Hola a todos los que aun permanecen atentos a la pagina y a mi historia, se que ha pasado ya bastante tiempo desde la ultima vez que subí un capitulo de mi novela y lamento tardarme, he estado muy ocupado con mi trabajo y mis estudios. El próximo capitulo no se tardara tanto como este, lo más probable es que en dos semanas puedan leer la continuación de este capitulo.
PD: Muchas gracias a todos los que siguen mi novela, en el camino he aprendido a redactar cada vez un poco mejor. Quiero dejar claro que no dejare sin finalizar la historia y la subiré hasta acabar.
Disfruten el capitulo.
Capitulo XIV
“Encierro”
Cielo.
26
de diciembre del 2026, 6:25 am
Han llegado por fin a su
destino, trayendo consigo al humano maldito tal y como les fue ordenado. Un
arco gigantesco de color dorado destellaba con los rayos que emanaban del
lugar. Estaban frente a la puerta del cielo donde ningún humano con vida ha
estado jamás, un lugar donde se podía respirar aire puro y una atmósfera de
paz, armonía, pero sobretodo seguridad; ángeles cuidaban la entrada armados con
espadas y escudos.
—Bienvenido Comandante.
—Ambos seres que cuidaban la entrada hicieron reverencia ante Gabriel.
La tropa que había
escoltado a Beowulf siguió sin decir ni una palabra a su líder que de igual
manera no respondió al saludo de los guardianes, simplemente continuo de largo
sin mirarlos ni por un segundo. Esta pequeña demostración de arrogancia había
hecho pensar al jugador que, de todos los lugares en los que puede imaginar,
jamás hubiera pensado que algo como esto ocurriría aquí. ¿No es un lugar de paz
y amor?
Continuaron su camino
hacia donde eran esperados por Dios, aquel lugar conocido en todo el cielo con
el nombre de Réquiem Eternal.
A medida avanzaban por el
cielo sobre un camino dorado, casi tan resplandeciente como el arco situado en
la entrada, se veían cientos de almas corriendo de un lado a otro con una
sonrisa en sus rostros; lagos con agua cristalina, jardines llenos de flores de
todo tipo, fuentes con estatuas de ángeles en el centro y un enorme parque
donde las almas pueden sentarse a descansar mientras hablan de sus experiencias
en la tierra de los vivos. Ahora ya no les importa en lo absoluto todo por lo
que pasaron, por fin estaban en el cielo y nada malo sucedería.
Cada vez que cruzaban una
zona llena de almas alegres, de inmediato y por una extraña razón un silencio
incomodo cubría el ambiente. Todos susurraban entre si mientras observaban
detenidamente a Gabriel y sus ángeles tras él, quizás no fue buena idea ser
escoltado por ellos. En estos momentos Beowulf está replanteándose nuevamente
el plan, talvez no sea buena idea hablar con Dios frente a todos sus ángeles.
—Hemos llegado humano.
—Rompió silencio Gabriel, mientras se hacía a un lado para dejarlo observar la
hermosa estructura frente a él.
Beowulf estaba tan
sumergido en sus pensamientos que no se percató el momento de su llegado a Réquiem Eternal. ¿Qué puedo decir del lugar? Una obra esculpida por
los ángeles, nunca mejor dicho. Un templo cubierto de oro blanco y dorado,
vitrales de diversos colores con dibujos de ángeles en cada una de las ventanas,
una gigantesca puerta doble de cristal con un dibujo de la tierra fundido en el
centro; dos metros justo arriba de la entrada, al centro de la estructura se
encontraba grabado en la pared la silueta de un cáliz con una corona encima y
atrás una espada colocada de forma horizontal. Este era sin duda alguna el
símbolo de los tesoros divinos.
Las puertas se abrieron
de par en par siendo recibidos por dos ángeles, uno de apariencia más femenina
que el otro; sus rostros demostraban paz y quietud. Ambos seres celestes les
brindaron la bienvenida a los guardianes del cielo.
—Bienvenidos nuevamente,
nuestro señor los espera. —Ambos hablaron al unísono, mientras sonreían.
—Espero no haberlo hecho
esperar demasiado. ¿Ya han llegado todos? —Gabriel actuaba más sumiso ante
ellos, el aura tan intimidante que lo rodeaba ha desaparecido.
—Casi todos, Lauviah aún
no ha llegado. —Ambos ángeles parecían estar conectados, las palabras eran
pronunciadas al mismo tiempo.
—Cuando aprenderá a ser
puntual, en ocasiones me pone de malas. —Intentaba controlarse, para no parecer
molesto frente a ellos.
—Aún debe acostumbrarse a
sus nuevas obligaciones. —Rieron entre ellos mientras se miraban de reojo. —
¿Tu haz tenido suerte con Yerathel? ¿Vendrá a la reunión?
—No deseo hablar de él
por el momento. —Sin más entro al templo seguido por el humano y sus ángeles.
Castillo Aldridge.
26 de diciembre del 2026, 10:00 am
Ahí estaban ellas
de pie, mirándose a los ojos manteniendo sus palabras guardadas para sí mismas.
Kathleen esperaba pacientemente a que la joven diera el primer paso, que
intentara procesar la situación en la que se encontraba. Y así fue,
permanecieron en silencio durante más de cinco minutos.
— ¿Cómo…? —Por fin
estaba lista para hablar. — ¿Cómo es posible esto? Eres idéntica a mí.
La dueña y señora
de la casa le sonrió a la joven intentando relajarla. —Bienvenida a mi
castillo, Nathalia. —Paso a paso se acercaba lentamente a ella. —Soy Kathleen
Aldridge, estoy consciente que tienes muchas dudas, las cuales estaré dispuesta
a responder.
Los rayos del sol
al interior de la capilla mostraron con
más claridad el cuerpo esbelto de la mujer, su piel blanca lucia radiante con
aquel vestido negro; sin ninguna duda ambas eran una copia de la otra.
