10 jul 2015

Nox Volumen 2 Capítulo 10


Lo prometido es deuda, aquí les dejó el capítulo 10, con esto virtualmente estamos a mitad del segundo volumen.





                                                            Imagen con fines ilustrativos.




Después de vestirse Jean regresó para seguir disculpándose con Noa Warbringer pero no la encontró, aterrado con la idea de recibir una emboscada y sufrir un gran castigo, regresó a la casa del árbol y ahí pasó la noche en vela esperando un ataque sorpresa que nunca llegó.



A la mañana siguiente sin haber podido dormir bien, Jean desayunó carne seca y un poco de jugo de frutas que compró en el mercado de la ciudad, el día anterior, se alistó y decidió aprovechar el tiempo y (huir de Noa Warbringer), partió hacia el gremio de comerciantes con el fin de cumplir su misión.



Vestido con su habitual túnica negra, caracterizado de su personaje Hoz, no tardó en encontrar la base principal del gremio, un edificio inmenso ubicado en la parte central de la Ciudad Acorazada, al estilo barroco, con una inmensa cantidad de adornos y estatuas, pareciera que los comerciantes estaban presumiendo sus riquezas.



Entró por la puerta principal, que curiosamente no tenía ningún guardia apostado, el interior era muy distinto del exterior, dentro había una especie de bar, con varias mesas y sillas,  y en medio una barra central.



El lugar se encontraba lleno hasta el tope, con una rápida inspección Hoz determinó que la mayoría de los clientes eran mercenarios y guardaespaldas, y aquellos que estaban vestidos pomposamente debían ser comerciantes acaudalados.



Caminó hasta la barra central y tomó asiento, rápidamente  fue atendido por un hombre de mediana edad, sin características sobresalientes.



-¿Qué desea beber? -.



-Dame un poco de vino dulce, por favor-.



El vino dulce en el mundo de Hoz era en realidad jugo de uva mezclado con bayas silvestres, se cuidaba que no fermentará, así que técnicamente no era una bebida alcohólica.


-Pfhhh-.



Uno de los hombres que estaban sentados a su lado soltó un ruido de burla. Hoz le ignoró completamente.



-Vengo de parte del  Gremio de Mercaderes de Ciudad Lux, necesito hablar con el encargado de este lugar-.



Después de ingerir su bebida, Hoz le comunicó al hombre que le atendió la razón de su visita, mostrándole al mismo tiempo, el documento sellado que Tira Jute le entregó para ese caso. Al verlo el barman asintió ligeramente.



-Entiendo, espéreme un momento por favor, iré a comunicárselo a mi jefe-.


Sin perder tiempo el hombre se fue.



-¡Hey, tú! El lugar donde estas sentado es mío, ¿Quién crees que eres para no respetar las jerarquías de este lugar?-.



Un mercenario vestido con una armadura ligera de piel, obeso y calvo, se acercó a Hoz y comenzó a molestarle.



-Bueno no importa, yo el Gran Targ estoy dispuesto a perdonarte si me das todo tu dinero y te disculpas besando mis botas-.



El gran Targ como se hacía llamar el desagradable hombre, puso su enorme brazo alrededor de los hombros de Hoz, su hediondo aroma le causó náuseas y estuvo a punto de hacerle vomitar.



-Vamos, ¿Qué dices? A mí me parece un gran trato-.



El desagradable mercenario tenía una sonrisa de satisfacción y superioridad plasmada en su rostro.



-(Siempre es lo mismo, por mi pequeña silueta piensan que soy presa fácil, debería darle un castigo ejemplar a este sujeto, así los demás me dejarán en paz.)-.



Bruscamente Hoz, se quitó de encima el brazo del Gran Targ.



-Pongamos fin a este ridículo teatro, si lo que quieres son problemas estaré feliz de cumplir tu deseo-.



Con una voz sin miedo, Hoz se colocó enfrente del hombre.



-Maldito, imbécil, yo el Gran Targ soy uno de los mejores mercenarios de este lugar, te conviene hacer lo que te digo si quieres salir vivo de aquí-.



El sucio hombre se encontraba bastante alegre, Hoz dedujo que lo único que quería esa desagradable persona era derramar sangre, así que decidió cambiar su plan y castigarlo severamente, ese tipo de seres que solo deseaban la violencia las odiaba con todas sus fuerzas.



Varios hombres se levantaron de sus mesas y rodearon a Hoz, el solo creo dos pequeñas hoces de fuego, y se puso en posición de pelea.



