Capítulo: 3
El tenue brillo de las llamas que emanaban de cuatro velas
colocadas sobre la repisa de la pared en frente de la mesa, iluminaban la sala
de elaboración de medicinas.
Desde las hendiduras de la puerta y las ventanas una fría
brisa proveniente de la montaña se colaba en el lugar. Aunque poca era la importancia
que le di a todo eso y continué centrándome en le texto del libro que se
descansaba sobre la mesa. Si estaba falto de luz usaba mi magia como refuerzo
lumínico y el calor de la hoguera del templo mantenía un ambiente agradable
incluso en una habitación tan alejada, era una zona de confort ideal.
Mi atención se enfocaba en uno de los antiguos libros que
Slania rescató de la Magna biblioteca, antes de que esta quedase reducida a
cenizas debido a una idea estúpida que tuvo el alcalde, de la cual no quiero
acordarme.
El libro que tenía ante mí mostraba de elaboración de recetas
medicinales: había información acerca pociones de resistencia, salud,
vitalidad, de como lograr una erección prolongada, etc… Sinceramente no aparecía
lo que estaba buscando y daba la impresión de que estaba leyendo para matar el
tiempo, cuando mi concentración mostraba todo lo contrario.
En ese momento la puerta se abrió, emitiendo el chirrido
característico de las oxidadas bisagras que un día teníamos que cambiar, pero
eso no bastó para hacer que distrajese mi atención.
Slania entró en la habitación cargando con ella dos vasos que
desprendían un agradable vapor dulce. Se acercó hacia mí y colocó el vaso a un
lado de la mesa, mientras que el otro lo sostenía en su mano.
“Aun no puedo creer que estés estudiando en lugar buscar la
muerte en las montañas junto con tus amigos los cazadores” Dijo Slania de forma
casi burlesca mientras se acomodaba a mi lado apoyándose contra la mesa “Pero
¿no crees que te estás excediendo? Apenas has salido de esta habitación y
cuando sales siempre vas al cementerio ¿tanto te cuesta aceptar la muerte de
Samvel? ¿O estás deprimido porque esa gente te engaño y te usó para hacer su
trabajo sucio?”
“No… no es nada de eso, mama” Respondí desviando la mirada
hacia ella.
“Solo me llamas mama cuando estás deprimido. Que adorable
eres” Me dijo con una voz dulce y maternal, cosa que no hizo más que
avergonzarme.
Recordé que después de perder la consciencia tras abusar de
mi magia, Slania apareció en aquella cueva y de alguna manera logró sacarnos a
Samvel y a mí antes de que nos engullese la lava… no se como lo ha hecho, pero
lo que si recuerdo son las lágrimas de mi madre al verme despertar tras estar
dos días en cama, eso y la bronca que vino después, no imagináis como me dolían
las mejillas ese día. Supongo que me lo tenía merecido.
“Mama, ayúdame. Estoy buscando algo, pero no lo encuentro…” Dije
rogando con la mirada.
“¿No será un elixir para resucitar a Samvel? Porque algo como
eso no existe y de haber existido ya lo hubiera usado hace mucho tiempo para
resucitar a… no se, a tu padre supongo.” Dijo Slania con la mirada
entrecerrada.
Tragué saliva y carraspeé aclarándome la garganta di un sorbo
a la bebida para aparentar aclárame la garganta.
“En realidad estoy buscando algo que aumente me magia. Había oído
que los grandes magos de la capital… los que trabajan para la realeza, pues
ellos disponen de piedras especiales que les ayudan a lanzar sus hechizos y me
preguntaba si… bueno, ya sabes…”
Slania arqueó una ceja y se acercó a mirar por encima el
libro que estaba leyendo. Luego dio un fuerte suspiro y dijo:
“Se a lo que te refieres, pero de nada te servirá tener a tu
alrededor piedras mágicas si no dominas lo básico, tal como te dije tiempo
atrás, para controlar tu poder debes meditar, sentir como tu magia fluye por tu
cuerpo y en el momento en que la visualices, es cuando aprenderás a controlarla.
Entonces ya podrás amplificarla con piedras mágicas y todo eso... ¡Ah! Y por
cierto si estás buscando información sobre minerales, no vas a encontrar nada
en ese libro. Básicamente porque ahí solo hablan de plantas medicinales”
“¿Eh?” En ese momento entendí por qué no encontraba nada,
estaba leyendo el libro equivocado “Y… ya… ya lo sabía, por supuesto que lo
sabía, mama” Miré fijamente a Slania a los ojos “¿Por cierto a qué has venido?”
Pregunté mientras cerraba el libro y lo dejaba en su sitio.
“Pensaba que estarías sediento y te traje algo de beber y también
vine a decirte que dentro de poco estará lista la cena. Pero como parece que no
tienes nada que hacer ¿Por qué no me ayudas?” Esa pregunta fue lanzada casi
como una orden más que una petición.
“De acuerdo” Contesté sin rodeos.
A la mañana siguiente, al salir de casa vi el cielo cubierto
por nubes oscuras
“(Parece que va a llover)” Pensé, pero a medida que iba
caminando me daba cuenta de que la falta de humedad indicaba que no iba a
llover, el aire no estaba cargado por el aroma de las pantas silvestres y más
tarde confirmé mi teoría al ver el humo de las chimeneas ascender de manera
uniforme. Si el humo se arremolina o parece descender entonces hay probabilidad
de que llueva aun así, hoy solo era un día nublado.
Ahora en el cementerio, en frente de la tumba de lo que en su
día fue un buen amigo mío, los recuerdos de nuestras aventuras de caza llegaban
a mí como imágenes casi nítidas dentro de mi cerebro.
En ese momento, unos golpes secos que retumbaban gentilmente
por el cementerio me despertaron de mi trance.
Giré mi cabeza ligeramente al oír los lentos pasos que se
acercaban hacia mí. Vi a Morritz, caminando como de costumbre con sus manos
apoyadas detrás de su espalda. Cuando llegó a mi lado exhaló con fuerza.
“Ahhhgg. Por fin te encuentro Yahvis, llevo un rato
buscándote, me dijeron que estabas aquí”
“(Vaya, la persona que no quería ver está aquí) No sabía que
me estabas buscando, Morritz”
“Je je ¿Y bien, Samvel ya resucitó?” Preguntó bromeando.
“No va a resucitar” Contesté sin muchas ganas de seguir con
la conversación.
“Ya me lo parecía, pero como venías aquí tan seguido durante
los últimos días pensé en que tal vez tu magia logró un milagro o que Slania lo
sacó de su tumba para dejaras de estar perdiendo el tiempo”
No le respondí, solo guarde silencio. Morritz dejó de hablar
para hacer un gesto en señal de oración, pero su mirada estaba clavada en mí,
punzante, como si supiese que he estado husmeando en su casa sin su permiso,
pero nunca mencioné nada acerca de eso y él tampoco dijo alto al respecto.
“Si tan solo hubiese tenido una espada…” Murmuré apretando
los puños.
“Nada hubiese cambiado” Me contestó el herrero con un tono
desinteresado.
“Te equivocas” Le miré a los ojos fijamente.
“¿Eso crees? Por lo que me contaste, esa gente eran sangrevil,
no aventureros normales ¿de verdad piensas que teniendo un arma ligeramente más
larga podrías ganar a un grupo de personas de tu nivel o más fuertes?”
Me encontré incapaz de responderle apropiadamente, en mi
interior sabía que tenía razón pues poco pude hacer que darlo todo contra un
rival que me superaba en términos de habilidad, fuerza y velocidad, no podía
imaginarme ganando contra todos ellos al mismo tiempo.
“Además si querías una espada haber cogido la de los
defensores, o una de sus lanzas” Soltó el herrero.
Su opinión, me provocó una gran indiferencia, por supuesto
que pude haber cogido sus armas, de hecho hice esto tiempo atrás y conseguí
estos cuchillos largos que ahora cargo en mi cinto, oculto bajo mi abrigo. Los
defensores no tienen otras armas a parte de la lanza y el escudo, nunca me
interesó ninguna de esas dos cosas, primero porque la lanza es difícil de
manejar salvo cuando estás cazando, donde solo tienes que arrojarla con certeza
y el escudo estorba. Y aunque las tuviese no me veía ganando, si los defensores
son expertos en su manejo y cayeron al instante, entonces de poco servían.
“Bueno, no te agobies” Dijo el herrero colocando su mano en
mi hombro “Sabes… Tu padre fue un gran guerrero reconocido por todos y aunque perdió
a muchos de sus amigos siguió adelante, tu deberías hacer lo mismo, no dejes
que la muerte de tu amigo te entristezca”
“No siento tristeza, en absoluto, nunca la he sentido, ni
siquiera cuando le vi morir ante mis ojos” Dije provocando una reacción de
sorpresa en Morrtiz “Cuando todos morimos, vamos al Dodheim así que volveré a
encontrarme con él algún día ¿por qué debería sentirme triste? Lo único que me
molesta fue no ser lo suficientemente fuerte como para que se quedase un poco
más en este mundo”
“Eres realmente interesante” Dijo el herrero riéndose mientras
me daba palmadas en la espalda.
“Por cierto ¿para qué has venido?” Pregunté deteniendo su
mano.
“Oh, eso… necesitaba que me hicieses unos recados”
“(¿Cómo la última vez que tuve que arriesgar mi vida solo
porque te apetecía beber un té?) No se, no me encuentro con ganas de aceptar tu
petición… ¿eh? ¿Morrtiz? ¡Espera!”
Morrtiz me agarró del cuello del abrigo y me arrastró hacia
la salida del cementerio mientras decía:
“Vamos, deja de ser tan llorica, sé un hombre y acepta un
encargo cuando te lo piden”
Llegamos a la herrería de Morrtiz, donde pude apreciar una
cada de madera que supuestamente contenían los nuevos productos hechos por el
herrero. Su petición era simple: llevarla hasta la segunda residencia de
la familia del alcalde, la Mansión
Heldengard, la cual justamente estaba en la otra punta de la ciudad. La caja no
se veía muy pesada y me extrañó ese detalle puesto que Morritz estaba bastante
fornido como para no poder cargar con una simple caja, le pregunté la razón de
necesitar mi ayuda, a lo que él simplemente se encogió de hombros diciendo que
no tenías ganas de llevar nada a ninguna parte.
Inicialmente pensé en atravesar el camino cercano al bosque
que conducía hasta la puerta Oeste, pero el herrero, como leyéndome el
pensamiento me advirtió:
“Si estás pensando en atajar a través del bosque, puedes
olvidándote de ello”
“¿Por qué?” Pregunté mientras terminaba de cargar la última
caja en el carro de madera.
“Pues desde hace unos días el bosque se ha vuelto bastante
peligroso”
“El bosque siempre ha sido peligroso, aun con todo esto”
Señalé las cajas “Puedo ocuparme de escapar de los Wargos y los osos”
“No me refería a eso… Según he oído, unas extrañas criaturas están
vagando por donde se supone que están las guaridas de las bestias. Una
creciente oscuridad ha inundado este sitio, ten cuidado”
“Está bien, me has convencido iré por el camino más seguro”
Dije sin ánimos de empezar una discusión “Gracias por preocuparte por mí”
“Me preocupa más que no me paguen al ver que por tu
impudencia mis creaciones quedasen dañadas por tu imprudencia”
“(Mira tu por donde, ahora me está apeteciendo ir por bosque)
Pues si tan peligroso es el bosque ahora ¿por qué no me forjas una espada, aunque
sea una corta?” Pregunté.
El herrero meditó un momento en silencio poniendo esa cara de
querer negarse, pero al final cedió para mi sorpresa.
“Está bien… cuando entregues este paquete ven luego y te daré
tu tan ansiada espada”
No pude contener mi cara de felicidad e incredulidad.
“¿En serio? ¿De verdad? No me lo creo”
Morritz colocó su mano sobre mi cabeza y acarició con cierta
fuerza.
“Te haré una solo para que dejes de insistir en ello”
“¡Muchas gracias, ahora mismo entregaré esto y volveré!”
Grité eufórico cargando la caja en mis brazos y salí corriendo en dirección de
la ciudad.
“¡Ten cuidado!” Gritó el herrero desde la lejanía “…Y no hace
falta que vuelvas” Susurró por lo bajo.
Atravesé el camino que llegaba hasta la puerta de la ciudad
sin complicaciones debido a que la intensa niebla que ocupaba el lugar se había
desvanecido revelando el paisaje de la montaña.
Al llegar a la ciudad, pasando por las puertas custodiadas,
pude notar una atmosfera bastante
diferente al usual, estaba todo tranquilo, demasiado tranquilo y según mi
experiencia esta tranquilidad era el preludio a lago que estaba a punto de
ocurrir.
Antes de que pudiese llegar a mi destino, un par de soldados,
encabezados por el capitán Aldamir se pararon en frente de mí obligándome a
detenerme.
“Oh, que sorpresa el todopoderoso capitán Aldamir en persona
(Empezamos bien el día)” Dije colocando la caja en el suelo porque no quería
que se rompiese, ya que todas las reuniones que tuve con ese hombre no
terminaban de manera agradable “¿Qué quieres de mí?”
“Vaya, parece que te lo estás tomando bastante bien, Yahvis”
Dijo con ese tono de superioridad.
“¿A qué te refieres? Estoy ocupado con un asunto, si no
quieres nada apártate de mi camino” Intenté proseguir pero el capitán me
retuvo.
“Oye, oye ¿crees que esa es manera de hablar a un oficial de
la ley? Parece que no aprendes” Expresó acercándose a mí “Chaval, estás es un
buen lío” Su vos denotaba aire de satisfacción.
“¿Eh?” Articulé sin entender a qué se refería.
“En pocas palabras, estás detenido” Dijo colándome unos
grilletes en mis muñecas antes de que me percatase de ello “Acompáñanos, te
espera el juicio de la corte”
“De qué mierda estás hablando. ¡Aldamir quítame esto de
encima! No pienso ir a ninguna parte”
Los defensores que acompañaban al capitán me apuntaron con
sus lanzas cuando alcé mi tono, seguramente temían que pueda volverme violento.
“Veo que todavía no entiendes la situación en la cual te
encuentras” Dijo el capitán sin perder su compostura. Con su mentón señaló hacia
el tejado del edifico cercano, donde había varios soldados apuntándome
directamente con flechas. No me di cuenta de su presencia cuando pasé al lado
de esa casa, lo que significaba que esa gente no eran simples soldados como los
que vigilaban Mattel “¿Y bien, qué dices?”
“De acuerdo” Acepté a regañadientes.
“Madre mía, esto sí que es una sorpresa, no sabía que podías
llegar a ser razonable” Expresó el capitán fingiendo sorpresa y alegría al
mismo tiempo en un tono sarcástico.
Los soldados se acercaron a mí uno a cada lado. El de la
derecha se fijó en la caja que llevaba y mostró cierto interés en ella.
“¿A dónde llevabas este cargamento?”
“Qué te importa eso” Contesté seriamente a su pregunta, pero
al soldado no le agradó mi respuesta, pues me miró amenazante tras los huecos
de su casco de metal.
Antes de que algo pasase, Aldamir creyó conveniente intervenir.
“Supongo que ibas a la casa de la familia Heldengard, porque
esta senda conduce directamente a ese lugar ¿qué les estabas llevando?”
“Un paquete, lo tienes ante tus ojos”
“¡Eh! Deja de pasarte de listo con el capitán” Gritó el
guardia apuntándome con su lanza, pero Aldamir lo detuvo con solo alzar su
mano.
“Sea lo que sea eso no importa ahora mismo, nos lo llevaremos
también. Venga, por aquí”
Los defensores me escoltaron en dirección opuesta hasta la
pequeña plaza que había en frente de la casa del alcalde, ahí, un grupo de
defensores crearon un perímetro conmigo en el centro mientras alejaban a la
gente que se había reunido. Percibía sus miradas con claridad: algunas eran
punzantes, otras llenas de odio, seguidas de curiosidad junto con temor, pero
las que abarcaban más eran las de indiferencia. Estaba claro que la gente fue
reunida de manera obligada.
Cuando me situaron en el medio de la plaza, dos defensores sin
escudo me arrodillaron a la fuerza y se quedaron a mi lado.
A lo lejos se oía el estruendo ocasionado por los cascos de
los cuatro caballos, quienes tiraban de una diligencia de extravagante y
llamativo diseño, seguida por un pequeño grupo de soldados acorazados.
La diligencia estacionó en frente del ayuntamiento, portando
los estandartes de la familia Heldengard colgados en los laterales del tejado
del carro, anunciaba que su ocupante pertenecía a la familia del alcalde. Los
soldados formaron dos filas al lado de la puerta y uno de ellos abrió la puerta
del carruaje. Desde el interior salió una mujer de aspecto joven y hermoso, de
ojos azules y cabello oscuro. Con ayuda del soldado bajó las escaleras que
colgaban debajo de la puerta.
Al tocar el suelo, el capitán Aldamir se acercó hacia ella y
le susurró algo que apenas atiné a oír.
“Como pedisteis están todos… es él…” Fue lo que oí decir al
capitán.
Su ceño se frunció al verme, probablemente por lo que le dijo
el capitán.
La mujer caminó a paso elegante hasta llegar a un punto donde
podía hablar tanto a la gente, como para no perderme de vista.
“¡Soy Lady Silke Amilia Ingward Von Heldengard, segunda hija
de la casa Heldengard, condesa de los altos vados del ducado de Glainehammer, capitana
de la sagrada orden de los caballeros de la tempestad al servicio del rey y
sobrina del Lord Magnus Zkipio
Tornelion Von Heldengard!” Empezó.
Un breve silencio reinó por un breve instante en el que nadie
abrió la boca. Por lo que ella continuó hablando.
“Hoy, en este día, celebraremos el juicio de este sangrevil acusado
de los siguientes cargos: asesinato de mi noble tío, conspiración contra la nobleza
y por consiguiente traición hacia la corona y por último pero no menos
importante la pertenencia a la casta demoníaca de la sangre. Por estos cargos
se declara culpable y su castigo es la ejecución en la horca.”
Exhalé el aire de mis pulmones por la boca al asimilar lo que
ella había dicho. Apenas pude gesticular una palabra, mi mente se quedó en
blanco por un momento pero enseguida recapacité al oír a mi espalda los
incómodos murmullos de la gente, que hablaban entre ellos debatiendo lo que
todos acabamos de oír.
“¡¿Qué?!” Grité “Os equivocáis. Yo no maté ni traicioné a
nadie ¿qué pruebas tienes para acusarme?” Sabía de sobra que mi pregunta era
estúpida, claro que no necesitaban pruebas para matar a nadie, eran la nobleza
después de todo, pero inter ganar al menos unos segundos para salvar mi pellejo
era lo único que podía hacer en este momento, al menos hasta que se me ocurra
algo para salir de esta situación “(Esto debe de ser una broma… Si tan solo
Samvel estuviese aquí…)” Pensé apretando los dientes.
En ese momento, la voz de uno de los pueblerinos, llamó la
atención tanto de la sobrina del alcalde y de los demás.
“Espere un momento, Lady… Silke ¿no?… esto no tiene sentido. La
curandera nos contó que el señor Heldengard murió en las minas de la montaña y el
chico en ese momento estaba rescatando a Samvel en el acantilado del bosque,
que está en dirección contraria ¿Cómo afirma que fue él quien lo mató?”
“Cierra la boca y apártate” Ordenó el defensor que estaba
delante de él empujándole con su escudo, a lo que el hombre respondió empujándole
con el mismo grado de hostilidad, lo que empeoró la situación pues otros
guardias acudieron a tranquilizar al hombre al mismo tiempo que la gente de su
alrededor le apoyaba montando bronca con los soldados.
Inmediatamente Aldamir, con su presencia y un fuerte grito de
orden los detuvo a todos antes de que el asunto pasara a mayores.
Aun cuando las cosas se habían calmado un poco, el comentario
de ese hombre sembró la duda entre la muchedumbre, quienes empezaron a
protestar. Por un momento me sentí algo aliviado pues recordé que Slania, cuando nos rescató
también informó a la gente acerca de la muerte del alcalde pero alteró la
información lo suficiente para desvincularme con ese incidente, entonces como
en un destello en mi cabeza surgió un interrogante:
“(Si nadie más que yo y Slania sabíamos la verdad ¿Cómo es
que alguien como esta mujer está aquí acusándome de esa manera? No tiene sentido)”
Silke se mantuvo serena, a pesar del bullicio que se producía
ante su persona. Dio unos pasos en dirección hacia ese hombre y sacó del
bolsillo interior de su abrigo un sobre amarillento con un estampado carmesí
partido en dos. Abrió el sobre y sacó una hoja de papel de un color más claro y
se la mostró a la gente.
“Tengo en mi posesión una carta… una de las muchas que mi tío
envió a mi padre, en la cual informa que un grupo de sangrevils le engañó con
la promesa de un tesoro inexistente en estas montañas” Me señaló con su mano
extendida “Este chico de aquí es un sangrevil, por lo tanto es uno de los
conspiradores y debe tomar responsabilidad por sus pecados y los de su raza.”
“Puede que sea un sangrevil, pero no tengo nada que ver con
ese grupo del que habláis ni con el asesinato de vuestro tío”
“Me pregunto si eso es verdad” Cuestionó Silke enfocándome
con su mirada “He oído que esta mañana estabais llevando algo a la residencia
de mi tío” Con un chasquido de sus dedos dos soldados trajeron el paquete que
me fue confiscado “¿Qué es lo que hay dentro?” Permanecí callado ya que ni
siquiera yo sabía lo que había dentro “¡Abridlo!”
A su orden, sus soldados de escolta cortaron con sus espadas
las correas que ataban la caja y al retirar la cubierta de madera, tanto los
soldados como la gente soltaron un inconsciente gesto de exclamación cuando
vieron sacar la cabeza del alcalde.
Me quedé completamente paralizado, mis ojos no podían creer
lo que estaba viendo, esto no podía ser real. La cabeza que colgaba de las
manos del soldado, que fue sacada de la caja era una cabeza de muñeca, igual a
la que había visto tiempo atrás en el sótano del herrero pero su forma y tamaño
eran exactamente iguales que la cabeza del alcalde.
“Morritz…” Susurré.
Los ojos de aquella mujer se clavaron en mí como cuchillos forjados
con odio.
“¿Qué significa esto?” Preguntó Silke casi gritando “Dijisteis
que no tenías nada que ver con el asesinato de mi tío ¿qué es entonces esta
evidencia?”
A pesar del impacto de la falsa cabeza mi mente no se bloqueó
por completo. Aferrándome a ideas repentinas intenté defenderme.
“Yo que se, yo… solo… Morritz fue el que me pidió llevarla a
la segunda residencia del alcalde, solo le estaba obedeciendo y… no sabía lo
que había dentro... yo…”
En ese momento Aldamir me interrumpió.
“¿Has dicho que Morritz, el herrero te encargó llevar eso?
Permíteme que lo ponga en duda, pues Morritz se fue de Mattel hace cuatro días”
“¡Mientes, hablé con él hace solo unas horas!” Grité.
“Tu eres el que miente” Replicó Aldamir “Yo personalmente
ayudé al herrero con su mudanza llevando su equipaje con mis hombres hasta la
puerta del sur”
Abrí los ojos de par en par y fui bajando mi cabeza poco a
poco centrando mi mirada en el suelo. No entendía nada de lo que estaba
ocurriendo todo parecía tan irreal que me hacía preguntarme si estaba en un
sueño.
“A la luz de estas pruebas, no hace falta celebrar ningún
juicio” Dictó Silke “La sentencia está decidida, el castigo del Sangrevil es la
muerte” Básicamente estaba ordenando a los soldados que tenía a mi lado
asesinarme.
Los defensores retrocedieron y me apuntaron con las puntas de
sus lanzas debajo de mi cuello obligándome alzar la cabeza. Mi mirada perdida
daba entender que no sabía como encarar la situación y ya lo daba todo por
perdido, pero para mi sorpresa aun sentía en mi interior una gran inconformidad
con esta ridícula situación. Cuando los soldados retiraron las lanzas para
tomar impulso en su estocada, mi cuerpo se movió por sí mismo rodando hacia
delante esquivando las afiladas puntas, mientras que al mismo tiempo enredaba
las cadenas de los grilletes sobre una de ellas forzándola a romperse junto con
las cadenas liberando mis manos a la vez privaba al soldado de su arma.
En ese momento lo entendí perfectamente, mi cuerpo, mi
sangre, mi alma no se rendirán sin luchar.
De inmediato, aprovechando el corto tiempo de confusión que
ralentizó a los defensores, me acerqué al que se había quedado sin lanza y le
propiné un puñetazo con todas mis fuerzas en el caso del soldado, haciendo que
este se deformase hacia dentro ocasionando un molesto dolor en su cara junto
con la pérdida de visión, pues los agujeros se habían cerrado debido al
impacto.
De inmediato el defensor intentó quitarse el casco, pero se
le había atascado con el impacto, momento que aproveché para girar sobre mí
mismo con el fin de conectarle una fuerte patada en su abdomen lo que le envió
al suelo.
Su compañero reaccionó a tiempo y cargó contra mí con su
lanza. Esquivé su ataque con facilidad y me acerqué lo suficiente a él como
para darle una patada en su entrepierna, luego agarré su cabeza con una mano y
la estrellé contra el suelo dejándole inconsciente.
“¡Desgraciada rata sangrevil! ¡Como te atreves a rebelarte a
mi autoridad!” Gritó Silke desquiciada.
Sus soldados se colocaron en formación de línea delante de
ella. Apuntándome con ballestas, una nueva arma desarrollada en la capital del
imperio mientras dejaba inconsciente al defensor de la lanza.
Las flechas volaron en línea recta, silabando a una alta
velocidad en mi dirección. No había tiempo para esquivar, pues las flechas
avanzaban a una velocidad mayor que las de un arco, pero no eran lo
suficientemente rápidas como no ser vistas, por eso desenvainé los cuchillos de
guerra y trazando una curva horizontal logré repeler las flechas de una sola
tajada.
La mirada atónita de los soldados impidió que recargasen por
completo las ballestas, no volvieron en sí hasta que al capitán grito:
“Esas espadas cortas…
Así que fuiste tan lejos como para robar material militar” Dijo Aldamir
poniéndose delante de Silke mientras desenvainaba su propia espada que denotaba
su rango de capitán.