— ¿Por qué eres
idéntica a mí? —Nathalia intentaba retroceder a medida ella se acercaba. —
¿Eres…? —Titubeó antes de pronunciar aquella oración. — ¿Eres mi hermana?
—Golpeó la puerta de la capilla con la espalda, ya no podía retroceder más.
Escucho las
palabras de la joven e inmediatamente su risa hizo eco en la capilla. —Lo
lamento, no fue mi intención reírme. —Respiro profundo e intento parar de reír.
—Por favor permíteme acompañarte al comedor, sé que haz de tener hambre.
—Estaba frente a ella, mirándola con mirada penetrante, imposibilitando ser
rechazada.
Nathalia estaba
incomoda e intento guarda más distancia entre ellas, sin pedir permiso abrió la
puerta de la capilla saliendo a toda prisa. Afuera continuaba frio, el viento
despeino el cabello de ambas.
— ¡Detente! No
intentes cambiar de tema, responde mis preguntas. ¿Quién eres? —Lanzo una
mirada furtiva hacia la mujer.
—Disculpa mis
malos modales, sin embargo creo que es preferible que comas algo antes de
hablar sobre todo esto. —Se puso en marcha de nuevo al interior del castillo.
—Por favor sígueme, te contare donde estamos mientras caminamos.
Nathalia no tenía
un buen presentimiento sobre Kathleen, pero también necesitaba conocer su
ubicación o de lo contrario jamás podrá llegar a su destino. Sin pensarlo por
más tiempo camino tras ella esperando que respondiera a sus preguntas.
—Por poco mueres
allá fuera, tuviste suerte que te auxiliáramos a tiempo. —No hizo ningún tipo
de contacto con la joven, se limitaba a mirar hacia el frente. —Sin embargo me
preguntaba. ¿Qué haces en este lugar? A decir verdad, no esperaba verte jamás.
El sol brillaba
fuertemente sobre el jardín del castillo, aunque esto no era impedimento para
que los vientos fueran fríos, casi congelantes. Todo estaba silencioso por
fuera, que nadie se imaginaria las cosas que suceden dentro. Ambas mujeres
continuaban caminando a ritmo lento como si no sintieran frio alguno.
—Es una larga
historia como llegue a este lugar, solo diré que no me dieron muchas opciones.
Un día estaba en un hospital lamentándome mi existencia, al otro día me doy
cuenta que había olvidado a las personas más importantes en mi vida; cuando me
percate estaba atrapada en un lugar completamente oscuro con una extraña voz a
la que no le pertenecía cuerpo alguno. —Suspiro al solo pensar lo tediosa que
ha sido su vida estos días. —Ahora desperté en un castillo sin saber dónde
estoy y con una mujer que es exactamente como verme al espejo.
—Suena a que has
tenido que pasar por mucho. —Se detuvo frente a rosas de color violeta
sembradas a un lado del camino. —Supongo que no tienes mucho tiempo.
Asintió con la
cabeza e inmediatamente cambio el tema. —Basta de eso. ¿Dónde estamos? ¿Cómo
conoces de mí? —Observaba a Kathleen agacharse para oler el aroma de las rosas.
—Bueno, para ser
sincera yo sé de tu existencia desde el primer día que abrí los ojos. No es
algo que la gente pueda creer con tanta facilidad, pero en tu situación y por
todo lo que has pasado no dudo que creas en mí. —Miró de reojo a la joven.
— ¿Qué tratas de
decir? —Nathalia ahora estaba más confundida que en un principio.
—Después
hablaremos de esto, por ahora sígueme. —Se puso de pie. —Debes comer, tienes un
largo camino por delante si quieres regresar con ellos.
Kathleen apresuro
su paso sin mirar atrás, esta vez ha captado toda la atención que necesitaba
para que la siguiera sin más. Había dejado claro que conocía mucho más de lo
que decía, más de la vida de Nathalia y más de su situación.
— ¡Espera! —Corrió
tras ella. — ¿Ellos? ¿Sabes dónde me dirijo? —Comenzaba a molestarse. — ¡Maldición!
¡Por favor responde!
— ¿Servirá de algo
decirte donde estamos en estos momentos? ¿Tienes fuerza suficiente como para
caminar largas distancias sin desfallecer? —Se detuvo sin previo aviso, dio
media vuelta y miró fijamente a los ojos llorosos de la joven. —Estamos en un
lugar donde nadie escapa con tanta facilidad. Donde las almas vienen a perder
la fe y esperanza, un lugar olvidado por Dios y Satán; El purgatorio.
— ¿Qué?… No es
posible… ¿Cómo? Es decir… ¿Por qué estoy en este lugar? —Sus ojos no ocultaban
la tristeza y el miedo sentido en este momento. —Necesito largarme de aquí.
La tomó
delicadamente de sus hombros descubiertos. —No es tan fácil escapar de este
lugar, no existe salida alguna, los únicos que pueden abrir la tan añorada
salida son Dios y Satanás, no hay nada que puedas hacer que no lo hayan
intentado antes. —A la lejanía se escuchan pasos ligeros dirigiéndose a toda
prisa hacia ellas. —Las almas que habitamos este lugar perdimos la esperanza de
huir, este es un mundo totalmente diferente. No existen reglas y solo los más
listos consiguen sobrevivir.
—No puede ser… —Su
cuerpo aún estaba débil por su travesía, estaba por desmayarse. —Necesito…
—Comenzó a divagar. —Dimitri… Beowulf… ayuda. —No soportó más, lágrimas cayeron
por su rostro antes de caer al piso cubierto de nieve.
Una mujer de
cabello negro, ojos cansados y bastante mayor se acercó a ellas a toda prisa,
traía puesto un vestido desgastado y sucio, su respiración era acelerada,
intentaba recuperar el aliento después de haber corrido todo el trayecto hasta
ellas. Hizo una reverencia a Kathleen antes de pronunciar palabra alguna.
