimos en territorio enemigo en una misión peligrosa para la
cual no estáis preparados. Miro a todos lados, porque no conozco esta zona, pero
el enemigo sí, y por eso busco indicios de una emboscada—
Coby se echó a reír.
—Bard, no te preocupes. Si hubiese
enemigos cerca lo sabríamos. Los elfos tienen buen oído y los semibestias
pueden sentir un humano a mucha distancia, además ¿Has visto la cantidad de
guerreros que nos acompañan? No creo que el enemigo del que hablas sea tan
tonto como para atacar—
—Tus elfos están distraídos
divirtiéndose. La mayoría de los guerreros han soltado las armas y ahora son
más turistas que otra cosa; y los semibestias están más pendientes de mí que
por los alrededores. Sobre todo, ese amigo tuyo, que tiene pinta de querer
vengarse—
—Eso ¿Por qué pegaste a Grudy? Aunque
fue increíble lo lejos que lo lanzaste. Tienes buen brazo ¿Eh?—
—Coby vuelve a tu puesto— Ordenó Bard
de forma muy autoritaria.
Resignado, el niño se alejó de él,
pero solo para ir a hablar con sus amigos.
—¿Por qué tan serio Bard?— Preguntó
Thax —El niño no pretendía molestarte—
—¿Es que soy el único que entiende la
gravedad de la situación? ¿Qué pasará si los guerreros del norte nos atacan?
¿Les harás frente tú o lo será el enano con su daga de cocina?—
Thíngamir apretó los dientes y alzó
la voz.
—¡Cierra tu maldita boca! Soy un guerrero
enano ¡La ferocidad de los norteños no se compara con la de los enanos!—
—Uff Bard, otra vez metiéndote con
otras razas. Eso no está bien— Dijo Thax negando con la cabeza mientras
chasqueaba la lengua —Eres un caso perdido—
—Ya me dijeron que eras un hombre
conflictivo ¿Pero no puedes estarte tranquilo un momento?— Preguntó Narcim, un humano
de piel morena que estaba en su grupo —Como sigas así, al final vamos a llamar
a los chicos y lo vas a pasar mal. Solo te digo eso—
Bard respiró hondo mientras intentaba
controlar sus emociones.
—Amenázame todo lo que quieras, pero
como me pongas una mano encima te aseguro que el lo va a pasar mal serás tu y
todos tus amigos—
—Haz lo que quieras— Respondió Narcim
como si con él no fuese la cosa.
—Eres tú el único que está
amenazando, Bard. Nosotros solo estamos intentando terminar esta misión. Pero
si no quieres seguir con esto vete— Ordenó Argbor señalando al bosque con
autoridad.
—Yo no seré el primero en irme, eso
tenlo por seguro, enano— Respondió Bard.
—Tranquilízate Bard— Intervino Grog —Tengamos
la aventura en paz—
—Si queréis que me tranquilice,
cerrad la boca— Respondió dándose la vuelta.
—¿Ves? Es un odiarazas— Le dijo
Faeldor a Coby —Esa gente es de lo peor, lo llevan en su esencia—
El niño asintió.
—No puedo creer que exista gente así—
Dijo Coby con lástima mientras fruncía el ceño.
—No te preocupes quédate a nuestro
lado. Nosotros te protegeremos y te apoyaremos, no te juntes con esa clase de
escoria—
—Gracias Faeldor, eres un muy buen amigo—
El elfo sonrió acariciando los
cabellos revueltos del joven.
Aun con el retraso, la caravana logró
alcanzar al convoy que iba en cabeza, uniéndose a la fila. Preguntando a los
aventureros, se enteró que Karadoc estaba liderando la primera caravana a lomos
de un caballo. Bard se dispuso a abandonar su posición para ir a hablar con él,
pero entonces, vio por casualidad una sobra moviéndose entre la espesura;
seguido, otros arbustos se mecieron sospechosamente, aun sin haber viento. Los
animales salvajes, por instinto, se alejaban siempre de los nutridos grupos,
por lo que eso solo podía significar una cosa.
En un vano intento buscó alertar al
grupo, pero una explosión le tomó desprevenido. Aquella procedía de la
vanguardia, en donde un desprendimiento de rocas y tierra bloqueó el camino de
la avanzada, donde lideraba Karadoc.
Una lluvia de flechas y jabalinas,
como un chaparrón de verano apareció súbitamente, tomando por sorpresa a muchos
de los aventureros; y en un sincronizado movimiento, guerreros ataviados con
armaduras de cuero, piel y cota de mallas emergieron de entre las sombras y
corrieron ladera abajo mientras gritos de guerra y sonidos de corneta
orquestaban su carga.
—¡Manteneos juntos!— Exclamó Bard
convirtiendo su mano en una cabeza de dragón, desde cuya boca emergió una
espada de luz; más su orden fue ignorada completamente.
Los aventureros desenvainaron sus armas
y se lanzaron desordenadamente contra la carga sin tener en cuenta que la
primera oleada se componía de jabalineros, quienes se detuvieron en seco y a la
orden de su superior mediante su corneta, lanzaron sus jabalinas deteniendo la
contracarga, llevándose la vida de algunos aventureros en el acto. Uno de ellos
fue Grudy, quien cargó como un loco contra Bard y fue ensartado en el costado y
en el cuello. Aun en sus últimos momentos intentó alcanzar a Bard con su mano,
pero se quedó sin fuerzas.
Detrás de los jabalineros, los
guerreros espadachines pasaron por los huecos dejados en la línea de formación
y arrollaron a los aventureros con la furia característica de los norteños.
La batalla se volvió sangrienta. Los
aventureros resistían como podían, ya no intentando proteger los carromatos, ahora
luchaban por su vida. Caían de uno en uno, pero de algún modo lograron resistir
creando un frente, hasta que la cosa se puso peor. Otro grupo de guerreros
cargó contra ellos por la espalda desatando un caos completo.
Leikara cortó la pierna a un
guerrero, que cayó al suelo y fue rematado por su espada curvada. Desvió el
ataque de un hachero y su espada cortó su armadura. Otro guerrero la agarró por
detrás de la cabeza y le cortó el cuello, mientras el hachero le abría el pecho
con su arma.
Resel, al ver caer a su amada, enloqueció
y corrió hacia sus asesinos gritando espada en mano, ignorando todo a su
alrededor, recibiendo un golpe de un martillo en el pecho que lo dejó en el
suelo, apenas pudiendo respirar. De otro golpe su cabeza estalló en pedazos
manchando con sus sesos el suelo.
Bard se lanzó al ataque descargando
un corte que partió en dos a su enemigo. En aquel golpe descargó toda su furia
acumulada. Formó un escudo con su otra mano deteniendo el golpe de otro
guerrero, mientras su cabeza se enfriaba. Bajó el escudo partiendo el pie del
guerrero, el cual se cayó al suelo gritando de dolo; volteándose para matar al
enemigo que se acercaba por la espalda, la espada de un tercer enemigo cortó el
aire golpeándole en el hombro.
Relja acudió en socorro de Karadoc,
quien se defendía a sablazos a lomos de su caballo. Muchos guerreros se
interponían en su camino. Sus armaduras aguantaban sus embates y la distancia
entre él y su líder aumentaba.
Los aventureros de asalto, barajaron
dos opciones: soltar las armas y huir, o agarrar las armas y suicidarse. Una
dura decisión que fragmentó sus grupos. Apenas un par de ellos decidieron morir
luchando. Corrieron a hacer frente al muro de espadas, pasado al lado de
Faeldor, quien al principio del ataque retrocedió colocándose detrás de Coby,
paralizado por el miedo y cuando vio caer a los aventureros que debía proteger,
se escondió debajo del carromato.
Narcim perdió un brazo y una espada
le atravesó por la espalda. Cerca de él, Thíngamir soltó su hacha impoluta,
desenvainó su daga y con un desgarrador grito se abrió el estómago, cayendo al
suelo entre gritos de dolor.
Grog y Argbor fueron lanzados al
suelo con la fuerza de la carga. Al ver como Argbor era decapitado y su sangre
chorreaba, decidió ocultarse debajo de unos cadáveres aprovechando el caos de
la batalla.
Nahakkar agitó su sable curvo, en una
danza defensiva que laceraba a los enemigos omnidireccionalmente,
manteniéndolos a raya.
Algunos aventureros intentaron usar
los carromatos como una improvisada defensa, logrando ganar tiempo. No era el
caso para lo semibestias, quienes, inundados por sus instintos, se movían
frenéticamente atacando hasta el aire. Pronto empezaron a quedarse sin fuerzas,
tal fue el caso de Frinmur, que aulló de dolor mientras las espadas enemigas
agujereaban su cuerpo.
Kaxir saltó a un árbol y desde ahí
atacó en picada a los jabalineros, quienes usaban sus armas como si fuesen lanzas.
Sus espadas cortas curvas rebanaron cuellos, brazos y piernas, mientras atacaba
a todo aquel que se ponía por delante.
Karadoc partió la cabeza de un
guerrero sin yelmo y ensartó su espada en la parte desprotegida de otro
guerrero acorazado. Sus escoltas caían uno a uno desangrados y aullando entre
agonía.
Bard empezó a acostumbrarse a la
situación. Logró usar un carro volcado como pared para dirigir los ataques
enemigos hacia un punto, donde podía defenderse con mayor facilidad. Dese ahí
tomó impulso y avanzó lateralmente, acabando con todo norteño que se entrometía
a su paso intentando llegar a la retaguardia, donde estaba Coby. Sabía que ese
niño era carne de espada, pero aguardaba la esperanza de salvarle. En el camino
se cruzó con Thorgrarl, un enano muy ocupado perdiendo la vida, parando
jabalinas en el pecho y sin posibilidad de caer al suelo debido a que estas
actuaron como punto de apoyo, lo cual causaba confusión entre los enemigos,
quienes le soltaban alguna descarga con el hacha o le disparaban una flecha,
para asegurarse de que estaba muerto.
Cuando los primeros aventureros
cayeron en la emboscada, Coby empeñado en demostrar su destreza, se lanzó a la
carga atacando a la espada del primer enemigo que se cruzó en su camino y como
resultado del choque fue arrojado al suelo, cayendo sobre un charco. Totalmente
indefenso, e incapaz de entender como había llegado a esa situación, vio
expectante, como el arma del enemigo se acercaba peligrosamente hacia él, mas
el ataque de Bard llegó para evitar su muerte.
—¡Levántate!— Gritó Bard con autoridad, a lo
que el niño finalmente obedeció.
