Los soldados del reino custodiaban la entrada de unas
antiguas ruinas. Sentados alrededor de una pequeña hoguera a un lado de la
entrada, ambos preparaban su cena, en silencio. Su deber consistía en proteger
las ruinas de los ladrones de tumbas que buscan resolver los indescifrables
acertijos de su interior para poder quedarse con el tesoro.
Uno de ellos, cansado de observar como su compañero removía
la sopa decidió romper el silencio.
“Sabes, hace tiempo me encontré con un juglar que contaba
cuentos a los niños y mayores. Vestía de manera muy extravagante, como los
nobles pero las historias que contaba eran muy divertidas”
Su compañero apartó la mirada del fuego y preguntó:
“¿En serio? ¿Qué historias contaba?”
“Sobre países del norte y del este, de los que jamás había
oído existencia alguna y sobre mitología”
“A mí me parece me parece que estaba montando alboroto,
deberías haberlo detenido en el acto”
“Si, tienes razón. Los juglares casi siempre son más molestos
que otra cosa pero me hizo reír y por eso lo dejé estar. Tampoco es como si nos
pagasen tanto como para tomarme este trabajo demasiado en serio”
“Es cierto, difícilmente puedo mantener a mi familia con mi
salario, mi esposa tuvo que ponerse a trabajar en una taberna para poder
mantener a nuestros dos hijos y creo que el vagabundo que hay al lado de mi
casa gana más dinero que yo” El tono del guardia se volvió más oscuro y
deprimente a medida que proseguía la conversación.
“Mantener a la familia es duro en estos tiempos, mi primer hijo
está por nacer y no se si podré darle una buena vida con la basura de sueldo
que tengo, los campeones de la arena ganan en un mes lo que yo en un año”
“Los campeones arriesgan su vida para divertir al público, es
normal que ganen tanto” Justificó el soldado.
“Y nosotros qué ¿Acaso no arriesgamos nuestra vida para
proteger este lugar de los bandidos?” El soldado soltó un largo suspiro “Espero
que todo esto merezca la pena, siempre quise formar una familia. No me importa
ser pobre, me basta con que vivamos felices” Dijo el soldado con un tono
similar al de su compañero.
“Todos buscamos lo mismo, si al menos los nobles no nos
agobiaran con tanto impuesto. Se inventan leyes para sacarnos las pocas monedas
que tenemos, ahora solo falta pagar por respirar”
El otro soldado dejó de remover la sopa por un momento y
lanzó unas cuantas hierbas a dentro de la olla.
“¿Y qué era tan gracioso que contaba ese Juglar?” Preguntó
queriendo cambiar el tema de la conversación a algo más alegre.
“Pues… si mal no recuerdo solía empezar sus relatos de esta
manera: Cuentan las leyendas que existía una civilización antigua que recibieron
un regalo de los dioses y con ese ese regalo la gente hizo explotar el sol para
crear los planetas satelitales, quería ver un gran paisaje pero se quedó ciego
con el destello”
“Vaya, hace tiempo que no me reía tanto” Expresó el compañero
del soldado “Esa civilización debía estar llena de idiotas, usar el poder de
los dioses para estallar el sol, solo para perder la vista, ni que fueran
nuestros magos. Creo que ese juglar sabía de lo que estaba hablando” Dijo entre
pequeñas carcajadas.
“Si, contaba historias de ese estilo” Tras un breve momento
de pausa que los guardias usaron para recuperar su aliento después de haberse
desahogado riéndose, el soldado volvió a hablar “Por cierto, nuestro escudero,
si que está tardando”
“Ahora que lo dices partió a buscar a nuestro remplazo y de
eso hace tres horas, la guarnición no queda tan lejos, solo pasando dos
montañas”
“Seguro que se detuvieron en una taberna o algo así”
“Cuando vuelva le echaremos una buena bronca, puede que
estemos en un sitio muy tranquilo, pero hay que respetar las reglas ¿qué clase
de soldados seríamos si no mostramos disciplina a nuestros subordinados? La
taberna de Bob tenía una mesera de infarto”
“Concuerdo contigo”
“¿Con lo del castigo a nuestros camaradas o la mesera?”
“Con lo quien me de más placer por la noche”
“El castigo entonces”
Ambos guardias alzaron sus tazas de metal llenas de hidromiel
y brindaron por la futura venganza.
Aquella noche, las cuatro lunas fueron ocultadas por densas
nubes negras que amenazaban con desatar una tormenta, pues así lo predicaba el
viento. La oscuridad era intensa y el brillo de la fogata no iluminaba más allá
de los guardias, ya que la misma luz era la que oscurecía las sombras.
Entre las vastas sombras, un destello fugaz pasó ante los
ojos del primer guardia y su compañero cayó al suelo. Al ver la sangre fluir
por la hierba, el soldado entendió el mensaje “Estaban atacándoles” Levantándose
inmediatamente, el soldado desenvainó su espada y ergio su escudo mientras que
con su mirada buscaba a los asaltantes.
Un segundo destello y en la garganta del soldado apareció un
agujero por el cual su sangre comenzó a fluir como si de una cascada se tratase.
Soltó su escudo y su espada y agarró su cuello intentando detener la
hemorragia. Sus piernas flaquearon y el soldado cayó al suelo. Sus ojos
grabaron la imagen de un grupo que pasó a su lado ingresando en las ruinas sin
que ninguno de ellos haya podido hacer nada para evitarlo. Pronto la oscuridad
nubló su visión y su alma se reunió con la de su compañero.
El misterioso grupo atravesó la entrada de las ruinas. En su
interior el líder del grupo sacó un artefacto que proyectó un haz de luz que
iluminó el lugar por completo. El grupo se dividió para inspeccionó el lugar.