La sobrina del alcalde soltó un fuerte grito desesperado:
“¡A qué esperáis, acabad con él... y con todo aquél que intente
simpatizar con él, pues será también considerado un criminal!”
“Me rindo… venid a por mí” Exclamé desafiante.
Justo cuando iba a lanzar mi ataque sentí algo golpear mi cabeza
con fuerza, una piedra que rebotó en el suelo. Coloqué mi mano sobre la sien
afectada y sentí algo húmedo y caliente, al retirarla la palma de la mano
estaba roja. Miré en dirección de donde vino la piedra y pude apreciar la
enfurecida muchedumbre retenida por los asustados soldados, mientras que los de
atrás empezaron a arrojarme cosas como piedras, verduras, palos, todo lo que
tenían a mano.
Me cubrí colocando mis brazos por encima de mi cabeza
intentando esquivar los objetos arrojadizos que venían desde todas direcciones,
pero al hacerlo dejé de prestar atención y permití que el capitán Aldamir
tuviese una oportunidad de acercarse.
“¡Yahvis!” Blandiendo su espada asestó un tajo de arriba
abajo.
Tardé en bloquear su ataque y usé el filo del cuchillo para
desviar la descarga, chispas brillantes compuestas de virutas metálicas
salieron volando con la fricción. Al ponerle demasiada fuerza la hoja no
soportó la presión y se partió en dos.
Me alejé unos pasos de Aldamir y miré con frustración el
cuchillo roto, confirmé que en no puedo ganar a una espada con un cuchillo. Tiré
el cuchillo roto a un lado y saqué los dos últimos que me quedaban sin contar
con los otros dos de caza.
Recubrí con mi magia las hojas y me abalancé contra el
capitán. No debía dejar que él tome la iniciativa.
El capitán se defendió con su espada bloqueando
eficientemente ambas hojas, las cuales causaron profundas hendiduras en el
metal del arma. Antes de que lograse partir su arma, de una patada en mi
abdomen me hizo retroceder unos metros para después apuntarme con la punta de
su arma mientras ejecutaba una acometida digna de manual formando la pose de ataque
en mitad de la trayectoria, y aun con todo su velocidad dejaba mucho que
desear.
Esquivé sin problemas su ataque agachándome un poco mientras
que con uno de mis cuchillos desviaba la estocada provocando que chispas y
partículas saltasen por todas partes al contacto con la fricción de ambos
metales. Con mi otro cuchillo traté de cortarle el cuello y para mi sorpresa el
capitán logró bloquearlo con la guarda en forma de cruz al retraer la espada.
En ese momento, en el que bloqueó el golpe letal se dio cuenta de que aquello
fue un gran error pues al hacerlo se olvidó momentáneamente del otro cuchillo
que llevaba en mi mano y a una distancia tan cerrada una espada tan larga se
volvía inútil.
Sin desaprovechar la ocasión arremetí con una fuerte descarga
cortándole el ojo, parte de su cara, el cuello y su peto.
La sangre salpicó al suelo cuando el capitán retrocedió tapando
la herida de su cara con su mano, retuvo su grito de dolor mientras bajaba su
guardia.
“¡Aldamir!” Gritó Silke con su voz llena de preocupación e
intentó acercarse pero su séquito la detuvo antes de que pudiese dar un paso.
Con mi contrataque la gente dejó de tirarme cosas y miraron
estupefactos mi victoria sobre el capitán. Sus hombres estuvieron a punto de
romper su formación para buscar venganza contra mí por herir a su jefe tan solo
siendo detenidos por su propia disciplina.
“¡A mi, soldados!” Finalmente exclamó Aldamir.
Al grito de su capitán los defensores abandonaron sus
posiciones, acercándose hacia mí con sus lanzas al frente, seguidos de la
furiosa muchedumbre que ahora podía campar a sus anchas.
No había posibilidad de escapar, veía mi destino con
claridad: o moría aplastado o me despedazarían entre todos. Ninguna de las dos
opciones me parecía atractiva en esta situación en concreto arrodillarse y
suplicar perdón de nada serviría, si tenía que morir a manos de esta gentuza,
entonces me llevaré a tantos como pueda.
Inesperadamente para todos como para mí, un rayo brillante
cayó del cielo y sacudió la tierra en un sismo que nos hizo perder la
estabilidad. Alcé mi mirada desde el suelo y ante mis ojos, alzándose como una
diosa celestial caída del cielo en frente de mí con su imponente presencia manifestándose
en el lugar Slania hizo su aparición.
“Alejad vuestras manos de mi hijo” Pronunció amenazantemente.
Aunque estaba en el suelo algo aturdido por el impacto no
podía evitar ver con felicidad a mi madre viniendo a ayudarme.
“Tu” Masculló Silke mientras se incorporaba “¡¿Quién eres?!”
Una mano la retuvo, al entornar sus ojos hacia la persona que estaba agarrándola
susurró “Aldamir”
“Señora Silke quédese atrás, estamos en una situación
peligrosa” Dijo el capitán incorporándose. Aun con sus heridas aun sangrantes y
la pérdida de gran parte de su visión, el capitán no daba indicios de ceder en su
deber de proteger a su noble “Slania, estoy seguro de que estás al tanto de la
situación, tu hijo es culpable de magnicidio y la justicia exige que sea
ejecutado” Mientras el capitán hablaba, los soldados preparaban las ballestas
para un segundo disparo “Si vas a protegerlo también sufrirás su destino”
La curandera no mostró ninguna preocupación por la amenaza y
miró al capitán junto a su noble como seres insignificantes.
“Agradezco tus palabras de preocupación capitán Aldamir, pero
el castigo que planeas imponerme no es mayor del que yo tengo planeado para
usted por haber intentado dañar a la persona que más aprecio”
Desde el suelo emergieron unas raíces con espinas las cuales
se envolvieron alrededor de los miembros del capitán. Las espinas se clavaron
en su piel atravesando su armadura, desgarrando su carne a medida subían por su
cuerpo, luego se elevaron hasta el cielo donde fracturaron todos sus miembros.
El crujido resonó por toda la plaza. Finalmente las raíces desaparecieron de la
misma forma en que llegaron y el cuerpo del capitán cayo al suelo.
“¡Aldamir!” Gritó Silke corriendo en su dirección.
Los soldados al ver a su jefe derrotado cargaron contra
Slania, los ballesteros soltaban sus flechas y la muchedumbre empezó a correr
en dirección contraria intentando escapar de aquel lugar presa del miedo de la
batalla que se estaba desarrollando.
Slania extendió su mano y trazó con ella una curva la cual
generó un gran conjunto de círculos mágicos que la rodearon liberando a su vez
una onda de choque eléctrica que golpeó, aturdió y paralizó a todo el mundo.
Tras inmovilizar a todo el mundo, Slania golpeó el suelo con
su puño un nuevo circulo mágico apareció debajo nuestro invocado por la mágica
de Slania, desde el círculo salieron una infinidad de fragmentos de energía elevándose
como plumas al viento y en un parpadeo cuando cesaron el circulo mágico ya no
estaba ni nosotros tampoco.
Cuando me di cuenta ya no estábamos en la plaza ni siquiera
Mattel, sino en el bosque. Mi cabeza daba vueltas y sentía nauseas a causa de
ello, intenté incorporarme pero mi mano se resbaló y volví a caer al suelo, en
ese momento Slania se acercó ayudándome a incorporarme, me rodeó con sus brazos
y me presionó contra su pecho en un gentil abrazo.
“¿Mama?”
“Lo siento mucho Yahvis, tardé en llegar y tuviste que pasar
por todo esto” Su voz sonaba rota llena de lamento e ira y a medida que su
abrazo se intensificaba, me daba cuenta de que ella estaba enfadada más consigo
misma que con todos los demás.
Me liberé de su abrazo y la miré directamente a los ojos.
“No pasa nada, mama, estoy bien” Dije forzando una sonrisa “Es
todo culpa de esa noble ¡¿Qué problema tiene conmigo, yo no fui quien mató al
idiota de su padre, o tío o lo que sea que fuese el alcalde para ella?!” A
medida que escupía las palabras mi voz iba alcanzando volumen.
“Lo se” Dijo Slania “Lo se muy bien, todo fue un siniestro
capricho del destino. Pero ahora ya nada puede hacerse”
“No. Podemos luchar, has incapacitado a Aldamir y los
soldados no son más fuertes que yo, podemos echar a esos nobles de Mattel con
tu magia” El plan que pasaba por mi cabeza me parecía tan perfecto como
surreal, estaba siendo guiado por mi arrogancia y mis ansias de venganza que
llevaban mi cabeza por las nubes de las fantasías.
“Ojalá fuese tan sencillo” Dijo Slania devolviéndome a la
realidad “De ser como tu dices ¿por qué me molestaría en sacarte de la ciudad?”
Ante mi silencio dubitativo ella decidió continuar “Esa mujer no ha venido
escoltada de solo soldados, percibo a un pequeño grupo de magos de alto nivel
en la ciudad”
“¿Pero puedes encargarte de ellos, verdad? Quiero decir, con
tu poder puedes hacer lo que sea ¿no?” Insistí desesperadamente.
Slania me miró con sus ojos emanantes de tristeza.
“Lo siento mucho. Aunque puedas pelear mano a mano con
adultos, en lo referente a poder un mago es un caso totalmente distinto, la fuerza
bruta no sirve de mucho y tu magia no es lo suficientemente poderosa como para
poder hacerles frente. Y… yo no puedo luchar contra ellos y protegerte al mismo
tiempo” Explicó “Ya tengo suficiente con proteger estas montañas de los
monstruos del exterior” Susurró esto último.
“Podemos usar el bosque, tenderles una emboscada como hacemos
a las bestias que Samvel y yo cazábamos y…” Me detuve abruptamente en cuanto
pronuncié el nombre de Samvel. Una extraña sensación incómoda oprimía mi pecho.
“Es una buena idea, pero como ya te dije nuestros enemigos
son magos, nunca antes te has enfrentado a alguien así. Los magos tienen la
habilidad sentir el poder mágico que emana de la gente, un poder desbordante
como el tuyo les avisaría y por es inútil hacerles una emboscada… lo que me
pregunto es ¿por qué esos magos no estaban en el momento de tu ejecución?...
bueno, pero eso ahora da igual” Habló más para sí misma, como un monólogo en
voz alta.
Solté un quejido de disgusto seguido de una mueca, pateé la primera
piedra que se apareció ante mis ojos, la piedra voló y perforó la pared el
árbol.
Percibiendo mi estado de ánimo Slania colocó sus manos sobre
mis hombros e instó a que me tranquilizase colocando su frente sobre la mía. Me
alejé unos pasos de ella.
“Entiendo… no tengo posibilidades de ganar ¡¿Entonces qué
puedo hacer?!” Trataba de que mi voz no sonase tan desesperado como me
encontraba en este momento.
“La única opción que te queda es irte de Mattel hasta que las
cosas se calmen”
“¿Estás diciendo que escape?” Tras un momento de silencio acepté
la opción que me brindaba “Está bien, huiré ¿pero a donde?”
Slania caminó pensativa de un lado a otro y finalmente señaló
en una dirección con su mano.
“En esa dirección ¿te es familiar? Si tomas esta ruta llegarás
a las minas escóndete allí dentro, pero no de adentres mucho en ellas, cuando
caiga la noche sal de ellas y atraviesa Mattel a través del camino del
acantilado, de esta manera llegarás al pueblo que hay bajo la montaña, una vez
que llegues allí eso ya es cosa tuya. Yo no voy a poder ayudarte una vez que
abandones estas montañas”
“Entiendo, pero ¿mientras me escondo que vas a hacer tu?”
“Les distraeré hasta que caiga la noche, no te preocupes por
mí, solo céntrate en escapar” Se desató el pañuelo rojo que llevaba atado a la
cintura y me lo ató alrededor del cuello “Ve. No mires atrás, camina hacia
delante y pase lo que pase siempre estaré contigo” Se acercó a mi y me susurró
algo al oído, algo que no atiné a entender.
Antes de que pudiese volver decirle algo, el cuerpo de Slania
se desintegró literalmente en miles de plumas negras brillantes, dejándome solo
en medio del bosque.
“(¿Y me abandonas aquí? Genial) En fin tengo que apresurarme,
sino los exploradores me encontrarán”
Sin más preámbulos eché a correr en la dirección que Slania
me señaló, el último lugar al que querría ir: las minas.
Mientras tanto, en Mattel la situación pudo ser controlada
gracias a los esfuerzos de los defensores y los soldados de la nobleza quienes
tomaron el control de la ciudad poniendo a la heredera de la familia Heldengard
a cargo de todo.
Lo primero que hizo Silke fue ordenar a los soldados que
registren la ciudad en busca de los criminales, luego ordenó llevar a Aldamir a
dentro del ayuntamiento para que recibiese primeros auxilios. Para ello convocó
la ayuda de los criados que lograron preparar una habitación improvisada donde acomodaron
al capitán. Antes de que los magos llegasen, uno de los criados trató de manera
superficial sus heridas, no fue un
trabajo de un médico profesional pero al menos consiguió detener la
hemorragia. Aun así la vida del capitán pendía de un hilo pues el mago blanco
que acompañaba a los demás era el único que podía salvarlo de las garras del
mensajero del Dodheim.
“Aldamir, los magos han llegado a la ciudad en breve estarán
aquí y te pondrás bien” Dijo Silke quien estaba sentada al lado de la cama
sujetando la mano del capitán.
“Si los magos… hubiesen… estado… aquí desde el principio…” Logró
articular entre convulsiones “Te dije que… no te apresuraras”
“Lo lamento, lo lamento mucho” Las delgadas manos de la noble
apretaron su agarre en su desesperación mientras que unas lágrimas se
deslizaban sobre sus mejillas sonrosadas “Si no hubiese sido tan impaciente…
tu… ¡¿Dónde están los magos? Deberían haber llegado ya ¿hay algún doctor en
este lugar?!” Gritó exigiendo respuestas a la criada que se encontraba con
ellos.
“Mis más sinceras disculpas” Confesó la doncella “El último
doctor abandonó la aldea hará una veintena de años atrás, la única curandera es
la señorita Slania, pero… ella… bueno…”
Silke ignoró a la doncella apartando su cabeza con brusquedad
y clavando sus ojos en Aldamir una vez más.
“Solo era un maldito mocoso, se supone que ejecutarlo no
debía ser complicado ¿Cómo hemos acabado en esta situación?” Pensó la sobrina
del difunto alcalde en voz alta sin darse cuenta.
“Es… porque era… un Sangrevil” Contestó Aldamir.
“Me niego a creer que ese niño fuese un Sangrevil. Los
Sangrevils son demonios mitológicos nacidos de la sangre de los dioses y fueron
exterminados por la gran purga hará unos cien años” Contó Silke.
“Heh… tonterías, esos solo son cuentos…” Dijo el capitán.
En ese momento la puerta se abrió y el soldado a cargo de la vigilancia
de la habitación entró, hizo una reverencia y habló con voz firme y directa
propia de un soldado diligentemente entrenado:
“Señora, he de informar que el los magos han hecho su
aparición en el edificio.”
“¡Pues que suban aquí, maldita sea!” Gritó Silke sin poder controlar
sus emociones.
“¡Enseguida señora!” Dijo el guardia saliendo por la puerta a
toda velocidad.
Pocos segundos después los magos llegaron. Inmediatamente
Silke se levantó y permitió que el mago blanco empezase a curar al capitán.
Primero recitó el encanto de la magia Somnus con la cual puso a dormir al
capitán, luego empezó a recitar una larga cadena de encantamientos para activar
la magia blanca que poco a poco sanaba las heridas acelerando la cicatrización mientras
restablecía la carne desgarrada junto con sus venas y arterias.
Dejando al mago trabajar tranquilo Silke se acercó hacia los
otros dos que esperaban por ella en la otra parte de la habitación.
“Señora, lamentamos habernos atrasado” Se disculpó uno de los
magos.
Silke se cruzó de brazos y les lanzó una mirada fulminante.
“Vuestra tardía se ha cobrado vidas que podían haberse
salvado” Dijo severamente.
“Acepte nuestras más sinceras disculpas, haremos lo que haga
falta para que usted recupere su confianza en nosotros”
Antes que la noble dijese algo, el teniente de los defensores
que sustituyó a Aldamir entró en la habitación. Tras un saludo comunicó la
situación.
“Teniente Ludran informando. Hemos peinado la ciudad de
arriba abajo y no le hemos encontrado”
Colocándose en una pose dubitativa frunció su ceño y mordió
su labio, caminó de un lado a otro.
“Entonces debió de escapar al bosque ese” Dijo Silke,
volviéndose hacia los magos “Organizaré una partida de caza con vosotros al
frente ¿Queréis recuperar vuestro honor? Entonces traedme a ese criminal y a
esa mujer ante mi presencia vivos o muertos”
“No la defraudaremos” Dijeron los magos casi al mismo tiempo
“Solo una cosa más. Si en el peor de los casos no logramos hallar al criminal
¿Qué es lo que hará?”
La noble mujer meditó por un instante e inmediatamente
contestó.
“Si ha logrado escapar, entonces le
pondré precio a su cabeza, un precio tan alto que todos los cazadores de
recompensas acudirán a encontrarle. Empapelaré todo este reino si hace falta
con tal de vengar a mi querido tío” Concluyó mostrando una severa mirada, tras
ello ordenó llamar a los soldados dispersos por la ciudad para informarles de
su nueva misión.
EL sol hace tiempo se había ocultado tras montañas, pero el
color del cielo que se veía entre las ramas de las copas de los arboles
indicaba que todavía no era de noche. Apresuré mi marcha aguantando el dolor
punzante que el cansancio provocaba en mis muslos mientras sorteaba los
obstáculos que aparecían en mi camino como raíces levantadas, rocas o pequeños
animales que tan solo huían al verme.
Al fin pude divisar en la lejanía los raíles cubiertos
parcialmente por la vegetación. Siguiendo su trayectoria me hallé en frente de
la entrada de una inmensa cueva, una que no había visto nunca, puesto que la que
el grupo ese usó tenía unas columnas a modo de decoración o soporte, o algo así
y la que Samvel y yo usamos estaba en un punto elevado y tuvimos que escalar un
poco para poder encontrarla, pero esta está a pie de la montaña, supongo que es
otra entrada a las minas. Viendo esta nueva entrada no puede evitar
preguntarme:
“(¿Pero cuantas entradas puede tener una simple mina de Mithril?)”
Siguiendo la directriz de Slania me aventuré a esconderme en
aquella cueva a pesar de que todo lo que había dentro de mí me decía que no lo
hiciera. Al igual que la última vez tuve que alumbrar el lugar usando mi magia,
pero a diferencia esta vez mi magia no alumbraba tanto como debía, era como si
las sombras estuviesen resistiéndose a ser alumbradas.
Dudaba de que si debía avanzar, pero si me quedaba cerca de
la entrada era probable de que ellos me encontrasen. Aun sin estar muy
convencido proseguí buscando algún tipo de bifurcación o agujero al que llamar
refugio.
Pasé un largo tiempo caminando por él único camino visible
que podía alumbrar. No tengo ni idea de cuanto tiempo he estado andando y que
nunca llevo un reloj encima porque son cosas que solo los nobles pueden
permitirse, solo tenía idea de la hora que era mirando la posición del sol y el
color del cielo pero aquí en medio de la oscuridad nada estaba claro.
Miré hacia atrás un momento. La entrada de la cueva y su poca
iluminación habían desaparecido hace bastante tiempo. Volvía a mirar hacia
delante y nada más que oscuridad en mi campo de visión dudé en continuar y me
planteé seriamente en salir de aquél lugar, tal vez ya era de noche y quizás
hayan dejado de seguirme.
En el momento en que di por sentado que estaba a salvo unos
pasos que no eran los míos hicieron eco en el túnel. Inmediatamente me di la
vuelta y alumbré el camino con mi poder al máximo. Al principio pensé que era
Slania quien me había encontrado para decirme que podía salir, pero refute esa
idea cuando oí varios pasos más acompañando a los primeros, lo que indicaba que
eran dos o más.
Mi corazón comenzaba a latir sin parar cada vez con más
fuerza, mis manos temblaban y por mi frente un frio sudor se deslizaba.
“(¡No! ¡No! ¡No! ¡No puede ser ¿ya me han encontrado?… ¿Tan
rápido?! Mierda, mierda, mierda)” Pensé moviendo el haz de luz de un lado a
otro.
Mi poder al máximo enfocado en la palma de mi mano proyectaba
un cegador haz de luz que alumbraba casi toda la mina de arriba abajo pero en
lo que se refiere a longitud tenía un límite.
Los pasos seguían acercándose a medida que los susurros del
eco resonaban con cada vez mayor fuerza a pesar de todo todavía no veía nada ni
sus sombras y un fuerte sentimiento de desesperación invadía mi mente.
Apreté los dientes y eché a correr hacia las profundidades de
la montaña esperando dejar atrás a quien sea quien me estaba persiguiendo. A
medida que avanzaba me iba encontrando con varias bifurcaciones delante de mí,
sin saber cuál era la salida correcta me decidí por el camino de la derecha
pero en el momento en que pisé el camino un vacío se sintió bajo mis pies y
antes de que me diese cuenta el suelo se había desplomado arrastrándome hacia
la oscuridad más profunda.
Me incorporé como pude palpando hasta encontrar una pared
sobre la que apoyarme para poder incorporarme, el cuerpo entero me dolía, debió
de haber sido una caída bastante fuerte, menos mal que estoy vivo y que puedo
moverme. Al incorporarme lo primero que hice fue inspeccionar mi cuerpo para
ver si tenía heridas o huesos rotos, como no veía nada todo era por tacto.
Además del dolor me sentía cansado y tras comprobar los rasguños en mi ropa
entendí por qué: cuando me caí me rompí las piernas y me hice algunas heridas
pero mi magia me sanó a cambio de mi energía.
Concentré de nuevo mi magia en las palmas de mis manos para
crear luz ¿quién necesita linternas o lámparas teniendo este poder?
Iluminé primero el techo para saber cuanta distancia había
recorrido y para mi sorpresa, desde mi posición el boquete se veía como una
ventana, al verlo di gracias de no haberla palmado por enésima vez. Después di
una vuelta completa alumbrando por todas partes para hacerme una idea de donde
me encontraba: una galería, al parecer caí de una cueva a otra, que ironía.
Cuando pensé que estaba a salvo oí unos fuertes pasos detrás
de mí. Unos pasos que hacían vibrar la tierra y se estaba acercando a mí.
Enfoqué mi luz en su dirección y a cambio algo me rasgó el
estómago. Retrocedí inmediatamente pero eso se acercó a mí y me volvió a atacar
esta vez hiriendo mi pierna. Vi algo así como una garra cayendo sobre mí y la
bloqueé cruzando mis brazos por encima de mi cabeza. Los grilletes de Aldamir que
todavía llevaba puestos en mis muñecas se rompieron en pedazos protegiendo mis
muñecas de correr su destino.
Junté mis brazos y enfoqué mi energía proyectándola en frente
de mí para ver de una vez por todas a quién me estaba enfrentando, pero no es
quién sino qué la expresión correcta para describir al ser que se encontraba
delante de mí.
Parado ante mí sobre sus dos gruesas patas, un ser que nunca
había visto en mi vida. Su tamaño era descomunal, un monstruo de casi tres
metros cuya piel era completamente negra al punto de fundirse en uno con la
oscuridad, sobre la piel tenía una especie de líneas naranjas que brillaban al
contacto con la luz, parecidas a los tatuajes que tenían ciertas tribus, estas cubrían
todo su cuerpo y ayudaban a visualizar su cabeza, brazos, piernas, cola y
¿ojos? Recordaba a una mezcla entre un oso y un lagarto. Tenía unas garras
largas serradas y dientes afilados que sobresalían de su boca.
Sin muchas posibilidades de hacerle frente a esa criatura
eché a correr en dirección contraria a toda velocidad intentando ignorar el
dolor de mi pierna sangrante, pero entre el miedo que me ralentizaba junto con inesperadamente
velocidad de la criatura que demostró ser tan rápida como poderosa, en un
instante me alcanzó hiriendo mi espalda y arrojándome al suelo.
Su garra se clavó en mi brazo desgarrándomelo y me levantó como
si fuese una pluma. Saqué un cuchillo de cazador puesto que había perdido los
de guerra e intenté cortarle logrando romper la hoja sin siquiera lacerar la
piel de la bestia.
“(¿De qué está hecha su piel?)” Pensé viendo el cuchillo
roto.
La bestia abrió su boca mostrando dos pares de hileras de
dientes ansiosas por triturarme, arrojé mi cuchillo dentro de su boca y le
propiné una fuerte patada cerrando su
mandíbula, como respuesta la bestia se encolerizó y me lanzó hacia el otro lado
de la galería mientras se retorcía de dolor intentando sacar el cuchillo de su
boca.
Aproveché la oportunidad y escapé cojeando mientras alumbraba
el camino. No se si estaba viendo visiones pero juraría que hay luz al final de
esta cueva. En ese momento vi de reojo como la bestia cargaba contra mí a toda
velocidad, aunque me había arrojado lo suficientemente lejos podía recortar esa
distancia en pocos segundos.
Recurriendo a una maniobra desesperada dividí mi magia y la
redirigí hacia mi pierna con la esperanza de sanarla rápidamente o al menos
reducir el dolor.
Saliendo del túnel me halle en el interior de una amplia sala
llena de cristales incrustados en las paredes y en el techo que reflejaban mi
magia iluminando la sala, era muy bonita llena de colores y todo pero ahora
mismo no me era posible pararme a admirarla por una razón muy importante que me
lleva siguiendo a gran velocidad.
Adentrándome en aquél lugar busqué desesperadamente algo para
hacerle frente al monstruo o un pasadizo para poder escapar de él, cualquier
cosa, lo que sea me sería útil en este momento y entonces lo vi, como un regalo
divino completamente conveniente, clavada sobre un cúmulo de lo que parecían
ser restos de lo que en su día fueron animales se alzaba una espada. Sin
pensármelo dos veces me acerqué a ella con mi enemigo a solo un paso de mí, la
agarré por el mango y la sangre de mi mano empapó la empuñadura. No tenía
tiempo de comprobar si estaba afilada o no o si se podía sacar, tan solo reuní
toda mi magia y la concentré en el filo sacándola se la tierra.