—Bard… Faeldor…—
—¡Cállate, tenemos que salir de aquí!
Abriré una brecha, tu sígueme ¿Queda claro?— Rebanó el torso de un enemigo sin
problemas —¡¿Te he preguntado si queda claro?!— A lo que Coby asintió
repetidamente —¡Vamos!—
Aumentó la intensidad de la espada de
energía haciendo que sus golpes derritiesen las armaduras como un cuchillo
caliente. La sangre no brotaba de dichas heridas, pues estas quedaban
calcinadas. A golpe de espada y escudo avanzó entre los soldados, los aventureros,
pisando los cadáveres seguido del chico quien sacudía la espada cortando el
aire, como intentando alejar o disuadir a los enemigos. Cerca de ellos,
Faeldor, al ver el camino despejado que Bard dejó, no dudó en correr para
escapar del lugar.
Kaxir fue alcanzado por una jabalina
corta en medio de un salto. Cayó justo sobre otra jabalina, la cual le perforó
hasta que su cuerpo tocó el suelo partiendo el palo de madera en el proceso. El
norteño recuperó su arma ensangrentada y con el filo de la misma, agujereó el
cuerpo del semibestia repetidas veces.
Halk se transformó en una bestia
completa, un ser que recordaba a un lobo bípedo por su pelaje y la forma de su
cara. Avanzó desgarrando todo lo que se cruzaba en su camino, pero al mismo
tiempo recibiendo ataques por la espalda en forma de cortes de espada, hacha,
puñaladas o lanzadas de jabalina. Cedió desangrado y un einherjar le partió la
cabeza, alzándola en señal de triunfo, junto con un grito de guerra que elevó
la moral de los atacantes.
De tantas vueltas, Nahakkar se mareó
y perdió las fuerzas, empujó a un norteño al suelo y cuando estaba por
atravesarlo con su espada, una mano le agarró la espalda y lo tumbó bocarriba,
perdiendo su espada en el proceso. Con un pie sobre su pecho empujándolo contra
el suelo, el aventurero intentó apartar al norteño con sus manos moviéndolas de
manera frenética en un ataque de histeria, que fue calmado con un hachazo
directamente en el cuello.
Rodeándole por completo, tras acabar
con su última escolta, el caballo de Karadoc fue apuñalado hasta que cayó
muerto al suelo. Su jinete fue desmontado a la fuerza, por los mismos norteños
que le desarmaron partiéndole un brazo, mientras él forcejeaba intentaba
escapar hasta que perdió las fuerzas y desistió aceptando la realidad.
La caída de la tarde se cernió sobre
aquella espesura, alfombrada por los cuerpos de aventureros y norteños bañados
en la sangre, orina y heces mezcladas.
Observando el panorama desde lejos,
como los norteños victoriosos se hacían con todos los carromatos, Bard y Cobi
esperaron hasta que las cosas se tranquilizaran, para poder acercarse. A menudo
que se acercaban, se encontraban con supervivientes. Los primeros con los que
se encontraron, fueron Muckuntu y seguido de él vino Brikk.
—¿Cómo habéis sobrevivido?— Preguntó
Coby.
—Peleando— Dijo Muckuntu —Me abrí
pasó y cuando se acabó la batalla me di cuenta de que estaba lejos del combate—
—Tu espada está demasiado limpia,
para haber estado luchando— Señaló Bard.
—La limpié con la ropa de los
enemigos caídos—
—¿Y de dónde sacaste el agua o el
aceite para limpiarla? ¿La dejaron caer también los enemigos al morir?—
—Podría decir lo mismo. Tu armadura
está demasiado limpia para haber estado peleando— Reclamó Muckuntu.
Bard, molesto sacó un pañuelo blanco
y lo pasó por el peto manchando el pañuelo con la sangre a medio secar.
—Yo me abrí paso y salvé al niño de
paso. Como ves es difícil limpiar la sangre— Dijo guardando su pañuelo, para
luego mirar a Brikk.
—Salí vivo gracias a mis amigos— Dijo
Brikk —Ellos murieron y yo sobreviví. Es todo—
Llegando al borde del campo de
muertos, se encontrar con Faeldor, Grog y Thax.
—Coby, estas vivo— Dijo Faeldor
alegremente.
—¿Dónde te habías metido?— Preguntó
el chico.
—La batalla fue intensa, y la lucha
me alejó de ti. Me alegro que estés bien ¿Cómo has sobrevivido?—
—Me salvó Bard— Señaló al aventurero
para desagrado del elfo, quien esperaba que él muriese en batalla.
—¿Cómo has sobrevivido, enano?—
Preguntó Brikk.
Grog negó con la cabeza.
—Ha sido un momento intenso. Peleé
por mi vida y vi morir a mis hermanos de raza—
Bard caminó por la línea de
cadáveres. Sabía que, al día siguiente, lo guerreros del norte regresarían para
saquear, clasificar y enterrar a sus paisanos, por lo que se apresuró en
recorrer la zona mientras buscaba entre los cadáveres.
—¿Se puede saber qué buscas?— Una voz
familiar le llamó la atención.
—Korba, has sobrevivido— Dijo Bard.
—No fui el único— Señaló a Raj, quien
estaba a su lado.
—Suerte supongo, el grupo que
sobrevivió está detrás— Señaló Bard con su pulgar.
—No le has respondido a su pregunta—
Dijo Raj —¿Qué estás buscando?—
—A Karadoc. Espero que no esté muerto—
—Él estaba en la vanguardia— Dijo
Korba —Te ayudaremos a buscar—
Los chicos llamaron al grupo y entre
todos empezaron a buscar más supervivientes, donde antes fue la vanguardia del
convoy. Brikk se percató de que unos cadáveres se estaban zarandeando, por lo
que avisó a los chicos para desenterrar a Relja, quien estaba atrapado entre
varios cuerpos.
—Ocultándote entre cadáveres para
salir vivo, que acto más cobarde— Dijo Grog enfurecido —¿Has tomado una buena
siesta? La mayoría de los nuestros murieron peleando. Discúlpate con los
muertos—
—Estaba intentando rescatar a Karadoc—
Respondió Relja sacando su espada ensangrentada de la tierra. Pasó un trozo de
tela intentando remover la sangre pegada —Se me amontonaron encima de mí y
quedé atrapado—
—Ya…— Bufó el enano sin créele.
—¿Karadoc está vivo?— Preguntó Korba
sorprendido.
—Se lo llevaron— Respondió Relja.
En ese momento un guerrero del norte
solitario se lanzó contra ellos mientras gritaba, hasta que un hacha voladora
le partió la cabeza.
—Tened cuidado, aun quedan algunos
rezagados por aquí— Dijo Thax acercándose al grupo —¿Me he perdido algo?—
—Vamos a rescatar a Karadoc— Dijo Bard,
casi como si fuese una orden.
—Ah, está vivo. Es un bastardo con
suerte— Dijo Thax —Pero amigo, no sé si te habrás dado cuenta de que no estamos
en la mejor de las condiciones. Mira a tu alrededor—
—Ellos tampoco. Una batalla como esta
pasa factura— Respondió Bard —Ahora mismo deben estar contentos con la
victoria. Se han llevado los carromatos y al líder. Lo último que esperarán es
un ataque. Nosotros somos diez. Podemos infiltrarnos por la noche sin que nos
vean—
—Vives en tu mundo de fantasía— Dijo Grog
—Entiende en la situación en la que estamos. No podemos hacer nada. Yo quiero
salvar a Karadoc, como todos, pero sería un suicidio—
—Entramos y nos llevamos a Karadoc. Repito
que ellos no se esperan un ataque esta noche. Será rápido. Solo tenemos que ser
cautelosos y podremos rescatarle—
—Vaya Bard, que sorpresa, conoces muy
bien a los norteños— Dijo Thax en un tono sarcástico.
—¿Quién te ha nombrado líder?—
Preguntó Faeldor molesto —Si vamos a hacer algo, lo decidiremos nosotros—
—Es probable que funcione— Dijo Relja.
—¿Te Has vuelto loco?— Preguntó
Brikk.
—He dicho que es probable que
funcione— Repitió Relja —Se lo llevaron, así que no lo mataron. Somos pocos y
ellos están distraídos, si no… ¿Qué vais a hacer, regresar a los barcos y
volver no solo con las manos vacías, sino que encima sin el jefe? El gremio nos
expulsará por este fracaso, Wurmskrag será disuelto y todos tendremos que
volver a buscarnos la vida malviviendo bajo la sombra de los demás ¿Eso es lo
que queréis?—
—Si, tienes razón, vamos a rescatarle.
Yo estoy contigo— Dijo Raj —Si volvemos, que sea con Karadoc, él siempre se las
ingenia para sacarnos de los apuros. Yo no quiero seguir siendo un paria con la
cabeza agachada—
—Yo tampoco— Dijo el enano, así como
el viejo Brikk, el elfo y el niño.
Con la moral renovada fueron tras el
rastro que dejaron los norteños, hacia su campamento. Esquivando las patrullas
que fueron dejadas para buscar y cazar a los supervivientes.
El campamento de la valquiria era un
emplazamiento provisional. No tenía foso, apenas una empalizada, la cual
siquiera contaba con adarve, pues había sido levantada apresuradamente cortando
troncos y atándolos, dejando cuatro puertas de acceso, con un par de guardias
como vigilantes. No había atalayas, ni puentes y los guardias miraban el
horizonte desinteresadamente.
Dentro se celebraba todo un festival.
Creyendo que todo el grupo de aventureros había sido destruido, con su líder
capturado y el saqueo recuperado, los guerreros festejaban su triunfo.
Encadenaron a Karadoc a una piedra de
altar, en donde le apalizaron hasta hacerle sangrar. Cuando Sveta se presentó
en persona, las agresiones cesaron. Los ojos de Karadoc tornaron hacia arriba
para encarar a la valquiria, mientras mantenía una mirada estoica.
—Así que tú eres el jefe de los
bandidos que han estado saqueando mis dominios— Escupió Sveta con desgrado.
—¿Dónde están mis hombres?—
—Están ahora mismo con vuestros
dioses—
Karadoc mostró una mueca de lástima,
apretando los dientes y frunciendo el ceño, más luego dicha expresión se tornó
en una sonrisa.
—Una valquiria se dignó a bajar hasta
nuestro nivel. Eso demuestra que hicimos un gran trabajo atrayendo la atención
de los más grandes de esta tierra. Mis hombres pueden contar en el más allá,
que murieron con honor y de paso se llevaron a algunos de los tuyos—
Sveta respondió con un puñetazo que
le partió de nuevo el labio, a la vez que le aflojó sus molares.