El lugar era enorme. La naturaleza había reclamado gran parte
del territorio pero todavía las ruinas brillaban con el antiguo esplendor
perdido. Las paredes todavía mostraban unos frescos y relieves bastante bien
envejecidos sin embargo la invasión de la vegetación borró gran parte del
significado. Había pedestales que conservaban todavía unas extrañas estatuas
ataviadas de maleza y suciedad. Todas en línea como si estuviesen allí exclusivamente
para darles la bienvenida a los visitantes. El techo estaba parcialmente
destruido y el fresco con el que había sido decorado había desaparecido. Se
veían arboles creciendo en el interior y las baldosas estaban desplazadas por
las raíces. En conjunto el lugar se veía abandonado, cargado de un ambiente
hasta arriba de poder mágico que no había menguado en todo este tiempo.
Los bajorrelieves eran confusos, más aun estando incompletos,
sin embargo todos ellos coincidían en ciertos detalles que no pasaron
desapercibidos para el líder del grupo.
“Lo que buscas se haya en el corazón” era el mensaje que
podía descifrarse en la pared. Con su mano empujó una de las figuras del
relieve, la cual se hundió ocasionando un sismo que hizo que la estatua del centro
de la sala se hundiese.
El grupo se reunió en torno al boquete que se formó. Había
unas escaleras que conducían a una planta baja. Siguiendo las escaleras el grupo
descendió hasta un sótano. Al final de las escaleras se toparon con un mural de
piedra con una inscripción en forma de dibujo compuesto por un alto relieve. El
dibujo mostraba a un caballero sujetando una espada con la cual hacía frente a
hordas de lo que parecían ser demonios que surgían de una espiral, la cual
tenía hoyo donde parecía que se podía encajar algo. El líder del grupo sacó de
su abrigo un extraño trozo de piedra en forma de una pirámide con varias
incisiones. Tras encajarlo en el agujero del mural, este se iluminó. Hilos de
luz recorrieron el mural resaltando los relieves y se juntaron en el centro
creando un portal.
“Esperad aquí” Fueron las ordenes de su líder.
El grupo dudó de sus palabras, pero al ver la actitud
determinada de su líder le permitieron irse sin protestar. Una vez atravesado
el portal el líder se encontró en lugar completamente diferente: Una sala templo
ancestral, la cual estaba siendo sostenida por unos pilares hexagonales cuyos
bordes emitían una tenue luz que bajaba hasta el suelo y se dirigía hacia el
final de la sala donde había un altar de piedra sobre el cual había un
recipiente en forma de copa de color negro con marcas decorativas que brillaban
por el flujo de energía que corría a través de ellas.
Avanzó hacia el altar pasando al lado de las hileras de
sillas de madera que rellenaban el lugar. Una vez se había acercado, extendió
su mano hacia el cáliz, cautelosamente, paro antes de alcanzar a tocarla, esta
emitió un destello de luz que obligó al hombre a retirar su mano.
Las ventanas se cerraron de golpe todas juntas al unísono
cediendo la iluminación la sala a la corriente de luz que bajaba de los
pilares, pero estos, a su vez fueron absorbidos por la gema como si de un flujo
de agua se tratasen. Ahora la propia gema era la que iluminaba el lugar con una
luz fantasmal y espeluznante.
El sonido del viento oscuro hizo eco en la sala y como si
tuviese vida propia se reunió en el techo, girando en espiral mientras daba
forma a una mancha oscura desde la cual emergió un largo brazo de enormes
proporciones. El brazo se dobló apoyándose en el techo haciendo el esfuerzo de
sacar todo su cuerpo. Un segundo brazo apareció para facilitar el proceso y el
ser cayó al suelo.
Alzándose en medio de la oscuridad, sus alas se estiraron
soltando un crujido. Su aliento era tan negro como el aire que lo invocó. Ante
él se erguía el demonio guardián que custodiaba el tesoro.
Su apariencia era algo diferente de como lo retrataban los
relieves de la puerta: Su cuerpo era completamente negro. Sus ojos brillaban
con luz propia al igual que las líneas que delineaban su cuerpo, las cuales
parecían ser las venas por las que fluía su poder.
El demonio rugió liberando su poder, pero de poco sirvió ya
que aquél hombre no mostraba indicios de ser intimidado. Simplemente avanzó
hacia la criatura a paso lento mientras pasaba su mano sobre el extraño
artefacto en forma de brazalete, el cual emitió infinitas partículas luminosas
que se condensaron en una espada recta. Sacado su arma aceleró su marcha,
cargando directamente contra la criatura. A su vez el demonio le imitó en su
carga atacándole con sus afiladas garras. El choque de ambos generó una onda
expansiva que destelló la sala.
Desde el otro lado del portal, los miembros del grupo
esperaban pacientemente la llegada de su líder. Unos hacían guardia en los
lugares más elevados que todavía aguantaban el paso del tiempo, el resto
estaban aguardando el retorno de su líder.
En ese momento el portal se agitó y de él emergió el jefe de
aquél grupo. Lleno de polvo y con las ropas rasgadas, el hombre sonrió
mostrando el tesoro que había conseguido en aquél místico lugar. Sin embargo
poco duró la alegría, pues el centinela avisó de la llegada de un nuevo
enemigo.
Saliendo de las ruinas, el grupo vislumbró en el horizonte la
luz de las antorchas que portaban los refuerzos llegados del destacamento
cercano.
“Recolectemos esas almas y luego marcharemos hacia nuestro
siguiente destino: Las montañas del ocaso”
Tras anunciar los planes a su grupo, el líder apuntó al cielo
con su arma y esperaron la llegada de los enemigos.
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