-Veo que no cambiaras de opinión, eso es bueno te enseñaremos por la mala a respetar a los fuertes-.



El obeso hombre desenvainó una gran espada que tenía en el cinto, sus acompañantes hicieron lo mismo. El primer movimiento fue realizado por él .



Hoz observó que la técnica de su enemigo era pésima, lenta y llena de aberturas, y decidió aprovechar la situación. Con un suave movimiento le esquivó, luego hizo un corte en forma de X en el rostro del hombre.



-¡Aghh! ¡Duele! ¡Maldición!-.



El Gran Jarg cayó al suelo cubriéndose el rostro y revolcándose de dolor.


-¡No puedo ver! ¡Mis ojos! ¿Qué me hiciste desgraciado?-.



Los secuaces del horrendo mercenario no  esperaban esa evolución de los eventos y no supieron reaccionar adecuadamente.



Hoz caminó lentamente hasta al hombre que seguía quejándose en el suelo y le propinó una patada con todas sus fuerzas en su inmensa barriga, el cuerpo salió disparado hacia la puerta principal, en una escena bizarra.


-Si me piden disculpas y me besan los pies les dejaré ir con solo algunos huesos rotos, ¿Qué opinan? A mí me parece un gran trato-.



Hoz les habló a los otros hombres en un tono carente de emociones.



Ellos endurecieron su semblante y levantaron sus armas.



-Es una pena que elijan pelear, pero todos son libres de tomar sus propias decisiones, solo no se quejen por las consecuencias. Adelante ataquen de una vez no tengo todo el maldito día-.



Algunos enemigos empezaron a titubear, la presión que emanaba de Hoz era demasiado para ellos, pero para su mala suerte ellos eran mercenarios  que estaban acostumbrados a estar en presencia de situaciones peligrosas, cualquier otra persona hubiera huido al presentársele la oportunidad.



-Para basuras como ustedes no necesito usar mis armas-.



Para añadir incertidumbre y atacar  la mente del enemigo, Hoz deshizo sus armas. Uno de los hombres decidió huir y salió corriendo hacia la puerta principal, pero fue detenido abruptamente.



-¡Agh!-.



El hombre apenas logró avanzar cuando un proyectil le golpeó de lleno en la nuca, cayó inconsciente, sin emitir otro sonido. Hoz le había arrojado el vaso que había utilizado para beber Vino dulce.



-Les dije que solo se podrán ir si se disculpan-.



El mercenario de liviana silueta caminó hacia el resto de sus enemigos, quienes empezaron a intercambiar miradas.



-De nada les servirá, sin importar que plan usen fallaran miserablemente-.



Otro hombre presa del miedo le atacó con una navaja larga, Hoz tomó la muñeca del hombre y la dobló, un gran crack resonó por todo el lugar, este soltó su arma, la cual Hoz  atrapó ágilmente en el aire, luego pateó a su enemigo en las piernas, el cual cayó arrodillado, sin demora, hundió la navaja en la mano que tenía la muñeca fracturada.



El hombre quedó pegado al suelo, blasfemando por el dolor e intentando quitar la navaja que lo tenía apresado en el suelo.



-Les daré otra oportunidad, si se disculpan ahora los dejaré ir, y si quieren pueden regresar para vengarse pero en ese caso no saldrán con vida-.



-¡Trágate esto imbécil!-.



Uno de los hombres sacó un emblema de metal rojo con la figura de una salamandra, este comenzó a brillar y arrojó una bocanada de fuego, el pequeño mercenario fue envuelto por llamas rojizas, humo se extendió por todas partes.  Los enemigos parecían seguros de su victoria empezaron a reírse a carcajadas y a insultar.



-¡Eso te mereces por presumido!-.



-¡Al final eras un Don Nadie!-.



Cuando las flamas se apagaron y el humo se disipó, su rostro se llenó de pavor, su enemigo se encontraba de pie, ileso.



-Les dije que era inútil cualquier cosa que hicieran y aun así me ignoraron, les di la oportunidad de disculparse y la desperdiciaron, ahora díganme ¿Qué debería hacer con ustedes?-.



Después de pronunciar esa sentencia con gran enojo en su voz,  arrojó una bola de fuego en dirección hacia las manos del hombre que había utilizado el emblema de salamandra, al impactar con dicho emblema este se rompió generando una explosión que quemó las manos de su propietario, una salamandra de fuego surgió por unos breves instantes y desapareció.



