Imagen con fines ilustrativos.
El pueblo se encontraba destrozado, de sus
orgullosos monumentos a los dioses del desierto o de las construcciones para la
vida diaria, solo quedaba su antigua gloria.
Apenas entrar el grupo de mercenarios logró
divisar que el lugar estaba infestado de goblins, el aire tenía un aroma
pútrido, y se podía escuchar sus risas burlonas
dentro las casas de piedra.
Pertenencias como ropa, zapatos, juguetes y
otras más estaban regadas por todas partes. Algunos huesos que con toda
seguridad eran de humanos también se podían observar.
De todas partes los enemigos aparecieron y
atacaron en grupo confiando en su superioridad numérica.
La primera oleada de goblins fue de cerca de
100.
-Estúpidos engendros, atacando sin un plan de
antemano-.
El jefe Orb se burló de sus enemigos.
Hoz se colocó delante del grupo y levantando
su mano derecha los recibió con una lluvia de esferas de fuego.
-¡Flamas del Castigo!-.
-¡Aghhh!-
-¡Kiiiiiiii!-
Parecían polillas atraídas por la llama de una
vela buscando su perdición. Solo podían gritar aterrorizados cuando eran
impactados.
Sus cuerpos se prendían en un fuego que
consumía inicialmente lo interno, de sus bocas y cuencos oculares las llamas
eran visibles así como su agonía, lo externo era lo último en ser alcanzado.
Hoz sin temor avanzaba hacia ellos, los
pequeños goblins quisieron contraatacar pero cada vez que se acercaban, su
impiadoso enemigo los cortaba a la mitad creando una guadaña de fuego.
Cuando intentaban arrojarle sus armas, estas
se incendiaban y derretían antes de llegar a su destino.
-Vaya, vaya, parece que Hoz, no va a dejar que
ningún monstruo salga vivo de este lugar-.
Vot se encontraba peleando con otro grupo de
goblins que apareció detrás de ellos.
-Ni que lo digas-.
El jefe Orb
usaba como arma principal un gran mazo, su destreza era excelente, con
facilidad golpeaba las cabezas de las pequeñas bestias las cuales explotaban
esparciendo todo su contenido de rojo y rosado.
Vot al pelear usaba un arco para largo
alcance y una lanza para corto.
Los demás mercenarios no se quedaban atrás,
muchos de ellos sabían utilizar artes místicas, principalmente magia, con rayos
de hielo o navajas de viento fulminaban a sus enemigos.
Uno de ellos era alquimista con movimientos de
sus manos controlaba la tierra y arrojaba grandes rocas a los goblins, los
cuales eran aplastados salpicando todas sus vísceras.
Después de treinta minutos y dos oleadas más por
fin pudieron darse un respiro o eso creían.
Desde el frente de los edificios empezaron a
bajar creaturas de color gris y negro, su cabeza era redonda, sin ojos, sin
nariz, solo con dos orificios nasales, y una amplia boca que daba la impresión
de estar burlándose llena de dientes
afilados. Su cuerpo era largo con varios pares de brazos a modo de patas,
ulceras rojas y sangrantes se encontraban diseminadas por todo su piel. Una
versión bizarra de un ciempiés-humanoide.
-¡Demonios Necrófagos! ¡Tengan cuidado!-.
Los hombres usaron ataques de largo alcance,
pero los demonios los esquivaron con movimientos ondulantes y rápidamente
cerraron la distancia.
Uno de los necrófagos irguió su cuerpo
enfrente de uno de los mercenarios y lo atrapó con sus múltiples brazos
acercándolo lentamente hacia sus sardónicas fauces.
-¡AUXILIO!-.
El hombre empezó a temer por su vida.
Una lanza atravesó el costado del monstruo el
cual lanzó un grito de dolor y soltó a su presa.
Con un nuevo movimiento, Vot ensartó su lanza
en el cráneo de la bestia, pero no pudo atraversarle, rápidamente decidió
soltar su arma y cambiar a su arco, mientras el monstruo intentaba arrancarse
la lanza, él llenó de flechas de color plata el dorso de su enemigo.
Luz se dispersó por todo el cuerpo del demonio
necrófago como si fuera veneno, después de retorcerse y emitir un grito
desgarrador el horripilante ser, sin vida cayó al suelo.
Los demás también la estaban teniendo difícil,
pero por fin lograron crear una estrategia sólida, los paralizaban con magia
basada en hielo mientras otros los eliminaban.
Los únicos que parecían no tener problemas,
eran el jefe Orb y Hoz, y no solo eso, ellos parecían estar divirtiéndose.
-¿Quieren algo de esto? ¡Pues, vengan aquí
sucias creaturas!-.
El cuerpo del jefe estaba rodeado por un aura
de color amarillo, y a pesar de su voluminosa barriga se movía a una velocidad
sorprendente, golpeando incesantemente con su mazo los cuerpos de las bestias y
burlandose de ellas, cada vez que su mazo impactaba se podía escuchar el crujir
de huesos y el grito agudo y desgarrador de sus enemigos.