—Mi señora me temo
que tenemos un problema. —Deslizo su mirada directo a Nathalia sin tomarle
mucha importancia. —La joven que se nos ordenó vigilar hasta la noche… —Tomó
aire. —Tal y como dijo, intento escapar.
La mirada pacífica
y despreocupada de la dueña del castillo cambio drásticamente, estaba molesta y
a la vez decepcionada por escuchar la noticia. —Esperaba más de Joyce,
tendremos que adelantar los planes; lleva a nuestra invitada inconsciente a su
habitación y despiértala para comer dentro de dos horas, yo me encargare de la
fugitiva.
—Como diga
señorita Aldridge. —Hizo una última reverencia antes de levantar del piso a
Nathalia.
— ¿Han llevado a
la fugitiva a mi habitación? —Dijo antes
de marcharse.
La mujer se le
dificultaba hablar, su cuerpo estaba desgastado por la edad, era evidente cuán
difícil era llevar a la joven a la habitación. —Sí, la hemos atado de pies y
manos para que no escape.
No hubo más
palabras que decir, esto ya lo había previsto mucho antes de que Joyce pensara
en escapar. Sabía que intentaría huir en cuanto supiera su destino y le ordeno
a varias de sus sirvientes en mantener vigilada a la joven. Todas la obedecían
sin rechistar, sus palabras eran ley absoluta, nadie piensa ni siquiera en
desobedecerla o podrían ser las siguientes.
Estados unidos,
Brooklyn.
27
de abril del 2019, 7:00 pm
Las pesadillas
continúan irrumpiendo los sueños de Dimitri, noche tras noche lo único que
puede recordar es aquel momento en el que se despidió de su querida amiga,
aquella que era parte de su felicidad. Dejar atrás todo su pasado a cambio de
la seguridad de Nathalia y Beowulf no causa remordimiento alguno, tomaría la
misma decisión las veces que fueran necesarias; sin embargo las pesadillas
residen en ese incomodo pensamiento de que algún sea olvidado.
Se levanta
asustado de la cama, hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien, han pasado
varios meses desde la última vez que durmió en una cama. De inmediato recuerda
lo ocurrido en el puente, el intento de suicidio de la joven y su problemática
transformación.
—Por fin
despiertas, al parecer estabas muy cansado. —Sentada en un sofá situado a la
orilla de la habitación es observado por la joven.
Dimitri estaba
confundido, aun por los sucesos de la noche anterior. ¿Cómo sobrevivieron ambos
a la caída? Observa cuidadosamente su alrededor, intenta identificar su
paradero; parecía estar en una apartamento de mala muerte, una pequeña
habitación donde la cocina, el televisor, el sofá y la cama estaban casi a la
par, una puerta situada de lado derecho de la cama parece ser el baño.
— ¿Dónde estamos?
—Pregunta con voz desanimada mientras se revisa el cuerpo en busca de alguna
herida.
—Me sorprendió ver
como las llamas cubrían tu cuerpo, pensé que si no moría del impacto contra el
agua, morirá calcinada por tus llamas, pero… —Se puso de pie de inmediato y sin
más se colocó frente a la cama. —No fue así, no tenía quemaduras y todo el
impacto del choque contra el agua lo recibiste tú, yo solo recibí algunos
moretones.
—Eso no responde a
mi pregunta. —La miró directo a los ojos.
Sonrió antes de
continuar con la conversación. —Me salvaste la vida, nadie se hubiera lanzado
por mí, incluso… —Sus ojos divagaban entre verlo o no a los ojos.
Todo el alboroto
ajeno a la conversación se vio silenciado para ambos, en este momento lo único
que interesaba era ellos mismos. Dos personas que en más de una ocasión se
dieron por vencido, que para el mundo no valen nada.
—Incluso antes del
impacto pronunciaste aquellas palabras que tanto desee escuchar. —El rostro de
Fay se sonrojo. —Aunque parezca tonto, necesitaba conocer a alguien que me
mostrara que le importo.
La habitación se
quedó en silencio durante unos segundos, ambos no sabían cómo continuar la
conversación. El joven de ojos rojos volvió en sí después de esto, una risa
leve rompió el ambiente.
—Pareces una adolescente de secundaria cuando hasta a punto de declarar su amor al chico que le gusta. —La
risa de Dimitri se hace más obvia. —No te preocupes por lo ocurrido, tú y yo en
cierto modo somos similares. Ambos conocemos lo que es el sufrimiento de
primera mano.
La risa de su salvador
solo hizo que Fay se apenara más, se limitó a sonreírle mientras intentaba
relajarse un poco, aun no podía creer la tontería que había dicho. Miró a un
lado intentando ocultar su rostro del joven que aun reía.
—Saltaría cuantas
veces sean necesario hasta hacerte entender cuanto vales. —La risa se detuvo
sin previo aviso.
Fay lo miró
inmutada ante sus últimas palabras, ahí estaba nuevamente su salvador, él que
le mostro cuan estúpida había sido su idea del suicidio. Esta vez sonrió cálidamente,
se acercó más a él para luego sentarse a su lado.
—No será necesario
que lo hagas de nuevo, ya me lo has dejado claro. —Lo abrazó fuertemente
esperando que este momento no acabara tan pronto. —Gracias.
La habitación
nuevamente quedo en silencio, no necesitaban decir más para conocer lo que
pensaba el otro. Dimitri la rodeo con sus brazos al igual que ella y dejaron
que el tiempo avanzara. Lo único que se necesita en ocasiones es un simple
abrazo que te haga creer que no estás solo en esta vida.
Castillo Aldridge,
Purgatorio.
26 de diciembre del 2026, 12:00 am
—Señorita
despierte por favor, es hora de comer.