El monstruo se abalanzó sobre mí apuntándome con sus garras,
por mi parte blandí la espada girando sobre mi mismo al tiempo en que me
agachaba esquivando su zarpazo para poder trazar una curva en el aire con la
espada. Inesperadamente la hoja partió al monstruo por la mitad son suma
facilidad, no se si era por la cantidad de magia imbuida por la fuerza
depositada en el corte pero logré acabar con él, o eso pensaba porque para mi
sorpresa la parte superior aun tenía la suficiente fuerza y vitalidad como para
caminar sobre sus manos, se acercó a mi buscando morderme pero atravesé su
cabeza clavando de nuevo el filo en la tierra.
Retrocedí dos pasos y me desplomé sobre el suelo. Los
esfuerzos hechos en Mattel, el recorrido del bosque junto con el incidente de
la cueva me estaban pasando factura. Lentamente sentía mi consciencia
desvanecerse, mis ojos se cerraban a medida que entraba en un placentero sueño.
Cuando recobré la consciencia sentí un fuerte mareo, mi
cabeza daba vueltas apenas podía incorporarme y tardé alrededor de un minuto en
recordar donde estaba, nada más hacerlo concentré al instante mi poder en mis
manos para alumbrar la cueva, como resultado pecando de idiota porque la luz
rebotó sobre los cristales y de un momento a otro la sala golpeó mis ojos con
un destello tan fuerte que casi me vuelve a dejar inconsciente. Rodé por el
suelo mientras cubría mis ojos esperando que estos se adaptasen, no se me
ocurrió bajar la intensidad de la luz hasta dentro de un rato, si es que a
veces me avergüenzo a mí mismo de mi idiotez, menos mal que aquí no hay nadie para
reprochármelo.
En ese momento me di cuenta de algo, no había nadie y con
ello tampoco estaba el cadáver del monstruo al que maté, en su lugar solo
estaba la espada clavada en el suelo, no sabía si esa era la posición en la que
la dejé pero daba igual.
Me acerqué a ella y la saqué del suelo para observarla más de
cerca. Era una espada extraña, su filo era cónico de un color azabache impregnado
con líneas brillantes de color amarillo que la recorrían de arriba abajo, su
guarda tenía forma de vamplate con un pincho en lugar de un pomo, parecía más
una lanza que una espada pero sus dimensiones no concordaban con ninguna de las
dos armas. Aun así esto me salvó la vida, no se quién la puso ahí pero se lo
agradezco mucho, además de que por fin he conseguido lo que tanto he ansiado
durante todo este tiempo: una espada, mi primera espada. La alcé sobre mi
cabeza admirando su forma y luego la blandí cortando el aire durante un rato
bastante largo.
Mi momento de felicidad fue interrumpido por un rugido, uno
proveniente del fondo de la cueva, el cual me hizo darme cuenta de que todavía
estaba en un lugar peligroso y debía salir de inmediato.
El objetivo es volver
a la superficie, busqué en medio de esta sala llena de cristales una salida
adicional pero al parecer esta sala solo era un callejón sin salida, si quería
salir debía volver por donde había venido y es justo en esa dirección donde se
escuchaban rugidos y gritos de bestias.
“(Tal vez los soldados de esa mujer están combatiendo contra
ellos, si ya han llegado hasta aquí eso quiere decir que podría encontrarme con
ellos en cualquier momento)” Pensé apretando el mango de la espada “Me las
pagarán”
Salí de aquél lugar y recorrí la extensa sima subterránea, sus
caminos divergentes, escalé los riscos, llegué al nivel superior desde la cual
supuestamente había caído, pero por alguna razón no encontraba los raíles que
conducían a la salida, es más la cueva se extendía como si hubiese sido
transportado a otro lugar. Confundido vagué por todas partes buscando una
salida de este laberinto soportando el aire cargado y la amenazante sensación
de ser vigilado que me hacia mirar atrás cada cinco segundos, era agobiante.
Bajo mis pies a veces a veces aparecían restos de animales, cuyos
huesos crujían bajo el peso de mis botas, algunos estaban desgastados pero
otros eran recientes, siguiendo los restos recientes quizás me llevarían hasta
los soldados, a los cuales les emboscaría y averiguaría como salir de aquí, un
plan realmente ingenioso, sin embargo para mi sorpresa perdí la pista de los
cadáveres cuando me encontré con unas toscas escaleras hechas de piedra.
Bajo la creencia de que esas escaleras conducían a la salida
de la cueva las seguí sin dudarlo. Subí, subí y seguí subiendo un rato
demasiado largo para mi gusto.
“Llevo ya veinte minutos subiendo escaleras ¿Dónde está la
salida? No recuerdo que la montaña fuese especialmente tal alta”
Comenzándome a sentirme nervioso e impaciente, comencé a
subir cada vez con más velocidad hasta que al fin lo vi, luz natural, el final
de la cueva estaba cerca. Con un último esfuerzo me apresuré a salir.
A la luz de la luna pude darme cuenta de donde estaba: en la
cima de la montaña.
Mi cara en ese momento era un poema en sí mismo, como si
alguien acabase de gastarme una broma en mi cara y estuviese riéndose delante
de mí.
Ya me parecía extraño ver la luna llena tan grande, pero no
podía creerme que había llegado a la cima, no entendía nada. Me acerqué al
borde para ubicarme, pero las densas nubes oscuras que abrazaban la cima lo
opacaban todo.
Es de noche, el viento era demasiado frío y no tenía con qué
calentarme, pensé en volver a la cueva a regañadientes, pero entonces algo
llamó captó mi atención. A la derecha, sobre una elevación había una enorme
construcción que difícilmente pasaba inadvertida.
Un camino conectaba el edificio con la entrada de la cueva, a
ambos lados del camino se alzaban dos hileras de columnas blancas, algunas
estaban enteras y otras hechas pedazos.
Me acerqué a la enorme puerta de metal y empujé con todas mis
fuerzas forzando a que se abriese.
Una vez dentro, contemplé el interior con curiosidad: Estaba
todo destrozado, baldosas levantadas, las estatuas incrustadas en cada pared eran
irreconocibles y otras rotas en el suelo, el tejado tenía algunos agujeros pero
en general parecía estable, el ambiente era sombrío y la luz de la luna no
iluminaba lo suficiente por lo que usando mi magia aclaré los rincones más
oscuros. Había una serie de pilares antorchas conectados que se supone que
podían iluminar el lugar, pero no tenía el óleo para arder.
“¿Esto es un templo?” Pregunté retóricamente en voz alta.
Busqué algo para encender una hoguera, puesto que iba a pasar
aquí la noche necesitaba caldear un poco el ambiente. Aunque mi magia podía ser
muy versátil no podía crear llamas ni tampoco agua, en estos momentos desearía
tener el poder de Slania. Solté un suspiro lamentándome de mi situación y de
pronto me acordé que tenía un pedernal guardado que siempre llevaba encima,
rebusqué entre mis bolsillos y al final lo encontré.
Sonreí victorioso para luego proceder a juntar todo lo que
podía arder. Junté madera aunque la mayoría estaba podrida, algunas ramas secas
y el carbón restante de los pilares antorchas. Seguí rebuscando entre los
escombros llegando al altar, donde descubrí que este podía abrirse retirando la
parte superior del mismo descubriendo el tesoro que ocultaba: una caja, una
caja de madera ornamentada con detalles tallados a mano, seguro que valía una
fortuna por si sola.
“Que bonita es, arderá estupendamente”
Al sacarla me di cuenta de que llevaba algo pesado en su
interior. La abrí y dentro encontré un pequeño lingote, un lingote de metal
pero no un metal cualquiera, sino de
Orichalcon, un mineral que según lo que Slania me ha contado era adorado como
divino por los antiguos y ahora la iglesia los considera un metal demoníaco. Sujetándolo
en mis manos observándolo cuidadosamente, no veo qué tiene de especial este
trozo de metal, pero de seguro que es valioso y como es ligero me lo guardé.
Rompí la caja con ayuda de la espada y la dejé en medio de
los tablones que junté cerca de la pared del fondo, con el pedernal y el
cuchillo de caza que me regaló Samvel prendí fuego, dejé la espada dentro de la
ánfora rota que tenía a mi lado y luego me recosté apoyando mi espalda en la
pared, ahora lo único que quedaba era tener algo que comer, pero no se puede
tener todo. A pesar de las condiciones no tardé en quedarme dormido.
Los rayos del sol me obligaron a abrir los ojos. Sentí un
incómodo dolor en el cuello y en la espalda por dormir en una mala posición.
Al mí alrededor todo seguía en su sitio salvo la hoguera que
se había apagado hará tiempo. Iluminado con la luz del sol el templo se veía
con más claridad, incluso descubrí que las paredes aún conservaban trozos de
azulejos con dibujos geométricos que parecían estrellas poca importancia le di
a todo eso.
Me levante con algo de dificultad, luego realicé unos estiramientos
que hicieron crujir mis huesos para finalmente agarrar mi espada y salir del
templo.
Sentía seca la garganta y vacío es estómago pero todavía no
me sentía agotado, lo cual es bueno pero es una lástima que no pueda volver a
casa. El solo pensar en ello oprime mi pecho y enfurece mi corazón.
De ninguna manera volvería a entrar en esa cueva, si tenía
que bajar lo haré por la ladera de la montaña. Será un suicidio pero es mejor
eso que volver a ese lugar, sin embargo todavía había algo que me incomodaba
puesto que pasé toda la noche a la intemperie cerca de la salida de la cueva
¿Cómo es que todavía no me han encontrado?
Definitivamente es extraño. Por mi mente pasaron algunas
razones por las cuales los soldados todavía no subieron hasta aquí aunque me
daba igual, lo importante ahora es bajar la montaña.
“(Si mi sentido de orientación es correcto esta es la dirección
por la que debo bajar)” Pensé mirando en la dirección sur “(Cuando llegue al
bosque, el siguiente problema será atravesar Mattel para ir al pueblo, tal como
dijo Slania, quizás me haya desviado un poco pero aun tengo la esperanza de
salir de esta situación)”
Sin más dilación bajé
por la escarpada pared montañosa clavando la espada imbuida en magia para hacer
de soporte y saltando a los peldaños más grandes. Sorprendentemente la espada
realizó bien su labor, es mucho más elástica de lo que parece aunque no
entiendo por qué se sacude un poco cuando es doblada.
La cortina de nubes se despejaba a media que bajaba lo que
facilitó el descenso, pero cuando me di cuenta el bosque había desaparecido,
ante mí vastas planicies se extendían hasta el horizonte.
“(¿Me he equivocado de camino?)” Era obvia la respuesta, un
bosque no desaparecía de la noche a la mañana “Planicies…” Nunca se me ha dado
bien la geografía, pero estas debían ser las Planicies de la eternidad, si no
me equivoco están al noroeste de las Montañas del Ocaso “En resumen, estoy
perdido”
Sin tener lugar para volver, vagué por ese desconocido lugar.
Las Planicies de la eternidad, unas extensas llanuras que
limitaban con las Montañas del ocaso haciendo frontera con el Reino de Walache,
desconozco a qué reino o imperio le pertenecen, lo que sí sabía de ellas era lo
que Slania me contó: un lugar salvaje y peligroso, eso es todo. Recordando eso desearía
volver atrás en el tiempo para poder preguntarle más acerca de este lugar.
Tras una larga caminata me di cuenta de varias cosas, una de
ellas era que el día duraba demasiado, normalmente el sol ya debía de haberse
ocultado pero ahí estaba alumbrando como si la cosa no fuese con él. Nunca vi
un lugar tan vasto y desolado, apenas había animales, la vegetación era
amarilla y seca con unos pocos árboles separados unos de otros con muchos
metros de distancia, lo que me llamó la atención de estos árboles es son
realmente enormes y gruesos, ni siquiera los árboles más antiguos del bosque
llegaban a tener un tronco como ese: rectos y liso con gruesas ramas que solo
estaban la copa, la cual ni se comparaba con los arboles del bosque, a mi
parecer era un árbol obeso, nunca había visto algo así en mi vida. Y ahí estaba
observándolo con la boca abierta.
Sentía una inmensa curiosidad así que escalé uno de ellos
como pude y al llegar a una de sus ramas pude contemplar con mayor claridad la
vasta llanura que se extendía ante mí, sin querer miré al suelo y una sensación
de vértigo me asaltó, retrocedí hasta el tronco y traté de controlar mis
nervios.
La pregunta ahora era como bajar de aquí, porque en una montaña
escarpada había donde agarrarme pero en este tronco carente de ramas la cosa
era distinta.
Mientras pensaba me di cuenta de un pequeño detalle que pasé
inadvertido y era que este árbol tenía frutos, unos verdes y otros marrones.
Intenté alcanzar uno marrón, pero al tocarlo este cayó al suelo y yo me asusté.
Al cabo de un rato respiré hondo y usé la misma técnica que usé al bajar la
montaña, clavar la espada en el tronco a modo de soporte y esta vez apoyándome
con el cuchillo de cazador que me regaló Samvel imbuidos ambos con mi magia.
No tardé en bajar, de hecho fue relativamente fácil y me
extrañaba porque llevo casi toda la mañana usando magia y todavía no estoy
agotado, de hecho me mes más fácil moldearla que antes.
Busqué la fruta que había caído al suelo pero encontré varias,
al partirla descubrí que dentro estaba su pulpa. De aspecto deshidratado, polvoriento,
de color blanquecino su sabor es ligeramente ácido. Estaba bueno aunque no me
acababa de convencer el sabor pero redujo un poco mi hambre, pero incrementaba
la sensación de sequedad en mi garganta.
Después de esta pequeña pausa me alejé del árbol y continué
mi camino aun sin tener un destino decidido.
Según las palabras de mi padre:
“Un hombre puede vivir una semana sin comer pero solo tres
días sin beber”
La prioridad ahora es encontrar agua un río bastaba.
Observando a mi alrededor solo veía matojos, árboles y rocas, coloqué la cabeza
sobre la tierra, si hay agua fluyendo podía oírla… soy demasiado optimista. La
opción que me quedaba eran los animales, ellos necesitan beber, por lo que si
encuentro uno podría seguirle y tal vez encontraría agua o me lo comería las
dos opciones son aceptables.
Sin perder tiempo aproveché las horas de luz buscando huellas
en la tierra, sobre el follaje, ramas rotas, tierra escarbada, eran algunos de
los consejos que Samvel me enseñó durante las partidas de caza.
Encontré un rastro fresco y lo seguí hasta una pequeña
madriguera en donde descubrí a un raro animal que no había visto antes, era
como un conejo dorado, con patas de gato y un cuerno afilado sobresalía de su
cabeza. Esa pequeña criatura salió de su madriguera cuando llegué, se quedó
quieto mirándome con sus ojos negros en un semblante tranquilo y estoico. De un
momento a otro, sin previo aviso saltó hacia mí embistiéndome con su cuerno a
la velocidad de un rayo, por acto reflejo atrapé su cuerno con mi mano desgarrándome
la palma en el proceso, con mi otra mano le agarré por debajo de la cabeza y en
un pequeño movimiento le rompí el cuello haciendo que este soltase un fuerte
crujido.
“Ya tengo la cena de esta noche, pero me falta todo lo demás”
Me di cuenta de que había gastado todo el día buscando
huellas y aunque tenía carne para dos días, todavía no he encontrado agua y eso
era preocupante.
Sin más dilación preparé una hoguera y cercené al animal y lo
empalé para asarlo sobre el fuego, como una barbacoa improvisada. Mientras
esperaba que la carne estuviese en su punto me di cuenta de lo oscura que era
toda la llanura, casi igual que el bosque o más ya que la luz de la luna no
alumbraba lo suficiente. Era oscuro pero no desolado, si cerraba los ojos podía
sentir alaridos, pisadas y demás dándome a entender que los animales de este
lugar eran completamente nocturnos, pero creo que no se atreverían a acercarse
mientras la hoguera estuviese encendida, si no había Wargos, por supuesto.
Una hoguera en la noche en mitad de la nada daba tiempo para
pesar. No era la primera vez que comía al aire libre, pero si era la primera
vez que comía solo.
El animal sabía bien, era suave y tierna casi se deshacía en
la boca y este solo era el muslo del animal, todavía faltaba el lomo, las
costillas, la paletita, el hígado, el corazón… Si no me lo comía ahora entonces
tendría que tirarlo ya que no tenía donde conservar los pedazos.
La noche pasó sin problemas, puse suficiente leña como para
que ardiese hasta la madrugada.
Abrí mis ojos con los primeros rayos de la luz matutina, me
había quedado dormido rápidamente y olvidé echar más leña al fuego. Comprobé si
no me faltaban miembros y así era, otra noche que tuve suerte de sobrevivir.
Me levanté con ganas de desayunar la carne que sobró de la
cena de ayer, temía que esta se hubiese estropeado por el calor, pero para mi
sorpresa la carne no estaba.
“Juraría que la dejé al lado de la espada, no pudo haberse
escapado no tenía piernas, me las he comido ayer (Qué cosas más raras están
pasando. Creo que debió haber sido un animal, cuando se apagó la hoguera se
acercó y tomó los pedazos antes que a mí, si, debe de ser eso)”
Al sostener la espada entre mis manos no pude evitar recordar
lo mucho que quería una, eventualmente recordé sin querer todo lo ocurrido hace
tan solo unos días. Maldije a Morritz, al alcalde y a su familia junto con la
gente de Mattel y seguí mi camino. Aunque todavía me pregunto cuál fue la razón
de que el herrero me traicionase, no lo entendía a pesar de haberlo pensado
todo este tiempo ¿acaso hice algo mal? Sacudí mi cabeza de un lado a otro, si
me sumergía en esos pensamientos me deprimiría y este no es momento para estar
deprimido.
Pasé varias horas caminando bajo un sol sofocante, de vez en
cuando miraba al cielo con la esperanza de que apareciesen nubes y que estas
tapasen el sol, era mucho pedir. Cada paso que daba mi garganta se volvía más
seca, desesperaba por un trago de agua.
Me refugié a la sombra de uno de los árboles, en el suelo
había algunos frutos maduros, los cuales estaban siendo comidos por pequeñas
criaturas marrones con un pico en lugar de boca. Al verlos picotear la cáscara hasta
romperla me vino una idea a la cabeza. Volvía subir hasta la copa del árbol con
la técnica ya utilizada y busqué entre las hojas los frutos verdes. Corté uno
con la ayuda de la espada y lo agité sintiendo algo moviéndose, con la ayuda
del cuchillo hice un orificio del cual empezó a brotar un líquido transparente.
Tomé un poco, sabía amarga como un zumo de limón sin azúcar pero ayudó a calmar
mi sed, tras ello seguí mi camino.
Durante el trayecto descubrí varios animales que nunca había
visto en mi vida, unos que parecían gatos enormes de pelaje naranja con una
negra melena puntiaguda con largos dientes serrados sobresaliéndoles de la boca
que atacaban a unos que parecían caballos con cuernos recurvados cuyo cuerpo
era de color blanco y negro. También había bestias colosales de color gris con
cuellos tremendamente largos, esos se comían las hojas de los árboles, quizás
por eso haya tan pocas copas frondosas. Por el cielo también surcaban extraños
pájaros con forma de peces, otros, de alas negras se amontonaban en lo
cadáveres de los animales muertos buscando carne, esos eran espantados por
bestias humanoides de cabeza de perro y brazos de dragón. Muchos de esos
animales me observaban, pero por alguna razón no se atrevían a darme caza,
también ayudaba a que intentaba pasar desapercibido.
Pasaron cuatro días, desde que bajé de las montañas, caminé y
cacé cada día mientras buscaba el camino hacia la civilización. Encontré
pequeños oasis, los cuales estaban bien protegidos por fieras bestias con forma
de dragones reptantes que generaban electricidad por las púas de su lomo,
aunque parecían ser peligrosos eran bastante lentos, no hacía falta matarlos
solo atraerlos hacia un punto, ir, calmar mi sed y volver a escapar.
Continué con mi viaje a veces pensando que estaba andando en
círculos, hasta que finalmente un día a mediodía, mi largo trayecto siguiendo
rastros por fin dio sus frutos pues encontré un sendero. A juzgar por la tierra
separada y las pocas plantas que invadían los pequeños surcos este sendero debía
de ser bastante transitado, lo que quiere decir que si lo sigo llegaré hasta un
asentamiento. La dirección debía de ser la opuesta respecto a la inclinación de
la hierba.
Siguiendo el camino me topé sin darme cuenta con un convoy de
caravanas que pasaba casualmente por allí.
Era un convoy enorme: al frente y a sus lados había un gran
número de soldados haciendo la función de escoltas. Esos soldados portaban
armaduras hechas de cuero y cotas de mallas doradas cubiertas por tela roja y
negra que cubría las partes no blindadas, su yelmo cubría toda su cabeza a excepción de sus ojos. A mi
parecer era una armadura adaptada a este entorno, muy diferente de las que
portaban los soldados de Mattel quienes estaban acorazados de pies a cabeza con
metal reluciente.
En la primera caravana, la cual estaba siendo tirada por dos
enormes bestias cuadrúpedas de pelaje marrón, había un hombre sentado bajo un
gigantesco parasol justo detrás del cochero. Ese hombre de cuerpo rechoncho con
su pelo largo negro esparcido por sus hombros vestía un traje de seda blanca y
morada con adornos dorados, aparentemente costoso, junto a él había dos magos sentados
a cada lado: uno es un mago oscuro ya que esos son los que llevan una vara con
un orbe negro y visten un sombrero ancho junto con una túnica negra. El otro
mago era un mago azul, que en lugar de vara tenía una lanza encantada, llevaba
un traje azul y blanco en lugar de una túnica. Era increíble la diferencia que
había entre unos magos y otros.
Me quedé embobado mirando el convoy y no me di cuenta de que
estaba obstruyéndoles en su camino.
“¡Eh tu apártate!” Gritó el soldado que iba al frente con un
acento gutural que no había oído en mi vida.
“Lo siento, no quería molestar” Dije alejándome de ellos con
algo de prisa.
Salí del camino y la primera caravana pasó de largo.
Detrás de esa caravana le seguía otra, solo con un cochero,
pues el carro llevaba atadas unas cadenas que sostenían una larga fila de
esclavos, fugitivos y prisioneros de guerra, todos ellos amarrados de pies y
manos por gruesos grilletes. No sentía lástima por ninguno de ellos ni tampoco
me importaba su situación, pero no quería unirme por nada en el mundo, así que
decidí pasar de largo, pero por alguna razón el convoy se detuvo.
“¡Parad la marcha!” Ordenó el hombre del traje de seda. Se
levantó de su asiento, guardó el rollo de papiro que sujetaba entre sus manos y
se acercó al borde de la carroza, clavó sus negros ojos en mí mostrando un
fuerte interés en mí pero no como persona “¡Eh tu!” Me llamó “No pareces ser de
por aquí ¿de donde eres?”
Me tomé unos segundos meditar lo que podía decir, por un lado
podría contestarle pero ese hombre es un traficante de esclavos y enfadar a uno
no es muy recomendable.
“De la ciudad que hay al otro lado de esas montañas” Señalé
hacia las montañas que apenas se divisaban en el horizonte, entonces me di
cuenta de toda la vasta distancia que he recorrido.
El comerciante de esclavos sacó de nuevo el rollo guardado en
su bolsillo, lo observó por un momento para luego guardarlo inmediatamente.
“¿Dices que vienes de las Montañas del Ocaso?... ¿Por qué
será que no me lo trago?” Expresó formando una sonrisa burlesca de alguien que
acaba de pillar a un mentiroso.
“(Me está llamando mentiroso) Os aseguro que no miento, es la
verdad” Dije tratando de sonar tranquilo cuando en el fondo estaba muy
nervioso, francamente no se como puede terminar esto, por eso intento no
enfadarle.
“Claro, como no” Dijo el comerciante entre risas “Es muy
normal recorrer las Planicies de la eternidad y sobrevivir a la maldad que
campa por estos lares, como quien pasea por el patio de su casa, ¡Claro que sí
campeón y yo voy y me lo trago!” A medida que hablaba su voz se alzaba y su
expresión cambiaba de sarcástica a agresiva “¿Acaso me has visto cara de tonto?
¿Eh? Sabes lo que pienso, que eres un maldito siervo que desertó de sus
obligaciones y escapó de su amo, lo cual es un delito, podría ordenar matarte
ahora mismo, pero… ummm creo que alcanzaras un buen precio en el mercado” Se
frotó las manos imaginando la recompensa por mi cabeza.
“(Ya veo, a ese gordo
no le importa la verdad solo quiere venderme, tengo que salir de aquí ahora
mismo) Ya se lo he dicho, señor, no soy un siervo ni tampoco un delincuente,
solo soy un transeúnte que busca un pueblo”
“Oh que increíble
coincidencia yo conozco un buen pueblo, si quieres puedo mostrártelo solo
tienes que acompañarnos” Habló mientras hacía gestos algo excéntricos.
“(Si que tienes cara de tondo si crees que me puedes engañar
como a un niño pequeño) No gracias, se lo agradezco mucho, pero puedo buscarlo
por mi propia cuenta. Viajar con alguien como usted sería una verdadera
estupidez” Me di cuenta de que los soldados se estaban empezando a mover disimuladamente
intentando rodearme, antes de que lo lograsen me di la vuelta y caminé en
dirección contraria por donde vino la caravana, pero en ese momento la tierra se
abrió dejando salir unas columnas de fuego dorado que actuaron a modo de muro
impidiéndome avanzar. Volteé y vi al mago negro conjurando ese hechizo.
“¿A dónde te crees que vas? No hemos terminado de hablar…
Sabes, es un tremendo insulto dar la espalda en medio de una conversación”
Volvió su mirada hacia el mago negro “Captúralo” le ordenó.
“Enseguida” Dijo el mago negro recitando un rápido cántico.
El fuego desapareció cuando la tierra se deformó a mis pies
formando una jaula a mí alrededor.
“Muy bien hecho ahora tenemos a uno más, soldados ponedle los
grilletes” Ordenó el mercader lleno de alegría “Cuantos más mejor” Sin embargo
su sonrisa desapareció cuando vio como destrozaba la jaula con mi arma “¿Pero
qué…?” Preguntó sin creerse lo que estaba viendo. Miró hacia su mago, luego
hacia mí y luego al mago otra vez, el cual tenía la misma cara de perplejidad.