—Cuida tu lengua, bandido. Estás en
presencia de una valquiria. Aquellos quienes te contrataron para sembrar el
caos en mis tierras sentirán mi ira, acabarán como tus hombres. Les mandarás un
mensaje de mi parte, que reza lo siguiente: Su fin está próximo—
Karadoc escupió un coágulo de sangre
que se formó en su garganta al suelo.
—Tu ira no nos asusta, y o no temo a
la muerte, soy un aventurero. Otros grupos llegarán para saquear y arrasar tus
tierras y las de tu malnacido rey, recuerda mis palabras—
—Puede que no le temas a la muerte, o
a ese dios del trueno del que tanto habláis en el sur, pero temerás el dolor
que te vamos a infligir, escupirás todo acerca de esos futuros saqueadores,
como la sangre que acabas de escupir al suelo. Recuerda mis palabras— Sveta se
dirigió a sus guardias —Cien azotes. Bañad sus heridas con cítrico cuando la
sangre coagule. No tengáis prisa— Ordenó.
Sveta se marchó dejando a su hermano
a cargo de un einherjar, mientras ella junto con Varya salían con sus
respectivas escoltas a hacer una patrulla por los alrededores.
Sus guerreros obedecieron levantando
al apaleado aventurero. Clavaron un gancho en la palma de sus manos y lo
elevaron hasta que quedó de puntillas. Con un látigo de cuero bañado en agua
lanzaron el primer azote, el cual arrancó un chasquido que resonó en todo el
campamento, seguido del grito de dolor de Karadoc.
El castigo continuó hasta la noche,
en donde hubo que hacer relevos cada cierto número de azotes, para no perder
fuerza por el cansancio.
En las afueras del campamento, el
grupo de supervivientes se acercaba lentamente, escondidos entre los
matorrales. Encontraron el campamento ubicado en el meandro de un río y
esperaron al cobijo de la oscuridad para acercarse, aprovechando que gran parte
del ejercito estaba dispersado buscando supervivientes y que sus comandantes
habían alzado el vuelo dejando el lugar sin un líder.
Cuando pasó una patrulla enemiga de
dos guerreros, Thax salió de su escondite para apuñalar al primero por la
espalda, mientras el segundo vigilante cayó al suelo por una flecha clavada en
cuello desde el arco de Faeldor. Con los vigilantes muertos, el grupo se reunió
cerca de las puertas desprotegidas.
—Este campamento es muy grande.
Mantengámonos juntos, si por algún casual se da la voz de alarma, podremos
sobrevivir si estamos juntos, unidos— Sugirió Bard.
—Separémonos, así encontraremos a
Karadoc más fácilmente— Ordenó Relja, a lo que sus camaradas estuvieron de
acuerdo con su idea y se dividieron por grupos.
Bard maldijo en silencio a los
sujetos que le tocaron como compañeros y sujetó al chico antes de que se fuera
con el grupo del elfo.
—Estate quieto, tendrás más
probabilidades de sobrevivir conmigo que con ellos— Le dijo al chico y cuando
este intentó replicarle, Bard le abofeteó —No me cuestiones y menos ahora, ve
delante y no dejes que te vean— a lo que el chico obedeció resignado.
El grupo se dispersó inmediatamente
tras atravesar la empalizada.
Relja, Korba y Raj descubrieron la
roca del sacrificio, en donde estaba Karadoc atado. Dicha roca estaba
custodiada por tres guardias, dos de los cuales estaban bebiendo tranquilamente
mientras el tercero estaba echando una cabezada.
Entre los tres decidieron como les
atacarían sin que dieran la voz de alarma. Puesto que sabían que ellos todavía
no habían sido descubiertos, Korba actuaría se acercaría de señuelo, pero solo
cuando Raj se acercara lo suficiente al soldado dormido, mientras Relja se colocaba
de modo estratégico para salir y atacar cuando Korba logre asestar el primer
golpe.
Mientras se posicionaban para lanzar
su ataque, Thax se acercó a una tienda desde la cual salió un einherjar para
refrescarse limpiándose la cara en un barril de agua que había al lado de la
entrada de la tienda. Cuando levantó la cabeza se encontró con la espada de
Thax decapitándole sobre el barril.
Entrando en aquella tienda se
encontró con un niño, quien le miró confundido por no ser el einherjar que
salió hace un segundo. Cuando se dio cuenta de que ese hombre no era un amigo
intentó escapar, pero Thax le atrapó tapándole la boca. Dedujo que, por la
clase de guardián, el tamaño de la tienda y la ostentosa y llamativa ropa del
niño, estaba ante alguien importante. Sin perder el tiempo salió de la tienda
arrastrando al chico consigo.
Muchuntu acuchilló múltiples veces a
un guardia tapándole la boca. Brikk hizo un movimiento similar, pero noqueando
al enemigo con un cabezazo después de la puñalada.
Grog intentó cortar la pierna de un
paje con su hacha, dicho paje era un chico de cabellos castaños oscuros que
llevaba una garrafa de agua hacia la tienda de su caballero. El chico le lanzó
la garrafa de cerámica sobre su cabeza, rompiendo el recibiendo en el proceso,
pero mandando al enano al suelo. Agarró el hacha y cuando estaba por rematarle,
una flecha de Faeldor le atravesó la nuca. Grog se levantó con el labio roto,
agarró el hacha y partió la cabeza del cadáver con furia.
Bard y Coby recorrieron con sigilo el
campamento buscando a Karadoc. La oscuridad en conjunto con la escasa
iluminación de las antorchas y el impedimento de usar magia para iluminar el
lugar sin delatarse, dificultaban la búsqueda. Sin embargo, el mayor problema
fue no darse cuenta de la impulsividad del chico, quien nada más ver a un
norteño salir de una tienda, se abalanzó contra él con su espada en mano y le
apuñaló en el estómago cuando el guerrero se volteó al oír sus pisadas.
El ataque sorpresa no resultó letal,
pero fue sorpresivo tanto para Bard, como para el guerrero, quien de inmediato
gritó al oír el grito de ataque del chico. Atrapó la hoja con sus manos
desnudas evitando que penetrase más en su cuerpo. Coby intentó apresurarse en
matarle, siendo lanzando al suelo de un puñetazo soltando su espada, dejándolo
a Bard la tarea de rematar al guerrero, pero ya era tarde. Los gritos del
chico, junto con la voz de alarma del guerrero antes de morir alertaron a los
vigilantes, quienes esparcieron la señal de alarma, la cual corrió como aceite
ardiendo por todo el campamento.
La voz de alarma alertó a los
guardias que custodiaban a Karadoc, obligando a los aventureros a ajustar sus
planes: El guardia dormido se despertó obligando a Raj a adelantarse para abrir
su cuello con su espada. Sus gritos llamaron la atención de sus compañeros dificultando
el trabajo a Korba, quien quedó en las mismas condiciones que sus objetivos,
desenvainando sus espadas al mismo tiempo.
Korba se lanzó a acuchillar al
guerrero de cabello dorado enfrascándose en un combate a muerte con espadas, el
compañero del rubio fue emboscado por Relja, pero bloqueó su ataque con su
escudo, siendo asesinado por Raj, quien le cortó el cuello por la espalda.
Cuando el rubio guerrero vio que sus compañeros estaban muertos, intentó
escapar inútilmente, pues Korba le cortó la pierna para finalmente siendo
rematado por Raj, con una estocada en el cuello.
Con los vigilantes muertos y a
contrarreloj, se acercaron rápidamente a su jefe, quien yacía medio
inconsciente en el suelo. Korba despertó a su jefe, Raj y Relja introdujeron
una lanza en el anillo clavado en la roca y ejercieron presión entre ambos.
—Karadoc, hemos venido a salvarte—
Dijo Korba.
—… ¿Y el resto del grupo?— Preguntó
Karadoc hablando con dificultad.
—Solo quedamos nosotros— Respondió
Korba —Pero le sacaremos de aquí— Korba sacó su cuchillo y lo introdujo en lo
que parecía ser la cerradura de los grilletes y lo movió como intentando
forzarlos.
Ante la voz de alarma, Grog y Faeldor
empezaron a ver con temor, como la actividad el campamento aumentaba. El enano
cortó la estaca sobre la cual suspendía una antorcha y la lanzó sobre una de
las tiendas.
—¿Qué haces?— Preguntó Faeldor.
—Causar caos para poder escapar ¿A ti
que te parece?—
—¿Pero y Karadoc?—
—¡Cállate y quema otra tienda, orejas
picudas!—
Las llamas al contacto con la paja y
los matojos secos que cubrían las tiendas para aislarlas del frío de la noche,
prendieron rápidamente esparciendo las llamas por todas partes. La hoguera
empezó a ganar brillo e intensidad, la cual se pudo ver desde cierta distancia,
lo cual alertó a las patrullas, incluida la de Sveta, quien se rezagó en su
ronda por un inconveniente.
—¡Empuja más fuerte Relja, no tenemos
tiempo!— Gritó Raj.
La lanza se partió haciendo caer a
ambos aventureros al suelo y cuando estuvieron en el suelo, fue cuando vieron
una gran sombra alada surcar los cielos.
—¡La valquiria ha vuelto, tenemos que
irnos!— Gritó Relja incorporándose.
—¡Dame un segundo!... ¡Trae un hacha!—
Respondió Korba rompiendo la punta de su daga.
—¡Idos!— Gritó Karadoc —Yo ya estoy
acabado. Me han roto las piernas—
—¡No te dejaremos!— Gritó Korba.
—Lo que queda de Wurmskrag está bajo
tu mano… Relja! Ahora largaos—
—Se acabó, tenemos que irnos— Dijo
Raj empujando a Korba.
Con el caos creado en el campamento,
los aventureros se dispersaron como pudieron, escapando del campamento en
direcciones diferentes.
Bard, junto con Coby agarrado bajo su
brazo, escaparon hacia la espesura, ocultándose de las patrullas de jinetes y
siguieron avanzando hasta quedar lejos del campamento.
—¿A dónde vamos? Tenemos que regresar
a rescatar a Karadoc— Preguntó Coby molesto.
—Karadoc está muerto— Sentenció Bard —Esto
estaba destinado al fracaso desde el principio, debimos huir en vez de
arriesgarnos—
—No, me niego a creer eso, yo voy a
volver— Dijo Coby.