Después de dos
horas en cama y con la ayuda de la sirvienta a cargo de su cuidado, logra
despertar del sueño en el cual estaba sumergida. Nuevamente había sido llevada
a la habitación donde vio por primera vez a Joyce, el frio era insoportable,
más de lo habitual.
— ¿Qué sucedió?
—Dejó la sabana a un lado para tomar asiento a un lado de la cama, observo que
aun traía puesto el vestido blanco que le regalaron.
—Se desmayó en el
jardín y la señorita Aldridge hizo que la trajeran nuevamente a la habitación
para que descansara un poco más. —La mujer le sonrió con nerviosismo, su rostro
denotaba el paso del tiempo, arrugas, ojeras y canas en su cabello.
—Creo que lo
recuerdo, íbamos hacia… —Recordó que no ha comido en mucho tiempo, su estómago
gruño fuertemente solo de recordarlo. —Lo siento, creo que necesito comer algo
antes de marcharme.
De inmediato la mujer
trajo las zapatillas de la invitada y cuidadosamente los colocó en los pies fríos
de Nathalia. Acto seguido se puso de pie dirigiéndose a la salida. —Por favor
sígame, la esperan en el comedor. —Sin decir más camino sin mirar atrás esperando
que no se opusiera a su pedido. Para suerte de la sirvienta así fue, no hubo
resistencia alguna e inmediatamente se dispuso a guiarla a su destino.
A medida avanzaban
por los pasillos del castillo la temperatura comenzaba a sentirse más cálida,
los candelabros hacían un buen trabajo al calentar los pasillos, aislándolos
del frio externo.
El rostro de la
sirvienta mostraba preocupación, combinado con un poco de miedo, parecido que
demostraba Joyce. En ese momento recordó a su antigua cuidadora, aquella joven
que la acompaño en su encuentro con Kathleen.
— ¿Dónde está
Joyce? —Dijo Nathalia sin pensarlo dos veces.
La sirvienta
continuó caminando sin tomar importancia a la pregunta de Nathalia, estaban a
punto de llegar a su destino. Risas son escuchadas por ambas mujeres, eran
voces de hombres y mujeres que parecían estar pasándola bien.
— ¿Es aquí? —La
joven intento no tomar importancia a la extraña actitud de la mujer.
La sirvienta asintió
con la cabeza para después agachar su rostro intentando no verla a los ojos,
parecía estar preocupada por algo, o alguien. Estaban frente una enorme puerta
de madera que daba acceso al comedor. Antes de entrar y dejarse ver por los
demás, la mujer observó detenidamente a Nathalia con una mirada decaída, sus
ojos mostraban tristeza, como si quisiera decirle todo aquello que pasaba por
su mente.
—De todos los
lugares en los que pudo haber llegado, este castillo fue la peor opción. —Trago
saliva para intentar continuar pronunciando las palabras. —No confié en la
señorita Aldridge. —Estaba nerviosa, estaba consciente de que si la descubren
hablando de esto, su destino sería similar al de Joyce, o incluso peor.
— ¿Qué sucede? He
tenido ese mismo presentimiento acerca de ella. ¿Qué me ocultan? —Por fin ha
encontrado alguien que responda a sus preguntas.
—Kathleen Aldridge
la necesita mucho más de lo que usted podría necesitarla. Por favor sea
cuidadosa hasta que caiga la noche, no hable más de lo necesario y compórtese
ignorante ante todo suceso extraño. —Miró a los lados para asegurarse que no
hubiera nadie observándolas entre las sombras. —Cuando caiga la noche y el
castillo este en silencio la sacare de aquí, la guiare, no puedo permitir que
Kathleen consiga lo que busca.
— ¿Qué sucede en
este castillo? ¿Enserio puedes sacarme de aquí? —Nathalia tenía tantas
preguntas al respecto, pero prefirió guardárselas para ella misma, este no era
el lugar ni el momento indicado.
La conversación
termino abruptamente, la mujer abrió sin previo aviso la puerta que daba al
comedor; todas las miradas fueron guiadas hacia ellas. Era una enorme
habitación, con candelabros en las paredes y uno gigantesco colgado en el techo
justo al centro del salón; cuadros con pinturas un poco extrañas en las
paredes. Una chimenea al fondo del comedor hecha de rocas, arriba de esta una
pintura de Kathleen vistiendo de rojo, sentada en un trono y sosteniendo una
copa dorada llena de vino, en el piso cientos de cráneos con una marca extraña
en la parte frontal.
— ¡Ya era hora, te
hemos estado esperando Nathalia! —La dueña del castillo recibió a su invitada
con una enorme sonrisa.
Todos estaban
sentados, mirándola en un repentino silencio; era una mesa larga cubierta con
un manto rojo, sobre esta un festín de comida, todo tipo de carnes, bebidas,
frutas y más; había más de lo que podían comer.
Los hombres
vestían formalmente con sacos negros, las mujeres vestidos largos y decorados
con gemas preciosas portadas en el cuello y manos. Al fondo de la mesa y sentada
en una silla dorada con almohadillas rojas estaba Kathleen vistiendo el mismo
vestido con el que la encontró hace unas horas.
—Honorables
caballeros y hermosas damas que me acompañan esta noche. —Se colocó de pie
mientras toma su copa de vino. —Quiero presentarles a la joven que ha estado en
boca de todos estos días, la señorita Nathalia Roselyne Williams. —Alzo su copa
unos centímetros como forma de saludo.
Todos aquellos que
aún no habían visto a la joven estaban sin palabras al ver el parecido exacto
entre ambas. No tardaron en imitar el gesto de Aldridge, tomaron sus copas e
inmediato las alzaron como saludo.
—Por favor
indícale a nuestra invitada su asiento. —Le indicó a una de las muchas
sirvientas que estaban encargadas de servir en el festín.
Su orden no se
hizo esperar y de inmediato guiaron a Nathalia a su silla, situada al fondo de
la mesa, a una esquina de Kathleen como era de esperarse. Todo el mundo guardo
silencio esperando a que la recién llegada tomara su respectivo asiento, se
mantuvieron sin abrir la boca; aguardando recibir la orden que les indicara
seguir con el banquete.
