Capítulo 04: Respuesta
1ra Parte
—Punto de Vista de Saldinus—
Mis palabras no eran fruto de un disgusto verdadero, aunque
tampoco era como si los hombres de los que hablaba me cayeran bien. En realidad
todo este asunto me daba igual. Al final lo único que me importaba
era asegurarme que el bando que nos pagara, ganará. Ni más ni menos.
Me tome mi
tiempo para observar la reacción del General, quien al escuchar mi
respuesta me miró algo sorprendido, aunque no tardó en cambiar su expresión de
sorpresa a una de incredulidad.
Muy
severamente el hombre dijo, mientras fruncía el ceño—Con qué no les
agradan los “perros de Thorley”, ¿eh? igual no han dudado nada en venir a
ayudar a esos cabrones para atacarnos… Ya me imaginó si les agradarán…
Obviamente
no dudamos. No creas que nuestros estómagos se llenan con “favoritismos”.
—Sí.
tiene razón, General. —Replique inmediatamente, dando una respuesta distinta a la que había pensado—. Sin
embargo, como entenderá nosotros somos mercenarios. No peleamos por honor o
gloria… Peleamos por quien nos pague, sea que esta persona nos caiga bien o no.
—No, no lo
entiendo. —Dijo—. Para alguien tan honorable como yo no es posible entender la
forma de pensar de ratas como ustedes.
¿Con
qué “ratas”, eh? Nos han llamado cosas peores… Que un paleto norteño lo diga
también le quita algo de valor.
Aun
así, no me gustaba sentirme degradado. Siempre me ha molestado que me miren al
menos, y por más que intento controlarme, no puedo evitar que me moleste.
Aun
así, decidí ignorar mi molestia y tragarme mi orgullo. Ya me había tomado el
trabajo de entrar en la boca del lobo, realmente quería evitar una situación
desesperada. Con suerte y si todo esto salía bien con la paga que recibiría de
Hildiria recaudaría un poco más de la mitad del dinero que necesitaba. Esto
definitivamente valía la pena.
No hay problema, ya lo he hecho antes. Esto
no podría ser peor que cuando
hablo con esas condesas, solo tengo que sonreír y no llevarle la contraria… me dije a mi mismo.
Finalmente,
tras una pausa moderada procedí a hablar.
—Sí,
que tonto de mi parte... —Dije haciendo una sonrisa jovial, intentado hacer
notar lo menos posible mi enfado—. Pretender que usted pueda entender nuestra
forma de ganarnos el sustento es una ofensa a lo que usted representa, sin
embargo —Dije haciendo otra pequeña pausa, mas breve que la anterior—. Incluso
los mercenarios buscamos cierto grado de satisfacción moral en nuestro trabajo.
—¿Eh?
—Vocalizó el hombre en señal de duda.
—A lo que me
refiero es que con gusto estaríamos encantados de trabajar para alguien
con quien nos sintamos más cómodos… Si me entiende, ¿verdad?
El hombre
muestra una actitud reticente, pero sigo adelante con mi propuesta. No me voy a
parar ahora por una cara de pocos amigos.
—Obviamente
eso implica recibir una paga un poco mayor a la que ya nos ha dado el otro
General.
De inmediato
aligera un poco su expresión, parece entender la naturaleza de mi
propuesta.
—Hmph…
Y dime chico, ¿por qué debería yo aceptar la ayuda de esa tal Hildiria? —Dijo
apoyando su mentón sobre los dedos entrecruzados
de sus manos.
¿“Esa
tal”?… Hace un momento parecías bastante sorprendido sobre el nombre de
“Hildiria”… ¿Acaso esa es tu forma de actuar recompuesto?
—Bueno, asumo
que si al menos me ha dejado hablar es porque debe conocer la trayectoria de mi
jefa…
—Sí,
definitivamente. Tiene un par de logros interesantes, eso no se puede negar…
Sin embargo, sus hazañas me producen más
curiosidad que admiración.
Vaya fanfarrón... Es muy fácil hablar cuando todo lo que has hecho en tu
vida es sentar el culo dentro de una fortaleza.
—Además,
¿crees que unos cuantos hombres amparados por una neblina podrán burlarnos?