—¿Perdiste por completo la cabeza?— Preguntó
Bard enfadado —No te vas a acercar siquiera a la empalizada, hay más grupos buscándonos
y tu ni siquiera sabes luchar. Entiende en la situación en la que te encuentras—
—Yo sé luchar— Replicó el chico.
—Ahora vas a decir que tus enemigos
no te dejan demostrar tus habilidades ¿No? Siquiera has podido apuñalar a un
hombre desarmado y fuiste reducido. Niño despierta no vales para esto— Dijo
Bard haciendo énfasis en la palabra desarmado —Y para colmo perdiste tu espada
¿Con qué se supone que vas a luchar?—
Coby le miró con el ceño fruncido.
Era la primera vez que alguien le soltaba verdades en la cara y no sabía cómo
reaccionar ante ello. Empezaba a entender la actitud de sus camaradas hacia ese
aventurero.
—Karadoc aún está vivo— Insistió el niño, a lo
que Bard se negó a seguir discutiendo y marchó siguiendo su camino —¡¿A dónde
vas?!—
—A casa, la misión ha fracasado—
Viendo a su protector alejarse, Coby
le maldijo y siguió sus pasos hasta volver a alcanzarle.
Sveta llegó al campamento, nada más
desmontar corrió hacia su tienda, en donde había cierta cantidad de guerreros
reunidos moviendo un cadáver decapitado. Temiéndose lo peor entró en la tienda
y buscó por todas partes, pero la encontró vacía.
—¡¿Dónde está?!— Le gritó al grupo —¡¿Alguien
ha visto a mi hermano?!—
El grupo lo negó, cosa que acrecentó
su preocupación. Miró por todas partes. El fuego estaba siendo controlado,
hasta Varya estaba prestando su magia para apagarlo. El movimiento frenético se
estaba calmando y los responsables lograban proyectar su influencia trayendo
orden poco a poco. En ese momento cuando la valquiria se tranquilizó pensando
que tal vez su hermano seguía en el campamento. Tomó las riendas y movilizó a
todo aquel noble y caballero que se presentaba ante ella.
La organización duró hasta que la
noche empezaba a desaparecer y hasta ese momento, no hubo rastro de su hermano.
Apilaron los cadáveres en una parte alejada del campamento para no despertar
epidemias y su cuerpo tampoco se encontraba entre ellos.
Desarrollando una imagen mental
acerca de lo ocurrido por la noche, basándose en los hechos y las versiones de
los vigilantes, Sveta no tardó en darse cuenta de que un grupo de
supervivientes fue el que causó ese desmadre. Lo que reconoció, fue haber
pasado por algo su osadía para desafiarla en su propio campamento, justo
después de la batalla, y había una razón, solo una por las que se arriesgaron
tanto.
Sveta caminó hasta la roca de
sacrificio, en donde encontró a Karadoc muerto. Su cadáver se encontraba con
los ojos abiertos y enrojecidos, desde su boca, un líquido, ahora seco mancha
su ropa y llegaba hasta el suelo. Su pelo estaba parcialmente cubierto por la
ceniza. Su ropa estaba quemada, al igual que su piel, pero superficialmente,
pues alguien vertió agua encima apagándolo.
—Murió asfixiado por el humo— Dijo
Varya mirando al cadáver de cuclillas.
—Eso parece— Respondió Sveta
dubitativa —Intentaron rescatarle, solo tenían que deshacer el conjuro de la
roca y romper los grilletes, pero en vez de eso prendieron fuego al campamento.
Esto no tiene sentido y para colmo han secuestrado a mi hermano. Seguramente
para hacer un intercambio... Vieron que no lo podían liberar, así raptaron a mi
hermano cuando estaba en su tienda, prendieron fuego al campamento y escaparon—
—Sabes, esto no tiene ningún sentido—
Dijo Varya levantándose.
—Nada lo tiene, pero de una cosa
estoy segura: No andan lejos— Se dirigió a su maestro del campamento —Manda a
todo el mundo en grupos a rastrear los alrededores. Llegad hasta la costa si es
necesario, pero encontrad a mi hermano— Agarró un hacha y separó la cabeza de
Karadoc de su cuerpo.
—A sus órdenes— Dijo el einherjar
encargado del campamento movilizando a todo el campamento con sus directrices.
Bard y Coby avanzaron por la espesura
con cuidado, manteniéndose atentos de las patrullas y de los imprevistos, algo
que al chico le disgustaba, pues sentía que se estaban ralentizando. Sin
embargo, Bard notó que ahora que estaba desarmado, parecía más obediente.
—¿A dónde vamos? Creo que la costa
queda en otra dirección—
—Estamos dando un rodeo. Los caminos
estarán vigilados. Si vamos en dirección opuesta y luego damos un giro iremos
más tranquilos— Respondió Bard.
—¿Es necesario ir de esta manera?
Podríamos ir en línea recta y llegar antes, además nadie nos persigue—
—Eso es buena señal, mantengamos de
esa manera… Atento—
El aventurero alzó la mano e hizo un
ademán para que el chico se agachara. Manteniéndose de cuclillas pegados a un
árbol oyeron como algo avanzaba en su dirección.
Cuando la sombra pasó por delante de
ellos sin notar su presencia, Bard se abalanzó por la espalda atrapando el
cuello, jalándolo mientras pateaba la pierna del sujeto para facilitar su caída,
seguido de la transformación de su armadura para rematarle limpiamente, pero en
el último minuto se detuvo.
—¿Brikk?— Preguntó Bard al ver mejor
al sujeto que había reducido.
—Bard…— Dijo el viejo aventurero
tomando consciencia mientras Bard le ayudaba a incorporarse —¿Eres tú?...
Maldito seas, ¿Qué pretendías hacer, matarme?—
—Esa era la idea ¿Estás tu solo?—
—Estaba con Muckuntu. Matamos a
algunos mientras buscábamos a Karadoc, hasta que nos vimos envueltos en llamas
antes de que nos dimos cuenta. Logramos escapar, pero luego nos encontramos con
Thax y me separé de Muckuntu y me topé con vosotros ¿Fuisteis quienes
incendiasteis el campamento?—
—No— Respondió Bard —También nos
vimos envueltos y tuvimos que escapar—
—Al menos veo que has sobrevivido— Le
dijo Brikk a Coby.
—Pero perdí mi espada— Se lamentó el
chico —Fue un regalo de Karadoc—
—Mejor la espada que la vida ¿A dónde
estabais yendo?—
—A la costa, pero estábamos dando un
rodeo— Dijo Coby —¿Nos acompañas?—
—Claro. Por cierto, vi a Grog y al
elfo escapar de una patrulla— Dijo Brikk.
—Vamos tras ellos— Dijo Bard.
Corriendo a lo largo del cauce de un
ancho riachuelo, Raj, Korba y Relja escapaban desesperadamente. Llevaban
escapando desde que salieron del campamento. Se habían desecho de sus armaduras
porque el peso les estaba ralentizando, pero sus fuerzas desaparecían a cada
paso que daban. Un aleteo sonó por encima de sus cabezas. Descendiendo en
picada sobre ellos, la garra del dragón de Varya estampó a Relja contra el
suelo.
Ral al ver a su camarada en apuros,
desenvainó su espada y se lanzó a atacar a la criatura. El dragón le atrapó con
su boca y le zarandeó salvajemente de un lado a otro, como si fuese un trozo de
lechuga.
Intentando mantener la cabeza fuera
del agua para no ahogarse, Relja gritó a Korba para que escapara.
Korba apretó los dientes y se lanzó a
correr hacia los bosques, pero una flecha, proveniente de la ballesta de un
einherjar alado de la escolta de Varya, le alcanzó en una pierna, haciéndole
caerse al agua.
Varya desmontó, mientras el resto de
su unidad formaba un perímetro para evitar ataques inesperados. Se acercó con
calma al aventurero herido, quien se arrastraba en el agua, incapaz de
levantase debido al cansancio y al dolor. Pisándole la herida con su pierna, la
valquiria le detuvo.
—¿Ibas a alguna parte? Ah, cierto,
estabais escapando después de haber secuestrado a un niño y prendido fuego a
nuestro campamento— Varya apretó la presión sobre la herida hasta que oyó un
crujido —Ay perdona, que torpe soy, te partí la pierna—
Korba soltó un gritó de dolor
mientras se movía como una anguila intentando zafarse del pisotón. Varya por su
parte le agarró la camisa, levantando un poco el torso del aventurero para
encararle, mientras mantenía la presión sobre su pierna.
—Hablad ¿Dónde habéis escondido al niño?
Decídmelo y me mostraré indulgente. Tal vez hasta te ayude a salir de esta con
vida—
—No sé de cuál niño me habláis, mi
señora— Suplicó Korba —Nosotros tres solamente tratábamos de rescatar a
Karadoc. Él fue nos sorprendió tanto a nosotros como a vos—
—No te creo—
—Os digo la verdad… Sobrevivimos a la
batalla nueve compañeros… cinco eran de mi raza, había también… un enano, un
elfo y… sí, había un niño, pero ese no es el niño que buscáis—
—Háblame de ese niño—
—Se llama Coby. Hizo misiones con
nosotros desde hace… tiempo, no sé contar… es rubio, ojos verdes, tiene pecas
en la cara y… no sé qué más—
—Está claro que no es a quién busco.
Háblame de esos amigos tuyos— Dijo Varya moviendo el pie de la herida.
—A dos de ellos los acabas de matar.
Otro se llama Thax, un tipo de pelo negro, rizado, tiene una marca de castigo marcada
con hierro en el cuello, se lo tapa con un pañuelo amarillo. Otro es Brikk, un
anciano, no sé qué hacía yendo de aventuras. Muckuntu, es negro, corre muy
deprisa, el elfo Faeldor es rubio, tiene orejas puntiagudas, lleva un arco y el
enano es un enano, se llama Grog y es un enano y ya…—
—Un grupito muy variopinto, he de
reconocer ¿Qué más?—
—Nada más… bueno sí, había otro
hombre, pero no era de los nuestros. Era un aventurero arrogante que se había
unido a nosotros para sacar tajada de la misión. Creo que fue él quien
secuestró al niño que buscáis y tal vez fue él quien incendió el campamento—
—Seguid hablando, quiero saberlo todo
acerca de él. No te guardes nada—
—Desde que le conocimos, es un
aventurero que siempre estaba discutiendo, entorpeciendo nuestros planes,
faltándole el respeto a mis camaradas, un asco de persona. Se llama Bard—
Aquel nombre resonó en el cerebro de
Varya como una chispa, forzándola a esbozar una sonrisa maliciosa
involuntariamente.