Los soldados apresuraron a desenvainar sus espadas “Veo que nadie te ha
enseñado modales, chico” Dijo el mercader ya en tono serio.
“¿Tener modales significa someterme a la opresión en contra
de mi voluntad?” Pregunté.
“Los siervos están para servir a sus amos, la voluntad es una
mera ilusión de una libertad que no necesitáis” Argumentó “Y ya he malgastado
suficiente tiempo contigo, tengo asuntos más importantes que atender
¡Mercenarios, capturadle!”
Al grito de su orden los soldados corrieron hacia mí.
Retrocedí hasta que mi espalda chocó contra una pared de piedra que antes no
estaba ahí, debió ser otro de los encantamientos del mago negro, el cual ya
estaba cantando su siguiente hechizo con su vara extendida en mi dirección.
Una mano de barro surgió de la tierra atrapando mi pierna, la
corté sin problemas pero otras aparecieron obligándome a moverme constantemente,
pronto me di cuenta de que al esquivarlas me estaban conduciendo hacia un
encuentro inevitable con los soldados. Aunque eran demasiados, no debían ser
más fuertes que los defensores de Mattel porque supuestamente un defensor está
entrenado para aguantar golpes y además, ahora no estaba tan indefenso pues tenía una buena arma conmigo.
Desvié el sablazo del primer soldado usando mi espada y le
devolví el golpe, pasé a su lado y me agaché esquivando el ataque del siguiente
soldado, luego desvié una estocada de un tercero y corrí entre las filas
esquivando los brazos de barro que seguían emergiendo del suelo. No todos
intentaban herirme, algunos querían inmovilizarme usando redes o simplemente
abrazarme desde atrás, a los que respondía a puñetazos o simplemente
empujándolos.
Sus armaduras ligeras les permitían moverse con más libertad
y eso era un problema ya que si continuaba evadiéndolos a este ritmo me acabarían
rodeando. Era hora de tomarme esto con más seriedad, si quería escapar tenía
que estar dispuesto a todo.
Detuve abruptamente mi carrera y me lancé en dirección
contraria justo hacia los mercenarios. Salté esquivando un ataque dirigido
hacia mis piernas, rodé por el suelo situándome detrás de uno de ellos y de un
corte limpio le rebané las piernas a un grandullón armado con una maza. El
soldado cayó al suelo aplastando a su compañero que estaba a su lado. Me
acerqué a otro y le corté la mano que sujetaba la espada, uno de ellos se
acercó a mí intentando golpearme con su escudo de cuero, atrapé ese escudo y
lancé al soldado al suelo para luego cortarle la espalda, seguí atacándoles
poniendo toda mi fuerza en cada golpe que daba, mientras que trataba de
esquivar los ataques del mago negro, el cual empezó a invocar diversas bestias
hechas de tierra, barro y piedra.
Esos monstruos no se parecían en nada al que me enfrenté en
las minas, más bien tenían forma de animales que había visto recientemente.
Sobre la caravana, el mercader observaba atónito el
espectáculo junto, al igual que los esclavo, quienes de entre ellos intentaban
aprovechar el momento de distracción para abrir sus candados y escapar, pero
los grilletes eran de buena calidad y costaba forzarlos.
“P… pero… ¡¿Pero que ostias hacéis, que puñetas estáis
haciendo?! ¡Solo es un maldito crío ¿por qué aun no lo habéis atrapado?!” Miró
al mago negro exigiendo explicaciones con su mirada, a lo cual el mago tragó
saliva y se esforzó más en sus hechizos empezando por bajar del carro para
estar en contacto con el elemento que utilizaba.
El mago azul, el cual se había quedado sentado mirando las
acciones de su jefe y los mercenarios, decidió tomar cartas en el asunto, así
pues se levantó y se acercó hasta la barandilla que sostenía el peso del
enfadado mercader.
“Señor ¿puedo dar mi opinión?” Preguntó el mago educadamente.
“Habla” Ordenó el mercader sin apartar la vista del campo de
batalla.
“Permanecer en este lugar más tiempo podría ser peligroso,
debemos cesar la captura y continuar antes de que caiga la noche” Aconsejó el
mago azul en un tono calmado pero directo.
“Me niego, no reanudaremos la marcha sin antes capturarle”
Contestó el mercader.
Aunque la respuesta no fue del agrado del mago, aun así
siguió intentando persuadirle.
“Su manejo de la espada es pésimo y sus movimientos son toscos
y predecibles, pero su fuerza y velocidad no son normales para un niño de su
edad, de ser más fuerte que un soldado entrenado, apostaría que ese niño es un
Sangrevil”
“¿Eh? ¿Te refieres a esos vampiros del reino de Walaske? Hace
un siglo que la iglesia los extinguió a todos. Pero de ser cierto entonces más
razón para capturarle”
Su respuesta acabó con la paciencia del mago azul.
“¡No lo entiendo ¿por qué tienes tanto empeño en capturarle? cuanto
más tiempo pasemos en esta llanura, nosotros…!”
El mercader interrumpió su reclamación alzando su propia voz.
“¡Porque la recompensa por cabeza de ese maldito crio, vale
más que la mitad de estos esclavos, mis instintos de mercader reaccionaron al
verle!” Clavó sus ojos en los del mago “Hablas mucho de sobrevivir pero poco
veo que haces por ayudar”
El mago azul cerró su boca e indignado bajó a regañadientes
de saltó desde la caravana. Una vez en el suelo desenvainó su cimitarra para
comenzar a recitar un hechizo que parecía un canto. La hoz se tiño de color
azul celeste y emitió una onda de choque que golpeó a todos los soldados que se
encontraban luchando. Las armas de los soldados brillaron con la misma luz que
emanaba de la cimitarra, tras ese encanto el mago comenzó a cantar
simultáneamente otro canto de efecto desconocido.
Con el apoyo de ambos magos la moral de los mercenarios de
repente se alzó como por arte de magia y por alguna razón comenzaron a atacar
de una manera demasiado agresiva, casi suicida podría decirse ya que se
lanzaban directamente hacia mi sin importar ser heridos.
Una espada pasó por encima de mi cabeza obligándome a
agacharme, rodé por el suelo esquivando un ataque desde detrás provocado por
una maza del soldado al que le corte las piernas, ahora parado ante mí como si
tal herida nunca fuese infligida, así mismo también me encontré con otros
soldados a los que herí y ahora volvían a luchar con ganas de venganza. Al
principio no entendí lo que estaba pasando, pero al ver al mago azul cantando
me di cuenta de que ese milagro era parte de un hechizo que devuelve a los caídos
a la batalla.
Inmediatamente me di cuenta de lo que significaba una batalla
de desgaste peor aun, esta batalla estaba totalmente en mi contra por culpa de
esos magos, ahora entiendo la advertencia de Slania.
Ante la agresividad de los soldados respondería con más
agresividad aún. Imbuí mi arma con mi propia magia y me abrí paso a la fuerza
entre los solados cortando a todo aquél que se cruzase en mi camino hasta
lograr ver una posible salida de este lugar.
La sangre me salpicaba la cara. Brazos, piernas y cabezas
volaban por los aires con cada golpe que daba, caían al suelo tiñendo la hierba
amarilla de color rojo. El sentimiento de desesperación se estaba desvaneciendo
poco a poco a la vez que era sustituido por un frenesí constante que me incitaba
a más. Era la primera vez en mi vida que sentía tal emoción.
Mi acometida logró que los mercenarios abriesen brecha en su
formación, vi la salida ante mis ojos y lo único que se interponía entre ella y
yo eran dos bestias mágicas, una de barro junto otra de grava.
Me lancé hacia ellas a toda velocidad. Con mi poder hacer pedazos
a esos seres, eso pensaba hasta que sin previo aviso desde el cielo una enorme
garra descendió aplastando a ambas bestias. Me detuve en seco al igual que los
soldados ante la nueva criatura que había aparecido ante nosotros.
Alzando la mirada hacia el cielo pude apreciar una colosal
criatura con la forma de un águila cuyas plumas de color de bronce y negro
revestían su cuerpo como si de una armadura se tratase. Sus patas eran gruesas con
garras reforzadas y su cola estaba conformada por plumas ligeras que ondeaban
como si tuviesen vida propia.
Los ojos amarillos del pájaro brillaban como las estrellas y
me miraban fijamente cada vez que se ladeaba su cabeza de un lado a otro. Sin
previo aviso abrió su pico mientas agachaba su cabeza intentando comerme. Con
mi espada le asesté un fuerte golpe a su pico, el cual resistió el impacto a
pesar de estar cubierto por mi magia.
El contrataque que hice no le hizo gracia alguna al pájaro
pues volvió a intentar comerme con mayor agresividad en sus movimientos.
Me hice a un lado permitiendo al pájaro blindado atrapar al
soldado que estaba detrás de mí, quien lanzó su último grito de auxilio ante de
ser partido en dos.
En ese momento el cielo se oscureció por un momento, entorné
la mirada hacia el cielo y vi varios pájaros como que estaba a mi lado
devorando al soldado, todos ellos estaba planeando sobre nuestras cabezas. Al
parecer la batalla llamó la atención de esos seres alados mientras estaban
sobrevolando la zona y al vernos a todos tan juntos moviéndonos de un lado a
otro, decidieron unirse a la fiesta.
“¡Son Rukhs!” Gritó el mago azul “¡Estado atentos, formación
defensiva especial!” Ordenó cantando un nuevo conjuro que imbuyó su arma
transformándola en un arco y disparando una flecha al pájaro que estaba
devorando al soldado, la flecha impactó en el ojo del animal quien echó a
volar.
Dos de esos Rukhs, como los llamó ese hombre aterrizaron
sobre el grupo de mercenarios dispersándolos. Empezaron a picotear ensartando a
los menos afortunados. Uno de ellos cayó sobre mí pero no logró aplastarme dado
mi velocidad, me lanzó una serie de picotazos que dejaron surcos en el suelo al
ser esquivaos, al ver que sus ataques no funcionaban el Rukh alzó el vuelo y
arremetió contra mí desde el aire.
Mientras tanto la caravana de esclavos tampoco se libraba del
peligro.
“¡Rápido, proteged a los esclavos!” Gritó el mercader a los
soldados que se quedaron custodiando las carrozas.
“Preparad los arcabuces” Siguiendo la nueva orden de su jefe,
los mercenarios sacaron unas armas en forma de barras, las cuales olían a
pólvora. Apuntaron al Rukh más cercano y al unísono soltaron una descarga
estridente. Las balas de plomo volaron silbando en el aire e impactaron contra
el cuerpo del pájaro, pero rebotaron debido a la dureza de las plumas actuaban
a modo de armadura. Es en ese entonces que el mercader entendió que no había
manera de luchar contra esas bestias, si siquiera sus mejores armas mágicas lograban alcanzarles “Capitán, salgamos de
aquí. Avisa a los magos, nos volvemos a Sandur” El capitán asintió ante la
nueva orden del mercader y rápidamente mandó mensajeros.
Cuando la caravana estaba dando la vuelta un Rukh embistió
contra ella lanzando la carroza del mercader por los aires junto con el
cochero, el cual fue devorado mientras estaba en el aire. La carroza cayó al
suelo rodó levantando una nube de polvo.
Otro Rukh aterrizó cerca de los esclavos aplastando la
carroza. Agarró con su pico al primer esclavo que se cruzó en su mirada
posiblemente era el que más gritaba de todos ellos. Como todos iban encadenados
los unos a otros el levantar a ese esclavo todos fueron arrastrados, sin
embargo la cadena también molestaba al Rukh quien no podía tragarse al esclavo
en su totalidad, algo que le empezó a molestar. Sacudió su cabeza de un lado a
otro buscando separar al esclavo de los demás, pero la cadena era demasiado
fuerte.
En ese momento las bestias de tierra invocadas por el mago
negro se abalanzaron contra el Rukh en un ataque sorpresa que le obligó a
soltar a los esclavos, quienes cayeron al suelo. El mago negro llamó la
atención del pájaro al conjurar una bola de fuego que impactó directamente
contra la cabeza de la bestia dañándola levemente, el pájaro abrió sus alas de
par en par graznando mientras abanicaba con fuerza intentando intimidar al
mago, pero en realidad estaba llamando refuerzos, pues otro Rukh apareció
detrás del mago atacándolo con sus garras. Con extraordinaria rapidez, el mago
conjuró una pared de tierra que absorbió el daño, al derrumbarse los pájaros
vieron al mago rodeado con un pequeño ejército de bestias invocadas.
Los esclavos vieron como el mercader salía desde debajo de la
carroza. Su aspecto estaba horrible, tenía un brazo roto y algunas heridas en
su cabeza y cuerpo que no paraban de sangrar, pero en lo que se fijaron los
esclavos eran las llaves plateadas que estaban colgándole de la cintura. En esa
situación de desesperación, la gente olvidó su estatus social y obedecieron su
instinto más primario: sobrevivir, corrieron hacia el mercader arrastrando con
ellos los cadáveres que aun estaban atados. Al verlos el mercader intentó huir,
pero apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie. Rápidamente fue alcanzado por
los esclavos quienes le empujaron al suelo e intentaron arrebatarle las llaves,
otros solo se limitaron a patearlo y golpearlo para que no ofreciese
resistencia, todo ello sin darse cuenta de que uno de los alados estaba
mirándoles a su lado probablemente decidiendo a quién zamparse primero.
Un Rukh pasó por encima del grupo de soldados y rompió su
formación con sus garras atrapando a varios en el proceso.
El mago azul que cayó al suelo tras ser arrojado, al
levantarse oyó los gritos de su jefe, ordenó a los soldados que no estaban
luchando contra mí o los pájaros que acudiesen en auxilio del comerciante, pero
entonces un Rukh apareció de la nada y se zampó al mago azul, en frente de los
soldados quienes no podían hacer más que mirar la muerte de su comandante.
Cuando el mago negro logró derrotar a los dos Rukhs usando
una combinación de hechizo de relámpago e ignición, observó con asombro como
los esclavos apaleaban al mercader buscando robarles las llaves de sus
grilletes, buscó ayuda del mago azul pero al ver como este era siendo devorado
decidió usar la magia que le quedaba para cambiar la situación. Lo primer que
hizo fue alejar al Rukh que estaba mirando a los esclavos con un hechizo de
electricidad, luego corrió hacia donde estaban los solados, clavó con fuerza su
báculo en el suelo cantó un hechizo que hizo aparecer una barrera blanca
sagrada que apartó a todos los pájaros. La barrera se extendió hasta formar una
cúpula de un kilómetro, sin embargo eso no hizo más que enfadar a los Rukhs
quienes arremetían contra la barrera desesperadamente intentando romperla a
base de embestidas y zarpazos, lo que obligaron al mago a mantener su posición,
si se movía o dejaba de conjurar la barrera se disiparía.
Logrando alejar a las bestias aladas, el mago negro
estabilizó un poco la situación, pero los esclavos todavía estaban empeñados en
escapar, aun teniendo las llaves entre sus manos luchaban entre ellos por la
posesión de las mismas.
El capitán de los mercenarios, ahora al mando de la situación
dividió sus tropas en dos grupos, el primero iría con él en auxilio del mercader,
mientras que el otro grupo buscaría reducirme.
Aun habiendo sobrevivido a los constantes ataques del pájaro
blindado gracias a la barrera, comprobé que no solo mantenía alejados a los
Rukhs sino que tampoco me dejaba salir, lo cual era un problema ya que frente a
mí el camino hacia la libertad estaba siendo bloqueado y ahora tenía que
vérmelas otra vez con los mercenarios, quienes se supone que debían capturarme
vivo, pero su sed de sangre indica algo totalmente diferente, esos tipos no están
dispuestos a capturarme, sino a matarme.
Un fuerte latido resuena en mi pecho, el mismo que sentí días
atrás en esa cueva. Me paré sujetándome el pecho con mi mano mientras jadeaba
intentando recuperar el aliento, a pesar de que por alguna razón usar mi magia últimamente
era más fácil el límite de su uso aun existía, pero me olvidé de ello al confiarme,
volví a abusar de mi poder y ahora estoy pagando el precio. Aprieto los dientes
mientras veo como los soldados se acercan a mí, me sentía atrapado. Disuelvo la
magia que cubre mi espada, puede que parezca una locura dada mi situación
actual, pero si continuo utilizándolo perderé la consciencia.
Coloco la espada horizontalmente sobre mi cabeza para
bloquear dos ataques simultáneos, me deslizo por debajo para lacerar las
piernas de los soldados, salto sobre uno de ellos ensartándole mi espada en su
pecho, cuando el cuerpo cayó al suelo los soldados que estaban detrás de él se
alejaron inconscientemente, momento que aproveché para lanzarme a correr.
Cualquier dirección servía, solo tengo que salir de aquí.
Bajo las órdenes del capitán los mercenarios logran controlar
a los esclavos, los golpean, los fuerzan a arrodillarse sobre el suelo y los
alejan del lugar para poder sacar al comerciante. No se en que estado se encuentra
ese hombre ni me importa, pero de lo que me doy cuenta es de que una parte de
esos soldados se han unido a mis perseguidores apoyándoles desde la distancia
disparándome con esas armas mágicas que muchos nobles consideraban demoníacas, pero
no son tan certeras y logro esquivarlas, pero las que quedan logran alcanzarme me
infligen leves heridas que eran curadas inmediatamente con mi magia lo que
aceleraba el desgaste. No puedo defenderme y esquivar al mismo tiempo.
Por un descuido una de
las balas se clavó en mi pierna, caigo al suelo levantando el polvo a mi paso.
Suelto un quejido de dolor que escocía en la parte posterior de mi muslo, clavo
la espada en el suelo para ayudarme a levantarme mientras me curo. La
recuperación es más rápida de lo habitual ya que esa herida era pequeña.
Tal vez no se han dado cuenta, pero yo no estaba corriendo
por ahí sin razón alguna, tenía un plan, uno que se me ocurrió en medio de la
desesperación y si funcionaba es posible que pueda salir de aquí con vida.
Clavo la espada en el suelo, me apoyo sobre ella para patear
la cara del mercenario que se interpuso en mi camino, bloqueé tres ataques
consecutivos desviando las lanzas y escapadas, me lancé al suelo evitando el
impacto de la maza del mercenario para saltar sobre el enemigo que tenía
delante. Apoyándome en su cara tomé impulso para saltar aun más alto, giré
sobre mí mismo colocándome boca abajo mientras esquivaba las balas, saqué el
cuchillo de cazador de la funda, lo impregné de toda la magia que pude y lo
lancé con todas mis fuerzas en dirección hacia donde se encontraba el mago
negro.
El cuchillo voló directamente hacia su objetivo trazando una
curva mientras alcanzaba una gran velocidad. A pesar de las grandes habilidades
del mago, no pudo ver venir ese ataque, el cual impactó directamente en su
cuello atravesándolo con relativa facilidad gracias al recubrimiento. La sangre
brotó de su cuello manchando sus oscuras prendas, soltó su vara llevando sus
manos a la garganta agarrando la herida que le había cortado tanto la yugular
como sus cuerdas vocales, dio dos pasos hacia atrás intentando mantenerse en
pie, extendió su mano hacia la vara mientras intentaba pronunciar una palabra
pero todo lo que salía de su boca era sangre. Sin poder lograr alcanzar su bastón
cayó de espaldas al suelo, mientras su mirada se oscurecía lo último que vio fue
la barrera desvanecerse, sus últimos esfuerzos por salvar a la gente habían
terminado.
Al desaparecer la barrera los Rukh se lanzaron a devorar a
los humanos sin ninguna restricción ya que no quedaba nadie que podía
detenerles. Tanto los soldados como los esclavos trataron de huir pero sus
esfuerzos eran inútiles frente al número de bestias.
Por alguna razón que desconocía, cuando el mago murió, los
mercenarios dejaron de atacarme, en ese momento los alados se lanzaron hacia
nosotros comenzando a atrapar a tantos como sus picos se lo permitían, me lancé
al suelo derrapando para poder pasar por debajo de él esquivando sus picotazos
con mi agilidad. Antes de darme cuenta estaba detrás los pájaros los cuales
habían rodeado a los demás mientras que frente a mí se extendía el camino a la
libertad. Sin pensármelo dos veces corrí sin mirar atrás, avancé todo lo
posible hasta que llegué a una distancia que podía considerar segura, es en ese
momento cuando miré hacia atrás y vi como los Rukh estaban disfrutando del
festín de sus vidas, aun se podían oír los gritos de las personas pidiendo
auxilio, cosa que no me importó en lo más mínimo, pero sentía la necesidad de
volver, necesitaba recuperar el cuchillo de cazador pues era el último recuerdo
que me quedaba de Samvel. Esperé.
Cuando el sol estaba invadiendo el horizonte dándole paso a
la noche los Rukhs se marcharon volando a sus nidos en donde quiera que estén.
Esperaba ese momento con impaciencia, terminé de esperar, me levanté y avancé
con todas la velocidad que podía alcanzar. Al llegar al lugar de la masacre el
olor de la sangre y la muerte me recibió de lleno obligándome a taparme la nariz
con el pañuelo rojo.
Caminé entre los restos de la caravana, a parte de los dos
Rukhs que yacían muertos sobre la tierra todavía quedaban algunos cadáveres de soldados
y esclavos, los cuales habían sido abandonados y ahora estaban siendo devorados
por bestias nocturnas, las cuales al verme una de ellas rugió tomando una pose
de ataque parecida a las de los Wargos, pero al ver que seguía acercándome
huyeron despavoridas, no entiendo por qué me tiene tanto miedo a simple vista
para ellos soy un humano mas y encima estoy cubierto de sangre con más razón deberían
estar atraídas por mí.
Recuerdo que mi cuchillo quedó clavado en el cuello del mago
por lo que lo primero que hice fue buscarlo, pero no lo encontré por ninguna
parte.
“(Puede que se lo comieron, aunque quizás haya caído por aquí
cerca)” Con ese pensamiento rebusqué entre los escombros, la tierra removida y
finalmente entre los esclavos. No encontré nada.
Me quedé parado mirando el suelo aceptando a la fuerza la
realidad, había perdido el único recuerdo que me quedaba de mi amigo, la única
persona de todo Mattel que estuvo de mi lado cuando todos me dieron la espalda.
Pierdo a mi padre, luego a mi hermano, mi casa y lugar en el mundo ¿qué es lo
que me queda?
Torcí mi boca formando una sonrisa, solté una carcajada, reí
y seguí riéndome hasta caer al suelo de rodillas, tapé mi cara con mi brazo
sintiendo como las lágrimas humedecían mi manga. Ya no sabía si estaba riendo o
llorando, solo se oía a un idiota gritar en medio del campo.
El ruido del derrumbe de la caravana llamó mi atención, una
persona malherida que logró sobrevivir a la masacre trataba de salir a duras
penas de su escondite. Al verle apreté mis dientes, fruncí el ceño, corrí hacia
él, lo saqué de ahí jalándole del brazo y lo estampé contra el suelo, me
coloqué sobre él y empecé a golpear su cabeza mientras gritaba:
“Por qué, ¿por qué tuvo que pasarme esto? el alcalde, esa
mujer, luego Morrtiz y ahora este mercader ¿por qué todos queréis verme muerto?
¿Acaso hice algo mal? ¿Qué no me he esforzado por ser una buena persona todo
este tiempo? ¿Por qué me tenéis que hacer esto? No soy un criminal, dejad de
tratarme como tal”
Cada puñetazo que daba me hacía perder la cabeza, mi visión
cada vez se hacía más y más borrosa, pronto me hallé en un lugar oscuro y
desolado. Frente a mí había un cuervo, un cuervo pequeño de color negro formando
por la mágica, la cual empezó a brillar a medida que aumentaba de tamaño
acercándose a mí. Sentí algo parecido a una mano posándose sobre mi mejilla,
transmitiendo calidez y serenidad, una magia que reconocí enseguida y me hizo
entender algo que se me había olvidado: Mamá siempre estará conmigo allá donde
esté.
Al cabo de un largo rato tras desahogarme, me tranquilicé un
poco y me di cuenta de que la cabeza de ese hombre en el cual volqué todo mi
enfado ya no existía y lo que estaba golpeando con mi puño desde hace rato era
el suelo. Me levanté del cuerpo inerte e inspiré profundamente.
Ignorando el pequeño detalle de que acabé con la vida de una
persona que necesitaba ayuda, decidí olvidar toda esta tragedia y seguir
adelante porque lo importante es que yo estoy vivo. Aun después de desahogarme
todavía me cuesta aceptar la perdida del recuerdo de Samvel y hora no se bien
que hacer. La noche está a punto de caer, rebusqué una última vez entre los
escombros y los cadáveres buscando algún utensilio que pudiese ayudarme, encontré
unas cantimploras las cuales estaban llenas de agua lo que era de agradecerse,
algo de dinero, armas y algunos artículos más.
Con la noche ya caída, me alejé de ese lugar putrefacto lugar
no sin antes poner todos los artículos en uno de los grandes baúles que un
estaban enteros, vendría a recogerlos mañana.
Como todas las noches hice una hoguera al lado de un árbol.
Lo bueno es que esta vez sí que tenía agua y la comida no escaseaba pues
siempre lograba encontrar esos extraños frutos tirados por ahí.
Al día siguiente recogí todo lo que pude llevarme o lo que
podía venderse y marché por el sendero en la dirección por donde había venido
la caravana. Andar por un camino es cien veces mejor que seguir huellas y
buscar una coherencia entre ellas para poder trazar una ruta que te lleve al
destino que buscas, en otras palabras es un coñazo, seguir un camino ya te
conduce a un destino o eso es lo que me gusta pensar porque siempre siento una
incertidumbre por lo desconocido y después del incidente con el mercader debo
andarme con más cuidado, a medida que avanzo me pongo a pensar en todo lo que
he hecho hasta este momento y viendo mis recuerdos desde otra perspectiva
pienso que tal vez si hubiese hecho eso, o esto otro quizás las cosas hubiesen
terminado de otra forma.
En el transcurso del viaje el sonido del agua fluyendo me
sacó de mis pensamientos. No podía creerlo, aligeré mi paso siguiendo el sonido
del caudal y tras varios días de continua búsqueda por fin encontré un río, de
hecho uno enorme y lo mejor de todo es que sus aguas eran tranquilan y no tan
agitadas como los que había en las Montañas del ocaso, aquí casi se podían ver
las sombras de los peces.