¡Por favor! ¡No seas iluso!
Escuchando
como habla este tipo me resulta difícil entender como siquiera ha evitado que
esta fortaleza haya sido tomada antes. Claramente es un bruto.
—¿Ni siquiera si detrás de
esa niebla hay 50,000 soldados? —Digo con un tono confianzudo aún consciente de
lo descarada que resulta mi mentira.
—¿Qué?
La verdad es que Baldwin
fue tirado a su suerte en un asalto casi suicida con 8,000 soldados que el rey
consideraba prescindibles para su ejército, pero esto es algo que este tipo no
sabe. Si apelo a la indignación de Thorley y la “locura” de Ulfrid podré hacer
ver como posible un escenario tan poco
plausible.
—Chico, ¿me crees tonto? ¡Es
imposible que Thorley haya movilizado más de dos terceras partes de su ejército
hasta el norte, tan lejos de la capital!
—¿Por qué no? Ya enviaron
casi 30,000 soldados antes… —Digo intentando apelar al lado lógico de mi
argumento.
—Y no les funcionó —Replica rápidamente—.
Dudo que sean tan estúpidos de movilizar casi todas sus tropas hasta acá, aún
conscientes de lo que ya ha sucedido antes.
—De acuerdo, ¿por qué lo piensa?
—Sí, al rey aún le queda
algo de conciencia, entonces dudo que intentaría tomar una fortaleza como esta.
De seguro, apuntaría a algo más pequeño
—Pues creo que subestima
la estupidez del rey.
El hombre parece soltar
una pequeña
sonrisa al oírme decir eso.
—Digo… ¿En serio piensas que
Thorley va a subestimarlos enviando una cantidad menor de soldados después de
todo lo que ha sucedido? Si han decidido enviar otra armada aquí es lógico que
sea más numerosa que la anterior.
Tras mis palabras parece
vacilar un poco, sin embargo pude ver la obstinación en su mirada. Sigue
negado a creer lo que le he dicho.
—Chico, por más que me gustaría
creerlo, incluso un idiota no haría lo que me has dicho que han hecho. Es
imposible que decidieran tomar una acción como esa —Dice haciendo un gesto de
resignación—. Estarían completamente a merced de las fuerzas del norte.
—Sí. Solo sí los hombres
del norte pueden enterarse de ello… —Expreso con una actitud resignada—. Sin
embargo, no veo a alguien que vaya a a enterarlos de anda.
—¡Jah! ¡¿Quién me evita
hacerlo?!
— Tú mismo… Después de todo
ya has dejado bastante claro que no me crees. O sea aún si lo que te dije
resultara ser cierto, no harías nada para impedirlo —Dije—. Es más, como
podrías saber que el plan real de la armada de Thorley no era enviar un
mensajero para confundirte en primer lugar.
—Hmph… —Gruño con un tono
malhumorado.
—¿Cuánto tiempo piensa
usted que puede retener la batalla en un combate contra 50,000 soldados
liderados por una de las mejores mercenarias de Lyoss Oriental? —Dije, buscando
reforzar la naturaleza de mi mentira—. En serio, ¿piensa poder alargar tanto el
combate? Incluso Cyngarfled no tiene nada que hacer contra la fuerza que se ha
preparado para este asalto.
Quizás sean todas mentiras,
pero el truco está en hacerlo dudar. Quizás pueda lograr que crea al menos una
de ellas.
—¡Tú jefa sigue siendo
solo otra puta mercenaria, no importa que tan famosa sea! —Exclama el hombre,
mientras cambiaba el tema al ser incapaz de replicar—. ¡No pienso asociarme con
tipos como ustedes para ganar esta pelea, no los necesito!
Eres tan jodidamente obtuso.
—Bueno, ¿entonces cuál es tu
plan? ¿Quedarte aquí y esperar a que te saquen por la fuerza? No vas a tomar ni
siquiera la oportunidad para avisar a sus aliados…
El hombre entrecierra un
poco los ojos antes de dar una respuesta.
—¡No entiendo chico, me
estás incitando a no solo creerme que hay 50,000 soldados alineados allá
afuera, ¿sino también a enviar un mensaje bajo una suposición tan vaga como la
que me estás dando ahora?!
