11 jun 2015

"NOX" 2 capítulo 4


Buenos días, aunque en realidad es tarde donde yo vivo, bueno como sea, les traigo el siguiente capítulo, espero que les guste, estoy intentando no hacer tan abruptos los capítulos.

También aprovecho para decirles, que este volumen será de una extensión y división similar al primero, así que aunque este capítulo sea el cuarto, todavía falta bastante.

Diganme, ¿Los han visto alguna vez con estos ojos?


Imagen con fines ilustrativos.


En el día de Venus, mientras estaba comiendo con sus compañeras y los pequeños duendes al pie del árbol, Jean aprovecho para contarles que viajaría a un curso especial.

-¿Por qué solo tú y la Profesora Maeru?-. Laur fue la primera en preguntar, las otras dos señoritas también lo veían fijamente.

-En realidad la Directora me dijo que es para mantenerme alejado del Director Rooscu-.

-Ya veo-.

-Así que era eso-.

Lili y Liz parecían aliviadas.

-Eso no contesta mi pregunta, ¿Por qué con la profesora Maeru?-. La chica rubia seguía presionando en el mismo punto.

- El curso será en la Ciudad Acorazada, ya que la Capitana es originaria de allí, por eso la Directora decidió que ella me supervisaría-.

-Algo huele mal en todo esto-. Laur puso más fuerza en su mirada, presionando a Jean en busca de una abertura.

-¡No fue mi decisión!-. Jean no sabía que responder.

-Supongo que tienes razón, si la directora lo dijo no se puede hacer nada-. Laur cedió en su interrogatorio.

-Pero eso puede llevar a ese tipo de situaciones,  y luego a eso…. o a aquello,… también eso otro podría ser posible-.

La joven doncella añadió en voz baja con la mirada distante imaginando posibles escenarios.

Al escuchar esos diabólicos susurros, Liz y Lili miraron con ojos vacíos a Jean.

-Lobo con piel de oveja-.

-Pervertido inmoral-.

-¡¿Por qué?! ¡No he hecho nada!-.

El joven solo pudo quejarse ante el trato tan injusto.


-Aún no, pero…-

Laur regresó de sus pensamientos solo para añadir más leña a la conversación.

-¡Ah! ¡Por favor Laur, dame un descanso!-.

-Jajaja, lo siento por desconfiar de ti Jean, pero….- La chica rubia detuvo su frase a la mitad.

-¿Pero qué? ¡Anda dinos Laur!- Las otras dos chicas estaban expectantes sobre lo que iba a decir.

-Pero me contaron por ahí que te vieron saliendo junto con la Lider de los caballeros-. Laur soltó la bomba.

-¡Ehhh!-

Liz y Lili se sobresaltaron al unísono.

-¡¿Cómo es que lo sabes?! ¡Se suponía que era secreto!-.

-¡Ajá!,  ¡Así que era verdad!  ¡De casualidad te vi andando por el centro de la ciudad! ¡Pero no pensé que fuera algo tan importante!-.

Jean se tapó la boca con ambas manos, lamentando el hecho que soltó información innecesariamente.

Lili y Liz se pusieron de pie, una desenvainó su espada y la otra conjuró un orbe de viento.

Ambas tenían una mirada feroz y fría, parecía que solo estaban esperando a que Jean tuviera un error, para dar el  juicio final a alguien que consideraban un miserable delincuente.

Laur tenía en su rostro una sonrisa de oreja a oreja, se podía observar que disfrutaba de su reciente descubrimiento.

Sudando frío, Jean pensó a toda velocidad lo que tenía que decir.

-Escuchen bien Leil y yo…-

Y fracasó miserablemente.

-¡Así que la llamas por su primer nombre! ¡Sabía que te gustaban las mujeres mayores, Jean!! ¡Eso significa que la profesora Maeru peligra al estar junto a ti!-.

La doncella rubia lo acorraló olímpicamente.

Lili y Liz empezaron a caminar hacia donde él se encontraba, con la mirada de aquellos que ya no creen en la humanidad.

-¡Oh!, ¿Así que esos son tus gustos?-. La voz de Liz sonaba vacía.

-Ya veo, ya veo, supongo que nosotras somos demasiado jóvenes para ti-. Las palabras de Lili eran frías como el hielo ártico.

Los pequeños duendes huyeron aterrorizados, con lo que el joven perdió a su único apoyo moral.

-¡Señoritas, por favor, deténganse! ¡Fue una misión en secreto que la ciudad me encargo, por eso andaba con ella, juro que no hay otra razón!-.

Como si se tratara de un nuevo conjuro, las señoritas detuvieron su juicio mortal.

-Si eso era debiste haberlo dicho antes-.

-Que tonto eres Jean-.

Las dos señoritas que antes estaban dispuestas a aniquilarlo, se volvieron dóciles y reían despreocupadamente, un aire cálido y primaveral les rodeaba.

Jean se quedó pensando un momento en que rayos había pasado, si tal vez todo fue una ilusión.

-Tch-. Laur  perdió el interés cuando la situación se aclaró, y decidió continuar con su almuerzo.

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El resto de las clases pasaron tranquilamente, la mayoría de los estudiantes con los que Jean se topó lo evitaban, aparentemente había dejado una gran impresión en ellos, algo que lo incomodó un poco.

En la clase del profesor Nirven se sintió culpable al ver que este aún seguía en una silla de ruedas, pero después de recordar todo lo que le había hecho se le pasó, y cuando recibió miradas y señas de aprobación de algunas personas, se sintió orgulloso.

El profesor Nirven solo le dirigió unas cuantas palabras.

-“Te devolveré el favor en el siguiente examen-.”

Parecía que el taciturno profesor no tenía intención de dejar pasar las cosas en paz.

-“Esperaré con ansías”-.

La respuesta de Jean no se hizo esperar.

Cuando salía del edificio central se encontró con la Capitana Maeru quien tenía un rostro particularmente serio.

-Capitana, buenas tardes-. Como siempre la saludó al estilo militar, mientras sudor frió corría en su frente y espalda.

- Confío en que la directora ya te dijo los detalles de esta misión-.

En esta ocasión la joven mujer dejó pasar el saludo.

-Si, ya me explicó todo-.

-Mañana temprano pasaré por ti espero que ya estés listo, tomaremos varios tipo de transportes y haremos escalas en distintos lugares y… déjame aclarar que solo iremos juntos para averiguar que está pasando, ¡Solo eso! ¡A sí que no pienses que hay otra razón!-

La mujer de cabello corto gris casi blanco terminó su frase casi a gritos, con el rostro pintado en un intenso rojo.

-¡Entendido, Capitana!-. Sin saber por qué Jean respondió de la misma manera.

-¡En ese caso, buenas noches!-.

-¡Igualmente!-.

La profesora Maeru lo adelantó y continuó su camino rápidamente, ignorando los susurros de los alumnos hombres y mujeres que la veían pasar con su rostro enrojecido.



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