—Ya no son
solicitados tus servicios en este lugar Emma, puedes retirarte. —Dirigió sus
palabras a la mujer que guio todo el camino a la joven. —Ve con Joyce y ayúdale
a preparar todo para esta noche. —Lanzo una mirada severa.
La sirvienta
mostró sorpresa ante la orden de Kathleen y sin más asintió con su cabeza,
salió de inmediato de la habitación cerrando la puerta, dejando sola a Nathalia
con todas estas personas desconocidas que evidentemente mostraban obediencia
absoluta a la dueña del castillo.
— ¡Esto es un
banquete, por favor continúen! —De nuevo su expresión cambio drásticamente,
mostrando una sonrisa cálida a todos en la mesa.
Y así fue, sus
órdenes son absolutas, todos continuaron con la conversación mientras las
sirvientas servían más vino. Del total silencio a las risas solo hubo un lapso
de segundos, todos parecían despreocupados; sin embargo Nathalia podía sentir
aquella aura tan amenazadora que era desprendida por Kathleen, aunque nadie
tuviera el valor para admitirlo era obvio que todos sentían pavor a su furia.
—Y dime, ¿Cómo te
sientes? Debes comer para recargar fuerzas. —Sin esperar a que respondiera,
dirigió su mirada a una de las jóvenes que le servían. —Tú te encargaras de
nuestra invitada. ¿Quedo claro?
—Si señorita
Aldridge. —De inmediato le sirvió una porción de carne.
—No es necesario,
puedo servirme yo misma. —Dijo Nathalia mientras tomaba el brazo de la
sirvienta para evitar que continuara sirviéndole.
La mirada de la
joven sirvienta mostró miedo ante la situación, había recibido una orden y en
el castillo todos aquellos que no cumplen son castigados. Intentó persuadir a
Nathalia para que dejase cumplir su trabajo de forma que no fuera tan evidente
el temor a su ama.
—Señorita Williams
permítame servirle, para eso estamos aquí, nuestro único objetivo es que usted disfrute
y se relaje. —Le muestra una sonrisa forzada.
—En serio, no
requiero de tus servicios. —Sostuvo con más fuerza el brazo de la joven. —Puedo
hacerlo por mí misma.
Kathleen estuvo en
silencio observando la situación esperando a ver el final del acto. Tomó un
sorbo de vino antes de interrumpir la conversación entre ambas, parecía
divertirle la actitud de las mujeres.
—Creo que la
señorita Williams le ha dicho que sus servicios no son necesarios, ¿me
equivoco? —Le sonrió con una mirada burlona y macabra a la vez.
La sirvienta se
alejó bruscamente de la mesa, hizo una reverencia y pidió perdón por su
comportamiento tan inadecuado; acto seguido fue a la cocina por más vino
intentando no ver hacia atrás.
—Lo lamento, mis
ayudantes suelen entregarse de lleno a su trabajo y en ocasiones pueden sofocar
a las personas al intentar servir. —Kathleen dirigió su sonrisa a Nathalia sin
soltar su copa medio llena de vino.
—No es importante,
lamento causarle disgusto, simplemente crecí con gente que hacia todo por mí.
—Comenzó a servirse comida en su plato. —Llegue al punto que me arte de todo
eso y me incomoda que lo hagan. —Tras unos segundos en pausa, sin decir más,
tomó los cubiertos en cada mano y se dispuso a comer. —Espero no haber causado
problema alguno a la joven. —Dijo finalmente, después de haber probado la
comida.
Uno de los hombres
que estaba sentado cerca de ambas interrumpió la conversación y sin pena alguna
dirigió sus palabras a Nathalia con un tono de voz sofisticado, como una de
esas personas que solían llegar seguido a visitar a sus padres. Ya estaba
acostumbrada a tratar con gente así, siempre parecen amables y honorables, pero
por dentro no son más que humanos deshonestos y traicioneros que harían lo que
fuera por su bienestar.
—Disculpa que la
interrumpa señorita Williams, pero desde su llegada ha estado en todas las
conversaciones de este castillo. ¿Qué hace por acá una hermosa dama? Me he
sentido inquieto ante el enorme parecido entre usted y la señorita Aldridge.
—Es una larga
historia de cómo he acabado en este sitio, para ser sincera, fue un error haber
llegado, mis planes nunca fueron pisar el Purgatorio. —Nathalia continuaba
comiendo al mismo tiempo que respondía al hombre. Los modales son lo último que
le interesa en estos momentos. —Quizás fue obra del destino haber llegado aquí,
para que de esa forma yo pudiera encontrarme con Kathleen, o quizás no. —Hizo una
pequeña pausa. —En todo caso, mi único objetivo en estos momentos es regresar a
la tierra lo más pronto posible.
Todos guardaron
silencio de repente, comenzaron a verse unos con otros como si quisieran decir
algo, actuaban extraño. Otro de los hombres se unió a la conversación. —No creo
que exista alguien que desee ir a la tierra en estos instantes. En estos
momentos ese lugar es un caos, la gente está muriendo de maneras difíciles de
narrar, el cielo ha sellado sus puertas. El apocalipsis ha llegado por fin y
como se ven las cosas en este momento, no creo que nadie pueda salir vivo de
esto.
Nathalia dejó caer
los cubiertos al escuchar aquellas palabras dichas por uno de los hombres,
estaba intentando mantenerse incrédula ante todo esto, pero era imposible para
ella no preocuparse por los hermanos Crow; estaba decidida a salir de
inmediato, no esperaría hasta que anochezca para huir, debía de marcharse de
inmediato.
— ¿De qué hablas?
—Se puso de pie en segundos mientras golpeaba con ambas manos la mesa. — ¿Qué
está pasando en la tierra? —Lanzo una mirada severa al hombre como si le
obligase a responder.