—…Bard… ¿Hombre alto, musculoso,
llevaba puesta una armadura extravagante hecha de slimes?—
—Así es. Tal como lo describís,
acertasteis hasta en la armadura— Dijo Korba desconcertado —¿Le conocéis?
Perdonad mi audacia—
—Digamos que… no es asunto vuestro—
Dijo Varya soltando al aventurero, quien se sentó en el agua agarrándose la
pierna herida, sacándose el virote roto, cuya punta mantuvo disimuladamente
oculta en su mano.
—Es un malparido, es el culpable de todo.
A él es a quién buscáis—
—Lo dudo— Dijo Varya rascándose la
cabeza —El Bard que yo conozco, no coincide para nada con vuestra descripción.
Pero dado que sois una rata tan rastrera que acaba de vender a los pocos
amigos, sellando su destino, gratuitamente, no me extrañaría nada que tengáis
una opinión negativa de él—
—Pero me prometisteis que me
dejaríais vivir—
—Ahora que me di cuenta de la clase
de basura que sois en realidad. Perdonarte la vida, sería igual a darte un
arma, voltearme y esperar que no me apuñaléis por la espalda— Varya
desenvainando su bracamarte para de dos tajos separar la cabeza de Korba, del
resto de su cuerpo —Uff, estoy perdiendo facultades. He de entrenar más ¿No
estáis de acuerdo, chicos?—
—¿Qué vamos a hacer ahora? Mi señora—
Preguntó un einherjar.
—Habrá que continuar con la cacería…
Dijo que eran nuevo, nosotros hemos acabado con tres de ellos, eso significa
que hay otros seis más. No deben estar muy lejos, pero si Bard y es el mismo
Bard de quién hablamos, entonces la cosa cambia un poco para peor—
—¿Cree que ese Bard fue el que
secuestró al señor Sumrak e incendió el campamento? Tal como dijo ese
aventurero, que en el abismo descanse—
—No, en absoluto... Él no necesitaría
recurrir a semejantes trucos; si le hubiese placido habría arrasado él solo el
campamento, pero no lo hizo… Quizás sea por ese niño que está con ellos... Él
es más de proteger, que de atacar ¿Me entendéis?... Conociéndole, supongo que
en no irá al sur, sino que dará un rodeo por el norte esquivando las patrullas
que Sveta envió para cortar la huida… Supongo que buscará ir a algún tramo de
una costa alejada, donde pueda tomar un barco… ¿Has tomado nota? Informa de
todo esto a Sveta—
—¿Tan poderoso es ese aventurero?—
—Acabó con un einherjar con sus manos
desnudas en un combate justo—
—Eso he oído, pero si es tan bueno
como vos decís ¿Por qué participa en esta contienda? ¿Por qué ayuda a los saqueadores?—
—Él también es un aventurero, al fin
y al cabo, cumple misiones del gremio, pero de ser así ¿Por qué no actuó
durante los saqueos? Lo voy a averiguar de todos modos, personalmente creo que
le están engañando… Entonces, si no hay nada más que hablar. Ve con Sveta e
infórmale de todo, nosotros iremos en busca de ese grupo— Dijo Varya
acercándose a su montura, la cual terminó de despedazar a Raj y ahora estaba
olisqueando a Relja, quien murió ahogado —¡A la obra!—
En los campos, Muckuntu se encontró
con Thax, después de separarse de Brikk. Cuando se enteró del secuestro, estuvo
conforme con intercambiar al niño secuestrado por Karadoc y una cantidad exagerada
de oro, pero mientras discutían se dieron cuenta de que estaban siendo rodeados
por una manada de feroces lobos huargos. Sabiendo que no podían sobrevivir,
salieron corriendo, seguidos de cerca por los animales.
Muckuntu con su velocidad dejó
rápidamente atrás a Thax, quien cargando con Sumrak se estaba ralentizando
mucho. En un momento una de sus fuerzas perdió fuerza y ambos cayeron al suelo.
—¡Muckuntu, ayuda!— Gritó Thax
desesperadamente, a lo que su camarada regresó inmediatamente.
—Dame al niño, lo llevaré yo y así
podremos escapar juntos— Mintió Muckuntu, pues pensaba usar a Thax como carnada
y aprovechar su velocidad superior para escapar.
—En seguida— Dijo Thax sacando un
cuchillo y cortándole el tendón de la pierna de su compañero.
Muchkuntu soltó un grito de dolor
mientras caía al suelo, maldijo a su compañero mientras se retorcía.
—No te lo tomes personal, amigo, pero
mientras te devoran, nosotros podemos escapar. Hasta luego— Dijo Thax
levantándose como si nada con el niño en sus brazos y lanzándose a correr con
mayor velocidad que antes.
Muchkuntu miró desesperadamente como
su compañero le traicionaba. Su visión fue cubierta con el pelaje de los
caninos que aprovecharon su momento de debilidad para acercarse a él. A pesar
de sus gritos, nadie acudió en su ayuda, más un par de buitres y cuervos,
quienes actuaron como espectadores. Los animales cenaron a gusto esa noche.
El grupo de Bard de encontró Grog y
Faeldor, quienes vagaban perdidos, escapando de un par de guerreros del norte,
siendo conducidos a un risco en cuyo fondo surcaba un río.
Sin perder tiempo Brikk fue a
ayudarles seguido de Bard.
Emboscaron a la patrulla, siendo
Brikk quien cortó la pierna de uno de los guerreros en un ataque sorpresa
saliendo detrás de un árbol, mientras Bard partía al otro explorador por la
mitad con facilidad. Coby agarró una piedra grande y comenzó a golpear varias
veces la cabeza del guerrero caído, pero el casco del explorador amortiguó los
golpes y se sacó de encima al chico, solo para perder su cabeza por un hachazo
de Brikk.
—Golpea más fuerte, chico— Aconsejó
Brikk —O agarra una piedra más grande ¿Te encuentras bien?—
—Si, no me ha hecho nada— Dijo el
chico levantándose del suelo con ayuda del anciano.
—Sois vosotros… habéis sobrevivido que
alegría ¿Alguna noticia de los demás?— Preguntó Faeldor.
—Desde que me separé de Muchkuntu,
nada— Dijo Brikk —Luego me encontré con estos dos y aquí estamos… ¿Habéis visto
a Relja, Raj o a Korba?—
—No. Perdimos de vista a esos tres
después de entrar el campamento enemigo, luego alguien provocó un incendio y
tuvimos que escapar— Contó Faeldor.
—¿Fuisteis vosotros quienes causasteis el
incendio?— Preguntó Bard.
—¡¿Qué?! ¡No! ¿Cómo osas inculparnos
de semejante obra?— Se quejó el elfo —Es indignante—
—Esa es una acusación muy seria, Bard
¿Tienes alguna prueba de ello?— Preguntó Grog.
—Solo preguntaba, no había necesidad de
comportarse como histéricas— Respondió Bard encogiéndose de hombros.
—No hay tiempo para peleas tontas—
Dijo Brikk —Hay más patrullas cerca, debemos irnos—
—Tienes razón, marchemos al sur
directamente, los barcos aún deben rondar la costa— Dijo Faeldor.
—Si vais al sur ahora os atraparán,
es mejor tomar un desvío— Aconsejó Bard.
—Tu opinión no es necesaria, nadie te
la ha pedido— Respondió el elfo.
—Entonces, ve y muérete, yo voy a dar
un rodeo en dirección norte. Vamos Coby—
—No… No pienso ir contigo ¡Estoy
harto!—
—Coby, no es momento para berrinches.
Estoy intentando sacarte de aquí con vida—
—Bard, deja de forzar al niño, si él
quiere venir con nosotros es su decisión y debes respetarla. Vamos, Coby— Dijo
el enano.
—Entonces será tu fin, si vas con
ellos, yo no podré volver a ayudarte ¿Me oyes?—
El chico se detuvo y encaró al
aventurero con una mirada agresiva.
—Sabes qué, Faeldor tenía razón. Eres
un odiarazas y un tirano. Desde que hemos desembarcado has estado obligándome a
ir contigo y así terminamos. Siempre estás discutiendo, todo debe salir como tú
quieres y si no, el resto es el malo y tu eres el bueno. Estoy harto, no quiero
saber nada de ti… ¡Arghh!— Gritó el chico de repente, sorprendiendo a sus
compañeros.
Volteándose lentamente como si fuese
un robot, reveló un par de virotes clavados en su espalda.
—¡Coby!— Gritó Bard, cuando cayó en
consciencia de la situación, pero ya era tarde, el niño al voltearse en
dirección a sus atacantes, recibió un hacha en la cara, que partió su cabeza en
dos. Su cuerpo se precipitó por el risco estampándose en las rocas del suelo,
las cuales comenzaron a teñirse de rojo —Mierda… ¡Corred!— Exclamó Bard
golpeando el suelo, levantando una barrera de polvo.
—Tenemos que deslizarnos por el risco—
Aconsejó Brikk.
—¿Te has vuelto loco? Moriremos— Dijo
Faeldor.
—No hay otra—
Brikk empujó al elfo y estuvo
dispuesto a hacer lo mismo con el enano, pero este extendió su mano
deteniéndole.
—Nadie empuja a un enano— Dijo Grog antes
de lanzarse por el risco por su cuenta.
Brikk estuvo a punto de saltar, pero
un virote de ballesta le alcanzó la pierna, lo que le hizo tambalearse, en ello
llegó Bard, quien tomó de su brazo y se deslizó por el barranco, mientras
virotes volaban por encima de su cabeza.
El río se perdía en una espesura en
la cual el grupo de aventuró para escapar de la partida de caza de la
valquiria. Escondiéndose entre los árboles y matorrales, veían como el dragón
de Sveta y su escolta alada, sobrevolaban los bosques, mientras que la
infantería peinaba cada tramo estableciendo un perímetro. Así pasaron
lentamente las horas.
—¿Por qué demonios nos persiguen con
tanta insistencia?— Preguntó Brikk mientras Bard le extraía el virote y le
vendaba la pierna—¿Si es por quemar su campamento? Ellos masacraron a nuestros
amigos, una mínima represalia en respuesta tendría que recibir ¿No?— Bard solo
se limitó a proporcionarle primeros auxilios con su magia.
—Tienes toda la maldita razón. Nos
persiguen porque somos diferentes— Se quejó Faeldor.
—Como sea, siento lo de Coby. Era un
buen chico— Dijo Brikk.
Bard terminó de tratar su pierna.