—Bueno, puede creerlo o
no…
—Digo con un tono resignado, intentando hacerlo ver lo más creíble posible—.
Usted es quien decide, sin embargo solo estoy tratando de concientizarlo de que
quizás solo por esta vez, un gran general como usted necesite algo de ayuda
para ganar esta batalla.
Prosigo tras hacer una
pequeña
pausa.
—Además, no veo porque
despreciar nuestra ayuda. Seremos solo 800 soldados, pero estamos dentro en la
armada de Thorley y nuestra capitana literalmente está dirigiendo este plan
junto al General que nos ha contratado.
El hombre se recuesta un
poco de más
de la silla echándose para atrás, se le ve pensativo, cabizbajo y con su mano
cubriendo su barbilla.
—Jejeje…—Repentinamente el
hombre suelta una pequeña carcajada—. ¡Eres bueno, chico! ¡Eres muy bueno!
—Dice mientras me señala con una sonrisa en su rostro—. ¡Bien, dame tu
propuesta y dialogaremos! ¿Te parece?
Oh, Bien. Parece que finalmente el viejo norteño a cedido. Si tu orgullo no fuera tan
grande como el tamaño de tu frente hubiéramos podido terminar esto antes.
Inmediatamente recuerdo
lo que me dijo Hildiria.
“Si no pueden pagar más que Baldwin entonces no sirve, si el
pago que vamos a recibir por trabajar para él no compensa el esfuerzo, entonces
seguiremos adelante con la armada de Thorley y no la traicionaremos.”
—Por propuesta, ¿usted se refiere a…? —Me
hago un poco el tonto.
—Ya sabes, dices que el
servicio de esos 800 hombres pasará a mí si acepto pagar más que ese bastardo
de Thorley piensa dar… Así que, ¿dime? ¿Cuánto les está pagando a ustedes?
Será o no será…
—Como le iba diciendo…
No queda de otra, es todo o nada.
—Bastaría con un 15% de las
ganancias retenidas en esta fortaleza. Ni nada más, ni nada menos. Esa es la
única cantidad por la que mi jefa podría traicionar al General de Thorley.
El hombre me miró a los ojos al escuchar
mi proposición. Un fuerte silencio se hizo presente, luego dijo…
2da Parte
—¿Me estás pidiendo un 15%
de las ganancias de esta fortaleza?
—En efecto. —Afirmó Saldinus muy sereno,
sin ningún rastro de vacilación en su voz.
—¿Sabes cuál es la
cantidad de dinero que moviliza este bastión? —Preguntó el General con tono muy
serio.
—Estoy al tanto de ello,
y es por eso que estamos pidiendo un 15% de todo el dinero de este lugar, y no
una cantidad fija.
—Chico, ¿esto es una broma…? Si
lo es, esto se resolverá tan fácil como admitir que no es una broma graciosa…
—Replicó el hombre a la contestación del joven, mientras que de forma nerviosa
apretaba un costado de la mesa con su mano.
—No. No es una broma. A
decir verdad traicionar a Thorley nos dará muchas más complicaciones que si
simplemente decidiéramos pelear a su favor. Si queremos que este trabajo nos
salga rentable entonces necesitamos una fuerte suma de dinero.
—¿“Una fuerte suma de
dinero”? ¿Por qué mejor no dices que tú y tu jefa se quieren hacer ricos a mi
costa? —Dijo Shaenus soltando una carcajada burlona.
—¿”A costa suya”? Hasta
donde tenía entendido el dinero no lo dará usted, si no su Lord, Juloiste
Owirholm —Dijo el joven levantando una ceja—. ¿Por qué no dejamos que el decida
si acepta la propuesta o no?
—No es necesario. Esto es
una propuesta que ni un loco aceptaría. Antes prefiero enfrentar a esos 50,000
hombres yo solo, antes de dejar que nos roben. —Exclamó con tono grave—.
—Quizás piense que estoy
mintiéndole, pero le puedo garantizar algo. Esto fortaleza caerá si no acepta
nuestra ayuda.