Se trataba de una jaula de espíritus,  Hoz solo liberó a la salamandra y esta arruinó las manos de su captor en represalia.



-Hey,  no se queden ahí como idiotas, respóndanme ¿Que debería hacer con ustedes?-.



Los hombres se dieron cuenta de su error, sabían que su vida pendía de un hilo, un mal movimiento, una palabra inadecuada, era todo lo que se necesitaba para que el hilo se rompiera, nadie se atrevía a hacer algo.



-Vamos Hoz, no arruines este lugar con la sangre de esos hombres, ¿Sabes que es muy difícil lavarla? Eso sería muy malo para el negocio-.



Una voz  suave y jovial se dirigió hacia Hoz desde una de las mesas más alejadas, él volteó por reflejo y vio a un elfo oscuro, de cuerpo delgado y atlético, piel morena intensa y cabello blanco largo.



-Si mi memoria no me falla tú eres amigo de Susan, tu nombre era Vot-.



-Está en lo correcto, es un honor que me recuerde Señor Hoz-.



El elfo oscuro se levantó de su asiento e hizo una pequeña reverencia.



-¿Qué me dice si olvida a esos mercenarios de tercera y toma un trago conmigo?-.



Hubo un silencio que duro unos cuantos segundos, pero para los hombres que estaban enfrentando la ira de Hoz, les pareció una eternidad, sudor frio empezó a recorrer todo su cuerpo.



-Discúlpense por última vez y les dejaré ir, al fin y al cabo esto ya se volvió bastante tedioso-.



En esta ocasión sin escuchar otra palabra los atacantes se postraron en el suelo-.



-¡Lo sentimos mucho Señor Hoz!-.



Se dirigieron hacia él con el nombre que el elfo oscuro utilizó.



-Muy bien, ahora mismo váyanse y llévense a sus compañeros antes de que cambie de opinión-.



Los mercenarios hicieron como se les indicó, hizo falta tres de ellos para liberar a su compañero que aún seguía con la mano anclada en el suelo atravesada por una daga.



El joven camino hacia la mesa de Vot quién le cedió un asiento y le dio una copa llena de una bebida oscura y dulce.



-Dígame Señor Hoz, ¿Qué le trae por aquí?-.



-No es necesario que me llames “Señor”, con Hoz es suficiente-.



Le dio un gran trago a su bebida antes de responder.



-Lo que me trae aquí es lo mismo que a cualquiera, la Ciudad de Lux me contrató para investigar el ataque a sus rutas comerciales, me imagino que todo tu grupo también está en la ciudad-.



-Ya veo, es la misma situación para mí, ahora  sobre mis compañeros, ellos no están aquí, se encuentran en otra parte, las misiones de investigación no necesitan que estemos todos juntos-.



-Es muy lógico, ¿Qué tal les ha ido últimamente?-.



-En realidad muy bien, gracias a ti Hoz, el aviso que nos diste  nos ahorró problemas innecesarios. Escuchamos que los demás grupos de mercenarios que se quedaron en ciudad Lux sufrieron graves pérdidas, a manos de esos… como debería llamarlos… semidemonios-.



-Es grato escuchar eso, después de esos eventos la ciudad me contrato para cazar y erradicar los remanentes de esos hibridos-.



-¿Entonces al final decidió quedarse?-.



El elfo oscuro parecía un poco confundido.



-Jaja, así es, ciertas situaciones me orillaron a quedarme, pero siempre cuidé de no ponerme en una situación desventajosa-.



Hoz sintió algo de culpa, pues les había dicho que no se quedaría, incluso les pidió que se retiraran ya que tenía sospechas de que el imperio estaba involucrado.



-Como esperaría de ti, debieron ser tiempos difíciles-.



-No tanto al final solo eran híbridos inmaduros, si hubieran estado en su etapa final… hubiese sido muy distinto-.



Los clientes de ese lugar intentaban escuchar a hurtadillas lo que estaban conversando, pero para su mala suerte, la conversación fue interrumpida.



Una anciano, encorvado, con una gran barba cana y cabello del mismo color se les acercó, venía acompañado del  hombre encargado de la barra.



-Buenos días, Señores Hoz y Vot, yo soy Bert Aurus, el jefe de este gremio, por favor acompáñenme a mi despacho, ahí hablaremos tranquilamente de negocios sin temor a que nos escuchen-.



Los dos hombres hicieron lo que se les pidió y siguieron en silencio al anciano jefe del gremio.

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