—Si, pero no tenía talento y ahora
está muerto. Ahora intenta caminar por tu cuenta—
—Si, ya no me duele. Pero me duele
oír como hablas de tus compañeros caídos, ese niño llegó a admirarte—
—Está muerto, eso es todo. Los
humanos normales no reviven… Atentos—
Una sombra se movió en bosque,
meciendo las hojas a su paso y cuyo ruido alertó al grupo.
Posicionándose de manera estratégica
para emboscar la amenaza, el ataque fue interrumpido por el elfo, quien
decidido gritar un nombre en ese momento.
—¡¿Thax eres tú?!—
Un segundo de silencio se hizo eterno
hasta que la respuesta se hizo presente desde la otra parte.
—Soy yo ¿Quién es?—
—Faeldor— Respondió el elfo.
Desde las sombras de la espesura, la
figura de Thax, con un niño en brazos se acercó al grupo. Nada más verlos, el
aventurero mostró su característica sonrisa de oreja a oreja.
—Hey, estáis vivos, habéis
sobrevivido—
—Thax ¿Qué llevas encima?— Preguntó
Bard.
—Yo también me alegro de verte, amigo—
—Pues yo no y después de todo lo que
pasó no me alegro de nada ¿Quién ese ese niño?—
—¿Esto?— Dijo alzando al niño —Es la
llave a nuestra prosperidad ¿Nos ponemos cómodos y os lo cuento todo? Tengo un
poco de hambre, correr con un niñato en brazos es agotador y no he comido nada
desde anoche—
—Nos están persiguiendo, por si no te
has dado cuenta. No es momento para comer, simplifica tu historia— Dijo Brikk.
—Si, ¿A qué te refieres con eso de
prosperidad?— Preguntó Faeldor.
—Veréis, en el campamento, no logré
dar con Karadoc, pero me topé con una tienda lujosa y vi a este niño. Lleva un
blasón en su ropa. Es alguien importante, o mejor, pariente de alguien importante.
El incendio me sorprendió y tuve que escapar, pero aproveché y lo secuestré por
una razón muy clara. Recuperar a Karadocy de paso una regalía en pago por lo de
antes—
—Así que esa es la razón por la que
nos están cazando ¿Te das cuenta de lo has hecho?— Dijo Bard.
—¿Propones intercambiar al niño por
Karadoc?— Preguntó Brikk interrumpiendo a Bard —Me gusta la idea. Puede ser la
solución a nuestros problemas—
—¿Se te fue la cabeza, por completo,
anciano?— Preguntó Bard asombrado —No vamos a salir vivos de esta—
—Cierra la boca Bard— Respondió Brikk
—Es nuestra única salida—
—No, ese es el problema—
—¡¿Y qué propones? ¿Devolver al niño?
¿Y qué se pudra Karadoc?!—
—Karadoc está muerto— Soltó Bard
provocando una ola de insultos y negación contra su persona.
La discusión fue interrumpida cuando
Faeldor oyó un aleteo cercano. Pensado que era el dragón de Sveta, sacó una
flecha y disparó en dicha dirección, pero no ese no era el dragón de la
valquiria, sino el dragoncito de Bard, quien se había posado sobre una de las
ramas, cerca del grupo.
Cuando Bard se dio cuenta de ello,
lanzó un instantáneo conjunto de viento que partió la flecha, haciendo que el
dragón saliese volado asustado.
—¡¿Qué estás haciendo?!— Le reclamó
Faeldor.
—Eso te pregunto yo ¿Por qué intentas
matar a mi mascota?—
—¿Tienes un dragón de mascota?—
Preguntó Thax extrañado.
—Si, lo llevo conmigo a todas partes
¿Algún problema?—
—¿Tienes un dragón de mascota? Un
dragón… como las monturas que usan las valquirias— Observó Brikk.
—No compares. No tengo nada que ver
con las valquirias ni con la gente del norte—
—¡Claro, ahora todo tiene sentido!—
Dijo Faeldor llamando la atención de los presentes —¿Cómo no me di cuenta
antes? Todo salió mal, fue por tu culpa, Bard—
—¿De qué estás hablando?— Preguntó
Brikk.
—Cuando desembarcamos, vi como
sacabas algo de tu macuto y lo soltabas en medio de la noche— Contó Faeldor —No
vi claramente que era, pero ahora sé que era el dragón. Lo soltaste nada más
llegar y después caímos en una emboscada, secuestraron a Karadoc y cuando
estábamos por liberarle, alguien causó un incendio que alertó al campamento.
Demasiadas coincidencias que entorpecían nuestra misión constantemente ¿No os
parece? ¿Y si has usado a ese animal como un animal mensajero?—
—Es la mayor estupidez que he oído
desde que te conozco y vaya que solo sueltas paridas— Dijo Bard —Creía que los
elfos eran una raza inteligente, pero me estás demostrando todo lo contrario—
—Ahora insultas a mi raza. Maldito
traidor— Dijo Faeldor —Pagarás por tus crímenes—
—Escúchame maldito elfo. He luchado a
vuestro lado todo este tiempo. Durante la emboscada, en el campamento y hasta
ahora mismo— Señaló al aventurero anciano —Brikk, acabo de curarte la pierna y
te protegí mientras nos disparaban ¿Acaso un traidor haría algo así?—
—Bard cálmate— Dijo Grog.
—Cierra tu maldita boca enano ¿Qué
tienes tu contra mí? ¿Por qué no mandas tranquilizar a tu amigo elfo? Lleva
histérico desde que le conozco—
—Porque él no insulta a las demás
razas— Respondió Grog —Y sabes más de honor y lealtad que tú—
—Tiene razón, Bard. Aquí no
discriminamos a nadie, amigo— Dijo Thax —Tranquilízate—
—¡Eh!— Gritó Brikk —He avistado
enemigos—
—Por culpa de los gritos de Bard nos
han encontrado— Dijo Faeldor.
—Cállate elfo—
—¡Ya discutiremos luego! ¡Corred!—
Grito Thax.
El grupo entero salió corriendo en
dirección contraria por donde se estaban acercando los soldados, pero por cada
lado aparecían guerreros de la nada obligándolos a cambiar de rumbo hasta que
salieron de la espesura a una planicie, un campo de hierbas verdes y amarillas.
Desde los grises cielos nublados, un
dragón descendió cortándoles el paso. Su jinete, de rojiza cabellera, vestida
con un atuendo de pieles, resultó tremendamente familiar para Bard.
Detrás de ellos, la escolta aterrizó
bloqueándoles cualquier escape, mientras la infantería salía poco a pocos de
los bosques a su espalda.
—Vaya, vaya. Mira a quién tenemos
aquí. Cuanto tiempo sin verte, Bard ¿Me echabas de menos?—
—Vesta…—
—Llámame Varya— Dijo la valquiria
guiñándole el ojo.
—Bard… No me digas que conoces a una
valquiria— Expresó Brikk expectante mientras sentía como un sudor frio le
recorría la calva.
—Os lo dije ¡Ves, os lo dije! ¡Conoce
a una valquiria! ¡Él es el traidor!— Exclamó Faeldor extasiado —¡Lo supe desde
el principio! ¡Tenía razón!—
—Maldito seas— Escupió Grog.
Bard ya ni se esforzó en responder
nada, ahora solo pensaba en como escapar de dicha situación, pero las cosas
solo se complicaron, cuando una nueva valquiria desconocida para él aterrizó al
lado de su excompañera.
Thax se mantuvo calmado todo el
tiempo. Dejó al niño de pie sobre el suelo y desenvainó su espada colocándola
debajo de la barbilla del chico, mientras que agarraba su cabeza presionándola
sobre su estómago.
—Tranquilos chico. Nadie nos va a
hacer nada. Tenemos al niño—
Sveta fulminó al aventurero con la
mirada y estaba por dar una orden, pero Varya se adelantó y comenzó a hablar.
—Valientes aventureros del sur.
Vuestra tenacidad de supervivencia y audacia han logrado captar la atención de
dos valquirias. Os felicito por dicha hazaña; lograsteis secuestras a alguien
importante para nosotras, pero nosotras también tenemos a alguien importante
para vosotros. Os proponemos un intercambio: El niño, por la vida de vuestro
general—
—¡No es suficiente!— Exclamó Thax —Ustedes
recuperaron la mercancía que saqueamos. Este niño vale su peso en oro y mucho más
que nuestro general—
—¡Queremos ver a Karadoc!— Gritó el
elfo.
—¡Y un salvoconducto para salir de
estas tierras!— Se unió Brikk.
—Si preguntáis por vuestro general,
lo hemos traído con nosotros, está con la infantería viniendo de camino— Señaló
a los guerreros que se acercaban, con un hombre que cojeaba sostenido por dos
guerreros, pero desde la distancia se hacía difícil distinguirle y continuó
hablando —Además, estamos dispuestas a ofreceros una bolsa de oro en peso de
vuestro equipo, para cada uno de ustedes. Una bolsa como esta— La pelirroja
sacó de su alforja un saco y lo mostró al grupo —Pero puedo mejorar mi oferta.
Si reducís y me entregáis a Bard atado, estoy despuesta a triplicar dicha
recompensa. Tendréis un salvoconducto que os permitirá llegar con seguridad
hasta nuestras costas, donde uno de vuestros barcos está atracado ¿Qué decís?—
Sveta miró a su compañera como si
ella hubiese perdido la cabeza, mientras los aventureros veían un rayo de
esperanza en dicha oferta como caída del cielo igual que la propia valquiria.
Por su parte Bard no daba crédito a lo que estaba oyendo y la rabia acumulada
estaba por estallar en su interior.
—Es demasiado bueno para ser verdad—
Dijo Thax —¿A qué se debe tanta generosidad?—
—Como vos bien decís, el niño vale su
peso en oro. La palabra de una valquiria equivale a la ley y ante los presentes
habéis escuchado mi oferta. No tenéis nada que perder y mucho que ganar ¿Qué
decís?—
Thax sonrió alejando su espada del
infante, para apuntar a Bard con ella. Dando una palmada a la espalda del niño,
le dio la señal de ir hacia su hermana.
—No es nada personal, Bard. Pero… tú,
te lo has ganado amigo, reconócelo, no le caes bien a nadie. Así que… de
rodillas—
En ese momento, cuando el niño estaba
a mitad de camino, la tierra tembló, y un tentáculo gelatinoso emergió del
suelo atrapándole, a la vez que le elevaba en el aire.