—¿Crees que puedes
conseguir un acuerdo conmigo con amenazas? ¡Por qué por un demonio te puedo
asegurar que eso no va a suceder! —Gritó el General, mientras golpeaba la mesa
con su puño cerrado—. ¿Acaso piensas que el hecho de que haya decidido
escucharte te hace algo especial? ¡Para mí no eres más que un mocoso arrogante!
¡Y si no sabes identificar cuál es tu lugar, te mandaré a empalar como lo he
hecho con el resto de los mensajerillos igual a ti que me han enviado!
—No, esto no es una
amenaza. Esto son negocios, General. Allá afuera hay 800 hombres que pueden darle
la vuelta a esta batalla, y si usted no los quiere, alguien más los usará. Y
puedo asegurarle que servirán tan bien en su contra como lo harían a su
favor—Dijo Saldinus manteniendo su fuerte actitud imperecedera.
Shaenus se nota bastante
enojado, sin embargo como es usual que incluso enojado se veía sereno. Sin
llegar a perder totalmente la compostura el hombre alzó la voz y dijo.
—Ahora que lo pienso
—Habló
Shaenus, mientras entrecruzaba sus brazos con una mirada de completo
escepticismo en su rostro—. ¿Se puede
saber porque el General enemigo permitiría que vinieras aquí a negociar
conmigo?
¿No te parece que
tardaste mucho en preguntarme eso pensó? el
joven.
—Obviamente no lo sabe.
Como le dije nuestra jefa tiene mucha influencia en la planificación y ejecución de este
asalto, se le han permitido ciertas libertades…
—Y así es como, ¿quieres que
confíe en ustedes? —Dijo el hombre con una mirada altiva en su rostro—. Un
grupo de bastardos que se internan en la estructura de una fuerza militar y
luego amenazan con traicionarla de la manera más vil y rastrera posible…
—Continuo hablando con una expresión cada vez más severa en su rostro—. ¿Cómo
quieres que me fié de ustedes? ¿Qué me garantiza que no tomarán mi dinero y me
engañaran igual que a ellos?
—Esto no se trata de
confianza, señor.
Como ya le dije, estoy aquí para hacer negocios con usted —Dijo el chico sin
perder un ápice del ritmo en la conversación—. Trabajaremos para el mejor
postor, usted no deberá preocuparse de nada. Si nos paga lo que le pedimos
tenga por seguro que será el mejor.
El hombre queda callado
con las piernas entrecruzadas un momento. Tras un largo silencio, y habiendo
visiblemente meditado mucho, hace una única pregunta.
—¿Cómo dijiste que te
llamabas?
—Saldinus, General.
—Bien, Saldinus.
Entonces, ¿dices
que si no les doy la paga del 15% de nuestros fondos, van a trabajar para la
armada de Thorley en esta batalla?
—Exactamente eso es lo
que estoy diciendo.
—Bien —Dijo el General
Shaenus levantándose
de su silla—. Entonces que lo hagan.
—¿Eh? —Apenas pronuncia el
chico de forma algo desconcertada al oír lo dicho por el General.
—Lo que oíste. No estoy interesado
en su oferta. Si quieren enfrentarnos en batalla y morir, que así sea.
—¡No lo entiendo! ¡Va
entregar la batalla por ahorrarse unas monedas!
—No, chico… El día que esta
fortaleza necesite dar tal cantidad de dinero a unos mercenarios para
defenderse de un ataque, ese día, ese día será el último día que sigan yo y mis
hombres en pie.
—¡¿Cuan orgulloso puede
ser?! —Dijo Saldinus notablemente exaltado.
—No lo intentes,
muchacho. Ya he tomado mi decisión. No te queda nada más por hacer aquí.
—¡Bien! Lo que usted
diga… —Dijo Saldinus levantándose de su
asiento de forma violenta— escóltenme fuera de este lugar entonces.
—Jeh —Rió el General de forma
burlona al escuchar lo dicho por el chico.
—¿Qué? ¿Qué sucede?
—Preguntó Saldinus, aun cuando claramente sospechaba lo que sucedía.
—¿No pensarás que de
verdad te puedes ir tan fácilmente de aquí? —Dijo Shaenus dándole una mirada
muy seria.
—¿Y qué piensas hacer
conmigo? —Inquirió el joven.