— ¿Aun no lo
sabía? —Una de las mujeres se unió a la conversación. —Todas las personas han
mutado en bestias horribles, y las que no, han sido devoradas. Esto empezó hace
un par de horas y ya ha muerto más de la mitad de la población.
—No, imposible.
—Nathalia dirigió su mirada a Kathleen que permanecía en silencio como simple
espectadora. —Sácame de aquí en estos momentos, necesito reunirme con alguien.
¿Tienes idea de cómo salir de este lugar?
—Claro, pero te
advierto que no será sencillo, hay un noventa y cinco por ciento de
probabilidades que mueras. —Tomó un sorbo de su copa de vino.
—No me interesa
que tan complicado sea, solo sácame de aquí.
—Bien, entonces
está decidido. ¡Brindemos todos por la misión suicida de Nathalia! —Se levantó
de su asiento mientras reía de forma burlona.
Todos en la mesa
rieron junto con ella y de igual manera la siguieron en el brindis alzando sus
copas mientras esperaban a que la señorita Williams brindara con ellos.
— ¿Crees que esto
es una broma? —Nathalia estaba furiosa, se burlaban de ella frente a sus
narices. — ¡No brindare por algo tan estúpido, debo ir a mi habitación a
prepararme para partir!
—Bebe con
nosotros, necesitaras al menos un trago para lo que estas por vivir. —Kathleen
la miró con seriedad, casi como si la estuviese obligando a hacer el brindis.
—Solo uno y puedes retirarte, vamos no será tan malo.
Una de las
sirvientas se acercó a toda prisa para servirle un poco de vino, aquel líquido
poseía un color rojizo casi parecido a la sangre. La joven no tenía más opción
hacer el brindis, pensó que si quería retirarse mejor seguiría la corriente y,
efectivamente levanto su copa al aire mientras todos pronunciaron al unisonó —
¡Salud! —seguido de risas y comentarios sobre lo valiente que sería Nathalia al
atreverse a huir del purgatorio.
—Muy bien, me
retiro, dame solo treinta minutos y nos marchamos, por ciento, ¿no tienes algo
más cómodo con lo que pueda caminar en la nieve? —Al parecer no estaba
acostumbrada al licor, su cuerpo se sentía atontado, un poco más ligero, o al
menos eso creía.
—Hare que Emma
lleve ropa más cómoda para tu viaje, descuida, si todo sale bien estarás en la
tierra en un par de horas, aunque si te soy sincera, no creo que nadie aparte
de ti sea lo suficientemente estúpido para regresar ahí; el lugar está muerto,
muchos empiezan a llamarlo el segundo infierno.
—Tú ocúpate de
ayudarme a salir, yo me ocupare del resto. —La ha llamado estúpida sin pena
alguna, estaba furiosa con Kathleen. —Necesito encontrarme con el anciano si
quiero… si quiero… —Su mente empieza a divagar. —Salvarlos… ¿Qué? —Cada palabra
que intentaba decir era una hazaña titánica, su mente estaba divagando. — ¿Qué
me haz… hech…? —Nathalia cae bruscamente al piso, impactado su rostro contra el
piso, ha perdido la conciencia, el vino traía algo más que alcohol y por fin ha
hecho efecto en ella.
Cielo.
26
de diciembre del 2026, 6:45 am
Todos los
ángeles comandados y el humano maldito entraron finalmente al templo, aquel
lugar donde resguardaba el trono de Dios. El interior era enorme lleno de
pilares de mármol con decoraciones de oro, piso de cerámica, todo de un color
blanco que resplandecía al mínimo contacto con la luz; en el centro del gran
salón se encontraba una alfombra roja hecha de fina seda que cruzaba todo el
lugar hasta llegar a una puerta doble de oro que tenía inscrito en pequeñas
gemas la palabra “Qui omnia videt”
— ¿A qué se debe tu
visita humano? —Los ángeles continúan hablando al mismo tiempo como una sola
voz.
Gabriel tomó a Beowulf
por el brazo intentando apresurar el paso, su rostro denotaba molestia y cierta
frustración, no parecía contento al estar en presencia de los dos guardianes
del templo.
—No tenemos tiempo que
perder, Dios espera por él. —Su voz era fría y cortante, no dijo más.
Dio la espalda a todos y
se dispuso a caminar sobre la alfombra roja, mientras permanecía sujetando el
brazo del humano. Todos quedaron en silencio ante el coraje que mostraba
Gabriel al hablarles de esa forma a los guardianes del Réquiem Eternal; era una
falta casi imperdonable el tratar de una manera tan cortante a todos los
ángeles asignados a proteger y servir dentro del templo.
—Pueden tomar un descanso
mientras su comandante está con nosotros, su presencia en Réquiem eternal ya no
es necesaria. —Los ángeles gemelos dieron la orden sin importarles los deseos
de Gabriel, después de todo dentro del templo ningún ángel tiene más poder que
ellos.
Beowulf y su escolta han
llegado a la puerta de oro, sin previo aviso una profunda fuerza estremeció el
cuerpo del jugador dejándolo desorientado por unos segundos. Gabriel lo miró
con una mueca burlona mientras intentaba no reír.
— ¿Lo has sentido? Atrás
de esta puerta se encuentran seis de los nueve comandantes y líderes de las
fuerzas celestiales.
—Su aura irradia tanto
poder que es alucinante, pero. ¿Dónde están los otros tres? Dijiste que eran
nueve. ¿No?
—Uno de ellos aún no
llega, Lauviah. —Los pasos de aquellos ángeles gemelos fueron imperceptibles
hasta que ya estaban a centímetros de ellos. —El otro comandante está en una
misión dada por nuestro señor, creo que ya lo conoces; su nombre es Yerathel.