Esbocé una sonrisa de satisfacción, estaba algo feliz por
haber encontrado agua. Sin más dilación reuní una gran cantidad de madera para
hacer una fogata, luego me desvestí y entré al agua despacio para no caerme.
Caminé hasta que el agua me llegaba por la cintura, no podía ir más lejos.
El agua estaba fría, refrescante, no me había bañado así desde
hace tiempo. Conseguí limpiarme las manchas de sangre que impregnaban mi piel y
mi pelo pero mis manos seguían manchadas de la sangre de esa gente, yo los dejé
morir aunque no me arrepiento de ello. Al cabo de un rato, la agradable
sensación de estar dentro del agua se convirtió en molestia, al salir mi cuerpo
tiritaba del frío, busqué el calor de la hoguera para secarme mientras me
secaba con una de las prendas que había tomado del baúl. Era lisa y sedosa,
supongo que de debía costar una fortuna una pieza como esta y ahora me sirve
como toalla, el mercader estará revolviéndose en su tumba.
Tras bañarme lavé mi ropa y la dejé cerca del fuego para que
se secase, el calor de la hoguera era bastante agradable, seguro que la ropa se
secaría en un momento. Mientras se secaba observé a los peces nadar, lamentaba
no tener una caña a mano y no tenía nada para hacer una ya que la madera de
estos árboles no es tan flexible como los árboles del bosque.
Ahora que ya estaba limpio y mi ropa seca marché rumbo hacia
la ciudad que se encontraba siguiendo el río. Cuando llegué hasta allí ya había
anochecido pero todavía había bastante luz como para divisar la muralla, una
muralla de madera y no de piedra con dos atalayas a ambos lados en lugar
barbacanas.
Me acerqué a la puerta levadiza y grité para que me abriesen,
al oír mi llamada un centinela se asomó por encima de las almenas de la puerta.
“¿Quién eres y por qué estás gritando?” Preguntó el centinela.
“Soy un… viajero y quiero entrar a la ciudad, buscar una posada
para pasar la noche” Expliqué.
“No puedes pasar” Dijo el centinela.
“¿Por qué?”
“Tengo órdenes de cerrar el portón al caer el sol, no puedo
abrirlo hasta el alba. Es una lástima pero tendrás que pasar la noche a fuera,
pero ten por seguro que abriremos la ciudad cuando amanezca, así que puedes
volver mañana.” Dijo antes de salir de mi vista.
La respuesta del guardia no me agradó mucho que digamos, me
hacía ilusión poder dormir por fin en una cama, aunque sea una de paja, era mil
veces mejor que estar en el suelo.
Como no quería causar ningún alboroto cedí ante la negativa por
lo que me di la vuelta y busqué un sitio para pasar la noche. No tardé mucho en
encontrar un pequeño terreno entre el río y el camino donde la hierba era más
verde.
Volví a hacer una hoguera, clavé la espada detrás de mí y me
tumbé sobre la pieza que anteriormente usé como toalla, no estaba de humor para
cenar ni tenía ganas de llenarme el estómago de más de esa fruta. Cerré los
ojos esperando ansiosamente que se saliese el sol.
Abrí mis ojos cuando sentí una extraña sensación de
incomodidad recorriendo mi cuerpo, me incorporé un poco esperando que se pasara
pero mi cabeza seguía dando vueltas. Todavía era de noche, pero no había
estrellas en el cielo, el brillo de la hoguera no alumbraba tanto como debería,
arrojé un leño más esperando avivar la llama para poder espantar a los
depredadores.
El sonido de algo acercándose llamó mi atención.
Desde las sombras que cubrían los límites del camino una misteriosa
carroza negra circulaba en mi dirección guiada por una extraña bestia que no
había visto en mi vida. Era un animal de color rojo oscuro con un pelaje negro
erizado, su cara era tan siniestra como la de un demonio con ojos brillantes,
cuerpo parecido al de un gato pero las patas delanteras tenían forma de alas de
murciélago y las traseras semejantes a las de un dragón, su cola estaba
retorcida y terminaba en un intimidante aguijón.
La bestia rugió deteniéndose junto con la carroza en frente
de mí. Observé que el lugar donde debía estar el cochero estaba vacío y que en
las esquinas colgaban unas lámparas que brillaban con luz morada mientras que
soltaban un polvo plateado.
Era demasiado irreal, creo que estoy soñando, si debe de ser
eso. Aun así no me atreví a acercarme al animal.
La puerta se abrió dejando caer unos escalones junto con un
humo oscuro que descendió a modo de alfombra. Un escalofrío repugnante sacudió
mi columna vertebral al pensar que quizás era la sobrina del alcalde quien me
había encontrado, pero la sensación solo acrecentó cuando en su lugar fue otra
persona la que salió del carruaje.
Aparentemente un hombre ataviado con una gabardina negra que
le llegaba hasta las rodillas encima de un traje de color azul oscuro con un
trozo de tela atado a su cuello con el símbolo de una mariposa naranja. Su
cabeza estaba cubierta por la capucha de la gabardina, al igual que su cara por
una extraña máscara con tubos incrustados. No se parecía en nada a la que
usaban los doctores de la peste, pero la persona que tenía ante mí tampoco
aparentaba tener algo que ver con la medicina.
“Buenas noches, joven” Retrocedí al oír esa extraña voz distorsionada
y antinatural “No tengas miedo. Puede que en un principio a primera vista puedo
resultar un poco… como decirlo… intimidante, pero no te preocupes, te aseguro de
que tanto yo como mi mascota somos… inofensivos” La criatura soltó un gruñido
intimidante.
Sobraba decir que estaba realmente asustado, mi espada estaba
clavada entre él y yo y no tenía otra arma para defenderme. Pero si esto es un
sueño entonces no puedo morir ¿verdad?
“¿Quién es usted y qué es lo que quiere de mí?” Pregunté con
mi voz temblorosa.
“…” Sonrió detrás de su máscara “Mi nombre es Megisto y esta
es mi compañera una amable y tierna mascota que conduce mi carro, es una Mardyakhor
a la que yo la llamo cariñosamente Manticore. El caso es que hace rato nosotros
vimos tu… grandiosa batalla contra los Rukhs y he aquí en mi necesidad de un
valiente aventurero para que me ayude con una pequeña tarea… Por supuesto que te
recompensare generosamente” Habló esforzándose en pronunciar correctamente en
mi idioma.
“No lo se… yo… es todo tan repentino” Reí con nerviosismo
“¿Por qué alguien como usted le pediría algo a un Sangrevil como yo”
El encapuchado se quedó un momento en silencio generando una
incomoda atmosfera. El verme relejado su máscara no hacía sino aumentar mi
nervosismo.
“(Di algo maldita sea)”
“Das la impresión de ser una persona que no tiene nada que
perder, pero creo que no comprendes bien cuando hablo de recompensa. No te
estoy ofreciendo solo una recompensa monetaria, tampoco algún artículo sin
valor, lo que yo te ofrezco es un lugar al que pertenecer, el futuro que te
mereces eso es lo que te estoy ofreciendo”
Abrí mis ojos de par en par. Su oferta coincidía exactamente
con lo que deseaba, casi como si hubiese visto a través de mí, sonaba demasiado
conveniente.
“Aun así no me has respondido ¿por qué tengo que ser yo al
que ofreces ese… futuro?”
“¿No estaba escuchando? Te lo dije al principio de nuestra conversación…
he visto tus habilidades, tu… no te esfuerzas por parecer un simple normal” No
supe como responder a eso y guardé silencio “Hablé de más” Susurró el
enmascarado.
“Lo siento” Dije “Pero no se si debo fiarme de ti”
“Entiendo…” Tras decir eso volvió a su carroza, pero no entró
dentro sino que se acercó a la parte trasera donde había un compartimento
camuflado desde el cual sacó un pequeño artilugio “Como muestra de confianza me
gustaría entregarte esto”
El objeto que llevaba entre sus manos parecía ser una
pulsera, no entiendo muy bien por qué me entrega eso si es un accesorio para
mujeres.
“Ehm… esto… aunque no lo parezca soy un hombre y me resulta
difícil aceptar algo que suelen usar las mujeres” Respondí.
“Es bueno saber eso, pero esto no es una simple pulsera. Esto
es un extraordinario artefacto que simboliza el lazo entre nosotros entre tu y
yo, pero solo te lo entregaré si me ayudas… considéralo como una señal y parte
de lo la recompensa… ¿qué me dices?”
“(Ah, sigue insistiendo en que le ayude, bueno esto es un
sueño, creo, ¿qué podía salir mal de aceptar su petición? Aunque no soy un
aventurero tener una recompensa suena bien y además no tengo nada mejor que
hacer) Está bien aceptaré tu misión o como lo llames”
El enmascarado pareció estar complacido al escuchar la respuesta
que quería oír, pues no tardó en acercarse a mí y entregarme la pulsera. Al
colocármela en el brazo izquierdo puede apreciar mejor su forma: ocupaba la
mitad del antebrazo, las abrazaderas plateadas se cerraron al momento de
colocármelo. Había un plano cristal de forma hexagonal que se extendía de punta
a punta, sobre ese cristal veía líneas paralelas que se ramificaban brillando
con todos los colores del arco iris. Al pasar mi mano por encima unos cuadrados
de luz blanca aparecieron flotando alrededor de la pulsera. Tenía razón, esto
no era una pulsera normal.
“Esto es un nuevo producto desarrollado por el departamento
RTD de Iglesia de Asgarland que combina magia y tecnología, lo llamamos Coil,
al ponértelo te identificó como su portador así que ya puedes acceder a sus
múltiples funciones”
Los cuadrados mostraban letras de un idioma que me resultaba
algo conocido pero a la vez muy diferente, poco entendía lo que estaba escrito.
“¿Por cierto qué es lo que se supone que debo traerte?”
Pregunté sin entender nada de lo que estaba divagando.
“Casi se me olvida, me he ido por las ramas y acabé hablando
de más. Verás necesito que encuentres la gruta de Ouwasch y me traigas el
tesoro que crece en su interior: la flor de las estrellas”
Dejé de mirar los cuadrados y clavé mis ojos en su máscara. Inmediatamente
recordé como Morritz me hizo atravesar medio bosque solo por una maldita flor, que
me encarguen hacer una misión similar no me hace feliz.
“¿Una flor?”
“Eso es, una simple flor… no será algo imposible para ti
¿verdad?” Decidí no contestar, solo asentir “Antes de nada… ¿puedes leer el
idioma del norte?”
“Es parecido al del reino Walaske pero hay palabras que no
entiendo” Dije mientras señalaba algunas de ellas.
“De acuerdo, te enseñaré como funciona este aparato. No te
asustes ya verás es muy intuitivo, hasta un niño de cinco años es capaz de
manejarlo”
El encapuchado se tomó su tiempo explicándome qué eran esos
cuadrados y como interactuar con ellos, lo que me dejó impresionado jamás había
visto una magia similar. Básicamente los cuadrados de luz eran pantallas y
tocándolos dabas indicaciones al cristal para abrir lo que él llamaba: Programas
<AMP>. Todos y cada uno esos programas respondían a una función concreta
para uso real y por lo que veo muchas de ellas pero el enmascarado no se detuvo
a explicarme para qué servían, excepto una en la cual puso mucha énfasis.
“Mirándolo de esta forma sí que es algo intuitivo” Dije
mientras hacía girar las pantallas.
“Con esto finaliza nuestra lección, ahora si quieres
ganártelo de verdad tendrás que completar la misión que se te ha impuesto. Eso
es todo, pero por si acaso si no eres capaz de hacer algo tan simple como
recoger flores, entonces… bueno dejemos eso para más tarde, aunque no lo
parezca tengo algo de prisa” Dijo caminando de regreso a su carro
aligeradamente.
“¡Espera!” Le llamé “Si la completo ¿Cómo puedo avisarte?”
“Cuando lo completes lo sabré, eso no es asunto tuyo. Posees
un tiempo indefinido, aprovéchalo bien y otra cosa que casi se me olvida
decirte” Señaló a la espada clavada en el suelo “No se si lo habrás notado,
pero eso no es un arma, es un ser vivo” Reveló antes de subir.
Manticore rugió como si estuviese anunciando la inminente
partida y jaló del carro avanzando hacia la oscuridad, pronto no hubo señalo
del carro, se fue igual que vino.
No entendí lo que quiso decir con eso último, pero como
todavía era de noche apagué el Coil y volví junto a la hoguera, si esto es un
sueño no tengo de qué preocuparme. Con esto en mente no tardé en quedarme
dormido.
A la mañana siguiente, como todos los días los fuertes rayos
del sol golpeaban mis parpados, tapé el sol con mi brazo haciendo que mis ojos
se encontrasen con cierto objeto amarrado a mi brazo.
“¡No puede ser!” Me incorporé de golpe con mis ojos clavados
en la pulsera. El sudor recorría mis mejillas, se me secaba la garganta y un
escalofrío recorría mi columna “Era un sueño… ¿era un sueño verdad, verdad que
sí?...”
Me llevó un rato darme cuenta de que pasó ayer por la noche
no fue fruto de mi imaginación desbocada, aun así todavía no me podía creer que
tal persona podía existir, desde luego que el mundo es grande.
Me acerqué hasta la espada que seguía clavada en el suelo,
extendí mi mano hacia ella queriendo agarrarla como lo hice todo este tiempo.
No llegué a tocar la tan siquiera la empuñadura, las palabras de ese hombre me
carcomían la cabeza ¿de verdad esto no es una simple espada? Desde siempre
quise una espada para parecerme más a mi padre, para poder ser tan fuerte como
él… Sacudí mi cabeza y tomé el arma de una vez por todas, me daba igual que era
un ser viviente seguía siendo mi espada pero si es verdad que es un monstruo
entonces eso responde a ciertas cuestiones…
El caso es que ahora me he comprometido a ir a no sé qué gruta
para recoger no sé qué flor, como no quería meterme en más líos debía recoger
esa flor y luego buscarme la vida, todo sencillo.
Recogí mis cosas y marché hacia la ciudad amurallada donde
pude apreciar varias cosas que se me pasaron la noche anterior por culpa de la
oscuridad. Lo primero que vi fue que la ciudad está ubicada alrededor de un
meandro, con su muralla rodeando la ciudad hasta la orilla del río.
Llegué hasta la puerta donde fui recibido por el guardia con
el que me encontré anoche ahora custodiando la puerta junto con su compañero.
“¡Tú! ¡Detente!!” Gritó el guardia.
“(¿Y ahora qué? No he hecho nada, no me ha dado tiempo) ¿A
qué viene esto?”
“Espera ahí”
El centinela se acercó a mi y me miró de arriba abajo, luego
volvió la mirada a su compañero que estaba en guardia con su mano sujetando la
empuñadura de su espada.
“No parece que sea uno de los bandidos”
“Eso pienso yo…” Contestó su compañero soltando su espada.
“Perdona chico Puedes pasar” Dijo regresando a su posición.
“Espera ¿por qué me has inspeccionado?” Pregunté.
“Tras el incidente con los Rukhs nuestro pueblo fue saqueado
por unos bandidos” Contó el otro guardia “Vinieron aprovechando el caos para
robar en la casa del jefe, también liberaron al cabecilla, Riggus”
“(¿Riggus? ¿Una cabeza? ¿De qué está hablando?) Ya veo,
parece algo problemático. Por cierto nos vimos anoche no me dejaste pasar”
El guardia me miró poco convencido al oírme, pero en seguida
cayó en la cuenta.
“¡Ah, es cierto! No lo recordaba, estaba medio dormido”
Soltó.
“¿Estabas dormido en una guardia? Se lo haré saber al
capitán” Dijo el otro centinela con un tono enfadado para luego abandonar la
posición e ir dentro de lo que parecía ser la casa de guardia.
El guardia dejó salir un pesado suspiro.
“Otra vez me van a recortar el suelo”
“¿Así que hasta un asentamiento tan fortificado puede ser
asaltado?” Pregunté interesándome en el tema.
“Si, cuando oímos los graznidos de los Rukhs muchos se
acercaron a las murallas para ver que pasaba, mandamos una expedición para
inspeccionar el lugar, cuando se fueron los bandidos salieron de sus escondites
para asaltarnos. Llegaron por el este en un reducido grupo por lo que pudimos
reducirlos con facilidad… pero resultó ser un señuelo y otro grupo entró por el
oeste, aprovechando un flanco débil cerca de la prisión y sin la mayoría de los
solados de la guarnición, los bandidos camparon a sus anchas. Logramos
expulsarlos con lo que quedaba de la guardia… quedé muy cansado, encima me
asignaron la guardia nocturna y creo que fue cuando tu viniste” Contó de manera
casi sobreactuada.
“Entiendo (No necesitaba que me contaras toda tu vida) Aunque
no tenías por qué tratarme con tanta brusquedad” Fingí estar ofendido.
“Cierto, no tenías nada que ver con esto y estaba demasiado
cansado… Aun que ya pasó todo… Bueno, considérate bienvenido a Sandur pasa y disfruta
de la hospitalidad de nuestro pueblo.”
“(¿Hospitalidad? Si me has cacheado nada más entrar) De
acuerdo” Al momento de entrar por la puerta me detuve para volver a preguntar
algo más “¿Qué ocurrió con la expedición? ¿Encontraron algo?”
El guardia se tomó un momento para decidir si quería hablar o
no.
“…Si, verás… resulta que un comerciante de esclavos llamado Zaid
que frecuentaba mucho este pueblo fue emboscado por los Rukhs, algo detuvo el
avance de la caravana y fueron emboscados… eso es lo que descubrieron en la
expedición”
“De acuerdo, gracias por contármelo” Asentí y entré al
pueblo, pero entonces el centinela volvió a llamarme.
“Disculpa chico, tu acento no me suena mucho ¿de donde eres?”
“Vengo de una ciudad tras las montañas del ocaso. He
recorrido un largo camino y ahora estoy buscando una posada ¿conoces alguna?”
El centinela señaló la calle con su mano.
“Hay una cruzando la calle, se llama la posada del Lémur. La
dirige el tío del hermano de mi mujer, es un hombre de aspecto rudo lo
reconocerás cuando lo veas”
“Muchas gracias”
Marché en busca de esa posada adentrándome en el pueblo. Lo
primero que me llamó la atención fueron las casas que en mi opinión eran
bastante toscas y a diferencia de Mattel no estaban hechas de piedra y
ladrillos rojos, sino de madera y arcilla lo que les daba un aspecto rústico.
Están ubicadas unas tras otras sin seguir un patrón definido por lo que las
calles eran algo laberínticas y estrechas, ahora caminando entre ellas puedo
entender por qué a los bandidos les costó tanto salir. Lo siguiente que me
llamó la atención fueron las personas, nunca creí que una calle podía albergar
a tanta gente, pero dado que vine de una ciudad casi abandonada supongo que es
normal, pero a pesar de la cantidad el ambiente que circulaba era sombrío. Esa
gente perdió sus pertenencia, sus posesiones y quizás la vida de sus seres
queridos.
Miré al suelo tratando de evitar el contacto visual y
descubrí que la calzada está compuesta de piedras encajadas por lo que el suelo
tenía pequeños altibajos y era algo difícil caminar sin estar tropezándome cada
dos por tres.
A los lados de los edificios estaban las pequeñas tiendas
ubicadas unas al lado de otras, que vendían fruta, carne, ropa, accesorios y
pescado. No había mucha cantidad me mercancía y la que quedaba casi se podía
contar con los dedos, lo que provocaba un terrible sentimiento de tristeza
frustración y enfado en los comerciantes locales. Sobre las paredes de las
casas había muchos carteles con letras impresas que anunciaban algo que no me
paré a leer.
Crucé la calle y encontré rápidamente la posada del Lémur
gracias al cartel que colgaba en lo alto de la pared. La puerta de madera con
parches de hierro negro estaba abierta y su lugar lo ocupaba una cortina
compuesta de múltiples hilos con infinidad de pequeñas piedras de colores.
Al entrar de inmediato vi la mesa de recepción con un hombre
corpulento sentado detrás de ella. Estaba recostado sobre la mesa leyendo un
libro mientras se apoyaba sobre su brazo, al verme lo cerró inmediatamente y se
levantó.
“Buenas tardes señor ¿en qué puedo ayudarle?” Su voz era
grave y algo áspera, imponía la igual que su estatura.
“Hola… ehm… deseo saber cuanto cuesta una noche” No entendía
por qué me costaba tanto hablar quizás es porque es la primera persona en
tratarme con respeto.
“Una noche son tres Drakhmas de plata y cinco de bronce”
“Un segundo” Dije mientras abría el saco de las monedas “(Oh
vaya, aquí solo hay de oro) uhm señor… ¿le puedo pagar con una de oro?”
El posadero arqueó la ceja mientras arrugaba la nariz, luego
respondió.
“De acuerdo, una de oro” Dijo recibiendo la moneda para luego
entregarme el equivalente a su cambio junto con una llave de cobre amarrada a un
taco de madera con una piedra incrustada “Tu habitación es la 15, segunda
planta”
“Señor ¿no me pregunta por mi nombre para registrarme?”
Pregunté algo confuso.
“En esta posada solemos tener clientes que buscan discreción,
si me entiendes. No te preguntaré por tu nombre por lo que si alguien te busca,
aquí no has estado ¿entiendes?” Asentí con la cabeza “Si tienes hambre pásate
por el comedor, se encuentra al fondo del pasillo. El precio del alojamiento no
cubre la comida.” Dijo señalándolo con el pulgar “Disfruta de la estancia pero
no molestes a los demás huéspedes ¿has entendido?” Volví a asentir “Bien, fuera
de mi vista”
Recogí las monedas y caminé rápidamente hacia el comedor. Al
entrar pude apreciar que el mismo era bastante amplio además de que estaba
bastante iluminado, no se podía comparar con la maloliente taberna de Mattel,
eso sí el olor a cerveza inundaba el local pero eso daba igual. Encontré una
mesa libre en una esquina en el fondo y por suerte estaba limpia.
Cuando entré al comedor volví a sentir el cargado ambiente
que circulaba por las calles aunque en menor medida, mezclado con el aroma de
la cerveza dando a entender que muchos de los clientes estaban ahogando sus
penas a base de cerveza. Las mesas de madera estaban aLimeadas de tal forma que
permitían que las camareras y los demás clientes no se estorbasen los unos a
los otros. Encontré una mesa vacía al fondo de la sala, al sentarme en ella vi
que tenía una visión panorámica del escenario que se encontraba al otro lado de
la habitación donde dos mujeres tocaban unos extraños instrumentos de cuerdas,
los cuales emitían un sonido agradable y exótico para mis oídos. La música no
era alegre pero tampoco melancólica, suavizaba la atmosfera del lugar.
Entonces una mujer se acercó a mí cargando una bandeja vacía
con sus manos junto con una pequeña libreta y un lápiz.
“Bienvenido a la taberna ¿qué desea ordenar?” Preguntó.
“¿Y tu quién eres?” Pregunté desconfiado.
“Soy la camarera ¿alguna pregunta más?” Aunque la respuesta
sonaba impertinente el todo con el que me hablaba no era ofensivo.
“Si… dime qué clase de comida servís aquí” Pregunté con algo
de timidez.
La camarera hizo memoria y empezó a nombrar nombre de platos:
“Tenemos Briouat, Nhima, Fufu, Cholet, Kachumbari, Jollofr
con verduras y la especialidad de la casa: Bobotie”
Me qué mirándola con los ojos abiertos sin saber exactamente
si me estaba hablando de comida o insultándome a la cara.
“… Pues… viéndome a elegir diría que ¿Bobotie?”
La mujer tachó en su libreta el plato y luego volvió a
preguntarme.
“¿Algo más?”
“Pan y un zumo, el que sea pero que no sea demasiado amargo”
“Marchando” Dijo corriendo hacia la cocina.
Solté un pequeño suspiro. No tenía ni idea que la cultura cambiaba
tanto de lun lugar a otro, tampoco sabía como sentirme en este momento lo único
que esperaba era que la comida que encargué estuviese buena porque hace ya
tiempo que no como nada decente.
Mientras estaba aguardando la llegada del plato decidí
explorar los secretos de esta pulsera llamada Coil. Mirándola por encima parece
una bonita pulsera normal, pero al deslizar mi mano sobre ella aparecen paneles
flotantes con letras y dibujos, cuanto más lo miraba menos real me parecía y si
sumamos la extraña situación en que me fue entregada entonces solo puedo pensar
que este mundo está lleno de misterios intrigantes. Aun sigo sin poder entender
bien el idioma que aparecer en las pantallas.
Pulsé sobre el <App> que tenía forma de sobre, me
apareció otra pantalla sobreponiéndose a la anterior con un mensaje fácil de
leer.
“Misión – V/777: Recolectar la flor de las estrellas de la
gruta Ouwasch” Incluso venía una imagen de la flor, la cual era el cuadro más
realista que he visto en mi vida, comparado con esto, los cuadros que estaban
colgados en el ayuntamiento de Mattel parecían haber sido pintados por
retrasados mentales.
No tenía ni idea de donde estaba la gruta Ouwasch pero
encontré un <App> que mostraba un mapa, al tocar donde aparecía Misión –
777 hice que de alguna manera una línea de puntos apareciese cruzando el mapa
conectando dos puntos. A pesar de toda esa ayuda, la gruta parecía estar
demasiado lejos y me daba pereza ir hasta allí solo para recoger una flor que
prácticamente podía conseguir en cualquier florería o herboristería… por un
momento me quedé asombrado de mi propia genialidad, no tenía que ir hasta tan
lejos, el objetivo de la misión – 777 es conseguir la flor.
La llegada de la camarera con la comida me sacó de mi trance.
Ante mis ojos, dentro del cuenco de madera estaba lo que parecía ser una tarta
de carne con cebolla, limón y otros ingredientes que no pude identificar. El olor
que emanaba era embriagante lo que me motivó a probarlo.
“(Sabe bien)” Pensé agradecido de estar comiendo algo bueno.
Tras llenarme el estómago me acerqué a la barra donde pagué la
comida con el cambio que me dio el posadero.
Todavía faltaba tiempo para que anocheciese por lo que decidí
dar una vuelta por este pueblo.