—Te encarcelaré, te torturaré, haré que
me digas todo lo que necesito para derrotar a esos sabuesos… Y entonces, luego
te mataré…
Ya veo a eso condujo esto pensó el muchacho al oír
aquellas palabras.
Así que toca seguir el otro
plan.
[¿Novata me escuchas…?]
Durante un tiempo el
mensaje telepático
que envió el chico no fue contestado. Aun así, mientras aún permaneciera con
aquel amuleto colgando de su cuello se supone que debía ser capaz de
comunicarse con ella, así que espero un poco.
—Es una lástima, General… —Dijo
intentando ganar algo de tiempo— Le hacía una persona más sensata.
La verdad es que no…
Sólo un viejo cabeza de mierda, pero uno menos idiota pensó el chico para sus adentros.
Antes de que el hombre
pudiera contestarle, el muchacho escuchó la voz de la chica dentro de su cabeza.
[¡Saldinus! ¡¿Dime que
sucede?!]
[Agh… Menos mal comenzaba a
sospechar que el colgante ese que me habías dado no funcionaba.]
[¿Qué pasa? ¿Lo
conseguiste?]
[¡Jah! ¿“Lo conseguí”?]
[¿Eh? No entiendo… ¿De qué
te burlas? ¿Qué pasa?]
El chico ni siquiera se
molestó
en prestar atención a la réplica de aquel hombre.
La misma mierda de siempre pensó el muchacho.
[Bueno, primero que nada,
dile a Hildiria que como quiera va a tener que pagarme si salgo vivo de esta
basura…]
El joven hizo una fuerte
exhalación
antes de dar el resto del mensaje.
[Y lo segundo… Dile que no lo logré.]
[¡Saldinus, espera!
¡Necesito preguntarte algo más…!]
Inmediatamente después de enviar el mensaje
el muchacho arrancó el colgante de su cuello, lo colocó sobre la mesa y con una
mirada de resignación en su rostro se preparó para lo peor.
3ra Parte
Arropada por
la niebla la chica corrió a lo largo la acampada donde centenares
de tiendas de campaña habían sido levantadas. Se movía entre tienda y tienda, tropezando
con algunos objetos que eran dejados en medio del camino, ya fueran cascos o botas. Algunos hombres
intentaban reñirla, pero pese a su carácter poco osado y complaciente la chica
no se tomó el tiempo para prestar atención a las quejas de aquellos cuyas
prendas pateaba sin querer.
Hace algún
tiempo había recibido el mensaje de uno de sus compañeros, y no era un mensaje
cualquiera. Era algo que tenía que hacer llegar con urgencia, por lo que la
chica se apuró a toda marcha. Casi se podía escuchar el cómo maldecía el
haberse alejado tanto del campamento donde se encontraba su capitana.
La muchacha
mantuvo su paso apurado. Su caminar era torpe, tenía que mantener su gran y
pomposo sombrero agarrado para que no se le cayera, al mismo tiempo que sostenía
su falda la cual evidentemente no era apta para realizar una caminata
apresurada.
Tras unos pocos minutos finalmente llegó.
Se acercó a un tienda de campaña roja, particularmente grande, y sin pensarlo
mucho la chica entro apenas pidiendo permiso a los de adentro para hacer su
intromisión.
Jadeando la
chica entró a la carpa. Dentro de ella vio a
dieciséis hombre y una mujer sentados alrededor de una gran mesa. Sin prestar
la menor atención a los hombres, la
joven se concentró únicamente en entregar el mensaje a la mujer sentada entre
ellos.
La muchacha
alzó la voz y gritó.
—¡Jefa!
¡Es Saldinus! ¡Me acaba de hablar!
La mujer al
escuchar lo dicho por la chica, cambió su expresión de
aparente sopor a una de intriga.
Prontamente
la mujer cayó en cuenta de la naturaleza torpe de
la chica. Sabía lo comprometedor que podría sonar lo que ella dijera, y sin
tener tacto para decirlo probablemente revelaría el doble juego que tenía
pensado realizar durante esta batalla. Pese a ello, no pudo alcanzar a detener a
la chica.
Antes de
pedirle que no entregara el mensaje en presencia de todos la chica prosiguió
y dijo.