Desde el momento que hizo
contacto con Dios después de empezar este juego maldito ha conocido a ese ángel
de apariencia tranquila, y hasta un poco distraído, pero en ningún momento paso
por su cabeza que ocultaría tal fuerza como para ser asignado como uno de los
ángeles más importantes del cielo.
—Has estado frente al más
poderoso de todos los ángeles. —Interrumpió Gabriel.
Los ángeles guardaron
silencio unos segundos hasta avanzar frente a ellos para sostener ambos pomos
de la puerta doble. Sus sonrisas burlonas fueron identificadas sin esfuerzo
alguno.
—Tenemos duda de eso.
—Una suave y delicada risa salió de la boca de ambos ángeles. —Metatron es un digno oponente para
llevar el título que tú tanto presumes.
Antes que la conversación
lograra continuar su curso, las puertas doradas se abrieron al mismo tiempo de
una forma simétrica, imposibilitando a Gabriel quejarse de la burla recibida
con anterioridad.
—Mi señor. —Dieron unos
pasos hasta entrar a la habitación. —Gabriel ha regresado acompañado del humano.
—Casi instantáneo hicieron una reverencia apoyando una de sus rodillas al piso.
Por fin han llegado, la
habitación del trono de la entidad creadora más poderosa, seis pilares de
mármol adornados con oro situados tres en cada lado, un vitral gigante en el
techo del templo con el símbolo de los tesoros divinos, otros más en las
paredes, uno apuntando al norte y otro al este con la imagen de la tierra;
candelabros de oro blanco en las paredes con forma paloma blanca. La alfombra
seguía su recorrido por toda la habitación subiendo tres pequeños escalones de
un altar hasta llegar al trono, dorado con gemas rojas incrustadas en el
respaldo de la mano.
Todos dirigieron sus
miradas a la puerta, ahí estaban los líderes de las fuerzas celestiales; frente
a su señor todo poderoso, esperando pacientemente el inicio de la reunión que
previamente había sido convocada.
—Bienvenidos, los hemos
estado esperando. —Dijo aquel anciano sentado en el trono sin dejar de mostrar
su rostro tan apacible.
Beowulf imitó las
acciones de los otros tres ángeles, junto a él e hizo la respectiva reverencia
intentando mostrar el respeto que merecía tal poderosa entidad. Los otros seis
ángeles no desviaban su mirada del jugador, parecían no estar de acuerdo con su
presencia en tan sagrado lugar.
Cada uno de los lideres
celestiales irradiaba una aura muy poderosa, pero a su vez tan diferente a la
de cualquier otro en la habitación. Unos parecían más apacibles que otros, como
si su interior todo estuviera en paz, mientras que algunos parecían contener en
su interior una fuerza indomable que podría desatarse en cualquier momento.
— ¿Qué hace un humano en
Réquiem eternal? —Uno de los ángeles expreso su descontento ante tal suceso. —Ningún
humano vivo o muerto puede poner un pie en este templo sagrado, siempre ha
existido esta regla irrompible. —Su larga cabellera plateada que reposaba en
sus hombros y cubría parte de su espalda alta se agitó bruscamente mientras
dirigió su dedo índice en dirección a Beowulf. Su mirada mostraba desprecio,
aquellos ojos color lila que parecían poseer un universo en su interior no
despegaban su atención del humano.
—Yo he dado mi
consentimiento para que pudiese venir hacia mí. ¿Hay algún problema con ello
Metatron? —Dios mantenía su voz pacífica.
—Pero, mi señor… —Dejo de
apuntar al jugador y miró con una mirada llena de decepción al anciano. —Las
reglas han estado durante siglos, nuestro deber es cumplirlos.
—Guarda silencio
Metatron, el todopoderoso sabe lo que hace, no tenemos derecho alguno en
cuestionar sus decisiones. —El rostro del ángel permaneció en paz, su cabello
castaño cubría un poco más allá de sus orejas, los ojos verdes y su cara
parecía esculpida con los mejores diamantes. Dicho ángel era conocido como
Raphael.
Después de esto no hubo
queja alguna por ninguno de los ángeles, la habitación quedo en silencio unos
instantes hasta que Gabriel se dirigió a la entidad creadora. —Mi señor lamento
informarle que no pude traer de vuelta a Yerathel; me ha dicho que su misión
aún no termina, pero a cambio me informó sobre su orden de traer al humano. —Se
mantenía cabizbajo, mirando la alfombra roja que estaba bajo sus pies.
—Temó que su misión lo
mantendrá lejos del cielo por mucho tiempo. —Dios hizo una pequeña pausa para
observar a Gabriel.
—Pero, si ya conocía
sobre esto. ¿Por qué me ha enviado a buscarlo? —El ángel apretó con fuerza su
puño, intentaba tranquilizarse.
—Necesitaba que trajeras
hasta mí a Beowulf y no se me ocurrió nadie mejor que tú para hacerlo. —Dios
sonrió a su ángel.
No hubo palabras de
intercambio, Gabriel mordió su lengua intentando no seguir con esta
conversación que no lo llevaría a ningún lado.
Todos estaban de pie
frente al trono pendientes de las órdenes de Dios, aunque comenzaban a
impacientarse por la ausencia de Lauviah. Tomando a todos de sorpresa el
anciano se puso de pie a la vez que se dirigía a sus creaciones.
—Necesito que me dejen a
solas con Beowulf. Vienes para aclarar tus dudas, ¿no es así? — Miró al jugador
tras regalarle una sonrisa.
El humano asintió, no se
sentía cómodo con los ángeles alrededor; no tenía idea de cómo actuar sin
molestarlos de alguna manera, a medida pasaba el tiempo sentía que haber
llegado al cielo fue la peor idea que ha tenido en mucho tiempo; sin embargo ya
no había vuelta atrás, necesita terminar con esto de una vez, después de todo
Marianne lo espera.
Monte Chimborazo,
Ecuador.
26 de diciembre del 2026, 8:20 am.