Como este pueblo tiene calles laberínticas, tengo que tener
cuidado de no perderme. Como principal referencia tengo esta posada, que es uno
de los pocos edificios que tienen tres plantas además de que las calles están
numeradas por números y colores un detalle poco apreciable pero del que te das
cuenta de ello cuando te das cuenta de que estás perdido y buscas desesperadamente
la manera de regresar.
A mi lado pasaron dos soldados cuya armadura era igual a la
de los mercenarios con los que luché en la llanura salvo que en lugar de casco
llevan turbantes negros que solo dejaban ver los ojos, me acerqué a ellos
pidiéndoles amablemente que me indicaran donde podía encontrar una herboristería
o una florería. Los soldados me contaron de que no tenían ese tipo de tiendas,
pero señalaron el camino hacia una botica y me escoltaron hasta ahí porque les
pillaba de paso. Si hubiese ido yo mismo seguramente me hubiese perdido al
cruzar la primera calle.
Frente a mí estaba la botica, un edifico pequeño de paredes
decoradas con mosaicos de colores que formaban el mensaje: Apotheka de la nueva
esperanza.
Llamé a la puerta y esta se derrumbó dejándome paralizado en
el sitio.
“(Venga ya, ni siquiera usé tanta fuerza)”
Pude apreciar que en interior de la tienda había tres
personas dos de ellas, un hombre y una mujer ataviados con una túnica negra que
estaban haciendo limpieza y en el fondo había una mujer rechoncha vestida con
una túnica blanca, sujetando un pergamino donde estaba escribiendo algo
mientras miraba una de las innumerables estanterías que llenaban todas las
paredes, sobre las cuales había una infinidad de frascos y botellas tanto de
barro como de porcelana, algunas enteras y otras rotas. No había que ser un
genio para darse cuenta de que esta tienda también fue asaltada.
Cuando se derrumbó la puerta los tres posaron en mí su
mirada. Sentí la imperiosa necesidad de salir corriendo, pero no era mi culpa
que la puerta se rompiese.
La mujer rechoncha se acercó a mí. A pesar de que destrocé su
puerta no pareció estar molesta por el asunto, es más me invitó a entrar
amablemente. Una vez dentro me disculpé por el destrozo y pregunté acerca de la
flor, desgraciadamente ella me contó que no tenían ese tipo de flores ya que al
parecer solo trabajaban con otro tipo de hierbas. Pregunté acerca de si había otro
lugar donde podía conseguirla y la respuesta fue la misma que me dieron los
guardias que me guiaron hasta este lugar.
Salí de la tienda con gran decepción. El único lugar de este
pueblo donde trabajan con hierbas y justamente estaba escaso de esa planta.
Maldije a los bandidos y a todos los demás, no hacían más que complicarme la
vida. Ahora tenía que ir hasta esa gruta.
Mientras vagaba por este laberinto llamado pueblo, me topé
con una pequeña plaza cuyos bordes fueron sembrados flores y árboles frutales,
pero lo que más me llamó la atención fue el centro, donde había una fuente
hexagonal recubierta por mosaicos turquesas, de la cual salía agua a borbotones
y caía al suelo filtrándose por unas rejillas. Me quedé un buen rato mirándola,
pues jamás en mi vida había visto algo así, conocía de pozos y demás, pero esto
es… indescriptible. Unas mujeres ataviadas con túnicas de colores alegres se
acercaban cargando ánforas de barro las cuales rellenaban con agua, al verlas
decidí hacer lo mismo y para mi sorpresa era agua potable. Sin dudarlo decidí
llenar las cantimploras que traía conmigo. Esto hacía que perderse casi hubiese
merecido la pena.
En ese momento oí unas voces a unas pocas calles, sonaba como
una muchedumbre enfurecida. Impulsado por mi curiosidad seguí discretamente a
los ciudadanos que iban en mi misma dirección por las calles amarillas. Llegué
hasta lo que parecía ser un templo de paredes azules, verdes y rojas, llenas de
detalles y dibujos geométricos. Sobre el templo se alzaba una enorme cúpula
plateada. El templo estaba rodeado por cuatro filas de columnas que marcaban la
distancia entre el territorio del pueblo y la del templo.
En frente del templo había una fuente hexagonal, en cada
punto había una estatua de bestias en forma de gatos con garras de dragón y
púas en la espalda, desde sus bocas fluía el agua que rellenaba la fuente. En
el dentro de la misma había una estatua de una mujer con tres vasijas de las
cuales salía agua que caía sobre las estatuas de personas arrodilladas.
La muchedumbre se reunió en la otra parte del patio,
alrededor de tres postes de madera donde había tres personas abrazadas a los
mismos con una cuerda atada a sus manos. Estaban arrodillados, con la espalda
al descubierto exponiendo su piel canela al sol.
Me ubiqué entre ellos intentando llegar a la primera fila
para ver qué pasaba. Pronto llegó un hombre desde el interior del templo,
estaba ataviado con una túnica morada con telas blancas envueltas sobre su
torso y un turbante rojo y blanco sobre su cabeza, se colocó en el centro de la
plaza llamando la a tención de la muchedumbre. Junto a él había una fila de
soldados que marcaban un perímetro.
“Hemos aquí en este desafortunado día, donde los herejes que
libres de infectar nuestro pulcro culto han corrompido las sagradas enseñanzas
del gran libro de los astros pronunciando mal la oración del pre-anochecer, han
rezado mal atrayendo la desgracia que asoló al pueblo. Dios de los astros,
nuestro único y verdadero señor no tolera esa falta de respeto y deben ser
castigados”
La muchedumbre de fanáticos lanzó un grito alzando el puño apoyando
las palabras del sacerdote.
“El castigo de estos herejes es la muerte, pero para que no corrompan
las almas de nuestros familiares y hermanos que descansan entre nosotros bajo
las paredes de nuestro templo, deben de ser purgados de todo mal antes de
abrazar al espíritu del más allá ¡Cien latigazos!”
A su orden, el verdugo sacó un látigo de múltiples hebras de
cuero negro y flexible incrustadas con piedras preciosas, que brillaban a la
luz del sol mostrando su filo.
Con el público vitoreando empezaron a contar los latigazos
mientras que las tres personas gritaban y suplicaban ayuda con cada golpe
recibido. A cada chasquido de látigo, la piel de los herejes se abría, estaban
siendo despellejados vivos, los trozo de carne saltaban por los aires, sangre fluyó
sobre el suelo trazando el camino entre el verdugo y las víctimas cada vez que
recogía el látigo para volver a usarlo. Viendo la escena me vi a mí mismo
sufrir casi lo mismo en Mattel y me pregunté si esos hombres de verdad eran
culpables de algo.
Pronto los latigazos cesaron cuando el verdugo dejó de
contar. Los herejes hace rato que ya no gritaban, no estaban muertos ni se
habían desmayado, solo se cansaron de gritar y aceptaron su destino. Tres
soldados se acercaron al tercer poste, uno cortó la cuerda, mientras los otros
dos llevaron a rastras al hereje por los brazos hasta un tronco de madera con
una hendidura curva donde colocaron su cabeza.
El sumo sacerdote desenvainó un shamsir plateado desde su
funda azul y dorada, roció agua sobre su filo por ambas partes, hizo ese
movimiento varias veces. Una vez purificada la hoja, él mismo la blandió
cortándole la cabeza al hereje, la cual cayó al suelo rodando por el suelo
hasta una cesta donde dos cerdos negros se encargaron de devorarla. El público
gritó de alegría cuando el cuerpo cayó al suelo chorreando sangre como una
fuente.
Tragué saliva y me sujeté el cuello mientras me preguntaba
sin así hubiese acabado mi vida si Slania no me hubiese rescatado. Abandoné la
muchedumbre cuando los soldados desataban al siguiente. Volví por el mismo
camino sin mirar atrás.
Tras esta pausa llegué de nuevo a la posada donde me esperaba
una habitación digna de un plebeyo, con una cama maloliente y un jarrón para
las necesidades nocturnas. Pero desde mi punto de vista después de pasarme días
durmiendo en el suelo esto se puede considerar como un lujo.
Cuando me desperté en aquella habitación me di cuenta de que
ya era mediodía, había dormido tan plácidamente que se me pasó toda la mañana y
aun así me costaba levantarme. Después de asearme recogí mis cosas para luego
salir de la habitación. Mi estomago gruñía anunciándome que no me dejaría ir a
ninguna parte si antes no comía algo y como mi viaje parecía ser bastante largo
a juzgar por el mapa debía repostarme bien y de paso llevarme víveres para el
camino.
Fui directo al comedor donde me encontré con la misma
camarera, la cual acudió a tomar mi orden una vez me haya sentado. No se
exactamente que plato era el que encargué esta vez, pero tenía un huevo frito
sobre cebolla y carne, además del plato principal pedí algo dulce y comida para
llevar.
Tras pagar guardé los víveres y partí en la dirección que
mostraba la brújula del Coil, he de reconocer que esto es muy práctico una vez
que entiendes como usarlo. Llegué hasta una barbacana de madera, donde me
disponía a cruzar pero en frente de la puerta había un enorme carro tapando la
entrada.
Un anciano fornido con barba gris estaba cargando grandes
cajas en un carro con la ayuda de un soldado que abandonó su posición para
echarle una mano. Cuando me vio se limpió el sudor de la frente con su brazo lanzándome
una pregunta:
“Eh tu chico ¿podrías ayudarnos?”
En primera instancia decidí ignorar su petición pero cambié
de opinión cuando siguió hablando “Te recompensaré” Sin dudarlo acudí en su
ayuda como debe hacer todo buen chico de mi edad. En poco tiempo conseguimos
encajar toda la mercancía “Si que eres fuerte, chico. Sin tu ayuda estaríamos hasta
la noche” Dijo entregándome una moneda de cobre.
“(Esperaba algo más)” Pensé mientras miraba con decepción la
moneda que descansaba en la palma de mi mano.
“Por cierto ¿Cómo te llamas?” Preguntó repentinamente
sacándome de mis pensamientos.
“Yahvis”
“Yahvis, un nombre curioso ¿no tienes apellido?” Negué con la
cabeza ya que a los plebeyos no se nos concede ese honor “Encantado, soy Haaziq
Ibn Rukyan, o como algunos me llaman: El Garin de Sandur” Dijo estrechándome la
mano.
“(Quien sea el que te llame de esa manera de seguro que no es
tu amigo)” Pensé mientras estiraba mi mano aceptando su saludo.
“Supongo que habrás oído hablar de mí ¿verdad?” A lo que le
respondí negándome con la cabeza “Bueno, no pasa nada. Dime Yahvis ¿te diriges
al oeste, verdad?”
“Busco una gruta llamada… Ouwasch ¿sabes donde se encontrarla?”
“¿Ouwasch?... Si, la conozco” Dijo algo dubitativo “Es una
zona algo peligrosa ¿por qué quieres ir allí?”
“(Porque una noche un enmascarado surgió de la oscuridad con
su quimera y me mandó a buscar flores… es obvio que no puedo decir eso, suena
demasiado estúpido) Por asuntos propios” Contesté con el ceño fruncido.
“Tranquilo chico, no quería ofenderte, solo preguntaba. Un
comerciante debe conocer bien a sus clientes”
“(¿Acaso me ves cara de querer ser un cliente tuyo?)”
“La gruta se encuentra al noroeste, si quieres te puedo
llevar hasta un lugar cercano que está en esa misma dirección. A cambio solo
protegerás mi caravana de bandidos y animales ¿qué me dices? Es un buen trato
¿no?”
“Si… pero ¿por qué yo? ¿No puedes contratar a mercenarios o
soldados para que te escolten? Pregunté.
“Buena pregunta… verás los bandidos asaltaron mi casa y la
limpiaron a fondo por lo que ando escaso de plata. Si los bandidos me asaltan y
pierdo el cargamento ya nadie me llamará: el Garin de Sandur” Confesó el
mercader desolado.
“(¡Y qué me importa como te llamen!) No has contestado a mi
pregunta”
“Porque pareces ser un buen chico, dispuesto a cumplir tu
deber de… Está bien te recompensaré como es debido”
“Vigilaré el cargamento si me llevas hasta la gruta. Supongo
que será más rápido que ir caminado”
“¿Eh? No me digas que pensabas ir a pie hasta ese sitio. He
de reconocer que eres un valiente aventurero” Dijo el Garin de Sandur
sorprendido.
El anciano fornido se sentó en el asiento del cochero,
mientras que yo me montaba en la parte trasera del carro sobre las cajas de
mercancía donde podía tener una visión más amplia para evitar que los bandidos
nos emboscasen.
“En marcha” Exclamó Haaziq tirando de las riendas, obligando
a las dos bestias cuadrúpedas a iniciar la marcha.
Partimos de inmediato tras despedirnos del guardia que
amablemente accedió a ofrecernos su ayuda desatendiendo sus labores de
custodiar la entrada, guardias como ese ya no quedaban.
No tardamos en coger velocidad. El carro vibraba cada vez que
las ruedas encontraban algún obstáculo lo que hacía el viaje bastante incómodo
pero al anciano no parecía afectarle. A este ritmo llegaríamos enseguida a
donde sea que vamos. Observé que las bestias llevaban una cota de malla
cubriendo su cuerpo junto con unas placas de metal rodeando sus patas y cabeza,
aun así se esforzaban en correr a esa velocidad aguantando el peso.
“Dime Yahvis ¿de donde eres?” Preguntó repentinamente.
“Desde un lugar lejano, más allá de esas montañas enormes”
“¿Y qué te ha traído desde tan lejos?” Continuó preguntando.
“Ocurrieron muchas cosas y cuando me di cuenta estaba vagando
por la llanura” Contesté sin dar detalles “¿Por cierto a donde nos dirigimos? ¿Y
qué es lo que llevamos?”
“Nos dirigimos a la fortaleza de Urmia, llevo un regalo a los
Pashas que están la están visitando en este momento. Quiero llegar enseguida
para ver que cara ponen cuando vean lo que les traigo” Dijo con una sonrisa de
oreja a oreja.
“¿Quiénes son los Pashas?” Pregunté curioso.
El anciano se tomó un rato en darme una respuesta.
“Un Pasha es por así decirlo… como un político, miembro del Diván
que sirve al monarca de turno”
“(Espera aquí hay algo que no cuadra) ¿Dices que les estás
llevando un regalo? Pero si dijiste que te robaron ¿no sería mejor vender tu
mercancía a esos Pashas en lugar de regalársela? Así tu familia y tu no
tendríais que pasar hambre”
“Tienes buena cabeza chico, pero no deberías malgastarla
preocuparte por un anciano como yo” Dijo soltando una carcajada “No tengo
familia. Nunca me ha dado la necesidad de crear una porque no soy un hombre al
que le agrade la compañía de las mujeres, si sabes a lo que me refiero”
“Pues no, no se a qué te refieres”
El anciano soltó otra carcajada mientras agitaba las riendas.
No entendía por qué tanta prisa, pero parece ser que ese regalo debe de ser muy
importante para él.
“Dime Yahvis ¿qué opinas de las mujeres?” Preguntó de pronto.
“Pues no sé que decir. De donde yo vengo había pocas niñas de
mi edad, las cuales huían cuando me acercaba, salían poco a la calle pues
preferían reunirse en sus casas para cuchichear y reírse entre ellas. Nunca las
he visto caminar solas por la calle o ayudar en la caza o yo que se, evitaban
esos tipos de trabajos y cuando las veía no podía evitar pensar que eran unas
cobardes inútiles que preferían escapar y llorar a luchar. Siempre me
preguntaba ¿por qué no eran como mi madre? ella no temía a hacerle frente a
quien sea ya fuese hombre o bestia y nadie se atrevía a meterse con ella porque
era capaz de convertirlos en gusanos con su magia”
“Vaya, tuviste una buena madre. La mía murió al darme a luz
pero nunca la eché en falta porque tenía a mi padre y a mis hermanos y a mis
tíos y a mis abuelos, éramos una gran familia feliz” Esto último me pareció que
lo decía con sarcasmo “Sabes, yo era el hermano pequeño por lo que tenía que
esforzarme mucho para ayudar a los demás en el negocio del clan. Eventualmente
llegó a gustarme ese trabajo, tienes sus cosas pero te acostumbras.”
“¿Tan divertido es ser mercader?” Pregunté denotando mi
ignorancia.
“¿Eh? Ah, si claro. Mercader, si”
Tras un incómodo silencio continué hablando.
“Aun no entiendo por qué quieres regalar tu mercancía a esos
Pashas”
“Porque la fortaleza de Urmia se ha quedado vacía después del
incidente de los Rukhs, la mayoría de los soldados partieron hacia Sandur por
alguna razón. Me he enterado de que dejaron a esos nobles del Diván encerrados
en la fortaleza, no se los llevaron con ellos y es una oportunidad perfecta
para visitarles”
“¿Tan importante fue que esos pajarracos se comiesen a un par
de personas?”
“Se nota que no eres de por aquí. Verás un Rukh es
considerado una bestia sagrada, su colosal tamaño y sus plumas acorazadas le
convierten en un ser temible, solo uno es muy difícil de repeler incluso con
cincuenta soldados disparándoles al mismo tiempo, por lo que cuando muchos se
reúnen en un solo punto, entonces conviene tomar una serie de precauciones”
“¿Precauciones?”
“Nunca los verás volar juntos, salvo cuando están migrando. Y
encima esos pájaros se comieron a Zaid con toda su caravana de esclavos a mitad
de camino”
“¿Zaid?”
“Un gordo que viste siempre ropa de color morado y lleva
consigo a todas partes dos o cuatro magos con él”
Inmediatamente me vino a la mente la imagen del mercader.
“¿Y qué tiene ese hombre de importante?”
“Pues que ese hombre era el pez gordo que dominaba estas
tierras ya que mantenía activa la ruta de comercio entre las ciudades de Hrazdan
y Yeghegnadzor, también monopolizaba el tráfico de esclavos, por lo que si
querías mercancía y mano de obra tenías que acudir a él. Tenía a todos los
reyes, nobles y ricachones comiendo de la palma de su mano. Pero ahora está
muerto y aunque es reconfortante para unos, en realidad es un duro golpe para
la economía de los pueblos, por eso hasta que aparezca otro mercader que sea
capaz de viajar entre las llanuras los pueblos pasarán hambre”
“Ya entiendo, con ese regalo intentas ocupar el lugar de ese
hombre” Deduje pero Haaziq solo soltó una carcajada como respuesta.
A medida que avanzábamos el entorno empezaba a cambiar poco a
poco. La maleza y el follaje aumentaban de tamaño creando un paisaje frondoso,
aunque no tanto como un bosque.
“¡Mira! Estamos a punto de entrar en el Gran Oasis” Jaló de
las riendas ralentizando un poco la marcha cuando se percató de un pequeño
destello intermitente entre las colinas, sacó un espejo de su bolsillo y
reflejó el sol en esa dirección. Claramente estaba mandando señales a alguien. Luego
de emitir la señal volvió a acelerar.
No le di importancia a ese pequeño y disfruté del paisaje con
tranquilidad.
El olor de la vegetación impregnaba el aire, la luz que se
filtraba entre las hojas le daba un toque mágico al paisaje acompañadas del graznido
de las aves en sus nidos, de la salpicadura de las gotas de agua del río, de
las hojas meciéndose al ritmo del viento y por supuesto del silbido de las
flechas que volaban en dirección a la cabeza del anciano.
Cuando me di cuenta de esto último inmediatamente agarré mi
espada, salté sobre las cajas y corté por la mitad las flechas mientas volaban
ante la atónita mirada del anciano.
“¡Nos están atacando!” Grité haciendo que el anciano
reaccionase.
Desde los matojos surgió la emboscada. Las flechas volaban en
nuestra dirección. Eran demasiadas, no podía cortarlas todas al mismo tiempo
por lo que prioricé en mi seguridad al igual que la del anciano.
“¿Quiénes son… bandidos?”
“Tal vez” Contestó mientras ejecutaba maniobras evasivas que
mecían el carro como si de una cuna se tratase “Yahvis ¡Abre el compartimento
de la derecha, el que está debajo de esa caja hay algo que puede ayudarnos!”
Seguí sus instrucciones y encontré una ballesta junto con un
carcaj lleno de flechas. Vi que el anciano ahora tenía un escudo redondo de cuero
que usaba para protegerse.
“Ya la tengo ¿qué hago con ella?” Pregunté sosteniéndola con
ambas manos.
“Es obvio, contrataca”
Le miré como si acabase de decir alguna tontería.
“¿Y como hago eso?”
“¿Acaso no sabes como usar una ballesta?” Negué con la cabeza
haciendo que el anciano soltase un suspiro “Dios, no tienes remedio. Es muy sencillo:
agarra la cuerda y ténsala hasta el fondo, hasta que oigas un chasquido, luego coloca
una flecha en los surcos, luego apunta y aprieta el gatillo… esa cosa en forma
de media luna. Cuando lo hagas repite el proceso”
La rápida explicación lo hacía ver todo como algo simple,
pero ahora ¿Cómo hago todo eso mientras me están disparando?
Me oculté tras las cajas buscando una cobertura. Tensar la
ballesta fue más fácil de lo que parecía, no tardé en armarla siguiendo las
instrucciones del viejo. Disparé a los bandidos apostados en los arboles,
recargué y volví a disparar una y otra vez hasta gastar una docena de flechas,
cabe destacar que no acerté ninguna de ellas.
“¡Apunta mejor!” Gritó el anciano con desesperación.
“¡Lo intento!” Contesté fallando otro tiro dirigido a un
blanco apostado a cinco metros de distancia “¡El carro se mueve mucho!”
El sonido de los cascos resonando detrás nosotros nos alertó
la llegada de la caballería. No eran caballos los que se acercaban hacia
nosotros, sino animales jorobados con un cuello parecido al de un buitre y una
cabeza de oveja, cargando a jinetes de armaduras ligeras ataviados con túnicas
blancas y turbantes del mismo color. Alzando un alfanje con su mano mientras
gritaban cargando hacia nosotros.
Apunté y disparé al más cercano hiriéndole en un hombro, pero
no por ello dejó de cabalgar. Los jinetes que portaban ballestas respondieron
disparando sus flechas contra nosotros.
“No aguantaremos mucho más. Detengamos la marcha y
enfrentémonos a ellos de frente o tiremos el cargamento para escapar” Sugerí
cuando vi que apenas nos quedaban flechas y los jinetes a pocos metros de
alcanzarnos.
“¿Estás loco? Si nos detenemos nos matarán. No puedo
arriesgarme a perder el cargamento” Reprochó el anciano.
“¿Qué hay en estas cajas que es tan importante?” Pregunté
desesperado.
“Eso no te importa. Pronto saldremos del Gran Oasis y dejarán
de perseguirnos”
“¿Cómo estás tan seguro de eso?”
“Confía en mí. Todo saldrá bien, solo tenemos que aguantar.
Un tramo más, solo uno más” A medida que hablaba sus labios se curvaban en una
sonrisa.
Los jinetes nos alcanzaron. Uno de ellos portando un partillo
comenzó a golpear las ruedas intentando romperlas. Colocando la ballesta a centímetros
de su cabeza acerté en su ojo provocando que cayese del animal y rodase por el
suelo. Otro jinete se subió al carro de un salto, tiré la ballesta, esquivé su
ataque y le partí por la mitad usando mi espada. Haaziq ató las riendas al asiento
del cochero y se unió al combate. Agarró la ballesta y demostró una
sorprendente habilidad y puntería al recargar y disparar las flechas que
quedaban matando a una buena parte de los jinetes. Estos al ver a sus
asaltantes caer ralentizaron su marcha dándonos un poco de ventaja.
Las bestias dieron su mejor esfuerzo para salir del Gran
Oasis arrastrando el carro detrás de ellas. Desde sus bocas escurría la saliva
ahora tornada en espuma como muestra de su cansancio pero hasta que el anciano
no de la orden seguirán corriendo hasta el final.
Al salir de nuevo a la llanura los bandidos de las malejas
dejaron de dispar, pero los jinetes todavía nos perseguían. Haaziq sacó su
espejo y reflejó la luz del sol en una colina cercana, luego agarró las riendas
y se sentó en el asiento del cochero.
“¿Cómo puedes estar tan tranquilo? En cualquier momento
pueden volver a alcanzarnos” Grité.
“Agáchate” Dijo una vez, pero al ver que no entendía la orden
volvió a pronunciar la misma palabra esta vez con más fuerza “¡Agáchate!”
Siguiendo su orden me oculté entre las cajas. Desde el cielo
se oyó el ruido de algo cayéndose, lancé una última mirada a los jinetes solo
para ver como saltaban por los aires con la caída del misterioso objeto. El
ruido de la explosión me pilló por sorpresa y la onda expansiva sacudió el
carro, pero Haaziq pudo controlarlo evitando que volcase.
“¿Qué fue eso?” Pregunté desconcertado.
Cuando mis oídos se aclararon escuche una risa proveniente
del anciano, una risa que iba aumentando hasta ser una fuerte carcajada. Haaziq
se paró sobre el asiento del cochero señalando con su mano hacia atrás mientras
sujetaba las riendas con la otra gritó eufóricamente.
“¡Tragad fuego de mortero malditos nómadas de mierda!” Soltó
de nuevo una feliz carcajada y fijó en mí su mirada “¡¿Estás bien Yahvis?!” Asentí
con la cabeza, estaba perplejo por su cambio de actitud “Impresiona ¿verdad? Es
incluso mejor que la magia de esos pirománticos” Habló aun conservando algo de
esa euforia “Nada mejor que una explosión para barrer con tus enemigos”
No entendía que estaba pasando, por qué ese anciano estaba
tan contento, claro, nos habíamos salvado de los bandidos pero pensándolo
detenidamente antes de entrar a ese oasis el viejo hizo unas señas con el
espejo, lo que significaba…
“Sabías que esos bandidos nos estaban esperando ¿verdad?”
Cono no recibí respuesta alguna continué preguntando “¿Por qué arriesgaste el
cargamento y nuestras vidas metiéndonos en una trampa tan obvia?”