Su repentina aparición captó la
atención de todos los presentes, en un descuido de Thax, que permitió a Bard agarrarle
de la muñeca que empuñaba su espada; con otra mano, golpeó el antebrazo del
Thax obligándole a flexionar su brazo para ensartarle el estómago con su propia
espada. Cuando el aventurero se dio cuenta de la herida, una bocanada de sangre
chorreó de su boca cuando intentó gritar. Bard empujó la espada hacia arriba,
partiendo el cuerpo de Thax en dos verticalmente.
El desplome del cadáver, llamó la
atención de Varya, mientras el tenáculo lanzó al niño por los aires.
Bard, sin moverse de su sitio, tan
solo girando su cintura, transformó su brazo en la cabeza de un águila, cuyo
pico, salió disparado con una cadena, y atravesó el pecho de Faeldor de lado a
lado, rompiéndole su tórax y su columna, expandiéndose en un gancho al final. Cuando
la cadena se contrajo arrastró su cuerpo hacia Bard, quien se volvió hacia el
grupo transformando su mano en la cabeza de un dragón.
Lo último que vio Faeldor en su
estupefacción fueron los dientes del dragón ensartándose en su cara, mientras
su cabeza era arrancada de su cuerpo junto con la mitad de la columna cercenada.
Bard lanzó el cuerpo decapitado del
elfo sobre el cadáver de Thax, formando un charco de sangre; elevó su mano atrapando
al niño, mientras encaraba a sus compañeros.
—¿Qué diablos has hecho Bard?—
Preguntó Brikk alarmado.
—Lo que debí haber hecho cuando entré
a la taberna— Una espada de luz emergió de la cabeza de dragón, vaporizando los
restos del elfo —¿Quién mierdas os habéis creído que sois para intentar
venderme? Malditos desgraciados—
—Monstruo asesino— Dijo Brikk con
repulsión, mientras apuntaba hacia él su espada, confiando en que los guerreros
del norte ahora acudirían en su ayuda.
—Asesino ¿Eh? Si… Soy el treceavo
esminets, asesino inmisericordemente a toda la escoria que hay a mi paso—
En un rápido movimiento casi
imperceptible al ojo humano, apareció al lado de Grog cercenándole las manos y
las rodillas, para luego caer sobre Brikk desintegrándole lentamente, primero
quemó su piel, luego su carne y cuando finalmente quedaron sus huesos, estos se
volvieron polvo. Todo, con el poder de su espada de luz.
El enano miró con temor los muñones
que tenía como manos y luego miró a su agresor, quien terminaba de rematar al
último amigo que le quedaba.
—Espera Bard, no lo entiendes… si te
entregas, mi dinero…—
Sin prestar atención a sus palabras,
pisó y aplastó como una prensa la cabeza del enano, partiéndole hasta el casco
y desperdigando sus sesos por la hierba, en un acto tan grotesco que hasta Sveta
apartó la mirada.
Una vez muertos todos sus compañeros,
Bard dirigió su mirada tanto a las valquirias, como a los soldados que le
rodeaban. Pudo oír aplausos provenientes de Varya, quien parecía disfrutar del
espectáculo.
—¿Y ahora qué he de hacer?— Preguntó
Bard mirando a su excompañera —¿Devuelvo a al niño? O mejor os mato a todos
aquí y ahora ¿Qué decís?—
—¿Tu qué quieres hacer?— Preguntó
Varya antes de que su amiga hiciese algo.
—¿Personalmente?... Quiero mataros a
todos, arrasar con todo este maldito ducado y regresar a mi finca— Palabras que
molestaron profundamente a Sveta.
—¿Acaso crees que podrías tu solo
enfrentarte a todo mi reino? ¿Tan descarada es tu altanería? Tengo bajo mi
mando criaturas y guerreros, que por muy talentoso seas con tus artes, acabarán
contigo—
—Para tu información, no es la
primera vez que me enfrento al mundo ¿Acaso crees que tengo miedo a la muerte?
Para mí, la muerte no es el final de nada. Pero el caso de que esta se
produzca, ten por seguro que aniquilaría tu reino entero—
Sveta quedó desconcertada. Era la
primera vez que alguien la amenazaba con su propia muerte. No entendía a qué se
estaba refiriendo, pues a sus ojos él no era una figura importante que
inspiraría a otros a buscar venganza, tampoco le respaldaba nadie, solo era un
aventurero de una banda de maleantes. Pero por un momento esa situación le
recordó a lo sucedido en el asedio de Portobriga, y eso le escamaba. Miró de
reojo a su amiga, la cual se veía demasiado tranquila y hasta alegre, lo que
llevó a la valquiria a sospechar del grado de implicación de su amiga en todo
esto.
—Bard, me hago una idea de lo que
debiste haber pasado. Pero date cuenta, nosotros no somos tus enemigos. Tus
enemigos yacen muertos y tú mismo los has erradicado, así que ¿Por qué no nos
devuelves al niño y arreglamos las cosas de manera más civilizada?— Sugirió
Varya extendiendo su mano.
—¿Bromeas? Este niño ahora es mi
seguro de vida. En cuando lo suelte ordenarás a tus lacayos que me atrapen.
Pero te digo esto: será vuestro final. No pienso trabajar para ti—
La sonrisa de Varya se deshizo,
tomando una expresión más seria.
—Entonces especifica tus demandas.
Podemos llegar a un acuerdo—
Bard miró a su alrededor, las caras
de los guerreros; la angustia, impaciencia, furia, preocupación expresada por
sus ojos. El miedo del niño que cargaba en brazos, atado con su tentáculo de
gel ¿Merecían morir esas personas, quienes solo defendían su hogar, por un
saqueo orquestado por su propia gente? La culpa y la ira entremezcladas
influían le dividían como bien y el mal. Tal como decía la valquiria, los
aventureros que causaron esa situación ya estaban muertos.
—Dijiste que había un barco esperando
ir al continente sur. Desmontad de esas bestias y mostradme el camino. Este
niño será mi salvoconducto, hasta que lleguemos a la playa. Esas son mis
exigencias—
Varya miró a su amiga.
—Tú tienes la última palabra—
Sveta arqueó una ceja con
incredulidad y luego volvió su atención al aventurero.
—¿Cómo sé que serás fiel a tu palabra
y me devolverás a mi hermano cuando te hayamos mostrado el camino a la playa?—
—No. Tú me conducirás a la playa a
pie y ahí yo te entregaré a tu hermano, tomaré un barco y regresaré a mi casa,
y durante el transcurso del viaje tu escolta no osará atacarme a traición, ni
se acercará a mí. Si cumplís esas condiciones, yo cumpliré las vuestras—
Corrigió Bard para desagrado de la valquiria, la cual desmontó a regañadientes en
un gesto de confianza, seguida de Varya y luego todo su séquito empezando por
el portaestandarte.
Después de que Sveta organizara a la
escolta encargada de la custodia de sus monturas y después de enviar a la
infantería al campamento, el portaestandarte inició la marcha seguido por Bard
y las valquirias detrás de él y el resto de la escolta marcando un perímetro a
su alrededor.
Caía el mediodía, cuando el grupo
avanzaba a paso lento por los senderos entre los bosques.
—Dime ¿Aun sigues con esa granja tuya?—
Preguntó Varya despreocupadamente, a lo que Bard asintió —¿Y qué has plantado últimamente?
Porque recuerdo que me contaste, que sembrabas también en la época gélida—
—Verduras de hojas, lechugas,
espinacas y cosas así—
—¿Trajiste a tu dragoncito a esta
aventura?—
—Si, nunca se separa de mí. Ahora estará
por ahí volando, quizás te reconozca; por cierto… Varya. Tienes una bonita
cara, después de la última vez que te vi—
—Ah, te gusta mi cara— Dijo la
pelirroja esbozando una sonrisa picarona —No sería una buena valquiria
guerrera, si no pudiese atajar algunos golpes. Pero nada que perdonar, agua
pasada, ya me entiendes…—
—¿Creéis que es momento de poneros a coquetear?—
Intervino Sveta molesta.
—No estamos coqueteando— Dijo Varya desviando
la mirada —Si te preocupas por tu hermano, él ahora mismo está más seguro en
las manos de Bard, él nunca le haría daño ¿Verdad?—
—Eso depende de cómo se comporte—
Dijo Bard mirando a Sveta —He estado pensando: ¿Cómo llegamos a esto? ¿Por qué
el gremio solicitó una misión como esta? El saqueo de ruinas es una cosa, pero
hay algo que se me escapa—
—El gremio de aventureros es una
organización corrupta. Solo sirve para crear bandidos y forajidos— Contó Sveta —Por
ello, nuestro rey la ilegalizó, expropió sus riquezas y ejecutó a los que
negaron a abandonar esa vida. Supongo que ellos, bajo la premisa de que era una
venganza por nuestra campaña, decidieron tomar represalias ¿Qué te prometieron
que encontrarías aquí, oro, mujeres, riquezas varias?—
—No, me dijeron algo completamente
diferente. Y yo me lo creí… Supongo que por muy precavido que seas, al final te
la terminarán colando—
—Por cierto, antes de acabar con esos
aventureros, dijiste algo que no llegué a entender ¿Cómo era esa palabra?— Preguntó
Sveta.
—¿Cual?— Preguntó Varya.
—Esa… esm… ¿Cómo lo has dicho?—
—¿Esminets? Es una palabra que Bard
suele decir de vez en cuando. Ya te lo dije, él a veces se inventa palabras raras.
No significa nada— Dijo Varya con molestia —No le prestes mucha atención a esas
cosas—
—Pero no es la primera vez que he
oído esa palabra… esminets ¿Así, lo he pronunciado bien? Cuat… cuart esminets—
Bard se detuvo de golpe.
—¿Cuarto esminets? ¿Manis?— Preguntó con
seriedad, pero ocultando su sorpresa —¿Dónde has oído ese nombre?—
—Bueno, hay leyendas continuas de él.
Aunque no recuerdo haber dicho el nombre de ese dios del trueno ¿Acaso tienes
algo que ver con él?—
Bard guardó silencio al darse cuenta
de que se había delatado el solo. Muchas cosas empezaron a pasar por su cabeza
sin que pudiese tener control sobre su cerebro y ante la insistencia de la
valquiria, habló:
—Yo dije treceavo esminets, no cuarto
esminets. Son conceptos diferentes, no tengo nada que ver con Manis. Pero de
todas maneras olvídalo, es algo que para ti no significa nada. Y no tienes nada
de lo que preocuparte—
—Perdona, vas a decirme a mí qué es
lo que debe o no preocuparme— Reclamó Sveta.