Han pasado horas desde
que Zophiel se marchó a un paradero desconocido por Anthony, dejándolo solo con
todo el peso de dar comienzo a las profecías que muchos humanos escribieron a
lo largo de los siglos, el fin del mundo.
Tras varios ajustes a la
máquina según las indicaciones del ángel, por fin esta lista para dar comienzo,
justo a tiempo. En estos momentos los efectos del anillo de Ian habían
desaparecido en las personas, dejando destrucción, muertos y millones de
heridos. El mundo era un desastre, sin embargo entre tanta desesperanza y
sufrimiento aun no imaginaban que algo peor estaba a minutos de ocurrir, algo
que acabaría con más de la mitad de la población.
—Por fin llegó el momento
de hacer aquello por lo que hemos esperado tanto. —Anthony seco el sudor de su
frente con la manga de su camina. Se dirigió hacia el portafolio donde se
encontraba la sustancia que creó con ayuda de Phillips.
— ¿Puedes confiar en el ángel?
—Su demonio acompañante rompió el
silencio que mantuvo por horas.
—No te preocupes por
ello, gracias al anillo demoniaco tengo un plan B en caso de algún
contratiempo. —Una carcajada hizo eco en la cueva.
—Tienes razón, ni
siquiera ella podría saber los límites del anillo. —La voz del Bael cambio
drásticamente en un tono burlesco, estaba confiado en que no podrían con ellos.
El jugador se acercó a la
maquinaria con el líquido mortal en manos y sin más abrió la pequeña escotilla
en forma circular donde se encontraba una especie de bola metálica brillante
hueca en su interior. Tomó aquel objeto con cuidado y presiono un botón casi
imperceptible partiéndolo en dos. Vertió el líquido en una de las mitades de la bola sin derramarla, acto seguido lo
cerró hasta que un ruido fue escuchado, dando la señal de que estaba asegurada.
Colocó nuevamente el artefacto dentro de la máquina y cerró la escotilla,
preparando hasta el último detalle.
Miró la máquina
detenidamente, dejó salir un suspiro antes de presionar aquel botón rojo que
pondría en marcha su tan añorado plan.
— ¿Estás listo para un
poco de acción? —Dijo Anthony mientras rebosaba un aura maligna en su sonrisa.
—Te demostrare porque soy
uno de los mejores sirvientes del rey de las tinieblas. —La voz de Bael
demostraba lo emocionado que estaba.
El humano no titubeo y
presionó el botón que hizo despertar el apocalipsis. La máquina comenzó a
vibrar descontroladamente, genero un fuerte estruendo, por la escotilla podía
ver cientos de rayos impactando la bola metálica haciéndola levitar en ese
pequeño espacio. Sin previo aviso la maquinaria se detuvo para dejar un zumbido
ensordecedor en su lugar, haciendo retroceder varios pasos a su creador.
— ¿Qué sucede? ¿Esto
debería suceder? —Bael está confuso al ver la máquina.
Anthony decidió no
contestar, cerró los ojos y se dispuso a escuchar atentamente aquel zumbido que
poco a poco se fue silenciando; de un segundo a otro abrió los ojos mostrando
en su mirada terror y corrió fuera de la cueva para ponerse a salvo.
La máquina hizo una
pequeña explosión y lanzó por los aires un rayo de color gris que abrió un
enorme hueco a la montaña, derrumbando una gran parte de la cueva e impactando
con las nubes, que a un ritmo acelerado se fueron multiplicando y tiñéndose del
mismo color que el rayo lanzado.
En minutos las nubes
grises habían cubierto los cielos del mundo, en un evento climatológico jamás
visto por la humanidad. Los rayos del sol apenas atravesaban los nubarrones y
llegaban a tierra, esto era malo, sin embargo las personas en todo el mundo no
comprendían que tan malo era permanecer afuera; su curiosidad los hacia salir
al exterior a observar el cielo.
Una segunda explosión de
la maquinaria lanzó por los aires la bola metálica que contenía en su interior
aquel líquido apocalíptico. Cuando por fin el artefacto tocó las nubes se
apreció una explosión la cual creo una onda expansiva seguida de truenos y
rayos que cruzaron todo el mundo, cada rincón de la tierra. Segundos más tarde
una lluvia cubrió ciudades, bosques, montañas e infecto el océano; el planeta
entero sucumbió en la desesperación de lo desconocido.
Más de la mitad de la
población que aún seguía con vida, después del desastre creado por Ian fue
bañado por la lluvia, más temprano que tarde los efectos se hicieron visibles.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos desafortunados, que por su curiosidad
salieron a observar el cielo les costó su humanidad. Cientos de yagas cubrían
su cuerpo, les quemaba por dentro, un simple respiró les hacía sentir un dolor
tan intenso como si fueran quemados vivos; la piel se abría lentamente como si
tuviera vida propia y disfrutara de torturar a sus dueños.
Los gritos inundaron el planeta,
nadie estaba preparado para esto. ¿Quién lo estuviera? ¿Quién esperaría algo
así? Nadie lo imaginaba, pero en estos momentos el mundo como lo conocían ha
desaparecido; los humanos y animales afectados por esta perversa lluvia
comenzaron a mutar, a deformarse hasta quedar irreconocibles, algunos tomaron
formas horrendas, inerrables, híbridos de animales, otros era bestias jamás
vistas, como si fueran sacadas de la menta más perturbada; los que no
soportaban los efectos de la lluvia simplemente esperaban su inevitable muerte,
serian la comida de las bestias que comenzaban a poblar en gran mayoría la
tierra.
Los sobrevivientes que no
han sido tocados por la lluvia dejarían de existir muy pronto, después de todo
estaban atrapados en sus casas sin poder salir, como si fueran ratas esperando
ser devoradas por la serpiente.
“Si Dios existe, es un
buen momento de hacer su gran aparición” —Susurraban las personas alrededor del
mundo.
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