“Un atajo… tenía que coger un atajo. El que no arriesga no
gana. Además, eran esos bastardos quienes no se esperaban que atravesásemos sus
tierras para atajar a la fortaleza. No se si sabes lo que es una emboscada,
pero te aseguro de que esto no era ni de lejos una emboscada, créeme, te lo
dice un experto. Si nos hubiesen emboscado, no estaríamos respirando en este
momento” Dijo muy convencido de ello “¡Ya casi hemos llegado!” Exclamó sacando
su espejo para hacer nuevas señales hacia la colina.
A lo lejos se podía apreciar la fortaleza de Urmia. Lo
primero que captaron mis ojos fue la colosal e imponente muralla construida con
piedra de color marrón, con torreones cuadrados que sobresalían hacia a fuera de
la muralla dando la impresión de resistir años de asedio sin inmutarse. Entre
cada almena había una bombarda, lo que indicaba que la fortaleza disponía de
armas poderosas. Al verlos sentí lástima de cualquier ejército que intentase
sitiarla.
Estábamos llegando, sin embargo por alguna razón que me es
desconocida, en lugar de reducir la velocidad el anciano prefirió acelerar más
la marcha.
“Sé que quieres llegar pronto pero si seguimos así nos
estrellaremos” Dije intentando que el viejo entrase en razón.
“Exacto, por eso hay que saltar” Su respuesta me dejó estupefacto
“¡Salta de una vez!” Exclamó agarrándome del cuello del jubón mientras daba un
brinco fuera del carro jalándome en el proceso.
Ambos caímos al suelo rodando y levantando polvo.
Inmediatamente me incorporé y vi como el carro seguía su rumbo a pesar de perder
a su conductor. Los guardias dieron la orden de cerrar la puerta, los
centinelas de la torre bajaron la puerta de barrotes cuyos pinchos atraparon el
carro antes de que pudiese entrar en el patio. En el momento en que se detuvo,
estalló en una violenta explosión que mandó a volar la puerta junto con los
guardias.
Semejante explosión era diez veces más grande que la que
acabó con los jinetes que nos perseguían. La mercancía que llevábamos era una
bomba.
Volteé hacia el anciano, quien intentaba levantarse del
suelo. A pesar de su fornido cuerpo, la caída llevó sus músculos al límite
haciendo que le sea imposible levantarse sin ayuda. Me acerqué a él en pos de
ofrecer auxilio y de paso algunas explicaciones, ahora que la explosión ha
dejado aturdidos a los centinelas los refuerzos tardarán algo en llegar.
“Gracias… muchas gracias” Dijo con una voz apagada “Con razón
estaba por retirarme, pero no había nadie mejor que yo para este trabajo”
Divagó olvidándose de que estoy aquí.
“Deja de divagar. Es hora de que me digas qué está pasando
aquí ¿qué significa todo esto? ¿Por qué hemos destruido la puerta de una
fortaleza como esta?” Exigí respuestas de forma severa.
El anciano me miró y formó una sonrisa.
“Es necesario” Estaba por reclamar pero el anciano siguió
hablando “Si bien te mereces una respuesta, primero debes cumplir con tu
promesa”
“¿Promesa?”
“Prometiste protegerme ¿acaso ya te has olvidado?”
“No. Pero creo que tu has olvidado acerca de mi recompensa”
El anciano borró su sonrisa de su cara y frunció el ceño
mientras colocaba su puño sobre su corazón y habló.
“Me da igual lo que creas. Soy un hombre de palabra y si te
digo que tus esfuerzos merecen una recompensa, recompensa recibirás”
“Pues quiero que mi recompensa sea información acerca de lo
qué está pasando ¿quién eres?” Contesté.
“Te mereces una recompensa mejor. Así que quédate a mi lado y
cumple tu trabajo”
“¡Te creerás que tengo alguna clase de extraordinarios
poderes mágicos porque como pretendes que te proteja de esas armas!” Exclamé
señalando las almenas.
“Eso es lo de menos ¡Estate atento Yahvis!” Gritó el anciano.
En medio de la discusión no me di cuenta de que varios caballeros
salieron de la fortaleza montados a caballos blindados en nuestra dirección con
propósitos sombríos.
Bloqué por acto reflejo el ataque del caballero con mi
espada, acto seguido el caballero es derribado por una flecha que el anciano
disparó con su ballesta. Me incliné sobre el suelo, imbuí la hoja de mi espada
con mi magia y cercené las patas del caballo provocando la caída del siguiente
jinete, el cual fue rematado por Haaziq.
Aunque perdieron a dos jinetes de manera casi inmediata, el
resto del grupo no se vio afectado por su pérdida. Pasaron de largo y se
centraron en atacar al anciano, el cual apenas podía moverse. Corrí a toda
velocidad y embestí contra Haaziq antes de que la punta de la lanza le
arrebatase la vida, de inmediato me levanté deteniendo tres ataques simultáneos
al mismo tiempo al colocar mi espada en posición horizontal.
De nuevo los jinetes cambiaron de estrategia y empezaron a
dar vueltas alrededor de nosotros atacándonos desde distintos sitios.
Alcanzaron a Haaziq en el hombre y a mi en el costado cuando intentaba
protegerle, logré derribar a un jinete pero su compañero logró herirme en la
espalda y un tercero clavó so flecha en mi pierna. Rodé por el suelo esquivando
la siguiente estocada y llegué de nuevo junto al viejo.
El constante movimiento de los caballeros levantaba el polvo
con los cascos de los caballos a la vez que dificultaba seguir a un objetivo
sin que los demás no se aprovechasen de tu descuido. No podía defenderme y
proteger a Haaziq al mismo tiempo, desearía poder hacerlo pero no puedo, estoy
igual que aquella vez en las minas. No puedo salvar a nadie.
“Lo siento viejo, no puedo protegerte. Quizás deberíamos
rendirnos” Sugerí.
“No chico, la esperanza es lo último que se pierde” Contestó
el viejo colocando su mano en mis hombros. En sus ojos todavía ardía la
voluntad de vivir.
Como un milagro los caballeros fueron derribados por unas
flechas provenientes de la colina, desde la cual descendía un ejército de más
de cien hombres de los cuales algunos iban a pie y otros a caballo.
“¿Más enemigos?”
“Mejor llámalos refuerzos. Vamos a tomar esta fortaleza así
que… ¡Levanta!” Reuniendo sus fuerzas el anciano se puso en pie y me obligó a
levantarme también.
No tenía ni idea de donde había salido ese ejército, pero
seguro que todo esto estaba dentro de los planes del anciano.
Ahora con la fuerza de más de cien hombres tomar la fortaleza
era algo posible, después de todo nos cargamos la única entrada y salida.
Los centinelas contestaron al ataque disparando sus
bombardas, soltando flechas y aceite hirviendo, buscando reducir el número de
atacantes, pero por la falta de soldados no podía más que retrasar lo
inevitable. Atravesamos con facilidad por los escombros de la puerta irrumpiendo
en el patio central, donde nos esperaban un grupo de soldados preparados para
dar su vida por este lugar, Desde la cima del castillo los centinelas apoyaban
a los soldados con más fuego de bombarda junto a los arqueros apostados en las
ventanas y tejados de las casas cercanas, así mismo los guardias del muro dieron
la vuelta a sus cañones y comenzaron a disparar al patio.
El ejército se dividió en cuatro partes. La caballería pesada
cargó contra los soldados entablando una cruenta batalla en la cual tomé parte
junto al anciano, los otros dos grupos avanzaron hacia las murallas deteniendo
el ataque de los cañones principales. Una vez tomados apuntaron a los
centinelas de las torres del castillo destruyéndolos con sus propias balas. La
última parte del ejército llevaba un ariete con el cual echaron abajo la puerta
del castillo.
Dentro había un pequeño grupo de quince caballeros que
protegía a los campesinos y Pashas que se encontraban dentro, en los pisos
superiores. Nada más entrar en aquella sala iluminada por velas de aceite, los
últimos soldados de la guarnición se rindieron sin presentar batalla al verse
superados en número. Haaziq entró conmigo, una vez dentro ordenó ejecutar a los
restantes caballeros y apresar a los Pashas.
Lo que les ocurrió a la gente que quedaba no era de mi
incumbencia y tampoco me importaba. Por último un par de hombre subieron a la
cima del castillo quitando la bandera de colores, sustituyéndola por una de
color negro con una calavera blanca en el centro. Habíamos tomado la fortaleza.
Cuando las cosas se habían tranquilizado un poco me acerqué
al anciano.
“Vosotros sois los bandidos” Le dije a Haaziq.
“Preferimos el término piratas” Contestó el anciano ahora
sentado a la mesa principal que daba a la puerta. En su mano sujetaba una
cebolla a la que le dio un mordisco “Tal vez no lo sepas, pero tras esas
colinas se encuentra el mar de Alwan, desde allí atracamos el barco”
“Ya veo. No, espera no lo entiendo… En primer lugar ¿Por qué me
contrataste? ¿Por qué atravesar ese oasis y ser emboscados? Y… y… y… ¿No podías
haber conquistado esta fortaleza sin tener que hacer todo esto?”
El anciano terminó de comerse la cebolla en lo que yo hacía
las preguntas. Luego dio un largo sorbo de vino antes de ofrecerme una
respuesta. Estaba poniendo a prueba mi paciencia.
“¿No quieres comer algo?”
“¡Contéstame!” Grité perdiendo los nervios.
Mis gritos llamaron la atención de los piratas que aun
permanecían en la sala. Sin embargo bastó un gesto de Haaziq para hacerlos
volver a su trabajo.
“Yahvis, eres una persona muy curiosa y eso es bueno, pero
también hay un dicho popular que encaja perfectamente en personas como tu. Dice
así: La curiosidad mató al gato” Dijo antes soltar una carcajada que retumbó
por las paredes del castillo.
“Veo que esto te parece gracioso”
“No te enfades. Si piensas que todo esto, estaba planeado hasta
el más mínimo detalle, pues… te equivocas. Solo fue una extraña sucesión de
eventos que nos permitieron llegar hasta donde estamos” Terminó de comer la
cebolla, cogió un trozo de pan, volvió a llenar su copa de vino y siguió
hablando “Cuando los Rukhs descendieron para comerse a Zaid y su grupo de
subnormales, la capitana decidió enviar un falso emisario a los regentes con el
pretexto de que enviasen una fuerza para apoyar a Zaid en su trayecto.
Mordieron el anzuelo y vaciaron la fortaleza, pero lo hicieron demasiado rápido,
me sorprendí hasta yo de su movilización ¿quién podía creerse algo así? Pues me
di cuenta de que si llegaban a Sandur descubrirían el engaño y… bueno, el resto
ya sabes”
“Necesitabas reventar la puerta porque esto es inexpugnable
(a pesar de que lo hemos tomado en tan solo dos horas)”
“Correcto” Contestó el anciano “Gracias a ti, ahora podemos
saquear cuanto queramos. Ah, llevábamos años queriendo tomar este lugar” Apretó
el puño frente su cara en señal de victoria.
“Lo que no me queda claro es por qué me metiste en todo esto”
Dije temiendo de que descubriese que tuve algo que ver con lo de los pajarracos
esos.
“Porque me quedé sorprendido ¿Qué clase de niño de trece años
levanta dos cajas de doscientos kilos cada una como si fueran plumas?
Inmediatamente caí en la cuenta de que serías necesario, tengo buen ojo para
los hombres” De pronto se levantó y se acercó a mi “Te seré sincero, me
gustaría reclutarte por obvias razones, pero soy un hombre de palabra y te
prometí de que te enseñaría el camino a la gruta Ouwasch y pienso hacerlo, por
lo que vayamos fuera” Me agarró por los hombros detrás de mí y me empujó hasta
la puerta.
“¿Por qué me da que ahora quieres librarte de mí?”
“Considéralo un favor. En el momento en que la capitana te
conozca y descubra todo te reclutará a la fuerza, por lo que te quedarías sin
ir a ese nido de monstruos a hacer… lo que quiera que hagas”
“Espera, has dicho tu
capitana…”
Justo en el momento de cruzar la puerta, una mujer de esbelto
cuerpo se interpuso en nuestro camino. Su ondulado cabelló azabache se mecía al
son de la corriente de aire que entraba por la puerta. Avanzó hacia nosotros
con el sonido de sus botas retumbando por la sala, sus pantalones azules
oscuros combinaban con su camisa carmesí de grandes botones dorados, sobre la
cual llevaba una larga gabardina negra con hombreras militares naranjas.
Al verla, Haaziq se detuvo en seco.
“Mierda…” Susurró el viejo.
La mujer que teníamos en frente era la supuesta capitana que
supuestamente no debía encontrarse conmigo, esto lo deduje por la cara de
asombro del anciano.
Posó su mirada en mi ser ojeándome de arriba abajo, luego
observó al anciano, percibí como su mirada cambiaba pasando de curiosidad a incredulidad
en tan solo un instante. Luego simplemente habló.
“¿Quién es?” Preguntó señalándome con su mirada de nuevo.
Sentí como Haaziq respiraba hondo antes de contestarle,
probablemente estaba organizando sus pensamientos.
“Precisamente quería presentártelo, por eso íbamos a verte
con tanta prisa. Es un aventurero que me salvó la vida cuando me atacaron los
caballeros” Inmediatamente abrí la boca para protestar, pero al mismo tiempo el
viejo me la cerró con su mano y siguió hablando “Por eso quería mostrarle mi
agradecimiento invitándolo a comer, pero parece ser que tiene prisa y…”
“Cállate” Ordenó la capitana cortando su conversación
abruptamente. Me observó de nuevo, esta vez poniendo más énfasis en su mirada
lo cual me hacía sentir molesto “Sospechoso ¿por qué un aventurero iba a
tomarle la molestia de salvar a un pirata? Debería ser al contrario, los aventureros
son los que luchan contra los piratas, no los ayudan”
Aparté la mano del viejo de mi boca y hablé.
“¡Me ofreció una recompensa!” Exclamé tomando aire.
La capitana arqueó una ceja y volví la mirada al viejo, quien
a su vez apartó su mirada.
“Ooh, que interesante ¿Así que le has ofrecido una recompensa
a un extraño? Esto no es propio de ti” Dijo posando su mano en su cintura,
colocándose en una pose bastante femenina.
El viejo carraspeó con fuerza.
“Simplemente no quería morir así que aproveché la
oportunidad”
La capitana no parecía estar muy convencida con nuestras
respuestas improvisadas, a pesar de que estábamos diciendo la verdad a nuestra
manera.
“Dime niño ¿Cómo te llamas?” Su tono cambió, de uno severo a
uno más clamado.
“Yahvis”
“Dime Yahvis ¿qué fue lo que ese viejo pervertido te
prometió?”
“Eso mismo quiero saber” Dije mirando al viejo quien estaba
sudando más de la cuenta.
Haaziq tomó aire antes de hablar.
“Prometí dejarle ir con vida”
Al oír mi respuesta la mujer empezó a reírse.
“Venga hombre, si vas a mentirme al menos invéntate algo
creíble” Después de terminar de reírse pasó a mi lado no sin antes decirle algo
al viejo “Voy a encargarme de esos Pashas, cobraremos una buena suma por sus
cabezas. Cuando termines de jugar con tu nuevo amante organiza la defensa antes
de que el ejército de Urmia vuelva ¿entendido?”
“A sus órdenes” Dijo Haaziq exaltado.
Volvió a colocar sus manos sobre mis hombros empujándome fuera
del castillo.
“¿Qué ha querido decir con eso de tu amante?” Enfaticé esto
último.
“Nada” Contestó secamente “Dime, una vez que llegues a la
gruta ¿qué esperas encontrar? Allí solo hay Nidhogs de fuego… ¿eh que qué son
los Nidhogs? Pues… eh… imagina un dragón en forma de serpiente tan enorme y tan
blindado como un Rukh y que es capaz de lanzar fuego por su boca”
“Me encargaron buscar algo en ese lugar, no se quien era,
pero parece ser que si encuentro eso y se lo llevo obtendré una buena
recompensa, o eso me dijo”
“Así que por una recompensa, estás hecho todo un aventurero.
Sabes, en el fondo preferiría que te unieses a nosotros en vez de ir a
suicidarte a ese lugar, pero siendo sincero no te veo como pirata, aunque te
agradezco que me hayas ayudado” Decía mientas me sacaba a empujones fuera de
los muros. Llegamos a la colina por la que descendieron los piratas, tras la
misma pude contemplar el imponente barco pirata atracado en la costa.
“(Increíble)” Era la palabra que llenaba mi mente mientras
observaba los altos mástiles, las velas blancas, los innumerables cañones de la
cubierta, la bandera negra ondeando en la cima del mástil central. No llegaba a
entender como algo tan grande podía navegar sin hundirse o tan siquiera
permanecer flotando en el agua.
“Veo que te gusta nuestro barco. Pertenecía a la marina real,
costó mucho robarlo de una pieza. La armada estaba pisándonos los talones pero
la capitana logró despistarlos en los remolinos, esa maniobra me dejó atónito,
no creía que un barco se podía mover de esa manera”
“Alabas mucho a esa mujer para ser alguien que no goza de su
compañía”
“Eres muy joven, no vas a entenderlo ahora. Mira ¿ves ese
acantilado? atravesándolo llegarás al delta del río sigue la orilla y enseguida
encontrarás tu gruta” Tras indicarme el camino se despidió de mí dándome una
palmada en la espalda “No subestimes el poder del infierno, porque es un
infierno lo que te está esperando” Dicho esto partió de regreso hacia la
fortaleza.
Por mi parte no entendí bien lo que quiso decirme, me encogí
de hombros y subí hasta la cima del acantilado siguiendo el camino de la
colina. Una vez allí mis ojos observaron por primera la inmensidad del agua
extendiéndose hasta el horizonte, con el sol a punto de ocultarse tiñendo el cielo
de colores, los cuales se reflejaban en el agua. A la izquierda se encontraba
el planeta rojo cuya mitad superior ocupaba gran parte del cielo y la otra
oculta por el límite de la lejanía, su brillo dotaba de colores cálidos la superficie
del agua. A la derecha, en la cima del cielo se encontraba el planeta azul resplandeciendo
entre las nubes por encima de las bestias aladas que cruzaban el mar. Me quedé
un buen rato mirando el atardecer, disfrutando de la cálida brisa marina que
golpeaba mi cara. Lo único que lamentaba en ese momento era estar solo y
disfrutar de semejantes vistas. Me preguntaba si Slania alguna vez había visto
un paisaje como este.
Antes de que cayese la noche bajé del acantilado hasta el
delta del río. No encontré puente alguno para poder cruzarlo por lo que decidí
cruzarlo a nado mas viendo la distancia que separaba una orilla de otra me
replanteé el hacerlo hasta que vi que el río se estrechaba a medida que iba
subiendo. He encontrado un buen punto para poder cruzar, el problema es que no
se nadar.
Quería cruzar el río antes de que se hiciese de noche. En
primer lugar pensé en saltar de un lado a otro, pero luego recordé que tengo
demasiado peso encima y se me pasó. Luego pensé en crear un puente improvisado
con el tronco de un árbol, pero la corteza de estos son enormes, sería
imposible moverlos una vez cortados si caen mal, demasiado arriesgado y las
otras plantas no tienen la longitud necesaria. En ese momento recordé que tenía
una cuerda, la que había conseguido de ese traficante de esclavos. Si lograba
unir ambos extremos podía cruzar sin ahogarme.
Recogí una piedra de gran tamaño, amarré la cuerda alrededor
de ella y la arrojé hacia la otra orilla del río de manera que lograse encajar
entre otras dos grandes rocas, jalé de la cuerda para comprobar su firmeza y la
até a la raíz saliente de un árbol. Luego Corté un trozo de madera de un árbol
cercano, excavé un surco con mi espada y coloqué dentro todas mis pertenencias
inclusive mi ropa. Acto seguido me metí dentro de agua sujetando la tabla de
madera con una mano y la cuerda con la otra.
El agua estaba realmente fría, mucho más de lo que recordaba.
Mi cuerpo no paraba de temblar, pero eso no me impidió continuar hacia adelante
pues mi mayor preocupación no era la hipotermia, sino los peligros ocultos acechaban
en río.
A medida que avanzaba intentaba mantenerme a flote, sentía
que algo rozaba mis piernas lo cual me aterraba haciéndome desear no haberme
metido al agua de noche a la vez quería llegar deprisa a la otra orilla. No
podía alumbrar nada ya que mis manos estaban ocupadas y en el peor de los casos
mi luz atraería a los monstruos que duermen bajo el agua.
Con el corazón latiendo a mil logré llegar a la otra orilla.
Nada más salir me percaté de que cerca de mí había una mujer arrodillada junto
al río lavando una manta. Por un momento creí estar viendo una alucinación
causada por la falta de calor corporal, pero no ahí estaba la figura de una
mujer que parecía muy concentrada en lo que estaba haciendo a estas horas
cuando ya no había más luz que la que emitían los cuerpos celestes alumbrando tan
solo sus propias formas.
“(Si estaba aquí por lo menos podía haberme ayudado, pero
¿Cuándo llegó?) Hola, señora” La llamé. Mi saludo se escurrió junto con la
corriente sin recibir respuesta alguna. Volví a llamarla y tampoco me respondió
la segunda ni la tercera. Tragué saliva y decidí acercarme a ella. A medida que
iba acercándome me daba cuenta de que esa mujer emitía una especie de vapor
fosforescente que emanaba de su cuerpo y de su ropa, lo cual me daba mal
presentimiento. A unos pocos pasos de ella todavía seguía sin notar mi
presencia “(Desconocía que a las mujeres les entusiasmase tanto lavar la ropa)”
Sentía curiosidad por lo que estaba lavando pero no atinaba a verlo por la
falta de luz, así que decidí alumbrar con mi magia.
En las manos de la mujer había una sábana blanca con una
mancha roja del color de la sangre que se desprendía de la manta cada que
frotaba impregnando el agua con su color pero sin importar las veces que la
mujer frotase, la mancha seguía sin irse del todo. Fue entonces cuando se
percató de mi presencia, volteó su cabeza en mi dirección. No tenía ojos solo
cuencas oscuras por las cuales salía vapor, le faltaba la nariz, sus labios
habían sido arrancados mostrando sus dientes deformes. Sus manos eran
esqueléticas pero todavía cubiertas de piel sujetan la manta ensangrentada. En
ese momento me di cuenta de que eso que estaba ante mí no era un ser humano.
“…” La mujer me susurró algo que no llegué a oír ya que
estaba lejos de ella corriendo por mi vida. Agarré mis cosas y me alejé de la
orilla para ponerme a salvo de lo que sea que estaba ahí.
Me adentré en el bosque donde la oscuridad campaba libremente
a mi alrededor engullendo todo a su paso. Sobre mí el planeta rojo se hallaba
visible más brillante que nunca, pero su luz no alcanzaba a alumbrar tan
siquiera las sombras, tenía que usar mi magia para encontrar un lugar adecuado
para montar un campamento improvisado.
Después de secarme volví a vestirme lo más rápido que puede,
encontré matojos secos, ramas y troncos esparcidos con los que no tardé en
crear una hoguera y aun así temblaba de frío. La temperatura baja mucho durante
la noche y ahora que estoy mojado corría el riesgo de enfermar, por lo que avivé
el fuego tanto como pude pero no paraba de temblar. Al rato recuperé el calor
corporal.
Ahora que he recuperado el calor tocaba saciar mi hambre.
Desenvolví los víveres, me alegré al ver que no se habían mojado. Mientras
comía me puse a pensar en todo lo que había ocurrido en estos días.
Todavía no me puedo hacer la idea de que he ayudado a unos
piratas a tomar una fortaleza. Lo único que quería era ayudar a un anciano,
como iba a saber que ese hombre era un criminal. Aunque por otra parte me dio
las gracias y…
Estaba tan absorto en mis pensamientos que terminé dejando el
cuenco limpio sin darme cuenta, ni siquiera saboreé la comida. Una vez que terminada
la cena, expandí una manta en el suelo y otra enrollada sobre la misma a modo
de almohada. No era lo mismo que la cómoda cama de la posada.
Me encontraba en una buena ubicación, con unas rocas en la
parte posterior, la hoguera delante de mí y la espada clavada en el suelo a mi
lado para protegerme de los posibles depredadores. Al cerrar los ojos me quedé
dormido profundamente.
Las húmedas gotas del cielo que caían directamente sobre mi
cara me sacaron de mi sueño, entrecerré los ojos queriendo volver a dormirme,
pero cuando me di cuenta de que estaba lloviendo salté del suelo incorporándome
de inmediato. Guardé las dos mantas y llevé el equipo hasta un lugar seguro,
bajo la gigante hoja de la primera planta que se cruzó en mi mirada.
De inmediato la llovizna se volvió una fuerte lluvia
torrencial. El río fluía con fuerza a pesar de estar en su etapa delta. Alcé mi
cabeza para contemplar como los nubarrones circulaban en sentido espiral
asemejándose a torbellinos de color blanco y gris que girando sobre sí mismos
desencadenando violentos rayos que iluminaban el cielo al cruzar de un lado a
otro, seguidos de fuertes truenos que sacudían los oídos. A pesar de todo eso
el viento no era muy fuerte.
Esperé con impaciencia a que terminase de llover, pero al
darme cuenta de que esto iba para largo tomé la decisión de avanzar. Corté la
hola para usarla a modo de paraguas, cuando me disponía a partir mi espalda
chocó con algo duro, a darme la vuelta me encontré con un enorme monstruo
asemejado a un insecto. Su cuerpo era de color marrón, con seis largas patas
que sujetaban un inflado abdomen del cual emergía un tronco recto y delgado
acabado en una cabeza plana con cuatro pinzas en forma de dientes. Sus brazos
eran delgados como el tronco, parecían guadañas.
Contuve la respiración al ver algo así. En todo este tiempo
no me había percatado de su presencia, si quería matarme podía haberlo hecho
desde hace rato. Le apunté con mi espada, sentía como mis manos temblaban
esperando su ataque.
El monstruo insecto volteó su cabeza en mi dirección,
mirándome con sus ojos compuestos y luego volvió a su posición original.
Entonces me di cuenta de que estaba apoyado sobre un pequeño árbol masticado
las ramas.
“(Quizás sea herbívoro)” Pensé.
Aprovechándome de que eso estaba distraído, me alejé poco a
poco, eché a correr cuando estaba una distancia considerable. Seguí el curso
del río hasta llegar de nuevo al mar.