-¡Jajaja! ¿Eso es todo lo que tienen,
basuras?-.
Por su parte Hoz se encontraba en éxtasis,
desaparecía y reaparecía detrás de sus enemigos infligiendo graves daños a sus
enemigos, después de inmovilizarlos les cercenaba miembro por miembro o los
habría en canal exponiendo sus órganos, mientras reía como loco.
Al parecer no le importaba bañarse en la
sangre de esos seres.
Uno de esos demonios logró embestir al Jefe
Orb, pero este aumentó el chí alrededor de su cuerpo, y detuvo el embate, con
todas sus fuerzas arrojó al monstruo al cielo.
-¡Hoz! ¡Encárgate de este!-.
-¡Entendido!-.
Creando un arco y flecha de fuego Hoz recitó
uno de sus conjuros favoritos.
-Señor
del Sol y Soberano de todas las artes, te imploro tu ayuda para que la
oscuridad no apague la Luz, para que la ignorancia de las bestias no alcance la
sabiduría de los seres pensantes, bendice mis flechas para que no erren el
corazón de mis enemigos-.
Una miríada de flechas atravesó el cuerpo del
demonio necrófago, el cual ni siquiera tuvo tiempo de gritar, todo su ser fue
destrozado más allá del reconocimiento, una lluvia de carne quemada y sangre
cayó bañando el suelo.
-¡Ah! ¡Por favor, Hoz! ¡¿De verdad era
necesaria tanta violencia?!-.
Vot fue el primero en quejarse, pues no había
encontrado refugio para evitar la asquerosa lluvia, todo su cuerpo y ropa quedó
manchada de sangre.
-Desde luego que sí era absolutamente
necesario-.
Con un tono que demostraba claramente que no
se sentía arrepentido, el pequeño mercenario respondió.
Otros compañeros también murmuraban quejas al
haber sufrido el mismo destino, pero nadie se atrevía a decirlo abiertamente.
-¡Cuidado, Hoz!-.
Un ciempiés demoniaco salió desde el suelo y
logró atrapar al pequeño mercenario, sin querer perder su oportunidad
rápidamente abrió sus fauces con la intención de devorarlo.
-Caíste-.
Fue todo lo que Hoz dijo, una bocanada de
fuego salió desde él y entró de lleno en las fauces de su enemigo, Hoz rompió
el agarré e invocando nuevamente su guadaña, corto sección por sección el
cuerpo de su enemigo.
-No tienes que preocuparte Vot, ya sabía que
se estaba ocultando, por eso le di la espalda-.
-Jajaja, el cazador cazado, que irónico, eso
fue entretenido Hoz-.
El jefe Orb se acercó a ellos e hizo ese
comentario.
-(Este sujeto es el verdadero monstruo)-.
Vot no fue el único que tuvo ese escalofriante
pensamiento.
Continuaron adentrándose cada vez más en el
pueblo y siguieron encontrando demonios necrófagos y goblins.
-Esto parece demasiado fácil-.
El jefe Orb comentó.
-Si, pienso lo mismo-.
Hoz estuvo de acuerdo.
Apenas avanzaron un poco más y un monstruo
salió de una de las casas atravesando la piedra y golpeando al Jefe Mercenario,
el cual salió volando varios metros.
La creatura que los sorprendió era un gigante
de más de tres metros de altura de piel verde oscuro, sus brazos y piernas eran
musculosos pero en su abdomen destacaba una gran barriga, su rostro era
horrendo parecía estar deformado de ojos saltones y labios gruesos, su nariz
era grande y desproporcionada. Su única vestimenta era un chaleco de cuero y un
taparrabos, como arma llevaba un gran mazo de madera lleno de clavos. Una nube de moscas cubría su ser, se trataba
de un ogro.
-¡Grrrrrrrrrrrrrroar!-.
El abominable ser rugió con gran fuerza y como
respuesta otros rugidos resonaron por todo el lugar.
-¡Maldición! ¡Estén atentos, está llamando a
mas ogros!-.
El jefe Orb logró reponerse, un hilo de sangre
recorría su rostro.
Como él dijo tres ogros más aparecieron y los
rodearon.
-Jefe yo quiero el de la derecha-.
-Entendido, yo le cobraré el favor al de la
izquierda-.
Sin perder tiempo, Hoz corrió hacia una de las
bestias solo que en esta ocasión deshizo sus armas de fuego, un aura rojiza
envolvió su cuerpo, se acercó hasta quedar enfrente de su oponente.
El ogro quiso recibirlo con un golpe de su
mazo, pero arqueando su cuerpo Hoz lo evitó con facilidad y le propinó un
puñetazo en el abdomen y con un giro también le pateó en el rostro. El monstruo
se enfadó y comenzó a golpear a diestra y siniestra. Con movimientos ágiles y
acrobáticos el pequeño mercenario esquivó todos los ataques enemigos mientras
llenaba de golpes el gran cuerpo del ogro.