—Si, porque te estas metiendo en algo
nada que ver contigo—
—Pero sí tienes que ver contigo ¿Cuál
es tu relación con el dios del trueno?—
—Ahora mismo no tengo relación alguna
con él—
—¿Y en el pasado qué?—
—Lo que pasó en el pasado es cosa mía
y se quedó en el pasado. Yo no sabía de Manis, hasta que lo mencionaste—
—Te estas contradiciendo— Observó
Varya.
—Mira, vamos a dejar de hablar de
este tema ¿Vale? ¿Falta mucho para llegar al mar?—
—No señor, estamos a dos campos de
cebada de llegar, de hecho, ya se puede vislumbrar agua en el horizonte—
Comunicó el portaestandarte.
Siguiendo su orientación Barch echó
su mirada al horizonte, colocándose su casco, el cual contenía restos de slimes
transparentes que funcionaban como telescopio y con ello vislumbrando la orilla
del mar.
—Otra cosa ¿Qué pasó con Karadoc?
¿Sigue vivo?—
—Ese aventurero siempre estuvo con
nosotros— Dijo Varya alzando la bolsa que llevó en sus manos todo el tiempo.
Bard, cumplió su promesa, entregando
al niño con una sola mano a su hermana, mientras con la otra, agarraba la bolsa
con la cabeza de Karadoc. Tras revisarla para asegurarse, se despidió
cordialmente de las valquirias y partió hacia la costa, para desagrado de su
excompañera, quien insistió en que se quedara, hasta que Sveta se la llevó
consigo.
Tras separarse de las valquirias,
estas se fueron por su cuenta cuando Bard llegó a un pueblo
pesquero, en donde había un barco atracado cerca del mismo. Recogió a su dragón
y lo metió de nuevo en su mochila.
Cuando se encontró con los marineros,
les mostró su insignia de aventurero y con ello embarcó en el navío. Ahí se
encontró con el capitán, quien estaba supervisando la administración de
provisiones que estaban recibiendo por medio de botes. Era un hombre que a
primera vista no se distinguía de cualquier marinero, a excepción de un pañuelo
verde atado a su brazo y al verle, se acercó para hablar con él.
—Al fin un aventurero. Hemos estado
aquí durante cinco días, pero ningún otro aventurero ha llegado y en dos lunas
vamos a partir— Dijo el capitán —¿Podrías contarme qué fue lo que pasó?—
—Los norteños controlan las costas,
yo logré venir, pero el resto de mis compañeros no tuvieron la misma suerte—
—Misión fallida entonces—
—Si, misión fallida—
El capitán se dirigió a su tripulación
a quienes narró sus nuevas órdenes.
—Los norteños ahora están peinando
las costas. Eso es un problema, por lo que partimos enseguida. Si nos han
descubierto, rezad a los dioses del océano para que las valquirias no nos
devoren vivos—
Los últimos botes de provisiones
fueron llevados al barco y metidos en la despensa; los botes subidos al caso
del barco y al levar el ancla, desplegar las dos velas y sacar los remos, el
barco empezó su marcha hacia el sur.
Al iniciar el viaje, una tormenta eléctrica
les alcanzó. Bajo el cielo oscuro de la noche, los relámpagos iluminaban el
paisaje desde las nubes. Los marineros de la cubierta, o se escondían en las
casetas del castillo de popa, o bajo los propios botes. A gritos del oficial a
bordo, recogían las velas que desplegaron horas atrás, mientras los esclavos
continuaron remando, marcando el rumbo del barco.
Por su parte Bard mordisqueaba sus
raciones sentado en cubierta. Su mente divagaba por muchas, después de la
discusión que tuvo con las valquirias y apenas estaba prestando atención al
clima, lo que a los ojos de algunos marineros parecía que se había vuelto loco,
mientras otros admiraban su valentía, cosa que motivó a que el capitán se acercara.
—Un poco peligroso estar sentado aquí
bajo esta tormenta—
—Mientras no tengas nada metálico,
los rayos no te alcanzarán— Respondió Bard.
Al ver que el aventurero hablaba en
serio, capitán se sacó rápidamente sus collares de metal y su espada las tiró
bajo el techo del casco de popa, y luego se sentó a su lado.
—No hay lluvia, pero hay rayos. A
veces los dioses nos muestran espectáculos como estos, para que los meros
mortales no nos olvidemos de su increíble poder, y conozcamos el lugar al que
pertenecemos—
—Ya—
—Los rayos se agitan con furia ¿Crees
que el dios del trueno está peleando contra alguien?—
—¿Por qué lo llaman dios del trueno?—
—Porque solo ataca cuando hay
tormenta, y cuando ataca, sus golpes se oyen como el trueno mismo. Todo aquel
que se enfrenta a él conoce la muerte y aquí lo tenemos, en frente de nosotros
luciéndose—
Bard sabía que esa tormenta no era
Manis, solo se limitó a asentir, pues no se sentía con fuerza para iniciar una
discusión.
—He visto que los remeros siguen con su
trabajo ¿Cómo mantenéis el rumbo?— Preguntó Bard buscando distraerse.
—Hemos recorrido estas aguas en
infinidad de ocasiones. Navegar es muy sencillo, si viras a un lado, vira al
contrario para ir recto, y aunque las olas nos intenten volcar, bastará con
evitarlas—
Bajo el mando del capitán, el barco
salió de la tormenta, justo a tiempo para ver el amanecer de un nuevo día. Bard
aprovechó la calma para dormir un poco y cuando los marineros le despertaron,
el barco ya había llegado a una aldea pesquera. No era la que estaba al lado de
Portobriga, sino una que este, pues Sveta puso en alerta a la marina de su
ciudad para que interceptara todo barco pirata que intentara atracar por los
alrededores. Con esa táctica, consiguió recuperar el botín que los aventureros
lograron enviar al sur a costa de sus vidas.
Bard agradeció el viaje y desembarcó,
liberando a su dragón, nada más llegar a la orilla.
Su primera parada era la oficina del
gremio de aventureros, en donde el director de la misma lo había recibido. Era
el mismo sujeto quien le asignó cazar a Morthrandir.
—Repítemelo ¿Cómo fue la aventura en
el norte?— Preguntó preocupado, mientras se servía una taza de vino.
—Un completo y absoluto fracaso—
—¿Y volviste tu solo? ¿Qué pasó con
el destacamento de los aventureros de asalto?—
En respuesta Bard colocó la bolsa sobre
la mesa redonda. Cuando el director miró el interior mostró un gesto de
indiferencia y luego formó una sonrisa.
—Así que están muertos… La facción Wurmskrag fue una
organización putamente terrible y me alegro que estén todos muertos. Esa
asquerosa aglomeración multiétnica de fracasados solo provocaban conflictos
allá donde iban. Y encima, por algún motivo se creían superiores e intocables.
Todos recordamos como varios de sus miembros, robaron un tonel de vino de una de
nuestras bodegas, durante una celebración. Que se pudran y su carne corrompa
las tierras del norte, y que desaten una plaga sobre su asqueroso rey— Tomó un
largo trago para aclararse la garganta.
—Si sabía que eran tan terribles ¿Por
qué me recomendó a Karadoc?—
—Pensaba que lograrías enderezar a
esos idiotas. Después de todo tu fama de educar buenos equipos te precede. En
caso contrario, acabarías con todos ellos y unos idiotas menos. Después de todo
eran insoportables—
—Si querías que educara a esos
desgraciados ¿Por qué me engañaste?— El director le miró sin entender —Karadoc
me dijo que buscaba mis habilidades para recuperar la comida, pero solo era una
venganza porque cerraron una de vuestras sucursales ¿Qué fue lo que le
sugeriste a Karadoc cuando le hablaste de mí?—
—Recuperar comida… ¿Acaso tú, quien
cultiva en una granja no entendiste el engaño? La comida no se puede
transportar en largos viajes—
Bard se sintió como un estúpido. En
su mundo anterior se podía perfectamente llevar comida al otro lado del mundo y
esta estaría en perfecto estado. Pero en este nuevo mundo, carente de esas
técnicas de conservación, era obvio que el aventurero se estaba riéndose en su
cara cuando fue a su casa. Mirándolo en retrospectiva la cosa se ponía peor y ahora
deseaba que el aventurero estuviese vivo para poder matarlo él mismo con sus
manos y luego flagelarse por ser tan idiota.
—Mira, sabes qué… No voy a criticar
el saqueo, ni que el gremio hace tratos con gente a la que después manda cazar,
porque la otra parte también son culpables de lo mismo. Pero yo ya he tenido
suficiente de esto. He fracasado en esta misión y supongo que me bajarás de
rango de nuevo. Ten— Se sacó la insignia y la colocó junto a la bolsa sobre la
mesa —Os habéis reído demasiado de mí. Dejo esto—
—Espera, Bard— Le llamó el director
soltando su jarra, pero Bard salió por la puerta de su despacho, el cual
también era su dormitorio y luego, al salir del gremio, se fue directamente a
casa.
Cuando llegó a su granja, fue
recibido alegremente por algunos de los aldeanos, entre los cuales había
ganaderos y molineros, gente que subsistía de él. Y por primera vez en semanas
esbozó una sonrisa de alegría.
Al día siguiente, mientras trabajaba
retirando las malas hierbas y los insectos devoradores de plantas, que cayeron
en sus trampas y alimentaba a su mascota con ellos, oyó un trueno. Alzando la
vista, vio nubarrones grises que amenazaban con llover y recordó a cierta
persona.
—Así que Manis también vino a este mundo— Le dijo a su dragoncito el cual devoraba los insectos calcinados, pero sin apartar la mirada de él —Debería sorprenderme, pero en realidad no me extraña, ese proyecto del doctor Anneryth funcionó, pero no del modo que él esperaba y tampoco me extraña que haya más esminets rondando por ahí ¿Pero por qué consideran a Manis dios del trueno? Cierto que él era un maestro artes marciales y de vez en cuando hacía exposición de sus habilidades, a pesar de su avanzada edad. Recuerdo que tenía algo que llamaba… puño sónico, o ultrapuño un nombre cursi de esos, pero podía romper la barrera del sonido. Tiene su truco, pero sacrificas la mano en el proceso. Es eso, o logró crear armas modernas. Aunque lo dudo, porque el nivel de metalurgia de este mundo es un chiste en comparación… En todo caso, no quiero verle. Si tal como se oyen los rumores, está metido en algo peligroso y si me encuentro con él, me salpicarán los problemas y lo último que quiero, son problemas. Además, él ahora está en el este, mejor para mí. Algún día te hablaré acerca ellos, pero será en otro momento, ahora hay alguien llamando a mi puerta—
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