Las olas se agitaban violentamente de un lado a otro ante el
constante bombardeo de la lluvia que caía sobre el mar, parecía una feroz lucha
entre dos fuerzas de la naturaleza donde ninguna de las partes parecía ceder.
Los peces salpicaban en la superficie del agua a causa del oleaje siendo un
blanco fácil para los valientes depredadores que salieron de sus guaridas en
mitad de la tormenta.
Seguí el camino que me indicó Haaziq mientras que usaba el
Coil para asegurarme de estar siguiendo el camino correcto. Antes de darme
cuenta, la lluvia cesó y el mar se tranquilizó aunque todavía había muchas nubes
que seguían formando espirales.
Al subir a un pequeño lugar elevado encontré una formación
rocosa que daba acceso directo al mar. Observé que varias columnas de humo
ascendían a lo largo de la formación como si fuesen chimeneas.
El agua salada fluía adentrándose dentro de la roca por una
cueva de amplio tamaño.
Se supone que debo entrar por este lugar, sabía que había
otras entradas pero esta se veía la más segura puesto que las demás emitían un
humo que no quería respirar, ni tampoco tenía idea de la profundidad de la cual
procedía.
No me agradaba la idea de volver a adentrarme en la tierra,
nada más estar en frente de la entrada los malos recuerdos de las minas acudían
a mi cabeza. Literalmente mi corazón y mi mente me prohibían entrar mas aun
sabiendo que hay monstruos esperándome dentro. En este momento me preguntaba si
valía la pena arriesgar mi vida por esa extraña oferta, quizás sea una estafa,
no es la primera vez que me engañan y odio que me hagan eso, pero al mirar la
pulsera mágica que me dio ese enmascarado mis pensamientos volvieron a dar un
giro.
“(No voy a dejar que ese enmascarado se ría de mí solo porque
soy un cobarde)”
Entré dentro con cautela.
Avancé intentando emitir el menor sonido posible, por lo que
no sacaba los pies del agua para no salpicar. Llegué a un punto donde había un
escalón de roca que separaba el agua salada del suelo firme.
No había necesidad de usar mi magia pues el techo había
agujeros lo suficientemente grandes como para que la luz llegase a todos los
rincones.
Cuanto más estaba avanzando más me daba cuenta de que esta
cueva era completamente diferente a la de las minas. En primer lugar muchas de
las paredes estaban llenas de minerales que brillaban al contacto con la luz, había
varias columnas que llegaban hasta las el techo, esas columnas estaban
conformadas por unos trozos de rocas pulidas conectadas unas a las otras en una
espiral ascendente. El suelo estaba cubierto por un musgo azul verdoso e
incluso había varias plantas, pero ninguna de ellas se asemejaba siquiera a la
que andaba buscando.
Tras vagar por las galerías me di cuenta de que algo raro
estaba pasando.
“(Ese viejo me dijo que la gruta está llena de monstruos.
Llevo un rato dando vueltas y no he visto ni siquiera un animal ¿Será que la
lluvia los ahuyentó? Pero eso no tiene sentido, esto es un refugio para
ocultarse de la lluvia… Además, antes de llegar vi unas columnas de humo
ascendente provenientes de este lugar, pero no encuentro nada)”
A medida que más pienso en ello menos cosas tienen sentido, lo
que provocaba una molesta sensación. Cada minuto aumentaba las ganas que tenía
de marcharme.
Un pequeño desprendimiento de una columna cercana retumbó por
todo el lugar.
Me detuve hasta que se reinase de nuevo el silencio, pero
entonces una de las columnas empezó a temblar. Las rocas pulidas empezaron a
desprenderse de la columna revelando que esas extrañas espirales eran en
realidad monstruos adheridos.
El Nidhog bajó al suelo desenroscándose, su cuerpo formado en
secciones se movían al unísono mientras descendía con un movimiento hipnótico.
Ahora en el suelo podía contemplar mejor su gran tamaño, a ojo podía calcular
que era dos metros de alto y casi diez de largo pero a pesar de su longitud no
tenía demasiadas patas, su cabeza tenía cuatro mandíbulas y dos antenas
curvadas hacia atrás a ambos lados de su cabeza, pero no encontraba sus ojos. Mirándolo
recordé lo que dijo el viejo pirata, pero ahora viéndolo parece más un insecto
que un lagarto gigante con alas.
Su cuerpo empezó a tornarse de un tojo rojo vivo, entre las
juntas de cuerpo emanaban pequeñas llamas espontáneas.
Al verme el gusano Nidhog abrió su inmensa boca y comenzó a
absorber aire. En la mitad de su espalda emergieron dos columnas de llamas que
parecían alas. Cuando terminó de inhalar cerró su boca un instante antes de
abrirla soltando una intensa llamarada.
Me resguardé tras la columna en la cual el dragón estaba
enrollado hace un momento. La pierda rugosa y brillante absorbió el impacto de
las llamas. Al sentir el calor que emanaba de ellas comprendí inmediatamente de
que si me alcanzaban estaría acabado.
Estaba en una situación difícil, no solo porque el enemigo al
me enfrentaba era descomunal y peligroso. Si mis sospechas son ciertas y todas
esas rocas son en realidad gusanos enrollados, es mejor que sigan durmiendo
hasta que encuentre la dichosa planta. Tendré que pensar un plan para matar a
ese bicho sin despertar a los demás.
Corrí hasta el Nidhog evitando sus ataques ígneos,
acercándome poco a poco hasta su costado. Mi objetivo eran sus piernas. No eran
muchas y parecían frágiles, si las cortaba lo dejaría anclado en el suelo sin
poder moverse, así le remataría.
O eso pensaba, pues al asestarles un golpe mi espada rebotó.
Chasqueé la lengua dándome cuenta de que el viejo tenía razón, la única forma
de cortarlos era usar magia pero antes de poder hacer algo el Nidhog se enrolló
sobre si mismo atrapándome entre su cuerpo, luego levantó la mitad superior de
su cuerpo mirándome desde arriba mientras comenzaba a aspirar aire. Era obvio
lo que intentaba hacer.
Salté sobre una de sus patas usándolas a modo de soporte.
Alcancé su cabeza antes de que soltase de nuevo sus llamas, envolví el filo de
mi espada con mi magia. Tracé un movimiento de corte en forma de media luna
sobre una de las antenas, pero el Nidhog empezó a moverse abruptamente haciendo
que perdiese el equilibrio y cayese rodando por su cuerpo hasta llegar al suelo
sin haber podido tocar siquiera su antena.
Controlando la caída evité dañarme al caer desde tanta altura,
el musgo fue más denso de lo que parecía y eso ayudó mucho. El cuerpo de esa
criatura era tan caliente que me quemé la piel junto con la ropa, nada grave
pero olía a quemado.
Sin poder detener el fuego que emanaba de su boca, los
incontrolables movimientos esparcieron las llamas por todas partes, algunas de
ellas impactaron en una columna cercana, la cual tenía a otro Nidhog enrollado
en ella lo que ocasionó su prematuro despertar para mi mala suerte.
Cuando el segundo Nidhog se desenroscó lo primero que hizo
fue acercarse al que le despertó. Observé como sus antenas empezaban a moverse
de un lugar a otro, como si estuviesen hablando entre ellos. Ambos se giraron
hacia mí al unísono.
Me temí lo peor cuando uno se abalanzó sobre mí mientras que
el otro trepaba hasta llegar al techo. De inmediato comencé a correr con todas
mis fuerzas intentando dejarle atrás, pero para mi sorpresa su velocidad
superaba la mía y en poco tiempo volvió a acorralarme usando la misma táctica
con la diferencia de que esta vez se lanzó hacia mí directamente.
Salte de un lado a otro esquivando sus mordiscos. Los largos colmillos
del Nidhog emanaban una saliva brillante que corroía al salpicar sobre
cualquier tipo de superficie. No me atrevía a contratacar por miedo de que
pudiese derretir mi espada.
Tras esquivar su último ataque salté sobre una de sus patas y
de allí hasta su espalda. En ese momento la cabeza del monstruo embistió contra
mí lanzándome por los aires.
Aterricé con brusquedad sobre el musgo, sentí un fuerte
crujido proveniente de mi hombro. Dejé salir un quejido casi como un grito a
consecuencia del dolor, un dolor tan fuerte como nunca había sentido en mi
vida. Me levanté de inmediato, todavía puedo sentir el brazo, es una buena
señal pero costaba moverlo, tal vez me rompí el hombro.
Desde el techo el segundo Nidhog se abalanzó sobre mí. Cayó
al suelo y me embistió con su cola al
serpentear lanzándome contra una columna cercana, al tornar hacia mí comenzó a
inhalar aire preparándose para escupir fuego.
Apenas podía moverme a consecuencia el impacto, la fuerza de
esos seres superaba a la mía con creces y para mi mala suerte tuve que chocar
contra otro Nidhog, el cual se desenroscó parcialmente para ver al idiota que
le había despertado.
“(El primero estaba al asecho, el segundo a punto de quemarme
vivo y el tercero a un paso de hincarme el diente ¿acaso puede ir peor?)”
Antes de que la ráfaga de llamas me alcanzase me deslicé
entre el cuerpo del Nidhog que se acababa de despertar y la pared de la columna
en un intento desesperado de sobrevivir usando al enemigo como escudo.
El fuego impactó sobre el dragón causándole daño de alguna
manera. Dirigió su cabeza hacia su agresor cuando este terminó de calcinarlo
provocando que el primero detuviese su avance. Su antenas comenzaron a moverse,
en respuesta, los otros dos movieron las suyas, parecía que se estaban
comunicando entre sí.
En ese momento, al verles interactuar entre ellos como lo que
pasó la otra vez, una idea pasó por mi mente. Una idea descabellada y temeraria,
pero no veía otra forma de salir de esta situación, yo me metí en este problema
y si salgo con vida despellejaré al enmascarado metiéndole su flor por donde le
quepa.
Tomé impulso de la columna alcanzando la cabeza del Nidhog de
un salto, mientras este estaba distraído comunicándose con los otros dos le
corté ambas antenas con mi espada recubierta de magia.
Cuando perdió sus antenas el Nidhog entró en un estado de
frenesí agitó su cuerpo de un lugar a otro, apretó la columna hasta agrietarla causando
un derrumbamiento. Aterricé sobre el suelo con una pequeña voltereta y observé
como el dragón se l levantaba de entre los escombros. Su cuerpo serpenteaba
como una serpiente pero no sabía a donde ir, cuando uno de sus dos compañeros
se acercó a él, le atacó indiscriminadamente incapaz de reconocerle. En ese
momento entendí que mi plan resultó ser un éxito, ya no tengo que luchar contra
ellos, dejaré que sean ellos mismos se maten entre sí.
El Nidhog se liberó del agarre de su compañero y le asestó un
mordisco mientras enrollaba su cuerpo alrededor del otro dragón, el cual se
movía descontroladamente devolviéndole el mordisco. El tercer Nidhog se unió a
la lucha lanzando sus llamas, calcinando a ambos desde la distancia. En medio
de aquella marea de fuego un fuerte chillido hizo eco por toda la gruta.
La onda sónica fue tan fuerte que me mis oídos comenzaron a
dolerme. Cubrí mis orejas con mis manos en un vano intento de aminorar el
dolor. Me di cuenta de que el suelo estaba temblando, pequeñas rocas caían del
techo dando indicios de que podría venirse abajo en cualquier momento. Los
Nidhogs se despertaron todos al mismo tiempo a consecuencia del grito algunos
bajaron al suelo, otros subieron al techo escapando al exterior por los
agujeros, el resto se quedaron como espectadores moviendo sus antenas con un
intento de comunicarse con los de su especie.
Si antes me encontraba en serios problemas ya no quiero
imaginar como catalogar esta situación.
“(¿Saldré con vida de esta?)” Era lo que mi mente no podía
evitar formular y lo cual tampoco podía responder.
Mire por donde mire solo veo cuerpos alargados moviéndose, me
estaban rodeando poco a poco. La cueva parecía haber cobrado vida propia en un
instante, la temperatura iba aumentando por culpa de las llamas que emanaban de
sus cuerpos.
Observé que el Nidhog al que le corté las antenas ya estaba
muerto y su cadáver ahora estaba siendo devorado por otros de su misma especie.
Aquello me sorprendió, no esperaba que fueran caníbales, pero ahora no es el
tiempo de fascinarme por ellos.
En el momento en que tomen la iniciativa, mi vida terminaría
hecha pedazos y en el estómago de todos ellos. Rechazando la idea de perecer me
acerqué hasta uno de los dragones cercanos, que estaba distraído. Trepé hasta
su cabeza quemándome las manos y chamuscándome más la ropa, al llegar rápidamente
le rebané las antenas encolerizándole. Salté hacia la columna cercana, clavé mi
espada sobre la superficie porosa para balancearme hasta la cabeza del Nidhog
más cercano, al cual también le rebané sus antenas, caí al suelo deslizándome
bajo las patas de un tercer dragón llegando a estar en frente de los colmillos
que me estaban esperando a descuartizarme.
Al ver mi inminente destino mi corazón se agitó con fuerza.
En un intento desesperado de sobrevivir concentré toda mi magia en el filo
cónico de mi arma y la blandí de lado a lado a pesar de la distancia. Para mi
sorpresa mi magia se expandió más allá del filo creando una onda de energía que
rebanó los colmillos junto con la cabeza del dragón.
Me quedé impactado, no sabía que podía llegar a usar mi poder
de esa manera para expandir mis ataques, miré mi espada con asombro sin llegar
a entender del todo la situación. Nunca antes pude llegar a hacer algo
parecido.
Salí de mi asombro al sentir la mirada de otro Nidhog, el
cual se abalanzó sobre mí soltando gotas de fuego líquido desde sus colmillos.
Coloqué mi espada en frente de mí intentando defenderme pero fue inútil puesto
que su ataque fue bloqueado por el ataque sorpresa de su compañero.
Cuando me di cuenta la situación a mí alrededor era caótica.
Los Nidhogs estaban devorándose unos a otros en una espiral de cuerpos
serpenteantes moviéndose unos sobre otros como una gran bola de carne cubierta
de fuego. Sentí nauseas al ver semejante espectáculo incapaz de apartar la
mirada. Me tapé la boca con el pañuelo se Slania y busqué una salida de aquél
infierno.
Revisando los rincones encontré muchas cuevas cuyas paredes
anilladas se extendían hasta las entrañas de la tierra.
Por experiencia sabía que no era buena idea meterse en las
profundidades, en su lugar encontré un pasadizo escondido entre las formaciones
rocosas por la cual se filtraba un haz de luz natural.
Con cautela me acerqué hasta la entrada evitando llamar la
atención de los demás dragones. Al entrar los sonidos de masacre iban
disminuyendo a medida que avanzaba por el angosto pasillo luminoso, finalmente
dejaron de oírse cuando entré en una pequeña galería que conectaba con el
exterior.
La salida estaba tras un enorme agujero en el techo por el
cual la entraba la luz desde el cielo. Para llegar hasta allá había que pasar
una pared rocosa de bastante pendiente, sobre la pared crecía una flor que me
llamó mucho la atención. Activé el Coil que aun llegaba sobre mi muñeca, el
cual había sobrevivido al fuego de los Nidhogs. En ese momento, me di cuenta de
que la flor que estaba ante mí era la flor de las estrellas, una flor de
pétalos azules con pequeñas manchas plateadas. Definitivamente hace honor a su nombre.
Arranqué un par de ellas con raíces y todo.
“(Bueno, ya tengo la flor ¿y ahora qué?)” Pensé mientras
toqueteaba sobre el cuadrado que flotaba sobre el cristal del Coil.
Sin saber qué fue lo que toqué exactamente, el cristal emitió
un haz de luz en forma cónica que recorrió la flor de arriba abajo, tras esto
la flor se desintegró en diminutas partículas brillantes y entró dentro del
cuadrado.
Me quedé boquiabierto por un instante. No tenía ni idea de lo
que acababa de pasar, la flor que sujetaba hace un instante se metió dentro de
la pantalla, era imposible dar crédito a lo sucedido.
Inmediatamente de que la flor desapareciese, llegó un mensaje
acompañado por una corta melodía. Toqué el icono en forma de sobre abierto el
cual parpadeaba agrandándose y encogiéndose repetitivamente, salió el siguiente
mensaje. Intenté descifrar el mensaje escrito, pero era un idioma extraño.
“Enhorabuena… por… la misión… Reunirse con, o es en (vaya
birria de idioma, que les costaba escribir de manera entendible) Colina de los
álamos”
Por lo que había conseguido descifrar, se supone que tengo
que ir a una colina o algo. Investigando a más a fondo el mensaje descubrí que
tenía algo más, un mapa adjunto que mostraba una ruta en puntos negros.
Analizando la imagen del mapa, el nuevo destino parecía estar
bastante lejos. Se alejaba bastante del mar, pasaba a través de lo que parecía
un bosque y llegaba hasta un lugar de diferente tonalidad verdosa. Solté un
largo suspiro. Este día fue bastante duro y todavía no ha terminado. Después de
mentalizarme salí de aquél agujero en dirección hacia esa colina. Bastaba con
seguir la indicación de la flecha.
Han pasado varios días desde que salí de aquel nido de
monstruos. Estaba bastante cerca de mi destino a juzgar por las indicaciones del
mapa.
Este día desperté con una extraña sensación de incomodidad,
no había dormido bien anoche. Dirigí la mirada hacia el cielo el cual estaba
hoy de un color morado intenso a consecuencia del eclipse solar, el planeta
azul se había interpuesto en la trayectoria del sol absorbiendo gran parte de
la luz solar, a consecuencia de ello el planeta se tornó de color negro
mientras que el cielo se tiño de morado y las nubes que surcaban el firmamento
se volvieron tan oscuras como la noche.
Llegué hasta el lugar indicado en el mapa, pero no había
nadie esperándome. Miré el Coil una y otra vez para ver si aparecía algo nuevo
pero no pasó nada. Sin saber qué hacer me quedé sentado mirando el paisaje
mientras recuperaba las fuerzas malgastadas para llegar hasta aquí.
Teniendo tres planetas y la luna orbitando, los eclipses eran
algo que podía considerarse normal, pero cada uno de ellos tenía un efecto
singular sobre el entorno como el que estaba presenciando.
“Un paisaje bastante tétrico ¿no te parece?” Oí una voz
conocida detrás de mí.
Al voltearme salté del asombro al ver al misterioso
enmascarado parado a unos pasos de mí.
“¡T, tú!” Exclamé casi gritando.
“Estás pálido ¿te has asustado? Lo siento no era mi intención
hacerlo” Dijo el enmascarado.
“(¿Cuándo demonios…? no sentí su presencia en ningún momento,
de no haberme hablado jamás me hubiese percatado de su llegada)” Y lo peor de
todo es que su carro estaba igual de cerca, con la mismo monstruo siniestro
tirando de él “Me… Megisto” Dije su nombre en voz alta.
“Recuerdas mi nombre, eso me alegra mucho” Dijo con esa
siniestra voz distorsionada.
Fruncí el ceño y le apunté con mi espada.
“Tu me enviaste a morir” Dije enfadado.
El encapuchado me miró confundido a través de los cristales
de su máscara.
“¿De qué estás hablando?”
“Sabías perfectamente que esa gruta estaba infestada de
dragones, lo de la flor era una argucia. Exijo saber por qué lo hiciste”
Amenacé acercando la punta de la espada hasta su cuello.
La Mardyakhor llamada Manticore rugió violentamente, pero se
tranquilizó de pronto cuando Megisto alzó su mano.
“Cálmate tu también chico y abaja el arma aquí nadie apoya la
violencia. Yo no tenía intención alguna de que fallecieras. Si bien es cierto
que la gruta a la que mandé había monstruos salvajes pero confiaba en que en
estas fechas estarían invernando, pero supongo que algo los había despertado”
Explicó.
“¿Entonces cuál fue el
motivo de enviarme allí?” Dije bajando el arma.
“Para comprobar tu adaptación”
“¿Qué?” Pregunté sin entender a lo que se refería.
“El caso era comprobar tu aptitud frente a una situación y ver
como te desenvolvías. Los datos recogidos fueron enviados periódicamente a
través de tu Coil. Por cierto, ya que estamos con lo de la misión ¿tienes lo
que te había pedido?”
“Ehm… bueno, como decirlo” El enmascarado ladeó su cabeza
esperando mi respuesta “Verás, conseguí la flor pero cuando la sostenía esto
comenzó a brillar y la flor se metió dentro de esto” Dije mostrándole el
aparato.
“Ah, entiendo. Déjame ver” Se acercó y tomó mi mano con
gentileza. Activó el Coil, movió un par de paneles y apretó unos cuantos iconos
haciendo que el panel se iluminase soltando infinitas partículas que se
reunieron en su mano libre formando la flor que recogí tiempo atrás “Una de las
mejores cosas de este aparato es que puedes guardar objetos físicos en su
interior”
Al escucharle quedé impresionado, aun teniendo el brazalete
todo este tiempo nunca se me ocurriría que e pudiese llegar a hacer algo
semejante.
“Esta cosa es increíble”
“Los Coils normales lo son aun más, este se hizo
específicamente para que guardase el elemento relacionado con la misión”
“Espera, quieres decir que este Coil no es normal”
“Esto es un Coil de prueba, la diferencia con uno normal es
que este es más limitado podríamos decir” Dicho esto soltó mi mano.
“Megisto ¿puedo saber para qué necesitabas esas flores?”
Pregunté movido por la curiosidad pero en el fondo temía escuchar la respuesta.
“La flor de las estrellas tiene un sabor particular que
endulza el té, le da un toque mentolado y refrescante”
Por un momento creí que había oído mal su respuesta pero no
era así, lo había dicho alto y claro. He vuelto a arriesgar mi vida por unas
malditas hojas de té otra vez, será que mi vida no vale una mierda porque no
encuentro otra razón. Sentí unas ganas brutales de partirle la cabeza a ese
enmascarado, ya prometí en la cueva de iba a vengarme si lo veía y esto no ha
hecho más que recordármelo, pero sé que en el fondo también es culpa mía por
haber confiado en una persona de la cual una persona normal hubiese escapado
nada más verle.
Solté una risa que se transformó en una carcajada, luego miré
al enmascarado de reojo aun riéndome por lo bajo. Manticore comenzó a gruñir al
sentir mi instinto asesino desbordándose.
“Sabes, tiene gracia. Eres la segunda persona que me hace
arriesgar la vida para poder disfrutar de una taza de té. Estoy empezando a
odiar ese brebaje”
“Me parece que te estás confundiendo, pero se te he ofendido
de alguna manera me disculpo, quizás la prueba fuese tediosa y extraña pero mi
intención nunca fue que perdieras la vida. Tu vida es valiosa”
“¿En serio?” Pregunté desconfiando de su palabrería.
“El Coil lleva incorporado un mapa que te conducía hasta tu
destino. La gruta tenía muchas entradas, quizás hayas escogido la equivocada,
pero al hacerlo despejaste las pocas dudas que aun tenía sobre ti”
“¿Dudas? Me gustaría mucho saber qué es lo que viste en mí.
Si mal no recuerdo dijiste que no me esforzaba mucho en parecer humano ¿a qué
te referías con eso?”
Megisto guardó silencio durante un buen rato antes de
contestar.
“Puedo responder a todas tus dudas ahora mismo pero es
probable que no me creas. Por eso mismo me gustaría cumplir mi parte y llevarte
a Asgarland tal y como prometí”
“(Da igual cuanto le insista, no parece que vaya a revelar
nada, ni siquiera ha contestado a ninguna de mis preguntas)” Pensé sin saber
muy bien que hacer en ese momento “Hablas mucho de Asgarland ¿qué es eso?”
Mi pregunta pareció alegrar al enmascarado de alguna manera.
“Asgarland es la tierra prometida. El mejor lugar del mundo,
un paraíso terrenal donde nace la luz del mañana. Pero solo vas a apreciar su
belleza si vienes conmigo” Extendió su mano invitándome a ir con él.
Miré su mano y luego su máscara, no me fiaba de él y por como
habla, su negativa a enseñarme su cara junto con esa atmosfera incómoda que lo
rodea respaldaba la sospecha. Pero por otra parte ese hombre me está ofreciendo
un lugar a donde ir. No tengo sitio en este mundo, no tengo lugar en donde
quedarme ni un sitio al que llamar hogar, desde que escapé de Mattel he vivido
en completa miseria. Puede que desconfíe de la persona que tengo en frente pero
es la única persona que me está dando una oportunidad, si no la acepto quizás
me arrepienta.
“Está bien, iré contigo” Megisto pareció complacido al
escucharme “Pero si me engañas te encontraré y me las pagarás”
“Me parece justo” Con su mano me incitó a entrar en su
carruaje, pero antes de entrar me lanzó una pregunta “Por cierto ¿Sabes lo que
es un Landersknecht?” Negué con la cabeza “Bueno, no te preocupes solo pensaba
en voz alta” Contestó dejándome con la duda.
Al entrar me senté en el asiento recubierto por un tapiz
rojo. Era muy cómodo. Megisto se sentó a mi lado y de inmediato el carro se
puso en marcha en el momento en que cerró la puerta.
“Me he fijado en que no hay chofer ¿quién conduce este
carruaje?”
“Mi querida Manticore, es un animal muy inteligente. No
necesita que nadie la dirija, sabe perfectamente a donde ir sin necesidad de
que le diga nada”
“Ya veo”
Miré por la ventana, al hacerlo quedé sorprendido al darme
cuenta de que no estábamos recorriendo el camino sino surcando los cielos. Esto
era irreal.
En ese momento sentí algo, un olor singular y extraño estaba
inundando el interior del carruaje, me percaté de que era un humo rojizo que
salía tanto del suelo como del techo. El pánico se apoderó de mí, busqué
desesperadamente salir de aquí pero mi cuerpo no respondía. Me sentía cada vez
más somnoliento, mis fuerzas me abandonaban, costaba respirar. Entonces es
cuando me di cuenta de que había caído en su trampa. Mi consciencia se estaba
desvaneciendo, pero antes de dormirme oí con claridad las últimas palabras que
me dedicó Megisto.
“Buenas noches”
Me gustaría que traducieras noucone, por favor quiero leerlo
ResponderEliminarEsta chido,cómo puedo ver los anteriores 1 y 2
ResponderEliminarVeo que esta pagina web una vez gloriosa se esta acercando al fin de su ciclo de vida
ResponderEliminar