Después de unos momentos Hoz se alejó de su
oponente.
El ogro comenzó a reír escandalosamente
pensando que su oponente se había acobardado, pero su risa pronto se detuvo, el
calor abandonó su cuerpo rápidamente comenzando por sus pies comenzó a
congelarse, hasta quedar atrapado en un bloque de hielo.
En la mano de Hoz apareció una esfera de fuego
que crecía al mismo tiempo que su oponente se congelaba, cuando alcanzó el
tamaño máximo, la arrojó a su enemigo, que estalló en fragmentos de hielo que
se evaporaron sin demora.
- Niflheim y Muspelheim-.
Se trataba de dos conjuros alquímicos de
creación original que forzaban la transferencia de energía fuera del cuerpo lo
que provocaba el descenso de la temperatura hasta el zero absoluto, esa misma
energía robada se dirigía hacia el alquimista el cual la usaba para un segundo
ataque, el único inconveniente es que el conjuro necesitaba el contacto físico para
aplicarlo en el cuerpo del enemigo.
Hoz examinó el campo de batalla buscando un
nuevo objetivo, pero este lo encontró antes, otro ogro al ver como uno de sus compañeros
fue asesinado cargó contra él.
Tirándose y rodando hacia un lado esquivó el
ataque sorpresa, contraatacó con una esfera de fuego que impactó en el rostro
de su oponente.
-¡Aghh!-.
Los ojos de la bestia quedaron destrozados,
sin poder ver comenzó a lanzar golpes al azar mientras gritaba por el dolor y
el enojo.
-Tercer
círculo infernal-.
Hoz recitó un corto conjuro mientras colocaba
sus manos en el suelo. Inmediatamente la tierra a los pies del ogro se convirtió
en lodo, este se hundió con prontitud, sus intentos por escapar fueron en vano,
ciego y lleno de desesperación se ahogó en el fango.
Por su parte el jefe Orb moviéndose a gran
velocidad golpeó a su oponente en el estómago,
antes de que este pudiera reaccionar le propinó otro golpe con su arma en las
piernas rompiéndoselas, cuando su oponente cayó arrodillado, con un tercer
ataque mando a volar la cabeza de su enemigo.
El cuarto ogro fue eliminado de forma más
humana, una lluvia de proyectiles físicos y mágicos atravesaron todo su cuerpo,
Vot le dio el golpe final atravesándole el corazón con su lanza.
Aunque no tuvieron pérdidas, el grupo de mercenarios tuvo demasiados
heridos, en el mejor de los casos menos de la mitad podrían continuar peleando.
Dieron una revisión más a todo el lugar antes
de decidir si era seguro tratar a los heridos, cuando el Jefe estuvo de acuerdo
llamaron al equipo de construcción que se había quedado en espera afuera del
pueblo, los cuales sin perder tiempo empezaron a levantar una empalizada
alrededor del lugar, mientras otros se dedicaban a dibujar círculos mágicos en posiciones
estratégicas.
Algunos prestaron ayuda para tratar a los
heridos, eligieron uno de los edificios que no se encontraba totalmente
destruido y ahí improvisaron camas.
Una vez levantada la empalizada el equipo de
construcción le rocío con una solución de color gris que se encontraba dentro
de matraces de vidrio, la cual transformó la madera en piedra, también un
barrera mágica fue erigida, con lo que las
defensas adquirieron solidez.
Mientras tanto los mercenarios que se
encontraban en buenas condiciones movieron los cuerpos de los monstruos hasta
un rincón y ahí los quemaron.
-Eso fue una buena demostración de habilidad
Hoz-.
El jefe Orb elogiaba a su compañero.
-No es nada Jefe, aún me falta aprender
mucho-.
-No seas tan modesto, nos dejaste sin poder
hacer mucho-.
Vot ligeramente le recriminó.
-No fue mi intención, es solo que me siento
mas a gusto en el campo de batalla-.
-Jaja, sigo diciendo que me recuerdas a mí en
mi juventud-.
El gran jefe comentó de manera nostálgica.
-(Solo espero que no termine como usted, con
una gran barriga). Ahora que todos los preparativos están listos,
con su permiso tengo que ir a presentar mis respetos al templo de Anubis-.
-¿Anubis? ¿Eres adorador de los dioses del
desierto?-.
El elfo oscuro le preguntó con la curiosidad presente en
sus ojos y voz.
-Algo así-.
-Muy bien, ve y luego te reportas-.
El jefe Orb concedió el permiso, Hoz con una
reverencia dejó a los dos hombres hablando entre sí.
Se dirigió hacia una construcción simple pero
grande de color blanco y dorado, con escalinatas en la parte delantera y dos estatuas
inmensas una de ellas había sido totalmente destruida pero la otra estaba
intacta, era la figura de un hombre con cabeza de chacal, en su mano izquierda
sostenía una cruz ansada y en la otra una vara larga.
Hoz subió las escalinatas y atravesó la
entrada principal.
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