—Dijo que “No
lo logró”. —Dijo la muchacha sin tener la intención de hablar ni una palabra
más.
—Así
que “No lo logró”… —Dijo
Hildiria consciente del significado de esas palabras.
No tardó
en entender que Saldinus había dado la menor cantidad de información posible,
algo que solo ella pudiera entender.
—¿Eh?
¿De qué hablan? —Preguntó Baldwin aparentemente intrigado.
Antes de que
la muchacha pudiera responderle, Hildiria se le adelantó
y contestó ella.
—No se pudo
concretar la rendición. —Expresó Hildiria con un tono calmado,
mientras levantaba una copa de vino de la mesa.
—Oh…
Creo que eso no era sorpresa para nadie… ¿verdad? —Replicó Baldwin de forma indiferente.
Algunos
hombres soltaron algunas carcajadas como reacción a sus palabras, que
hasta cierto punto resultaban jocosas.
—Te dije que
no enviarás al chico Hildiria… Vaya pérdida, pobre
muchacho… —Hablo nuevamente Baldwin expresando algo de compasión por el destino
del joven de cabello carmesí.
—Sí…
Vaya pérdida… —Dijo Hildiria consciente de que el significado de las palabras
dichas divergía del captado por el hombre frente a ella.
—Así
que, ¿qué haremos? —Dijo uno de los hombres sentados en la mesa.
—No es obvio…
—Dijo la mujer al acabar de tomar un sorbo de su copa—. Preparen las defensas.
Dudo que las quieran preparar cuando ya nos encontremos bajo ataque.
Sin decir
nada más la mujer se levantó y camino hacia fuera
del campamento. En ese mismo momento, Baldwin hablo dirigiéndose a ella.
—Entonces, ¿Qué?
¿Confirmaste lo querías confirmar? —Indagó Baldwin—. Te dije que no tenía caso
insistir en una rendición.
La mujer le
miro de reojo, luego dirigió su vista nuevamente al frente y antes de irse
dijo.
—Sí.
Ya me di cuenta. Fue un error de mi parte.
La mujer
continuó hacia afuera del campamento, mientras la
chica de gran sombrero la acompañaba, siguiéndola justo detrás.
Unos cuantos
pasos fuera del campamento Hildiria giró hacia Udine y la encaró.
—Dime,
novata. ¿Qué fue exactamente lo que te dijo el
chico? —dijo Hildiria mientras miraba de reojo los campamentos cercanos—. ¿Eso
fue todo de lo que te habló?
Udine vaciló
un poco antes de hablar, pero inmediatamente prosiguió. Le contó lo que le había
dicho Saldinus, y por lo poco que le dijo, lo que esta dedujo que estaba
sucediendo. Hildiria calló y prestó
especial atención en las palabras dichas por Udine.
Tras escuchar
toda la historia, Hildiria parecía algo perturbada, o más bien fastidiada.
Cruzó sus brazos y se quedó pensando un momento con su único ojo cerrado, se
podía apreciar las arrugas en su frente producto de la expresión agresiva que
mostraba su rostro. Después de un tiempo hizo una gran exhalación y dio un
fuerte pisotón al piso. Udine sorprendida hecho un par de pasos atrás antes de
preguntar que sucedía.
Hildiria no
respondió. Sólo le dio una orden.
—Llama a los
tenientes… Diles que tengo algo que hablar con ellos
—Dijo la mujer, y sin mediar media palabra más, se alejó de Udine y caminó
hacia el frente.
—Por cierto,
novata… —Añadió Hildiria, mientras se alejaba—.
La próxima vez que tengas que darme un mensaje, por favor hazlo en privado.
Udine solo
pudo quedarse algo estupefacta contemplando lo abrasiva que se sentía
la presencia de Hildiria. Apenas tuvo tiempo para pensar lo que se le había
encargado, pero cuando lo hizo se dio cuenta de algo.
—Espera…
Pero soy nueva… No conozco a todos los tenientes… —Dijo en tono muy bajo, sin
la intención de que Hildiria le oyera. Puesto que le daba la impresión de que
aunque lo escuchara eso no le importaría ni un poco.
Un pequeño sketch del personaje de Saldinus. |
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